Los secretos de IZAN © EDITAN...

By Shailamp

643K 33.2K 3.9K

Ella es brisa, él fuego, juntos un incendio incontrolable. Ella; marcada por una infancia traumática. Él; dev... More

Capítulo 1; Despedidas (Editado)
Capítulo 2; Reencuentro (Editado)
Capítulo 3; La propuesta (Editado)
Capítulo 4; La encerrona 🔞 (Editado)
Capítulo 5; Las cosas claras (Editado)
Capítulo 6; La resaca (Editado)
Capítulo 7; Si la tocas te mato (Editado)
Capítulo 8; ¡¿Tres citas?! (Editado)
Capítulo 9; La peor idea del mundo (Editado)
Capítulo 10; ¿Qué más puede pasarme hoy? (Editado)
Capítulo 11; Duerme conmigo (Editado)
Capítulo 12; Debo estar soñando (Editado)
Capítulo 13; ¿Qué has hecho mamá? (Editado)
Capítulo 14; Soy un cobarde (Editado)
Capítulo 15; Decepciones (Editado)
Capítulo 16; Mensajes (Editado)
Capítulo 17; Interpretando mi papel (Editado)
Capítulo 18; ¿Quiero que me bese? (Editado)
Capítulo 19; No vengas llorando (Editado)
Capítulo 20; ¿Bipolar? (Editado)
Capítulo 21; El tequila y sus estragos. (Editado)
Capítulo 22; Sueños. (Editado)
Capítulo 23; Las hogueras. (Editado)
Capítulo 24; Disculpas. (Editado)
Capítulo 25; Disfraces. (Editado)
Capítulo26; Halloween. (Editando)
Capítulo 27; ¿Qué quieres de mí? (Editado)
Capítulo 28; Un viaje truculento (Editado)
Capítulo 29; Insomnio (Editado)
Capítulo 30; ¿Sabes lo que llevo esperando esto? (Editado)
Capítulo 31; Besos en el cuello (Editado)
Capítulo 32; Tenemos que hablar. (Editado)
Capítulo 33; Hoy va a ser mi noche
Capítulo 34; Tú eres mi jodido problema
Capítulo 35; Confesiones
Capítulo 36; Jamás he hecho esto con nadie 🔞
Capítulo 37; Vamos a la cama 🔞
Capítulo 38; No voy a follarte 🔞
Capítulo 39; El hospital
Capítulo 40; Vamos a la bañera
Capítulo 41; Déjate llevar 🔞
Capítulo 42; Pánico
Capítulo 43; ¿Qué demonios le pasa?
Capítulo 44; Pesadilla
Capítulo 45; No me hagas suplicar. 🔞
Capítulo 46; Disfruta de la decepción
Capítulo 47; No me sueltes
Capítulo 48; Gracias
Capítulo 49; ¿Cuándo ha pasado?
Capítulo 50; Los polos opuestos se atraen.
Capítulo 51; Ciudad de estrellas.
Capítulo 52; Sorpresa
Capítulo 53; Visita inesperada
Capítulo 54; Directo al infierno
Capítulo 55; Acaba conmigo
Capítulo 56; El funeral.
Capítulo 57; Estoy bien.
Capítulo 58; Te quiero pelirroja.
Capítulo extra
NUEVA EDICIÓN

Prólogo (Editado)

34.2K 1.2K 198
By Shailamp

Megan Madox tenía nueve años, y a su corta edad, ya había vivido mucho más que la mayoría de seres humanos en toda su existencia.

Estaba sentada en el sillón de su hogar contemplando la televisión, mientras que con el tenedor esparcía la comida por toda la superficie del plato. No tenía apetito, su estómago ya estaba lleno de preocupaciones. Su pequeño corazón aleteaba en el interior de su caja torácica como las alas de un colibrí asustado. Y es que justo así es como ella se sentía. Asustada, inquieta, temerosa de que de un momento a otro su padre cruzara el umbral de aquellas puertas y aniquilara en cuestión de segundos la paz de la que ella y su madre disfrutaban a duras penas.

Helen, su madre, le acariciaba el pelo con ternura, y le mostraba una sonrisa que Megan sabía de sobras no era sincera. Megan odiaba esa sonrisa, era la que su madre siempre exhibía cuando quería aparentar calma. Pero su mirada inquieta, sus constantes ir y venir a cualquier lugar de la vivienda recolocando todo en su sitio, la delataban a los ojos de su hija.

- Termínate la cena Megan, es tarde y tienes que dormir. - Dijo su madre, mientras movía por enésima vez la única figura de cristal que quedaba viva en aquella casa.

Megan desplazó la mirada hacia el viejo reloj que pendía de la pared. Era lo suficientemente mayor como para saber que aquello no era cierto, y también como para entender el nerviosismo de su madre.

Sus ojos oscuros, se desviaron sin permiso al moratón que aún decoraba el brazo de su progenitora, tenía un extraño color mezcla de verde y amarillo, y Megan aguantó las ganas de preguntarle a su madre si aún le dolía.

El movimiento que hizo su madre al bajarse la manga de la camisa, dio a entender a Megan que había sido descubierta observando la lesión. Se sintió terriblemente culpable cuando atisbó aquel destello de tristeza en la mirada de su progenitora. La había puesto triste, y ella odiaba verla así.

- Te quiero mamá. - Dijo la pequeña con la intención de borrar la aflicción de los ojos de su madre.

La mirada de Helen se dulcificó al contemplar a su hija, y una leve sonrisa asomó a sus labios. Sonrisa que se congeló en el acto.

La cancela de madera del patio retumbó, en un inconfundible sonido de que alguien acababa de llegar. Helen saltó en su asiento, y se acercó a su hija con fingida tranquilidad. Sosiego que Megan no se creyó.

- Venga Megan, es hora de dormir.

Megan no quería acostarse. Sabía que si dejaba a su madre sola con su padre empezarían las peleas, luego mamá lloraría y estaría triste durante varios días. Y ella quería impedir que aquello sucediese a toda costa.

Como la pequeña no se movía, Helen se apresuró a tomarla en sus brazos. Megan escuchó las tambaleantes pisadas de su padre que subían las escaleras del porche exterior, y sintió a través de la ropa, cómo el corazón de su madre se disparaba mientras la llevaba a pasos acelerados hasta su habitación en la planta de arriba.

- No me he lavado los dientes mamá. - Dijo Megan cuando comprobó que la intención de su madre era acostarla.

Helen la depositó sobre la cama mientras que dirigía miradas nerviosas hacia la puerta del dormitorio.

- No te preocupes mi vida, mañana te lavas los dientes dos veces por la mañana y así compensamos.

Su madre la tapó con la manta y le dio un beso rápido en la frente. Megan observó cómo las frágiles manos de su madre temblaban como la gelatina en movimiento, y ella aguantó las ganas de llorar. Odiaba ver a su mamá de aquella forma.

Su madre llegó hasta la puerta, frenó el paso unos segundos, el tiempo suficiente como para mirarla por encima del hombro y hablarle.

- Megan cariño, ¿me harás un favor? - Megan sacudió su pequeña cabecita en un gesto afirmativo. Haría cualquier cosa que su madre le pidiera si con ello conseguía borrar los surcos de preocupación que decoraban su frente. - Prométeme que cerrarás la puerta por dentro cuando yo me vaya, y que no saldrás de la habitación por nada. ¿Lo harás por mamá?

Megan escuchó la profunda voz de su padre emitir un grito desgarrador al mismo tiempo que el sonido de unos puños colisionando contra la puerta principal, resonaron en la vivienda.

Los ojos asustados de su madre hicieron péndulo entre el rostro de Megan y la procedencia del sonido.

- Prométemelo Megan.

El pequeño corazoncito de Megan latió en el interior de su pecho con la velocidad a la que correría un caballo desbocado. No quería prometer algo así. No quería permanecer encerrada en su dormitorio mientras su madre quedaba al otro lado de la puerta con su papá, quien una vez más, venía enfadado. Pero lo había prometido, había accedido a hacer cualquier cosa que su madre le pidiera, así que asintió con la cabeza.

Su madre respiró aliviada, y ese simple gesto apaciguo en cierto grado la ansiedad de Megan.

En cuanto su madre salió de la habitación, Megan se levantó precipitadamente y cumplió su promesa. Cerró la puerta de su dormitorio, y echó el pestillo por dentro.

Su pequeño cuerpo se estremeció cuando un golpe ensordecedor sonó al otro lado de la puerta. Megan caminó de espaldas hacia su cama, con los ojos desorbitados mirando a la puerta, y con su diminuto corazón palpitando alocadamente.

Se metió bajo las mantas, con el cuerpo hecho un ovillo, abrazando a su osito de peluche como si su vida dependiese de ello. Escuchó a su madre gritar "por favor" una vez detrás de otra, y Megan ahogó el llanto acurrucada a su compañero inanimado mientras la voz de su padre rebotaba en las paredes, y una sucesión interminable de golpes se escuchaban por doquier.

Todo lo que salía de su boca eran palabras mal sonantes e insultos. Palabras que Megan no se atrevería a repetir por nada del mundo. No desde aquella vez en que lo hizo y se ganó tal bofetada de su padre en la cara que le saltó una muela.

El sonido de un mueble al estrellarse contra el suelo sobresaltó a Megan una vez más. Su pequeño cuerpo tembló bajo las mantas, abrazando con más fuerza a su peluche contra su cuerpo. Agudizó el oído todo lo que pudo, pero no escuchó la voz de su madre. Todo lo que Megan escuchaba era su pulso latiendo tras su oído, su respiración entrecortada y una extraña calma al otro lado de la puerta.

Hasta que su padre gritó su nombre y aporreó la puerta de su dormitorio. El pulso de Megan se disparó nuevamente. Jamás había estado tan asustada como en aquel momento. ¿Dónde estaba su mamá? ¿Por qué no escuchaba su voz?

- ¡Megan abre la puerta! - Bramó la voz ronca de su padre al otro lado de la pared, para a continuación patear la puerta con una fuerza desmedida. Consiguiendo amedrentar a Megan hasta extremos que ella jamás había experimentado hasta ese momento. Pero no podía abrir. Se lo había prometido a su madre.

Megan, se armó de valor, y consiguió asomar su rizada cabecita por encima de las mantas. Comprobó horrorizada cómo la puerta tembló bajo las sacudidas que su padre propinaba a la madera sin ningún tipo de miramiento, y supo sin ninguna duda que era cuestión de tiempo que su padre rompiera la puerta y consiguiera acceder al interior.

Megan se estremeció al pensarlo, solo hubo una vez que su padre entró en su habitación tan enfadado como parecía estarlo en aquel momento, y le dio tal paliza, que le rompió dos huesos del brazo. Megan aún seguía sin saber qué era lo que había hecho para enfurecer a su padre hasta aquel extremo.

- ¡Megan! ¡Si no abres la puerta va a ser peor!

La puerta volvió a sacudirse. Su pulso se aceleró, y ante la certeza de que su padre entraría en su habitación, Megan se puso en movimiento.

Salió de entre las mantas, abrazada a su osito, y miró alrededor, igual que lo haría un ciervo en medio de un prado rodeado de cazadores, aterrorizada, , buscando con la mirada algún lugar recóndito donde pudiese esconderse sin que su padre la encontrara. Un lugar inexistente entre aquellas cuatro paredes. Su mirada se posó en la ventada, y la abrió. El frío viento de la noche revolvió su cabello. Megan pasó una pierna por encima del alfeizar, y cuando vio la distancia que la separaba del suelo, se amedrentó. En el último momento decidió que aquello no era una buena idea, y aterrada, e indefensa, cambió de planes.

Dejó la ventana abierta y se escondió en el interior del armario, pensando que cuando su padre entrara, correría hacia la ventana y ella podría escapar mientras tanto por la puerta. Si era lo suficientemente rápida, podría ir a buscar a su mamá y entre las dos buscar ayuda.

Megan se agazapó en el fondo del armario, con su osito pegado al cuerpo, con las piernas flexionadas. El sonido de unos cristales estrellándose contra el suelo hicieron que el cuerpo de Megan se agitara aterrada, y sin apenas poder evitarlo, sintió la calidez del líquido que su vejiga no pudo contener por más tiempo.

Abrazó a su peluche con toda la fuerza que pudo, buscando un consuelo que nadie podía ofrecerle en aquel momento, mientras su cuerpo, de forma inconsciente, se balanceaba de delante a atrás.

El sonido de unas sirenas, comenzaron a retumbar en la noche, entrando en la habitación a través de la ventana abierta. Inicialmente el sonido era distante, pero conforme pasaban los segundos, el sonido se hizo cada vez más fuerte.

Megan se acurrucó en el fondo del armario completamente aterrorizada cuando escuchó unas voces desconocidas que gritaban en el salón. Jamás, en sus nueve años de edad, había pasado tanto miedo como estaba sintiendo en aquel momento. Era más que miedo, era pánico.

La puerta del armario se abrió de un tirón, y Megan se sintió tan sobrepasada por el terror que recorría su cuerpo, que un grito desgarrador salió de sus cuerdas vocales y comenzó a llorar desconsolada, hasta que sus ojos enfocaron el rostro de la persona que había abierto la puerta.

Los ojos azules de Izan la miraban asustados, y Megan vio cómo el pecho del chico se agitaba como si acabase de correr una maratón. Y ciertamente había sido así. En el mismo momento en que Izan escuchó las sirenas de la policía, supo que se dirigían a casa de Megan. Corrió como un poseso por la calle, descalzo, en pijamas, aterrado ante la idea de que algo malo le hubiese sucedido a ella, y cuando vio al coro de vecinos que se agolpaban en la fachada lo supo.

La sangre se le heló, y no pudo pensar en otra cosa que en encontrar a Megan y abrazarla.

Corrió por el lateral de la vivienda como si el mismísimo diablo le persiguiese. Vio la ventana de la habitación de Megan abierta, y sin pensárselo ni un segundo, y con ayuda de una árbol, saltó, apoyó las manos en el alfeizar, y subió su peso hasta que pudo apoyar la rodilla en el poyete y colarse en la habitación. Con el corazón latiéndole como un loco, y la boca completamente seca, la buscó entre las mantas, bajo la cama y finalmente se acercó al armario.

Si Megan no estaba allí, saldría a buscarla. Estaba más que dispuesto a enfrentarse a aquel cabrón que se hacía llamar padre. Aunque no tuviese nada que hacer contra él. Después de todo, él solo tenía doce años.

Cuando la vio allí, tan indefensa como un pajarillo que se hubiese caído de su nido, llorando y temblorosa, varios sentimientos se arremolinaron en su interior. Rabia, impotencia, dolor, pero sobre todo, alivio. Un consuelo que le colmó el alma y le dilató el corazón al constatar que Megan estaba bien, al menos físicamente.

Se introdujo en el interior del armario con ella, y la abrazó todo lo fuerte que fue capaz sin hacerle daño. En parte para reconfortarla a ella, y en parte para tranquilizarse él. Megan, cuando escuchó los latidos acelerados del corazón de Izan, soltó a su peluche y le devolvió el abrazo. Si él estaba con ella, nada malo podía sucederle.

Izan apoyó la barbilla sobre su cabeza, y comenzó a acariciarle el pelo lentamente, tratando de calmarla, parecía destrozada. Nunca la había visto así. Y eso le destrozaba a él también.

- Tranquila Megan. No pasa nada, ya estoy aquí.

- ¿Y mamá? - Preguntó ella entre sollozos.

- No lo sé. No he visto a nadie. Solo he visto a los coches de policía y he venido corriendo. He visto tu ventana abierta y me he colado. ¿Te has enfadado porque haya entrado en tu dormitorio sin permiso? - Preguntó Izan preocupado porque su osadía hubiese molestado a su amiga.

Pero Megan negó con la cabeza.

Un golpe fuerte hizo que la puerta del dormitorio de Megan saltara por los aires, y que ambos niños se sobresaltaran asustados.

Por la pequeña ranura de la puerta del armario, vieron cómo dos hombres con uniformes de policía rebuscaban por la habitación. Exactamente en los mismos lugares que Izan había urgado anteriormente, y supo inmediatamente que buscaban a la chica a la que él aferraba entre sus brazos.

- No me sueltes. - Susurró Megan enterrando el rostro en su pecho.

Izan la apretó más contra sí. Ni loco la iba a soltar.

- Nunca. - Dijo él.

Megan alzó el rostro, y miró a Izan a los ojos, a esos bonitos ojos azules que siempre la miraban con amabilidad. Él le dedicó una tímida sonrisa y se atrevió a besarla en la frente.

3 años después.

Megan era incapaz de conciliar el sueño. Cada vez que lo intentaba, cada vez que cerraba los ojos, los gritos de su madre resonaban en su consciencia.

Su madre se había convertido en otra persona completamente diferente en los últimos años. Desde que su padre fue condenado por tentativa de homicidio, ella siempre estaba triste, no paraba de beber, y siempre que tenía ocasión insultaba a Megan de la peor manera posible.

Catherine, la madre de Izan y Keyla, sus mejores amigos, siempre la acogía en su hogar cuando Megan llegaba llorando, y siempre trataba de calmarla diciéndole que no era su madre quien hablaba. Que era su depresión y el alcohol quienes lo hacían por ella. Pero aun sabiéndolo, era difícil.

Megan tenía que escuchar a diario a su madre decirle que ella era el peor error que había cometido en su vida. Que no debería haber tenido hijos, que los niños lo arruinaban todo. Y aquello dolía, ¡y de qué manera!

Megan comenzó a sentir dificultad al respirar, y el dolor aplastante que de vez en cuando sentía en el centro del pecho, había vuelto a aparecer.

Necesitaba calmarse. Necesitaba respirar aire puro.

Se levantó de la cama que la señora Logan tan amablemente le había preparado en la habitación de Keyla, y trató de hacer el mínimo ruido posible.

La respiración de Keyla era profunda y calmada, lo que indicaba que su amiga estaba profundamente dormida. Caminó con paso lento, rezando porque la madera no crujiera bajo su peso. Abrió la puerta con la lentitud de un caracol, y cuando la tuvo abierta lo suficiente como para poder salir, miró hacia atrás para asegurarse de que su amiga seguía dormida.

Keyla se movió rápidamente para cambiar de posición, pero siguió durmiendo plácidamente. Su cabello rubio estaba esparcido por la almohada como una caótica cortina de pelo lacio, y sus extremidades extendidas lánguidamente a lo ancho del colchón.

Encajó la puerta del dormitorio para no despertarla, y bajó las escaleras de puntilla, tratando de hacer el mínimo ruido posible. Por supuesto, nadie la escuchó.

Nadie excepto Izan. Él sabía que Megan tenía terribles pesadillas, por lo general, todas las noches ella se despertaba en mitad de la madrugada y necesitaba calmarse comiendo algo o simplemente saliendo al aire libre. Él siempre permanecía alerta, atento al más mínimo movimiento. Odiaba el hecho de que ella sufriese tanto, y siempre que la escuchaba bajar, él la seguía y trataba de calmarla.

En los últimos meses, eso se había convertido en una costumbre, ambos charlaban largo y tendido durante horas sin que nadie los molestase ni los escuchase. Era como si nadie más que ellos existiesen durante unas horas. Y él ansiaba con todas sus fuerzas que llegara ese momento, el lapsus de tiempo en que las miradas de Megan eran suyas y de nadie más.

Izan se levantó lentamente, e imitó los movimientos de Megan. Mientras él bajaba, ella ya estaba fuera. Había abierto la vidriera que estaba situada en el salón y que daba al jardín trasero.

En cuanto el aire fresco de la noche la golpeó, Megan inhaló una gran cantidad de aire, sintiendo que podía respirar por primera vez en horas. Ella se dejó caer sobre el escalón que daba al jardín, y sintió cómo su pecho se estremecía con un sollozo silencioso.

Mientras tanto, Izan buscaba a Megan por la cocina con el sigilo de un fantasma. No quería que nadie se despertara y arruinara el poco tiempo que tenía para estar a solas con Megan. Él era consciente de que no debería pensar así. Que estaba mal. Él tenía quince años, y Megan solo tenía doce, pero no podía evitarlo. Su corazón siempre había latido más fuerte cuando ella andaba cerca, y había sido así desde que él recordaba.

Aquella noche no había rastro de la chica por la cocina. Él se dirigió al salón, y la vio.

Estaba sentada mirando al cielo, y aprovechó que ella no podía verlo para analizarla de espaldas. Megan era la chica más llamativa que él había conocido en toda su vida. Tenía el pelo del color del fuego, lleno de rizos pequeños. Jamás había visto a nadie con un aspecto como el suyo, y él se sentía fascinado cada vez que la observaba. Siempre pensó que tenía sentido que una persona única tuviese un pelo único.

Izan fue incapaz de aguantar la sonrisa que pugnaba por abrirse paso en sus labios, cuando vio el horrible pijama que ella llevaba puesto. No se parecía en nada al pijama de una chica, y por increíble que pareciera, eso le encantaba a él.

Izan estaba ansioso por sentarse junto a ella, y decidió que había llegado el momento de hacerse notar, así que hizo algo de ruido para que Megan no se asustara cuando él se sentara junto a ella.

Megan escuchó el sonido, ladeo la cabeza para ver quién se acercaba, y se topó con los ojos azules de Izan. Quien estaba apoyado sobre el lateral del sofá, con los brazos cruzados a la altura del pecho, y con el pelo negro enmarañado por haber estado durmiendo.

Megan sonrió levemente, provocando que el corazón de Izan latiera con fuerza, dejándolo sin respiración por un segundo.

Si el pelo de Megan le fascinaba, sus ojos lo volvían loco. Ella tenía unos ojos negros increíbles, tan expresivos que él no necesitaba que ella le dijera si se sentía triste, asustada o contenta. Sus ojos hablaban por ella. Y su sonrisa...joder, su sonrisa era lo más bonito que Izan había visto en su vida.

A la gente suele tranquilizarle contemplar el atardecer en la playa, a él le tranquilizaba ver la sonrisa de Megan. Había estado demasiado tiempo sin hacerlo, y él no había parado hasta conseguir que ella volviese a sonreír.

Cuando se encontraban así, a escondidas por la noche, era cuando más sonreía. Y eso complacía a Izan sobremanera, porque le hacía pensar que a ella le gustaban tanto como a él aquellos encuentros clandestinos.

- ¿Trasnochando otra vez? - Susurró él mientras le devolvía la sonrisa y se dejaba caer a su lado.

Un poco más cerca de lo necesario, pero mucho más lejos de lo que a él le gustaría.

Ella puso un mohín de disgusto con los labios, e Izan se centró en las pecas que decoraban la nariz de ella, porque si la miraba a los ojos su corazón se disparaba y no quería que ella lo notase.

- Los fantasmas del pasado nunca duermen, supongo. - Respondió ella mientras su ceño se fruncía, se encogía de hombros y volvía a mirar al firmamento.

- ¿Te he dicho alguna vez que en mis ratos libres soy cazafantasmas? - Megan apartó la mirada asombrada del cielo estrellado para centrarla en los brillantes ojos azules de Izan, y no pudo reprimir la sonrisa cuando él alzó ambas cejas de forma juguetona y mostró sus hoyuelos al sonreír de medio lado.

Ella suspiro, y agradecida, apoyó la cabeza en el hombro de Izan, ajena por completo al hecho de que él acababa de dejar de respirar. Era lo que siempre le ocurría cuando ella se le acercaba más de la cuenta.

- Tú eres la única persona capaz de espantar a mis fantasmas con solo aparecer. - Reconoció Megan.

El corazón de Izan, brincó dentro de su pecho al escuchar aquellas palabras. No había nada que él ansiara más que eso.

Se armó de valor, y con brazo tembloroso, le rodeó el hombro y la estrechó contra su costado.

- Solo tienes que pedirlo Megan. Siempre voy a estar aquí cuando me necesites. - Aseguró él.

Meses después.

Megan había tenido un día horrible. Uno de esos en los que lo único que le apetecía era esconderse bajo las mantas y llorar hasta quedarse dormida. En los que deseaba con todas sus fuerzas ser otra persona. Un día tan agotador, que había conseguido dejarla sin energías en las primeras horas de la mañana. Y todo por haber tratado de hacer que su madre entrara en razón.

La noche anterior, Keyla le había confesado que escuchó a hurtadillas cómo sus padres hablaban de Megan. Al parecer, varios vecinos se estaban planteando dar parte a los asuntos sociales sobre la situación en la que Helen Madox se encontraba, y la poca disposición que tenía para hacerse cargo de su hija.

Megan, sabía, que gracias a la intervención de Catherine, el interés de aquellos vecinos se había disipado. Pero, ¿quién le decía a Megan que no volverían a planteárselo? ¿Qué garantías tenía ella de que cualquier persona de aquel vecindario no actuara a escondidas? ¿Qué sería de ella alejada de su madre y sus amigos?

Angustiada, y preocupada, aprovechó que su madre parecía estar más sobria de lo normal para tratar de mantener con ella una conversación civilizada. La obligó a sentarse en la mesa del comedor, y trató de persuadirla de que fuese a terapia. Intentó hacerla entender que ella necesitaba a una figura adulta que se hiciese cargo de la limpieza, la compra y la comida, tareas que hasta ese momento estaba asumiendo Megan.

Helen Madox, en consecuencia, se levantó de su asiento hecha un basilisco, y el primer objeto que encontró a mano, se lo lanzó a su hija a la cara. Megan, acostumbrada a los ataques de furia de su madre, consiguió esquivar por poco el proyectil, el cual se estrelló contra la pared haciéndose añicos.

No contenta con eso, Helen se marchó a pasos acelerados escaleras arriba, gritando como una posesa lo desgraciada que era por tener una hija tan desagradecida, y expresando su deseo de que ojalá las separaran para así poder vivir tranquila.

Megan, hundió la cabeza en sus manos, y trató por todos los medios no romper a llorar. Alzó el rostro para respirar profundamente y la sangre se le heló.

A través de la ventana Megan fue testigo de cómo su ropa, caía en cascada desde la planta de arriba al exterior de la vivienda. Estaba lloviendo, y ella aún no había tenido oportunidad de vestirse para ir a la escuela. ¿Tendría su madre la decencia de dejarle algo de ropa en el armario? Megan supo la respuesta de inmediato. No pudo soportarlo más. Comenzó a llorar.

Cuando andaba de camino a la escuela, reviviendo en su mente una y otra vez todo lo sucedido, llegó a una determinación. No seguiría así. No volvería a intentar sacar a su madre del pozo en el que estaba sumergida ya que corría el riesgo de terminar siendo arrastrada a las profundidades del abismo en el que su progenitora se encontraba inmersa. Se centraría en sus estudios. Es sacar buenas notas. En conseguir una beca para una buena universidad. En marcharse de aquel pueblo en cuanto tuviese oportunidad.

Después de aquello, su día no había mejorado en absoluto. Megan había sido el hazme reír de la escuela, ya que como su madre no había dejado prenda alguna con la que pudiese vestirse, se vio obligada a enfundarse en un pantalón de hombre que encontró en el armario de la entradita, y una camisa de cuadros agujereada.

Espantapájaros, pordiosera y vagabunda, fueron los apelativos más cariñosos que Megan recibió de sus compañeros aquel día. Por suerte Keyla estaba de su parte, y la defendió de todos aquellos niños horribles.

Cuando la jornada escolar llegó a su fin, Mega se sintió aliviada. Salió al exterior del recinto, y oteó con la mirada el jardín en busca de Keyla. Ambas habían acordado regresar juntas caminando. Pero no fueron los ojos color cielo de Keyla con los que Megan se topó. Fueron los ojos azules intenso de Izan, los que la analizaban en la distancia, y ella se sintió reconfortada solo con verlo.

Izan no sabía qué era lo que le sucedía a Megan, pero las ojeras moradas que decoraban la parte inferior de sus ojos, su rostro más pálido de lo normal y sus labios curvados hacia abajo, gritaban "problemas". Y esos problemas, solían tener el nombre y apellido de Helen Madox.

¿Qué le habría hecho esta vez?

En otro momento, él no habría dudado ni un segundo en aproximarse a ella y asegurarse de que se encontraba bien. En devanarse los sesos hasta conseguir distraerla de todos sus problemas. En hacerla reír.

Y quería hacerlo. Joder, era lo que más deseaba en el mundo. Pero cuando lo intentó, cuando trató de poner su cuerpo en movimiento, sus sensores se pusieron en alerta máxima. Convirtiéndolo en un puto soldado que escuchó una alarma nuclear, cuyo sonido ensordecedor lo dejó sin respiración, le revolvió el estómago y le hizo temblar de miedo.

Izan no podía consolar a Megan, todo lo que quería era tirarse en la trinchera, encogerse a llorar y permanecer así hasta que la amenaza se disipase. Sufrió un colapso nervioso cuando lo que su corazón le instaba colisionó con lo que su mente le ordenaba.

Megan fue testigo de cómo la mirada de Izan se perdía, y donde siempre había brillo y chispa, apareció un vacío inmenso que le heló la sangre. Su corazón, emitió un latido intenso, penetrante y doloroso que golpeó su pecho con vehemencia, dejándola sin respiración.

Izan, paralizado, fue testigo de cómo un destello de miedo, atravesaba la mirada de Megan, y cómo sus ojazos negros le preguntaban sin voz qué le pasaba. Él no quería que ella lo supiese, no quería que se acercara. Izan no podía respirar, las manos le temblaban. Y Megan, confusa, siendo testigo de la lucha interna de él, comenzó a andar en su dirección, con el ceño fruncido, con el corazón a mil por hora, decidida a consolarlo fuese lo que fuese lo que lo estaba torturando.

¿Qué le sucedía? ¿Qué...?

Un músculo se tensó en el anguloso rostro de Izan, la determinación se reflejó en sus brillantes ojos azules, segundos antes de que él se diera la vuelta y se alejara de ella.

Megan, aturdida, dejó de caminar. Observando cómo él ponía con cada paso más distancia entre los dos.

Por primera vez desde que se conocían, él no se alegraba de verla.

Aquella noche, Megan lo esperó durante horas, hecha un manojo de nervios, sentada en el jardín de la casa de los Logan, como tantas veces había hecho durante los últimos meses.

Pero él no apareció.

Megan ignoró la pequeña vocecita de su consciencia que le decía que algo no iba bien, y trató de convencerse de que simplemente Izan se habría quedado dormido. Pero cuando al día siguiente él no se atrevió a mirarla a los ojos, ella sintió que algo se rompía en su interior.

Trató de hablar con él en los días que prosiguieron. Lo esperó en cada esquina, en cada final de clase, incluso llegó a colarse en su habitación una tarde dispuesta a no salir de allí hasta no obtener una explicación de por qué había dejado de hablarle.

Fue en vano.

La calidez con la que él solía mirarla, había desaparecido. Sus sonrisas fueron eclipsadas por un rictus severo. Y mientras Megan aguantaba estoicamente el llanto sin comprender qué había hecho para perder su amistad, él se limitaba a mirar hacia otro lado y a ignorarla por completo.

La situación empeoró poco a poco. Megan siguió insistiendo, e Izan pasó de ignorarla a insultarla.

Lo único que apaciguó en cierto grado su tormento, fue saber que ella no era la única persona con la que él desataba su furia. Había pasado de ser un chico amable y sonriente, a una persona fría, distante y desagradable.

Catherine decía que era solo una etapa, que muchos adolescentes pasaban por ella. Keyla lo aceptó, pero Megan era incapaz de soportarlo.

Poco a poco, el sentimiento de afecto que siempre había sentido por él, se transformó. Y allí donde había habitado el amor, solo quedaba desprecio, antipatía y rencor.

Megan e Izan se distanciaron hasta tal punto, que se convirtieron en dos desconocidos. Él se convenció de que era lo mejor para ella. Ella se prometió que jamás confiaría de nuevo en alguien como Izan Logan.

Para nuevos lectores;

Sé que este capítulo es un poco duro, pero lo creo necesario para poder entender bien a los personajes, si no sabemos de dónde vienen es imposible empatizar con los protagonistas al completo.

Gracias por darle una oportunidad a esta historia, y espero que te quedes hasta el final porque puedo asegurar que la trama va mejorando conforme avanza.

Eres libre de opinar sobre lo que te gusta o lo que crees que podría mejorar. Las críticas constructivas las acepto sin problemas. Las destructivas las borro inmediatamente.

Para lectores repetidores;

Lo primero, gracias por volver.

Como no estaba satisfecha del todo con la edición anterior y quería corregir muchos errores, decidí editarla y hacer algunos cambios en la historia. Si ya la leíste anteriormente verás que incluso he modificado el título dela historia.

Como pasa muchas veces, o al menos a mí me ocurre, cuando empiezas a escribir una historia tienes intención de que sucedan ciertas cosas, pero los personajes van evolucionando, van creando su propio mundo, y mi intención se queda en eso, en una pretensión.

Por ese motivo, he decidido ponerle un título que creo que va mucho más acorde con la historia en sí y estoy editando al completo esta obra.

No habrá cambios sustanciales en la trama, porque a mí me gusta tal cual está. Pero sí que habrá modificaciones en casi todos los capítulos.

En los título iré poniendo los capítulos que están editados para no dar lugar a confusión.

Espero que disfrutéis de esta historia que yo tanto adoro.

Mil gracias a frozenmoments por el maravilloso booktailer que ha realizado para esta historia. Espero que os guste tanto como a mí. Pasaros por su perfil, tiene un talento innato. ❤❤

Gracias por leerme!! ❤❤

Continue Reading

You'll Also Like

47.6K 1.6K 31
Como el título dice, 30 días de puro secso. -- Secso RusAme osea Russia x USA. -- ⚠ Advertencia de contenido homosexual y para adultos, no me h...
525K 24.8K 64
-Debes conseguir tu Luna, nos estamos debilitando. -¡Pero yo quiero mi mate! -¡Está muerta! Abrí los ojos como platos. -Mañana vendrán las rechazadas...
44K 1.6K 108
DOS CHICAS QUE SUFREN EL ABUSO DE SU MADRASTRA POR AVER PERDIDO A SU MADRE CUANDO NACIERON ELLAS TRATAN DE DECIRSELO A SU PADRE PERO EL NO LES HASE C...
7.6K 721 16
► Alex es un chico extrovertido y despreocupado que entra a la universidad con ganas de vivir al máximo, sin preocuparse por el futuro que tiene aseg...