La noche que coincidimos.

By _lagrimasdecolores_

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Hester no sabía bailar. Cayden jamás había sentido la necesidad de hacerlo con alguien. Y fue aquella noche q... More

La noche del 27 de septiembre
1 | Escapada
2 | Risas
3 | Secretos
4 | Desnuda
5 | Profesor
6 | Pequeño
7 | Boda
8 | Mudanza
9 | Hermano
10 | Conversación
11 | Instituto
12 | disputa
13 | Amigos
14 | Fiesta
15 | Mamá
16 | Vacuna
17 | Confesión
18 | Papá
19 | Mentiras.
20 | Tensión
21 | Manos
22| Cigarrillo
23 | Reveldía.
24 | Mentiras
25 | Aturdida
26 | Miedo
27 | Visita
28 | Bigotitos
29 | Explosión
30 | Pesadillas
31 | Confianza
32 | Retroceso
33 | Improvisto
34 | Estándar
35 | Mella
36 | Consecuencias
37 | Ratatouille
38 | Desconcierto
39 | Plan
40 | Común
41 | Irretenible
42 | Libre
43 | Único
44 | Sensaciones
45 | Idea
46 | Tropiezo
47 | Juicio
49 | Camión

48 | Vaso

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By _lagrimasdecolores_

Sentí como el cuerpo comenzaba a temblarme de inmediato. ¿Qué? Quise mirar la carta entre mis dedos temblorosos una vez más pero fui incapaz de hacerlo, estaba paralizada. Mi cabeza empezó a encajar piezas y entendí el motivo de muchas de las cosas que papá había dicho la última vez que nos vimos. ¿Cómo ha podido hacerme aquello? ¿Si quería pedir mi custodia, no podía haber tenido la mínima delicadeza de comentármelo? El odio que una vez sentí por él comenzó a salir a flote de nuevo. ¿Pero de que iba todo aquello?

—Por encima de mi cadaver voy a dejar que se la lleve—le escupió mamá a Josh con frenesí. Cayden me arrebató el papel de la mano, confundido aunque Josh pareció entenderlo todo y abrazó a mamá que en un principio se negó. De un momento a otro, un sentimiento de vergüenza se apropió de mi.

Sentí que el poco control que tenía sobre mi vida se iba a pique. Mi vida estaba con mamá, jamas me había planteado ni por un segundo algo diferente. ¿Cómo iba a venir papá después de tanto exigiendo que viviese con él? ¿Acaso tenía él el derecho de pedir algo así? Fue él quien nos abandonó, fue él quien me puso la mano encima. ¿Y creía que estaría mejor con él que con mamá? ¿Que diantres le pasaba? ¿Estaba loco? ¿De verdad que cuando justo empezaba a sentirme cómoda y realmente feliz con la vida papá quería que me fuese a vivir con él? ¿Pero que iba a hacer yo sin mamá?

Me sentía rabiosa, a punto de explotar. ¿Como podían decidir terceras personas con quien debía vivir? ¿Acaso sabía un juez algo de mi o de mi vida? ¿Tendrán en cuenta mi opinión o seré un cero a la izquierda en todo esto? Escuchando a mamá llorar me sentí una inútil por ser en parte quien le estaba produciendo todo este sufrimiento. Vi a Adler hecho una bolita en una de las esquinas de la cocina. Tenía la cara completamente arrugada, con las cejas fruncidas y un profundo puchero y parecía a punto de echarse a llorar. Dios mío.

—Esto es una ridiculez—dijo Cayden agitando la carta en alto. Parecía tan enfadado que daba miedo. Su mandíbula estaba tan apretada que empecé a temer por su dentadura. Aún así, había en él un cierto punto de tranquilidad que me hacía no perder la fe en que todo esto quedaría en un simple susto que nadie querría recordar. En algún momento, Adler salió corriendo de la cocina y Cayden suspiró ruidosamente. Miré la carta sobre la mesa, seguía ahí, aquello era real, no era ninguna pesadilla de la que despertaría en un rato. ¿Porqué justo ahora que nos estábamos recuperando de todo lo sucedido con Adler?

—Cayden. ¿Porqué no llevas a Hester a fuera para que le dé el aire?—preguntó Josh mientras pasaba la mano por la espalda de mamá, intentando consolarla. No fue hasta que Josh pronunció esas palabras cuando me di cuenta de que estaba hiperventilando y de que me faltaba el aire gravemente. Mi garganta estaba cerrada completamente y sentí como la ansiedad corría por mi cuerpo, entumeciéndolo de una manera escalofriante.

—Ven aquí—Cayden puso una mano en mi espalda con muchísima delicadeza, como si temiese que el simple contacto de esta me hiciese salir corriendo como un ratón asustado. Mientras que me guiaba hacia el exterior de casa me sentí frustrada: No quería convertirme en la pobre niña que no quería irse a vivir con su padre pero a la que obligarían a hacerlo, no quería parecer una víctima aunque en realidad lo era. Que no pudiese decidir sobre mi vida me hacía sentir como si no fuese más que una cría. ¿Cómo sería tener una pesadilla sobre papá, bajar al salón y encontrarle allí? Sentí como el bello de mi cuerpo se erizaba. Madre del amor hermoso.

—Tienes que relajarte, en serio—dijo Cayden una vez me había sentado en uno de los escalones del porche. Apoyé mi cara en una de mis manos y le miré de soslayo. ¿Cómo iba a relajarme? En aquellos momentos solo quería ir a arrancarle los ojos a mi padre. Me sentía traicionada. Bufé y enterré la cabeza entre mis piernas, intentando recuperar la respiración.

¿Acaso no tenía ya suficiente con Penny? Me dolía el pecho. Miré mis manos vendadas y maldije a Zoe para mis adentros. Me concentré en odiarla, porque en ese momento me apetecía descargar mi ira sobre su persona. Cayden se sentó a mi lado y su brazo rozó el mío.

No quería mirarle, aquella situación me hacía sentir ridícula. Sentí como uno de sus dedos acariciaba lentamente mi brazo, haciéndome cosquillas. Su brazo se envolvió al rededor de mi espalda y me atrajo levemente hacia él. Cuando sus labios besaron mi coronilla quise echarme a llorar. No quería que me consolase porque eso significaba que realmente ocurría algo. Aún así apoyé la cabeza en su hombro porque su cercanía como siempre conseguía sosegarme.

—No tienes de que preocuparte. Jamás le darían la custodia a tu padre después de lo que ocurrió—me recordó.

Algo me decía que tenía razón pero aún así no podía evitar que me asolase la incertidumbre. Miré como su mano izquierda se apoyaba sobre mi rodilla, prácticamente tragándosela debido a su tamaño. Jugueteé levemente con sus dedos, acariciándole los nudillos. Noté la mirada de Cayden clavada en mi, distraído.

—No quiero vivir con mi padre—dije al fin. Sentí como al exteriorizarlo el aire volvía a entrar en mis pulmones.

—¿Acaso crees que dejaría que te llevasen con tu padre?—me preguntó. Me mantuve en silencio.

Sabía que si el juez dictaba que tenía que irme a vivir con él no habría nada que hacer. Era ridículo que un chico de diecisiete años pensase que podría hacer algo en una situación así, pero en ese momento mis esperanzas eran mínimas y decidí creerle. Un rato después Cayden me llevó un vaso de agua y no fue hasta que acabé con él cuando volví a sentir que podía hablar de nuevo.

—Quiero llamarle y dejarle claro que es un mentiroso y un...—Cayden me cortó.

—Entiendo que quieras decirle todo eso y mas, es más, te ánimo a hacerlo pero creo que antes deberías consultarlo con tu madre—opinó. Le miré sorprendida. ¿Desde cuándo era Cayden coherente? Justo en este momento necesitaba que me ayudase a echarle un mal de ojos a mi padre, no que fuésemos cuerdos.

—Podría habérmelo dicho cuando fui a cenar a su casa el otro día. Fue un cobarde, ni siquiera tenía intenciones de hacerlo. ¿Acaso le importa una mierda lo que yo quiera? Se ve que no, de ser así lo hubiese hablado conmigo—dije furiosa poniendo mis brazos en jarras. Cayden agachó la cabeza y se pasó las manos por el pelo con nerviosismo.

—Que hijo de la gran puta—murmuró negando.

—¿Sabes qué es lo que más me duele?—la voz se me quebró y me pellizque la pierna disimuladamente para no lanzarme a llorar.—Que empezaba a pensar que había cambiado y que se preocupaba por mi a pesar de que nos viésemos poco...Pero ya veo que no, es más que obvio que solo ha pensado en él mismo al querer obligarme a que viva con él—farfullé. Sentía la furia de mil demonios agitando mi cuerpo. Realmente quería ver a mi padre, echarme a llorar y restregarle por la cara que mi estado era su culpa pero, ¿Acaso le importará a él eso?

—No necesitas importarle a ese cabrón, Hester. Te lo aseguro.—me dijo tras mirarme a los ojos.

—Es mi padre, Cayden.—le respondí. Después de todo lo era y por mucho daño que me había hecho (y que me estaba haciendo en esos momentos) anhelaba su cariño y aprobación. Cayden suspiró.

—No es tu padre. Un padre no hace las cosas que ese hombre te ha hecho a ti—dijo sin morderse la lengua. Por un momento recordé la anticuada versión de papá cuando tenía cuatro o cinco años. Un padre que se pasaba las horas comiéndome a besos y que se moría por pasar algo de tiempo conmigo y con mamá. Ese era mi padre, o al menos lo que quedaba de él.

Sentí como el corazón se me rompía un poquito más. "Esa persona ya no existe, Hester, deja de buscarla" me recordó mi subconsciente.

—También hizo cosas buenas—respondí sin más. Cayden gruñó y chasqueó sus dedos delante de mi cara.

—Despierta, Hester. No todas las personas son buenas a pesar de que lo creas.

—Ni siquiera sabes la historia—le dije. Jamás habíamos hablado del tema en profundidad, lo único que sabe es que me partió el brazo. Cayden se calló al escuchar mis palabras.

—Se que te hizo daño y eso es suficiente—respondió segundos más tarde.

Levanté la cabeza y le miré a los ojos. Por un momento sentí que no le merecía. Quizás tenía una imagen de mi padre algo más perversa de lo que realmente era pero solo intentaba protegerme (aunque fuese de nada en concreto) justo como haría yo en su lugar. Saber que nos tendríamos el uno al otro de la misma forma y con la misma intensidad si ocurría algo malo me hizo sentir relajada.

—Siéntate—acaricié el suelo de madera a mi lado, esperando a que lo ocupase. Cuando lo hizo tomé aire. Iba a meter los dedos en la herida y sabía que iba a doler pero era necesario.—Solo ocurrió una vez.—le expliqué y él me miró con los ojos abiertos.

—¿Una vez?—preguntó y yo asentí.

—Yo era muy pequeña y él estaba completamente ebrio. Me apetecía jugar con él y le molesté con el tema hasta que me pegó un tortazo en la cara que me acabo aventando contra la pared y partiéndome el brazo—musité. Casi podía sentir el escozor en la cara y como la madera del suelo helado de mi antigua casa acunaba mi mejilla. Casi pude verme tirada nuevamente en el pasillo, a las puertas de la cocina y el ruido de los pies de papa enfundados en sus botas de invierno, convertidos en pasos nerviosos.

—Hester—la voz dulce de Cayden me acogió. Mis ojos se llenaron de lágrimas y mis labios se volvieron una fina línea apretada. Por un momento sentí que no era la Hester de diecisiete años, si no la niña feliz de nueve que le sonreía a la vida. Cayden extendió su mano por el porche y yo entrelacé uno de nuestros dedos.

—Recuerdo que esperé a que viniese a ayudarme arrepentido y me dijese que lo que acababa de ocurrir era el mayor error de su vida, pero no pasó. Solo quería que volviese a consolarme. Me prometí  que si volvía no se lo tendría en cuenta, pero no volvió—dije. Una lágrima surcó mi mejilla, dejándola húmeda a su paso.—Aunque se pasase los días borracho era mi héroe, Cayden—un sollozo torpe atravesó mi garganta—Y le vi irse un par de horas más tarde de casa para no volver jamas. Y sin haberme dado ni una mirada arrepentida, ni un adiós.—Cayden me abrazó fuerte y yo apoyé mi cara en su hombro, empapándole el jersey de lágrimas.

—Es una mierda que hayas tenido que pasar por algo así.—me susurró—No sabes como me duele.—enrosqué mi brazo al rededor de su cuello, atrayéndolo más contra mi. Era curioso como entre sus brazos todo dejaba de doler y las cosas dejaban de importar.

—Te aseguró que me olvidaré de todo si me sigues abrazando así un poco más—le aseguré sin pensármelo dos veces. Cayden me apretó más fuerte contra su pecho y acarició toda mi espalda con sus manos de forma obsesiva, como si me quisiese tener más cerca aún a pesar de que era físicamente imposible.

Se apartó suavemente de mi para tomarme la cara entre sus acogedoras manos y me besó con tanto amor que sentí que todas las cosas malas por las que había pasado en mi vida tenían sentido. Podrían pasar los años, podríamos agotarnos pero Cayden en un par de meses había logrado darme algo que viviría en mí por siempre.

Mamá se asomó a la puerta sin venir a cuento. Tenía los ojos enrojecidos y al verme rompió a llorar de nuevo. Cayden se puso en pie y se apartó. Antes de que mamá se sentase a mi lado, él ya estaba dentro de casa.

—Siento todo esto, es horrible—me dijo y yo me mordí el labio.

—Es horrible pero pasará—dije mirándola a los ojos con una sonrisa triste. Mamá me tomó la mano y me la apretó con fuerzas mientras sollozaba.

—Me siento una madre horrible. Has tenido que pasar por tanto por mi culpa—tomé aire y negué.

—Pero también he vivido muchas cosas bonitas contigo, mamá.—intenté consolarla. La atraje hacia mi hasta que su cabeza quedó apoyada sobre mi hombro.

—No te merezco—me respondió y yo suspiré y le pasé la mano por el pelo.—Pase lo que pase, quiero que sepas que eres lo mejor que me ha pasado en la vida, Hester—mis ojos se llenaron de lágrimas justo cuando se acababan de secar. Mamá me abrazó con fuerzas y yo dejé que la poca angustia que no había desaparecido con el abrazo de Cayden, lo hiciese con el suyo.

[...]

Las siguientes semanas fueron simplemente un caos mental y emocional. Mamá llamó a papá. Papá vino a casa a hablar con mamá y ambos acabaron gritando en la cocina. Mamá le echó en cara la forma en la que había hecho las cosas.

—¿Acaso no podíamos haber hablado esto como adultos? ¿Tenías que llevarme a juicio, David?—escuché que mamá lloraba en la cocina. Agradecí que en estos momentos estuviésemos solas en casa. Josh se había ido para dejarle espacio a mamá y se había llevado a Adler con él. Por otra parte, Cayden había ido a casa de Ethan para ayudarle con matemáticas.

—Contigo no se puede hablar, Elena—dijo papá cansado. Se que quizás, espiarles desde la ventana de mi dormitorio no era demasiado maduro por mi parte, pero no sabía que otra cosa hacer.

—Conmigo se puede hablar perfectamente y lo sabes—le dirigió una mirada dolida y cargada de contenido. No sabía que se estaban diciendo con los ojos pero papá le dio la espalda momentáneamente. Mamá se limpió las lágrimas con brusquedad—Quizás lo que realmente pasa es que no me apetece hablar contigo—concluyó mamá y papá agitó las manos en el aire.

—Justo por eso creo que lo mejor será que un juez decida esto, así no tendremos que hablar—dijo mosqueado. Apoyé mi mejilla sobre mi mano, sintiéndome agotada.

—¡¿Y que pasa con tu hija?! ¿Acaso ella no tiene voz en esto? ¿Sabes el disgusto que le has dado? Tiene unas ojeras espantosas—le gritó mamá avanzando un par de pasos hacia él. ¿Tan horrible estaba? Me miré en el espejo de cuerpo entero que colgaba de la pared y suspiré. Había pasado las tres ultimas noches prácticamente en vela.

Durante el día había sabido mantener a raya mis preocupaciones sumergiéndome en el estudio de mis próximos exámenes, pero por la noche, cuando iba a cerrar los ojos toda la situación me asfixiaba. Cayden me había insistido en que fuese a dormir con él pero me había negado en redondo: me sentía tan agobiada que necesitaba espacio y además, no quería que él no pudiese dormir por mi culpa. En las últimas noches había estado bajando al menos tres veces para buscar un vaso de agua en menos de cuatro horas. A veces sentía que estaba exagerando y eso me hacía sentir aún peor: ¿Tan malo podía ser irme a vivir con papá?

—No sabía como decírselo, ¿Está bien?—le respondió papá.

—Por que sabes que lo que quieres hacer es una locura. ¡Hester no te quiere ver ni en pintura!—le gritó mamá con furia. Eso no era cierto. Bueno, quizás en estos momentos si lo fuese. Lo que menos necesitaba ahora era tener una conversación civilizada con papá y que este me asegurase que estaría genial en su casa. Rotundamente no.

—Eso es mentira—respondió papá cruzándose de brazos.

—Es injusto. Es muy injusto que me la quieras quitar después de tanto tiempo. No fuiste tú quien hizo de padre y madre cuando te fuiste—le aseguró mamá, haciéndome tragar saliva.
Papá se quedó callado por unos segundos.

—No pretendo quitarte nada, Elena.—respondió tan bajo que me costó oírlo desde mi habitación. Aunque en realidad si lo pretendía.—Además, Hester no es tuya únicamente.—dijo estirándose de los extremos de las mangas de su blusa.—¿Puedo verla?—me preguntó y mamá negó con firmeza.

—No creo que quiera verte ahora mismo.—le aseguró con frialdad. Se lo agradecí mentalmente.

—Esta bien, lo entiendo...Entonces, nos veremos en el juicio.—Y sin más salió del salón. A los minutos escuché un portazo que hizo retumbar toda la casa.

Después de aquello llamé a Tiffany. Necesitaba salir de casa y que me diese el aire. En menos de una hora estábamos en el parque. A partir de aquel día a Tiffany se le hizo costumbre pasar por casa a las seis de la tarde para que fuésemos un paseo y lo cierto es que me ayudaba a olvidarme un poco del infierno que vivía estando en casa y no pudiendo sacarme de la cabeza lo que iba a pasar.

Como Cayden también parecía querer distraerme fuimos mucho a casa de los chicos. Pero allí sólo me sentía más incómoda, los chicos me miraban con compasión y eso me hacía sentir como una maldita inútil. A veces me sentía tan lejos de estar feliz que ni siquiera era capaz de fingirlo y eso me asustaba, esa no era yo.

A pesar de todo los chicos, Adele, Tiffany y sobretodo Cayden hacían claramente esfuerzos por hacerme reír y eso me hacía sentir un pelín mejor, jamás se habían preocupado tanto por mí. Por otra parte, cuando llegábamos a casa corría hacia mi habitación, evitando ir a dormir con Cayden. Estaba teniendo pesadillas y eso me hacía sentir inestable e idiota. Me había costado muchos dolores de cabeza poder dormir tranquila y sentir que estaba perdiendo eso me ponía enferma. Todas las noches Cayden se asomaba a mi habitación y yo me hacía la dormida. Después de unos minutos cerraba la puerta y se iba.

Mis notas, a pesar de todo de que me llevaba las horas delante de mis libros de texto del instituto comenzaron a caer empicadas, la preocupación había matado mi concentración al cien por cien. Además de eso, íbamos mucho a hablar con el abogado que nos estaba ayudando con el caso: James White. Era un abogado de prestigio al que Cayden se había preocupado de contratar personalmente y de pagarle personalmente también...En fin.

Ver al señor White y hablar con él sobre todo lo que ocurrió con mi padre no hacía más que abrir la herida, hacer todo más real y asustarme aún más. No quería pelearme con mi padre, solo quería que entendiese que prefería vivir con mamá. No podía parar de preguntarme que le había hecho querer mi custodia un par de meses antes de cumplir los dieciocho. ¿Merecía la pena tanto jaleo para tan poco?

No hablaba con mi padre desde hacía semanas. Normalmente solía llamarme dos veces por semana para preguntarme como me iba, que estaba haciendo y si necesitaba algo pero después de recibir la carta y con ella la desagradable noticia, decidí no contestarle las llamadas. No es que no quisiese hablar con él, es que me sentía capaz. Quería gritarle, quería decirle que en estos momentos le odiaba pero ni siquiera me salían las palabras y eso era más doloroso que cualquier otra cosa.

El día antes del juicio me sentía drogada por mi propia mente. Apenas comí, tenía ganas de vomitar. Pasé la tarde fingiendo que estaba estudiando cuando realmente me dediqué a romper la punta de mi lápiz una y otra vez sobre un folio, con nerviosismo y desesperación. Partía la punta contra el folio, la afilaba nuevamente y la volvía a partir. Me sentía impotente.

Al final del día me sentía tan cansada emocionalmente que cuando Cayden me rogó prácticamente que le acompañase a la cama acepté. Pasé dando vueltas en la cama hasta las dos. Justo cuando estaba conciliando el sueño creí ver en a mi padre. "Recoge tus cosas, nos vamos" dijo.

Ahogué un grito y tras dar un respingo vi que la habitación estaba vacía. Nada de mi padre con una de sus corbatas azules eléctricas. Apoyé la cabeza en la almohada con la respiración alterada, sintiéndome abrumada. También me estuvo pasando mucho aquello, creía ver cosas cuando estaba apunto de dormirme. A los minutos me destapé y salí de la cama sintiéndome agobiada y sin preocuparme de que la mano de Cayden estuviese en mi muslo. Cerré la puerta de la habitación y bajé a la cocina de forma precipitada.

Tomé un vaso, lo llené de agua y rebusqué en el congelador un par de cubitos de hielo hasta ponerlos en este a pesar de que era diciembre. Apagué la luz de la cocina y me senté en una de las sillas con mi vaso de agua mientras miraba la luna a través de la ventana. El agua fría bajando por mi garganta consiguió relajarme levemente. Vi como mis manos aún temblaban levemente por la pesadilla y tras dejar el vaso sobre la mesa cerré los ojos. Sentía el miedo corriendo por mis venas y eso era lo que más me desagradaba, no quería sentirlo, no quería estar asustada.

—¿Qué haces aquí?—la voz de Cayden me hizo soltar un gritito. Vi como su silueta oscura extendía el brazo y encendía la luz de la cocina, esta me deslumbró y me hizo cerrar los ojos levemente.

—Me has asustado—le dije cuando finalmente pude ver su cara.

—Son las dos y veinte de la mañana Hester. Vamos a la cama—dijo sin más. Me alegró que no me preguntase por lo que había sucedido. Tomó el vaso de agua y me puso la mano en la espalda mientras me ponía en pie. Caminé nuevamente hasta su habitación seguida por él. Lo único que se escuchaba eran los cubitos de hielo chocando contra el cristal del vaso mientras subíamos por la escalera. Una vez en su dormitorio, dejó el vaso sobre su mesita de noche, mientras yo miraba la cama fijamente como si fuese una trampa para ratones.

—Vamos, entra—dijo apartando las sábanas de la cama. Una vez tumbada me sentí aún más agobiada. Quería salir corriendo, quizás con suerte si desaparecía no se haría el juicio. De un momento a otro sentí como el colchón se hundía por su parte y segundos después unos brazos fuertes y que conocía muy bien me envolvieron. Estaba de espaldas a él, pero casi pude imaginar su dedo cuando esté paso por mi cara y me metió con torpeza un mechón de pelo tras la oreja. Poco después sentí como su cara se apoyaba sobre mi cuello. Su respiración caliente me hizo sentir cosquillas y después sus labios dejaron un beso delicado sobre mi piel.

Por un momento me sentí mucho mejor y fui capaz de tener esperanzas con respecto a lo de mañana. Me sentí frustrada al darme cuenta que era el efecto de tener a Cayden lo que me hacía pensar que nada ocurriría. Era como una droga, me hacía ver las cosas a través de un filtro de felicidad, pero la realidad era una muy distinta. Su mano se coló dentro de la camiseta de mi pijama y me acarició el ombligo con una lentitud que no hizo más que excitarme. Y claro, Cayden no hacía nada por que sí, sabía como jugar sus cartas, era lo que estaba intentando.

Su otra mano pasó por el hueco que quedaba entre mi cuello y la almohada, haciendo que su mano quedase extendida cerca de mi cara. Me subió levemente la camiseta hasta dejar mi vientre al descubierto para acto seguido recorrer mi piel con dos dedos, como si estuviesen caminando sobre esta. Al llegar a mis pechos (los cuales estaban al descubierto porque no me gustaba dormir con sujetador) trazó el contorno del derecho con un dedo. Su pulgar me acarició levemente mi lunar para finalmente acabar sobre mi pezón.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo y solté un suave gemido que fui incapaz de contener. Sentía la respiración pesada de Cayden en mi cuello, el conjunto de todo aquello hizo que la presión creciera en la parte baja de mi vientre. Cuando mi respiración no podía ser más agitada, su mano bajó por mi cuerpo y se coló por mis ridículos pantaloncillos del pijama con estampado de fresas. Me acarició con un dedo por encima de las bragas, lo que hizo que me retorciese levemente.

Noté como tomó una bocanada de aire al tocar mi ropa interior, posiblemente al ver lo húmeda que estaba. Acto seguido sus dedos se colaron por la tela y se hundieron en mi, haciéndome tragar. Cuando estos empezaron a moverse con lentitud me apreté contra su pecho, sintiendo como el cuerpo me temblaba de placer. ¿Cómo podía haber llegado a conocer mi cuerpo tan bien en tan poco tiempo? Sentí como una leve erección me rozaba la parte baja de la espalda. Apreté suavemente su mano con mis muslos, intentando sentir alivio de algún modo.

Tomé con fuerzas la mano de Cayden que se encontraba cerca de mi cara. Me mordí el labio con fuerzas para no gemir, ¿Cómo iba a mirar a mi madre o a Josh a la cara si nos escuchaban? Cuando el orgasmo se aproximó, mi cuerpo se agitó contra el de Cayden. Él me besó la mandíbula y yo gemí algo más alto de lo que había pretendido.

—Shhh—siseó Cayden con lentitud y de forma cariñosa. Su mano se posicionó con suavidad sobre mi boca, apagando el ruido de los gemidos venideros. Minutos después la misma calló sobre el colchón y mi respiración acelerada sonó por toda la habitación. Tras sacar la mano de mi pantalón Cayden no se apartó, si no que siguió abrazándome como nunca. Y esta vez si pude dormir.

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