Mörder [ COMPLETA ]

Від RipleyWylde

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《Cuando tu vida se reduce a matar o morir, ¿qué elegirías?》 FECHA ORIGINAL DE PUBLICACIÓN AÑO 2013 Більше

Sinopsis
Advertencia
Introducción
Primera parte: prisionera
Capítulo N° 1
Capítulo Nº 2
Capítulo Nº 3 (Parte 1)
Capítulo N° 3 (Parte 2)
Capítulo N° 4
Capítulo N° 5
Capítulo N° 6
Capítulo Nº 7 |Parte 1
Capítulo N° 7 | parte 2
Capítulo N° 8
Capítulo N° 9
Capítulo N° 10
Capítulo N° 11
Capítulo N° 12
Capítulo N° 13
Capítulo N° 14
Capítulo N° 15
Capítulo N° 15 | parte 2
Capítulo N° 16
Capítulo N° 17
Capítulo N° 18
Capítulo N° 18 | parte 2
Capítulo N° 18 | parte 3
Capítulo N° 20
Capítulo N° 21
Capítulo N° 22
Capítulo N° 22 | parte 2
Capítulo N° 23
Capítulo N° 24
Capítulo N° 25
Capítulo N° 26
Capítulo N° 27
Capítulo N° 28
Segunda parte: Libertad
Capítulo N° 29
Capítulo N° 30
Capítulo N° 30 | parte 2
Capítulo N° 31
Capítulo N° 32
Capítulo N° 33
Capítulo N° 34
Capítulo N° 34 | parte 2
Capítulo N° 35
Capítulo N° 36
Capítulo N° 37
Capítulo N° 38
Capítulo N° 39
Capítulo N° 40
Capítulo N° 41
Capítulo N° 42
Capítulo N° 43
Capítulo N° 44
Capítulo N° 45
Capítulo N° 46
Capítulo N° 47
Capítulo N° 48
Capítulo N° 49
Capítulo N° 50
Capítulo N° 51
Capítulo N° 52
Capítulo N° 53
Capítulo N° 54
Capítulo N° 55
Capítulo N° 56
Capítulo N° 56 | parte 2
Capítulo N° 57
Capítulo N° 58
Capítulo N° 58 | parte 2
Capítulo N° 59
Capítulo N° 59 | parte 2
Capítulo N° 60
Capítulo N° 61
Capítulo N° 62
Capítulo N° 63
Capítulo N° 64
Epílogo
Nota de autora
EXTRA: El trato | parte 1
EXTRA: El trato | parte 2
EXTRA: El trato | parte 3
EXTRA: El trato | parte 4
EXTRA: El trato | parte 5
EXTRA: El trato | parte 6
EXTRA: El trato | parte final
EXTRA: Rata | parte 1
EXTRA: Rata | parte 2
EXTRA: Rata | parte 3
EXTRA: Rata | parte 4
EXTRA: Rata | parte 5
EXTRA: Rata | parte 6
EXTRA: Rata | Final

Capítulo N° 19

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Від RipleyWylde

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Se había sentado sola a almorzar, con una extraña sensación en ella que no estaba segura de reconocer. Podía ser soledad, preocupación o incluso decepción, pero estaba en guardia y mirando hacia los costados de vez en cuando.

Sentía que alguien la estaba observando, pero no lograba encontrar a la persona que la observaba. No era el Loco, él se había ido a una misión. No era tampoco Gretchen, ella estaba almorzando junto a Héctor, con quien parecía divertirse. Tampoco era Chris, él estaba almorzando junto a unos obligados a lo lejos.

Se sobresaltó cuando alguien se sentó frente a ella, sus ojos se dirigieron rápidamente a la persona que tenía delante. Solo entonces, al ver sus ojos café, se relajó un poco.

—Martín...

Él no habló, miró con cuidado alrededor al apenas mover un poco sus ojos.

—¿De quién te escondés? —preguntó él con suavidad.

—De nadie, solo siento que alguien me está mirando...

—Ya veo.

Martín la miró en silencio y bebió un trago de agua de una botellita de vidrio.

—Cele se fue a una misión, una sencilla y tranquila —dijo Martín de repente—, quería hablar con vos un momento.

—A mí también me gustaría hablar con vos —Erica lo miró con seriedad—, sobre algo que pasó en la noche de la misión, pero hablá vos primero.

Él parpadeó un instante algo confundido, pero terminó por asentir. Bebió otro trago de agua y vigiló a su alrededor.

—Como sabrás, llevo muchos años en Mörder —comenzó a decir—, desde los doce años. Conozco a muchos asesinos, aunque ellos no me conozcan a mí.

Erica asintió para darle a entender que le estaba prestando atención, mientras terminaba su almuerzo. Gretchen la estaba alimentando mucho mejor, por lo cual en su plato había papas, huevo, pollo y verduras.

—Me van a pasar a los profesionales —dijo con un suspiro—, era algo que ya esperaba hace mucho, solo que ahora...

—Está mi hermana —interrumpió, y él bajó la mirada con un suspiro.

—Celeste va a quedar sola con los novatos, yo ya no voy a estar ahí. Aun con Thamma ahí... —se quedó en silencio un instante—. Debo recomendar a alguien para mi puesto, Thamma es una buena opción, pero pensé...

—Yo no quiero tu puesto si es lo que estabas pensando —suspiró Erica—, Gretchen nunca lo permitiría. Llevo meses en los obligados, no me va a dar nunca un puesto alto.

—Llevo seis años en Mörder, Erica —dijo él con seriedad—, conocí a muchos asesinos que en menos de un año mostraron su talento, como Christopher e incluso yo mismo, pero ninguno de nosotros ha logrado lo que vos lograste. Yo capté la atención del mejor asesino en mi primer año, y él me tomó como pupilo, pero vos estás a otro nivel.

—¿El mejor? —Erica lo miró con sorpresa, con sus ojos bien abiertos—. ¿Fuiste pupilo de Nahuel, del que todos hablan?

—Sí, pero solo un año, luego él murió. —La miró con atención, pues Erica mostraba mucha curiosidad en su mirada—. ¿Querías saber algo sobre él? No lo conocí mucho, pero algo puedo decirte.

—¿Cómo era? Para que todos hablen de él de esa forma.

—Muy exigente, demasiado exigente. Ponerlo de malhumor no era una buena idea —dijo con un suspiro mientras refregaba su cuello, como si aún pudiese sentir sus manos asfixiándolo—, pero era muy fuerte y rápido, él me enseñó a usar el rifle y se dedicó a prepararme como francotirador, porque no hay muchos en Mörder. Yo soy el mejor, para que te des una idea. —Bebió otro trago de agua y su mirada se enfocó en vigilar su alrededor—. Nahuel no tomaba alumnos, consideraba a todos como inútiles. Solo hizo dos excepciones, yo, que capté su atención, y Sabatini, que creo que Gretchen lo obligó a enseñarle porque lo hacía de muy malhumor, aunque solo por un par de meses.

Erica no pudo ocultar su sorpresa, había creído siempre que Aaron solo era alumno de Gretchen, nunca había dicho nada respecto a Nahuel.

—Estoy seguro de que de haber estado vivo, Nahuel te habría escogido como pupila, pese a su ideal de no tomar alumnos —dijo Martín con seriedad—. Sos realmente buena, Erica. Tanto que hasta Gretchen te da misiones de élite que usualmente son dedicadas a Wolff y Sabatini.

—Vos sos un obligado, ¿verdad? —preguntó y él asintió con una sonrisa—, y sin embargo Gretchen habla de vos como uno de sus más leales seguidores. ¿Cómo sé que no te envió ella?

—No soy leal por voluntad propia, de ser por mí estaría yendo a la universidad —se quejó con un chasquido de lengua—, pero mis abuelos aún viven y están en un hogar de descanso. A vos te tienen controlada por mi florecita y tú familia, a mí por mis abuelos. Si yo no obedezco, ellos mueren.

—¿Y tus padres...?

—Por algo soy un obligado —dijo con un suspiro—, porque soy testigo de su muerte. Tenía doce años y apuñalé a ese asesino que acababa de matar a mis padres, y terminé acá con la frase «matar o morir».

—¿Apuñalaste... a un asesino?

—A Nahuel. ¿Por qué creés que me tomó como alumno? Un chico de doce años logró apuñalarlo en un ataque de ira.

La sorpresa en el rostro de Erica era demasiado notoria, recordaba las palabras de Chris diciéndole que a su lado, Celeste estaría bien. Ahora podía entender por qué.

—Aún así no voy a tomar tu puesto —dijo Erica con un gesto torcido en sus labios—, trabajo como asesina y como barrendera, una responsabilidad más y mi cabeza va a explotar. Sin hablar de que Gretchen nunca aceptaría darme un puesto alto.

—Entonces voy a recomendar a Thamma —suspiró—, ella es buena, pero confiaba en que vos pudieras cuidar de mi florecita mientras no estoy...

—Siempre la voy a cuidar, es mi hermanita —Erica lo miró con dureza y rápidamente tomó una de las muñecas de él, con algo de fuerza, mientras clavaba su mirada amenazante en él—. Mi hermana te ama, nunca tuvo novio, nunca había sido besada siquiera. Si le rompés su preciado corazón, te voy a desaparecer de la faz de la tierra, y como barrendera sabés que puedo hacerlo.

Apretó un poco más, pero Martín no pareció intimidarse por ello. Por el contrario, llevó su mano libre hacia la de ella y la apoyó con cariño ahí.

—Yo no soy como los otros en Mörder, no soy como Sabatini ni como Wolff, para mí las mujeres no son un objeto descartable —dijo con suavidad—, y me arriesgo mucho al tomar una pareja frente a Gretchen. Lo sabés, ¿verdad?

—Esa noche ustedes se fueron antes que nosotros, y sin embargo regresaron a Naemniki apenas cuarenta minutos antes que yo —Lo miró con sus cejas caídas sobre sus ojos de forma intimidante—. Supongo por qué tardaron tanto, y te recuerdo que tiene solo dieciséis años.

Las mejillas de Martín se encendieron levemente, aunque quiso evitarlo.

—Y yo acabo de cumplir dieciocho hace solo una semana.

—Decís que soy buena —habló entre dientes—, ¿soy lo suficiente buena como para que tomes en serio mis palabras?

—Lo sos.

—Si me entero que la usaste y la descartaste, vas a darte cuenta por qué Fosa me tomó como aprendiz, y no te va a gustar descubrirlo.

Martín curvó sus labios en una sonrisa, y luego comenzó a reírse.

—Yo no te debo ninguna explicación a vos —se rió—, pero podés quedarte tranquila, yo no soy Sabatini. Podés preguntarle a cualquiera en Mörder con cuántas mujeres me vieron, y sabés perfectamente que no hay secreto en Mörder que dure mucho tiempo de esa forma.

Diciendo eso se puso de pie, Erica aún lo sostenía de la muñeca, pero él con su mano libre quitó uno por uno, con suavidad, cada uno de sus dedos.

—Podrías atacarme para liberarte —susurró ella.

—Podría, pero sos la hermana de mi novia —La miró en silencio, con seriedad—, y no tengo ganas de que Sabatini me mate mientras duermo, o Wolff me busque luego por haber herido a su preciada.

—Yo no soy la preciada nada de Wolff —escupió ella con asco.

—Te lo dije, no hay secreto que se mantenga mucho tiempo así en Mörder.

Martín no dijo nada más, se alejó de ahí con una mano en su bolsillo y Erica lo siguió con la mirada. Aún tenía su cabello negro por aquella misión, y probablemente tardaría un tiempo en volver a su color natural. Erica dejó ir un suspiro y miró su mano derecha, con la que había apretado la muñeca de Martín. Aún no tenía suficiente fuerza en ese brazo desde que se hirió el hombro, y sabía que él pudo haberse liberado rápidamente.

«Lo amenacé, Cele se va a enojar mucho..

Acomodó su plato sobre la bandeja y dejó todo junto a las demás, para que fueran lavadas. Luego caminó hacia otra dirección, aún con la sensación de que estaba siendo vigilada. Giró disimuladamente un par de veces para ver quién la vigilaba, y no encontró a nadie. Pensó entonces que debía ser alguien especializado en espionaje, y según Fosa solo Sveta y Aaron eran lo suficiente buenos, pero dudaba que alguno de ellos estuviese siguiéndola.

No tardó mucho en obtener su respuesta.

Con el cuchillo que le había regalado el Loco bajo su ropa, ingresó en la biblioteca a esperar a su espía. Apoyó la espalda contra una biblioteca y sujetó con fuerza el mango del cuchillo, a la espera de esa persona que no tardaría en llegar hasta ahí.

Trató de tranquilizar su corazón y cerró los ojos para poder concentrarse en los sonidos. No se oía ni un solo paso, pero sí oyó su voz.

—No confías en mí, de lo contrario no estarías dispuesta a atacarme, princesse.

Erica reconoció el acento francés de Serge. Sus pasos eran imperceptibles, como si de un gato se tratase.

—¿Por qué debería confiar? Me estuviste siguiendo toda la mañana —se quejó Erica y empuñó el cuchillo mientras lentamente se movía de lugar.

—Porque te he salvado la vida anteriormente.

Erica comenzó a reírse.

—¿Salvado la vida? Nunca salvaste mi vida, ¿de qué estás hablando?

—Oh, me gustaría saber tu teoría de por qué Julio te dejó ir sana y salva entonces —se rió, su voz se oía en otra posición—. ¿Realmente creíste que alguien del nivel de Julio Moms te dejaría ir así como así? De no ser por mí, tú y tu amigo estarían muertos.

El aire en sus pulmones había desaparecido por completo.

—No sé de qué me estás hablando, nunca en mi vida vi a Julio.

Erica se movió de posición tratando de hacer el menor ruido posible, sin embargo la voz de Serge dejó de cambiar de posición. Parecía estar en un mismo lugar.

—Te lo he dicho, princesse, quiero que seamos amigos. Me gustaría que bajaras tu arma y hablaras conmigo.

—Sí, bueno. Digamos que seguirme como un depredador no es una gran forma de entablar una amistad.

—Estoy desarmado, puedes acercarte y comprobarlo. Si lo deseas, podemos hablar de lejos. Es-tu d'accord avec cette proposition?

Ne m'approche pas!

—No me acercaré, je te le jure.

Erica asomó apenas su cabeza por una de las bibliotecas, pudo ver a Serge sentado cómodamente en uno de los sillones. Estaba cruzado de piernas y desarmaba su teléfono para luego colocarlo a un costado. Cualquier cosa que podía ser utilizado como arma lo había dejado lejos de él, para luego cruzar con elegancia sus manos sobre su regazo.

Salió de su escondite con el cuchillo en mano para luego agacharse al suelo y dejarlo allí. Lo movió suavemente con su pie a un costado sin dejar de mirar los ojos de ese muchacho.

S'il vous plait —Serge señaló su teléfono desarmado a un costado.

Erica entonces lo imitó y desarmó el suyo, el cual dejó junto al cuchillo.

—¿Por qué me seguiste toda la mañana? —inquirió con fastidio, aunque también con un deje de curiosidad.

—Necesitaba hablar contigo y no podía haber oídos curiosos alrededor. La única forma era saber en qué momento estabas a solas.

—No es una buena forma de hacer que confíe en vos —dijo con una sonrisa de lado.

—Estoy muy seguro que haber evitado tu muerte es un buen motivo para que confíes —se rió él—. No puedo decirte por qué Julio confía en mí, pero sí puedo decirte que oye mis palabras con atención. Solo bastó mi pedido de que no te hiciera daño para que te dejara ir.

—Sigo sin saber de qué hablás —mintió.

Serge sonrió ampliamente.

—Para ser una espía, eres muy mala mintiendo.

Erica dejó ir un suspiro y colocó una de sus manos en la cadera, con fastidio e impaciencia.

—¿Qué querés de mí?

—¿Cómo puedo ganarme tu confianza, princesse? —preguntó con un suave tono de voz—, realmente quisiera tener tu amistad.

—Podrías empezar con dejar de seguirme como si quisieras matarme —Lo miró con dureza, para luego dejar ir un suspiro—, y decirme la verdad. Si no me decís por qué Julio podría oírte, no voy a confiar en vos.

El semblante de Serge cambió por completo.

—No puedo responder eso, pregúntame otra cosa.

—Si querés que confíe en vos, vas a tener que darme motivos reales.

—¿Y yo cómo sé que puedo confiar en ti, princesse? —dijo él con seriedad.

—Si no confiaras en mí no estarías tan interesado en ser mi amigo.

—Me pides demasiado, si quieres que te dé una respuesta deberás darme algo de igual valor.

—¿Y qué sería eso? —suspiró Erica y se refregó una sien.

—Lo que me pides es un secreto de solo dos personas, decírtelo a ti es aumentar el número a tres. Si quieres que lo diga tendrás que decirme un secreto tuyo de dos personas también.

—Si te digo algo así podrían matarme —escupió, puesto que solo tenía un secreto de ese nivel, y confesarlo era muy peligroso.

—¿Y crees que si te digo el mío no correré riesgos? —se quejó él con el seño fruncido. Peinó su cabello oscuro hacia atrás y suspiró—. Si lo deseas, lo diré primero, pero deberás responder con un secreto al mismo nivel, o la próxima vez me haré a un lado cuando Julio quiera hacerte daño.

—Realmente podrían matarme por decirlo.

—Debemos confiar en que lo que se hable aquí no saldrá nunca de esta habitación.

Erica resopló, se cruzó de brazos y asintió para darle a entender que estaba de acuerdo. Solo entonces fue que Serge volvió a peinar su cabello y la miró fijo.

—Te he dicho que los Moms me tomaron bajo su cuidado y les debo todo —comenzó a decir—, hay pocas personas a las que Julio oye realmente, y yo soy una de esas pocas personas.

—¿Por qué razón alguien tan orgulloso y frío como él te escucharía justo a vos?

—Porque soy su pareja —dijo y Erica abrió sus ojos con sorpresa—, y admitir esto pone en riesgo mi vida. Si esto sale de esta habitación, cualquier enemigo de Julio me matará. Estoy bajo el mando de Gretchen, y pese al cariño que me tiene no dudará en jalar el gatillo para hacerle daño a su hermano.

—¿Sos... su pareja?

—Algo así, no formalizamos. Soy su amante, él es frío y poco afectuoso así que solo soy uno de sus juguetes, pero el preferido, en todo caso. —La miró con seriedad—. Antes de que tú fueras a espiarlo, Julio ya sabía de tu existencia porque yo le he dicho que eras mi amiga y que te dejara fuera de sus juegos, o no volvería a tocarme.

—Pero... no somos amigos.

—Aún, pero espero serlo luego de esto.

Erica se mordió los labios. Si lo que él decía era cierto, entonces todos se equivocaron, Julio no la dejó ir ni por temor a Aaron ni para decirle a Gretchen lo que vio. La dejó ir por pedido de Serge...

—¿Puedo confiar en que esta información quedará por siempre en esta habitación? —inquirió él.

—Fosa me enseña a pelear y defenderme, la misión del teatro la pude hacer gracias a él —dijo ella rápidamente—. Decirte esto puede hacer que él me mate.

—¿Entonces no te enseña a ser barrendera? —preguntó con sorpresa.

—Sí lo hace, pero también me ayuda a ser mejor asesina. Si Gretchen o él saben esto, voy a terminar en ácido.

Serge se quedó en silencio un instante y refregó su barbilla, algo pensativo.

—¿Por qué querés que seamos amigos? —preguntó Erica.

—Porque eres la única que habla francés fluido en este lugar —admitió—, estoy rodeado de rusos. ¿Entiendes eso? Sé que eres bailarina, si hubiese alguien que también lo fuera aquí, ¿no te gustaría ser su amiga?

Erica suspiró, quizá sí habría buscado una amistad con otra bailarina en el lugar.

—Sigue siendo raro —admitió ella.

—Puedo darte otra información para que confíes en mí —dijo él con una sonrisa—. ¿Tienes gente querida aquí? —Ella dudó antes de asentir, y Serge entonces continuó—. Diles que esta noche se vayan con alguna excusa, y vete tú también, con Fosa o con tu novio. Lo importante es que no estén esta noche en Naemniki.

—¿Por qué?

—Dime otra cosa importante de ti, y te diré más. Yo también debo saber que tú eres confiable.

—Así no funciona la amistad, no es un pacto de conveniencia —se quejó, pero luego terminó por sonreír al percatarse de que así comenzó su amistad con Chris—. No tengo mucho más para decir, solo llevo meses acá. No tengo más secretos.

—¿De verdad? —Serge pareció analizarla—. ¿No hay nada que solo sepas tú?

Erica pensó en Hund, Moira y Jack, pensó en Chris y su deseo de venganza, pensó en Aaron y su sueño de libertad.

—No, nadie confía lo suficiente en mí para contarme sus secretos.

D'accord —Fue lo único que dijo Serge antes de ponerse de pie—. ¿Puedo acercarme, o sigues desconfiando de mí?

Erica solo sonrió como respuesta y él se acercó. Eran prácticamente de la misma altura, y el cuerpo de Serge era fuerte pese a ser delgado.

—Vete esta noche, princesse, dile a tu novio que quieres pasar la noche con él. Vete por hoy —Estiró su mano y la dejó extendida en el aire—. Hazlo, si confías en mí, y toma mi mano si aceptas mi amistad.

Ella miró su mano ahí en el aire, y aunque no confiaba del todo en él, pensó que tenerlo como aliado podía ser de utilidad. Por ello levantó su mano derecha y tomó la de él, quien la estrechó con seguridad en la suya.

—Prometo no seguirte como depredador otra vez —dijo él con suavidad, con una sonrisa que rasgaba sus ojos azules.


Con cuidado, Erica se había acercado a Martín y Chris, a ambos les pidió que se fueran esa noche. Por ello Martín le pidió permiso a Gretchen para llevar a Celeste a una misión como una práctica más seria, y ella aceptó. Chris, por su parte, había decidido quedarse.

—No sé qué pasa, Erica, pero si todos tus seres queridos se van, va a ser muy sospechoso —le había dicho él—. Voy a estar bien, si te hace sentir más tranquila me voy a quedar con la rusa.

Arreglado el asunto de sus seres queridos, solo le quedaba Aaron. Con él debía tener más tacto, puesto que había estado de muy mal humor los últimos días desde la misión de espionaje. Lo encontró sentado en el jardín de invierno de la mansión, donde un asesino le dijo que lo había visto. Desde ahí se oía a Gretchen tocar el piano.

Se acercó a él con una sonrisa, Aaron la miró de reojo y al notar que era ella le respondió con otra sonrisa. Palmeó el lugar a su lado para invitarla sentarse con él.

—¿Qué hacés acá? —preguntó ella con curiosidad.

—A veces me gusta escuchar a Gretchen tocar el piano, es muy relajante —dijo con una sonrisa—. Hace muchos años se podía escuchar el piano de Gretchen y el violín de Nahuel juntos.

—No sabía que te gustaba este tipo de música —sonrió con ternura.

—No entiendo mucho de esto, pero me gusta. A veces Gretchen solía tocar Chopin para él cuando estaba enojado. Era como un sedante instantáneo —se rió y la miró—. Tuviste suerte de no conocerlo.

—¿Por qué?

—Era un bastardo hijo de puta —escupió con asco—. Un egocéntrico insoportable y malhumorado al que debías hablarle como a un rey o te estrangulaba sin dudar. No podías siquiera insultar a Gretchen sin que él te atacara, era como su perro guardián, pero rabioso.

Erica tuvo un pensamiento instantáneo por lo de Chopin, referido a Fosa, pero rechazó el pensamiento al instante. Lo vio como algo imposible.

—Perdón, princesa —dijo Aaron de repente, en un susurro—. Hablo de él como un hijo de puta, cuando así estuve comportándome con vos estos dias. Perdón.

—No pasa nada, yo también me pongo celosa a veces —dijo Erica con una risita—, y también he pensado cosas crueles al respecto, solo que puedo controlarme.

—Te extrañé mucho, me gustaría recompensarte y también ganarme tu perdón —dijo con suavidad y apoyó con cariño su mano en el rostro de ella—. Te amo, Erica, lamento... ser un bastardo hijo de puta, me esfuerzo por ser digno de vos.

—Me gustaría pasar la noche con vos, dicen que el sexo de reconciliación es el mejor —dijo ella con una sonrisa pícara y su mirada intensa clavada en él.

Aaron le dirigió esa misma mirada de fuego.

—Estaba pensando en algo más romántico, pero tu idea me gusta más —dijo con una sonrisa y se acercó para besarla—. Podría hablar con Gretchen, tal vez cenar afuera y tener una noche normal. Una cita. ¿Te gustaría, princesa?

—Me encantaría.

—Entonces cambiémonos de ropa, Gretchen jamás me dice que no, así que preparate para nuestra noche especial —sonrió y la besó con un poco más de seguridad.

Erica se fue para poder arreglarse, quería advertirle también a Sveta, pero Chris tenía razón en que podía ser muy sospechoso, sin contar el hecho de que Sveta era amiga de Héctor, y que decirle algo así era muy riesgoso.

Se había enterado en los días anteriores de que Sveta pertenecía a los Capa Roja, una mafia rusa dedicada al asesinato y la prostitución. Sveta era una de sus dos herederos, y por eso nadie se metía con ella. No cuando el riesgo de hacerlo era que una mafia tan imponente se pusiera en acción.

Se puso un bonito vestido que se había comprado con su dinero, blanco y con pequeñas rositas rosadas. No se maquilló demasiado, trató de que su apariencia fuera sencilla pero bonita. Luego de haberse vestido y maquillado tanto para la misión de espionaje, solo quería estar más al natural.

No pasó mucho tiempo antes de que Aaron fuera a buscarla, y aunque estaba bastante sencillo se veía realmente bien con su jean desgarrado, sus borcegos, su camisa negra y una campera de cuero.

—Tenemos permiso, podemos regresar mañana —le dijo él con una sonrisa y la tomó de la cintura para acercarla—. ¿Querés ir en auto o en moto?

—Depende, ¿vas a manejar vos la moto o yo? —bromeó ella con una risita.

—Que sea en auto entonces, me duele un poco el ego que manejes mejor que yo —se rió.

Caminaron tomados de la mano, con sus dedos entrelazados, conversaban sobre lo que podrían hacer esa noche. Aaron tenía algo planeado, pero la opinión de Erica al respecto también le parecía importante.

Tomaron un auto y Aaron manejó para alejarse de la mansión, le extendió un pañuelo rojo que Erica miró con dudas.

—¿Y esto?

—Cubrite los ojos, es una sorpresa —dijo él con una sonrisa.

—Preferiría que no.

—No seas aburrida, princesa. Es una sorpresa, no me hagas rogarte.

Erica se rió y cubrió sus ojos con el pañuelo de Aaron, rogando que eso no le corriera el maquillaje. El recorrido duró bastante, y el tener los ojos vendados hacía que Erica se perdiera con el tiempo que pasaba y no supiera dónde se encontraba, pero confiaba en él. Estaba nerviosa y algo ansiosa, porque Aaron no era alguien especialmente romántico y cualquier cosa podía suceder viniendo de él.

Luego de un rato más, Aaron estacionó, ayudándola a bajar. Erica quería quitarse la venda pero él no la dejó, en su lugar la tomó del brazo para poder guiarla por la calle, mientras que ella se reía diciendo que se iba a tropezar en cualquier momento.

Oyó un ascensor, voces de personas desconocidas, un par de risitas, luego un ascensor abrirse otra vez.

—Llegamos, princesa...

Aaron le desató la venda, y Erica sonrió con emoción, con los ojos empañados en lágrimas. Estaban en la terraza de una habitación de un elegantísimo hotel, con luces cálidas y suaves almohadas en sillones blancos y negros. En una mesa frente los sillones había un vino fino, de apariencia costoso. En los bordes de la terraza había velas iluminando el lugar, bajo una bonita pérgola.

—Qué hermoso —susurró Erica.

—¿Te gusta? Me esforcé bastante —dijo Aaron con una sonrisa, mientras la abrazaba de atrás. Le dio un tierno beso en una mejilla.

—Gracias, es... perfecto.

Sonrió con emoción y dio un vistazo al lugar, para luego girar y besarlo. Luego se sientan a cenar, la cena no había tardado en llegar tampoco.

Erica no podía evitar reírse, estaba nerviosa, jamás nadie le había preparado algo tan bonito y mucho menos de esa forma.

—La verdad tenía planeado llevarte a cenar incluso antes de que te acercaras a mí —confesó él con una sonrisa y la tomó de las manos, con cariño—, quería disculparme con vos. Sé que puedo ser alguien muy difícil a veces, y sé también que no es excusa pero... conviví once años con asesinos, a veces me cuesta controlar mi carácter. No quiero que pienses mal de mí. Te amo, Erica, quiero ser digno de vos.

—Este lugar... —susurró Erica mirando a su alrededor—, se ve carísimo...

—Porque lo es —dijo con una risita—, el dinero es lo de menos.

Soltó la mano de Erica solo para poder servir vino en ambas copas, era un Rutini que también se veía muy caro.

—No sé cuál es tu gusto en vinos. Nunca te pregunté —suspiró Aaron—, espero te guste.

—Me gusta más el Cabernet, pero el Malbec no está nada mal —dijo Erica con una sonrisa y bebió un trago—. No era necesario todo esto para pedirme disculpas, Aaron.

—Para mí sí es necesario, quiero demostrarte lo importante que sos para mí y lo mucho que valés.

Aaron la tomó de las manos nuevamente, mirándola con mucho amor mientras se mordía los labios, pensaba cómo hablar, qué palabras utilizar para expresarse correctamente.

—Quiero que nos vayamos juntos, que escapemos de Mörder.

—¿Qué? ¿Estás loco? —Erica lo miró con sorpresa, quiso soltar sus manos pero él insistió con una caricia en sus muñecas.

—Quizás, puede ser —le sonrió—. Solo... no quiero tener que vivir así, matando, y muchos menos separado de vos. Quiero una vida normal, sencilla, donde vos y yo podamos renacer y formar una vida juntos.

—Aaron, es peligroso y... y pronto, ¿escapar? Tendría que abandonar a mi hermana, y a mí familia, Gretchen les haría daño...

—Podemos irnos todos, tengo suficiente dinero para que no tengas que levantar un solo dedo por el resto de tu vida, amor —dijo con una sonrisa—. Soy el mejor profesional, me pagan en dólares y euros, me pegan muy bien en cada misión. El dinero nunca va a ser un problema.

—Yo... también quiero irme, pero... Gretchen nos encontraría fácilmente —lo miró con tristeza, varias veces pensó en la idea de escapar, y en todas esas veces se vio muerta en el suelo.

—Sí, lo sé... no hay lugar donde podamos estar seguros. Gretchen sabe todo de todos, amigos que quizás ya ni siquiera ves, familiares lejanos, todo. Todas las opciones de escapatoria ella las sabe... —la miró con tristeza, luego suspiró, sujetando con más fuerza sus manos—. Pero aún así quiero intentarlo, tiene que haber algún lugar. Podríamos irnos del país, con tu hermana...

—¿Qué? Aaron, estás loco —se rió.

—Quizás, sí, bastante. Estoy loco, enfermo... pero enfermo de amor y loco por vos —le besó las manos con cariño—. Podríamos irnos lejos donde Gretchen no tenga poder, ¿qué tal China? O Dinamarca, dicen que es hermoso, aunque me gustaría llevarte a París.

—Dios, ¡realmente estás loco! —se rió—. No podríamos ni salir de la provincia sin que Gretchen se entere.

—En otro país no va a tener jurisdicción, y siempre y cuando no vayamos a Rusia, Italia, Japón o Alemania, estaremos bien.

Erica lo miró en silencio, trataba de ver si era una broma o si estaba hablando con sinceridad. Los ojos avellana de Aaron se veían entusiasmados y curiosos, parecía un niño pequeño que soñaba con cumplir sus sueños. Por ello Erica bajó la mirada y se mordió los labios.

—No hace falta ir tan lejos para escapar, no es necesario ir a Dinamarca...

—Sí, sí lo es, porque acá Gretchen nos encontraría, no hay lugar seguro en este país.

—Sí lo hay.

—No, no lo hay.

—¡Sí! Aaron... —Lo miró en silencio con dudas, nerviosa—. Acabo de recordar a una persona que me acogería sin dudarlo, alguien que es imposible que Gretchen sepa de su existencia, porque ni mis padres saben que existe —sonrió, Aaron la miró con confusión—. Sí, realmente hay un lugar. Si tuviera que escapar iría a la casa de una mujer que me adora...

Erica le contó entonces de la época en la que practicaba ballet cuando era más pequeña, cuando tenía doce años su profesora de ballet le exigía demasiado y le decía que jamás serviría para bailar, y en medio de sus tristezas y sobre exigencias, una mujer se acercó a ella. Era una profesora de ballet retirada, que a veces gustaba de ir a ver a las niñas bailar. Ella le dio esperanzas y la ayudó a mejorar, la ayudó en todo y ambas se tomaron el mismo cariño de madre e hija. Tanto, que a los quince Erica se escapó de su casa y se fue a vivir con ella, pero luego regresó arrepentida junto a sus padres. Nadie, ni siquiera Celeste o sus mejores amigas sabían sobre ella, y ella jamás la nombró ni en un diario o agenda, todo sobre «Juliette» estaba en su memoria.

Aaron la miró con una sonrisa, viendo una esperanza en esa mujer. Se puso de pie y se acercó a Erica, a quien le extendió su mano para poder ayudarla a levantarse. Se fundieron en un fuerte abrazo y se quedaron de esa forma por un buen instante.

—Te amo, princesa —le susurró al oído—, quiero formar una familia a tu lado.

—Sos la primer persona a la que le hablo de Juliette —confesó Erica.

—Hiciste bien en no decírselo a nadie, mi amor, Gretchen jamás nos va a encontrar. Te prometo algo, princesa, para el fin de semana voy a tratar de tener todo listo para desaparecer juntos. Nada nos va a separar, te lo prometo.

Se separó de ella solo para mirarla a los ojos grises, y apoyó su mano en la mejilla de Erica, acunando su bonito pómulo rosado. Erica le parecía la mujer más hermosa del mundo, con esa mirada que lo volvía loco.

Se besaron con cariño, con ternura y suavidad, con sus manos que se hacían caricias, pero que poco a poco hacían comenzado a encenderse. Bebieron más vino antes de comenzar a desvestirse, de apreciar cada centímetro del cuerpo desnudo del otro.

Erica acarició y besó cada uno de sus tatuajes, y él recorrió con los labios cada parte de su cuerpo desnudo.

—¿Realmente querés una familia conmigo? —preguntó Erica en un susurro contra su piel.

—Sí, princesa —admitió él y la sujetó del rostro para que lo viera directo a los ojos—. Vas a ser la madre de mis hijos.

Él se sentó mientras que ella comenzaba a moverse sobre él, aferró los dedos a su espalda y Erica hundió su rostro en el cuello de él. Olía a colonia, le gustaba mucho su perfume.

—Me gusta tu perfume —dijo Erica y lo besó.

—A mí me gusta el tuyo, olés a cerezas —gimió.

Disfrutaron de su momento juntos, de sus caricias y jadeos, de sus gemidos placenteros, para luego dormir abrazados.

A la mañana siguiente desayunaron juntos, y luego salieron a pasear por las calles de esa bonita ciudad. Caminaban tomados de las manos, ninguno de los dos había prendido su teléfono desde que salieron de Naemniki, porque solo querían disfrutar de la compañía del otro.

—¿Te gustaría almorzar ahí? —preguntó Aaron al señalar un restaurante.

—Se ve muy fino, no sé si damos con la vestimenta adecuada —admitió Erica con un gesto torcido.

—Si nos rechazan vamos a otro lugar, ¿te parece?

Aunque los habían mirado raro, pudieron sentarse sin problemas para almorzar. Cada uno pidió algo distinto y lo acompañaron con un vino fino, que sorprendió tanto al mozo como a Erica por el conocimiento de vinos que tenía Aaron.

—Conviví con los Moms —dijo él con una risita—, algo de su elegancia tuve que aprender.

—¿Entonces el conocimiento en vinos finos no es algo innato en asesinos? —bromeó Erica y él sonrió.

—Solo los que convivimos con los Moms aprendimos al respecto, como el imbécil de Wolff, Nahuel o incluso ese francés de porquería —dijo con un chasquido de lengua—. Pero aunque odie admitirlo, el Loco sabe más que yo de vinos.

—No se ve muy elegante que digamos —se rió Erica—, el francés puede ser, de Nahuel no sé nada, pero lo que es seguro es que el Loco carece de toda elegancia.

—Aunque no lo creas, puede ser elegante y cortés cuando quiere —se rió Aaron y bebió un trago de vino—, él siempre acompañaba a Gretchen a las galas y ese tipo de cosas. Deben haber videos en internet.

—Vos tampoco sos muy elegante —dijo Erica con una sonrisa pícara.

—Disculpe usted, mademoiselle, no todos hablamos francés para vernos finos —se rió y levantó su copa—. Solo sé hablar inglés y alemán.

—La escuché a Gretchen hablando varios idiomas a la vez el otro día.

—Los Moms saben cinco idiomas en promedio, pero se especializan en el correspondiente a su sede. En el caso de ella es el alemán y el francés, en el caso de Héctor es el ruso e italiano, para Julio es el francés y el japonés.

Al oír la palabra «japonés» sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal al recordar a Akihiko y la mirada amenazante que le había dirigido, pero intentó relajarse porque estaba disfrutando junto a Aaron.

Al salir del restaurante Aaron decidió encender su teléfono, el cual no tardó en sonar como loco lleno de notificaciones, llamadas perdidas y mensajes.

—¿Qué pasa, amor? —preguntó Erica al verlo tan serio.

—La gente de Julio atacó Naemniki anoche, hay muchos heridos y unos cuantos muertos —dijo con el rostro serio mientras caminaban más rápido—, atropellaron a Gretchen y le quebraron un brazo y un par de costillas.

—¿Qué?

Erica se quedó helada ahí, tras Aaron. Supuso que algo pasaría, no por nada Serge le había advertido, pero no creyó que podría ser verdad.

—Tuvimos suerte de no estar ahí —dijo Aaron con un suspiro y giró para verla—. Tenemos una misión, la última, amor, Gretchen nos mandó a llamar.

—Está bien, la última misión.

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