Evanescent

By MaryEstuardo2112

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La tierra. Año 2060. Anne Jones, es psiquiatra en Nueva York y ve esfumarse, evaporarse, ante sus ojos a una... More

Personajes principales (Reparto)
Capítulo. I
Capítulo. II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII (Parte I)
Capítulo XII. (Parte II)
Capítulo XIII (Parte II)
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII (Parte I)
Capítulo XVIII (Parte II)
Capítulo XVIII (Parte III)
Capítulo XIX (Especial Kalani)
Capítulo XX (El Pentágono)
Capítulo XXI. El ARCA. (Parte I)
Capítulo XXII. El ARCA (Parte II)
Capítulo XXIII El ARCA. (Parte III)
Capítulo XIV (Final)
Epílogo.

Capítulo XIII (Parte I)

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By MaryEstuardo2112

Anne se sentía extraña viajando junto a Jack en el patrullero. Sobre todo porque estaba de copiloto y apuntándolo con un arma, mientras su compañera hacía lo mismo desde el asiento trasero. 

Finalmente se había decidido que lo mejor era que Jack condujera su propio vehiculo, para pasar inadvertidos, y por ende habían tenido que quitarle las esposas, hecho que requería el doble de precaución para evitar tretas por parte del "ladino oficial". Según había establecido Mónic.   

Esa mujer había sido más temperamental de lo que Anne pensaba, pero además astuta y muy valiente, debía reconocerlo. Sin ella no hubiera podido llegar a tanto, aunque para empezar, sin ella, y sobre todo sin Steven, no estaría en semejante brete.


—¿Cómo sabes que aquí vive Jaa...el policía? —le había preguntado la psiquiatra cuando la periodista había aparcado la motocicleta en la parte trasera de la casa de Jack.

—¿Crees que Steven es un improvisado chica?— le había respondido Mónic en un murmullo, pues debían ser precavidas en ese punto—. Es obvio que investigó a estos polis antes de meterse en su "guarida", y me compartió la información. Sé mucho de ellos: dónde viven, con quién, sus pasatiempos, sus gustos... —la chica había esbozado una media sonrisa en esa parte. Anne se preguntó, cuáles serían los gustos puntuales de Jack—. En fin, era menester un poco de inteligencia previa, que proporcionara equidad de condiciones o cierta ventaja— había dicho, mientras intentaba vulnerar la seguridad de la vivienda, con ayuda de uno de esos sofisticados artilugios tecnológicos, de los cuales Anne apenas podía determinar la forma, ni hablar del nombre, el cual formaba parte de la variopinta artillería que llevaba en el maletero de la motocicleta.

Mónic había conectado el aparato, similar a un teléfono móvil, al sistema de alarma, luego de abrir la puerta principal con una llave maestra. En la pantalla del mismo habían aparecido una serie de códigos numéricos que parecían no tener fin y que la doctora había adivinado, eran las posibles combinaciones de la alarma.

—¿A qué se dedica concretamente Steven?— se había animado a preguntar la morena obteniendo una mirada fulminante por parte de su compañera.

Aunque Anne sabía que ese no era momento para ponerse tan preguntona, estaba nerviosa, y hablar sin control era el método más efectivo para distraer sus pensamientos y mitigar la ansiedad. Además de que sentía demasiada curiosidad por determinar la misteriosa profesión del rubio.

—Él dice que es un técnico informático— había comentado Mónic, al tiempo que probaba introducir una de las claves que aparecían en aquella larga lista y que destacaba por sobre el resto, en el tablero de la alarma, desactivándola por completo, mientras las luces interiores de la propiedad se encendían y la uniforme voz mecánica del Sistema decía:

"—Bienvenido a casa Jack, espero que hayas tenido una excelente jornada laboral."

Anne se alegró de que fuera una voz femenina computarizada la que los recibía y no la voz de una mujer de carne y hueso. Pero además sintió un gran alivio cuando corroboró que estaban fuera de peligro, al menos por un rato.

—¿Tú no crees que sea así?— había dicho entonces, en referencia a la respuesta de su congénere, mientras sus ojos caramelo recorrían la estancia de aquel policía que ocupaba un sitio constante en sus pensamientos, desde ese mismo instante en que ambos se vieron.

Más allá del sistema de seguridad de la entrada, que no era demasiado complejo en realidad, y unos cuantos aparatos tecnológicos tradicionales, que aligeraban la vida hogareña, la propiedad conservaba un aspecto retro, muy de antaño, y eso le daba una calidez inusual.

Incluso las paredes de la Sala principal eran de granito, pintadas de un suave color anaranjado crepuscular, y no estaban revestidas con los modernos paneles holográficos.

Eso le dio la pauta de que Jack era un hombre de gustos simples, y algo conservador.

Mascotas a la vista tampoco había, salvo la inmensa pecera que servía de placa divisoria entre la Sala y parte de la cocina. Esa era quizá, la pieza más vistosa y esmerada de la vivienda.

En aquella pared cristalina y acuosa, cual cascada, se divisaba un mundo subacuático con diversos peces coloridos y vistosos corales que aportaban una imagen serena, magnifica.

—Creo que pudo pertenecer al servicio secreto del gobierno, ya sea directa o indirectamente. Tal vez podría haber sido un agente externo— había anunciado Mónic, y Anne debió reconocer que una parte de su cerebro también había hecho esa conexión en algún momento—. Claro que si esta teoría es auténtica nunca me la podría confirmar, porque está prohibido, y también está claro que ya no desempeña esa tarea— dicho aquello la castaña había dado por finalizado el tema.

—¿Y ahora qué? ¿Vamos arriba?— había preguntado Anne observando la escalera que daba al piso superior.

—Primero vamos a cambiarnos de ropa. Tengo un par de trajes extra en el maletero— "¿Cuántas cosas pueden caber ahí dentro?". Había pensado Anne, pero agradecía profundamente quitarse la ropa que llevaba, por algo más cómodo y adecuado a la ocasión. Era evidente que tenía cierta obsesión con su vestuario—. Luego iremos a la cocina a ver qué podemos prepararnos. Muero de hambre y no me arriesgaré a que tú te vuelvas a quedar catatónica "por falta de nutrientes". Después ya podemos ir arriba a esperar al poli. Sé cuánto deseas conocer su cuarto— había dicho en tono divertido.

Hasta ese momento Mónic no sabía lo acertado que había sido su comentario.

—Hemos llegado— musitó Jack, estacionando frente a la Estación—. ¿Y ahora qué? ¿Piensan entrar y enfrentar a toda la fuerza ustedes solas? Yo no me arriesgaría, por más tentadora que les parezca la idea de volver a mis compañeros barbacoa.

—"El toque de silencio" aún sigue en vigencia cariño— contrarrestó Mónic—.  Además, no me creas tan ingenua. Sé muy bien que en horas nocturnas hay menos de la mitad del personal trabajando y no se atreverán a dañarnos contigo como rehén.

Cuando entraron al edificio se encontraron Rudolf, uno de los compañeros en servicio de Jack.

El oficial de aspecto más relleno, que corpulento, y rostro rollizo y ligeramente colorado, se encontraba cabeceando del otro lado del mostrador, en un estado de ineficacia mayor que el androide que antes ocupaba ese puesto. Sus irregulares ronquidos llenaban la estancia y acompañaban los espasmódicos movimientos de su ancho pecho.

Pasaron al lado suyo, sin que se percatara siquiera de su presencia, sumergido en la profundidad del sueño, y se dirigieron al segundo piso, donde estaban dispuestas las habitaciones, o celdas del pánico, como también se llamaban.

La comisaría no contaba con demasiadas, siete en total, para mantener a los prisioneros que estaban retenidos, hasta que fuesen juzgados y se dictaminara su transferencia a una institución panóptica preparada exclusivamente para tales fines. Allí las celdas del pánico eran, no más aterradoras, pero sí mucho más numerosas y mejor vigiladas.

Durante el trayecto se habían topado con algunos oficiales que estaban sumidos en sus respectivas tareas en el interior de las oficinas, por lo que tampoco se dieron cuenta de la irregularidad de la situación.

La entrada a la Estación, sin duda, era más fácil de noche, aunque no lo era la salida. Todas las puertas que comunicaban al exterior, a excepción de la principal, se encontraban selladas de forma hermética, para evitar posibles fugas. Y esta última, en caso de violación de seguridad, sería la más vigilada.

En cambio, de día, con la mayoría de los polis activos, había más "puertas" disponibles y aunque la alarma se activara, tardaban unos minutos en cerrarse en su totalidad. Por otro lado, los uniformados que las custodiaban no suscitaban un problema demasiado serio y por esa razón Steven había determinado que el plan de infiltración debía gestarse en horas diurnas.

Se detuvieron frente a la habitación indicada y Jack fue el primero en entrar.

Kalani estaba adormilado frente a la pantalla de monitoreo, donde se veía una nueva simulación de Steven siendo atacado por aquel infernal robot gigante con rostro de Mónic.

Al notar que alguien irrumpía en la habitación se despertó sobresaltado y se giró para encontrarse con aquel antagónico trío.

— ¡No puedo creer que hayas logrado capturarlas tú solo!—comentó frotándose los ojos, y tratando de enfocarlos en su compañero, pero entonces se dio cuenta quién apuntaba a quién con el arma y atinó a tomar la suya.

—No te molestes "Leilani"— dijo Mónic, utilizando la forma femenina del nombre del oficial hawaiano; referencia que en efecto alteró al policía—. Apaga la simulación y libera a Steven sino quieres que los sesos de tu compañero acaben regados por todo el tablero.

Ahora Kalani, quien se había sacudido, a la fuerza, los vestigios del sueño, estaba entre perplejo y boquiabierto por oír a aquella atractiva mujer de apariencia "delicada", hablando se esa manera.

¡Por fin entendía por qué su ex tenía pesadillas con ella!

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