Me desperté porque escuché mucho ruido. Me levanté. No había nadie conmigo. Se suponía que Jason estaría ahí, porque fue con quien compartí casa, pero estaba solo. Salí. Sólo estaba Zac, sentado en un tronco de árbol.
— Buenos días, bello durmiente— me dijo él.
— Buenos días— dije, aún estaba un poco adormilado.
— ¡Buenos días, Jimi!— dijo Evan, que venía llegando, sin camiseta.
— ¿Qué está pasando aquí?— pregunté.
— Eres el último en levantarte— dijo Zac.
— ¿Por qué nadie me despertó?— pregunté.
— Porque parecías dormir muy tranquilamente— dijo Zac—. Como un bebé.
— ¿Por qué estás casi desnudo?— le pregunté a Evan.
— Estamos en el lago— dijo—. Le enseño a Laura a nadar.
— ¿No es muy temprano para eso?
— Casi es el medio día— dijo Zac.
— ¿Qué?— dije asustado—, ¿Dormí tanto?
— Como un bebé— dijo Zac.
— ¡Vamos a nadar!— dijo Evan.
Accedí. Me sentía un poco perdido. Los demás estaban en el lago.
— Debimos traer traje de baño— dijo Laura.
— Eso no hubiera sido conveniente— dijo Jason.
— ¿Por qué?— preguntó Will.
— ¿Se imaginan a la profesora en traje de baño?— nos preguntó.
La observamos. Ella estaba del otro lado, con George. Traía una camiseta y pantalones cortos, aún así toda su ropa se pegaba a su piel...
— Definitivamente— dijo Laura—, y me da un poco de envidia.
— Miren a George, casi podría jurar que está babeando por ella— dijo Evan.
— Acabo de entender porqué George siempre quería que fuéramos a la playa cuando éramos universitarios— dijo Will.
— Deberíamos ir a la playa un día— dijo Laura.
— Sería divertido— dijo Evan.
— ¿A la playa?— dijo Jason—. Podríamos ir en las próximas vacaciones.
— ¡Sería genial!— dije.
— Me sentiré más cómodo en la playa que aquí, en donde temo que aparezca el monstruo del lago Ness— dijo Evan.
— Este no es el lago Ness— dijo Laura.
— Pero podría tener su propio monstruo— dijo Evan.
— Claro que no— dije—. Zac dijo que todas esas cosas no existen.
— Zac dice muchas cosas— dijo Evan.
— Por cierto— dijo Laura—, ¿En dónde está él?
Miramos al campamento. No estaba.
— Ahí estaba— dije—. Quizá se metió a una casita.
— O tal vez apareció un asesino serial con una motosierra y lo asesinó— dijo Evan.
— ¿No sería más práctico un cuchillo?— preguntó Jason.
— No— dijo Evan—, a los asesinos les gusta complicarse la vida.
— Dejen de hablar de eso, me ponen nerviosa— se quejó Laura.
George y la profesora se acercaron a nosotros.
— ¿Han visto a Zac?— les preguntó Will.
— No— dijo George—, pensé que estaba aquí.
— Debe andar por ahí— dijo la profesora.
— O si no entonces un horrible asesino lo mató y escondió su cuerpo— dijo George.
— ¡Zac es demasiado hermoso como para morir!— se quejó Laura.
— Pero es un adolescente— dijo la profesora—. Los asesinos aman matar adolescentes.
— ¿Quién será el próximo?— preguntó Evan.
— No lo sé— dijo George—. Por suerte yo soy un adulto.
— Cierto— dijo la profesora—. Estoy a salvo.
— ¿Significa que uno de nosotros es el próximo?— dijo Laura asustada.
— Hay que separarnos para buscar a Zac— dijo Evan—. Laura y Jason irán a ese lugar oscuro y lúgubre que tiene fama de ser un portal a otra dimensión. George y Luz irán a lo profundo del bosque, en concreto a la parte en donde dicen que se aparece el fantasma de una mujer. Jimi y yo iremos a las montañas, en donde dicen que desaparecen personas misteriosamente. Will se quedará aquí en caso de que regrese Zac. ¿Entendieron?
— Se supone que vamos a buscar a Zac— dijo Jason—. No a buscar nuestra muerte.
— Este bosque tiene muchas zonas peligrosas— dijo la profesora.
— Sí— dijo George—, por eso somos los unicos aquí. Si me disculpan, seguiré con el plan y me iré a lo profundo del bosque.
— Evan, no te ofendas— dijo Laura—, pero tu plan es terrible. Además, ¿Porqué deberíamos separarnos? Los protagonistas de las películas de terror siempre hacen eso y siempre se mueren.
— Debemos quedarnos juntos— dije.
— ¿Y Zac?— dijo Will—, ¿Qué pasará con él?
— Alguien debería ir a buscarlo— dijo Jason.
— De preferencia alguien que no sea un adolescente— dijo Laura.
— George— dijo la profesora—, buena suerte. Fue un placer conocerte.
— ¿Yo porqué?— preguntó él enojado.
— Porque Zac es tu casi sobrino— dijo Laura—. A tu hermana le daría un ataque al saber que desapareció su único casi hijo.
— Que te vaya bien— le dijo Evan mientras lo empujaba—. Saluda al asesino de mi parte.
— ¡Yo no quiero ir!— se quejó él.
— Supongo que inevitablemente tendrá que ir Will— dijo Jason.
— Como un príncipe que va a salvar a su princesa—dijo Laura.
— Zac es todo menos una princesa— dijo Evan.
— Son todos unos bebés— dijo la profesora—. Yo iré a buscar a mi casi alumno.
— Sobre todo Jimi— dijo Laura—, durmió como uno.
— ¡No soy un bebé!— dije.
— Tranquilos— dijo la profesora—. Salvaré a mi casi alumno.
— No— dijo George—, no dejaré que vayas así. Evan, ve con ella.
— ¡Claro que no!— dijo él—, ¡Soy un adolescente, podría morir! Además, debo quedarme a cuidar al bebé.
— ¡Qué no soy un bebé!— me quejé.
— Está bien— me dijo Laura mientras le daba palmaditas a mi cabeza—, la profesora se hará cargo de esto y después podrás ir a dormir todo lo que quieras.
— ¡No soy un bebé!— dije.
— En vista de que son unos cobardes— dijo la profesora—, iré sola.
— Eh... de hecho— dijo Will—, no debes ir si no quieres. Puedo ir a buscar a Zac yo solo.
— Will, deja de querer llamar la atención— le dijo la profesora—. Iré yo sola.
— No puedo aceptar eso— dijo Laura—. Iré contigo.
— Ya les dije que puedo ir yo solo— dijo Will.
— Will, cállate y cuida al bebé— dijo Laura—. Estamos tratando de ser heroínas, no nos interrumpas.
— ¡No soy un bebé!— dije enojado—, bien, iré yo por Zac.
— ¡De ninguna manera!— dijo Evan mientras me abrazaba—, ¡Todo menos eso! Incluso estoy dispuesto a aceptar el sacrifico de Zac, por el bien de mi bebé.
— Zac sigue vivo— dijo Laura, repentinamente seria—. Lo salvaremos. Pero si no regreso... díganle a mis padres que los amo.
— Les pasaré tu mensaje— dijo Jason.
— Hay que hacerlo— dijo la profesora.
Ella y Laura caminaron con rumbo al campamento.
— ¡Lucy, salva a Zac!— le grito George a la profesora—, ¡Salva a tu casi alumno! ¡Y si tienes suerte también podría ser tu casi sobrino!
Las vimos llegar.
— ¿A dónde van ellas?— preguntó Zac, detrás de mí.
— A salvar a Zac del asesino— dijo Evan.
— ¡Estás aquí!— dijo Will, sorprendido.
— ¿Dónde estabas?— le pregunté.
— Fui al baño— dijo Zac.
— ¡Oh no!— dijo George—, ¡Lucille fue a buscarte! ¡La matarán! ¡Aguanta Lucy, voy por ti!
George salió del agua rápidamente.
— ¿Qué asesino?— preguntó Zac.
— El que mata adolescentes— dijo Evan.
— ¿No deberíamos ir a salvar a Laura?— preguntó Will.
— Créanme— dijo Jason—, si hubiera un asesino sería más fácil que ella lo mate a él que él a ella.
Escuchamos un grito. Salimos de ahí rápidamente. Corrimos. Encontramos a George en el suelo. La profesora estaba con él.
— ¡George, resiste!— dijo ella desesperada.
— ¿Qué pasó?— preguntó Zac.
— Pensé que era el asesino— dijo Laura—. Así que lo golpeé con una rama de árbol.
— Les dije— dijo Jason—. Laura no corría peligro alguno.
— ¡Voy a morir!— se quejó George—, ¿Por qué siempre que estoy junto a Laura me pasan cosas malas?
— Lamento eso— dijo Laura—. Pero no debiste acercarte silencioso a tocar mi hombro.
— Tranquilo, estarás bien— le dijo la profesora—. Will es un médico increíble y va a cuidarte.
— A simple vista— dijo Will—, parece que no le pasó nada.
— Laura, por favor— le dijo Zac—, contrólate, George no tiene neuronas de sobra como para que las mates a golpes.
— ¿Por qué mi casi alumno está con ustedes?— preguntó la profesora.
— Porque no estaba perdido— dijo Jason—. Sólo fue al baño.
— ¿Casi alumno?— preguntó Zac.
— Y casi sobrino— dijo George.
— Eso sí que no— dijo la profesora.
— ¿Qué?— dijo George, que se levantó de la nada—, ¿Por qué no?
— ¿No te estabas muriendo?— pregunté.
— Les dije que no tiene nada— dijo Will.
— Sí, no le di tan fuerte— dijo Laura.
— Porque no— dijo la profesora.
Se fue enojada. George la siguió.
— Pensé que todo entre ellos ya estaba bien— dije.
— Quizá quien debió recibir el golpe debió ser la profesora— dijo Zac.
— Aún tengo la rama— dijo Laura.
— No van a golpear a mi prima— dijo Evan.
— ¿Y a George?— preguntó Laura.
— No, como dije, no tiene neuronas de sobra— dijo Zac.
Los observamos. George seguía a la profesora. Ella regresó, igual de enojada.
— ¡Deja de seguirme!— le gritó a George.
— ¡No, ya deja de ser tan tonta y dime que me amas!— le dijo él.
— ¡No te amo!— gritó ella.
Zac nos observó.
— ¿Qué tan malo es para un adolescente escuchar este tipo de discusiones?— preguntó.
— Mucho— dijo Jason.
— Jimi— me dijo Zac—, cúbrete los oídos.
— Pero...— dije.
— Jovencito, obedece— me dijo.
— ¿Y si mejor hacemos que paren de gritarse?— preguntó Laura.
— Eso sería mejor— dijo Jason—. Si ponen atención, su discusión no tiene sentido.
Los observamos en silencio.
— ¡Me debes un zapato!— le gritó George.
— ¡No fue mi culpa que se lo lanzaras a un sujeto!— se defendió ella.
— ¡Sí fue tu culpa, ahora cállate y cásate conmigo!
— ¡Un zapato no vale tanto como un matrimonio!— dijo ella.
— ¡Claro que sí!— dijo George—, Will, dile que sí.
— ¿Por qué Will sabría algo así?— dijo Zac—, con trabajo sabe en dónde dejó su auto y ustedes le piden más.
— Sí sé en dónde dejé el auto— dijo Will.
— ¿En dónde?— pregunté.
— Eh... por ahí— señaló él, indeciso.
— Por ahí están las montañas— dijo Zac.
— Entonces no sé en dónde está— dijo él.
— ¡Si te casas conmigo encontraré el auto de Will!— le dijo George a la profesora.
— ¿Eso qué tiene que ver conmigo?— le dijo ella—, ¡Proponle matrimonio a Will entonces!
— ¡Will es demasiado hermoso como para casarse conmigo!— dijo George.
— ¿Qué significa eso, que yo soy fea?
— ¿Qué? ¡No! ¡Deja de encontrarle doble sentido a mis palabras y cásate conmigo!
— ¡Nunca!
Esa conversación se estaba volviendo muy extraña.
— ¿Qué quieres que haga?— dijo George—, ¿Que viva soltero para siempre?
— ¡Sí, claro!— dijo ella.
— ¡No, ya deja de pelear y cásate conmigo!
George se acercó a ella y la tomó del brazo. Ella trató de librarse, pero no pudo. Estaban literalmente, peleando de verdad.
— ¿Deberíamos separarlos?— pregunté.
— Le apuesto 20 a la profesora— dijo Zac.
— Trato hecho— dijo Jason.
— ¿No van a separarlos?— pregunté.
— 20 a la profesora— dijo Laura.
— Sin duda va a ganar ella— dijo Will.
— Jason, vas a perder dinero— le dijo Zac.
— ¿En verdad van a apostar en lugar de separarlos?— dije.
— Jimi, todo saldrá bien— me dijo Evan—. Zac, 20 a Luz.
— ¿Tú también?— pregunté.
Los observamos. Seguía forcejeando entre ellos y gritándose cosas. Entonces, George tropezó y cayó. La profesora se sentó encima de él, como señal de victoria.
— ¿Algunas últimas palabras?— le dijo ella.
— Sí— dijo George con dificultad—, claro que sí... Lucy... cásate conmigo.
Sacó de su bolsillo un anillo y se lo enseñó. Me quedé sin palabras.
Ella parecía tan sorprendida como nosotros.
— ¿Es... es... en serio?— preguntó ella, incrédula.
George se levantó. La observó.
— Soy un desastre— dijo él, mientras la veía a los ojos—. Siempre lo he sido. Y no había nada en mi vida que me apasionara. Nada que realmente quisiera. Hasta que te conocí. Sí, seguí siendo un desastre pero me sentía menos perdido... sentía que por primera vez en mi vida tenía un propósito... que por primera vez tenía algo que me apasionaba tanto como para... hacer que abandone todo. No soy perfecto, pero tú sí lo eres. Cuando estoy contigo me siento como si fuera perfecto. Como si no me hiciera falta nada en la vida. Eres mi todo... y no quiero vivir más tiempo sin ti.
Ella estaba muy conmovida. Yo también.
— ¡Sí!— dijo ella mientras lloraba—, ¡Sí quiero casarme contigo!
Lo abrazó.
— ¿Es en serio?— preguntó Zac, perplejo.
— ¡Qué romántico!— dijo Laura mientras limpiaba sus lágrimas con su mano.
— ¿Por qué están llorando?— preguntó Zac.
— ¡Es tan hermoso!— dijo Will conmovido.
— No entiendo nada— dijo Zac—. Primero pelean y ahora van a casarse. ¿Qué clase de mundo es este?
— El mundo real— dijo Jason—. Y me deben dinero.
— ¡Felicidades!— dijo Evan, se acercó a ellos.
Nos acercamos.
— ¡Quiero ver el anillo!— dijo Laura.
La profesora, despeinada, mojada y con la cara muy roja, nos mostró su mano.
— ¡Abrázame Luz!— dijo Evan.
— ¡Abrázame primo!— le dijo George a Evan.
— ¡Felicidades!— dijo Will, mientras se unía al abrazo.
— ¡Abrazo grupal!— dijo Laura.
— ¡No, estamos todos mojados!— dijo Zac.
— Vamos, únete casi sobrino— dijo la profesora.
— Bien— dijo Zac—. Pero no me gustará.
Nos abrazamos.