Amor Clandestino

By jessace13

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(Libro 2 de la trilogía) "Pero me duele no gritar tu nombre en toda libertad; ante sospecha hay que callar... More

(1) Descubriendo Sentimientos
(2) Estamos haciendo lo correcto?
(3) Una salida inocente
(4) Ayuda
(5) Enfrentamientos
(6) Golpe al Corazón
(7) Después de los Años
(8) Una Confesión
(9) Mala Suerte?
(10) Un Secreto en Libertad
(11) Quisiera Gritar
(12) Hoy ya me voy
(14) Tan Solo el Comienzo
(15) El Primer Paso
(16) Más Mala que tú
(17) Con Esta Soledad
(18) A partir de hoy
(19) Falsas Esperanzas
(20) Mientes tan bien
(21) Aléjate de mí
(22) Todo Basta
(23) Hasta que la muerte nos separe?
(24) Duele ser infiel
(25) Nuevos Senderos
(26) Simplemente Amigos
(27) Como hacer a un lado el pasado
(28) Después de la Lluvia
(29) Una Llamada
(30) El verdadero amor perdona
(31) Alguien
(32) No quiero escuchar un no
(33) Tú lo sabes bien
(34) Creo en ti
(35) Demasiado Bueno
(36) Que me alcance la vida
(37) Fuiste tú
(38) Si tú me lo pides
(39) Te voy a amar
(40) Carta

(13) Vuelvo a ti

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By jessace13

Los días más horribles de mi vida llegaron después de esa noche.  Derramé un sinnúmero de lágrimas entre tristeza, rabia y desesperación.

Ricardo se negaba a romper conmigo y me había amenazado en contar lo que sabía si lo dejaba.  No podía permitirlo; si mi papá se enteraba del bebé que perdí y que mi mamá lo había escondido, les iba a causar el divorcio.  No lo podía permitir.

Ricardo entraba y salía del apartamento cuando le parecía.  No me dirigía la palabra y solo dormía conmigo cuando tenía deseos de algo más íntimo conmigo; mientras yo fingía que los disfrutaba para no enojarlo.  Qué bueno que pronto me iría de aquí; a pesar de todo, Ricardo había accedido a la idea, insistiendo que la distancia, nos uniría más.  Yo solo esperaba lo contrario.

Ezequiel me había llamado varias veces, pero me limitaba a solo cuadrar los detalles del trabajo y del apartamento que me había ayudado a conseguir.  Cuando se desviaba del tema, encontraba a cualquier excusa para colgar.

Estaba resignada a mi destino; a que estaría al lado de Ricardo; a que tendría que arrancar de mi alma a Ezequiel; a que no me atrevía a contarle nada de esto a nadie, ni siquiera a Celeste.

Celeste me ha llamado en varias ocasiones luego de la fiesta, pero he ignorado sus llamadas.  Aún siento vergüenza de lo que pasó, y sé que en su momento, hablaré con ella y me entenderá.  Después de todo, nuestra amistad era especial;  aunque no nos veamos, ni hablemos, siempre estamos cuando nos necesitamos.

Por fin, hoy sería mi último examen; mañana, a esta misma hora estaré subiendo a mi auto, de vuelta a casa.  Tendré una semana para acomodarme en mi apartamento y luego comenzaré mi trabajo.

Estaba terminando mi café cuando Ricardo salía del cuarto.  Caminó hacia mí y abrazándome por la espalda, me dijo, “No olvides que eres mía y más te vale que te sepas comportar una vez estés allá.”

Cerré los ojos, respirando profundamente.  Unas horas más, unas horas más; solo me repetía en mi interior.  Ricardo no planeaba visitarme a menudo, un detalle que me hacía muy feliz.

“Claro que no lo olvidaré.”  le dije intentando zafarme de su abrazo, pero siendo en vano mis intentos.

“A donde crees que vas?  Aún nos queda tiempo.” me dijo mientras abría los botones de mi blusa.

Cada vez era más difícil, cada vez dolía más fingir, cada vez me daba más asco.  Ya por lo menos descansaría de todo esto.  Cerrando los ojos, permití que me despojara de mi ropa y me hiciera suya; intentando controlar las lágrimas que corrían libres una vez debajo de la ducha, para que Ricardo no las notara.

Me preparé, nuevamente, ya sin deseos de ir a la universidad.  Solo quería tirarme en la cama y llorar, luego, salir corriendo.  Caminé a la puerta, tomando mis cosas en el camino, y abrí la puerta.

“Isabella” dijo Ricardo deteniendo mis pasos, “no me esperes esta noche.  Me llamas cuando llegues a tu casa.” se detuvo frente a mí y me besó; el muy irónico.

Yo solo le sonreí y continué mi camino, subiéndome al auto y conduciendo a la universidad.  Una vez estacionada, fui recibida por Celeste.

“Tú y yo tenemos que hablar, y es ahora.” me dijo aquella mujer de casi un pie menos que yo, pero a quien amaba con todo mi corazón.

“Celeste, tengo que entregar unos documentos.” le dije intentando huir; aún sentía vergüenza.

“Los papeles pueden esperar; esto no.” dijo ella mientras me halaba por el brazo hasta un banco en una esquina un poco apartada.

“Celeste, lo que viste aquella noche…” comencé a decir una vez sentadas, pero mi amiga levantó su mano, obligándome a callar.

“No vengo a reclamarte nada de lo que vi entre tú y Ezequiel en la fiesta.  Te conozco hace años y sé que se han atraído de siempre.  Un tonto se daría cuenta de cómo se miran.  Lo único que ya todos esperan que tú y Ricardo se casen; pero yo ya no lo espero.” me dijo en un tono molesto al final de lo que dijo.

“’Qué quieres decir con eso?”

“Antes de que te consiguiera con Ezequiel, luego de tu canción, salí fuera de la casa a buscar a Alan.  Estaba frente al garaje, hablando con unos amigos.  Al verme llegar, todos quedaron callados.

“Le reclamé a Alan qué estaba sucediendo y camino conmigo de la mano hasta cerca de un auto.  Te juro que me dieron deseos de partirle la cara.”

“A quien?” le pregunté llena de curiosidad.

“Ricardo estaba allí, en un auto, revolcándose con otra.  Yo caminé hasta el auto, pero Alan me agarró por el brazo antes de que abriera la puerta.  Cuando los ojos de Ricardo conectaron con los míos, se asustó y decidí ir a buscarte.”

“Y en ese momento fue cuando me encontraste con Ezequiel.” terminé yo la oración.

“Sí, saliste tan rápido de allí que no  me dejaste hablarte.  Luego vi que Ricardo venía, así que para no causarte problemas porque Ezequiel venía conmigo, nos desviamos.  Después de eso has ignorado mis llamadas.”  Celeste terminó colocando sus brazos cruzados en el pecho.

“No sé Celeste; estaba avergonzada y pensé que Ricardo se había marchado molesto.” le respondí jugando con mis dedos.

No quería decirle a nadie de mi miseria; de lo infeliz que era.  Mejor que pensaran en que era feliz, que nada me arruinaba la vida; aun cuando acababa de escuchar las aventuras de Ricardo.  Mi mejor sonrisa siempre acompañaría mi rostro junto a mi espíritu alegre; intentaba ayudar a los demás aunque mi corazón estuviese destrozado.

“Qué vas a hacer al respecto?” me preguntó Celeste un poco impaciente.

“Ya Ricardo y yo hablamos del tema.” le mentí a mi amiga, pero no podía hacer más, “Ricardo me confesó lo que había hecho, me pidió perdón y dijo que quería arreglar las cosas.” definitivamente estaba destinada a ser condenada por esta mentira tan grande.

“Estás segura?” preguntó ella con preocupación en su rostro.

“Sí, y las distancia nos ayudará.”

“O definirá su relación.”

“Tienes razón Celeste.” le dije levantándome del banco y tomando mi bulto, “tengo que irme; se me va a hacer tarde.” La abracé con todas mis fuerzas, “me vas a hacer mucha falta, sabes que te quiero mucho.”

“Tú también me vas a hacer falta.  Te quiero Isabella.”

Le di un beso en la mejilla y comencé a caminar.  Aun me faltaba entregar un último documento para completar mi transferencia de universidad.

Mientras mis pies se movían, mi mente trabajaba.  Si Ricardo estaba ya con otra, porqué insistir en amenazarme; en obligarme a estar con él? No había duda; era una obsesión y una no muy saludable.

Entregué los documentos y llegué al salón para tomar mi último examen. Las noches de estudio fueron en vano ya que mi mente no podía concentrarse; aquellas palabras parecían extranjeras, tal vez un dialecto que no conocía.  Veinte minutos luego, ya no aguantaba más; entregué mi examen en blanco y me fui.  Iría a recoger mis cosas y conduciría hasta mi casa; no esperaría más.

Recogí mis cosas en el apartamento y me dirigí al auto.  En mi camino, tropecé con Ricardo.

“A dónde vas? Por qué lloras?” Me preguntó tomándome por los hombros.

“Ricardo, por favor, déjame.  Permíteme ser libre.  Total, estás con alguien; lo sé.”

“Esa Celeste te fue con cuentos; lo sabía.  No, no planeo dejarte; ella es un juego y tú eres mi futura esposa.”

“No es justo Ricardo.  Eso no es amar a alguien.” le dije empujándolo.

“Y tú crees que es justo lo que me hiciste primero?” me preguntó empujándome contra la pared y tomándome por el rostro.

“Por favor, Ricardo.” le dije casi sin voz y con mis ojos cerrados; mientras mi cabeza gritaba en dolor por el impacto.

Ricardo me besó, aun sujetando mi rostro.

“Nos vemos, mi amor.  Que tengas un excelente viaje.  Me llamas tan pronto llegues.  Me vas a hacer mucha falta.” dijo en tono sarcástico, mientras me soltaba y continuaba su camino.

Me quede mirándolo como una idiota y preguntándome porque.  Si tanto me odiaba, porqué me hacía esto?  Si tanto me amaba, porqué me trataba así?  Porqué no me dejaba libre?  Porqué insistía en una estúpida venganza.”

Durante el camino, intenté no pensar.  Si pensaba, continuaría llorando y llegaría con una evidencia demasiado grande en mi rostro, la cual preocuparía a mis padres.

Me estacioné detrás de la casa.  Bajé y caminé hasta la puerta de la cocina; aún era temprano y mis padres probablemente aún estaban en la oficina.  La puerta de la cocina siempre estaba sin seguro, así que sería más fácil para mí.

Caminé por la cocina, dejando mi bulto en el suelo.  Entré a la sala para quedarme congelada en mis pasos al vera a Ezequiel hablando con Angélica.  Ellos no notaron mi presencia, así que decidí esconderme detrás de la puerta.

“Qué hago Angélica?  Yo sé que ella no lo ama  y que él la está haciendo sufrir.”

“Ezequiel, por lo menos ya estará con nosotros.  Pero no hay mucho que puedas hacer; estás casado.”

“La amo Angélica, lo sabes.  Al menos la tendré más cerca de mí.  Acerca de mi matrimonio, ya veré lo que haré. Tengo miedo a cualquier locura que pueda cometer Viviana.”

“Cuida tu distancia en el trabajo, Ezequiel.”

“Tú sabes cuán difícil es no poder mirarla y llamarla libremente, como quisiera, para evitar cualquier sospecha?”

Era momento de entrar; no podía seguir escuchando mas y muchos menos que alguien me sorprendiera allí.  Tomé mi bolso, y colocándomelo en el hombro, caminé como si hubiese acabado de llegar.  Ambos quedaron atónitos al verme; pero reponiéndose inmediatamente, Ezequiel caminó hasta mí, y sin importar que Angélica estuviese allí, me besó con todas sus fuerzas.  Yo lo abracé y le respondí, sintiéndome segura en aquellos brazos.

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