Gardenia © ✔️ (TG #1) [EN LIB...

By ZelaBrambille

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Novela publicada por Nova Casa Editorial, disponible en librerías de España y América Latina. * * * Tessandra... More

Gardenia ©
GARDENIA EN FÍSICO
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Personajes
Introducción
🦋 Prefacio 🦋
Capítulo 01
Capítulo 02
Capítulo 03
Capítulo 04
Capítulo 05
Capítulo 06
Capítulo 07
Capítulo 08
Capítulo 10
Capítulo 11 parte I
Capítulo 11 parte II
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Epílogo
Extra | Un baile para recordar
Extra | Carta de una mariposa dorada

Capítulo 09

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By ZelaBrambille

🦋


T E S S A N D R A

Me estoy quedando dormida cuando alguien se levanta de forma apresurada, el movimiento hace que salga de mi letargo. Abro los párpados pesados con lentitud y suelto un suspiro.

—¡Tess, Lili está vomitando! —grita mi madre desde el baño.

Salto del susto, me levanto lo más rápido que puedo con movimientos torpes y esforzándome por no chocar con los muebles. Lili está inclinada estremeciéndose frente al escusado, vomita un líquido sanguinolento. Mamá soba su espalda trazando círculos, me lanza miradas cargadas de preocupación.

—Cuida a Lili, voy a hablar con el doctor.

Obedezco su orden. Me acerco a mi hermana, quien sigue sacudiéndose por las arcadas.

—¿Te duele algo, princesa? —pregunto, la aprehensión me cierra la garganta. Ella jadea, cierro los ojos tratando de mantenerme tranquila porque lo que menos necesita es preocuparse por mí ahora.

—El estómago. —Entonces, se endereza. Su rostro está pálido, no hay color en sus labios ni rubor en sus mejillas—. Siento que se me va el aire, Tess, quiero sentarme.

Suelta quejidos que me atormentan, luce como si no tuviera la fuerza suficiente como para levantarse, así que la tomo del brazo y la conduzco fuera del baño, sin saber cómo aliviar su malestar. La siento en el sofá de la sala y me dirijo hacia el refrigerador para tomar una jarra de agua. Escucho a mamá hablar con el doctor, entretanto lleno un vaso para dárselo a Lili, a veces tomar agua la distrae.

—Sí, varias veces y con sangre la mayoría... La he visto toser mucho también... Perfecto... —No me había dicho que había vomitado.

Guarda silencio para escuchar la respuesta del otro lado de la línea, lo demás no lo distingo ya que me dirijo hacia la sala una vez más. Localizo a Lili, quien está con los ojos cerrados, me siento junto a ella y toco su antebrazo para llamar su atención.

—Princesa, despierta, te traje un vaso con agua —digo con tranquilidad, pero mi entrecejo se tensa al no obtener respuesta por parte de ella—. ¿Lili?

Muevo un poco su brazo, pero no se mueve. Siento cómo el pánico se acumula en mi garganta y me revuelve el estómago, llevo el dedo medio y el índice hacia su cuello para palpar el palpitar de su corazón.

—¡Mamá! ¡Lili se desmayó! —grito.

Sale de la cocina, aún con el teléfono en su oreja.

—Doctor Callahan, Lilibeth acaba de desmayarse. A Albany Avenue 540. De acuerdo, lo vemos en el hospital... —Cuelga.

Esperar que llegue la ambulancia es una tortura.



Casi puedo escuchar los movimientos de las manecillas en mi cabeza, más de las cuatro de la mañana y aún no han podido decirnos qué pasa. Estoy sentada en el sillón blanco del hospital. Mamá no deja de dar vueltas por toda la sala de espera, los ojos de la enfermera del turno nocturno la siguen como pelotas de ping pong, ruedan de un lado a otro.

Cuando llegamos al hospital, el doctor Callahan ya nos estaba esperando e inmediatamente pasaron a Lili a una habitación para hacer la revisión. Una hora después lo vemos salir, me pongo de pie con premura y observo su rostro buscando alguna señal. No sonríe, no trae buenas noticias.

—Solo fue un desmayo, ya está despierta. Los vómitos se deben a una infección gastrointestinal. Sin embargo, quiero que hagamos otros estudios. Se le va a extraer líquido cefalorraquídeo de la columna vertebral, esto es para cerciorarnos una vez más de que el cáncer no ha migrado —dice y guarda silencio, quizá para que entendamos sus palabras—. ¿Están de acuerdo?

—Pero si ya le realizaron la prueba antes, ¿por qué de nuevo? —pregunto con los hombros decaídos.

—Tess, tú sabes que el diagnóstico puede cambiar de un momento a otro —responde y tiene razón, lo sé a la perfección, pero eso no hace que duela menos—, quiero estar seguro para no correr ningún riesgo.

—Eso quiere decir... —No puedo terminar la frase.

Le doy una mirada de reojo a mamá, quien se limita a escuchar, sus labios son una línea rígida.

—Solo queremos confirmar el diagnóstico y si hay algo más poder actuar de inmediato.

Cierro los párpados con dolor.

—Haga lo que tenga que hacer —responde mamá.

Yo me he quedado pasmada, apretando los puños, quiero golpear algo para desahogar el enojo que llevo dentro. El doctor Callahan sonríe con tristeza y asiente, se da la vuelta y regresa por el pasillo. Nos quedamos solas.

—Va a estar bien, hija —susurra. Me veo reflejada en los grandes ojos marrones de mi madre y la abrazo, me refugio en ese pecho que nunca me ha dejado. Permanecemos quietas y unidas por sus brazos y los míos.

—¿Por qué no me dijiste que había vomitado?

—Lili no quería preocuparte, me pidió que no te dijera.

—No le vuelvas a hacer caso.

Yo estaba pensando en tonterías en lugar de estar con mi hermana, si me hubiera dicho no habría perdido el tiempo.

—Ya van a ser las seis de la mañana, tienes que ir a la universidad, ya sabes que estos estudios demoran todo el día y no nos dejan pasar a verla.

—No, me voy a quedar contigo —refuto.

—Tess, de nada serviría. —No respondo, ella suelta un suspiro de cansancio, estoy segura de que no ha dormido ni comido bien. Cuando mi hermana está en tratamiento se dedica por completo a ella—. Tengo dos hijas, una está en este hospital y la otra no puede encadenarse a esto también, no quiero que tu vida gire en torno a la enfermedad de tu hermana, Tess, ¿crees que no me doy cuenta? Eres fuerte e intentas ocultar tus sentimientos, pero te conozco y no voy a dejar que vivas una vida que no te pertenece. No necesitas castigarte para demostrarle tu amor.

Me escondo para que no me vea, como si fuera una niña pequeña me refugio en su abrazo, tengo miedo.

—El otro día hablamos y me dijo muchas cosas. A ella le duele, Tess, necesita tu apoyo y cariño, no tu vida —susurra. Lo cierto es que se la daría si pudiera.

Trago saliva para aliviar la tensión que se ha acumulado en mi garganta y respiro varias veces para tranquilizarme.

—¿Me llamarás si pasa algo? —cuestiono.

Deshago el abrazo y la observo, esperando una respuesta.

—Lo haré. —Sonríe y me da un beso en la frente—. Te amo.

—También te amo, mamá.



Cuando llego a la casa el reloj marca las siete en punto, tomo una ducha rápida y me visto mecánicamente con lo primero que veo en el armario, no hago nada por mi apariencia porque ni siquiera quiero mirarme en el espejo, mis ánimos están por los suelos. Después de desayunar me dirijo a la parada de autobuses.

El camino a la universidad es monótono, solo que esta vez cada segundo que transcurre se siente como si un abismo se abriera a mis pies, esperar los resultados de los análisis es horrible, es agonizante no saber lo que está pasando.

Entro a Hushington y camino hacia la facultad.

Me sumerjo en el mar de casilleros de mi edificio, me detengo en el mío para sacar los libros, busco el aula correspondiente. Encuentro a Maggie sentada en una mesa y me siento a su lado, me da una mirada de soslayo, ella sabe que pasa algo, veo la indecisión en sus ojos, después de un segundo se decide.

—¿Qué pasa?

—Lili se puso mal —contesto, apesumbrada—. Está en el hospital, le están haciendo más análisis porque anoche vomitó y se desmayó.

Ay, Tessilly. —Pasa un brazo por mis hombros para abrazarme—. No llores, todo va a estar bien y, si no lo está, tu hermana te tiene para ser fuerte, ¿no?

Asiento con la cabeza llena de seguridad, y así nos quedamos.

Maggie y Gina son las únicas personas con las que puedo hablar de estas cosas, en casa es imposible porque no quiero preocupar más a mamá, a veces creo que ninguna de las dos quiere preocupar a la otra, así que nos quedamos calladas.

Lo que me gusta de la compañía de Mags es que comprende, ella vivió lo que yo vivo, sabe cuándo quedarse callada o cuándo dar palabras de aliento; pero, sobre todo, la admiro. Ha vencido los obstáculos y ha luchado contra sí misma para superar la muerte de su hermano.

Las horas pasan sin que las note, a la hora del almuerzo Maggie me habla sobre la cena de ayer con sus padres, al parecer el señor Joseph Thompson viajó a Georgia para negociar una nueva franquicia de su agencia, y por supuesto que toda la familia está contenta, o al menos aparentan estarlo. Yo no entiendo mucho ese código que hay entre la gente con dinero, no pueden hablar si no lo tienen, no pueden pedir ayuda, nadie debe darse cuenta de los problemas como si de verdad fuera posible alcanzar la perfección.

El padre de Mags tampoco manejó bien la muerte de su hijo, Maggie me ha contado que siempre lo encuentra mirando sus fotografías en su oficina con melancolía. Supongo que es normal querer revivir recuerdos, recordarlos para sellarlos permanentemente en tu memoria, es una manera de mantener vivas a las personas.

Puedo entender eso, lo que no comprendo es el rechazo que sienten hacia Margaret ni que la obliguen a fingir que son felices. 


* * *


D A N 

Después de que mi equipo gane en el debate y todos se feliciten con cortesía por el buen desempeño, salgo de la sala de conferencias. Aflojo la corbata mientras me dirijo al casillero y desabrocho los botones del cuello. Frente a mi taquilla me deshago del saco, lo guardo ahí para no cargarlo todo el día, y arremango las mangas de mi camisa.

No hay tanta gente en la cafetería, tal vez se deba a que es demasiado temprano, la fila para obtener el almuerzo no es larga, agarro cualquier cosa antes de buscar un asiento. Algunos miembros del equipo de fútbol ya están sentados en la mesa que solemos usar, junto a un par de animadoras. Max está sentado junto a Amber, él me dedica una mirada de advertencia que logro descifrar.

Entre él y yo siempre ha existido una barrera, al principio éramos buenos amigos, nos conocemos desde chicos, pues asistíamos al mismo colegio. La adolescencia nos pegó y todo se fue al infierno, yo no sabía de su enamoramiento por Amber hasta que me acosté con ella, él lo sintió como una traición. La amistad se rompió, aunque todo el mundo nos vea como grandes amigos. Yo era muy tonto como para resistirme a una chica como ella, eran mis primeras veces y sí, debo admitir que antes creía que podíamos tener algo especial, en medio de mi ingenuidad me permití creer que Amber era igual a mí y que podíamos ser tristes juntos, luego me di cuenta de que ella no ama a nadie.

Aun así, es hermosa, y sé que dentro de ella hay algo que no le muestra a nadie, solo a Max, eso es lo que él no entiende. Amber se acuesta con todos menos con él porque es especial para ella, entiendo su punto, cuando eres tóxico y tienes algo así no quieres perderlo.

Él echa espuma por la boca cada vez que la ve coqueteando con alguien, pero nunca lo dice. Y cuando esos flirteos van dirigidos hacia mí, la molestia aumenta, tanto que se termina yendo. Amber está todo el tiempo sobre mí, creo que no le importaría en absoluto si algo malo me pasara, pero sí nos hemos acostado un montón de veces y todo el mundo lo sabe.

Los dos me ignoran cuando me dejo caer en mi asiento, Miles está tonteando con una chica de primero y Beaton come su hamburguesa con patatas fritas.

Los vellos de mi nuca se erizan, alzo la vista.

Relamo mis labios al verla, su cabello es liso el día de hoy, me dan ganas de cepillarlo con los dedos. Recuerdo lo que pasó el viernes, ese beso me dejó sediento, con ganas de más. Si cierro los ojos todavía puedo sentir sus curvas pegándose a mi cuerpo y los suspiros suaves que soltaba cada vez que la apretujaba contra mí.

Me remuevo con incomodidad, mis dedos pican. Tengo que apartar el recuerdo de mi cabeza si no quiero que ciertas partes reaccionen y me delaten.

Está sentada a un par de mesas de distancia, puedo ver su rostro desde mi posición.

—¡Vaya!¿Pero qué tenemos ahí? —exclama Max, analizando a Tess.

¿En qué momento me pilló observándola? Él se percata de mi incomodidad, lo cual le parece divertido, pues alza una ceja y vuelve a mirarla.

Amber hace una mueca cuando deja de ser el centro de Maximilian, se cruza de brazos y mira con molestia a la persona que le ha robado la atención. Bufa, su cabello rebelde se mueve por el aire.

—¿Por qué tanto alboroto por esa chica? ¿Eh? Dan no deja de perseguirla, James me obligó a no soltarle mierda cuando se sentó en mi mesa, y ahora tú me ignoras. —Se dirige hacia Max. La comisura de este tiembla, pero no le responde, se queda en silencio—. ¿Max?

—Se ve agradable —dice.

Rechino los dientes, no sé si lo dice para molestarme o para molestar a Amber, o tal vez quiera molestarnos a los dos. La rubia resopla.

—¿Agradable? No tiene clase, es corriente, irrespetuosa y ordinaria, lo único bueno es que es amiga de Margaret Thompson. Además, la vi haciendo voluntariado en la biblioteca, por lo tanto, es becada. —Hace una mueca de asco. Amber tiene algo contra los becados, no sé a qué se debe ese desprecio si su padre da mucho dinero para que las becas se sigan otorgando—. Deberían reconsiderar con quien se juntan y de qué lado están, ¿no lo creen?

—Beaton es becado —dice Max, girando la cabeza para mirarla, ahora con disgusto y con justa razón, Beaton y él son muy unidos. El mencionado observa su bandeja como si quisiera fundirla.

Amber sabe que está ahí, sin embargo, le importa un carajo que otros se sientan mal siempre y cuando ella quede en la cima.

—Lo sé, gracias al cielo está del otro lado de la mesa —responde, encogiéndose de hombros.

—Quizá los becados no tienen tu clase, Amy, pero tienen más valores —suelta Max, al tiempo que se pone de pie, enfurecido. Beaton lo sigue.

La mesa se queda en silencio, las animadoras le lanzan miradas a Amber, como si esta tuviera que darles permiso para seguir en la mesa, se relajan cuando esta sigue comiendo como si no hubiera ocurrido nada.

Se da cuenta de que la estoy mirando.

—¿Qué? —pregunta a la defensiva.

—¿Por qué eres tan perra? Sabías que Beaton estaba ahí.

Deja la manzana y me regala una sonrisa sarcástica.

—¿Ahora que te diste un baño de pueblo con esa zorra vas a darte golpes de pecho? ¡Por favor! Tú y yo venimos de donde mismo, somos iguales, Dan, no creas que eres mejor solo por sentir lástima por un par si toda la vida has carecido de sentimientos.

No.

Me pongo de pie.

—No importa si no quieres aceptarlo, cariño, la mierda no olerá mejor, aunque use perfume.

Me largo porque no quiero verla ni escucharla.

Me dirijo hacia la mesa de Tess con los puños apretados, respiro hondo. Solo entonces me percato de los pozos negros debajo de sus ojos. No es la persona más expresiva, pero no se ve feliz. Margaret habla mientras ella la contempla, perdida.

—¿Puedo sentarme? —Me detengo en el costado de la mesa, las dos miran en mi dirección. Mags abre la boca con asombro y la castaña asiente—. ¿Estás bien?

—Por supuesto —responde y sonríe con tristeza. Necesito más información, sin embargo, sé que no me dirá mucho, es de pocas palabras.

—Creo que me estás mintiendo. Si no me vas a contar la razón al menos déjame animarte o ayudarte a sacar lo que sea que te tiene así —pido, aunque no tengo una idea de qué podría animarla.

—¿Y qué piensas hacer para ayudarme? —susurra y muerde su labio reteniendo la sonrisa.

—¿Por qué no descubres eso tú misma?

—¿Eso es un reto?

—Lo es, mariposa.

Ella entrecierra los ojos y hace ese movimiento con su barbilla, indicándome que tiene la última palabra. Por un momento creo que va a mandarme a la mierda o a un lugar peor, luego sus comisuras tiemblan.

—De acuerdo.

Eso es todo lo que necesito para levantarme con su mano en la mía, mientras veo la cara desconcertada de Margaret. A lo lejos veo que James entra a la cafetería y me ubica, cuando nota quién está sentada frente a mí acelera el paso, creo que Tess se da cuenta de ello pues no pone objeción, se despide de su amiga con una sonrisa. Salgo corriendo de la cafetería sin soltarla hasta que llego a la camioneta, la ayudo a subir y después subo en mi asiento.

Emprendemos una carrera, ella silenciosa y yo queriendo sacarle plática. Me pregunto qué le pasa, no me atrevo a interrogarla, a pesar de que tengo un montón de cuestiones en la punta de la lengua. Hay algo misterioso en ella, no sé si eso es lo que me atrae o que cada vez que me mira me pierdo en el nubarrón.

Aparco afuera de este viejo gimnasio al que iba al inicio de mi adolescencia, me gustaba practicar boxeo y el coach es uno de los mejores entrenadores de la ciudad. Después descubrí que el fútbol americano me gustaba más, así que dejé de venir, decidí colgar un saco en mi casa para desahogar mi frustración cuando el fútbol no es suficiente.

Desciende del vehículo antes de que pueda acercarme.

—¿Qué hacemos aquí? —cuestiona, dudosa.

—Ya lo verás —respondo.

En el interior, el suelo está cubierto por una alfombra azul, las paredes de los costados están hechas de espejos. Hay una larga fila de caminadoras a mi izquierda, y al fondo hay aparatos para hacer levantamientos de pesas, así como multi estaciones. A mi derecha se está llevando a cabo la clase de bicicletas, hay un hombre al frente dirigiéndolos a todos, gritando qué es lo que están haciendo mal. Saludo con un asentimiento al dueño del lugar, quien se acerca y choca el puño conmigo, intento ignorar la punzada de celos cuando barre a Tess y sonríe con apreciación.

—Un milagro que nos visites, Adams —dice cruzándose de brazos—. ¿Vienes a visitar el saco?

—¿Está libre el salón? —pregunto a lo que asiente—. ¿Me lo prestas un rato? Ya sabes el número de la tarjeta, al salir te firmo el recibo.

—Claro, pasa. —Me da una señal con su barbilla antes de girarse para seguir vigilando las rutinas de sus clientes.

Me sé de memoria el camino, por lo que no me detengo, me interno en un pasillo lleno de cuartos, esta zona es para la gente que quiere más privacidad. Llegamos al área más apartada, me acerco a un estante para tomar unos guantes de color rojo intenso y se los tiendo a una Tess que me mira con los ojos bien abiertos.

—Póntelos, por favor —pido. Ella los acepta con la frente arrugada por la confusión, pero se los pone de igual forma—. Siempre que estaba enojado o triste venía aquí y golpeaba ese saco hasta que me sentía un poco mejor.

Estudia la gran pera que cuelga del techo y después me clava sus pupilas. Parece analizar el entorno, vuelvo a sentir que me dejará ahí parado y saldrá creyendo que soy un idiota. Sorprendiéndome una vez más, respira profundo y se acerca al saco.

—Debes mover la cadera, empieza con golpes suaves, no queremos que te lastimes —aclaro.

Comienza a moverse y, aunque su ritmo es torpe, los golpes los da con decisión y sin titubear. Le explico en un par de ocasiones cómo colocar los brazos y las piernas, mis palmas ruegan por tocar su piel. Uno, dos, tres y luego pierdo la cuenta porque es fantástico contemplarla haciendo box. Pronto comienza a lanzar grititos, a bufar, decir maldiciones y sudar. Cuando se cansa, se detiene, en realidad no sé cuánto tiempo pasó repartiendo golpes.

Sin embargo, quiero golpearme el rostro por no haberme dado cuenta de su rostro arrugado con lo que creo que es dolor, el problema es que no parece estar lastimada físicamente. Reconozco sus sentimientos, yo también los siento, es mentira lo que Amber dice.

Tess se saca los guantes, estos caen al piso, luego alza la cabeza y me mira. Se acerca dando zancadas largas y se detiene frente a mí. Hay algo en su mirada que me invita a cerrar los espacios entre los dos, hay cierto magnetismo que me impide ignorarla. Mi cuerpo se enciende tan pronto la tengo a escasos milímetros de distancia. Mis manos cobran vida y se posan sobre sus caderas, su piel quema debajo de su ropa, quiero arrancársela.

—Hazme olvidar, aunque sea por un segundo —ruega.

Suelto el aire contenido en mis pulmones y, como si fuera una orden, engancho mi brazo a su alrededor y la pego a mí justo como había querido hacer desde el primer día que la vi. No sé qué quiere olvidar, tampoco me importa si me está utilizando.

Tomo su boca y la beso con pasión, intento controlar la respiración pues de pronto me siento muy agitado. Con mi mano libre cepillo ese cabello tan suave y echo su cabeza hacia atrás, ella me deja morderle los labios, me permite apretujarla. Se pone de puntitas y se cuelga de mi cuello.

Mis manos descienden acariciando su espina dorsal y ahuecan su culo, el cual se tensa al sentirme. No continúo hasta que se relaja en mis brazos. Aprieto su trasero mientras sigo besándola y disfrutando de sus suspiros.

Rompo el beso para besar su oreja, ella se retuerce, tira de mis cabellos y me vuelve loco. No dice nada cuando empiezo a caminar para llevarla a un lugar más seguro, donde nadie pueda vernos si a alguien se le ocurre interrumpir. Hay un bañito en el fondo de la sala.

Una vez ahí, le doy la vuelta. Tess ladea el cuello para darle espacio a mi barbilla, para que siga besando su piel erizada. La abrazo desde atrás.

Por encima de la ropa tiento sus pechos, sus pezones duros me hacen gruñir. Mi otra mano desciende por su abdomen hasta llegar al botón de su falda, jugueteo con el borde de la prenda, dándole a entender lo que voy a hacer, cuando ella me restriega su trasero desabrocho el botón.

Mi mano se cuela dentro de la tela, gimo de placer al sentir la calidez esperándome. No me detengo hasta que siento que reacciona a mis caricias y explota en mil pedazos y se apoya en mi pecho soltando un suspiro.

—¿Funcionó? —pregunto, agitado.

—Funcionó —contesta. Gira la cabeza y se inclina para depositar un beso en mi comisura, y ese mínimo contacto me hace sentir más que todo lo anterior. 


* * *


T E S S A N D R A

Al llegar al hospital me encamino a la sala de quimioterapias. Las busco con la mirada y las encuentro en ese sillón reclinable en el que ella acostumbra sentarse. Mamá está dormida en una silla, mientras mi hermana la vislumbra. Por un momento veo un destello de tristeza cruzar su mirada, y me duele el corazón.

Me acerco de puntitas para no hacer ruido, me encuentra antes de que pueda llegar a su lado y sonríe. Me coloco a su costado y tomo su mano, entrecruzo nuestros dedos. Pasados unos minutos, su mano se aferra a la mía, la aprieta hasta que me duele.

—Puedes llorar, princesa, yo estoy aquí —susurro y hace eso, suelta unas cuantas lágrimas, se deja llevar por el agotamiento. Luego, su rostro se contrae y agacha la cabeza, como si estuviera avergonzada— ¿Cómo te sientes?

—Bien, el doctor Callahan dijo que mañana estarán los resultados de los exámenes.

Hay niños que se asustan cada vez que entran solos a esos cuartos fríos llenos de agujas y aparatos. Lili solo cierra sus párpados, las primeras veces entramos con ella, un día nos dijo que quería hacerlo sola.

—Eso es genial —digo sonriendo. Me dejo caer en la otra silla libre para acompañarla e intento hablar en voz baja para no despertar a mi madre, necesita descansar—. ¿Por qué le dijiste a mamá que no me dijera sobre los vómitos?

Lili se encoge de hombros.

—Solo eran vómitos.

—Me interesa todo lo que tenga que ver contigo, prometo no preocuparme tanto, ¿de acuerdo?

—Estás mintiendo. —Hace un puchero—. Tú siempre te preocupas.

—Quiero cuidarte, Lili, por favor no me oculten estas cosas.

Hablar con ella es como charlar con una persona adulta, parece una pequeña mujercita.

—Ya me cuidas, Tess, quizá más de lo que deberías. A veces me siento muy inútil porque no puedo hacer lo mismo por ti, si pudiera lo haría, ¿lo sabes? Tú y mamá son mis personas favoritas.

—Tú eres mi persona favorita, princesa, y ya haces mucho, no debes de sentirte de esa manera, no tienes idea de lo felices que nos haces a mamá y a mí.

—¿Eres feliz, Tess? —Se me queda mirando, expectante. Me conoce más que cualquier otra persona, y probablemente sabe que no lo soy—. Porque yo lo soy. Esta enfermedad es mía, Tess, no tuya, así que no la cargues sobre tus hombros.

—¿Sabes que de grande quiero ser como tú? —cuestiono con la voz temblorosa.

—¿Cómo yo? ¡No, Tess! Como yo no —sisea, frustrada—. ¿Quieres estar enferma? ¿Quieres tener leucemia?

—Quiero ser fuerte, como tú —digo.

—¿Fuerte? ¿Cómo yo? Tess, ¿hablas en serio? Si me alcanza el tiempo quiero ser como tú. Sé que, si llego a morir, moriré feliz por haberte tenido como hermana, por haber tenido a mi mamá porque siempre lucharon por mí. —No puedo con esto, me rompo y ya no soy capaz de esconderlo, llevo todo el día tratando de evitarlo, y aquí estoy, frente a ella, completamente rota. Una lágrima resbala por mi mejilla, dejando un camino helado—. Tessy, no llores, ¿sabes? El otro día, Rowdy me contó que leyó que todos en la vida venimos por una misión. Algunas personas tienen misiones pequeñas, otras tienen misiones grandes, otras misiones pesadas y, otras, misiones ligeras. Debemos descubrir la nuestra. Yo aún no descubro cuál es, sé que lo haré; pero tu misión, Tessy... tu misión es vivir por mí, vivir lo que yo no podré vivir. Y yo viviría mi vida muy feliz.

Lo confirmo otra vez, no podría soportar vivir la pesadilla de perderla.


* * *


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