Gardenia © ✔️ (TG #1) [EN LIB...

By ZelaBrambille

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Novela publicada por Nova Casa Editorial, disponible en librerías de España y América Latina. * * * Tessandra... More

Gardenia ©
GARDENIA EN FÍSICO
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Personajes
Introducción
🦋 Prefacio 🦋
Capítulo 01
Capítulo 02
Capítulo 03
Capítulo 04
Capítulo 05
Capítulo 06
Capítulo 07
Capítulo 09
Capítulo 10
Capítulo 11 parte I
Capítulo 11 parte II
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Epílogo
Extra | Un baile para recordar
Extra | Carta de una mariposa dorada

Capítulo 08

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By ZelaBrambille

🦋


T E S S A N D R A

Algunas enfermeras sonríen al verme y asienten en mi dirección cuando entro al hospital. Recorro las instalaciones y le pido un pase a la enfermera que está en la recepción, ella solicita mi identificación antes de entregarme la cartulina de color azul con la palabra «visitante». Ya me conocen, de todas formas, tienen que seguir el protocolo.

La sala de quimioterapias es una de las habitaciones más divertidas, los peces cuelgan del techo y en las paredes están pintados los tentáculos de un pulpo, los cuales terminan detrás de cada sillón, simulando que atrapan a la personita sentada ahí. Son ocho sofás en cada cuarto, cuatro de un lado y cuatro del otro.

Lili está sentada en el número tres, mi madre se encuentra conversando con la enfermera Mildred, me dirijo a la silla desocupada al lado de mi hermana y me dejo caer. Ella esboza una sonrisa que llega hasta los ojos.

—¿Rowdy te visitó hoy?

—Sí, se quedó un rato, pero se fue porque tiene mucha tarea.

Rowdy Willburn es el amigo de Lilibeth, lo conoció en este hospital. Tenía cáncer de piel, afortunadamente venció la enfermedad e hizo que decenas de luces iluminaran el hospital. Ahora viene casi todos los días a visitar a mi hermana, o va a la casa. Son inseparables.

Él era un niño bastante solitario y serio, tanto que las enfermeras se sorprendieron cuando este empezó a hablar con Lili, y no solo eso, dejó de hacer pataletas y de ser grosero.

La veo tragar saliva, conozco ese gesto. Tomo su pequeña mano con rapidez y entretejo nuestros dedos. Lili los aprieta con mucha fuerza, mi mano duele y siento que sus dedos van a fundirse a los míos, pero no me importa porque sé que le duele muchísimo más y solo traga saliva para aguantar.

Cierro los párpados hasta que el apretón se suaviza, no soy capaz de ver su logro nublado por el dolor, eso sí que no puedo soportarlo. La impotencia y la amargura me rompen el corazón.

De pronto, sus ojitos se iluminan. Se escucha una trompeta y el dolor pasa a segundo plano. Todos guardan silencio y se carcajean cuando entra un payaso con nariz de plátano. La psicóloga del hospital ha implementado una medida para que las quimioterapias sean llevaderas y que los niños y padres no caigan en depresión. Además de las consultas personalizadas, está la risoterapia. Y funciona, hasta el niño más duro sonríe, hasta yo termino carcajeándome al final. Cuando ellos están se te olvida que te encuentras en un hospital.

Cuentan chistes, hacen formas con globos y realizan actividades para que los niños participen. Los fines de semana vienen y hacen el espectáculo, pasan a todas las salas y habitaciones a entregar dulces y a hacer reír a las personas. Si me preguntaran cuál es una de las profesiones más hermosas, diría que esta. Hacer que alguien que sufre olvide su dolor, seguramente es maravilloso.



Mi rutina de cada noche vuelve la misma de cada semana. No me olvido del escarlata de los labios ni del antifaz que se amolda a mis pómulos y cubre casi la mitad de mi rostro. Me quedo quieta frente al espejo y respiro profundo.

The Garden está lleno, puedo escuchar el ajetreo desde el pasillo detrás del escenario. Me asomo por una rendija de la cortina y recorro con mis ojos el sitio. Está ahí, en el mismo lugar del otro día. También hay otros jugadores de los Bulldogs, localizo al tipo borracho de la fiesta y a Max.

Muerdo mi labio, mis pensamientos son un caos, sé que me arrepentiré al final. Regreso por el pasillo y toco la puerta de Gina, ella se asoma y me sonríe.

—¿Tienes esos lentes de contacto que te pones a veces? —pregunto. La morena ladea la cabeza con confusión y alza una ceja.

—¿Para qué quieres eso? —Suspiro

—Solo préstamelos.

Mis ojos podrían delatarme, necesito esconderlos. Ella se rinde y me los presta. Me pongo los lentillos de color azul con cuidado y regreso por donde vine Repito las palabras que me animan cada vez, y salgo cuando Finn me da la señal.

La música suena, Sweet Dreams en la voz de Emily Browning es la canción perfecta para lo que quiero hacer, es una de mis favoritas. Empiezo como siempre, escuchando el silencio debido a todas las miradas fijas en mí. Por primera vez me siento bien, pues él me está comiendo con los ojos.

Llega el coro por segunda vez, me dirijo hacia el borde, sorprendiendo a los espectadores. Sawnder se tensa desde el otro lado del local, pero alzo la esquina de mi boca para tranquilizarlo.

No debería, no debería, no debería.

De todas formas, lo hago.

Desciendo del escenario y, sin dejar de balancearme, lo enfoco por debajo de mis pestañas. Se ve desubicado y confundido al principio, buscando a alguien a su alrededor. Sin embargo, cuando me coloco frente a él, sus ojos recorren mi cuerpo hasta llegar a mi mirada y sus labios se entreabren. Lo estoy excitando y todavía no he hecho nada.

Dan traga saliva, nervioso, tener ese poder sobre él me complace. Todo se borra de mi mente, solo quiero bailarle a él. Lo peor de todo es que no sé por qué, no tengo idea de qué es lo que me impulsa a hacer esto. Es emocionante estar escondida detrás de un antifaz, es emocionante desinhibirme sin que sepa mi identidad.

Tomo una de sus manos y la coloco en mi cintura, dejando que disfrute de mis movimientos, escuchando un eco de gritos de fondo y la música. El pelinegro maldice entre dientes. Me doy la vuelta y me siento en su regazo, sintiéndome satisfecha cuando él me aferra con sus brazos y me clava aún más, impidiendo que me mueva.

La canción está por terminar, y juro que, si no estuviera en medio de un espectáculo, le pondría mis garras encima.

Me pongo de pie, decidida a regresar a la tabla para hacer el final, pero sus manos toman la mía antes de que pueda alejarme. Miro hacia abajo.

—Una noche —murmura.

Mi corazón tamborilea de prisa, su mano acuna la mía. Niego con la cabeza y me suelto de su agarre, sintiendo esa necesidad de marcharme cuanto antes, necesito huir.

Regresar al pasillo se siente bien, seguro. Nadie me pregunta qué mierdas acabo de hacer, pero tengo la ligera sospecha de que Sawnder me regañará por romper el protocolo. Las bailarinas no deben de bajar en pleno baile y mucho menos dejar que los clientes nos toquen.

Busco un sillón libre afuera de la oficina de Sawnder. No pasan ni diez minutos, Danna se deja caer a mi lado con los ojos cristalinos, parecen dos gotas de agua clara. Mi boca se retuerce, pasó otra vez, ella no entiende. ¿Cuántas veces Sawnder va a tener que rechazarla para que ella comprenda? Tomo su mano y le doy un apretón.

—¿Estás bien?

—No —susurra con la voz rota, entreteje sus dedos y los pone sobre sus muslos. Creo que no dirá nada, sin embargo sigue hablando—: Soy prostituta desde que tengo doce, no tengo una hermana enferma, tampoco tengo una familia. Yo no tuve elección, yo simplemente fui colocada en esta vida. No tengo recuerdos, no sé quién fui.

Comienza a sollozar, se quiebra. Me giro en mi lugar y la observo. Danna nunca habla de su pasado, de hecho, evita las conversaciones cuando estas se tornan personales. Lo que escucho no me gusta, no solo es doloroso, es horrible.

—Corrí y corrí sin saber a dónde me dirigía, me escondí en un callejón oscuro que me sigue dando pesadillas. Sawnder me encontró, estaba muriendo de hambre y de frío, me llevó a su casa y me dio caldo de pollo. Nunca nadie había sido amable conmigo hasta que lo conocí, pensé que era mi héroe.

Es joven, es rubia y sus ojos azules parecen un río limpio y puro. Dannabell Reed es hermosa, parece una princesa de cuentos de hadas, con esos labios regordetes de color rosa y ni hablar de su figura curvilínea. Me gusta tenerla cerca por la alegría que desprende, este lugar es divertido porque Danna nos hace reír, Creí que su vida había sido difícil, pero nunca esto. Era una niña, ácido sube por mi garganta. No quiero imaginar todo lo que vivió, tampoco puedo creer que conozca a Sawnder desde siempre, ya que él actúa como si fuera una empleada más y no como alguien a quien rescató alguna vez.

—Me enamoré desde que lo sentí cepillando mi cabello esa noche, de verdad lo amo; pero él me quiero como a una hermana. He intentado enamorarlo desde que tenía diecisiete y me siento terrible, seguramente me odia. —Una lágrima baja y recorre su pómulo. Extiendo una mano y froto su hombro, hace un mohín y solloza—. No puedo más.

Creo que detrás de sus palabras hay una historia amarga, no me está diciendo todo y no espero que lo haga porque es una chica reservada. Es más cercana a Megan, una bailarina de pelo negro que tiene decenas de perforaciones y tatuajes, los moteros la adoran; no la he tratado con demasía, pero sé que es chispeante y sarcástica como el infierno. Para que Danna esté aquí contándome esto es porque algo más grave que un rechazo debió haber pasado y no puede aguantárselo.

Tomo las manos de mi compañera y les doy un apretón.

—Ya has sufrido demasiado como para aferrarte a alguien que no siente lo mismo que tú, no mereces esto, necesitas salir de este mundo y ser feliz, Danna. Eres fuerte, joven y valiosa, creo que podrías conseguir muchas cosas, no puedes vivir esperando algo que tal vez nunca va a llegar.

El silencio se adueña del momento, sus comisuras suben con tristeza y asiente.

—Gracias. —Le doy otro apretón para darle ánimos—. De verdad espero que tu hermanita se cure.

—Eso espero también.

Se queda a mi lado mirando a la nada, quiero consolarla, pero no sé cómo. Megan hace su aparición con esas botas negras que le llegan a la rodilla, lleva unas medias de red y su corsé oscuro sensual que remarca su figura. Me da una sonrisa y clava la vista en su amiga, la veo sacudir la cabeza y sentarse a su lado.

—¿Podrías decirle que me fui a casa? No tengo ánimos para hablarle o tenerlo cerca —murmura la rubia. Megan suspira con pesadez.

—O podría reventarle el cráneo. —Se me escapa una risa ahogada sin quererlo, ellas se dan cuenta y se carcajean junto conmigo—. De acuerdo, pero piensa en mudarte conmigo, necesitas respirar.

Los engranes de mi cabeza giran a toda velocidad, ¿Danna vive con Sawnder? Mis pensamientos se esfuman en cuanto nuestro jefe sale del despacho.

—¡Ya está acá! —grita Gina desde una esquina, el resto de las chicas sale de los camerinos y se acercan a la fila.

Me formo detrás de Bea, una pelirroja que parece fuego y le doy una mirada de soslayo a Danna. Está en el mismo sofá, observando al hombre que ama con la mirada derrotada, luce tan triste y desolada que bien podría ser una anciana. Luego observa sus manos y se levanta para entrar en su camerino, resignada.

Sawnder le da una mirada de reojo, quizá extrañado de que ella no se colgara de su cuello esta vez. Él es un buen tipo y lo aprecio como si fuera parte de mi familia. No pasa desapercibido para mí que no deja de lanzarle miradas a la puerta tras la que desapareció Danna.

Salgo del club por la puerta trasera pasadas la una de la madrugada. Voy a cruzar la calle, pero un ruido llama mi atención, son gritos y carcajadas. La oscuridad me cubre las espaldas, me asomo para ver quién está en el estacionamiento. Los reconozco, son ellos.

Dan rodea su camioneta y sube al asiento del piloto, muchos se suben con él, el resto se trepa a otro vehículo. Aceleran, los motores rugen a todo volumen.

—¿A quién espías? —Salto del susto. Gina se carcajea— ¿Es el chico al que le bailaste?

Las dos camionetas salen disparadas. En ese momento recuerdo lo que sucedió el día de la fiesta. Cuando llegó Gordon Wund a pelear, Dan lo citó hoy después de que yo gritara y el tipo se me quedara mirando.

Enfrento a Gina, quien me mira con picardía y la ceja alzada, ignoro su pregunta.

—¿Podrías llevarme a los terrenos de la feria?

—¿A la feria? Pero si ya es más de media noche, a esta hora solo hay borrachos.

—Me encontraré con unos amigos.

Gina se queda en silencio, está pensando, no sabe si creerme. Es una chica lista, yo no tengo amigos, ella lo sabe. Aun así, no dice nada, asiente, dubitativa.

El auto de Gina es viejo y destartalado, tiene que mover la llave tres veces para que pueda encender, el motor hace un ruido horroroso que se parece a la tos seca de un fumador.

Georgina Fitz es la clase de chica que hará por ti cualquier cosa si eres su amiga, y te defenderá con uñas y dientes. Cuando era pequeña tenía que cuidar a sus hermanas, está acostumbrada a proteger a los demás, en el club todas van con ella si necesitan consejos o un hombro donde llorar.

Se fue de su ciudad natal porque era un infierno, quería olvidarse del hijo de puta que la abandonó y de su familia que le dio la espalda. Ahora vive sola junto a Philip y dice que son muy felices.

—Hablé con Danna —digo.

Las calles de Hartford están desiertas a esta hora, espero que haya gente en la feria y que ellos estén ahí, de lo contrario, no sé qué voy a hacer, no tengo otro plan más que llegar y averiguar por qué Gordon Wund llegó a la fiesta como si fuera un matón. Mi sentido de supervivencia se ha ido de paseo junto a mi buen juicio.

—¿Ah sí?

—Sí, me habló sobre su pasado.

—Muy jodido, ¿no? —No me sorprende que Gina sepa sobre Danna, es la confidente de las chicas y habla mucho con Sawnder, más que cualquiera—. La pasó mal, hay muchas lagunas en su mente, me la imagino como una pluma frágil que podría romperse en cualquier momento. Su pasado es más oscuro de lo que cree, vivió cosas horribles, pero no lo recuerda, quizá es mejor así. Cuando Sawnder la encontró ella estaba muriéndose, normal que esté perdida por él si es el único que le ha demostrado cariño. Y Sawnder es un grano en el culo, es terco como una mula, necio.

—¿Viven juntos?

—Sí, la encontró y se encargó de cuidarla, le ha dado todo: estudios, una casa, trabajo, seguridad, estabilidad, terapias psicológicas... Él dice que la ve como a una hermana, le recuerda a la hermana que perdió.

No sabía que Sawnder había tenido una hermana, tal vez ahora entienda por qué permitió que entrara al club siendo tan joven.

—Vaya... —suspiro.

—Jodido, como todo en la vida. La verdad creo que está loco por ella, seguro se detiene por alguna loca idea de culpabilidad. No lo sé, me remito a las pruebas, ¿nunca has visto cómo la mira cuando nadie lo ve? Uff, podría encender un maldito volcán.

Suelto una risita. Nunca he espiado a Sawnder, pero Gina lleva mucho tiempo en el club, sabe más que yo, por lo tanto, los conoce más. Es la chica que lleva más tiempo.

No hay nada fuera de lo común en la feria de Hartford, solo juegos, atracciones y puestos de comida. El lugar está casi vacío. Lo que llama mi atención es un tumulto de personas en el terreno desierto de enfrente, a una distancia prudente veo las monstruosas camionetas aparcadas.

—Es aquí.

—Estás loca, pero no preguntaré. —Se orilla y detiene el auto—. Llámame si necesitas un aventón, no importa la hora que sea.

—Gracias, Gina.

Se despide de mí sonriéndome.

Desciendo del coche, ella no se va hasta que ve que me acerco a la gente reunida formando un círculo. Gracias al cielo no me traje los tacones, pues no hay piso, solo suelo llano. Identifico a Gordon Wund, está apoyado en una motocicleta, una chica con poca ropa está frente a él, entre sus piernas.

Oh.

Un motor cruje, otra motocicleta aparece y llama la atención de todos, levanta la arena cuando da vueltas precipitadas. Cuando se detiene a escasos pasos de distancia de Gordon, lo reconozco, es Miles. Doy un paso para acercarme, entonces alguien me agarra con fuerza del codo y me da la vuelta.

Quedo frente a un furioso Dan.

No me suelta, aprieta la mandíbula y, sin hablar, me arrastra. No intento zafarme, quizá pueda entender un poco su molestia, me estoy metiendo donde nadie me ha llamado. Además, se ve que esta gente no es como los estudiantes de Hushington, no se ven amables.

Vamos hacia las camionetas, creo que va a detenerse y me pedirá que suba, en cambio, se dirige hacia la cajuela y me encarcela contra esta, poniendo sus manos en los costados de mi cara. Estamos escondidos de los demás.

—¿Qué mierda haces aquí? —Gruñe.

—Tranquilízate, lamento meterme en tus asuntos, solo...

—No tienes ni puta idea —interrumpe, su voz es baja y tosca—. El jodido Wund se junta con mafiosos y vende droga, Tess, este no es un lugar seguro. No deberías estar aquí.

Él se sorprendería mucho si le dijera que trabajo en un lugar al que van muchos vendedores de droga y gente más peligrosa que eso, pero me quedo callada porque no es algo que quiera compartir, y menos con él, ni estamos jugando a ver quién está más jodido.

—Ese día te pedí que te quedaras en la habitación y saliste gritando cuando ya lo tenía todo controlado, ahora vienes a la colmena para que Wund te vea y recuerde que amenazaste con hablarle a la policía, ¿qué pasa contigo? ¿No puedes quedarte fuera de mi camino? Mierda. —Empieza a maldecir y a soltar palabrotas, le da un golpe a la cajuela.

—Necesitas atender tus problemas con la ira, de verdad.

—No estoy jugando —suelta entre dientes.

—Yo tampoco. —Me encojo de hombros.

—Lárgate de aquí, vete si no quieres que le diga a Max que te encierre en la cajuela y te lleve de vuelta a la ciudad.

Eso sí que me hace enfurecer.

—¿Quién te crees que eres? He lidiado con cosas peores que unos cuantos niñatos que se creen malos jugando a las carreritas.

Aprieta la mandíbula.

—Él no es como yo, Tess, no va a soportar que te burles, él va a obtener de ti lo que deseé, así sea a la fuerza, y luego su papá va a cubrirlo desapareciéndote del mapa. ¿Sabías que una chica puso una denuncia de violación el año pasado? Seguramente no porque el señor Wund amenazó a esa pobre chica y a su familia, los medios de comunicación no cubrieron la noticia. Su padre está siendo investigado por la policía, es gente peligrosa, entiéndelo de una puta vez

Me quedo en blanco, tomo respiros profundos para tranquilizarme y no entrar en pánico. Soy una tonta.

Trago saliva con nerviosismo.

—¿Tú eres peligroso? —cuestiono, aunque probablemente es la pregunta más estúpida del mundo. ¿Por qué me diría que sí en caso de que lo fuera?

—Me dejaste en ridículo delante de un salón entero y mi venganza fue mojarte con un charco, ¿de verdad crees que soy como él?

Me relajo.

—¿Por qué viniste? —cuestiona.

Su cabeza desciende hasta que nuestras narices chocan. El ambiente entre los dos cambia en un segundo, mi corazón sale disparado y tengo que concentrarme para poder pensar con claridad.

—Yo me pregunto lo mismo —susurro.

Me apachurra con su cuerpo, mis pechos se pegan al suyo, sus brazos me aferran la cintura y me aplastan más contra él. En mi espalda siento la camioneta, pero en todo lo que puedo pensar es en cómo su pierna se cuela entre las mías, su mano sube por mi espina, agarra mi nuca y la echa hacia atrás.

El roce de sus labios me electrifica, exhala y su aliento calienta sitios desconocidos. Un segundo después mi cabeza se nubla, me besa, me come la boca con desesperación. Sus labios son duros, exigentes y no me da la opción de pensar porque todo es demasiado intenso.

Sabe a menta y huele bien. Rodeo su cuello con las manos y me empujo hacia arriba para cerrar los espacios entre los dos. Mis dedos se sumergen en su cabello suave, cierro los puños sin importar si le hago daño. Dan gruñe y profundiza más el beso, su lengua entra y se enreda con la mía, bailan a un ritmo caliente. Apenas puedo respirar, la deliciosa combinación de nuestros alientos hace que mis rodillas tiemblen, me aferro a él y dejo que la mezclilla de su pantalón estimule zonas que empiezan a doler.

Dan Adams sabe besar.

Siempre pienso demasiado, siempre me pregunto qué está bien y qué está mal, siempre intento encontrarle el lado negativo a algo que parece positivo, siempre pienso en el dolor; sin embargo, mientras me besa, solo existimos los dos.

Mi respiración tiembla, tenemos que separarnos para no ahogarnos. Bajo la mirada a su labios, rojos e hinchados, y me entran ganas de besarlo de nuevo solo para saber qué tanto se pueden colorear.

Su rostro se mantiene impasible, pero el brillo esmeralda de sus ojos refulge como si fuera un bosque incendiándose.

—Súbete —murmura.

—¿Crees que tendrás sexo fácil en la camioneta?

Una chispa de diversión aparece en sus pupilas.

—¿Y ensuciar mis lindos asientos forrados de cuero? ¿Quién te crees que soy? —Esboza una sonrisa perversa que llega hasta su mirada—. Aunque por ti haría una excepción.

—¿Vas a ensuciar tus asientos por mí? ¿La chica que viste ropa de segunda mano?

—Mariposa, me importa una mierda tu ropa, me interesa lo que hay debajo. —Se ve complacido cuando mis mejillas se encienden. Luego la seriedad regresa a sus gestos—. Hay que irnos.

—¿Irnos? ¿Ahora?

—Ajá.

Divertido, me suelta solo un momento, lo necesario para darme la vuelta. Me abraza desde atrás y me obliga a caminar, su pecho duro está pegado a mi espalda y su barbilla se refugia en mi hombro.

No sé qué es peor, si besarlo o sentir cómo nuestras piernas encajan y se mezclan mientras caminamos. Me conduce a la puerta del copiloto y se queda detrás de mí como una pared hasta que entro a la camioneta.

—Mierda, Tess, ¿qué demonios te pasa? —pregunto a la nada mientras me pongo el cinturón de seguridad.

Él ocupa el otro lado, saca su teléfono celular y teclea frenéticamente, luego lo guarda y enciende el motor. Me quedo quieta, pegada a la ventana.

—¿A dónde?

No había pensado en que tenía que decirle un lugar, le pido que me lleve al parque que está frente al hospital, el frunce el entrecejo, pero no dice nada. 


* * *


D A N

Caminamos en una acera delimitada por árboles, sus cabellos vuelan dejando al descubierto su rostro y un cuello largo y tentador.

Se dirige hacia unos columpios, me quedo quieto mientras se columpia, balanceándome sobre mis pies, me siento un poco incómodo.

—¿Te gustan los parques? —pregunto.

—Me gustan, sí —dice ella—. Cualquier lugar donde pueda jugar, ¿a ti no?

—Sí, aunque no fui a muchos de niño —digo, escueto.

Detiene su balancín en seco y me mira con una ceja alzada.

—¿En serio? —Asiento, no entendiendo muy bien a qué se debe su asombro. Se levanta para después tenderme su mano, la cual tomo gustoso, y me conduce al centro del parque. Interrumpe los pasos frente a un subibaja—. Tú uno y yo el otro.

—¿Qué? —pregunto, atónito, aunque una parte me dice que haga lo que dice sin rechistar.

Me contempla, ceñuda.

—Haz lo que te digo, Adams.

Aguardo a que se monte en su lado para imitarla.

Debido a mi peso tiene que empujar con más fuerza, hago que se eleve y la mantengo ahí para bajarla con brusquedad. Sus mejillas se vuelven rosas y la verdad es que —aunque nunca lo creí posible— me divierto riendo como infante. Después Tess toma mi mano de nuevo y me conduce a otra atracción: un lindo tobogán con cientos de colores.

—No voy a caber ahí —digo con la frente arrugada.

—Cállate y sube. —Suelta un resoplido.

Asciendo por las escaleras y me acomodo en el borde del resbaladero.

—Esto puede caerse, Tess.

—Cierra la boca.

Me empuja, resbalo por el deslizadero, un sonoro «mierda» que escapa de mi boca le saca una carcajada escandalosa. Al llegar al final no podemos evitar repetir. Con la respiración entrecortada decidimos subir una última vez, se sienta detrás de mí abrazando mi cintura, resbalamos y caemos en la tierra riendo como dos chiquillos.

Cansados por toda la diversión, llegamos a una banca y nos sentamos. Tess mira el cielo.

—¿Ves eso de ahí? —cuestiona y señala un punto en el espacio—. Creo que es una constelación, no recuerdo su nombre.

Ubico la dirección que apunta.

—Osa menor —respondo y la escucho sonreír.

—Eso es, Osa menor. —Chasquea la lengua—. Cuando era pequeña, mi madre me contaba un cuento sobre la Osa menor. Una vez la Osa mayor perdió a su hermana pequeña y tuvo que ir a buscarla por todo el espacio. Cuando la encontró decidió ponerla en el cielo para no perderla nunca más.

—¿Te gustan las estrellas? —pregunto a lo que afirma con un sonido.

—Astronomía, Odontología o Dibujo: esas eran mis tres opciones.

—¿Por qué Astronomía y Dibujo no?

—Dibujo es mi pasión y no quería perderla dedicándome a eso toda la vida, es un escape y no deseaba arruinarlo. Astronomía es interesante, pero no lo suficiente como para amarla. Alguna vez pensé en medicina para ayudar a las personas, elegí Odontología porque me dolía demasiado ver enfermos todo el tiempo. Aunque cada vez que veo el cielo, así de esa manera, lleno de luces. —Se encoge de hombros como si no tuviera idea—. No lo sé, simplemente me hace sentir como un cohete.

—¿Un cohete? —Mis labios se secan porque sus ojos brillan de una manera que me está volviendo completamente loco.

—Sí, como si volara en un sinfín de posibilidades —murmura y ríe—. No sé si lo entiendas. Como un cohete que tiene millones de esperanzas de encontrar su destino, así como nosotros, los seres humanos, tenemos millones de decisiones que tomar; cada estrella es una decisión. Algunas son grandes, otras pequeñas, pero todas colaboran en tu universo.

No puedo parar de contemplarla. ¿Todo eso piensa cuando ve las estrellas? ¿Cómo esta chica puede cautivarme con cosas como esas?

Me arrimo más a su lado, baja su mirada y sonríe tímidamente. El aire de hostilidad ha desaparecido, creo que es mejor así.

—¿Te aburrí?

Niego.

—Para nada, mariposa, no eres aburrida en ningún sentido.

En algún momento nuestras manos se entrelazan y me siento perdido.

Más temprano de lo deseado, el timbre de un teléfono móvil me saca de mis pensamientos, me suelta y contesta inclinándose hacia el lado contrario.

—Sí, mamá, de acuerdo... Te veo entonces. —Cuelga. Se levanta, renuente, así que la imito—. Me tengo que ir.

—¿Te llevo? —cuestiono y rezo para que la respuesta sea positiva.

—No, Dan. No es necesario, mi madre me espera cruzando la calle —responde—. Nos vemos el lunes.

—Hasta el lunes, mariposa.

Me inclino hacia ella para que adivine mi intención, ella no rechaza mi cercanía, así que estampo mi boca en la suya, pero no profundizamos el beso. La orilla de sus labios es suave y su boca cálida, muerdo su labio inferior y lo jalo con delicadeza, provocándole una sonrisita de lado.

Nos separamos y la veo marchar.


* * *


T E S S A N D R A

Las dos estamos en la sala, ella está dibujando, pero puedo notar que su atención está en otro lado.

—¿Qué pasa, princesa?

Sonríe.

—Mi amiga Betty cumple años mañana, quería darle una sorpresa, ¿me ayudarías?

—¿Qué sorpresa?

—Quiero vestirme de payaso y llevarle un show —suelta y se encoge de hombros como si fuera lo más común del mundo. Ruedo los ojos con diversión, ella y sus locas ideas—. Por favor di sí, Tessy.

—De acuerdo, lo haremos.

Me pongo en pie y camino a la recámara para buscar los viejos disfraces que se encuentran en el fondo del armario. Solía disfrazarme de payaso para animar a los amigos del hospital de Lili con otros hermanos de los mismos niños. Es una actividad divertida, lo mejor es la satisfacción que da verlos divertirse a pesar de sus padecimientos.

Encuentro los zapatos, los atuendos de colores de tela brillosa llena de parches y las narices rosas. Recuerdo que Lili y yo hicimos juntas los trajes cuando recién ingresó en los tratamientos del hospital, pasamos varios días diseñándolos. Al principio ella iba conmigo a animar, cuando empeoró solamente iba yo.

El domingo en la tarde ambas vamos al hospital, nos vestimos, pinto su cara con pintura blanca y un par de círculos rosas en sus mejillas. Yo no lo hago pues soy alérgica a esa clase de pigmentos y no quiero llenarme de ronchas, solo me coloco la naricilla.

La cumpleañera está en el centro de la sala de quimioterapias, les cantamos canciones y les damos globos a todos los niños presentes.

En ocasiones Lili se sofoca o necesita sentarse. Cuando escucho que tose la llevo a casa pese a todos sus reclamos, no pienso arriesgarla.

Presurosa le quito la pintura, le doy ropa cómoda y guardo el disfraz en su lugar una vez más, después la ayudo a que se acueste y la arropo.

—Tessy, cuéntame un cuento —pide y cierra los ojos, esperando.

No es tan pequeña como para que necesite un cuento para dormir, pero es una especie de tradición. Pienso en algo, nunca ha sido difícil contarle historias, solo me dejo llevar.

—La princesa Begonia era una muchacha muy bella, sus lindos caireles negros caían sobre sus hombros y sus ojos celestes hipnotizaban a todos los hombres del reino. Su padre, el rey Joseph, estaba muy orgulloso de su hija. Además de poseer la belleza más sublime, era inteligente y carismática. Su mayor deseo era verla casada con el hombre de sus sueños.

»Un día, mientras Begonia paseaba por el enorme jardín del castillo, su padre le suplicó que escogiera un marido. El rey mandó cartas a todos los reinos cercanos y algunos algo lejanos. En ella informaba que su bella hija era una soltera que solicitaba esposo y se ofrecía una fiesta para todos los interesados. Príncipes de decenas de reinos recibieron dicha carta, encantados por esposar a la hermosa hija del rey, aceptaron la invitación.

»El día del gran banquete llegó, Begonia se vistió con su mejor vestido. Los hombres empezaron a llegar. Algunos eran galantes, otros tímidos, pero todos la trataban con dulzura. Begonia necesitaba encontrar al amor de su vida, al hombre con el que compartiría el resto de sus años. Así que en busca de una solución se escapó del castillo en medio de la gran fiesta, recorrió los campos del reino hasta llegar a una pequeña casita en medio del bosque. Ahí vivía la poderosa bruja Melanit, quien la esperaba en la puerta con una poción en la mano.

»Bébela —dijo—. Esta es tu solución. Cuando vuelvas al castillo muéstrate ante todos, así descubrirás a tu verdadero amor.

»Begonia tomó el dulce líquido de aquel frasco. Corrió rumbo al castillo y entró. Pudo ver cómo el rostro de los príncipes cambiaba, estaban asqueados, pasaba frente a ellos y movían sus cuerpos con repugnancia, fue entonces que se dio cuenta de que la poción le había puesto orejas de conejo. Sus ojos se hicieron agua y quiso esconderse. Entre aquella multitud, un joven de cabello rojo se acercó y la tomó de las manos.

»Begonia, eres bella en los sentidos indicados, en tu corazón. —Miró aquellos ojos marrones y su corazón saltó. El príncipe se acercó a sus labios y depositó un casto beso. El cuerpo de Begonia resplandeció y regresó a la normalidad.

»Días después, Begonia y el príncipe se casaron; y dicen por ahí que siguen viviendo el más sincero de los amores.

Tomo aire y diviso a Lili, quien ha caído en un sueño profundo, soñando con su mundo de princesas y sapos felices.

Me dejo caer en mi colchón y miro el concreto del techo.

Hay dos tipos de hombres:los príncipes y los sapos. Dan no es un príncipe, tampoco es un sapo, es elpunto medio. Y eso no podría ser más perfecto porque yo tampoco soy unaprincesa ni tengo orejas de conejo.


* * *

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