—Vaya, vaya, miren quién está aquí. La zorra de Beauxbatons.
Vega rodó los ojos al reconocer aquella voz.
—¡Vaya, pero si es el cerdo a la naranja que sirvieron en la cena! —exclamó la pelirroja mirando a la chica frente a ella— Oh, espera, creo que me equivoqué. El cerdo no se veía tan feo.
—Ja ja ja. Mira como me río, muñeca de plástico —respondió la peligra con las mejillas rojas.
—Sólo tú confundirías el sarcasmo con un chiste, Parkinson. Ahora, si me disculpas, tengo mejores cosas que hacer que tratar de razonar con una chica de las cavernas.
Al ver la expresión confundida de Parkinson, Vega rodó los ojos y se giró para marcharse. Esa era una de las razones por las que le dolió dejar Beauxbatons. Al menos allá las chicas sí entendían cuando las insultaba, por muy superficiales que fueran.
Apenas estaban en el primer día de clases, y a la pelirroja le picaban las piernas por ir a la oficina de Dumbledore y utilizar la red flu para salir de ahí.
Desde la noche anterior se la había pasado huyendo de un lado a otro, tratando de evitar a Malfoy y sus gorilas. En todas las clases el rubio había tratado de sentarse junto a ella, pero por suerte Parkinson estaba pegada a él como una sanguijuela, lo que le facilitó a Vega evitarlo.
Parkinson era otro de los puntos negativos de Hogwarts. Desde pequeñas, la peligra había querido competir con Vega y Lyra. O más bien, competía con Vega y trataba de pasar le por encima a Lyra, aprovechándose de la naturaleza amable de la rubia.
Merlin debía odiarla. Primero, no queda en la misma casa que su hermana, luego queda en la misma que Malfoy. Después descubre que Parkinson también está en laisma casa, y para rematar, Slytherin y Hufflepuff sólo comparten dos clases juntos.
El día de Vega no podría ir peor.
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El día de Lyra no podría ir mejor.
En el instante que entró en la sala común de Hufflepuff, se enamoró de ella. Era tan hogareña, tan acogedora, al igual que los estudiantes que la habitaban.
La perfecta de quinto la había llevado a su habitación y le había presentado a sus nuevas compañeras, Hanna Abbot, Susan Bones, Daisy Maxwell y Caroll Bennet.
Hanna era rubia como ella, estaba un poco pasada de peso, pero igual se veía adorable con sus mejillas redondas. El cabello de Susan era rojo naranja, y sus ojos marrones eran cálidos. Daisy era castaña, con el flequillo cayendo sobre sus ojos negros y siempre llevaba puesto algo rosa.
Caroll era la más hermosa en la opinión de Lyra. Era alta, su cabello negro era lacio y le llegaba hasta la cadera, y su piel oscura y grandes ojos negros. Le daba un aire a Shaira, pero tenía su propio encanto.
Susan y Hanna eran bastante unidas, por lo que Lyra se sintió más comoda con Caroll y Daisy, con quienes se quedó hablando hasta tarde sobre su antiguo instituto.
Se sentía un poco mal por no quedar en la misma casa que su hermana, pero como su nana había dicho, esa no era razón para distanciarse. O tal vez sí.
A Lyra no le gustó que Vega quedara en Slytherin. No sólo por las cosas que se decían sobre ellos, sino porque era la misma casa de Draco.
Lyra no ignoraba el hecho de que Draco prefería a Vega, y no lo culpaba. Vega era más hermosa, más alta, más graciosa y con más carácter que ella. Estar en la misma casa los haría pasar más tiempo juntos, y Draco sabría cómo aprovecharlo.
—No —murmuró Lyra cerrando su libro—. Vega no me haría eso.
—¿Hacerte qué? —preguntó Daisy junto a ella.
Lyra dudó un momento antes de hacerle señas a ella y a Caroll de acercarse. La sala común estaba casi vacía, pero prefería prevenir.
—Les conté que mi hermana quedó en otra casa —ambas asintieron—. Pues...
—¿Pues qué? —preguntó Caroll confundida— Anda, no puede ser tan malo.
—Sí, no es como si haya quedado en Slytherin.
—Pues...
Lyra las miró nerviosa, haciendo que entendieran.
—¿QUÉ? —exclamaron ambas al unísono.
—Shh —las calló Lyra—. No es tan malo, ¿cierto?
—Lyra, Slytherin y Hufflepuff son lo opuesto uno del otro. La gente cree que la rivalidad de Slytherin y Gryffindor es legendaria, pero sus diferencias no son nada comparadas con las de las serpientes y los tejones.
—Exacto —secundó Caroll jugando con sus manos—. Los Slytherin nos desprecian, para ellos no somos mejor que los elfos domésticos. Odian a los Gryffindor, pero a nosotros nos desprecian.
—Mi hermana no es así —dijo Lyra convencida—, ella y Draco no...
—¿Draco Malfoy? —Lyra asintió— ¡Él es el peor de todos!
—Lyra, no lo llaman príncipe de Slytherin por nada. Él es el más soberbio y el que peor nos trata. ¿Sabes cómo llama a los hijos de muggles?
—No, él no es así –insistió Lyra tratando de concencerlas—. Él es... Un poco frío, y algo engreído, pero el jamás haría algo como eso...
—Lyra, hemos estado aquí desde primer año —dijo Caroll señalándose a Daisy y a sí misma—. Hemos visto como trata a los demás, como nos trata a nosotros.
Lyra suspiró y asintió. Ella estaba convencida de que Draco era una buena persona, pero no quería perder a sus dos primeras amigas en Hogwarts, por lo que no siguió discutiendo.
—¿Vamos a dar una vuelta? —preguntó para cambiar de tema.
Caroll y Daisy se miraron un momento antes de aceptar. Ellas tampoco estaban de acuerdo con el modo en que Lyra se expresaba de Malfoy, pero pronto la rubia vería por sí misma de lo que hablaban.
Mientras salían, Lyra comenzó a hablar sobre lo divertida que había sido la clase de Herbología con sus nuevas amigas.
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—Historia de la Magia es una mierda —dijo uno de los nuevos amigos de Vega junto a ella.
En algún momento del día, Vega se había hecho amiga de Blaise Zabini y Theodore Nott, dos Slytherin de su mismo año. A ambos los conoció al sentarse junto a ellos para evitar a Malfoy, y en cuanto se enteraron de su desprecio por el rubio, la aceptaron en su dueto, que ahora era un trio.
Blaise era alto, de piel oscura y unos increíbles ojos azules. Era bastante atractivo para tener catorce años, aunque no era el tipo de Vega. Theo, por su parte, era más bajo que Blaise, castaño y ojos oscuros.
Al terminar las clases, los tres se fueron hacia uno de los rincones más escondidos de los jardines, se quitaron las túnicas y las tendieron en el suelo una junto a otra, formando una enorme manta. Los tres se echaron sobre ellas, usando sus mochilas como almohadas.
La idea original era descubrir figuras en las nubes, pero habían terminado quejándose de las materias que habían recibido en el día.
—¿Por qué Dumbledore tiene a un fantasma dando clases?
—Tal vez fue su amigo en vida —sugirió Vega aburrida.
—Sí, amigo —dijo Blaise haciendo un gesto obsceno moviendo su mano y su lengua al interior de su mejilla.
—Ew, no necesitaba esa imagen mental —se quejó Vega cerrando los ojos.
—Ni yo —la apoyó Theo—. Ahora tendré que extender a dos horas mis citas semanales en San Mungo.
—¿Tienes citas en San Mungo?
—Sí —respondió el castaño desviando la mirada—. Mi madre insiste en que no es kormal para un sangre pura el que é ser sanador. Dice que eso es para media sangres sin oficio.
—Theo, ya quedamos en que ti madre es una puta —dijo Blaise tratando de animar a su amigo—. La maldita está como una cabra, no deberías escuchar nada de lo que diga.
—Mi madre era sanadora —comentó Vega mirando hacia el cielo—. Creo que es una profesión muy noble. Si no odiara tanto a la gente inepta, yo también me dedicaría a ello.
—Un sanador debe sanar a todos sus pacientes Veggie —dijo Blaise sonriendo—. Tú dejarías morir a la mitad sólo por estar de mal humor.
—A los únicos que dejaría morir son Draco Malfoy y Pansy Parkinson.
—Por cierto, ¿qué eran todas esas miradas que te lanzó Potter en el desayuno —preguntó Theo alzando una ceja. Aún se veía un poco deprimido, pero tenía una sonrisa macabra en el rostro.
—No sé de qué me hablas, Nott —respondió Vega con las mejillas rojas.
—Oh, claro que sí. Te la pasaste evitando su mirada tanto como evitas te a Malfoy en clase. ¿Qué te traes con él?
—No me traigo nada no con él ni con nadie. Malfoy es solo un Creepy que me acosa desde que tengo memoria, y a Potter lo conocí ayer, y no hablamos ni dos segundos.
—¡Dos segundos! —exclamó Blaise poniéndose de pie— Es todo lo que te tomó para volver loco al niño que vivió. Si Voldemort regresa algún día, deberías llevarle tu currículo.
—Claro —dijo Theo sentándose y ayudando a Vega a hacer lo mismo—. Deberías ponerlo junto a “cuerpo de infarto” y “hechizos no verbales”
—Aún no puedo creer que no aprenderemos eso hasta sexto.
—En Beauxbatons tampoco lo hacen —aclaró Vega sacando un cuaderno de su mochila—. Mi nana nos enseñó a mí hermana y a mí. En las aldeas de magos en África es ecencial saber lanzar maldiciones sin decir el encantamiento, así que mientras más joven aprendas, mejor. Mi hermana aún no lo domina del todo.
—Ah, sí, la groupie de Malfoy —Vega golpeó a Blaise en el brazo con su cuaderno—. ¡Hey! Este cuerpo es patrimonio de la humanidad. Si lo dañas, lo pagas.
—¡No llames a mi hermana así! Lyra es solo... Una ilusa.
—Pues ojalá y se le pase pronto la ilusión —dijo Theo poniendo una mano sobre el hombro de la pelirroja—. Malfoy no es del tipo de chico que quieres que salga con tu hermana.
—Lo sé. Lo he sabido desde que tengo memoria, y Lyra también debería saberlo. ¿Cómo es que no se da cuenta?
—El amor es ciego, justo como tu amorcito el relámpago ¡hey!
—¡Ya van dos! —le advirtió Vega al moreno— Deja de decir tus idioteces antes de que a la otra tengas que sacarte el cuaderno de donde tú ya sabes.
—Y dicen que las pelirrojas son lo más dulce e inocente de la creación.
Cuando empezó a oscurecer, los tres se fueron al castillo, evitando todos los pasillos que Malfoy usaba con frecuencia, hasta llegar al gran comedor.
Mientras comían, Vega saludó a su hermana, pero una pequeña alarma se encendió cuando vio que Lyra dudó antes de devolverle el saludo y enseguida se giró a hablar con un par de chicas en su mesa. ¿Qué habrá pasado?
—Amorcito te mira a la una en punto —dijo Theo dándole un ligero codazo.
Vega levantó la mirada y se encontró con Harry Potter mirándola fijamente, justo como había sucedido la noche anterior.
Potter sonrió al ver que ella lo miraba de regreso. Vega alzó una ceja interrogante, pero el Gryffindor se limitó a guiñarle un ojo antes de regresar su vista a su comida.
—¿No es adorable? —se burló Blaise llamando su atención— El primer amor de Potty y es una Slytherin. Su comadreja no se ven nada contentas.
Vega frunció el ceño y miró de nuevo a la mesa de Gryffindor, en donde Weasley y Granger murmuraban cosas al oído de Potter, quien rodó a los ojos y hacía gestos de impaciencia con las manos.
—Malfoy tampoco está muy feliz.
Una sonrisa se formó en el rostro de Vega al ver la expresión de amargura en el rostro del rubio, quien tenía la vista clavada en Potter.
—Creo que ya sé como librarme de Drake —murmuró Vega para que sólo Theo y Blaise la escucharan.
Su sonrisa casi se borra al ver a una chiquilla de pelo naranja en la mesa de Gryffindor, a unos asientos de Potter, que lo miraba con los ojos llenos de lágrimas. Sin embargo, la culpa que sentía Vega desapareció cuando la chiquilla se giró y la miró con odio.
—¿Quién se cree la chica Weasley? —dijo Theo con desdén— Ni que fuera novia de Potter.
—Ni que tuviera una oportunidad contra Vega —concluyó Blaise.
Vega lo pensó por un momento. No iba a utilizar a Potter para alejar a Malfoy, simplemente se acercaría a él y le daría una oportunidad. Potter también era un huérfano de guerra, talvez podrían entenderse, y si se formaba algo más, pues ya vería que hacer.
Mientras en la mesa de Hufflepuff, Lyra miraba con un nudo en la garganta la expresión furiosa de Draco, claramente celoso de las miradas que se lanzaban Vega y el Gryffindor.
Y ninguno de los anteriores notó un par de profundos ojos negros que observaban la escena completa desde la mesa de maestros, mientras su mente trabajaba en un plan para mantener a una de sus sobrinas lejos de Potter, sin que eso la empuje a Malfoy y por consiguiente le rompa el corazón a la otra.