Siempre has sido tú

By LuchyVelles

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Tres vidas se cruzan, dos de ellas arrastran un latente pasado en común, la tercera es la llave que las conec... More

¡Bienvenida/o!
Booktrailer
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capitulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Epílogo
Nota de Autora

Capítulo 11

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By LuchyVelles

Sin querer detenerme, seguí caminando a paso rápido. Cuando el castaño estuvo a punto de entrar a su coche, corrí hasta él. Al mismo tiempo en que Matt abrió la blanca puerta de metal, mis dedos se aferraron a la carne de su brazo.

—Espera, por favor— El nudo en mi garganta se hacía presente en mi voz, haciéndola temblar.

—¿Qué quieres, Natalia?— Su tono era pesado, estaba enojado, frustrado y hasta igual de triste que yo. Seguramente deseaba gritarme un montón de verdades, pero se contenía.

—No te vayas.

El ardor en mis escleróticas se estaba volviendo muy difícil de contener y él siquiera había volteado a verme.

—Te pedí que te alejaras de él. No eres idiota, sabes que Zac fue algo malo que me pasó e igual seguís hablándole. Sin embargo, soy capaz de entenderte, porque yo también vi ese algo en él, que ahora tú estás viendo. Pero lo que me duele es el saber que estabas dispuesta a besarlo, que querías hacerlo, que ibas a traicionarme— Un escalofrío se adueñó de mi espalda baja y ahora sí, sus orbes, inundados en lágrimas, me miraban —Si no se besaron fue porque Zac no quiso. Y eso fue una terrible puñalada a mi corazón de tu parte.

Lo escuché pasar saliva, relamió sus labios y alejándose de mi agarre, tapó su boca con el revés de su mano, reteniendo el llanto.

—Estabas dispuesta a besarlo— Su boca apenas se abrió para repetir esas palabras.

—Besó mi mejilla, Matt...

—No me tomes por imbécil, Natalia. Por favor— Sonrió sin humor y apoyó su codo sobre el techo de su coche.

—Mi amor, escúchame. Jamás deseé que algo pasara con Zac, tampoco quise que me besara ni nada de eso que tú piensas. Simplemente no me parece alguien malo y la verdad es que sí, quiero conocerlo. Todo esto es un mal entendido. No siento nada por él y no sé lo que pasó entre ustedes, pero esperaré hasta que estés listo para contármelo— Tomé su rostro entre mis manos y dejó que lo moviera hacia mí, para poder verlo a los ojos. Sus pestañas estaban empapas y lo verde de sus iris centellaba, víctima de las saladas secreciones —Confía en mí. Jamás haría nada para lastimarte, te quiero y mucho.

Se abalanzó y pegó sus labios con los míos. Lentamente, se alejó y acariciando mi rostro con sus pulgares, estudió mi cara. Peiné su cabello hacia atrás y le sonreí.

—Perdóname— Susurró —Yo...— Respiró profundo y relamió sus labios —Te sonará raro, pero jamás había querido tanto a alguien. La idea de perderte me vuelve loco.

—Es que soy especial— Respondí sacándole una sonrisa y por fin el peso en mi pecho, desapareció —Confía en mí.

—Lo haré, te lo prometo. Tú confía en que pronto te diré la verdad.

Matt volvió a besarme y llevándome con él, se recargó sobre la puerta trasera de su camioneta, pegándome a su pecho. Nuestros alientos se mezclaron y ambas respiraciones comenzaron a tomar velocidad. Mordió suavemente mi labio inferior y con su lengua exploró mi boca. Aprisionó mi nuca con una de sus manos, aumentando la temperatura. Enredé mis dedos en su despeinado pelo y no tardé en sentir que algo en él cambiaba, como cuando estábamos bailando.

—Me alegra que se hayan arreglado— Escuchar a mi amiga me obligó abrir los ojos. Cuando lo hice, vi que Matt ya los tenía abiertos y alternaba su vista, entre los míos y seguramente, los de Cata —Gracias por tus servicios, bombero. Pero creo que ya fueron suficientes primeros auxilios.

Mi novio me miró una vez más y sonriendo, se apartó de mí.

—Solo cumplo con mi deber— Contestó y girando sobre mis talones, me recargué sobre el pecho de mi chico. Enseguida sus brazos rodearon mi cintura y sus manos se entrelazaron sobre mi vientre —Soy un profesional.

—O sea que si yo los llegara a necesitar ¿Me los darías?— Preguntó la rubia, poniéndolo a prueba.

—Primero llamaría un médico— Contestó haciendo un ademán hacia Mike y provocando que la rubia hiciera un gesto de aprobación. Había pasado la prueba.

—Di la verdad. Ella estaba hecha un fuego y tú solo quisiste apagarla ¿Cierto?— Argumentó Mike ruborizándome y defendiéndome, mi compañera le dio un ligero golpe en el brazo —¡Genial Ahora necesito una enfermera!— Jugó y rápidamente, tomó a mi mejor amiga por la cintura.

—¿Y Nicky?— Consulté.

—Convencí a John de que lo retuviera— Asentí y dejé caer mi cabeza sobre los pectorales de mi chico.

—¿Volvemos a la fiesta? Todavía es temprano— Cuestionó Catalina.

—Mhm... ¿Pizzas, cerveza y pileta?— Propuso el mariscal.

Después de escuchar un "sí" de parte de los tres, me abrió la puerta del copiloto y seguidamente, tomó su lugar como conductor.

—¡Yo soy el que va adelante!— Se quejó su amigo.

—Esta vez no. Irás atrás— Respondió el castaño y girando la llave sobre el tambor, encendió el motor.

—Pero la enfermera me va a violar ¿No viste como me mira?— Bromeó y como respuesta, recibió otro golpe por parte de la rubia.

Haciéndole cosquillas, consiguió que ella bajara la guarda y sentándola sobre su regazo, comenzaron a besarse. Prendimos el estéreo para no escucharlos besuquearse y emprendimos viaje. Me hubiese encantado poder volver eterno este momento en una fotografía, pero me conformaría con grabarlo en mi memoria.

[...]

—Llegamos— La voz de Matt resonó dentro del coche en cuando lo apagó.

—¡Ay por Dios!— Cata dejó caer su mandíbula y sonrió, se había embobado con la gran casa que tenía frente a sus ojos —Definitivamente me haré bombera— Bromeó entre risas.

Mike, acostumbrado a la edificación que tenía enfrente, tomó la mano de si cita y la llevó hasta la puerta de entrada.

El hogar del mariscal era literalmente gigante, y ya por fuera se podía ver lo extremadamente lujoso que era. Sus paredes blancas cual perla, con dos pisos, columnas en la entrada y un precioso jardín en el frente. Varios árboles rodeaban la increíble residencia Bolton. Muy hermosa y muy distante de mi humilde imaginación.

—Espero que esto no cambie lo que tenemos— Pegué un saltó cuando Matt me susurró al oído.

—¿Por qué lo dices?— Gire a verlo mientras acomodaba un mechón de pelo tras mi oreja.

—Eres la primera chica que traigo. Mujer con la que intenté tener algo serio, mujer que al descubrir mi dinero me intentó usar. Algunas incluso llegaron a acercarse únicamente para saber si el rumor es cierto.

—Aunque el chisme sea cierto. Estoy segura de que eres mucho más rico por dentro— El castaño se echó a reír y enseguida fruncí mi ceño —¿Qué?

—Estoy seguro de que soy más rico por fuera— Me guiñó uno de sus verdosos orbes y entendí el doble sentido que le encontró a mis palabras.

—Eres un tarado— Mordiendo mi sonrisa, puse los ojos en blanco.

—Un tarado que está loco por ti— Me abrazó por la espalda y besó mi cuello.

Una vez dentro de la casa, Matt dejó la camisa de su disfraz sobre un hermoso sofá de tela color crema y tomando su celular, pidió dos pizzas.

No pude evitar sorprenderme por lo grande que era la sala, toda mi casa entraba en una de sus habitaciones. Había más de un sofá, era casi cuatro y dos individuales.

Mike tomó el control del enorme televisor y eligió la película que miraríamos; Matt se acercó a nosotros con unos packs de cervezas en sus manos y con la rubia lo único que hacíamos con era admirar el hermoso lugar en el que estábamos. Lo que más me gustó fue el hermoso ventanal que tenía en toda una pared, a través de él se podía ver la piscina y el discreto jardín. Todo era precioso.

—¿Miraran la película o la casa?— La voz del defensor nos sobresaltó.

El castaño apagó las luces, pasó su brazo por sobre mi hombro y me llevó con él hasta uno de los sillones frente al televisor. Me tendió una de las botellas y atrajo mi cuerpo hasta que quedé apoyada en su pecho. La rubia y su cita se sentaron en otro sofá. Mike no tardó en recostarse sobre las piernas de mi amiga. Matt me abrazó con uno de sus brazos en tanto apoyaba el otro en el codo del acolchonado mueble, el cual sostenía su botella.

En medio de la película, el timbre sonó y antes de que podamos reaccionar, el mariscal se apresuró en atender, para así pagar él. Con Cata ofrecimos el poco dinero que traíamos, ya que no creíamos que fuéramos a necesitarlo, pero mi chico se negó, "Nadie paga en mi casa" fueron sus palabras. Con una caja de pizza para cada pareja, repusimos las cervezas y seguimos mirando la película.

—Iré a cambiarme y te traeré una maya, Mike— Habló mi novio en cuanto los créditos aparecieron.

Besó mis labios fugazmente y subió al segundo piso, donde supuse estaba su habitación. Mientras esperábamos, aproveché para ojear las fotos que mi amiga había subido en sus redes sociales. Ella tenía un buen teléfono, por lo cual las fotografías salían perfectas. Eso aumentaba mis deseos de poseer una buena cámara de foto con la que pueda inmortalizar cada momento que sintiera fuera especial.

El dueño de casa volvió cambiado, ahora solo traía una maya negra con detalles en rojo que llegaba hasta sus rodillas. El elástico de su prenda comenzaba en su bajo vientre, dejando ver una sexy V y quedaba en el lugar perfecto en su espalda baja, mostrando cada músculo que su perfecto pecho tenía. Su torso estaba expuesto y cada abdominal parecía echo a la perfección.

Mordí mi labio inferior mientras lo observaba. Era hermoso.

—Ten— Una maya idéntica a la que él traía, pero azul y verde, cayó sobre la cabeza de Mike. Levantándose, el peli-negro se despojó de sus prendas superiores y cuando quiso seguir con las inferiores, Matt lo interrumpió —Ni se te ocurra.

Tomando una de las zapatillas que el defensor mismo se había sacado, se la tiró justo a la cabeza de este. Con Cata reímos y no tardé en sentir el cuerpo expuesto de mi chico abrazarme.

Cinco minutos después, Mike volvió. Miré a Catalina y estaba totalmente embobada viendo a los dos masculinos escasos de ropas.

—¿Te traigo un pañuelo para que te seques la baba?— Cuestioné sacándola de su transe. Entre risas me dio un suave golpe en el hombro.

El castaño prendió unas luces externas y automáticamente todo el jardín brilló. La piscina estaba totalmente alumbrada, incluso en su interior. Salimos detrás de él y dejando su cerveza en una de las orillas, se zambulló haciendo un perfecto clavado. Mike tomó carrera y saltando, sujetó sus piernas en el aire, salpicando todo al entrar al agua.

En cuanto salió a la superficie, Matt escurrió el exceso de agua de su rostro y me sonrió. Moviendo sus brazos, provocó mínimas olas y tras guiñarme uno de sus verdosos faroles, me invitó, en silencio, a entrar con él.

—No tenemos maya— Comenté, un poco tarde a la situación.

—Entonces hay que improvisar, petisa— Mordiéndose los labios, Cata levantó ambas cejas en tanto yo arqueaba una de las mías.

La rubia bajó el cierre de su vestido y este se deslizó sensualmente por sus piernas. Un rojizo brasier de encaje y las bragas que hacían juego, atrajeron la mirada de todos. Sin pensarlo dos veces, se lanzó al agua de la misma forma que su cita.

Me quedé paralizada por un segundo, aunque no tenía problemas con mi cuerpo, no quería sacarme la ropa frente a dos chicos. Con Matt era una cosa, pero frente a su amigo lo dudaba.

—Sonrisitas— Me llamó y con su galante sonrisa, me convenció.

Lentamente, me despojé de mi disfraz. Mi ropa interior era parecida a la de mi mejor amiga, pero en color negro. Una de las pocas diferencias que nuestros cuerpos tenían, era que yo tenía más busto que ella mientras que la rubia tenía más culo que yo. Cuando estuve parcialmente desnuda, descendí por las escaleras y poco a poco, me fusioné con el agua.

—Tienes buen ojo, Matt. Es una bomba— Comentó Mike.

El delgado masculino se había quedado boquiabierto, lo cual aprovechó mi mejor amiga para hacerlo tragar agua. Mi chico no se quedó atrás y aferrando sus dedos a la negra cabellera de su amigo, hizo presión para sumergirlo, sin importarle que su este pataleara en forma de protesta.

Al cabo de unos segundos, el castaño lo soltó y su compañero de equipo empezó a dar grandes bocanadas de aire a la vez que agarraba fuertemente su pecho.

—Casi me mata— Susurró, haciéndonos reír a todos.

Cuando el agua rozó mis muslos, mi mariscal favorito se me acercó y abrazándome por la cintura, me acompañó a meterme cada vez más adentro. Mi cuerpo daba inconscientes saltos, reaccionando a lo frío del líquido que nos rodeaba.

—Mete la cabeza. Así se te irá el frío— Me aconsejó sin separase de mi anatomía.

Cosa que agradecí, ya que el calor que su piel irradiaba me mantenía cálida.

Asentí relamiendo mis labios y tras saltar, doble mis piernas para hundirme. Al abrir mis ojos y encontré a mi chico frente a mí. No puede evitar no reír e inmediatamente amorfas burbujas de oxígeno, abandonaron mi boca. Antes de que el cloro irritara mis ojos y me quedara sin aire, subí a la superficie.

Los cuatro nos arrimamos a la orilla donde habíamos dejado las botellas y cada uno tomó la suya. La otra pareja rápidamente entabló una conversación que intercalaron con inofensivas salpicaduras encargadas de arrebatarles carcajadas. Los miré atentamente sentada en uno de los escalones. Me agradaba la manera en que Mike trataba a mi amiga, aunque era muy rápido para decir que la rubia le gustaba y gracias a las palabras de Matt sobre que él era un mujeriego, lo dudaba todavía más.

—Parece que se llevan bien— Comentó Matt sentándose a mi lado.

—Ella está enloquecida con él, no me gustaría que la lastimara— Me sinceré y pegué la boca de la botella a mis labios mojados.

—Mientras pueda evitar que sea un idiota con ella, lo haré. Pero creo que tu amiga le gusta bastante, aunque te prometo vigilarlo. Y si llega a lastimarla, ten por seguro que me encargaré de vengar cada lágrima que derrame por su culpa.

—Eres muy dulce ¿Lo sabías?— Susurré ladeando mi cabeza, conectando mis pupilas con las suyas.

—Y tú eres muy hermosa, sonrisitas ¿Lo sabías?—Mordí mi sonrisa y él volvió a guiñarme uno de sus orbes.

Le dio un profundo trago a su botella y arrebatándome la mía, dejó ambas sobre la baldosa a su derecha, la cual estaba detalladamente agujereada. Se levantó y tomando mis manos, me llevó con él. Nos guio hasta donde yo no conseguía hacer pie y mientras rodeaba mi cintura con uno de sus brazos, con su mano libre agarró mi muslo, para lentamente subirlo hasta su cintura.

Enrollé ambas piernas a sus firmes laterales y como ya no tenía la necesidad de sostenerme, tomó mi rostro entre sus manos. Podía sentir su piel bajo el agua rozando con la mía y eso producía una ola de escalofríos en mi interior, seguido por un incesante cosquilleo.

Cada parte de mi anatomía que acariciaba la suya, se topaba con un nuevo músculo, ninguno exagerado, todos con las dimensiones perfectas. Entonces sonreí al encontrar un apodo para él.

—No sé qué me has hecho, sonrisitas, pero estoy loco por ti— Confesó a centímetros de mi boca.

Mordí mi sonrisa y peiné su empapado cabello castaño con mis dedos. Justo cuando estaba por responderle, la voz de Mike nos interrumpió.

—Matt— Balbuceó el defensor —Le mostraré a Catalina donde queda el baño y de paso, el cuarto de invitados... Para que pueda dejar sus cosas.

—De acuerdo— Respondió mi chico sonriendo.

Sabíamos lo que en realidad planeaban y no tuve ni posibilidad de dudarlo cuando mi mejor amiga me guiñó uno de sus ojos a la vez que sonreía extremadamente feliz. Ambos abandonaron el agua, se envolvieron en las toallas que anteriormente mi precavido novio había traído y cuando sus cuerpos dejaron de gotear, entraron nuevamente a la casa.

—Por fin solos— Susurró el mariscal sobre mis labios —Toma aire— Soltó sonriéndome.

Me abrazó con fuerza y cuando notó que había hecho lo que me pidió, pegó sus labios a los míos y haciendo peso muerto, nos hundió. Cubiertos totalmente por el fresco líquido lleno de cloro, el beso continuó y no tardó en mutar a uno de pasión. Invadiendo nuestras húmedas cavidades y rozando con nuestras lenguas, el agua se infiltró. Me pegó más a su hirviente anatomía, evitando que pudiera alejarme de él. Tras el escape de burbujas de oxígeno, apoyó uno de sus pies sobre los celestes cuadraditos del piso y nos impulsó hacia arriba.

Inmediatamente me separé de él y sin dejar de sonreír, volví a respirar con necesidad. Mi pecho reaccionaba, inflándose y desinflándose una y otra vez, buscando bruscamente el oxígeno que había perdido.

—Mira— Señaló el cielo y escurriendo el exceso de agua de su rostro, peinó su cabello hacia atrás —La luna brilla para nosotros.

El negro firmamento de la noche estaba cubierto de estrellas, no había ni una sola nube que bloqueara alguno de los lejanos astros. La luna estaba completa y su resplandor era increíblemente poderoso. Su brilloso reflejo estaba justo sobre nosotros y nos encerraba en una blanca esfera que bailaba con el movimiento del agua.

—Me encantaría poder volver eterno este momento— Relamí mis labios y pasé mis brazos detrás de su cuello, aferrándome a él.

Sonriéndome, me besó fugazmente y sumergiéndose, se liberó de mi agarre. Flotando, lo vi emerger y seguidamente, abandonar la piscina. Tomó algo de una reposera, regresó descendiendo por las escaleras y con una mano en alto, volvió a mi lado. Enredó su brazo derecho a mi cintura y me alzó sin esfuerzo alguno. Nuevamente pegada a su ardiente piel, posicionó la mano que no había tocado el agua frente a nosotros y sonreí al ver la cámara frontal de su celular captándonos.

Tomó varias fotos: en una sonreíamos, en varias nos besábamos, incluso bajo el agua, y en unas cuantas más ya habíamos comenzado a jugar y hacer caras.

—Salgamos. Estás temblando— Bloqueó su teléfono y me llevó hasta los escalones. Cuando estuvimos fuera del agua, pasó una toalla sobre mis hombros —Tienes frío. Debes darte un baño.

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