La Cordoba muerta

By FernandoOrtizSosa

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La infección zombie llegó a Córdoba, nadie sabe como empezó, mucho menos sabrán como termina. En ese contexto... More

Aclaraciones del Autor
Capitulo Preliminar
P1C1: La muerte de Carlos
P1C2: Durmiendo en un auto
P1C4: Un encuentro afortunado
P1C5: Sobrevivientes
P1C6: Choque de poderes
P1C7: Diagramando el futuro
P1C8: Una dualidad peligrosa
SEGUNDA PARTE
P2C2: Los civiles son el arma de la política
P2C3: Una Segunda Oportunidad
P2C4: Atrapados sin salida
P2C5: Encuentros Fortuitos
P2C6: Planeando el escape
P2C7: El comienzo de todo
P2C8: Los secretos de Gastón
TERCERA PARTE
P3C2: Rebelión en la Escuela
P3C3: Un vivo no tan vivo
P3C4: Defendiendo posiciones
P3C5: Enfrentamientos urbanos
P3C6: Rescate
P3C7: Caos es la Escuela

P1C3: Evacuando al Gobernador

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By FernandoOrtizSosa

Se podría decir que la vida de un político es cualquier cosa, menos tranquila. Sí, viven mejor que el resto de los mortales, pero a diferencia de éstos, el trabajo del político no tiene un horario de ingreso y otro de salida, es full time. Más si sos el Gobernador provincial.

El día que todo se desmadró, Marcos Pascolli se encontraba en una reunión con todo su gabinete de gobierno. Desde aquella vez que el Presidente había convocado a todos los gobernadores y principales figuras política del país, en cada reunión y a cada momento, un miembro del ejército asistía para ser el enlace de defensa al momento de preparar lo que todos sabían que iba a suceder, pero sin conocer el cuándo iba a suceder.

Mientras tanto, había que seguir gobernando. A pesar del nerviosismo general, el mundo seguía girando y la Ciudad de Córdoba arrancaba un nuevo día laboral con muchas cuestiones que atender. Esa vez, tocaba la infaltable reunión para delinear los pasos de una nueva reforma tributaria. En los últimos meses, las deprimidas arcas provinciales se habían vuelto afectadas por las exigencias desde el Ministerio de Defensa de la Nación para atender los preparativos del día del juicio.

A decir verdad, la reunión era bastante aburrida. El salón donde se encontraba tenía una enorme pantalla donde se proyectaban gráficos, fórmulas y números. A Marcos nunca le gustaron mucho los números, pero en su función tenían que gustarle sí o sí.

Mientras los expertos hablaban, la máxima autoridad provincial no podía evitar distraer sus pensamientos en otras cosas. Las elecciones se acercaban, pero el costo que iba a pagar con la reforma tributaria seguramente le constaría la reelección. Debía encontrar alternativas para volver a enamorar al electorado. Pensó en reunirse con sus asesores políticos, pero desestimó la idea al recordar que más que asesores, son un grupo de chupamedias que no le contradecían nada. Lamentó el día que los contrató pensando que le ayudarían a aclarar sus proyectos de gobierno.

Pensamientos ridículos, se dijo a continuación. Que loco sería capaz de ponerse a planificar una campaña política con todo lo que estaba pasando en el mundo. ¿Pero si no pasaba nada? Eran riesgos a correr, como todo político, no podía dejar ningún frente sin cubrir.

Marcos Pascolli tenía una vida atravesada por la política. Su abuelo y su padre siempre estuvieron en el Estado, éste último con una dudosa participación en épocas oscuras de dictadura militar. Pero él no pensaba en eso, siendo gobernador ya había superado a los demás, logró llegar más lejos. Desde chico sabía que quería ser Gobernador y después Presidente. Ansiaba verse rodeado de gente coreando su nombre, emocionarse viendo un cartel con su mejor cara sonriente prometiendo vaya saber que solución para algún problema que nunca tuvo solución.

Ahora, sin embargo, se veía en una situación en la que quizás su nombre pase a la inmortalidad por haber sido el último Gobernador de Córdoba.

Luego de la reunión con el Presidente varios meses atrás, Pascolli se reunió con todo su gabinete para diseñar planes de contingencia. Los expertos que había escuchado en Buenos Aires proyectaban un plazo de entre seis y nueve meses para que, con las medidas de seguridad que se habían tomado, recién pudiera llegar a haber algún peligro de contagio local. Claramente se equivocaban.

En medio de palabras técnicas y definiciones mercantilistas de los informes económicos, el Gobernador casi tomó como una bendición la interrupción en la sala por parte de uno de sus secretarios.

Salió de la sala e interrogó con la mirada a Susana, su secretaria, quien estaba pálida del miedo y temblaba como una hoja

- Señor Gobernador, acabamos de recibir una llamada del Jefe de Policía que quiere reunirse con usted urgentemente pero no puede llegar hasta la casa de gobierno – tragó saliva, esperó unos segundos y continuó – Ha sucedido algo, en el centro. Todavía no sé qué es, pero al parecer hay varios muertos.

"Llegó el día" – pensó inmediatamente.

Lo que se enteró el gobernador unos instantes después fue del incidente con el accidente automovilístico, los policías heridos y de cómo la infección comenzó a extenderse en el centro de la ciudad por la mañana y en día laboral. La manifestación en contra de la reforma que estaba programada por ese día fue como nafta tirada al fuego. Los infectados se mezclaron con la multitud y la cantidad de personas mordidas se multiplicó exponencialmente.

Como una marea humana, en los próximos minutos se llenó el despacho del gobernador de todo tipo de funcionarios y expertos. Hablaban todos juntos. Había intentos para comunicarse con el Presidente, pero todos eran infructuosos, se rumoreaba de que había sido evacuado a un lugar seguro que nadie de los presentes sabía dónde quedaba. Instantes después, vehículos de transporte y blindados del ejército se hicieron presentes en la casa de gobierno. Él sabía que sería así, ya le habían pasado un tiempo antes el memorando con el esquema de evacuación.

El General de Brigada Eduardo López era el designado por el Ministerio de Defensa de la Nación para encargarse de los planes de evacuación en toda la Provincia de Córdoba. A su mando se encontraban los destacamentos ubicados en las ciudades de Río Cuarto, San Francisco, Villa María, Cruz del Eje y La Falda. Lamentablemente no había logística para cubrir otros sectores del territorio.

López y Pascolli se habían conocido en aquella primera reunión con el Presidente en Buenos Aires. En esa ocasión intercambiaron los formales saludos y el militar le entregó una gruesa carpeta con todos los protocolos de evacuación, requerimientos materiales, dinerarios y de mano de obra a fin de tener el "Perímetro de Seguridad" en condiciones a tiempo. Desde aquella vez, no volvieron a verse y el contacto fue siempre a través de intermediarios militares o políticos. Esta vez, el General salió del cuartel por primera vez en varios meses para supervisar en persona que todo se haga según lo planificado.

- Gobernador, es el momento – dijo con una voz áspera ingresando al despacho de Marcos – según el protocolo, tengo que evacuarlo a usted y sus principales ministros de manera inmediata.

Pascolli, con pasmosa tranquilidad, interrumpió al General

- ¿Qué hay de del resto de los empleados que tenemos aquí?

- Se está llevando adelante un plan alternativo de evacuación. Los funcionarios de más alto rango serán transportados luego de que usted salga, pero usted sabe bien que para el resto de los empleados no hay ninguna planificación en curso, no tenemos los medios – Desplegó un mapa sobre el escritorio – tuvimos que dividir las tropas con las que contamos en distintos puntos estratégicos para mantenerlos a salvo – indicó con el dedo los objetivos a ser resguardados, entre ellos, las centrales nucleares que necesitaban mantenimiento permanente.

- Entiendo General – respondió Marcos – pero no puedo irme de aquí dejando a esta gente a merced de eso – dijo señalando la pantalla del televisor donde el noticiero del medio día mostraba el centro de la ciudad como un escenario de guerra: gente corriendo para todos lados, la policía anti disturbios intentando contener a los infectados, saqueos por doquier, atascamiento de autos, etc. – Leí de punta a punta el protocolo enviado por Nación, pero aún me cuesta abandonar a los cordobeses.

Alrededor de los dos hombres, las cosas transcurrían a una velocidad impresionante. Ministros hablando entre sí, otros queriendo comunicarse con sus familias, muchos pegados al televisor viendo espantados lo que estaba pasando. El Gobernador se sentó en su sillón y quedó mirando el ventanal que daba al río Suquía. Autos pasando a toda velocidad, patrulleros, ambulancias, bomberos por doquier. De repente lo vio, en vivo y en directo a través de la ventana: una mujer corría a la vera del río intentando escapar de tres o cuatro muertos que corrían a toda velocidad. La persecución duró poco antes que la alcanzaran y no se tardó en ver el charco de sangre que emanaba de su cuerpo cuando los atacantes la alcanzaron.

- Señor Gobernador – interrumpió el General – venga con nosotros. Su familia está siendo evacuada en estos momentos, junto con la de los altos funcionarios. Entiendo la necesidad de proteger al pueblo, pero el pueblo necesita de una guía, sino se convierte todo en caos.

- ¿Más caos que esto, General? ¿Tenemos información de que mierda pasó, como fue que el virus llegó a Córdoba tan rápido? Pensé que lo teníamos controlado, no esperábamos esto sino hasta dentro de algunos meses más – dijo visiblemente enojado Marcos.

Luciano Márquez, Ministro de Seguridad, interrumpió ante las preguntas del Gobernador:

- Marcos, no sabemos bien que sucedió. Hace varios días ya nos llegaban reportes de que la infección podría llegar a Sudamérica antes de lo previsto, lo que sucedió en Europa y Asia nos dieron tiempo para organizar planes de evacuación y suministro, pero esto nos agarró por sorpresa, no lo esperábamos ahora y los medios de contención evidentemente fallaron – miró al gobernador a los ojos – tenemos que irnos y seguir con lo planeado.

- Bien – dijo el Gobernador levantándose de su sillón y dirigiéndose a su Jefe de Gabinete, continuó – Preparemos todo según lo planeado, que los principales funcionarios esperen en el helipuerto y asegúrense de que al menos los principales empleados ejecutivos sean correctamente evacuados, estableceremos una base en donde sea que el ejército me lleve.

El Gobernador Pascolli se levantó de su sillón y siguió al General López por el pasillo que comunicaba con el Helipuerto. Le tranquilizó saber que su familia ya estaba a salvo, pero al levantar vuelo, pudo ver lo que realmente estaba sucediendo. Esa no era la Córdoba que conocía, había cientos de cuerpos en la calle, gente corriendo, policías disparando.

En medio del caos, no pudo evitar un pensamiento un poco macabro: "Al menos nadie se va a quejar de la reforma tributaria". Una pequeña sonrisa se le dibujó en la comisura de sus labios.

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