Pinky Hair Boy - YoonMin [+18...

By LucAAoSora

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Park Jimin, un joven de veinte años y peculiar cabello rosa, aparenta ser un chico tierno e inocente, pero de... More

✨LIBRO OFICIAL EN FÍSICO✨
Prólogo
Capítulo 1 (Primer Arco).
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18 (Segundo Arco).
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
❤️ T R A I L E R ❤️
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36 (Tercer Arco).
Capítulo 37.
Capítulo 38.
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41.
Capítulo 42.
Capítulo 43.
Capítulo 44.
Capítulo 45.
Capítulo 46.
Capítulo 47.
Capítulo 48.
Capítulo 49.
Capítulo 50.
Capítulo 51.
Capítulo 52.
Capítulo 53.
Capítulo 55.
Capítulo 56.
Capítulo 57.
Capítulo 58.
Capítulo 59.
Capítulo 60.
Capítulo 61.
Capítulo 62.
Capítulo Final.

Capítulo 54.

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By LucAAoSora

«Si tuviera otra vida, definitivamente elegiría vivirla contigo...»

Corría y corría sin poder detenerse, del cielo nocturno caía la lluvia más fuerte nunca vista, sus piernas flaqueaban por el miedo y su llanto solo le impedía aumentar la velocidad.

Se detuvo en un callejón sin salida, desesperado por buscar la manera de escapar de aquel hombre de felinos ojos negros y frívolos que lo estaba persiguiendo. El joven de cabello rosa pastel sollozó y lanzó un grito ronco de angustia, golpeando la pared con sus puños, frunciendo su ceño hasta cerrar sus ojos, apretando fuertemente sus párpados hasta el punto del dolor. Comenzó a deslizar sus manos en la pared de ladrillos viejos mientras se dejaba caer al suelo, estrellando sus rodillas en él y salpicando el agua. Sentía la interminable lluvia golpeando en su cabeza y resto del cuerpo, no percibía ningún otro sonido debido a la intensidad con la que caía. Sentía frío, dolor, pánico, muchas cosas, pero nada bueno... Todo estaba yendo de mal en peor.

Sin embargo, el joven de cabello rosado notó cómo el agua dejaba de caer sobre su cuerpo, pero continuaba haciéndolo a su alrededor, cosa que llamó su atención. Volvió a fruncir su ceño, esta vez con confusión, e inclinó su cabeza hacia arriba para observar de qué se trataba. Vio lo que parecía un paraguas de color negro que lo cubría de la lluvia. Sintió un cosquilleo en su pecho al verse resguardado por alguien, por lo que se dio la vuelta para agradecer. Ya nadie lo perseguía.

Una cabellera de color platinado se encontraba de pie frente a él, sosteniendo un paraguas en su mano derecha y otro en la izquierda, con el cual cubría su débil cuerpo. En medio de la penumbra de la noche, logró ver una preciosa sonrisa de parte del otro, quien hizo un ademán con su cabeza para indicarle que se levantara. Algo en el ambiente había cambiado, ya no se sentía frágil, vulnerable o solo. No sentía pánico ni dolor, Jimin estaba feliz después de tanto tiempo.

—Suga hyung... —Susurró—. Gracias por venir, lo necesitaba.

El joven de cabello grisáceo parecía hablar, pues su boca se movía, pero ninguna palabra salía de él. Jimin escuchaba su voz distorsionada, como si se encontrara debajo del agua. Frunció el ceño con confusión, ladeando su cabeza e intentando entender lo que le decía. Comenzó a ponerse de pie, tomando el paraguas que le había dado entre sus manos lastimadas por haberlas golpeado en la pared. Jimin sintió un escalofrío al ver cómo la mirada del otro se tornaba cansada, lúgubre.

—¿Hyung? Se ve mal, ¿por qué no vamos a casa? —Preguntó con preocupación.

Él volvió a responder, pero Jimin no lo escuchaba. Solo veía sus labios moverse al ritmo de sus palabras y eso solo le impacientaba más, pues el ruido de la lluvia seguía intacto.

—No puedo escucharlo, hyung... —Su voz tembló al sentirse al borde de la desesperación—. ¿Qué sucede?

Una mirada llena de tristeza fue expresada por el pálido rostro de Suga, quien frunció sus labios y ceño con dolor. Parecía a punto de llorar y eso angustiaba a Jimin, quien quitó una de sus manos del paraguas para dirigirla hacia la mejilla derecha ajena. Sin embargo, en cuanto estuvo a punto de tocar, él corrió su rostro, soltando un suspiro lleno de melancolía. Evitó cruzar miradas con Jimin, quien ahora estaba completamente preocupado y herido por su comportamiento.

—¿Qué sucede...? Sabe que puede decirme, hyung —ahora pudo escuchar un poco de la respuesta del otro, pero seguía sin entender—. Vamos, confíe en mí.

—S... Lo... —se percibió—. Lo siento... —parecía que hablaba muy a la lejanía, sin embargo, pudo entenderlo.

—¿Por qué se disculpa...? —Tragó saliva en seco.

En cuanto Jimin preguntó eso, el cabello de Suga comenzó a tornarse de color negro y su expresión a cada minuto se volvía más frívola e insensible, cosa que lo alarmó. El ambiente empezó a cambiar, la lluvia cesó, el suelo se convirtió en arena y el callejón en un paisaje abierto con una casita de verano a la lejanía. El cielo estaba en el final del atardecer, hacía un poco de frío. Jimin se vio de pie frente a un Suga completamente diferente, uno que no reconocía. Tragó saliva en seco en cuanto él se hizo a un costado, dejándole ver aquello que su silueta antes tapaba.

—Por esto, Jimin... —susurró con una voz más ronca de lo normal.

Algo en su pecho presionó, lo que le provocó un dolor agudo que lo hizo caer de rodillas al suelo y llevó una mano hacia allí para arrugar la ropa. Frunció el ceño por la agonía, pero no separó su mirada de la escena que estaba frente a sus ojos. Esa escena que tanto lo había marcado. Escuchó tres disparos que congelaron su cuerpo en un instantáneo escalofrío. Sabía qué era lo que estaba sucediendo... Sus ojos se empezaron a llenar de lágrimas y su respiración se tornó irregular, solo sentía el dolor de volver a ver la escena que tanto daño le hacía. Estaba él, de catorce años, allí, saliendo de esa casa.

«¡¿Quién eres?! ¡¿Por qué lo hiciste?!», ese diálogo lo recordaba muy bien, lo estaba escuchando, salía de sus propios labios, de los labios del pequeño Jimin frente a sus ojos. «¡Responde, maldita sea! ¡¿Qué hizo mi madre para que la...?!».

Un disparo al aire calló sus palabras y esa silueta de cabello azabache, con un cubrebocas de color negro tanto como el resto de su vestimenta, se dio la vuelta para observar de reojo al joven Park Jimin quien lloraba desconsoladamente por la muerte de su madre. Todo pasó exactamente como lo recordaba. El Jimin de veinte años se encontraba junto a Suga observando desde la distancia a ese hombre, a ese asesino, que ahora estaba de espaldas a ellos.

Ese hombre de cabello negro volteó y caminó hasta colocarse frente al Jimin de veinte años. Pudo ver cómo ese tipo se quitaba el cubrebocas. Algo en él murió al instante en que vio esos finos labios, esos ojos felinos, esos rasgos tan conocidos. Sintió el tiempo detenerse y el sonido desaparecer. Suga ya no estaba a su lado, sino frente a él, siendo la misma persona que le quitó su felicidad tiempo atrás, siendo el mismo hombre al que odió durante toda su vida y al que juró asesinar frente al cuerpo de su amada madre.

—Te amo... —susurró la voz algo tétrica de su hyung.

—No...

«Despierta, Jimin...».

—Lo siento.

—¡Todo es mentira! —Sollozó, evitando verlo.

«¡Jimin! ¡Solo es un sueño...!».

—..., vamos! —la voz de Taehyung resonó tan real en sus oídos.

Sus ojos cafés se veían atentos a su reacción, miraban con preocupación. Jimin no podía despegar su vista de él y tuvo la incesante necesidad de llevar su mano derecha hacia el rostro ajeno para saber si en verdad era real. Acarició su piel suave y recibió una linda sonrisa de su parte cuando fue inesperadamente apresado entre sus brazos. No supo qué sucedía, pero dedujo que Taehyung estaba feliz... ¿feliz por qué? ¿Feliz por verlo? Frunció su ceño con confusión y correspondió al abrazo con lo poco de fuerza que le quedaba. Escuchó los susurros de su amigo que intentaba tranquilizarlo, o tal vez solo lo estaba imaginando, como solía suceder.

—Te traje comida, ¿bien? —Dijo mientras se separaba de él—. ¿Cómo te sientes?

—No tengo hambre, yo... —se calló al ver el brazalete en la mesita de noche.

Taehyung observó el objeto también.

—Vamos —insistió y volvió a ver a Jimin—. Si hoy sale todo bien, Hobi te dará una sorpresa.

—¿Sorpresa...? —Frunció el ceño con confusión. ¿A qué se refería su amigo y por qué no sentía nada de entusiasmo al respecto?

—¡Sí, apuesto a que te encantará! Toma, come... —dijo mientras colocaba el plato en la cama—. Es un estofado lleno, ¡llenísimo!, de calorías. ¿O vitaminas? ¿Proteínas? Bueno, lo que sea que te dé fuerzas, no lo sé.

Como lo supuso, no hubo reacción de su parte. Jimin no sonreía y eso era lo que más le dolía a Taehyung, quien iba a cuidarlo a cada momento, procurando que tuviera dulces sueños, que no se lastimara a sí mismo e incluso esperándolo fuera del baño cada vez que se daba una ducha... por miedo a que él hiciera alguna locura. A pedido de Hoseok, Taehyung había sacado cualquier objeto filoso, como las máquinas para rasurar, y todo tipo de que elemento que considerara apropiado para hacerse daño. No querían que Jimin se lastimara de peor manera, aunque nunca en esos meses había intentado hacerlo, pero prefirieron prevenir.

—¿Cómo están tus heridas? ¿Mejor? —Preguntó mientras veía cómo su amigo jugaba con la cuchara en el plato y lo observaba sin ganas—. Anda, come. Juro que te hará bien.

—Están... —hizo una mueca— mejor.

—Es bueno que no te suceda tan seguido ahora, ¿no lo crees? —Sonrió al ver que Jimin al fin comía—. Gracias.

—¿Gracias? ¿Por qué?

—Por no rendirte —bajó su vista, apenado—. Por ser fuerte como ahora.

«Simplemente yo no podría soportar eso...», pensó. Solo sonrió ante la mirada de confusión de su amigo, quien decidió continuar con su alimentación. Le ponía feliz ver que, de a poco, Jimin se recuperaba, hablaba más, incluso tenía expresiones más normales. Habían pasado ya casi dos semanas luego del último día en el que tuvo que curar sus heridas, y dos meses y medio ya escondidos de todo. No sabían nada de sus amigos, pero allí estaban, dispuestos a seguir adelante a pesar de todo. Dragón Dorado no iba a morir de esa manera, no les darían el gusto a sus enemigos.

—Jimin... —Habló luego de un rato, tomando el plato casi vacío—. ¿No quieres bajar? Hoseok no te ha visto desde hace tiempo.

—Quiero estar solo.

—Bien —sonrió.

—Gracias... —murmuró mientras el otro se preparaba para irse.

Taehyung lo miró con ternura, pensando que de repente se había vuelto el Jimin dulce que siempre fue. Así que revolvió un poco sus cabellos con alegría, se levantó y se dirigió con el plato hacia la puerta, dejándole el vaso de plástico lleno de agua por si después tenía sed. Avanzaba con lentitud, no quería dejarlo allí solo otra vez. Sabía que, si Jimin se quedaba en silencio, pensando en todo lo sucedido, empeoraría su situación, pero no iba a obligarlo a nada, él no era así. Se detuvo, recordando el brazalete que su amigo había visto pocos minutos antes, y se dio la vuelta para volver unos pasos hacia atrás, sosteniendo el plato en una sola mano para tomar ese objeto con la otra. Sin embargo, su muñeca se vio apresada por el agarre de Jimin, con una fuerza bastante inesperada, cosa que le hizo posar su vista en él.

—Suelta eso —susurró, viendo el objeto con mucha atención, sin pestañar.

—Lo siento... —dijo, liberando el brazalete—. Pensé que tú querías...

—No lo toques jamás —lo interrumpió con un tono más firme, soltando su muñeca de forma brusca y tomando ese objeto para apresarlo entre sus manos, como si fuera algo muy frágil.

Luego de meditarlo por un momento, Taehyung decidió retirarse de la habitación, preocupado por la expresión que había hecho su amigo. Se veía aterrador. Esas cosas le hacían pensar en qué podría suceder..., porque Jimin se encontraba "bien" ahora, ¿pero después? ¿Qué tanta seguridad le podían dar si no sabían en qué terminaría todo? Podían retenerlo allí, cuidarlo de aquellos que lo están buscando, pero era impredecible lo que haría cuando esa etapa pase.

Bajó las escaleras con cuidado de no tropezar y llegó, en silencio, hasta el vestíbulo, donde notó la silueta de Hoseok al lado de la ventana, quien observaba a través de la fina cortina lo que pasaba afuera. Sonrió con ternura, porque era demasiado lindo ver a su hyung con el ceño fruncido de esa manera. Se dirigió hacia la cocina que estaba bastante cerca y dejó los platos allí para limpiarlos después. Taehyung solo estaba cansado, necesitaba un respiro, olvidarse de todo por un momento, algo que seguramente también necesitaba Jimin. Salió de allí y se mantuvo bajo el umbral de la puerta, reposando sobre el marco. Observó a sus alrededores, viendo cada detalle. Le traía tantos recuerdos.

«¡Deja de molestar, Taehyung!», casi parecía que veía y oía lo que alguna vez sucedió allí.

«¡Quiero jugar con Hobi hyung!».

«¡Eres grande, madura un poco!».

Sonrió ante el recuerdo. Escuchaba las voces en su cabeza como si se tratara de una grabación, tan claras. Las imágenes llegaban distorsionadas a su mente, pero el sentimiento estaba allí. Tanta nostalgia le daba escalofríos. ¿Cómo fue que todo eso que alguna vez lo hizo feliz terminó así? ¿En qué se había convertido su vida? ¿Cómo él cambió tanto?

—Que nostálgico, ¿no lo crees? —Preguntó Hoseok, rompiendo el silencio y provocando que Taehyung diera un respingo.

Sonrió ampliamente y le observó con un brillo particular en sus ojos.

—Recordé ese día en el que te hice enojar y no sabía que más decir para que jugaras a los superhéroes conmigo —soltó una suave risa.

—¡¿Aún recuerdas eso?! ¡Es increíble que te comieras todos mis snacks!

Estuvieron un momento riendo por las memorias divertidas, pero el semblante de Taehyung se tornó serio, preocupando a Hoseok. Avanzó un poco hasta quedar frente al joven de cabello anaranjado y lo observó con atención. Se puso de cuclillas, reposando sus manos sobre las rodillas ajenas para hacer mimos, a pesar de que él no lo sintiera. Hizo una mueca de angustia, reteniendo las ganas de llorar y sintiendo cómo Hoseok soltaba una tierna risita para luego colocar sus manos sobre su cabello, jugando con las hebras. Posó su frente sobre las piernas ajenas y dejó que todo saliera al fin, lo que no se había permitido llorar en ese tiempo.

—Ya... no puedo jugar contigo, Hobi, ¿verdad? —Mordió su labio inferior, apretando las rodillas del otro con todas sus fuerzas.

—Eso supongo... Pero puedo ser un superhéroe, aun así —dijo con tonos divertidos, tratando de calmar a Taehyung.

Soltó una suave risita por su comentario que le recordaba tantas cosas del pasado.

—¿Sabes? Me gustó que pudiéramos ser héroes en la vida real —sollozó—. A nuestra manera. Tal vez no fue la mejor, pero fue genial.

—Sé que siempre quisiste una vida normal —sonrió, aunque no fue visto—. Y me seguiste incluso así.

Negó con su cabeza, friccionando su frente sobre las rodillas de Hoseok.

—Yo creo que ya... deberíamos terminar con esto —sorbió su nariz—. Irnos. Todos. Vivir lejos de los problemas.

—Sabes que eso no es... —se detuvo.

Taehyung alzó su cabeza para observar a Hoseok, quien tenía su ceño fruncido y miraba atento hacia afuera a través de las cortinas muy finas. Se extrañó ante esa actitud y se puso de pie, prestando atención a lo que sucedía. Pudo ver un vehículo oscuro que estacionaba frente a la casa y sintió un horrible escalofrío al pensar que los habían descubierto o que podía ser gente de J.M.P. Notó que el otro hurgueteaba en sus bolsillos hasta sacar una llave.

—Ten esto, ve al sótano y toma dos armas —le indicó—. Solo por las dudas.

—¿Sabes quiénes son? —Preguntó curioso ante su extraña calma, agarrando la llave.

—¡Tú solo ve! Yo estaré en la puerta, atento a lo que suceda.

El joven de cabello rubio comenzó a avanzar por la casa hasta llegar a la puerta del sótano, donde guardaban las armas bajo llave, ya que no podían ser tan imprudentes como para dejarlas al alcance de Jimin. Mucho menos sabiendo que su estado era inestable. Bajó las escaleras hasta llegar allí y buscó ese baúl en el que había lo que necesitaba. Tomó dos armas de fuego junto a sus hilos de obsidiana que hacía mucho tiempo no usaba. Regresó casi con desesperación, dejando la puerta sin cerrar. No lo pensó en ese momento, no tenía nada más en mente que la seguridad de Hoseok, pero ese error le costaría muy caro... Llegó hasta el vestíbulo, caminó un poco más y se asustó mucho al no ver a Hoseok allí, donde se había quedado. Se asomó por el arco de paso que separaba la entrada del vestíbulo.

—¿Hobi...? —Preguntó temeroso, viendo hacia la izquierda, ya que hacia la derecha estaba la puerta solamente.

—¡Estoy en la cocina! ¡Deja las armas y ven! —Indicó su voz.

Taehyung tragó en seco, pensando que estaba todo mal, pero dudando sobre eso al mismo tiempo, ya que la voz de Hoseok había sonado bastante divertida. Prefirió hacer lo que él le indicaba y, luego de asegurarse de que la puerta de entrada estuviera bien cerrada, dejó las armas en una mesita redonda que tenían en el vestíbulo, rodeada de silloncitos.

Hizo una mueca de incomodidad y se aproximó hacia la cocina finalmente, abriendo con cuidado la puerta y viendo al instante a Hoseok en su silla, cerca del lavaplatos, sonriéndole con ternura. Se relajó más, por lo que entró sin preocupaciones para acercarse hacia él con curiosidad. Debía preguntar qué era lo que sucedía.

—Dime qué sucede, hyung —dijo—. Sabes lo peligroso que es que...

Se vio detenido por unas manos que cubrieron sus ojos por la espalda, lo que le hizo dar un increíble respingo por el inminente susto. Estuvo a punto de soltar un golpe, de no ser porque Hoseok se empezó a reír, así que llevó sus manos hacia las ajenas y comenzó a recorrer la piel de esa desconocida persona, buscando algo que le pareciera familiar. Hizo una mueca porque no lo reconocía; era difícil saber de quién se trata solo por las manos, así que las tomó con gentileza y las separó de su rostro para entonces darse la vuelta.

—Hola, Tae... —dijo él, sonriendo con cariño.

Tuvo que pestañar varias veces para darse cuenta de que no era una ilusión. Sintió un escalofrío que recorría todo su cuerpo al ver sus ojos almendrados, su cabello, su piel, sus labios, al oír su voz. No lo podía creer. ¿Qué hacía él ahí? Vio casi en cámara lenta cómo se reía, con ternura. Sintió sus manos rodeadas por las ajenas y tragó en seco, tratando de decir algo, sin poder siquiera pestañar. Fue un instante lo que tardó en pensar, ya que se abalanzó sobre él y aprisionó su cuerpo entre sus brazos, sintiendo que era real. Lo abrazó con todas sus fuerzas, asegurándose de impregnarse en su aroma, deleitándose con su calor corporal, cosa que al otro lo hacía reír. Su cara aún se hallaba empapada por las lágrimas que había derramado hacía unos instantes, pero no pudo evitar soltar algunas más. Esta vez, de alegría. Se separó del abrazo y se dio la media vuelta con brusquedad para ver a Hoseok, intentando que este le diera explicaciones al respecto.

—A mí no me veas —le dijo.

—¿No me vas a decir hola? —Habló a quien había dejado de abrazar.

Volvió a verlo a los ojos y sorbió su nariz.

—Lo siento, Kook. Es que... —vaciló y llevó una mano al rostro ajeno—. Eres tú... Eres real, increíble —observaba maravillado y feliz, sin poder creerlo aún.

—Sí, soy real, tonto —carcajeó.

—Me costó encontrarlo, pero lo logré —dijo Hoseok, sonriendo—. Creo que será de mucha ayuda para Jimin.


EDICIÓN 2022.

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