¿Jugamos al escondite?

By MissGinsey

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Raven y Alexa estudian en un internado de chicas que funciona todo el año. Alexa está muy centrada en intenta... More

Capítulo 1: El internado.
Capítulo 2: La chica del cigarro.
Capítulo 4: Ideas obscenas.
Capítulo 5: Déjala entrar.
Capítulo 6: Cobarde.
Capítulo 7: Bésala.
Capítulo 8: Espacio.
Capítulo 9: Deja de jugar al escondite.
Capítulo 10: Adorable.
Capítulo 11: Espejos.
Capítulo 12: Fantástico.
Capítulo 13: Impulsos.
Capítulo 14: Otros contextos.
Capítulo 15: Superlesbiana y supercachonda.
Capítulo 16: Raven es mágica.
Capítulo 17: Confesiones.
Capítulo 18: No te vayas.
Capítulo 19: Escondidas.
Capítulo 20: El concurso de talentos.
Final: 2 años después.

Capítulo 3: La chica del piano.

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By MissGinsey

Caminaba por los pasillos al lado de la chica tímida que entró en su escondite. Una vez que habló con ella pudo apreciar mejor sus dos increíbles ojos verdes, algo llorosos, tras unas gafas redondas. Y no sabía qué le pasaba con el clip, pero no se creía que fuera para estudiar. Una excusa un jodidamente mala, la verdad. No la iba a juzgar de todas formas, ella tenía ideas peores seguro.

—Comprueba que no haya nadie por el pasillo, ¿vale? —le dijo a la chica.

—¿Qué?

Agarró el pomo de la puerta de la secretaría, que a esas horas ya no había nadie atendiendo al público, e intentó que hiciera clic antes de dar un fuerte golpe con su hombro para conseguir abrirla. No era la primera vez que lo hacía. Alexa se llevó las dos manos sobre la boca con un ruidito de asombro que le pareció adorable.

—¿Qué haces? —preguntó en un suspiro, y ella la miró mientras se acariciaba el hombro para calmar el pequeño impacto.

—Conseguirte un clip. Habíamos quedado en eso, ¿no?

—Pero esto es robar, pensé que ibas a dejármelo. Uno tuyo.

Sonrió porque era muy mona, antes de bajar la voz para susurrarle:

—Quédate aquí y vigila. Si viene alguien me avisas y te vas para que no te metan en líos.

—Pero...

Se llevó el índice a los labios para que no dijera nada más y le guiñó un ojo antes de entrar y pasearse entre los escritorios en busca de clips visibles. Al no encontrarlos, rebuscó entre los cajones. Bufó cuando vio su expediente una vez más en la bandeja de papeles de Margaret. Joder, ¿y ahora qué había hecho?

Lo cogió y lo miró, viendo un pósit que ponía «advertir a la alumna de futura de expulsión». Quitó el papelito y se lo metió en el sujetador para deshacerse de él más tarde, total, ya estaba advertida. Después volvió a poner el expediente en la bandeja, su lugar de residencia. O eso parecía. Sabía que aún no habrían visto el pósit, porque esos expedientes eran revisados por la mañana del día siguiente, así que eso de robar un clip para hacer maldades había resultado tener algo positivo para ella.

Abrió el primer cajón y sonrió al encontrar una caja de clips de colores. Genial. Los cogió y comprobó que no dejaba nada que la delatara antes de salir de allí, cerrando la puerta tras ella y mirando a Alexa, que tenía rostro algo angustiada.

—Ey, no pasa nada, si vivimos aquí esto es nuestra casa, ¿no? Podemos coger cosas prestadas.

—Pero esto lo has robado.

—Mira, está lleno, seguro que ni los usan. —Agitó la cajita frente a ella, que los miró con adoración. ¿Para qué querría clips esa chica?—. ¿Los quieres o los devuelvo? —la retó, moviendo la caja de un lado a otro y observando divertida cómo la chica no apartaba la mirada de ella.

—Los quiero —dijo rápidamente y ella rio antes de dárselos.

¿Qué le pasaba con los clips?

—Cuéntame la verdad.

—¿Qué verdad?

Alexa la miró a través de sus gafas y ella le sonrió mientras se apoyaba de brazos cruzados en la pared junto a la puerta de la secretaría.

—¿Para qué quieres los clips?

—Para estudiar.

Soltó una risita al escucharla antes de poner los ojos en blanco.

—Está bien, lo acepto como respuesta.

La chica frunció el ceño y ella miró todo su rostro entretenida, tenía una expresión muy adorable. En ese momento, Alexa se mordió el labio mientras bajaba la mirada a la caja que estaba entre sus dedos, moviéndolos de forma nerviosa a la vez que giraba el objeto entre ellos.

—Necesito tenerlos para cuando termine los resúmenes y esquemas, agrupar los folios y saber que son de un mismo tema.

—Ajá... —dijo divertida y Alexa suspiró antes de conectar sus miradas de nuevo y golpear su brazo divertida.

—Idiota. —Ahora fue ella la que puso cara de ofendida—. Gracias, Raven.

—De nada, Alex. Cuando quieras que robe algo más me lo dices, ya ves que soy experta en ello.

La chica le dedicó una sonrisa adorable antes de regalarle otro golpe.

—Adiós, Raven. Muchas gracias.

—Adiós, Alexa. Y no me des más las gracias, ha sido un placer.

Le hizo una reverencia y todo, y le gustó aquel brillo en su verde. La vio avanzar por el pasillo y no fue hasta que desapareció de su vista cuando se dio cuenta de la fuerza con la que se mordía el labio inferior.

* * *

—¿Otra vez no has traído las tareas hechas? —preguntó la profesora con el ceño fruncido.

—Mmmm... ¿Se me han olvidado? —contestó, aún adormilada por ser primera hora.

—Raven Reyes, es la cuarta semana de clases y estás repitiendo el curso.

—No me dices nada nuevo —dijo mientras se recostaba en el pupitre con los brazos extendidos, escuchando alguna risita que aguantaba Edna a su lado.

—Raven Reyes, mírame cuando te hablo.

—Tengo sueño.

—Acompáñame.

Bufó antes de levantarse e ir detrás de la mujer por los pasillos.

—La clase B están en Educación física.

—No, ahora no me pongas a correr, por favor —suplicó.

—Así te despiertas, ¿no tenías sueño?

—Pero no tengo ni el chándal puesto.

—Por eso vamos a tu habitación.

—Joder.

—No digas palabras malsonantes, Raven Reyes.

Fue con la mandíbula tensa todo el camino al patio para encontrarse con toda la clase del profesor Roberts, que le rodeó los hombros mientras reía.

—Castigada otra vez, ¿eh?

—No te rías.

—Ve activándote y corre por el patio.

—Qué puta pereza.

—Venga, no seas vaga. Y como te vea sin moverte, te lanzo este balón. —Levantó el balón con habilidad para mostrárselo en el aire y cayendo de nuevo en su mano.

Uf, odiaba ese colegio.

Comenzó a correr de mala gana, a veces creía que estaba en forma por la cantidad de veces que había dado vueltas corriendo alrededor del edificio en el que residía y estudiaba. Bueno, lo último no.

Sus músculos se empezaron a activar y continuó con el ejercicio mientras se perdía en sus pensamientos. ¿Cómo iba a estar haciendo tareas si se había escapado esa misma semana dos veces con Walter para jugar al baloncesto? Eso y liarse un rato en la casa abandonada. Estaba bien simplemente hablando con él y bromeando sobre todo un poco, pero la noche anterior Walter la besó y estuvieron entretenidos con eso casi una hora. El chico apenas le metió las manos debajo la camiseta, tan solo acariciándole la espalda o los costados, nada más lejos. No fue violento y quizás Walter fue con el que se sintió menos tensa pensando en lo que podría pasar después. Y quedaron en que se volverían a ver en dos días y se animaba a sí misma a que «si tenía que pasar, que pasara», sobre todo para callar a sus estúpidas amigas.

Le dio por dejar de mirar el suelo y vio de lejos en el grupo a Alexa. Sonrió sin querer y aumentó la velocidad de sus piernas para darle un pellizco el costado al pasar por su lado. La chica se giró al sentirlo y ella le guiñó el ojo mientras miraba hacia atrás sin dejar de correr. No pudo dejar de contemplarla mientras continuaba dando la vuelta y se había fijado en que no llevaba las gafas puestas, probablemente estaría con lentillas. Además, el pelo recogido le quedaba jodidamente bien.

Frunció el ceño, confundida con esos pensamientos, y aceleró de nuevo la carrera. A los minutos volvió a pasar por al lado de las chicas de la clase B, que se pusieron a correr con ella como calentamiento. Dejó de pensar unos segundos y buscó a Alexa para ponerse a su lado.

—Hola, Alex —la saludó y la chica la miró unos segundos antes de sonreírle volviendo la vista al frente.

—Hola, Raven.

—No llevas gafas.

Los ojos de Alexa se posaron de nuevo en ella y otra vez se pilló mordiéndose el labio. Lo soltó antes de hacerse daño mientras trotaba.

—Me mareo cuando hago deporte con las gafas puestas.

—Parece que estás en forma. —Se fijó en la postura que mantenía mientras corría—. ¿Una carrerita? —dijo insinuante con media sonrisa.

—¿Qué? No. Es un calentamiento para luego... —Empezó a imitar a una gallina y Alexa la miró con el ceño fruncido antes de empezar a dar largas zancadas, empezando a alejarse de ella.

—¡Eh, tramposa! No he dado el pistoletazo de salida.

Se rio antes de empezar a correr más rápido, intentando alcanzarla. Le dio un suave empujón con la cadera al llegar a su lado y le volvió a guiñar el ojo para picarla un poco. Acabaron corriendo mucho más rápido que sus demás compañeras y se fijó en cómo Alexa comenzaba a sudar por el esfuerzo, y a saber cómo estaba ella tras las vueltas anteriores. Qué vergüenza.

Levantó de nuevo la mirada y sacudió la cabeza, centrándose en la carrera y no en la chica que tenía al lado, que llegó antes que ella donde estaba el profesor esperándola.

—Ojitos verdes, has ganado porque yo llevaba ya varios minutos corriendo —le dijo sin aliento cuando el señor Roberts mandó que pararan y ella continuó corriendo tras decirle eso, porque al fin y al cabo no era su clase.

Comprobó que Alexa le sonreía en la distancia mientras ella se alejaba y vio que el hombre empezaba a formar grupos para... ¿el balón prisionero? Y mientras corría no podía dejar de mirarla. ¿Qué le pasaba? Si la pillaba observándola fijamente iba a pensar que estaba loca, seguro.

Giró la cabeza para no tenerla en el punto de vista, pero es que a los segundos estaba con los ojos sobre ella mientras se colocaba con su equipo y se sonreía con alguna que otra chica.

¿Tendría Alexa alguna amiga ya allí?

¿Se podrían encontrar de nuevo en la azotea?

¿Por qué tenía tantas ganas de conocerla?

* * *

Entró en la casa abandonada y sonrió al ver a Walter, adoptando desde un principio esa actitud que sabía que les encantaba. El chico se lamió los labios antes de acercarse a donde estaba y rodear su cintura mientras ella apoyaba las manos en sus hombros, jugando distraída con un mechón castaño de su pelo.

—¿Me has echado de menos? —flirteó.

—Ya sabes que sí.

La verdad es que hablaban casi todo el rato por el móvil y claro que el chico le dejaba claro que la echaba de menos. Además, tras los besos algo más desesperados de la última vez, los mensajes subieron la temperatura por sí solos. Eso de tontear era una práctica que no se le daba nada mal y que le gustaba mucho practicar.

No tardó en sentir la espalda contra la pared y los labios del chico sobre los suyos. Le devolvió el beso y cerró los ojos, intentándose quedar con las sensaciones agradables que le producía la boca de Walter. Mordió su labio inferior y se sorprendió al ser elevada del suelo con gran habilidad, rodeando automáticamente la cintura del jugador de baloncesto con las piernas.

—Dices que odias el uniforme, pero estás muy buena con él puesto.

—No es el uniforme lo que hace que esté buena, Walter —contestó sonriente, provocando al chico con un movimiento de caderas bien realizado.

Los besos incrementaron de intensidad y el el castaño no tardó en gruñir cuando imitó el movimiento, buscándolo. Y lo encontró porque no tardó en sentir sus dedos deslizándose lentamente por su intimidad sobre las bragas como dijo que iba a hacer en varios wasaps, y a ella se le cerraron los ojos automáticamente. Siempre le pasaba lo mismo, disfrutaba más sin verlos a ellos. ¿Por qué?

Lo abrazó y apoyó la cabeza en su hombro mientras le recorrían pequeñas oleadas de placer por las caricias y los besos que repartía a lo largo de su cuello.

—Sabía que tus gemidos iban a ponerme así de cachondo.

—Llevas cachondo desde anoche y lo sabes —contestó como pudo, aunque prefería que no hablaran mientras se lo hacían.

—¿Te gustó la foto?

Tampoco es que le hiciera mucha ilusión una foto del bulto que generó en sus pantalones por unas cuantas palabras con alto contenido erótico que le dijo, pero se la pidió ella al intentar comportarse como cualquier otra chica de su edad. Al menos Leah y Edna lo hacían e insinuaban mucho las fotos que tenían de sus novios o amantes.

Recordó a la alumna nueva, Alexa, y lo mucho que le impactaron sus ojos verdes cuando se encontró por primera vez con ellos —y las siguientes veces también—. No volvió a mantener una conversación con ella desde que la castigaron en la clase de Educación Física del grupo B, y a pesar de que pensó que el clip lo usaría para el mal, quizás sí que era para estudiar, porque la veía ir todos los días a la biblioteca después de comer.

Gimió más fuerte cuando Walter introdujo un dedo en ella.

—Raven, estás... estás... Dios...

Empezó a mover el dedo y ella cerró los ojos de nuevo, suspirando con cada embestida que le regalaba, dispuesta a disfrutar de aquellas sensaciones. No esperaba que aquel encuentro fuera a ser sexual, pero no podía quejarse la verdad. Se agarró con fuerza a sus hombros e intentó mover las caderas hacia su mano, mordiéndose el labio cuando Walter la penetró con un dedo más. Le sorprendió las habilidades de Walter en hacer que tuviera un orgasmo.

Cuando se recuperó del placer que experimentó, se colocó bien la ropa interior y se agachó frente a él para devolverle el favor. El jugador de baloncesto intentó frenarla con un «no tienes que hacerlo si no quieres», pero se podía notar que estaba algo necesitado y no creía que fuera bueno que eso se mantuviera apretado en sus pantalones mucho tiempo.

Desabrochó los vaqueros del chico y los bajó hasta sus rodillas, dejando que la gravedad hiciese el resto, y observó su miembro semierecto unos segundos tras liberarlo del bóxer.

—Sé que Danny tenía razón sobre el tamaño de... —dijo el chico avergonzado, y ella negó, sonriéndole y rodeando su pene con la mano para empezar a estimularlo ella misma.

—No le hagas caso al gilipollas de Danny —susurró—. Es del tamaño perfecto y estoy segura de que aún no me lo has enseñado todo.

Sacó la lengua para lamerlo y el chico gruñó apoyando las manos en la pared y sin dejar de mirarla. En esas ocasiones no sabía qué hacer, si cerrar los ojos o no, porque por mucho que intentaba evitar ciertos tipos de pensamientos, el realizar una felación no iba a lograr evadirla.

Unas sensaciones opuestas, porque por una parte lo que le hacían ellos era satisfactorio, disfrutaba y tenía orgasmos, pero luego nunca quería dar el paso final. Era virgen en el sentido de «nunca me han penetrado», y sus amigas eran muy muy pesadas con eso.

«Tíratelo ya, Raven».

«No te tiraste a Danny, hazlo con Walter. Está que te cagas de bueno».

«No puedes ser toda tu vida virgen».

«¡Hasta Leah ha follado ya!».

Algunas de esas frases le ponían más nerviosa y otras un poco menos, pero es que... uf. Introdujo el pene de Walter en su boca completamente y aguantó unos segundos, escuchando un suspiro ahogado del chico, y es que seguramente en esos momentos podría hacerlo. Estaba empapada después de su orgasmo y el miedo de que le hicieran daño quizás no ocurría por el tamaño no excesivamente grande del chico.

Se levantó y lo besó con ganas, continuando estimulándolo con la mano.

—Vamos a hacerlo.

—Joder.

—¿Tienes condón?

—Sí.

—Chico previsor —le sonrió de lado, mirándolo con picardía.

Lo vio sacando un preservativo del bolsillo interior de la chaqueta que llevaba y después observó cómo se lo colocaba. Cogió aire intentando que no se notaran los nervios y se giró, poniéndose contra la pared y levantándose la falda, y lo escuchó otra vez soltar otra palabrota mientras tocaba su culo con las dos manos.

Cerró los ojos y apoyó la frente contra la pared fría, inclinándose un poco más para que fuera más fácil para él penetrarla.

«¿Estás lista para dejar de ser virgen?».

Sí, ese iba a ser el día que perdería la virginidad e iban a dejar de agobiarla por fin.

Gimió de forma ahogada al sentirlo entrar en ella lentamente y aguantó el aliento unos segundos, intentado acostumbrarse a la invasión mientras el chico ya se movía contra su culo. No tardó en acostumbrarse y miró cómo la mano de Walter se apoyaba sobre la de ella, que se mantenía contra la pared, hasta entrelazar los dedos.

—Nena, estás apretadísima.

Con su mano libre se estimuló el clítoris y gimió suavemente mientras levantaba la cabeza para no golpeársela con las embestidas que el chico hacía. Walter empezó a empujar de forma más intensa y por un momento se evadió del todo, disfrutando de lo que sentía. Y en su mente no era Walter ni nadie, era simplemente una experiencia con ella misma. Y, se iba a correr una vez más en un periodo muy corto de tiempo.

Dejó atrás el agarre de la mano de su amante y se estimuló el pecho sobre la camisa, gimiendo de nuevo y dejándose llevar del todo con aquella invasión. Walter se corrió el primero y apartó sus dedos para ocuparse él mismo de su clítoris hasta que ella lo hiciera también. Después la abrazó por la espalda, quedándose apoyados en la pared. Acarició los brazos del chico, que rodeaban su cintura, pero se quedó seria pensando porque, aunque siempre había ido de alma libre y de querer disfrutar de la vida que le habían destrozado, esa primera vez se quedó corta para lo que ella esperaba sentir. Quería más, quería miles de sensaciones por el abrazo que Walter le daba y no podía sentir nada más lejos del cariño por tratarla bien y no ser un chico como era Danny, por ejemplo, que era más bruto y poco cariñoso.

—Has sido increíble —susurró el castaño a su oído, besando su mejilla de forma delicada. Ella giró el rostro y le sonrió para que no notara que estaba tensa con sus propios demonios—. Estás preciosa en estos momentos.

—Tengo que irme —le dijo y él la besó en los labios suavemente.

—¿Cuándo nos volveremos a ver? —preguntó.

—Pronto —le aseguró.

Dejó que la girara y le habría gustado sentir algún escalofrío por la forma delicada en el que hizo el movimiento, o no haber tenido que forzar la sonrisa al ver la suya, o haber sentido que se derretía un poco cuando vio ese brillo en su mirada... En definitiva, una primera vez que hubiera sido especial y que le hubiera hecho vibrar por la experiencia.

Walter la besó de forma delicada y ella pensó en sus amigas y las veces que le habían descrito los besos o las sesiones de sexo con los chicos, y no era eso lo que ella sentía. ¿Estaba bien? ¿Qué le pasaba? Porque su cuerpo quería más. ¿Eso era lo que le esperaba? Sexo sin nada más lejos del placer.

«Si no abrimos esa puerta que te da miedo cruzar, quizás sí».

Sacudió la cabeza y le dio un beso corto a Walter antes de empezar a caminar hacia el internado, alejándose de la puerta y de los pensamientos.

* * *

Iba seria por las escaleras tras el encuentro con Walter, intentando ordenar sus pensamientos de ese día. Su vida no había sido la más espectacular del mundo, pero intentó disfrutarla a pesar de los límites que le habían dado. Que sus padres la abandonaran y estuviera ahí encerrada todos los puñeteros años no le había dado la oportunidad de tener lo que sí que tenían otras chicas. Aunque conocer chicos o tener pareja lo veía como una tontería porque por mucho que se escapara del internado no creía ser capaz de mantener una relación con nadie en esos instantes, o al menos en esas condiciones.

¿Si hubiera tenido una vida normal sí que se sentiría más a gusto con los chicos? Suspiró, sintiéndose agotada física y emocionalmente. Admitía que había experimentado mucho placer en esa primera vez, y disfrutaba besándolo, pero seguía viendo al chico como a un amigo. No sentía nada más allá. ¿Por qué sus amigas se enamoraban tan rápido y ella no?

Una armonía delicada hizo que frenara su marcha hacia las habitaciones y mirara al final del pasillo oscuro. ¿Qué piso era ese? Observó hacia atrás y vio el número tres, ¿sería del aula de música? Observó las escaleras y recordó las ganas que tenía de dormir, pero aquel sonido la llamaba de una forma que no lograba describir.

Avanzó por el pasillo con el corazón latiéndole muy rápido, confundiéndola mucho, sobre todo cuando distinguió que era un piano. ¿Desde cuándo le gustaba el sonido de aquel instrumento? La música era atenuada por la puerta cerrada, pero se podía percibir igualmente, y una vez estuvo junto al aula la abrió despacio para no hacer ruido y distraer a quien sea que estuviera produciendo esa melodía increíble.

Dejó una pequeña ranura para mirar y al final del todo vio a una chica frente al instrumento tocando como abstraída del mundo. El pelo castaño claro que caía en cascada de una coleta hizo que perdiera el aliento, porque la reconoció. ¿Por qué le latía de esa forma el corazón? ¿Era por la música o por la persona que tocaba el instrumento? ¿Qué le estaba pasando con ella? Ese pensamiento aumentó sus pulsaciones y por un momento se agobió, después se concentró de nuevo en la suave melodía del piano y sintió que se tranquilizaba.

Apoyó la cabeza en el marco de madera de la puerta sin dejar de mirarla, y se perdió en la tranquilidad que le transmitía aquella melodía y la visión de Alexa de espaldas a ella.

* * *

¡Hola!

¿Analizamos un poquito a Raven? Aquí está nuestro espacio para hacerlo.

¿Qué os parece su personaje? ¿Qué os parece su visión de Alexa?

¿Tenéis ganas de leer el próximo capítulo? ¡Volvemos a POV Alex! ¿Qué estará pasando por su cabeza? ¿Pensará ya de algún modo sobre Raven o solo la ve como una ladrona de clips?

¿Shippeamos ya o es pronto? 

¡Nos leemos pronto! 

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