Mi Ángel Guardián II: La ment...

By JRosewell

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Tyler y Haley, ya los conoces a la perfección. Dos estilos de vida que por azar del destino han sido unidas... More

Mi ángel guardián #2
Capitulo 36: Arma
Premios Chorry
Capitulo 37: Tic-toc
Capitulo 38 : Despertar
Premios Watty
Capitulo 39: Mentira
Capitulo 40: Declaraciones
BLANCO Y NEGRO
Capitulo 41: ¿Quién?
Capitulo 42: Ley.
Capitulo 43: Cita
Capitulo 44: Lauren
Capitulo 45: Colapso
CAPITULO 46: Llanto
Capitulo 48: ¿Whitey?
Capitulo 49: Buscar evidencias
Capitulo 50: Fotos
AVISO IMPORTANTE
Capitulo 51: Respuestas
Capitulo 52: Sentimientos
Capitulo 53: ¿Abrazos?
AVISO IMPORTANTE
CAPITULO 54: Consuelo
Capitulo 55: Conversaciones
Capitulo 56 : Grito
Capitulo 57: No existen los cuentos de hadas (PARTE 1)
Capitulo 57: No existen los cuentos de hadas (PARTE 2)
AVISO IMPORTANTE
Capitulo 58: Ángel
EPÍLOGO
Agradecimientos
EL CUARTETO
PREGUNTAS Y RESPUESTAS SOBRE LA NOVELA
¡TENDREMOS LA NOVELA EN FÍSICO!
FECHA DE PUBLICACIÓN: 10 DE OCTUBRE 2016
MUY BUENAS NOTICIAS MÉXICO: FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE GUADALAJARA
CHARLA Y FIRMA DE LIBROS CHILE (FILSA) 2018

CAPITULO 47: ¿Amor o venganza?

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By JRosewell

(Haley)

Desperté de golpe. Sentía que las piernas y los brazos me pesaban bastante. Hice un esfuerzo para enderezarme y caí en la cuenta de que estaba en el sillón junto a la televisión, no en mi propia cama. ¿Qué había sucedido? Recordaba haber llegado de la fiesta mareada, pero no había tomado alcohol, por lo que no tenía ni idea de lo que era. Estaba Tyler, le dije algo, y luego me di cuenta de que mi madre había tenido una recaída. Llegó Roy y me mandó a dormir, pero a mi habitación, no aquí.

Busqué a Tyler a mí alrededor, y me lo encontré en el suelo junto a mí. Estaba con los ojos abiertos, enderezándose igual que yo. No dije nada, caminé hacia la habitación de mi madre, y al abrir me la encontré abrazada a Roy. Los dos estaban dormidos por completo. Así fue como sonreí y cerré. Ya estaba casi segura de que Roy debía ser mi padre.

—¿Haley? —la voz de Tyler por detrás me hizo dar un respingo.

No entendía cómo me hablaba luego de haberle dicho todas esas cosas tan horribles el otro día. Con todo el coraje que pude encontrar en mí, me di la vuelta hacia él.

—Antes de que digas algo, lo siento —este cerró la boca, mirándome aún con un semblante serio, y es que debía seguir enojado conmigo—. No estoy preparada para hablarte sobre mi abuelo y creo que nunca lo estaré, y sé que eso no justifica ni tiene nada que ver en la discusión del otro día, pero... tenía que decírtelo —se me fue apagando la voz a medida que iba hablando—. El punto es que lo siento, y si no quieres hablarme nunca más lo entiendo perfectamente, porque...

Tyler me cortó.

—Haley, cierra la boca, tengo cosas que decirte mucho más importantes.

Con solo ver su rostro me di cuenta de que lo eran, y mucho.

—Por favor, que sea una buena noticia. ¿Descubriste qué tiene que ver mi abuelo con April y Lauren?

—Sí, pero... es otra cosa lo que tengo que decirte.

—Pues tendrá que esperar, ahora mismo lo más importante es esto.

—Pero...

—Pero nada, Tyler, suéltalo de una vez.

Este se quedó en silencio un momento, y yo, impaciente, lo miraba desde la silla del comedor. ¿Qué le sucedía? ¿Tan malo era?

—El padre de Steve fue el que mató a tu abuelo —sentí como si una herida se volviera a abrir en mi corazón—. Por eso Lauren está metida en esto, quiere meterlo en la cárcel. Y April es la hija del jefe del departamento de policías, quiere hundir a...

Al ver que Tyler se quedaba en silencio sin intención de seguir le insistí que prosiguiera.

—¿A quién? —sabía que mi tono había sonado bastante amenazador, pero necesitaba saber qué estaba sucediendo exactamente, porque no estaba enterada de esto y estábamos hablando de MI abuelo.

—Richard Grey. Él fue el que mandó a matar a tu abuelo.

Me quedé atónita. Entonces realmente era un maldito desgraciado asesino. Él había matado a mi abuelo. Pero... ¿Por qué? Caí al suelo de rodillas, sentía que iba a quedarme sin aire.

—No puede ser. ¡¿Pero qué diablos tiene él que ver con mi abuelo?!

Todo había sido siempre en torno a Tyler, que su padre esto, que su hermano esto, que su madre eso, pero yo nunca había tenido que ver en nada. Y ahora al parecer las mentiras y verdades estaban dirigiéndose hacia mí. Tyler no dijo nada, lo que me intrigó, ya que él nunca tenía la boca cerrada. Siempre andaba hablando y ahora parecía muy silencioso. Bastante.

—¿Qué más sabes, Tyler? —le pregunté aún en el suelo—. Mejor dímelo todo ahora.

Este carraspeó para agacharse junto a mí, a lo que levanté la vista, encontrándomelo a pocos centímetros.

—Tu abuelo trabajaba para Richard Grey. Lo más probable es que quisiera hundirlo, y Gay no iba a dejarlo —este hizo una mueca, a lo que yo lo miré, confundida.

—Pero era periodista —afirmé negando con la cabeza, y Tyler se encogió de hombros. Eso era lo que había oído—. ¿Y April qué tiene que ver exactamente, además de ser la hija del jefe del departamento de policías?

—Ya sabes, no puede dejar de lado su deber cívico y quiere desenmascararlo antes de las elecciones. No va a dejar a un asesino y narcotraficante como alcalde de la ciudad.

Asentí, tenía razón. April Granger no iba a permitirlo. Y eso me reconfortaba.

—¿Nada más?

Tyler se quedó pensándolo y finalmente negó.

—Bien, porque realmente no creo poder aguantar algo más —me enderecé con cuidado y me encaminé hacia la cocina.

Necesitaba comer algo.

—¿Ya estás bien ahora? —me preguntó Tyler, a lo que yo asentí—. Bien —este cambió su sonrisa a una mueca enfurecida—, ¡porque vas a explicarme en este instante qué mierda hacías con Aaron Grey! ¿Es que te volviste loca?

Abrí los ojos y parpadeé para saber si era real. Tyler estaba fuera de sus cabales. Y no entendía cómo se había enterado. Pensé en mentirle, decirle que no era cierto. Pero ya lo había hecho al no contarle sobre mi salida con Aaron.

—Lo siento, solo quería ayudarte, encontrar más pistas, algo con que culpar a su padre.

Este se pasó una mano por el rostro, intentando calmarse.

—Es peligroso, Haley, ya mató a tu abuelo. ¿Qué impide que no termines igual?

Era cierto, Tyler tenía razón. Si Richard Grey llegaba a enterarse de que ahora la nieta estaba detrás de él mi destino no iba a ser diferente al de mi abuelo.

—No lo pensé de esa manera.

—Pues comienza a hacerlo, no vas a acercarte más a él, Haley. ¿Me escuchaste bien? —me crucé de brazos, sin responder.

Nos sumimos en un silencio. Tyler me observaba, y yo, en cambio, no lo hacía. No quería prometerle algo que quizás no iba a ser capaz de cumplir. Para mi sorpresa, Tyler rompió el silencio.

—Necesito a Haley Dickens.

Fruncí el ceño.

—Estoy al frente de ti, Tyler.

Negó de inmediato, soltando una carcajada quebrada.

—Lo que tengo al frente es solo un espejo de mí mismo antes de morir.

Silencio. No podía estar hablando en serio.

(Tyler )

Había sonado duro con Haley, pero era la verdad. Ahora iba a decirme algo, pero justo la puerta de la habitación de Anna se abrió, y salió Roy medio dormido.

—Buenos días —dijo caminando hacia la cocina y preparándose algo para desayunar.

Haley le respondió con la voz apagada, evitando mirarme, como hacía usualmente.

—¿Te preparo tostadas, Roy?

—Si tú lo dices... —le respondió con una sonrisa—. ¿Café?

—Por favor.

Yo los miraba a ambos, algo aburrido, y es que escuchar la conversación de Roy con Haley no era para nada interesante, así que sin pensarlo dos veces me acerqué hacia ella.

—Voy a ir a ver qué tal los Gay. Tú no te acerques más a Aaron, te lo advierto —le apunté.

Haley solo asintió, pero con eso me bastaba. Primero necesitaba saber qué diablos quería este con Haley, ya que por supuesto debía saber que eran hermanastros. E iba a averiguar qué diablos sucedía. Lo peor era que aún no podía procesar que Richard Grey fuera el padre de Haley... ni tampoco tenía el coraje para decírselo a Haley. No era capaz.

(Haley)

—¿Cómo está mi madre? —le pregunté cuando nos habíamos sentado en la mesa para desayunar.

—Bien, lo más probable es que despierte cerca de la hora de almuerzo, nada de qué preocuparse.

Asentí mientras le daba un sorbo a mi taza de café. Me quedé mirando a Roy. Sus ojos eran claros, iguales a los míos. ¿Podía ser posible? Saqué la idea de mi mente, si él hubiera sido mi padre nunca nos hubiera abandonado.

—Gracias por todo. Ya sabes, ayudarnos a mi madre y a mí, no tienes por qué.

—Claro que lo tengo, recuerda que te prometí que iba a ayudarte con tu madre, y eso he hecho estas semanas —no pude evitar que los ojos se me pusieran brillosos, realmente Roy estaba comportándose como el padre que necesitaba esta familia—. Va a recuperarse, ya verás —este colocó su mano encima de la mía y le dio un leve apretón, y yo también lo hice, sonriéndole.

—Eso espero.

(Tyler )

Llegué a casa de los Gay más rápido de lo que imaginé. Me puse a buscar al maldito hijo de puta de Richard Grey, pero no lo encontraba. Al ver pasar a su mujer por la casa me quedé con ella, que estaba hablando con una de las mujeres del servicio.

—Dígame la verdad. ¿Aaron a qué hora llegó anoche?

—No llegó.

Su rostro se frunció y una mueca de confusión se colocó en él.

—¿Cómo?

—Que no durmió aquí, señora Grey, lo vi entrando a casa hace unas cuantas horas.

—¿Y dónde está ahora mismo? —dijo alterada.

—En su habitación, no ha salido desde que llegó.

No dijo nada más y se encaminó hacia el segundo piso a paso rápido. Al llegar a la puerta de Aaron la golpeó bastante fuerte.

—¡Ábreme la puerta ahora mismo! —le gritó su madre.

De inmediato Aaron la abrió, recién despierto, mientras miraba a su madre sin entender qué diablos sucedía.

—¿Qué ocurre?

—Tú vas a explicarme qué diablos ocurre. ¿Es que te has vuelto loco? —su madre lo miraba furiosa, y de inmediato lo tomó del rostro, observando sus ojos, su boca y su cara en general, que estaba bastante mal por los golpes de Mark—. ¿Dónde fuiste ayer por la noche? Y por el amor de dios, Aaron, dime la verdad —esta lo soltó, llevándose una mano a la frente.

Al parecer Aaron se había quedado sin palabras, ya que se quedó mudo, frunciendo el ceño.

—¿No deberías estar desayunando con tus amigas?

«Intentando evadir el tema... buen intento», me burlé internamente.

—Hoy quería desayunar contigo, así que cancelé. Pero ese no es el tema, ahora mismo me explicas qué sucede.

—Mamá, en serio estoy bien, solo fui de fiesta con los del equipo.

—Me gustaría creerte. Pero te conozco lo suficientemente bien y quiero que me digas qué sucede contigo.

Hubo un silencio, en el cual yo miraba a ambos lados, intentando descifrar qué sucedía. Por alguna extraña razón esa mujer me parecía extremadamente familiar.

—Es solo el fútbol americano. El entrenador está furioso por nuestros últimos resultados, mis notas han bajado y, ya sabes, están a punto de sacarme.

Su madre sonrió, aunque yo más bien me habría esperado otra respuesta.

—Mejor, ¿no? Así tu padre se da cuenta de una vez por todas de que no te interesa el fútbol americano y de que quieres ser artista como su madre —ahora mismo sí que no me lo creía. ¿Aaron Grey artista? Esta se acercó a acariciarle la mejilla—. Voy a hablar con él, cariño, pero por favor no te metas en más problemas. No quiero más peleas con la familia Ross. ¿Bien?

Aaron solo asintió, y se excusó con su madre diciéndole que ahora mismo no podía bajar a desayunar o se quedaría dormido. Y así fue como la señora Grey, con su larga melena rubia, desapareció por el pasillo. En eso, la puerta de Aaron se cerró en mi rostro, y no dudé dos veces en entrar a ver qué diablos sucedía con él, ya que el tema de las notas bajas y del equipo no me lo creía ni una pizca.

Iba a descubrir en qué andaba metido Aaron Grey. El hermanastro de Haley. Sí, aún no me entraba en la cabeza, pero debía ir acostumbrándome.

(Haley)

Como había dicho Roy, mi madre despertó justo cuando terminamos de almorzar. Por supuesto, me pidió disculpas. Yo me basté a escucharla y luego me adentré en la ducha. No estaba de ánimos para conversar con ella, en realidad solo quería desaparecer de ahí. Odiaba que a mi madre le vinieran las recaídas, y ni me quería imaginar por qué había sido esta vez. Había tres opciones que me carcomían la cabeza:

1. La echaron del trabajo.

2. Había peleado con Holly.

3. Se había acostado con un hombre y este la había dejado.

Optaba por la tercera, aunque el hecho de que mi madre pasara tanto tiempo con Roy me hacía dudar. Por supuesto la segunda la descarté antes de entrar a bañarme cuando Marie me respondió que entre su madre y la mía estaba todo bien. Así que, en conclusión, la habían echado del trabajo. Estupendo.

Justo cuando ya estaba debajo del chorro de agua solté todas las lágrimas reprimidas desde que Tyler me había contado que a mi abuelo lo asesinaron. Y en silencio comencé a llorar sin hacer el menor ruido, no quería que se preocuparan por mí. Y es que... ¡Lo habían asesinado! Lo que había creído desde hace años había sido una mentira, no había sido un accidente. Todo había sido culpa de Richard Grey. Lo odiaba.

Luego de estar más de diez minutos debajo del chorro de agua salí del baño ya vestida y con el pelo mojado.

—¿Haley? —la voz de mi madre me hizo dar la vuelta hacia el final del pasillo, donde estaban ambos sentados en la pequeña mesa.

—¿Sí?

Esta, haciendo una mueca, que por supuesto no se asemejaba a una sonrisa ni mucho menos, me miraba atentamente. Al igual que Roy, que estaba a su lado.

—Cuéntame del chico que trajiste ayer.

Fruncí el ceño.

—No es mi novio si es lo que quieres saber —le dije de inmediato para que no se hiciera historias.

Para mi sorpresa, en vez de entristecerse, miró a Roy soltando un suspiro, y cuando notó que esperaba que me diera una explicación abrió la boca.

—Es que le había comentado a Roy que ese chico me había causado mala espina, ya sabes. Y me alegra que no tenga nada contigo —Roy asintió de acuerdo, a lo que yo me quedé ahí parada.

—No sé por qué estaba tan nervioso cuando se fue, pero te aseguro que no es así realmente.

Me quedé con la boca abierta sin poder creer que había defendido a Aaron Grey. Tyler tenía razón, algo raro estaba sucediéndome. Por supuesto Roy y mi madre se me quedaron mirando boquiabiertos durante un momento.

—¿Te gusta? —Roy me miraba atentamente, a lo que no dudé en desviar la mirada sonrojada.

Pensé en ir a la defensiva y decirles que se metieran en sus propios asuntos, pero quería dejarle claro a mi madre que no debía preocuparse. Tenía muy claro lo que sentía por Aaron.

—No me gusta, es raro... aunque pueda hacer la cosa más estúpida e idiota del mundo, me es imposible odiarlo. Pero no estoy enamorada de él ni mucho menos, creo que solo... —busqué las palabras correctas, dejando un momento de silencio— ...le tengo cariño. Nada más.

Sí, lo había dicho. Eso era lo que sentía por Aaron. De alguna u otra forma me hacía recordar a Tyler, un chico perdido que necesitaba alguien que lo ayudara a salir de eso. Alguien que tuviera esperanzas en él. Quizás muy dentro de mí sabía que lo más probable era que Tyler no volviera a la vida, pero al menos podía evitar que Aaron Grey terminara con un destino aún peor.

Miré a mi madre y a Roy, quienes parecía que ya no me tomaban atención, así que sin decir nada me encaminé hacia mi habitación. Sin pensarlo comencé a pensar en Tyler, en lo último que me había dicho: Lo que tengo al frente es solo un espejo de mí mismo antes de morir. Yo no era como él, Aaron Grey era un Tyler Ross. No yo. Negué con la cabeza. No debía estar hablando en serio. Yo seguía siendo Haley Dickens, la misma que un mes atrás.

Lo siguiente que hice fue abrir mi cartera y sacar el tarro de pastillas para tomarme una. Tenía que dejar de pensar en lo que pensara Tyler de mí y concentrarme en traerlo de vuelta a la vida. Nada más. Y ahí fue cuando se me ocurrió una idea.

(Tyler )

Me quedé en la casa de los Gay observando a Aaron, que se quedó en su habitación todo el día. Incluso hasta le subieron el almuerzo a su habitación, tal como él había pedido, y siguió ahí tirado en su cama durmiendo. Estaba impaciente, por lo que no dudé en ver si Richard Grey había llegado ya. Busqué entre las habitaciones sin resultado alguno, al parecer era igual que mi padre. Hasta ni en un sábado no tenía tiempo para la familia. Aunque ahora mismo ni sabía bien de qué familia estaba hablando.

La señora Grey apareció nuevamente en mi camino. Estaba caminando a paso rápido y se adentró en una oficina, donde se puso de inmediato a rebuscar entre los papeles de los cajones. Parecía alterada y al mismo tiempo no paraba de mirar la puerta que había dejado cerrada. Pasaron unos minutos, en los que yo intentaba descubrir qué sucedía, pero esta seguía sacando papeles, leyéndolos y luego dejándolos de nuevo en su lugar. En eso, se escuchó que alguien la llamaba a su celular, a lo que respondió de inmediato.

—¿Ya llegó? —esta abrió los ojos, cortando la llamada.

De golpe cerró el cajón y lo dejó todo tal cual estaba, se alisó la falta de tubo y la blusa blanca. Pero cuando ya estaba llegando a la puerta esta se abrió y se quedó petrificada. Y de esta apareció nada menos que Richard Grey. Lo miré directamente a los ojos, esperando en cierta forma que se diera cuenta de que iba a hundirlo, que iba a devolverle el golpe. Pero por supuesto ni se inmutó, sus ojos verdes y profundos estaban clavados en su mujer.

—Alicia, qué sorpresa —dijo despacio, ya que cada letra salió lentamente como si observándola fuera a encontrar la respuesta—. ¿Se te perdió algo?

La señora Grey, o mejor dicho, Alicia, carraspeó, sonriéndole.

—No encontraba los papeles de mi coche, necesito llevarlo a la revisión técnica. ¿Sabes dónde pueden estar?

Richard Grey se quedó quieto sin decir nada, seguía sin quitarle el ojo a su mujer, que miraba hacia los lados nerviosa.

—Deben de estar dentro del coche —sentenció, a lo que Alicia, en señal de acuerdo, pasó por el lado, y sin previo aviso este le colocó la mano en el hombro—. Igualmente, la revisión técnica se la hicieron la semana pasada. ¿No lo recuerdas?

Bien, esto se estaba poniendo bastante raro. Alicia no se dio la vuelta, sino que se quedó quieta como una piedra.

—No tenía ni idea —respondió naturalmente—. Qué bien, así no tengo que ir yo.

Al decir esto comenzó a caminar por el pasillo, dejando a Richard Grey ahí, y pude ver cómo apretó los puños y se adentró en la oficina seguido de su guardaespaldas, que era el padre de Steve. Lo recordaba, cuerpo fornido, espalda ancha y ojos oscuros.

—Revisa si falta algo —le ordenó mientras marcaba el teléfono fijo poniéndolo en altavoz.

Al cabo de unos segundos la llamada fue contestada.

—¿Qué sucede, papá? —la voz de Diana se escuchó en la estancia.

—Tu madre sospecha, quiero que hables con ella y me digas qué sabe.

—¿No eres tú su marido? —le molestó, a lo que yo enarqué una ceja.

—No estoy para chistes. Faltan dos semanas para las elecciones y no voy a dejar que mi propia esposa me complique las cosas.

Hubo un silencio desde la otra línea, a lo que Diana al fin habló.

—Bien, me encargaré.

Al parecer la señora Grey no estaba enterada de en qué estaba su marido metido. Una idea brillante cruzó mi mente. «Vamos a contárselo, entonces», pensé interiormente.

(Haley)

Me encaminé sin dudarlo dentro de la iglesia, no iba a perder más tiempo y necesitaba respuestas. El punto era que el sacerdote iba a ayudarme, necesitaba que lo hiciera. Así fue como lo busqué entre las pocas personas que había dentro, y es que al parecer no era un horario muy concurrido. Por supuesto, con la mala suerte que tenía, no lo encontré por ningún lado. Me senté en una de las bancas aprovechando el momento para hablar con Dios, pidiéndole y rogándole que me ayudara, que NOS ayudara con Tyler en todo esto.

No podía sola.

Sé que no me he comportado muy bien, sé que lo más probable es que no estés orgullosa de mí, y lo entiendo. Pero... ¿sabes? Yo nunca te pedí esto, tú me diste a Tyler para que lo ayudara. Y yo no me negué, hice todo lo que pude... ¡Pero no puedo sola! Esto me está... matando, no creo ser lo suficientemente fuerte para afrontar lo que me has impuesto. Y quiero salvar a Tyler Ross, no soportaría perderlo... —los ojos se me comenzaron a aguar, pero me importó poco—. Ya me quitaste a mi abuelo, Dios, no puedes quitarme a Tyler también... no podría aguantarlo —me pasé una mano por las mejillas, limpiándome las lágrimas—. Así que, por favor, por lo que más puedas, al menos dame una señal, una pista, algo para saber qué tengo que hacer. Te lo suplico.

Fue así como escondí el rostro entre mis manos. Me puse a lloriquear como una nena en silencio, suplicándole a Dios que me ayudara, que me mostrara el camino. De repente sentí una mano en mi hombro. Levanté la vista y me encontré con el sacerdote, que me miraba con el ceño fruncido, preocupado.

—¿Estás bien, Haley?

Me quedé pasmada un momento. ¿Recordaba mi nombre? Ahí caí en la cuenta de que él me había dicho la última vez que había estado aquí que era amigo de mi abuelo. Asentí enderezándome.

—Tengo que hablar con usted, padre.

—Ya me imaginaba que ibas a volver —este me sonrió, haciéndome señas para que lo siguiera hacia una esquina de la parroquia más alejada del centro. Yo caminaba a su lado mirándome las manos, nerviosa.

—¿No podemos ir a un lugar más privado? —le pregunté tartamudeando, ya que necesitaba hablar con él seriamente y aquí no era el mejor lugar.

—Lo haría, pero ya sabes cómo está todo el tema de los sacerdotes hoy en día, lo mejor sería hablarlo aquí y así nadie piensa algo que no es.

Tenía razón. Lo último que me faltaba era un problema como ese. Me senté en la banca de primera fila, junto a él.

—Necesito que me responda unas preguntas.

—Sabes que no puedo...

—No puede darme las respuestas, sé que yo tengo que encontrarlas por mi cuenta —proseguí algo alterada—, pero sí me puede ayudar con las dudas que tengo del pasado.

—¿El pasado? —preguntó intrigado.

Asentí.

—Usted me dijo la última vez que vine que conocía a mi abuelo, y necesito saber... —no estaba segura de si debía contárselo, pero quizás él tenía las respuestas—. ¿Qué hizo para que Richard Grey lo matara?

Sí, lo había dicho. Y escucharlo de mis propios labios era como una estocada al corazón, nunca hablaba de la muerte de mi abuelo y ahora mismo sentía cómo la herida iba abriéndose poco a poco. El sacerdote carraspeó y me observó un momento antes de responder.

—Intentar decir la verdad sobre él.

—¿Entonces es cierto que trafica drogas aquí en Chicago? —susurré, asegurándome de que no teníamos a nadie cerca.

—Tu abuelo lo creía de esa manera —este se encogió de hombros con semblante triste—. Y sabía que arriesgaba su vida metiéndose ahí, pero estaba convencido de que no podía quedarse con los brazos cruzados —nos quedamos ambos en silencio por unos minutos, en los que yo intentaba recordar a mi abuelo en sus últimos días, pero realmente nunca me había dado cuenta de que pudiera estar metido en algo así—. ¿Cómo supiste esto de tu abuelo? Porque claramente tu madre no te lo dijo.

¿Mi madre lo sabía?

—No, es imposible que ella me lo haya dicho, porque ya sabes... —quería que él prosiguiera y así enterarme, ya que mi madre no me lo hubiera contado.

—Nunca supo en lo que estaba metido tu abuelo.

Abrí los ojos de par en par. ¿Entonces no tenía ni idea del porqué de la muerte de su propio padre? Pero al ver que el sacerdote me miraba con el ceño fruncido actué con normalidad. Mi cabeza, de manera rápida, sacó una conclusión, tenía que serlo. No le contó nada a mi madre porque quería protegerla.

—No quería ponerla en peligro.

—Así es.

—No puedo creer que Richard Grey se salga con la suya. ¿Cómo es que la policía no pudo culparlo de su muerte?

—No hay pruebas, al igual que con Kevin Lewis.

No podía ser. ¿El hijo muerto del entrenador?

(Tyler )

Llevaba dos horas esperando a Haley en casa, ya que necesitaba contarle mi brillante plan. Pero por supuesto esta no estaba. En cambio, Roy y Anna estaban justamente saliendo del departamento a paso rápido.

—Fernando nos está esperando en su casa —le dijo Roy luego de terminar la llamada, colocándose su chaqueta.

—Holly termina el turno extra en la peluquería y va para allá —le respondió quitando los ojos de su móvil para abrir la puerta y salir del departamento.

Pensé en quedarme y esperar a Haley, pero no podía desperdiciar la oportunidad de estar presente en una conversación con todo el cuarteto reunido. Si había un lugar en el que podía responderse a mis dudas, era ahí. Así que me encaminé con ellos.

Roy y Anna iban en silencio en el coche, cada uno perdido en sus pensamientos. En un momento Roy miró a Anna de manera rápida, a lo que me di cuenta de inmediato de que quería decirle algo.

—No puedes volver a hacerlo.

—¿El qué? —al parecer Anna estaba igual que yo tras lo dicho por Roy.

—Ya sabes, el incidente de ayer por la noche. Haley es tu hija, no tu madre. Eres tú la que tiene que cuidar de ella, no ella de ti —le dijo autoritariamente, y por primera vez se podía decir que Roy estaba hablando sumamente en serio, sin chistes.

Anna se quedó con la boca abierta, sin saber bien qué responder.

—Roy, ya te expliqué por qué: el hijo de Richard es amigo de Haley. ¡Amigo o más que amigo, qué se yo! No puedes decirme algo así cuando...

—¿Cuando qué? Sé que es duro, Anna, pero no puedes comportarte de esa manera. Ya es la segunda vez que te veo en ese estado, y sé que ha habido muchas más. No me mientas —le apuntó cuando notó que Anna iba a protestar—. Hablé con Haley y me lo dijo. ¿Sabes lo que le afecta a tu hija verte de ese modo? ¿Y sobre esos noviecitos tuyos que traes a casa todos los días?

Detecté celos. Y mi detector nunca fallaba. Anna lo miró con el ceño fruncido y la boca abierta.

—¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?

Roy, que mantenía las manos firmes en el volante, aceleró de golpe. Al parecer tenía prisa por llegar a casa de Fernando. Y ya me imaginaba por qué.

—Tienen que ver en que Haley no tiene por qué soportar algo así.

—¿Va a darme clases de cómo criar a mi propia hija un hombre que acaba de divorciarse dejando a su pobre mujer luego de años de casados? Olvídalo.

Creo que mi detector ha percibido celos por la contraparte.

—No metas a mi matrimonio en esto.

Anna soltó una carcajada.

—Claro, tú puedes tirarme toda la mierda que quieras y yo a ti no puedo decirte nada. Pues mira, Roy Miller, lo que hago con mi hija no es de tu incumbencia.

—¿Ah sí? Pues lo siento, pero claro que lo es. Recuerda que yo también crie a esa niña.

Lo miré interrogante.

—¿Vas a decirme que por haber estado un año en su vida tienes el derecho de decirme qué debo o no hacer? No me hagas reír.

¡Bingo! Roy había sido el "padre" de Haley en su primer año de vida. Punto para Tyler. Al menos tenía razón en que Roy sí había sido en cierta forma su "padre". Pero ahora había otras dudas que necesitaba responder, como por ejemplo... ¿Por qué Roy las había dejado? El resto del viaje fue en silencio, ninguno de los dos se dirigió una sola mirada.

Al llegar Roy estacionó el coche junto a mi motocicleta. Anna salió de inmediato, y con gran fuerza cerró la puerta. Por supuesto Roy soltó un gruñido, saliendo de la misma forma y cerrándola con aún más fuerza. Parecían dos niños. En eso, Anna se quedó ahí parada observando mi hogar, sin moverse. Roy caminó hacia la entrada, y cuando la abrió con una llave que tenía en el bolsillo se dio la vuelta hacia Anna, que seguía parada metros más atrás.

—¿Vas a entrar? —le preguntó bruscamente, a lo que Anna asintió encaminándose junto a él.

Y así fue como ambos entraron.

—¡Anna Dickens, qué sorpresa! —le saludó Martha al verla entrar en la cocina, abrazándola cariñosamente. Mientras tanto Roy se acercó hacia los bocadillos que estaba preparando—. Saca las manos de ahí si no quieres perder un dedo —le amenazó sin despegarse de Anna, que soltó un resoplido.

—Bien merecido que lo tendría —susurró en el oído de Martha, que no pudo ni responder, ya que Roy se adelantó.

—Te escuché.

—¿Y? —esta se despegó de Martha, que miraba la escena sin comprender de qué iban.

—Ya no eres una adolescente, métetelo en la cabeza —le dijo Roy poniéndose un dedo en la cabeza.

Muy mal, Roy, el humor de Haley cuando se enojaba ya era insufrible, pero fastidiar a la madre era aún peor.

—¿Disculpa? —esta se acercó a Roy con el ceño fruncido y las manos en la cadera, de modo que el vestido de flores le acentuaba la forma del cuerpo.

—No voy a volver a repetírtelo, sé que lo escuchaste perfectamente bien.

Anna al parecer no estaba acostumbrada a esta actitud de Roy, ya que lo miraba con la boca abierta y sin saber qué decir.

—Creo que el señor Fernando está ya en el comedor. ¿Me ayudas a llevar estas bandejas Anna?

Esta volvió en sí, despegando su mirada de Roy para asentir y tomar las bandejas con los bocadillos y encaminarse hacia el comedor, desapareciendo de la cocina.

—Nunca en mi vida te había visto comportarte así con Anna —le comentó Martha a Roy, que se encogió de hombros.

—Creo que después de quince años ya no somos los mismos —suspiró pasándose una mano por el cabello—. Ya no sigo siendo el mismo de antes, Martha, no con Anna. Es hora de que asuma sus responsabilidades. Y alguien tiene que ponerle los pies en la tierra.

Tenía razón, Anna debía dejar de emborracharse, tenía que ser un buen ejemplo para Haley. Quizás antes no me había dado cuenta, pero, aunque quizás no se notara claramente, el comportamiento de Anna influía en el de Haley. Al igual que me sucedía a mí con Fernando.

Martha dejó la bandeja que iba a llevar al comedor para acercarse hacia él y colocar las manos en sus mejillas, a lo que Roy la miró, interrogante.

—Estoy orgullosa de ti —Roy sonrió, y Martha se separó para ahora ponerse más seria—. Pero también recuerda que Anna perdió su adolescencia. No puedes pedirle comportarse como una madre ejemplar cuando ha estado sola todos estos años. Y no olvides cómo la destruyó el hecho de haber tenido una hija a los dieciséis años.

Era cierto, ni yo podía imaginar tener un hijo a esta edad o imaginar a alguien de la escuela. Era totalmente... imposible.

—No lo he olvidado, recuerda que estuve con ella todo el primer año de vida de Haley. Pero, ¿por qué no es como Holly? Ella también tuvo a Marie, pero no anda emborrachándose ni acostándose con quien se le cruce al frente.

—Sé que soy jodidamente irresistible, Roy, pero ya sabes, no es buena idea darle una mala impresión a mi madre en la primera cita —dijo la rubia entrando por la cocina y sonriendo de oreja a oreja, con una bolsa en la mano izquierda. Roy soltó una carcajada—. ¿Cómo estás, vieja? —Martha se cruzó de brazos.

—Cuida tu vocabulario, señorita.

Holly volcó los ojos mientras saludaba a Roy con un choque de puños bastante infantil. Y es que el cuarteto definitivamente lo era.

—¿Qué decías, Roy? —le preguntó apoyándose en la encimera.

Martha al escuchar sonar el teléfono fijo de la casa se fue a atenderlo y los dejó a los dos en la cocina.

—Nada —este se encogió de hombros.

Holly por supuesto se puso a insistirle, a lo que Roy finalmente le dijo que era sobre Anna, sus borracheras y sus novios de una noche.

—Mi punto es que las dos fueron madres a la misma edad y no entiendo por qué se comporta de ese modo. Cuando estaba con ella hace quince años no era así. ¿Qué sucedió?

Esta se quedó un momento en silencio, seguramente pensándolo, al igual que Roy. Y yo esperaba impaciente.

—Recuerda que yo no estaba en Chicago, Roy, volví cuando el padre de Anna murió. Y lo único que tengo claro es que para Anna fue aún más difícil. Richard Grey era un cretino, Fernando le dio la espalda y el único apoyo que tenía era su padre y tú. Yo no estaba. Pero sí puedo asegurarte que una mujer que queda embarazada de un hombre que solo la usó y que le mintió en su cara seguramente ni se asemejaría a Anna. Ella es fuerte, Roy, solo que a veces necesita olvidarse de todo.

—¿La justificas?

—Por supuesto que no, solo digo que no la juzgues sin haber vivido todo lo que ha tenido que pasar. Tienes razón, debe parar de comportarse como lo hace, y qué bien que quieras ayudarla. Pero solo te pido que no la abandones, Anna no soportaría que la dejaras por segunda vez.

Abrí los ojos. ¿Entonces Roy era el que la había dejado?

—No la dejé.

—¿Entonces qué sucedió?

Un silencio.

—Creo que será mejor que vayamos, Fernando y Anna nos deben estar esperando —le respondió, sin siquiera mirarla a los ojos, para comenzar a caminar hacia el comedor.

Holly se quedó quieta, observándolo atentamente. Pensé que iba a insistirle, al igual que Marie Acuña, pero esta soltó un suspiro y lo siguió por detrás. Al parecer las cosas se iban a poner interesantes. Y esperaba que la junta del cuarteto me respondiera todas las dudas que tenía en mi cabeza.

Al llegar, Fernando estaba hablándole a Anna sobre su candidatura y la gran diferencia que tenía ahora contra su contrincante, al cual por supuesto ni nombraron. Así fue como Holly saludó a Fernando sin siquiera tomarle atención, y es que al parecer seguía enojada por su pelea de hacía semanas, en la que Holly le había dejado muy claro que él había elegido la venganza contra Richard Grey antes que a ella. Y las cosas seguían estando iguales después de eso.

—¿Ahora quién va a decirme qué sucedió? —preguntó Fernando al ya estar todos sentados en la mesa. Ahora que me fijaba, era seis veces más grande de la que veía todos los días en el departamento.

—Sí, explíquenme a qué se debe esto —Holly miraba igual de intrigada que Fernando hacia Roy y Anna.

Estos dos últimos se quedaron en silencio, hasta que Roy miró a Anna para que les contara. Y ya me imaginaba qué diría.

—Haley apareció ayer por la tarde con el hijo de Richard Grey en mi casa. El hijo que esperaba su mujer cuando yo también estaba embarazada.

Fernando abrió los ojos de par en par y Holly se atragantó con la bebida, soltando una exclamación.

—Oh, Dios mío —dijeron al unísono.

(Haley)

No podía creer que el hijo del entrenador hubiera muerto también por causa de Richard Grey. Recordaba la conversación con Whitey en el cementerio acerca de su hijo, y cómo él me había dicho que estaba seguro de que no había sido un suicidio, sino que lo habían asesinado. Por eso mismo le había preguntado al sacerdote cómo se había enterado de eso, y al parecer Whitey también había sido amigo de mi abuelo y del sacerdote. Al igual que el cuarteto, en este caso aquí nos encontrábamos con un trío de amigos de infancia.

—¿Kevin Lewis iba a entregarlo a la policía?

—No lo sé con exactitud, pero Whitey está seguro de que algo tenía que ver con eso, ya que era guardaespaldas de Richard Grey. Además, cuando Whitey y tu abuelo se pusieron a investigar qué le había sucedido, resultó que justo el día que tu abuelo iba a entregarlo a la policía murió.

Entonces mi abuelo iba a entregarlo ese día...

¿A dónde vamos? —le pregunté extrañada al verlo tan alterado sacando papeles de su habitación y guardándolos en un paquete.

Primero vamos a ir a la comisaría y luego te llevo a comprar un helado. ¿Bien?

Asentí entusiasmada.

¿Y por qué vamos a la comisaría?

Un pequeño tramite.

—¿Mataste a alguien, abuelo?

Este soltó una carcajada.

¿De dónde sacas esas ideas?

Me encogí de hombros, sonriendo algo avergonzada.

Es que mamá se durmió viendo una película de policías y no quería irme a la cama, así que la vi.

Qué mala eres —me molestó poniéndose a mi altura y apretándome las mejillas. Solté una carcajada —creo que hoy solo tendrás un sabor para tu helado.

¡No! —grité más alto de lo que quería —por favor, abue, quiero de frambuesa, chocolate, piña, menta, vainilla, frutilla... —me quedé un momento pensando cuáles más existían— ...lúcuma, chirimoya y...

Bien, solo si me prometes no contarle nada de nuestra salida a tu madre.

¿Por qué?

¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? —me imitó, y yo le golpeé lo más fuerte que pude el hombro, pero al parecer ni lo sintió—. Tú sí que serías una grandiosa periodista, lo preguntas todo.

No me has respondido —gruñí cruzándome de brazos.

A ver... —este se quedó en silencio un momento—. Porque... tengo una misión secreta que cumplir y nadie puede enterarse —este miró a su alrededor asegurándose de que no hubiera nadie en el departamento. Yo no podía creérmelo. ¿Mi abuelo era un espía encubierto? Quizás era como el de la película. Me entusiasmé ante la idea—. Solo tú lo sabes porque vas a ser mi ayudante. ¿Qué te parece?

Cuenta conmigo —le respondí de inmediato, emocionada—. Vámonos ya, hay que resolver crímenes —fue así como corrí hacia la puerta para salir de una vez. Este se levantó y me siguió—. ¡Vamos en metro! Porfa, abue.

Bien, pero hay que ir de inmediato.

Volví en mí al notar que el sacerdote me estaba hablando, y le volví a tomar atención.

—Whitey vino a verme para contarme que estaba devastado con lo que había sucedido. Quería ayudarlo, pero me prohibió meterme en el asunto. Luego, que su hijo y uno de sus mejores amigos murieran por la misma causa le hizo darse cuenta de que era peligroso.

—¿Entonces se rindió?

—No, Haley, usó la cabeza. No puedes pelear cuando la guerra está ganada.

Me quedé quita. ¿Lo había escuchado bien?

—No puedo creer que usted me diga eso. El bien siempre debe luchar contra el mal, ¿no? —exclamé alterada—. Dios quizás me puso a Tyler para eso, para terminar con Richard Grey. ¡Esa es la clave! Tenemos que acabar con él y Tyler volverá a la vida.

El sacerdote negó de inmediato.

—Estás equivocada.

—No, usted es el que está equivocado —le respondí. No me entraba en la cabeza. ¿Cómo podía decirme algo así? No me lo creía, esto ya era totalmente inaceptable—. Él ha matado. ¿No va eso en contra de uno de los mandamientos? No matarás. Tiene que pagar por lo que ha hecho.

—Eso mismo decía tu abuelo. Y mira dónde está. Era mi mejor amigo desde la infancia, Haley, y ahora está muerto. ¿Crees que voy a alentarte a tener el mismo destino?

Me miraba atentamente. El dolor se reflejaba en sus ojos. Había sufrido, incluso quizás igual que yo.

—No quiero sonar malo contigo, créeme. Pero tienes dieciséis años, y estoy seguro de que Dios no hizo aparecer a Tyler en tu vida para que termines con el mismo destino que él.

—¿Y entonces por qué? No lo entiendo.

—Ya te lo dije el otro día, la venganza no es la clave...

—Es el amor —le corté pasándome una mano por la frente, y es que ya me estaba empezando a doler la cabeza—. Pero, ¿cuál es el punto? Yo quiero a Tyler y aún sigue igual —solté ya sin importarme si él no sentía lo mismo por mí.

—¿Y él?

—No lo sé, pero ha cambiado. Y sé que ahora no es igual como era al comienzo, quizás incluso... —no sabía si tenía razón, pero ya habíamos pasado más de un mes juntos— ...me quiera. Pero no del modo romántico, ya sabe, como una hermana o amiga —me apresuré a decir.

El sacerdote me miraba sonriendo con los ojos brillosos, y yo solo rogaba no haberme sonrojado.

—¿Has escuchado el mito de Narciso? —negué con la cabeza—. Léelo y reflexiónalo, ahí te darás cuenta de por qué Tyler aún no llega a esa clase de amor del que te hablo —este me dio unas palmadas en la espalda, levantándose.

—¿Pero no es de la mitología griega? —asintió—. ¿No es en contra del cristianismo? Ya sabe, los griegos creían en varios dioses.

—¿Y qué? No porque no sea parte de la biblia significa que no puedas leerlo.

Sin añadir nada más comenzó a caminar lejos de mí.

—Espere, aún no he terminado —me apresuré a decir.

—Tengo que ir de visita a un asilo de ancianos. ¿Lo dejamos para otro día? —asentí, aún con muchas preguntas que necesitaban respuestas. Este se me quedó mirando, acercándose unos pasos—. Sé que tienes buenas intenciones, Haley, que quieres hacer justicia con la muerte de Tyler, pero no puedes arriesgarte, así como así, olvidándote de las personas que te necesitan. Tu abuelo sabía que había un precio, que podía pasarle algo como lo que le sucedió, pero sabía que Anna y tú se tenían la una a la otra. Pero ahora eres lo único que le queda a tu madre, no soportaría perderte a ti ahora.

Tenía razón, en cierta forma era egoísta arriesgarme de esa manera. Pero por otro lado había una parte de mí que me decía que me arriesgara, que quizás podía meterlo en la cárcel y Tyler volvería a la vida.

—¿Pero y si eso significa perder a Tyler para siempre?

El sacerdote, que ya se estaba alejando, se dio la vuelta desde su lugar.

—¿Estás dispuesta a morir por él?

Me quedé ahí quieta, procesándolo. El sacerdote desapareció de la estancia, dejándome ahí sola. ¿Lo estaba?

(Tyler )

Llegué al departamento agotado. La charla del cuarteto había sido todo un desastre. Cuando Anna les dijo que Aaron Grey era amigo de Haley todo se volvió un caos, Holly no paraba de decir que si Richard se enteraba podía hacerle daño a Haley, incluso a Anna. Luego Fernando le dijo a Anna que debía alejar a Haley de él, que podía ser un plan de Richard y que por supuesto era peligroso. Anna, por su parte, estaba muy abatida, ya que no podía prohibirle verlo porque Haley sospecharía.

En eso, a Fernando se le ocurrió que se lo contaría a James y a Mark para que ellos estuvieran con los ojos puestos en Haley y así evitar cualquier acercamiento de Aaron Grey. El punto era que Holly le rebatió que era una pésima idea, ya que nadie podía saber que Haley era hija de Richard Grey, y mucho menos unos adolescentes. Fernando bufó, diciéndole que por supuesto no les diría esa parte. Solo que Haley era hija de una amiga y que Anna estaba preocupada de que fuera amiga del hijo de Richard Grey.

Y así fue como Holly seguía sin darle la razón a Fernando, llegando a ser ya cansador. Y como ya era tarde Roy le dijo a Anna que la llevaría a su casa, y para mi sorpresa no se negó, sino que con toda la disposición de dejar a Fernando y a Holly en su disputa se despidió sin siquiera llamar la atención, solo susurrando un simple adiós y desapareciendo con Roy.

El camino, por supuesto, fue silencioso. Ninguno de los dos dijo nada, y lo agradecí. Necesitaba un descanso de tanta charla. Y aquí estaba, ya en la puerta del departamento con Anna por delante y Roy detrás.

—¿Quieres pasar o tienes que irte ya? —le preguntó esta, y Roy dijo que se había quedado la billetera y entró junto a nosotros.

Sin dudarlo me encaminé hacia la habitación de Haley, pero ella no estaba ahí. Estupendo. En eso, pude escuchar que Roy y Anna estaban nuevamente discutiendo, así que sin pensarlo fui a ver qué decían ahora.

—No quiero volver a escucharte diciéndome cómo debo comportarme, no eres mi padre.

—Sabes que lo hago porque te quiero. ¿Cómo no te entra en la cabeza? —le respondió Roy, ya cansado por la disputa.

Anna se quedó ahí parada, aturdida. Pero de un momento a otro se reincorporó.

—Pues no lo hagas. Sé lo que hago, y no necesito a alguien para que me dé sermones de lo que debo o no debo hacer con mi hija.

—¿Cómo puedes ser tan orgullosa? Haley te necesita ahora más que nunca, está sufriendo.

—¿Y eso por qué? —Roy no dijo nada, se quedó con la boca cerrada—. Vamos, suéltalo ya. Tengo derecho a saber qué le sucede a mi hija —al ver que este no respondía, finalmente le insistió con toda clase de insultos, y de esa manera abrió la boca.

—Conocía a Tyler.

¿Qué? Anna se quedó en silencio, observándolo detenidamente.

—¿Te lo dijo ella?

—James y Mark. Ayer me lo dijeron. Estaban hablando de que Haley se había desmayado el otro día y que estaba extraña.

—No lo entiendo. ¿Los hermanos de Tyler? ¿Por qué están tan preocupados por Haley?

—No sabía que eran amigos, así que les pregunté, y me dijeron que Haley había tenido una relación con Tyler a escondidas antes de que muriera.

—Eso no puede ser cierto, me lo hubiera dicho —Anna negó con la cabeza, convencida de que tenía razón.

Yo solo quería que Roy cerrara la boca, que no dijera nada más que pudiera empeorar las cosas.

—Es cierto, Haley pasó la noche en la habitación de Tyler unas semanas atrás, James la vio salir por la mañana. Luego le pidió explicaciones y le dijo esto —por favor, Roy Miller, cierra la maldita boca—. Además, estuve hablando con Whitey y me dijo que había visto a Haley el otro día en el cementerio junto a la lápida de Tyler. Sé que cuesta creerlo, pero no hay otra explicación.

Anna seguía ahí parada con los ojos abiertos y con la mirada perdida.

—Esto explica su cambio tan radical.

—¿Cómo?

—Haley no es la misma desde que Tyler murió. Ahora está más... es diferente. Más... como una adolescente, como lo éramos de jóvenes.

—¿Fuera de control, desquiciados y sin uso de la razón? —Anna asintió, a lo que Roy acortó la distancia—. Quizás intenta olvidar a Tyler de esa forma.

«No está intentando olvidarme», gruñí.

—¿Pero por qué no me lo contó? Sabía que estaba enamorada de Tyler Ross, pero según lo que me había dicho, él no le había tomado ni la mínima atención.

—Qué extraño... Haley no es de las que te mentiría. ¿No?

—Por supuesto que no.

«Si supieran como era ahora...». Justo en ese momento se escuchó cómo una llave entraba en la cerradura y la puerta principal se abrió. Haley entró y los miró a ambos, algo nerviosa, puesto que tenía las miradas de Anna y Roy clavadas en ella.

—Roy le acaba de decir a Anna sobre nuestra relación secreta antes de que muriera —Haley por supuesto frunció el ceño, pero no me miró. No quería que los ojos que estaban fijos en sus movimientos lo notaran—. Roy habló con James y Mark, ellos se lo dijeron.

Asintió levemente, por supuesto un gesto insospechable para Anna y Roy. Los saludó a ambos y fue a sacar algo de la cocina.

—¿Pasa algo? —les preguntó al ver que ninguno abría la boca.

—Roy justo se tenía que ir —este la miró interrogante, a lo que Anna lo llevó hacia la entrada, sacándolo del departamento en cuestión de un momento.

Se quedaron Anna y Haley. Y yo ahí parado en mitad de la escena esperando ver y escuchar lo que iba a pasar a continuación.

—¿Dónde estabas?

Haley se sirvió el café en la taza, revolviéndolo con la cuchara.

—¿Recuerdas esa iglesia a la que íbamos con el abuelo? —Anna asintió—. Estaba ahí, el sacerdote era amigo del abuelo y me quedé hablando con él.

¿Qué me había perdido? ¿Haley había ido a la iglesia? ¿Había hablado con el sacerdote? ¡¿Era amigo de su abuelo?! Al parecer el día de Haley había sido bastante interesante.

—No me digas, ese hombre es una excelente persona.

—Sí, lo es. No tenía ni idea de que también el abuelo fuera amigo de Whitey.

¿Whitey? ¿Ahora también iba a ser amigo del padre de April? Porque ya eran muchas casualidades.

—Sí, pasaban mucho tiempo juntos. Estoy segura de que por tu abuelo no suspendí educación física —dijo Anna con una sonrisa, aunque sabía que no despegaba la vista de Haley, seguramente intentando descubrir si era cierto lo que había dicho Roy.

—No lo dudo —le respondió llevándose la taza a la boca—. Por cierto... quiero hablar contigo sobre lo de ayer por la noche.

Anna se tensó y apartó la vista hacia un lado.

—Lo siento, hija, nunca más se va a repetir.

Haley me echó un vistazo haciéndome señas para que les dejara privacidad. Yo quería quedarme, pero realmente ya estaba cansado del tema de las borracheras de Anna, y no quería estar presente en otra discusión del mismo tema. Así que sin dudarlo fui a colarme a algún departamento del edificio. A ver si encontraba algo interesante para pasar el rato.

(Haley)

—¿Sabes cuántas veces me dices lo mismo? —dije acusadoramente.

No podía creer que me repitiera la misma excusa de siempre.

—Haley, yo... soy una estúpida.

—Pero, a ver... ¿Te acostaste con otro y te dejó? ¿Te echaron del trabajo? Y ya hablé con Holly por si habían peleado, pero al parecer están bien. Así que, dime. ¿Qué sucedió ahora? —mi tono de voz cada vez fue subiendo y realmente me importaba poco. Quería hacerla entrar en razón, que parara de decir lo mismo una y otra vez.

Mamá se tomó un momento, en el cual yo estaba impaciente.

—Solo... que no tuve un buen día.

—Pero si estabas perfectamente bien cuando llegué a casa. Cuéntame. ¿Qué pasó después de que me fuera?

—Nada, Haley.

—¿Fue Roy? ¿Habían peleado?

Podía ser una posibilidad. Mi madre, al pasar más de un minuto en silencio, asintió levemente con la cabeza.

—Fue una estupidez, ya sabes, malinterpreté las cosas.

Entonces solo había sido Roy, y no sabía por qué, pero me extrañaba muchísimo que esa fuera la razón.

—¿Seguro que solo fue eso?

—Sí, pero no quiero hablar de ello.

No puse objeción, ya que ahora mismo debía ir a averiguar sobre ese mito de Narciso que el sacerdote me había dicho, y tenía que ponerme al día con Tyler. Necesitaba saber si había descubierto algo y a la vez contarle sobre mi día. Así fue como comencé a caminar con la taza en mano hacia mi habitación y sentí que mi madre carraspeó.

—¿A dónde vas?

—A mi habitación.

—Creí que estábamos hablando.

—Sí, pero creí que ya habíamos terminado.

¿Desde cuándo a mamá se la sentía decir algo por irme a mi habitación? Seguramente estaba con la regla.

—¿Estás bien, Haley? —me preguntó desde detrás de mi espalda, por lo que me di vuelta, mirándola atentamente.

—Sí, ¿por qué?

Sabía que ahora mismo estaba estudiándome, averiguando si había algún signo en mí que dijera que le estaba mintiendo. Ya que por supuesto que supiera que los hermanos Ross decían que había tenido una relación con Tyler a escondidas era bastante nuevo para mi madre. Ella me conocía mejor que nadie, y no se iba a creer algo así. Pero menos iba a creerse que estuviera mintiendo. Así que ahora mismo estaba intentando averiguar qué pasaba realmente.

—No me hagas caso. ¿Vas a salir?

—Estoy cansada, hoy dormiré.

—Me parece genial, yo igual lo haré. Buenas noches —esta caminó hacia mí estrechándose en mis brazos, y yo por supuesto se lo devolví para que así se quedara tranquila—. Te quiero mucho, ¿sabes?

—Yo igual, mamá —fue mi respuesta.

Y así, luego de que se despegara, entré a mi habitación con el aire contenido y lo expulsé de mi cuerpo con la respiración agitada. Odiaba mentirle a mi madre. De todas las personas del mundo la que mejor me conocía era ella. Incluso más que Simon, que, aunque siempre supiera cuándo mentía y cuándo no, al menos mi madre podía deducir el porqué. Simon, en cambio, no.

Saqué a Simon Adams de mi cabeza y me concentré en enfocarme en toda la información que me dio el sacerdote. Y sin pensarlo dos veces tecleé en el ordenador: Narciso. Y lo primero que me apareció me hizo darme cuenta de la relación que tenía este personaje con Tyler. Proveniente de la mitología griega, Narciso era un joven muy hermoso... Puse los ojos en blanco y proseguí. Al parecer iba a leer sobre los orígenes de Tyler.

(Tyler )

Ya era lunes. El día seguía gris como la semana pasada, y por supuesto las caras largas se hacían notar en los pasillos. Haley iba a mi lado en silencio, meditando, algo usual en ella desde el domingo por la mañana, ya que el sábado al parecer se me pasó la hora al quedarme mirando una fiesta que había en la esquina de la calle del departamento. Por lo que de un momento a otro estaba despertando en el suelo de la habitación de Haley, en la que esta me fulminó enojada. Así fue como todo ese día nos lo pasamos contándonos uno a otro sobre lo que habíamos visto y oído.

En resumen, la charla con el sacerdote había sido bastante reveladora. El hijo de Whitey había muerto por culpa de Richard Grey, que incluso trabajaba para él —era su guardaespaldas—, al igual que lo hace ahora mismo el padre de Steve. También le había advertido de que no debía meterse con Gay, ya que era peligroso. Puesto que, si a Kevin Lewis y al abuelo de Haley los habían matado, seguramente corría el mismo riesgo. Y por supuesto no iba a permitírselo.

Anna había tenido que salir a hacer unos trámites a la peluquería, ya que trabajaba horas extra, y Haley no salió de su habitación en casi todo el día, porque estaba investigando una leyenda que no quería contarme de qué iba, y al final tuve que desaparecer por algunas horas para ir a ver qué tal iban mis hermanos.

James dormía plácidamente y Mark estaba besuqueándose con Diana fuera de la casa. Asco. En fin, el punto era que ahora mismo iba a ir a espiar a Aaron Gay para saber más sobre él, ya que así podía unir cabos sueltos a los que todavía no encontraba respuestas.

—Suerte en el instituto —me despedí de Haley a centímetros de su oreja. Al alejarme se acercó ahora ella a mí.

Sorprendido, me quedé ahí quieto.

—¿Dónde vas? —me susurró en un tono muy bajo.

—A comprobar que Aaron GAY —enfaticé— no tiene buenas intenciones.

Haley volcó los ojos, y sin decir nada me hizo una seña con la mano para que desapareciera de ahí, soltando un gruñido. Y sin poder contenerme le dije lo que pasaba por mi cabeza.

—Cuando te enojas te ves caliente. ¿Te lo había dicho?

Ni siquiera me resté a escuchar su respuesta. Me di la vuelta y comencé a caminar hacia la salida. Escuché cómo sus cuadernos caían al suelo y esta seguramente se agachaba para recogerlos. Solté una carcajada.

(Haley)

Hoy estaba decidida a hacer algo con respecto a Lauren y April. Sabía que era arriesgado, pero si no podía meter a Richard Grey ante las rejas por mí misma al menos podía servir de ayuda. Así que cuando recogí mis cuadernos después de que Tyler me dejara pasmada me encaminé por los pasillos intentando recordar dónde estaba el casillero de Lauren Davis.

Luego de buscar durante cinco minutos lo encontré, y estaba justamente hablando con April seriamente. Era ahora o nunca. Me encaminé hacia ahí, nerviosa. Las manos me temblaban y sabía que iba a tartamudear, sería imposible evitarlo. Al ya estar frente a ellas las dos me miraron, interrogantes.

—Hola —pude decir.

Lauren frunció el ceño, a lo que April le dio un golpe con su zapato. Esta, que no se lo esperaba, se mordió el labio para evitar una pelea. Mientras, yo estaba ahí quieta sin decir nada.

—¿Cómo vas con el tema del equipo para el anuario?

—Hoy hablaré con el entrenador para que me ayude un poco —le sonreí, y Lauren me miraba de arriba abajo.

—¡Amo tus pantalones! —dijo en un momento determinado, a lo que yo los miré también.

—Creo que no tienen nada en especial —opiné, puesto que se trataba de unos simples pantalones de color negro.

Al menos me dio cierta gracia que lo intentara.

—Es cierto —agregó April.

—Igual son lindos.

Las tres estábamos en silencio y yo aún me preguntaba si estaba bien lo que iba a hacer. Pero con solo ver a Whitey caminando por el pasillo, sabiendo que el asesino de su hijo estaba suelto y que, aún peor, iba a ser alcalde de Chicago, me era imposible vivir como él. Sin poder hacer justicia ante la muerte de su hijo, como también ante la de su mejor amigo, y todo por miedo a terminar igual que ellos. Richard Grey había matado a mi abuelo y debía pagar por ello. Quería meterlo en la cárcel, hacerle pagar por habérmelo arrebatado. No lo dudé ni un segundo más.

—Sé que saben que mi abuelo fue asesinado por Richard Grey —dije sin siquiera titubear. Lauren soltó una exclamación sorprendida, mientras que April se cruzó de brazos y me miró con una sonrisa—. Y quiero ayudar, así que... estoy dentro.

Sabía que era arriesgado, pero lo era aún más si iba por mi cuenta. En cambio, con April y Lauren al menos me sentía segura. Y era la única forma para traer a Tyler a la vida, estaba segura.

El recuerdo del sacerdote diciéndome que no era así, que la clave no era la venganza sino el amor, vino de golpe a mi cabeza. Pero esto lo hacía por amor a Tyler, así que debía de estar bien. Tenía que estarlo.

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