Abrazos gratis. [NamJin]

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Namjoon es un amante de los animales que parece un punk. Seokjin está triste. BTS | Principal: Namjin | Secun... Xem Thêm

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Bởi PiaDramaQueen

Namjoon debe ordenar su closet. Listo.

[...]

Había cosas que Namjoon olvidó cuando conoció a Seokjin apenas días atrás. Cosas básicas; sacar la basura, regar la pequeña suculenta en su balcón, conseguir la bendita foto que evitaría reprobara psicología.

Cosas básicas.

Entre esas cosas se encontraba ordenar su armario.

No es que Namjoon fuera una persona obsesionada con la limpieza —lo cual era irónico para alguien con su personalidad—, pero había llegado a ese punto en el que su habitación estaba infestada de ropa por todos lados. A decir verdad, Nam no entendía aún cómo era que teniendo tantas prendas siempre usaba lo mismo. En resumen, era urgente poner las cosas en orden.

Todo esto lo pensó cuando al llegar a casa y entrar en su cuarto casi tropieza con la ropa sucia en el piso. Pero luego recordó que era tarde para ir a trabajar así que decidió que su cuarto podría esperar.

Después de salir corriendo de su casa y atravesar la ciudad hasta el centro comercial, llegó a eso de la una con treinta de la tarde, justo a tiempo. Hoseok ya se encontraba en su usual puesto atendiendo a los pacientes del doctor Jeon.

— Ya llegué —le anunció a su amigo rubio mientras se colgaba el gafete que le identificaba como trabajador del lugar.

— ¡Al fin! —Reclamó el más bajo—, necesito que me cubras esta tarde.

El moreno torció la boca ante la petición de su amigo.

— Hoy comeré con Seokjin.

Hoseok se llevó una mano al pecho y con un gesto exagerado abrió la boca y achicó los ojos.

— ¿Estás prefiriendo a un desconocido que a mi? Te voy a matar, Kim Namjoon.

— No es un desconocido —se excusó el de cabello morado—, además, no puedo cancelar de la nada.

El mayor rodó los ojos y bufó.

— Eso, o sólo quieres tirarte al famoso Seokjin. Que calladito te lo tenías. Yo que llegué a pensar que eras asexual —se burló Hoseok.

— ¿Cuántas veces te tengo que decir que no es eso? —Respondió cansado—. Ayer que fui a su casa para saber cómo se encontraba me di cuenta que eso de la tristeza va más allá con él. De verdad necesita estabilidad en su vida, y esto de comer juntos se ha vuelto una nueva rutina. Me preocupa abandonarlo ahora.

Hoseok, con los brazos cruzados y una mirada perspicaz negaba con la cabeza al escuchar la historia de su amigo.

— ¿Acaso eres su madre? El chico ha vivido mucho tiempo sin ti, supongo que sobrevivirá una tarde más —dijo—. Anda, Joonie, me debes muchísimos favores —acusó—, deberías ser tú el que se ofrezca a ser mi esclavo por tantas veces que te he salvado el trasero.  

Namjoon apretó los labios, derrotado. Porque en efecto, Hoseok había sido su protector, guardaespaldas y mejor amigo sin rechistar por demasiado tiempo. Le debía muchísimo más que simplemente cubrirlo por un turno.  

Suspiró con resignación.

— Está bien, te cubriré —dejó caer los hombros—. ¿Qué harás de todos modos?

La actitud acusatoria del rubio se transformó radicalmente en el Señor Rayito de Sol. Con una radiante sonrisa Hoseok habló:

— Mi girlband favorita tendrá su firma de autógrafos hoy, en esta plaza ¡¿puedes creerlo?! —Hizo un pequeño baile de felicidad en su lugar que logró arrancarle una risa discreta al moreno—. En cuanto me enteré, supe que era una señal del destino y que tenía que acudir a toda costa. Supe que los primeros cincuenta en la fila tendrían un meet and greet con ellas, así que le pagué a mi hermana para que se formara por mi. Lleva ahí desde las seis de la mañana.

Namjoon asintió sin compartir la emoción de su amigo. Las cosas de ese tipo —idolatrar personas famosas y gastar tiempo y dinero en ellas—eran más asunto del rubio.

Repentinamente, el muchacho de cabellos púrpuras tuvo una gran idea para no faltar a su cita con Seokjin y que Hoseok pudiera asistir a la firma al mismo tiempo.

— ¿Por qué no le pides a Jungkook que te cubra? —Propuso con su tono grave e inevitablemente serio.

¿Cubrir a quién? —Preguntó el más joven de los empleados, quien iba saliendo por la puerta del consultorio veterinario, con las manos cubiertas por unos guantes blancos de látex y un cubre bocas azul colgando en su cuello.

— A nadie —contestó Hoseok—. Kookie no me puede cubrir porque él me acompañará. —El rubio caminó hasta donde el castaño muchacho se encontraba y con total confianza se abrazó del musculoso brazo del más joven—, ¿verdad? —dijo regalándole una sonrisa a Jungkook.

El muchacho con su habitual cachucha rosada que le recogía los castaños cabellos de la frente sintió la sangre caliente invadir discretamente sus mejillas. Tragó grueso y asintió con la cabeza pues la boca la sentía un poco seca.

— Vaya, no pensé que ese tipo de eventos te llamarían la atención, Jungkook.

— En verdad no lo hacen —respondió entrecortadamente—, pero Hoseok hyung puede ser muy convincente.

— Te iba a invitar a ti —intervino el rubio mayor de los tres dirigiéndose al moreno—. Luego escapaste al rescate de otra princesa, y yo encontré un nuevo príncipe. Uno más guapo y joven que tú, Joonie. ¿Verdad, Kookie?

Jungkook, pasmado, miró a todos lados como buscando una excusa para huir por el bien de su salud mental y el color natural de sus mejillas, así que, balbuceando palabras sin sentido, desapareció entre los estantes de la tienda. Alejándose lo más posible de la radiante y hermosa sonrisa de Hoseok.

El de cabellos color miel pegó una pequeña carcajada frente a la cara de reprobación de Namjoon.

— No molestes a Jungkook —reclamó el teñido de morado.

— Es que es tan fácil —se justificó el rubio—, es lo más tierno de esta vida. Pero está bien, lo dejaré en paz —exhaló para recobrar la compostura—. De cualquier forma, él me va a acompañar, mal amigo, así que no hay manera de que escapes de esta.

— ¿Qué tal si...?

— No.

El moreno achicó los ojos mirando a su mejor amigo como si por sus ojos pudiese lanzar rayos láser. Ahora sí estaba seguro de que no había forma de mantener la cita con Seokjin en pie.

— ¡Por cierto! —Habló una vez más el rubio—. Hoy es jueves.

Namjoon enarcó una ceja.

— ¿Y...?

— Y... ¿dónde está la fotografía? El trabajo de Psicología se entrega mañana.

El moreno sintió un hueco horrible en el estómago. Ni siquiera había empezado el reporte, mucho menos había encontrado el momento para obtener la fotografía. ¡Y ya era jueves!

Debido a lo mucho que su amigo tardó en contestar, Hoseok pudo asumir que Namjoon no había hecho absolutamente nada.

— Bien, entonces hoy, al terminar de cerrar la tienda, te tomarás la foto con Jungkook.

— Conseguiré la foto...

Disculpen, ¿dónde está el champú para perros? —Preguntó un chico que recién llegaba al establecimiento.

— Mi compañero lo guiará hasta ellos —contestó Hoseok. Con un susurro terminó la conversación con Namjoon—: el deber llama, y si no tienes esa foto para hoy, harás lo que prometiste.

[...]

Hoseok y Jungkook se habían marchado minutos atrás, así que Namjoon estaba a cargo de toda la tienda y hasta ese momento no había sido nada difícil de manejar, aunque claramente al ser el único empleado se encontraba más ocupado que de costumbre.

Después de atender a una chica que buscaba arena para gato, el moreno tuvo tiempo de usar su teléfono. Namjoon miraba con duda el nombre de Seokjin en el borde superior del chat vacío. No encontraba las palabras adecuadas para cancelar, no quería usar excusas pero la verdad sonaba como una.

Jamás había escrito un mensaje para alguien distinto a Hoseok o sus padres así que no entendía muy bien cómo cancelar una cita. Namjoon no era muy bueno relacionándose con los humanos en realidad.

Escribió y borró el mismo mensaje tres veces sin sentirse satisfecho con el texto en ninguno de sus intentos. Tanto se concentró en su tarea que pegó un brinco exagerado cuando sintió una mano sobre su hombro.

— Hola —saludó Seokjin—. No te quería asustar, pero hablé y me ignoraste.

El alto muchacho castaño frente a él vestía el uniforme de la tienda de discos donde trabajaba y cargaba a cuestas una mochila negra. Con una sonrisa cálida y la frialdad eterna en su triste mirada. No podría ser alguien más que Seokjin.

— Lo siento, intentaba... —negó con la cabeza y guardó el aparto en su bolsillo—. Que mal que hayas venido hasta acá.

— ¿Mi presencia es un inconveniente? 

— No era eso lo que quería decir —el más alto contestó nervioso.

— Lo sé, lo sé, sólo te molestaba —Jin sonrió suavemente y escondió las manos en los bolsillos de sus jeans claros.

Seokjin se había acostumbrado en un abrir y cerrar de ojos a las inusuales reacciones de Namjoon. El muchacho en sí era algo totalmente refrescante. Alguien que le hacía sentirse normal.

— Tengo que cubrir a Hoseok  durante el almuerzo. No puedo salir, lo siento. 

El mayor sonrió desconcertado, no entendía por que tan de la nada se sentía decepcionado. Un poco de tristeza y frustración. Muchas emociones a la vez, ¿tanto así le importaba una simple y reciente rutina de comer junto al moreno? Jin se relamió los labios. Fue en ese instante en el que se hizo plenamente consciente que estaba más que interesado en Namjoon.

Consciente de que, seguramente gustaba de Namjoon.

Y para cualquier persona podría ser una tontería, o un hecho irrelevante el notar algo tan automático. Para Seokjin ser consciente de sus emociones e intereses era una señal de algo positivo, algo agradable y en cierto sentido, algo que le alegraba la vida.

Sí, le alegraba saber que gustaba de Namjoon.

—Entonces... ¿supongo que puedo comer aquí contigo?

Nam abrió los ojos sorprendido. Echó un vistazo a la tienda ausente de clientes y después se asomó sobre en mostrador para notar a través de la ventana del consultorio cómo su jefe, el veterinario, comía en su escritorio mientras veía algún programa en su computador. Se encogió de hombros.

— No creo que sea un problema para nadie —se apartó un poco para alzar una parte del mostrador que permitía el acceso al otro lado de la recepción. Seokjin entró y tomó asiento en un banco junto a Namjoon.— Iré por comida entonces... ¿Pizza?

— En realidad traje algo que cociné —murmuró el mayor, repentinamente avergonzado.

Cuando Seokjin había empacado los almuerzos en su casa, no notó que aquello de llevarle comida a Namjoon era algo incómodo. Pero en ese momento, mientras sacaba los recipientes de su mochila, no pudo evitar pensar en que aquello parecía robado de un drama colegial. Y Seokjin estaba seguro que no estaba tan desesperado.

— Aunque probablemente no sepa tan bien —se retractó, regresando los recipientes a su escondite.

— ¿Bromeas? Ya quiero probar. —Namjoon lo detuvo y se adueñó de la comida, colocando cada uno de los cuatro recipientes sobre el mostrador—. El pastel de ayer fue un éxito, precisamente por eso los invitados no creyeron que yo lo había cocinado. Les dije que tú me habías ayudado. Dijeron que era una lástima el que no hayas ido, todos tenían muchas ganas de conocerte.

— ¿A mi?

— Supongo que hablo mucho de ti. 

Seokjin sintió un desconocido retortijón en el estómago, uno agradable que le quería obligar a gritar de emoción. Y el hecho de que Namjoon no notase lo cursi que era hacía todo más empalagoso. 

— Sobre ayer —el castaño retomó la conversación con la voz temblorosa—. Te traje tu ropa limpia —dijo a la par que sacaba de su maleta la muda de ropa ajena—. Estoy seguro que ya no huele a vómito.

Namjoon recibió sus pertenencias y su primer instinto fue olfatearlas. Nop, no había pestilencia. Por el contrario, olía cien por ciento como Seokjin. ¿Qué tan creepy era no querer volver a lavar esa camiseta nunca?

— ¡Mierda! Olvidé tu ropa y tus platos en casa. Lo siento.

— No es problema, si tú pudiste perdonar mi pequeña crisis, puedo pasar por alto un olvido —bromeó incómodo. 

—  Puedes venir a mi casa al terminar mi turno y te entrego tus cosas —sugirió con cautela.

Seokjin sonrió perspicaz.

— O llevarlas tú a la mía.

— Tú tienes auto.

Touché —rió—. Está bien, te espero al terminar tu turno.

— Genial.

Namjoon destapó los recipientes que el mayor había llevado y se encontró con comida agradable a la vista que le aguó la boca. Al probarla no sufrió ninguna decepción, por el contrario, no entendía cómo alguien podía hacer algo tan delicioso.

— Deberías terminar tu carrera —dijo con la boca llena de arroz—. Cocinas realmente bien.

— Eres la primera persona que me dice eso —susurró el castaño—. Lo de seguir estudiando; ya sé que cocino muy bien —dijo en un arrebato de narcisismo, cambiando en seguida a un tono melancólico—.  Después del incidente no me animé a volver a la cocina y nunca nadie me animó a hacerlo. Eres el único, además de mi, para el que he cocinado en varios años.

El moreno escuchó atento la historia de Jin y habló con una pequeña sonrisa en los labios.

— Olvida lo que dije antes. Me gusta más ser el único —bromeó.

— Entonces sí tienes sentido del humor y sólo finges ser un tipo indescifrable, ¿eh?

— ¿Indescifrable? —Se extrañó el más alto—. En realidad me considero alguien bastante sencillo. Me gustan los animales, la comida y tú. 

Jin sintió que se atragantaba la comida que pasaba por su garganta en el momento en que Namjoon soltó semejante bomba.

— ¿Te gusto? —Tartamudeó. 

— Sí, eres muy interesante y divertido. No había sentido algo así desde que conocí a mi mejor amigo.

El castaño casi se cae del banco por las palabras ajenas.

— Creo que estás confundiendo el significado de gustar, Namjoon —susurró, vencido por la montaña rusa de emociones que se encontraba viviendo.

— ¿Lo estoy? —Nam enarcó una ceja.

Los muchachos continuaron con su comida hasta que, casi al terminar, el moreno teñido hizo una pausa y se dirigió a su compañero.

— No sé si es correcto decirlo, pero me alegra mucho que hayas decidido quedarte —dijo con honestidad—. Es raro, no me siento el mismo cuando estoy lejos de ti. ¿Estoy siendo muy intenso?

Seokjin negó con la cabeza, pues su palabras eran reprimidas por el gran grito de emoción que luchaba por salir de sus pulmones. Oficialmente, Jin estaba muriendo de ternura.

[...]

Muchos se preguntaban, ¿qué hacía un tipo como Yoongi en un trabajo como aquel? Uno donde había que tener contacto humano, amabilidad con el cliente y una actitud paciente. Bueno, la respuesta era sencilla.

Su padre era dueño de aquella franquicia.

Así es, un hombre de negocios tenía como hijo a un holgazán con una actitud de mierda. Cuando el señor Min se enteró que Yoongi abandonaría la universidad casi muere de un infarto. Le obligó a tomar un empleo en la tienda a cambio de no correrlo de la casa de la familia.

Es así como Min Yoongi se convirtió en el gerente de la tienda de discos. Y aunque no lo admitiría nunca sólo para no darle el placer a su padre, no era el peor empleo. La música era una de esas cosas que no le molestaban, y en verdad se consideraba un conocedor del tema.

Pero aunque Yoongi no odiaba su trabajo, era imposible no ser un sociópata en todo su esplendor en días como esos. Una firma de autógrafos.

El pálido joven de cabellos obscuros nunca entendió el fanatismo. La obsesión por idolatrar algo era un llamado desesperado de ayuda. Es decir, que los adolescentes fueran fanáticos de algo no era tan raro —los adolescentes siempre buscan atención y alguien en quién depositar sus problemas emocionales—, pero que hombres adultos actuaran de forma tan salvaje por alguien que ni siquiera conocían, eso sí era raro.

Todo esto pensaba Yoongi mientras veía a los fans del grupo corear charts afuera de la tienda. La seguridad del local los vigilaba atentamente pues minutos antes alguien casi rompe un aparador por intentar colarse en la fila. Y eso que las cantantes ni siquiera habían salido aún.

— Yoongi, ya casi empieza el evento —le informó uno de los empleados—. Sal a dar las entradas al meet and greet.

— Mi vida es una miseria —susurró mientras seguía el mismo protocolo de siempre. 

Salió a donde la fila comenzaba y repartió entrada por entrada a cada nerd en ella. Cuando el bonche de tickets ya se acababa, logró divisar una conocida cabellera rubia.

Hoseok, así recordaba que se llamaba aquel Rayito de Sol. De sólo notarlo Yoongi sintió que repentinamente estaba de mal humor —peor humor—. 

El rubio hablaba animosamente con un chico alto y joven quien lucía sonrojado hasta las orejas y se acomodaba nerviosamente los cabellos bajo su cachucha rosada. A Yoongi no le gustaba para nada la escena.

— Mira quién tenemos aquí —dijo sin más, interrumpiendo la conversación que Hoseok y el desconocido mantenían—. El chico "deja de actuar como idiota"  y su... ¿hermanito?

Hoseok chasqueó la lengua al encarar a quien desde ya consideraba su enemigo. Por su cabeza no pasó el que se encontraría con Yoongi al asistir a la firma de autógrafos —algo tonto, ya que esta era en el lugar donde el pálido trabajaba—, así que Seok no estaba preparado para discutir con el pequeño gruñón.

— ¿Hermano? —Respondió con exageración—. Jungkookie es mi príncipe, ¿cierto, cariño?

— ¿Ah, s-sí?

— ¿Por qué la curiosidad, Yoongi? —El rubio sonrió burlonamente—. ¿No estarás celoso?

El chico de cabellos obscuros frunció el ceño y bufó con desagrado. Yoongi rechinó los dientes y planeaba su respuesta hasta que un sujeto detrás de Hoseok en la fila gritó molesto.

— ¡Reparte las entradas de una maldita vez!  —exigió el desconocido.

Yoongi observó la última entrada en su mano que por legitimidad le pertenecía al rubio y sonrió con malicia.

  — Aquí tiene, señor. —El pálido entregó el papel al desconocido frente a la atenta mirada de Hoseok quien palideció al instante.

El rubio sintió que el alma le abandonaba el cuerpo al ver su oportunidad de conocer a sus estrellas irse a la mierda.

— No puedes hacer eso, ¡yo estoy formado primero! 

— ¿No puedo? ¡Oh, espera! Ya lo hice —se burló y dio media vuelta, regresando al local.

  — ¡Vuelve aquí, idiota!

Hoseok salió de la fila para alcanzar a Yoongi y reclamar su entrada, Jungkook, quien no entendía muy bien la situación, siguió de cerca a su hyung. Hoseok se encontraba alterado, enojado y al borde de las lágrimas o la violencia, en ambos casos aquello sería el fin del mundo.

— ¡Yoongi! —El rubio corrió hasta tomar del hombro al mencionado—. Esto es injusto, dame mi entrada.

— Mira —se sacudió el agarre—, ya no tengo más. Lástima.

— No puedes simplemente... esto... tú —gruñó exasperado—. No tienes idea de todo lo que hice para conseguir esa maldita entrada.  No puedes venir y hacer una rabieta y dejarme sin lugar.

El azabache se cruzó de brazos y sonrió con maldad.

— Ya ves que sí pude.   

Hoseok, con la frustración al tope y los ojos aguados del coraje se alejó de Yoongi antes de cometer una locura.

— Eres un imbécil —fue lo último que dijo antes de desaparecer de la vista del pálido.

— ¡Hyung, espera! —Jungkook corrió desesperado tras el rubio.

Yoongi presenció el final de la escena en un rotundo silencio. No era la primera vez que era malvado con alguien, sin embargo sí era la primera vez que la conciencia le remordía por ello. 

Lamentablemente a Yoongi le sucedía muy a menudo que se daba cuenta que alguno de sus planes era una mala idea demasiado tarde.

[...]

— Adelante, pasa —invitó el moreno.

La casa de Namjoon, a diferencia de la de Seokjin, lucía como el típico hogar sur coreano de la época. No había algo específico qué resaltar del lugar, por eso mismo es que el castaño se preguntaba como alguien tan Namjoon podía provenir del sitio más simple.

— Mis padres trabajan casi todo el día —el maullido de un gato anaranjado de ojos ámbar se hizo presente cuando este corrió a los pies del moreno—, pero Kuhn siempre espera por mi. ¿Cierto, pequeño?

El de cabellos teñidos cargó al minino y este se restregó en sus brazos, dejando un rastro de pelos anaranjados en la ropa obscura de su dueño.

— ¿Quieres cargarlo?

— ¿No intentará matarme o algo así?—Preguntó un tanto preocupado, pero a la vez extendía las manos para que el más alto le pasara al gato.

— No... tal vez. No lo sé. Los gatos son impredecibles.

Kuhn no se resistió al agarre del castaño y como si conociese a Seokjin desde siempre se dejó mimar por el chico. Jin moría de ternura internamente por la imagen del minino en sus brazos; su madre era alérgica a cualquier criatura viviente además de los humanos, por eso jamás había tenido ninguna clase de mascota en su vida.

  — Vamos, tengo tu ropa en mi habitación.

Sugirió el de cabellos morados, caminando a lo largo de un corredor hasta la puerta que Seokjin supuso era su habitación. Abruptamente, Namjoon se detuvo en su lugar y sintió que se le helaba la sangre.

Al parecer, Nam había olvidado que su habitación lucía como la casa de algún indigente que vive bajo un sucio puente. No podía simplemente exponerse así frente a Seokjin. Porque Namjoon estaba muy seguro de que le importaba lo que Seokjin opinara de él.

  — Creo que no deberíamos entrar ahí.

El castaño enarcó una ceja ante el repentino cambio de actitud del más alto.

— ¿Tienes una clase de secreto ahí?

— Algo así.

La respuesta inintencionada del moreno consiguió alimentar la curiosidad de Seokjin, quien en un acto de rebeldía abrió sin permiso la puerta que les separaba del interior del cuarto. Cuando la entrada estuvo despejada, Kuhn saltó de los brazos de Jin y huyó de la escena.

 — Wow —susurró el mayor—. Sí, yo también correría. ¿Qué sucedió aquí? Parece que alguna película de los Avengers fue grabada aquí.

— ¿No eras tú quién dijo que no teníamos derecho a juzgar? —Namjoon corrió al interior de su alcoba y recogió la ropa interior del suelo antes de que su invitado la notara.

— Sí claro, utiliza las palabras de un enfermo clínico a tu favor —bromeó Jin, entrando al lugar—. Rayos, ¿cómo es que no te pierdes aquí? ¿Cómo llegaste a esto?

Nam escondió sus prendas más íntimas debajo de su cama y con cierto rubor en la parte alta de los pómulos, mientras se aclaraba la garganta y rascaba la parte trasera de su nuca, se excusó ante la curiosa mirada de Jin.

— Digamos que un día tienes un montón designado para la ropa sucia y de la nada se comienza a mezclar con la limpia y de pronto ya no sé cuál es cuál. 

— Necesitas ordenar —sentenció el castaño, tomando asiento en un pequeño hueco en la cama.

— Claro, ya está en mi lista de cosas por hacer —mordió ligeramente su labio inferior—. Ahora, tu ropa debe estar por aquí, la lavé esta mañana.

— No debe ser muy difícil encontrarla, digo, probablemente es la única prenda no obscura de por aquí.

— Sí, sí, debe estar... en algún lado...

El teñido buscaba entre los montones de ropa en el piso, en su escritorio, en la cama, en los cajones de su armario, y tras cinco minutos Seokjin supuso que no sería tan fácil como imaginó.

— Te diré algo, comenzaré a doblar este montón de aquí —el castaño señaló la ropa sobre el colchón—, tú separa la del suelo y dame la limpia para doblar.

— Okay.

Namjoon acató la orden de Seokjin y sin darse cuenta comenzaron a ordenar el desastre que tenía por habitación. Y mientras más avanzaban, el moreno seguía preguntándose ¿de dónde había sacado tanta ropa?

— ¿Por qué toda tu ropa es negra? —Preguntó Jin, junto a un montón de camisetas dobladas a su lado.

— No lo sé. Es un indo color, además combina con todo —contestó llanamente el moreno—,  eso dijo Hoseok.

— Sí combina con todo, pero para eso se supone debes usar otros colores —comentó con auténtica gracia el castaño—. Además, el negro no es técnicamente un color.

Namjoon enarcó una de sus cejas y achicó los ojos con perspicacia fijando la mirada en el lindo rostro del muchacho lindo.

— ¿A qué te refieres?

— El negro es simplemente la ausencia de luz, entonces no es un color.

El teñido continuó estático por otro momento y Seokjin percibió su mirada sobre él. Las mejillas del castaño se tornaron lentamente de rosado. Aquellos ojos achocolatados de Namjoon quitaban el aliento.

— Pues el negro era un lápiz en mi caja de colores, así que, lo siento, pero definitivamente es un color.

El de cabellos púrpuras volvió a su tarea de clasificar las prendas y Seokjin soltó la bocanada de aire que inconscientemente había retenido. El invitado se sacudió la incomodidad y continuó doblando.

— ¿Cómo es que sabes de colores? —Preguntó Nam, sin mirar realmente al contrario.

— Oh, eso es porque soy gay.

Esta vez Namjoon no miró alarmado a Seokjin, pero si se mantuvo inmóvil en su lugar sobre el suelo.

— ¿En serio?

— Claro que no, ese es un mal estereotipo —replicó el mayor.

— Me refiero a lo de ser gay, ¿lo eres?

El castaño sintió que se iba de boca. ¿Qué estaba sucediendo? ¡Oh, por dios! ¿Namjoon no había captado el evidente coqueteo que había entre ellos? ¡¿Namjoon no era gay?! La última vez que Seokjin había coqueteado con alguien también había resultado ser hetero y Jin había caído en una de sus mayores crisis emocionales.

Seokjin intentó no hiperventilar y no entrar en pánico. Con la voz débil continuó la plática con el teñido.

— ¿No eres gay, Namjoon?

El moreno giró el rostro para encarar al castaño, Seokjin lucía diferente; pálido, ansioso y casi podía jurar ver una pequeña capa de sudor en su frente.

— No lo sé —respondió con total sinceridad—.  Nunca me lo había preguntado.

— ¿Sólo has salido con chicas?

— Nunca he salido con nadie.

Jin abrió la boca totalmente consternado. No entendía como algo así pudiera ser posible. Es decir, Namjoon era guapo, alto, amable e inteligente, además amaba a los animales y tenía una linda sonrisa...

Bueno, ahora que lo pensaba, sí que entendía por qué nunca había salido con nadie. Namjoon era demasiado bueno para el drama romántico.

Seokjin se levantó de su lugar y caminó hasta poder sentarse junto al teñido. Nam se inclinó hacia atrás y casi pierde el equilibrio, pues las acciones de Jin habían sido tan rápidas que le tomaron totalmente de sorpresa.

— Pero alguna vez tuvo que haberte gustado alguien, ¿no?

— En serio no sé —contestó dudoso—, nunca puse atención en ello.

El mayor se relamió los labios y sintió su cuerpo abochornarse ante la siguiente pregunta que su boca imploraba hacer. Sabía que era totalmente inapropiado, pero también sabía que la duda no lo dejaría vivir en paz.

— Y cuando tu... te... ya sabes —Seokjin movió su mano derecha hacia arriba y hacia abajo rápidamente, simulando agarrar algo—, ¿en quién piensas?

— Okay, esto se está poniendo muy... uhm..., incómodo —Namjoon desvió la mirada de los ojos del mayor.

Claramente, al empezar su día, esta era la última conversación que Namjoon esperaba tener. Y peor aún, jamás imaginó tocar tales temas con el mismo sujeto que le inspiraba un sentido de protección tan fuerte.

No entendía cómo Seokjin, el mismo chico de los ojos tristes, le podía estar emocionalmente acorralando con preguntas tan íntimas. Ni siquiera el atrevido de Hoseok tocaba aquellos temas con él.

— Es simple curiosidad —Seokjin achicó los ojos—. Así descubrí que me gustan los hombres; siempre pensaba en los chicos populares de mi instituto cuando o hacía.

— Seokjin, en verdad no quiero tener esta conversación contigo —dijo, pero su voz quebradiza le quitaba la seriedad que deseaba proyectar.

— Sólo quiero saber si es hombre o mujer quien-...

— Veo porno, ¿okay? 

Namjoon sentía que se desmayaría de tanto calor que sentía. No estaba acostumbrado a las emociones, no estaba acostumbrado a ser consciente de sus sentimientos, su capacidad de expresarse estaba al límite. Era como una pequeña computadora sobrecargada y a punto de incendiarse.

Seokjin se cruzó de brazos y una de sus comisuras se levantó ligeramente, con un tanto de malicia y burla.

— ¿Qué clase de porno? 

— ¿Es en serio? —Nam sentía que se moriría de vergüenza—. No sé por qué quieres saber todo esto.

— Porque me gustas.

El teñido dejo su bochorno a un lado por un segundo y se armó de valor para ver el lindo rostro del contrario. Seokjin se mantuvo serio, con sus gruesos labios en una línea recta y el semblante tranquilo.

— Siempre tiendo a sabotearme,  y entrego mis sentimientos a personas que no me pueden corresponder o simplemente son dañinas. No me quiero equivocar y arruinarlo todo otra vez.

Jin bajó la mirada y suspiró cansado.

— Porque eres una buena persona. Y no me importa si no soy correspondido, sólo sé que necesito a alguien como tú en mi vida. ¿Estoy siendo muy intenso?

Namjoon tragó fuertemente la saliva en su boca. Podía sentir los latidos de su corazón y por un segundo temió estar sufriendo un infarto. Fue como si su cerebro se desconectara del resto de su cuerpo.

Los labios de Namjoon chocaron contra los de Seokjin en un beso torpe. Ninguno de los dos entendía a ciencia cierta lo que sucedía, pero todo parecía tan apropiado. Como si algo como el destino existiera y los hubiese encaminado hasta ese preciso momento.

Y Namjoon sólo podía pensar en lo suaves que eran los labios contrarios y lo bien que olía el castaño, mientras Seokjin agradecía a cualquier ente superior por no haberse equivocado una vez más.

— ¿No te irás hacia el lado contrario esta vez? —Susurró Namjoon cuando se separaron, sintiendo el calor del momento aún en su boca.

 Seokjin sonrió, su usual sonrisa llena de melancolía gracias a la frialdad de sus ojos. Y aún así Namjoon la pudo llamar la sonrisa más bonita de todas. Un nuevo beso se dio entre ambos y la perfección de este sólo pudo ser comparada con la del anterior. Ese fue el día.

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