Pinky Hair Boy - YoonMin [+18...

By LucAAoSora

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Park Jimin, un joven de veinte años y peculiar cabello rosa, aparenta ser un chico tierno e inocente, pero de... More

✨LIBRO OFICIAL EN FÍSICO✨
Prólogo
Capítulo 1 (Primer Arco).
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18 (Segundo Arco).
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
❤️ T R A I L E R ❤️
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36 (Tercer Arco).
Capítulo 37.
Capítulo 38.
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41.
Capítulo 42.
Capítulo 43.
Capítulo 44.
Capítulo 45.
Capítulo 46.
Capítulo 47.
Capítulo 48.
Capítulo 49.
Capítulo 50.
Capítulo 51.
Capítulo 52.
Capítulo 54.
Capítulo 55.
Capítulo 56.
Capítulo 57.
Capítulo 58.
Capítulo 59.
Capítulo 60.
Capítulo 61.
Capítulo 62.
Capítulo Final.

Capítulo 53.

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By LucAAoSora

INICIO DEL ARCO FINAL

Un joven de cabello negro con puntas rojizas se hallaba empuñando un revólver con mucha fuerza, haciendo presión con sus mandíbulas como si estuviera mordiendo, llenándose de ira a cada segundo y sin dejar de observar aquel lugar. Muchos disparos se escuchaban a la lejanía, pero él no se movía. Estaba enojado, quería matar a alguien, pero ya lo había hecho... y lo peor es que se estaba arrepintiendo demasiado, ya no podía preguntarle nada al respecto de lo que sus ojos veían. No podía, porque le había disparado justo en medio de la maldita frente. Toda la información que sabía se había ido con él, todo lo que tal vez pudo haberle dicho si lo dejaba con vida unos minutos más, en vez de desquitarse de esa manera.

—Joven Jihyun, ¿qué haremos ahora? —Preguntó un hombre.

—Busquen a Jimin —gruñó, frunciendo su ceño—. ¡Encuéntrenlo ya, maldita sea!

Muchos hombres se movilizaron luego de la orden de Park, subiéndose a unas motocicletas para dirigirse hacia los callejones. No tenían que dejar que nadie saliera de ese barrio, matarían a todos y cada uno de los miembros de esa mafia tan odiada por las organizaciones y el gobierno. Esa mafia que lo único que buscaba era terminar con su reinado en Corea del Sur. Gracias a que muchas fuerzas policiales se adhirieron a la causa, consiguieron llevar este caso hasta los medios de comunicación, alertando así a todo el pueblo. ¿Y qué mejor que romper la seguridad del Dragón Dorado en Daegu? Luego irían por la sede que se hallaba en Seúl para ponerle fin a esa mierda.

—Ji-Ji —habló una jovencita—. ¡Ven a ver lo que encontramos!

El mencionado avanzó casi con desesperación, pensando que al fin habían obtenido las mezclas de la droga de la sangre de Seokjin que tanto buscaban. Sin embargo, no fue así. En cuanto entró a la habitación, se encontró con algo extraño. Parecía el cuarto de un niño; bueno, más bien de una niña. Había rosado por todos lados y estaba claro que ese no era el lugar en el que Seokjin dormía, ya que ese lo habían revisado hace poco. Algo no cuadraba y eso se lo decía la expresión de su hermana menor, quien se veía preocupada; ella nunca demostraba emociones así.

—Ven aquí, mira esto... —señaló con su dedo índice.

Avanzó hasta rodear la cama y se encontró con una especie de caja fuerte en el suelo, como si fuera una puerta. Ambos se miraron y Jihyun llamó a algunos tipos cerca de los pasillos para que entraran a la habitación e intentaran hacer explotar esa cosa, ya que ninguno se sabía la clave para abrirla. Entre intentos desesperados, terminaron por rendirse. Al joven Park no le cuadraba nada eso, ¿qué era lo que tenían que ocultar?

«Joven Jihyun», resonó su radio en su bolsillo. «Encontramos a Park Jimin, está con Min Yoongi. Según las fotos que nos dio, son ellos; tienen el cabello diferente, ambos se lo oscurecieron.»

Jihyun se puso de pie de inmediato.

—¡Tú, como te llames! —Indicó—. ¡Nadie se va de aquí hasta que no abran esta maldita caja fuerte, ¿entendido?! —Dijo, tomando de la mano a su hermano y saliendo de esa habitación. En el camino tomó su radio y respondió—. Dime en qué lugar se encuentran exactamente.

«Estamos avanzando con las motocicletas por los callejones, señor. Le enviaré la ubicación por teléfono móvil», respondió. «¿Los retenemos? ¿Qué hacemos si se resisten?»

—Reténganlos. No maten a ninguno... —se detuvo por un momento y sonrió de forma ladina al ver al señor Min Jae Bum saliendo del gran comedor en el piso de abajo—. Tal vez, si Min Yoongi se resiste pueden disparar. Solo no le hagan daño a mi hermano, ¿entendieron?

«Entendido, joven Jihyun».

Yuna y Jihyun se dispusieron a bajar las escaleras con mucha velocidad. Se encontraron al padre de Yoongi de camino y le indicaron que fuera con ellos. Si Jimin y Suga estaban juntos, todo iba a ser mucho más sencillo.

Sin embargo, en cuanto salieron de allí notaron a una persona que exclamaba insultos y maldiciones a lo lejos, parecía estar atada. Su hermana y el hombre de cabello canoso dejaron de avanzar, viendo con atención hacia su dirección, no estaba tan lejos. Esos ojos rojos y llenos de furia se posaron sobre el joven Park, quien sonreía triunfante. Sus manos estaban apresadas detrás de su espalda y se encontraba arrodillado con marcas de golpes en su rostro. Tal vez sus heridas se curaban rápido, pero eso ya daba igual, nada podía curar las heridas en el corazón, donde lo físico y tangible no rige.

—¡¿Dónde está Namjoon?! —Exclamó.

Jihyun avanzó un poco hasta quedar a dos metros de Seokjin.

—¿Quieres ir donde está él?

—¡Dime en dónde lo tienen, maldición! —Insistió con lágrimas recorriendo sus mejillas.

—Bien —hizo una mueca de despreocupación, tomó su arma para quitarle el seguro y luego apuntó hacia la cabeza ajena—. Solo si te asesino podrás ir con él, ¿aun así quieres verlo?

La expresión de Jihyun fue de mucha satisfacción en cuanto vio cómo Seokjin entendía sus palabras. Sonrió hasta que sus ojos se cerraron al ver cómo el rostro ajeno dejaba de demostrar furia para enseñar desconsuelo, confusión y dolor. Adoró tanto esos pequeños segundos en los que el joven de ojos rojos cayó en cuenta de lo que sucedía, que Razzem, el líder del Dragón Dorado y a quien tal vez quiso demasiado, estaba muerto. Muerto por dos balas de su pistola. Su sonrisa no desapareció mientras bajaba su arma, observó cómo el cuerpo de Seokjin se dejaba caer derrotado y les indicó a los demás que se aproximaran para capturarlo mejor. Sin embargo, este intentó forcejear contra ellos, sollozando ante la idea de no volver a ver a Namjoon, quien, para bien o para mal, había salvado su vida y dado una casa, un hogar en el cual vivir, lejos de tipos que deseaban experimentar con su sangre. Fue la única persona a la que se aferró tanto, no podía simplemente aceptar que lo había perdido.

—¡Suéltenme! —Sollozó mientras forcejeaba contra los demás—. ¡Prefiero morir antes de ser un experimento de ustedes!

—Oh —ladeó su cabeza—, ¿en verdad prefieres eso?

Jihyun se quedó observándolo con una expresión de malestar y algo desequilibrado, sin entender muy bien, pero sin dejar de apuntar hacia su cabeza de todas formas. Hizo un gesto para que sostuvieran bien fuerte a Seokjin y sonrió de forma ladina para, luego de disparar sin una pizca de dudas hacia él, regocijarse en la sensación de poder, sabiendo que no podría curarse de una herida en dicha zona vital. Observó cómo aquel cuerpo caía cual muñeco de trapo al suelo, sin vida, y no esperó ni un segundo para volver a lo que estaba haciendo antes, dispuesto a retomar su camino hacia donde se encontraba su hermano mayor.

—Tomen unas cinco muestras de sangre antes de incinerar su cuerpo, ¿bien? No queremos que nadie más consiga su sangre.

Avanzaron con rapidez hasta llegar a un vehículo, en el cual se subieron. Jihyun se la pasó dándole indicaciones a Min Jae Bum quien conducía, mientras observaba en la pantalla de su teléfono móvil la ubicación que ese tipo le había enviado. Luego de algunas vueltas, el hombre se detuvo y todos bajaron del automóvil, adentrándose a los oscuros callejones hasta llegar hacia donde los motociclistas tenían acorralados a Jimin y Suga. Yuna estuvo a punto de gritarle a su precioso hermano de temporal cabello café oscuro para que supiera que estaban allí, pero Jihyun tapó su boca de inmediato luego de darse cuenta de que Jimin había bebido de un pequeño frasco. No entendía cómo mierda tenía eso en su poder, si todo indicaba que Razzem se había encargado de no dejar rastro de WBort05 antes de su llegada, como si hubiese sabido, como si lo hubiese esperado. Así es, el motivo por el cual Jihyun estaba tan enojado antes era porque el líder de la mafia, en base a simples sospechas, había decidido eliminar cada muestra o mezcla de la droga. Pero ahora tendrían sangre de Seokjin y se llevarían a Jimin con ellos, no había motivo para no alegrarse.


-------


Un joven de cabello anaranjado se hallaba observando una televisión de tamaño grande en el salón de una casa de Seúl, con bajo volumen, cambiando a cada momento de canal, sin encontrar nada relacionado al incidente de dos meses atrás. Hacía mucho frío a pesar de la calefacción y se sentía tan solitario a su alrededor. Solo dos luces se hallaban encendidas en el piso de abajo, la de la sala y la cocina. Tan silencioso..., tan tétrico.

Llegó el momento en el que ese joven dejó de presionar el botón para detenerse en un canal y prestar su total atención a las noticias. Sus ojos se llenaron de lágrimas al ver el desastre en el que se había convertido todo Seo-gu, donde alguna vez estuvo la guarida del Dragón Dorado. Era una zona militarizada ahora. Dudó en subir un poco el volumen, temiendo ser escuchado desde el piso de arriba, pero finalmente, luego de observar hacia las escaleras, decidió hacerlo y prestar atención a lo que el reportero decía.

—Esta semana se han encontrado tres escondites de miembros de la mafia, ¿no es así?

—Sí —respondió su compañero—. Como pueden ver, están desalojando una casa donde se refugiaban algunos miembros. Fue reportada por anónimos, esperamos que la justicia decida qué hacer.

«Chicos...», pensó al ver cómo los policías forcejeaban contra ellos. Los conocía, claro que sí. Todo el barrio del Dragón Dorado se conocía entre ellos.

—Disculpe, oficial —uno de los reporteros le preguntó a un policía que observaba la escena—. ¿Cómo pueden saber que estas personas son de la mafia?

—Sus tatuajes lo dicen —respondió de forma seca—. ¿Podrían dejar de grabar esto? ¿Están "en vivo"?

—Así es, oficial. Nos retiraremos pronto.

—Ustedes se lo buscan —opinó, sonriendo e ignorándolos luego.

Los camarógrafos siguieron filmando la escena junto a varios de otros canales. Era la primera vez que capturaban a miembros de la mafia en pleno mediodía, a la luz del sol y a la vista de todos, porque en Seo-gu y otros lugares, los oficiales y miembros de J.M.P. accionaban de noche. Hoseok sintió escalofríos al ver la cruda escena que se presentaba, porque no tardaron en oírse los disparos de esos tipos que se hacían llamar "policías" y que solo reprimían a las personas que buscaban un cambio radical en ese país.

De repente, unos sollozos desgarradores llamaron su atención, por lo que se dispuso a apagar el televisor mientras sentía que su cuerpo se llenaba de nervios. Como pudo se acercó hasta el inicio de la escalera y la observó en toda su extensión con mucho anhelo e incesante desesperación al no poder hacer nada al respecto. Llevó su mano izquierda hacia el pasamanos y lo apretó con fuerza, tras lo cual, percibió un nudo en su garganta debido a la horrible situación. Lo oía sufrir y eso lo impacientaba, le daba tanta angustia que no sabía cómo contener su llanto. Ese joven que lloraba estaba en uno de los cuartos, seguramente envuelto en sábanas y acurrucado en la cama. Y se odiaba tanto por no poder subir las escaleras para ayudarlo.

—¡Jimin! —Exclamó—. ¡Jimin, por favor! ¡Trata de tranquilizarte!

Como era de esperarse, no recibió respuesta alguna de su parte, pero ya estaba acostumbrado a eso. Pasó varios minutos así, escuchando cómo Jimin sufría en su agonía y odiándose por no poder ayudarle. Sin embargo, unos sonidos en la puerta de la entrada –la cual estaba a pocos pasos de las escaleras– llamaron su atención. Siempre se estremecía al pensar que podía ser algún oficial y que sería su fin, pero afortunadamente solo quedaba en un pensamiento. Vio cómo alguien ingresaba por allí y sintió una brisa de aire helado entrando con él, cosa que casi congela sus huesos. La puerta fue cerrada de forma rápida y ese joven de cabello rubio se dio la vuelta para encontrárselo. Se sorprendió. Dejó las bolsas de compras cerca de la entrada y se quitó la gran bufanda de lana que también usaba como cubrebocas.

—Hobi... —dijo, agitado por haber casi corrido—. ¿Qué sucede? ¿Por qué estás aquí?

Hoseok no tuvo que responder nada, ya que Jimin se hizo escuchar desde el piso de arriba. El joven de cabello rubio y prominentes raíces negras se desesperó al oírlo y hurgó con rapidez en una de las bolsas para sacar un botiquín de primeros auxilios que había comprado. Ya se habían terminado todos los materiales para curar heridas, así que tuvo que salir a la calle para conseguir más. Corrió sin dudarlo hacia ese cuarto, subiendo los escalones casi de a tres y no tardó en llegar, ya que la casa no era demasiado grande. Observó cómo aquel joven de cabello rosa parecía retorcerse de dolor sobre la cama, cubierto por sábanas blancas que habían adquirido un poco de suciedad. Ahogó sus ganas de llorar y se quedó con un nudo en la garganta para aproximarse hacia Jimin, sintiendo una angustia terrible. Quitó de un tirón aquello que cubría su cuerpo y lo dejó completamente destapado para luego sentarse en el borde de la cama y tomar sus muñecas con fuerza, tratando de despertarlo.

—¡Jimin, detente! —Le indicó—. ¡Te estás lastimando, para!

Tuvo que sacudir su cuerpo varias veces para que se despertara de esa pesadilla que tanto le atormentaba. Sus ojos irritados por llorar se abrieron de repente y dio un respingo por el susto, sosteniéndose del otro casi con desesperación, como si se fuera a caer. Su mirada se encontraba perdida, observaba a todos lados, temiéndole a la idea de algo que solo él conocía y frunciendo su ceño con angustia. Se percató de su alrededor luego de unos segundos mientras apretaba el agarre sobre los hombros ajenos y temblaba sin saber muy bien el motivo, terminando por posar su vista en él.

—Tae... —susurró.

Su voz había cambiado tanto, todo de él. Sus cuerdas vocales tal vez se habían desgarrado debido a los gritos estremecedores que lanzaba durante sus pesadillas, cuando no podía controlarse, hasta el punto en que su voz sonaba ronca y apagada todo el tiempo. Su preciosa piel de leves tonos canela había perdido un poco de su color, sus ojos siempre presentaban unas ojeras muy oscuras en sus contornos, sus mejillas habían perdido volumen y su peso había disminuido notablemente. Su sonrisa, su preciosa y tierna sonrisa ya no estaba, incluso parecía que nunca había estado allí en realidad... ya no era él. Todo lo que alguna vez representó a Park Jimin ya no existía.

—Tranquilo —murmuró, dándole una mirada de compasión—. Todo está bien, ¿sí? Déjame ver tu espalda.

El joven lo observó con confusión. Últimamente no comprendía lo que sucedía a su alrededor, no tenía noción del tiempo, le costaba mucho procesar las palabras de los demás. Taehyung sabía que en cualquier momento toda su cordura desaparecería. Ni él ni Hoseok querían aceptar que su amigo estaba tan grave, tenían fe en que podría salir de esta situación, lo anhelaban con todas sus fuerzas. Hizo una mueca al ver que Jimin soltaba un pequeño suspiro de dolor al darse cuenta de que se había hecho daño a sí mismo otra vez. Así es, otra vez, como en tantas noches pasadas. A veces, las pesadillas eran tan feas que Jimin desgarraba a rasguños su espalda, pecho, brazos y rostro sin darse cuenta, se lastimaba hasta sangrar y no lo notaba hasta que alguien se lo decía. Eso era lo peor... no lo notaba, no sentía nada. Absolutamente nada.

—Traje estas cosas raras para tratar tus heridas —le sonrió de forma cuadrada—. No te preocupes, ¡déjaselo al genio V!

Jimin no respondió, en vez de eso se recostó boca abajo en la cama otra vez luego de quitarse la remera, como un movimiento automático, dejando toda su espalda rasguñada al descubierto. Más que nada, las heridas estaban en la zona de la nuca, alrededor de allí y en toda la extensión de sus hombros, tocando un poco la parte de los omóplatos. Luego, los rasguños recorrían sus brazos, dejando marcas rojizas que parecían demasiado dolorosas a su paso.

Se dispuso a abrir el botiquín que había comprado, era pequeño, pero tenía lo suficiente. Se levantó para ir hacia el baño de aquella habitación para colocar agua en un vaso de plástico luego de lavarlo, y regresó hacia la cama para sentarse en el borde, otra vez. Tomó un pequeño frasco de alcohol en gel que había dejado en la mesita de noche al lado de la cama y se colocó un poco en la palma de la mano derecha, para esparcirlo luego por su piel antes de tocar los productos para tratar las heridas ajenas. Sacó unas gasas bastante grandes y las remojó en agua. Las pasó por cada rasguño para limpiar la sangre que salía.

—Jimin... —habló después de un rato—. Sabes que puedes hablar conmigo de lo que sea, ¿sí?

—Sí —susurró.

—Volviste a soñar lo mismo, ¿verdad? —Preguntó con cautela mientras seguía limpiando las heridas.

—Siempre es el mismo sueño.

—¿No me quieres decir de qué trata?

Y como era de esperarse, Jimin no dijo ni una palabra más. Taehyung estaba acostumbrado a no recibir respuesta de su parte cada vez que le preguntaba al respecto, pero no se rendía, porque estaba seguro de que su amigo le diría todo algún día. En cuanto terminó de limpiar las heridas con agua, tomó un líquido antiséptico en aerosol y comenzó a rociar las zonas afectadas, cubriendo con grandes apósitos algunas que lo precisaran. Se dispuso a retirarse de allí para dejarlo dormir con tranquilidad... o, al menos, hacer el intento. Era raro que Jimin lo lograra, varias noches se la pasaron despiertos con Hoseok porque él no podía dormir.

—No cierres con llave... —Dijo antes de que Taehyung se retirara—. No me encierren más.

—No podemos hacer eso, Jimin —suspiró con angustia—. Ya trataste de escapar y sabes muy bien que hay gente buscándote, no podemos dejar que te hagan daño.

El joven de cabello rosa escuchó cómo se cerraba la puerta con llave, como lo supuso. Se quedó unos segundos en pleno silencio, observando la blanca pared a su lado, ya que la cama estaba ubicada en una esquina, y luego giró su rostro hacia la otra dirección, observando la mesita de noche con algunas cosas encima que Taehyung siempre usaba para curarle las heridas. Vivía con un constante dolor en su pecho, con una angustia que no hacía más que crecer, con un nudo en su garganta, recordando ese maldito día en el que su vida se arruinó por completo. ¿Acaso había hecho algo malo para que todo fuera así? ¿Acaso se lo merecía? Frunció su ceño con angustia, ya que únicamente cuando se hallaba solo podía llorar en paz, en silencio. Sus ojos cristalinos por las lágrimas que empezaban a formarse se posaron en aquel brazalete rosa con un adorno negro. Aún lo tenía, no podía deshacerse de él por mucho que quisiera hacerlo. Una tibia gota empezó a recorrer el puente de su nariz, debido a que se hallaba de costado, y otra gota humedecía la almohada en la que reposaba su cabeza. Sorbió su nariz, sin entender por qué lloraba. Más bien, no quería entender. Cerró sus ojos, cansado de todo, destruido, odiando cada palabra que él le había dicho, cada mirada que él le había brindado, cada sonrisa, cada beso, caricia y... cada mentira.

Ya no sabía qué hacer, había perdido su rumbo, su juicio.

Y lo peor de todo no era cómo se sentía, sino cómo debía sentirse..., pues podía odiar todo de él, podía jurar que no quería volver a verlo en su maldita vida, podía incluso llegar a matarlo. Pero no podría jamás dejar de amarlo, porque lo amaba de la forma más dolorosa y enfermiza existente. Y eso, tal vez, era la cruz más pesada con la que debía cargar: no poder odiar a la persona que le había arruinado la vida porque se había enamorado. Sí, se había enamorado de su némesis, aquel a quien juró asesinar frente al frío cuerpo de su amada madre. Se sentía débil, desorientado, perdido ante los recuerdos de sus momentos al lado de Min Yoongi. Nunca pensó que desearía olvidar, que saber más sobre él terminaría destruyendo la última parte de su alma. Todo Park Jimin había sido destrozado al fin; todo lo que alguna vez lo mantuvo de pie, firme ante cualquier adversidad, ya no lo sostenía, había dejado de existir. No había motivo para seguir con vida, pero era tan idiota que no tenía el valor necesario para quitársela a sí mismo. Tan cobarde... ni siquiera podía con eso.

Llevó su mano algo débil hacia la mesa, sin mover su cuerpo, dejando que las lágrimas cayeran en silencio, y tomó aquel brazalete que, para bien o mal, le permitía mantener lo poco de cordura que le quedaba. Regresó su mano hacia él luego de tomar dicho objeto y comenzó a recorrer toda su extensión con sus dedos, tocando el adorno que tenía, sintiendo la textura de los cordones rosados que lo formaban, casi sin poder ver bien por su vista nublada por las lágrimas. Sorbió su nariz con mucho dolor, recordando ese día; mordió su labio inferior con fuerza, lastimándose a sí mismo e incluso pudo jurar que sentía aquellas manos suaves sobre su rostro en cuanto cerró sus ojos. Sentía sus caricias, sus besos en cada zona a la que alguna vez le dio el consentimiento de tocar; su pecho dolía de manera insoportable y ya no podía aguantar su llanto, no conseguía que fuera silencioso, así que escondió su cabeza en el almohadón y llevó sus manos debajo de este para derramar allí su agonía... agonía que vivía todos los malditos días; respirando de manera irregular y achicándose en su lugar, como si fuera una bola de cristal a punto de estallar; percibiendo que se volvía loco al creer sentir los brazos de su hyung abrazando su cuerpo, reconfortándolo; oía sus susurros, sentía cosquilleos en su cabello como si él le hiciera mimos. No podía soportar más eso, lo detestaba; deseaba no saber la maldita verdad. Su ausencia le destrozaba el alma, pero la sola idea de tenerlo cerca provocaba rabia en él; era como si su mente y cuerpo lucharan contra ambos sentimientos, solo que no sabía en qué terminaría.

«Te odio», había salido de sus labios ese día...

Se dispuso a empuñar con fuerza el brazalete en sus manos debajo del almohadón. Intentaría dormir, ya que eso era lo único que lo hacía olvidar, su único escape de la realidad, y ni siquiera era suficiente, porque a veces su pesadilla regresaba e incluso en sus sueños no podía dejar de sentirse así. Estaba cansado, física y emocionalmente; solo quería desaparecer.

————

Se escuchaban los sollozos y gritos de agonía de aquel joven atado de pies y manos sobre una camilla que alguna vez había sido de color blanco y que ahora se veía rojiza por la sangre. Un chico de cabello negro con puntas rojas mordía la uña de su dedo pulgar derecho por la impaciencia, observando detrás de una ventana grande y bastante gruesa hacia aquella habitación. No estaba funcionando, lo sabía muy bien; lo supo en cuanto vio cómo la piel ajena se tornaba de color negro en los extremos de su cuerpo, manos y pies. Chasqueó su lengua con impaciencia al ver que ese tipo dejaba de gritar y golpeó el vidrio con mucha furia, llevando su mano derecha hacia su cabello para despeinarlo. Se dio la vuelta y tomó un cigarro del pequeño paquete que siempre llevaba en su bolsillo, para luego encenderlo y darle una profunda calada, llenándose los pulmones con ese humo que tanto lo relajaba.

—Ji-Ji, otra vez no funcionó —la voz de una chica se hizo presente—. ¿Qué debemos hacer? Es el número cincuenta y tres.

—Hay que encontrar a Jimin, eso hay que hacer —suspiró—. Es el único que nos puede salvar ahora, él debe saber por qué no funciona la droga pura en otras personas. No encontramos nada nuevo en la sangre de Seokjin, pensé que nos serviría de algo. Y alguien destruyó las fórmulas de la bóveda de Yu Hong sin que yo supiera.

—Jiminie se escondió muy bien, creí que vendría con nosotros cuando le dijiste lo de Agust D, pero él se lo llevó... —Ladeó su cabeza—. ¿Crees que estén juntos?

—No, es imposible que mi hermano esté con Min —opinó—. De seguro lo mató o lo dejó escapar, Jimin es así de imbécil. Debe estar con alguno de la mafia, lo sé. El tipo que copia la droga tal vez no esté haciendo muy bien su trabajo y me odio tanto por pensar que Jeon sería muy útil ahora... —Frunció el ceño—. Ese maldito hijo de puta. Quisiera saber a dónde mierda se fue.

—Tranquilo, Ji-Ji. Enojándote no llegarás a nada —dijo ella—. ¿Puedo guardarme los dientes de ese tipo? —Preguntó con entusiasmo, enseñando sus uñas postizas y filosas.

—Haz lo que se te dé la gana con el tipo, cocínalo y cómetelo si quieres.

La jovencita hizo una expresión de asco y entró a la habitación en la que ese inocente había pasado sus últimas horas de vida en pura agonía, dispuesta a quitarle alguna muela o tal vez un incisivo. Su hermano se quedó fumando en silencio mientras esperaba que el cigarro se terminara para irse a su habitación de aquel gran almacén que habían estado llenando hacía unos meses. Algo no cuadraba, probó incluso con niños y nada. Siempre conseguía personas bastante fuertes física y mentalmente, pues pensaba que esa era la clave, pero parecía que no.

—Joven Jihyun... —la voz de uno de sus agentes llamó su atención—. No va a creer lo que descubrimos.

Se dio la vuelta con el ceño fruncido por la confusión.

—¿Descubrieron? ¿A qué te refieres?

—Logramos abrir el baúl que había en la caja fuerte que hallamos en el ala este —le observó sugerente—. Ya sabe, el de la mansión del Dragón Dorado.

—¡Al fin, maldita sea! ¿¡Qué descubrieron!? —Se alegró.

—Hay mucha información sobre el experimento de sus padres —respondió—. Yo creo que es mejor que usted mismo vea esto. Es... algo difícil de explicar en palabras.

—Bien —sonrió con triunfo y comenzó a avanzar hacia donde el agente le indicaba. Sin embargo, algo no cuadraba—. Espera, ¿dijiste "padres"? ¿En plural? ¿O fue un error?

—Es mejor que lo vea usted mismo.


EDICIÓN 2022.

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