Me dejé caer en el sofá a su lado y cogí la tercera copa de vino que me daba.
- Mañana vamos a tener resaca -proteste divertida.
- Mañana vamos a dormir.
Sonreí y apoyé la cabeza en el sofá mientras él ponía mis piernas encima de las suyas y nos mirábamos de frente.
- Eso es lo más coherente que has dicho en mucho tiempo, pero se que tienes que trabajar.
Él dejó caer su cabeza en mi cuello con un gruñido.
- Si, lo siento.
- Eh... es tu trabajo -respondí suavemente.
Dejó un beso en mi hombro y me miró.
- Pero tú eres mi obra más importante.
No pude evitar reír mientras lo decía.
- No te rías, lo dijo en serio -protestó riendo.
Apoye mi cara en su pecho.
- Está bien, está bien. Entonces tienes que saber que tú también eres mi obra más importante.
Él movió mi cara para besarme.
- ¿Y si dejará de serlo? -murmuró suavemente contra mis labios.
- No voy a querer a otro.
Él sonrió.
- Eso ya lo sabía, me refiero a qué pasaría si ambos tuviéramos algo más importante.
- ¿Cómo qué?
Sus labios sonrieron antes de decirlo muy bajito.
- Un bebé.
Me aparté levemente con una sonrisa enorme.
- ¿Lo dices en serio?
Él asintió sin dejar de mirarme directamente a los ojos.
- Sólo tú puedes ser la madre de mis hijos.
Noté un nudo en la garganta y no supe si fue el alcohol o lo mucho que le quería.
- Hagámoslo.
- ¿Qué?
- Tú quieres y yo quiero, hagámoslo.
Él sonrió y rápidamente quitó mi copa de mi mano y se lanzó a besarme en el sofá.
- Haremos todos los que quieras -replicó antes de juntar nuestros labios.