Sueños de tinta y papel

By MarchelCruz

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El Instituto Salazar de Artes y Letras es un refugio para almas maltrechas, y ellos son justo eso, son un gru... More

NOTA.
Dedicatoria.
Cita.
Prefacio.
Capítulo 1: Nuevos aires. (1/2)
Capítulo 1: Nuevos aires. (2/2)
Capítulo 2: Acondicionamiento. (1/2)
Capítulo 2: Acondicionamiento. (2/2)
Capítulo 3: Amigos. (1/2)
Capítulo 3: Amigos. (2/2)
Capítulo 4: Personalidades. (1/2)
Capítulo 4: Personalidades (2/2)
Capítulo 5: Súbito incremento de palpitaciones. (1/2)
Capítulo 5: Súbito incremento de palpitaciones. (2/2)
Capítulo 6: Tal vez. (1/2)
Capítulo 6: Tal vez (2/2)
Capítulo 7: La playa. (1/2)
Capítulo 7: La playa. (2/2)
Capítulo 8: Intenso vivir (1/2)
Capítulo 8: Intenso vivir. (2/2)
Capítulo 9: Fragmentos del pasado. (1/2)
Capítulo 9: Fragmentos del pasado. (2/2)
Capítulo 10: La casa azul. (1/2)
Capítulo 10: La casa azul. (2/2)
Capítulo 11: Un sentimiento nuevo. (1/2)
Capítulo 11: Un sentimiento nuevo. (2/2)
Capítulo 12: Una mala noticia. (1/2)
Capítulo 12: Una mala noticia. (2/2)
Capítulo 13: Sueños distantes.(1/2)
Capítulo 13: Sueños distantes. (2/2)
Capítulo 14: Sentido de urgencia. (1/2)
Capítulo 14: Sentido de urgencia. (2/2)
Capítulo 15: Antes de la tormenta. (1/2)
Capítulo 15: Antes de la tormenta. (2/2)
Capítulo 16: La traición. (1/2)
Capítulo 16: La traición. (2/2)
Capítulo 17: Días de fuego. (1/2)
Capítulo 17: Días de fuego. (2/2)
Capítulo 18: Grandes evidencias (1/2)
Capítulo 18: Grandes evidencias. (2/2)
Capítulo 19: Trapitos al sol. (1/2)
Capítulo 19: Trapitos al sol. (2/2)
Capítulo 20: Con olor a hierba. (1/2)
Capítulo 20: Con olor a hierba (2/2)
Capítulo 21: Los niños perdidos. (1/2)
Capítulo 22: Navidad. (1/2)
Capítulo 22: Navidad (2/2)
Capítulo 23: Un dulce hogar. (1/2)
Capítulo 23: Un dulce hogar. (2/2)
Capítulo 24: Mala compañía. (1/2)
Capítulo 24: Mala compañía. (2/2)
Capítulo 25: La prueba (1/2)
Capítulo 25: La prueba (2/2)
Capítulo 26: Sueños de tinta y papel. (1/2)
Capítulo 26: sueños de tinta y papel. (2/2)
Capítulo 27: El tres es de mala suerte. (1/2)
Capítulo 27: El tres es de mala suerte. (2/2)
Capítulo 28: A Dios (1/2)
Capítulo 28: A Dios (2/2)
EPILOGO
A Riverita.
LISTA DE REPRODUCCIÓN.
Y el fin.

Capítulo 21: Los niños perdidos (2/2)

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By MarchelCruz

Sabía que Diego no iba a hablar, así que comencé por hacerlo yo, aunque igual él no me contara nada.

—Mi papá no me hizo nada, Diego—susurré—no es un mal padre, pero fue un mal esposo, cosa que no tiene nada que ver conmigo. Y no lo odio, sólo estoy tratando de averiguar cómo lidiar con él. Por eso me fui, necesitaba tiempo para asimilar lo que pasó.

Pero no puede decirle con claridad lo que pasó, otra vez las palabras se atascaban en mi garganta.

—Ok —se rindió Diego, cuando por fin aflojó el agarre sobre mis brazos y mi pecho —te lo voy a contar, pero por favor no hagas un drama, Ingrid, porque ya hubo mucho de eso.

Y después de un parsimonioso minuto de silencio, soltó un suspiro y comenzó, con el tono de quien cuenta algo tedioso, pero de buena gana. Tenía la suavidad en su voz de quien habla después de una buena noche. Era cierto aquello, los hombres hablan más en la cama, en lugares donde se sienten seguros.

—Tiene que ver con el pendejo de Alejandro—comenzó.

Asentí. Todo tenía que ver con él.

—Cuando Alex se fue yo me quedé sólo con papá y mamá. —comentó —Y bueno, no estaba en mi mejor momento, me sentía mal estando ahí solo. Y seguro tú pensaras que son pendejadas de niños ricos lo que te voy a decir, Ingrid, pero me sentía muy mal con ellos, no sé cómo explicarlo, quizá era la edad, no sé. Los problemas eran con papá en especial, porque él siempre ha controlado nuestras vidas, insiste en que estudiemos esto o aquello, y yo sabía que él no aprobaría lo de la escuela de arte, ya nos había inscrito en donde él quería que estudiáramos, teníamos que hacer lo que él quería, y mamá y mi madre lo aprueban, siempre lo apoyan en lo que quiere. Yo sólo estaba estresado y se me atravesó ese imbécil en la vida, porque de otra forma no hubiese pasado.

—¿A dónde se fue Alex? —pregunté. Aquella época oscura de la ausencia de Alex significó mucho para los dos, los había marcado de alguna manera que yo no comprendía del todo.

—Se fue a estudiar a Estados Unidos—contestó en voz queda—se supone que nos mandarían juntos a estudiar la universidad, pero habíamos acordado que nos negaríamos, que no iríamos. Alex no quería ir porque andaba con Ángela, y parecía que la quería mucho, bueno, eso me dijo. Nosotros diríamos que no queríamos ir, se suponía que yo lo apoyaría para que no nos hicieran ir. Pero cuando Alex se enteró de lo de Andrea, quiso irse, no soportaba verlos, ni a mí, así que le dijo a papá que era cosa mía lo de no querer ir a estudiar al extranjero, por eso papá lo mandó solo. Yo ni siquiera sabía que él le había dicho eso. Sólo intuí que se quería ir porque Andrea comenzaba a frecuentar la casa y yo lo entendía. Sabía que no la quería ver, no quería nada con ella.

—Lo siento—susurré, pero no entendía que tenía que ver eso con mi pregunta.

—Yo seguí yendo a la escuela con normalidad, —siguió— estaba en el último año de la prepa, y fue cuando papá comenzó con la presión, por un lado con la escuela, me decía que ya sabía que estudiaría, a que universidad iría y en que lo ayudaría, decía que estaba muy orgulloso de mí, decía que había hecho una gran inversión en mi educación, que mi carácter era mejor que el de Alejandro, que aunque no me hubiese adoptado yo era su hijo, y un montón de cosas más. Ya tenía todo un plan para mí. Yo estaba muy contento por eso, me gustaba que él lo dijera, pero también me hacía sentir mal, porque yo no quería nada de eso. Por otro lado me preguntaba por Alex, quería saber si se había peleado conmigo, él sabía que no era normal que se quisiera ir sin mí, pero yo nunca dije nada, sólo le dije que estábamos creciendo, que ya no éramos tan niños y no queríamos estar todo el tiempo juntos. Y a él eso le gustó. Se sintió aliviado de que Alex y yo dejáramos de hacer eso de pasar cada instante juntos, cosa que él no veía muy normal.

"A mí no me gustaba mucho ir a la escuela porque me sentía sólo, tenía un montón de amigos pero sin Alex me sentía raro. Era una de esas escuelas de paga a las que papá siempre nos mandó, a la que habíamos ido desde la secundaria, y ya no encontraba nada ahí para mí. Por esa época fue que papá consiguió la candidatura para diputado, y todo empeoró, todos se concentraron en él y en su campaña, ya nada más me veía una sola vez a la semana, y sólo me preguntaba por la escuela, sobre mis calificaciones, sobre las clases extras. Comenzó a ponerse más exigente, cada que me veía quería verme perfectamente limpio, vestido de forma perfecta, yo apenas lo veía pero sentía que me presionaba en todo, me fastidiaba, y mamá lo apoyaba."

"Sólo me sentía bien los fines de semana en mi casa, con mi otra madre, ahí podía hacer todo lo que quisiera, podía dibujar o pintar en mis paredes, ahí papá no decía que me comportara como él quería porque no me veía. Nadie me veía."

"Le dije a mi madre que me quería ir a vivir con ella, y aunque papá se enojó, me dejó ir, porque se supone que todos son mis padres, siempre tuve la opción de elegir, y hasta ese momento lo sentí necesario. Cuando me mudé me quise cambiar también de escuela. Papá se enojó todavía más al saber eso. Me quería de regreso, me quería en su casa y monitoreando lo que hacía, pero por una vez mi madre me apoyó."

"Estaba tan feliz, Ingrid, me cambié de casa, y de escuela. La situación económica de mi madre ya no era mala, tenía un estilo de vida de clase media alta, así que la casa era bonita, y grande, pero no enorme y solitaria como la de mis papás, y la escuela que también era de paga no era tan asfixiante como la otra."

—¿Y te sentías mejor?

—Sí, algo—contestó Diego, ahora con viveza, con ganas de seguir hablando. Esa era una de las desventajas de comenzar a decir cosas, que era difícil parar, y a veces no lo hacías hasta quedar vacío. —Me gustaba la escuela, seguía estudiando lo que papá quería pero ya no me sentía tan presionado, y aunque el desgraciado de Alejandro no me llamaba ni me enviaba mensajes ya no lo extrañaba tanto, sabía que lo suyo era por puro capricho. Lo conozco bien y sabía que aunque tardaría en regresar, lo haría, y no me importaba.

Asentí. Sabía que le importaba, que le había importado y herido en lo más profundo de su alma blanda el hecho de que Alex no le contestara las llamadas, lo recordaba de la pelea que hizo que todo explotara. En el calor de la discusión lo había dicho. "Lo que más me mataba era que no quisieras ni hablar conmigo" Me imaginaba que Diego tenía mucho que decir en aquella época, y no había nadie para escucharlo, porque ese alguien cargaba con sus propios problemas en silencio.

—Y bueno, —comentó, ahora en voz baja—luego apareció él. Fue en esa época en que apareció él.

—¿Y cómo lo conociste?—inquirí, para animarlo a seguir — A él, al Gran Carnal —y el simple hecho de pronunciar el nombre me causaba un estremecimiento molesto.

—No sé—Comentó—no sé cómo terminé con él, Ingrid. No es una buena persona, es delincuente...

—¿Pero quién es? —insistí, porque antes que novia de Diego, antes que persona sensible a los sentimientos de los otros, yo era escritora, las historias me fascinaban, ya fuera una antigua historia familiar de gente que no conocía, o ésta, que era el pasado cercano de una persona muy querida, no importaba, yo estaba ávida de historias. En términos comunes sería una metiche, pero yo podía convertir todo ese dolor, todas esas lágrimas en algo, todo ese sufrimiento en algún momento podía servir de algo.

—Es el líder de una pandilla—susurró Diego, tan bajito, que apenas entendí. —Y cada vez que recuerdo que lo tuve en frente, que comí en su mesa, que conviví con él, me quiero golpear, me quiero morir porque te juro que yo no quería hacerlo, estaba muy chico, y era él quien me buscaba, yo jamás quise ser parte de su negocio.

—No me imagino cómo fue. —susurré, y el corazón apenas se me estrujo al oírlo decir que quería morir al recordarlo, porque mi capa de escritora estaba sobre mí, y no me dejaba sentir toda la pena que podía sentir por él. Era como cuando me contaba mi desgracia una y otra vez desde un punto de vista omnisciente y ya no dolía tanto. Era mi sistema de defensa.

—Te digo que no fue mi culpa—comentó Diego, mirándome casi con desagrado, mi comentario no le había gustado nada, estaba de pronto a la defensiva. —Él me buscó, no sé porque nadie me cree.

—¿Pero por qué te buscó un hombre así? ¿Por qué a un muchacho de...? ¿Cuántos tenías? ¿Diecisiete?

—No sé...—gimió Diego—Yo sólo quería pasarla bien, sólo quería que alguien apreciara mis dibujos.

Me quedé callada un minuto, y luego vacilé

—¿ Y él lo hizo...?¿A él le gustaban tus dibujos?

Diego asintió.

—¿Cómo fue? —volví a preguntar, y de inmediato me arrepentí, aquello comenzaba a sonar como a un interrogatorio.

—Comencé a tomar clases en una casa de cultura—comenzó Diego, como siempre, evitando contestar a las preguntas de forma directa, parecía justificarse con respuestas largas y elaboradas. Me mostraba el contexto para que comprendiera sus motivos. —iba sin permiso de mis papás, porque ninguno quería seguir pagándome las clases particulares de pintura.

"En la escuela nos dijeron que había cupos en la casa de la cultura para dibujo y música, así que comencé a ir. Mamá no se daba cuenta de que llegaba tarde de la escuela porque todos estaban muy ocupados con la campaña de papá, ni mis papás lo sabían porque ya no vivía con ellos y Carlos que era el que me llevaba a todos lados no decía nada porque él no veía con malos ojos el que yo quisiera seguir pintando"

"Conocí a un montón de gente nueva, de mi edad, todos eran de clase baja, de padres trabajadores de salario mínimo por eso iban ahí, porque no podían pagar por las clases en otros lados. Y me encantaba estar con ellos, todos eran amables, alegres, y talentosos, más incluso que muchos de mis compañeros de las clases particulares. Me encantaba estar con ellos. Ahí conocí a Walter, bueno, sólo de vista, nos hicimos amigos mucho después, cuando ingresamos en el Salazar y porque a Alex le cayó bien y nos presentó."

Estaba divagando, pensé. Me estaba distrayendo.

Diego resopló cuando se dio cuenta de lo hacía.

—Yo pintaba en acuarela, en pastel, a lápiz, todas esas técnicas que estaban en el plan de estudios, pero mis compañeros tenían un estilo un poco más callejero. Hacían grafitis.

—¿Te invitaron a ir con ellos? —pregunté, porque recordaba el día en el museo. "No fuiste muralista, Diego, fuiste grafitero" había dicho Alex en tono de sorna, por eso no sabía si creerle o no.

—Sí, fui con ellos varias veces. Me enseñaron a usar pintura en aerosol, y aprendí rápido. Me di cuenta de que me gustaba, es una sensación tan distinta pintar con aerosol en la calle, en paredes que no te pertenecen, al aire libre, con la ciudad como lienzo a estar en un estudio, callado en tu soledad, de la que ya estaba harto.

Y de pronto soltó una risita, una que ya no era amarga, era divertida, socarrona.

—En menos de un mes me encontraba con latas de pintura en la mochila en vez de los libros, me saltaba las clases de la escuela para irme con mis amigos de la casa de la cultura, y estaba todo el día con ellos. Y no hacíamos nada malo, Ingrid, sólo decorábamos paredes de edificios viejos. Ellos conocían la ciudad mejor que yo, así que me llevaban con ellos, recorríamos los barrios bajos, las delegaciones más alejadas, me llevaron por todos lados. Eran artistas al igual que yo.

—¿Artistas que te dieron drogas? —pregunté, ahora con el corazón oprimido.

—No fueron ellos—comentó Diego, con aire ofendido, pero aun así me apretó más contra su cuerpo. Yo bajé la mirada.

—¿Entonces quién?

Diego suspiró.

—Un día—dijo—estaba con mis amigos pintando un edificio, que aunque era viejo no estaba abandonado. Ya estábamos terminando, ya nos íbamos, cuando llegaron unos tipos, aunque creo que la mejor forma de llamarlos es niños, tenían mi edad y algunos menos. Debían tener entre doce y diecisiete años. Me asusté, y con mis amigos nos miramos las caras, yo no sabía que pasaba, pero uno de mis amigos me dijo que eran de una pandilla llamada los Carnalitos. Ya había oído hablar de ellos, son un grupo de niños distribuidores de drogas que se supone que no son violentos, a menos que te metas con ellos. Y resultó que ese era su edificio, así que nos habíamos metido con ellos.

El corazón me latió con fuerza.

—Creo que nos iban a golpear, —continuó— no sé, eran muchos, más de quince, y nosotros éramos la mitad. Pero entonces llegaron dos más, uno de ellos era mayor, pero apenas por unos años, debía tener veintitantos, no sé, y vio nuestro mural. Y le gustó tanto que dijo que nada más por eso no nos harían nada, porque les habíamos pintado el edificio gratis, pero que si nos volvía a ver por ahí no sería tan amable.

Salimos corriendo de ahí, pero antes de irnos, el otro chico, que fue de los últimos en llegar y un poco mayor que el resto, agarró a mi amigo Héctor del brazo, y le preguntó quién había hecho la parte de la esquina del mural, la parte que había dibujado yo. Y él me señaló. Todos voltearon a verme y el tipo dijo que al Gran carnal le iba a gustar, que quería saber mi nombre. Y se lo dije, tenía tanto miedo que se lo dije. Y te juro que después me arrepentí, si yo no se lo hubiese dicho quizá nada habría pasado.

—¿Y tú sabías quien era él en ese momento? —inquirí.

—No—comentó Diego—yo no sabía casi nada de él, sólo lo que los chavos decían, que era un gran hombre, que era una persona de respeto, y ese tipo de cosas. Unos meses después lo conocí. Un día que iba saliendo de la escuela, un carro negro se detuvo frente a mí, y lo manejaba el mismo chavo, me dijo que quería que fuera con él. Y no sé por qué, Ingrid, pero me subí al carro y fui, ni siquiera lo pensé, sólo fui.

—¿A dónde te llevaron? —quise saber.

—Me llevaron a dar una vuelta por la ciudad, luego fuimos a un almacén, en donde había más niños, era una especie de...no sé, lugar de encuentro, el punto es que se la pasaban bien, había comida, había música, se la pasaban padre, parecían muy a gusto. Así que no tuve miedo de irme más con ellos. Iban a buscarme una vez a la semana, o a veces más, hacían reuniones por las tardes, tomaban, bailaban en los edificios viejos, consumían marihuana y si le decía que yo no quería probar no me obligaban. Eran buena gente. Pero yo no era miembro de su pandilla, solo era persona grata para ellos, y más tarde supe que era por órdenes de alguien más. El Gran Carnal.

—¿Qué quería él de ti? —pregunté, ahora enojada.

—Nada—dijo Diego—sólo quería conocerme, había visto mis murales, y le gustaron.

Resoplé, esa era una terrible mentira.

—Me llevaron a conocerlo al cabo de los meses, —siguió—y no te voy a mentir, fue horrible y emocionante al mismo tiempo. Alguien, por una vez se estaba tomando tantas molestias para conocerme por mis dibujos, a él le gustaban y a mí me gustaba que le gustaran. Después de horas con la cabeza sobre el asiento llegué a una casa bardeada como la de papá, hasta tenía el mismo estilo de las casas de sus amigos políticos. Me llevaron por pasillos y pasillos de esa enorme casa, que me recordaba tanto a la mía que por eso no me dio miedo, sólo estaba emocionado, y ahí, luego de tantos meses de escuchar hablar de él y sobre sus grandezas estaba el gran carnal. No era como me lo imaginé, era bien distinto, más viejo y más gordo, pero era elegante, como papá, y hasta hablaba como él, con ademanes graciosos.

Me presentaron, me pidió que me acercara y hablé con él, Ingrid. Y resultó ser la persona más inteligente, más interesante y culta que conozco después de papá, él sabe de todo, sabe de música, de arte, de literatura, de política, y todo lo aprecia en la misma medida. Hablé con él por horas, al principio con miedo, pero luego me di cuenta de que no me haría nada así que me relajé y hablé como no lo había hecho en meses sobre todo lo que me gustaba, hasta lamenté que Alex no estuviera ahí, porque le gustaría tanto hablar con un señor que aprecia la música de la forma en que lo hace él...

Y entonces se detuvo, porque se dio cuenta que estaba hablando de pronto como un fanático, como un loco, sobre un hombre que era un criminal.

—¿Y eso fue todo? —pregunté, esperando que así fuera.

—Pues ahí empezó todo—dijo, como quien no quiere la cosa —El Gran me mandaba a traer, me sacaban de la escuela y me llevaban con él cuando tenía humor para conversar con mentes jóvenes como la mía y la de Panini.

—¿Quién es ese? —pregunté.

—Era otro muchacho—comentó—un poco más chico que yo, tocaba el violín, y estaba en los mismos términos que yo, no era parte de la pandilla, era sólo persona grata para el Gran. Conversábamos, nos invitaba a comer, a jugar en su salón de juegos, hacíamos de todo, pero jamás salíamos de la casa, ni sabíamos en donde estábamos.

—¿Y tú ibas de buena gana? —pregunté, un poco asqueada. Ya no me estaba gustando la historia, se estaba tornando más turbia, y más retorcida. ¿Por qué un hombre adulto querría la compañía de muchachos tan jóvenes, casi niños? Me ponía a pensar.

—Sí, Ingrid—respondió—yo no le veía nada de malo a ir a visitarlo, creí que era mi amigo, y Panini pensaba lo mismo. A él lo había encontrado tocando el violín en las calles cuando lo llevó a vivir con él, lo tenía en la casa a diferencia de mí, pero lo llamaba solo cuando tenía ganas de escucharlo tocar o cuando quería que se uniera a nuestra platica. Panini lo adoraba más que yo, incluso.

—¿Y tú querías a ese hombre? —pregunté en voz baja.

—No sé, —dijo—sólo sé que quería estar con él porque me había convertido en alguien, él me nombró Riverita, y todos en la pandilla me envidiaban, al igual que mis amigos de la casa de cultura, porque son pocos los que conocen en persona al Gran carnal, y yo no solo lo conocía, sino que me mandaba llamar solo para conversar con él, solo para ver mis dibujos. Eso sí, le tenía un poco de miedo, porque no podía mentirle, tenía que decirle todo lo que él me preguntara porque sabría si le estaba mintiendo, tiene ojos por todos lados y si quiere saber algo lo consigue. Así que yo dije solo la verdad, dije que no tenía papá que vivía solo con mi mamá y no tenía hermanos, que básicamente en la verdad, y él me creyó, aunque siempre tuve la duda de si así era o en realidad sabía quién era mi padrino y el puesto político que pronto conseguiría, no sé. Nunca supe si fue por eso todo lo que pasó.

Diego soltó un largo respiro y luego siguió.

—Iba a cumplir diecisiete—siguió Diego, —y el Gran organizó una fiesta, que más tarde supe que no era para mí, sino para celebrar un trato que había cerrado con alguien muy importante, la verdad él no me decía nada de sus negocios, yo apenas sabía lo que hacía, sólo tenía claro que había drogas de por medio. Pero él me dijo que la fiesta era para mí, en algún punto de la noche me llamó a solas a un cuarto, y me dijo que en el cuarto de al lado había un regalo para mí, y luego metió algo en mi mano, me dijo que no lo abriera hasta llegar a la otra habitación. Y así lo hice, yo hacía todo lo que él decía, porque me gustaba obedecerlo, más incluso que a mis papás.

Y aquí Diego paró, tragó con fuerza y me miró, me miró como si me estuviera perdiendo con cada palabra que decía y quizá de alguna manera así era.

—Eran pastillas, —siguió—y en el cuarto había dos muchachitas como de quince años, dispuestas a hacer todo lo que yo quisiera.

Un jadeo enorme se escapó de mi garganta, y me removí de los brazos de Diego, me aparté.

—¿Y lo hiciste? —lo miré asqueada.

—Perdóname—dijo, con la mirada de arrepentimiento que comenzaba a conocerle. Sus ojos cafés a punto del llanto—yo hubiese hecho casi cualquier cosa que él quisiera. Estaba completamente a su disposición, hacia todo para mantenerlo feliz, y él ni siquiera tenía que pedírmelo. Me encontraba bajo ese manto de misticismo que él ejercía sobre todos los que tenía a su alrededor. Fue mi primera vez para muchas cosas, y no sabes cuento lo siento.

—¿Pero por qué, Diego? —pregunté en un gemido.

—No sé—dijo, meneando la cabeza —. Me pregunto lo mismo todos los días. Todos los días, Ingrid. ¿Por qué accedí a todo? ¿Por qué lo hice?

Negué con la cabeza, y él continuó.

—Después de eso él siguió dándome regalos cuando me llamaba, me daba pastillas, marihuana, o lo que fuera, y yo ansioso lo tomaba o lo fumaba, porque ni a Panini le daba tanto, y él era su favorito, yo pensé que podía quitarle ese lugar. Yo quería tener el lugar de Panini, pero nunca lo conseguí. Sólo era el segundo, y bueno, me conformaba, porque podía estar con él, podía platicar con él. Pero yo no era ni su amigo, me di cuenta luego, era menos que un arlequín, era como su perrito.

A veces no me regalaba nada, ni un cigarro, nada, y yo me ponía ansioso, porque sin darme cuenta consumía todos los días algo, y me sentía tan bien, dibujaba cosas tan geniales, hacia cosas preciosas, mi creatividad crecía desmesuradamente, y él me felicitaba, me alababa y decía que un día yo sería más conocido que Diego Rivera, que un día dejaría de ser Riverita y seria alguien con nombre propio, me haría de mi propia fama. Y yo le creía, le creía como a un Dios.

—Había pasado casi un año desde que lo conocía, y un día uno de los chicos de la pandilla se largó con todo el dinero y la mercancía, y él se enfureció, no por el dinero ni lo que costaba, sino por la acción, que él consideraba traición. Lo siguiente que supe es que el chico y cinco más de la pandilla estaban muertos, él y quienes lo ayudaron. Entonces me empecé a asustar. Yo no podía creer que el Gran hubiese hecho algo así, pero él me dijo que no fue él, si no miembros de otras pandillas, y como siempre, le creí. Y eso no debía acarrearme problemas, pero así fue, faltaban varios para distribuir, faltaban más de cinco, así que ese día se dedicaron a reclutar más niños, pero como no los encontraron el Gran carnal dijo que era mi turno de hacer trabajo de campo. No entendí que significaba eso, pero Panini me explico que él ya lo había hecho en una ocasión y que no era nada difícil, se trataba de tomar el lugar de los chicos y distribuir en las calles, hasta que consiguieran más niños para hacer el trabajo sucio. Le rogué al Gran que no me mandara, le dije que yo no podía hacer eso, sólo pensaba en mis papás, en que Carlos, o algún empleado de la casa podía verme, me daba un puto miedo salir a la calle con drogas en las bolsas, pero él insistió.

Así que lo hice, pero después de ese día, no pude seguir, y pedí que me llevaran con él, le dije que no iba a seguir, que ya no iba a volver, no podía vender drogas a niños en las escuelas y los parques, esa era una porquería demasiado grande. El Gran carnal dijo que podía irme cuando quisiera, que jamás me obligaría a hacer algo que no deseara, dijo que nadie estaba a su lado a la fuerza y por un momento pensé que sería todo, volvería como un cachorro con la cola entre las patas a casa de papá, y me portaría bien, obedecería todo, estaba tan aliviado. Pero cuando me iba, El Gran dijo que primero tenía que pagarle todo lo que le debía, el hospedaje, la comida, las drogas, los regalos, nada había sido gratis. Me dio una suma tan grande que en mi vida podría pagar y si me iba sin pagar me mataría. Le dije que no tenía ni un peso, no podía pagarle nada, entonces él dijo que debía quedarme a pagar con trabajo, trabajaría para él por un año hasta poder irme, pero cada día que pasaba mi deuda se hacía más grande porque no podía evitar tomar mercancía de las mesas de trabajo. Un día tomaba un poco de esto, o de aquello, aunque sabía que no debía. Y luego me esforzaba por parecer normal cuando iba con mamá, me esforzaba por aparecer de vez en cuando por la escuela, me esforzaba por hacerlo todo sin que mis papás se dieran cuenta, sin que El Gran Carnal comenzara a aborrecerme. Él único con el que podía hablar era con Panini, al que le tuviera tanta envidia al principio terminó siendo mi mejor amigo, me recordaba a Alex, hablaba mucho con él, era una de las personas a las que les decía más cosas reales.

Pero Panini estaba tan hundido como yo, así que sólo podía ayudar escuchando lo que yo tenía que decir, fue una de las personas que más agradecí haber conocido, habría sido un gran violinista si las cosas hubiesen sido diferentes, me gustaría tanto que hubiese sido diferente...

La garganta se me cerro de pronto, al notar que Diego hablaba de su amigo en pasado, de una forma lejana e inalcanzable.

—¿Qué le pasó a Panini? —pregunté, en voz queda, casi rota.

Diego me abrazó con fuerza, y yo lo recibí, porque me era imposible rechazarlo aun con el asco que de pronto sentía, que sentía de todo lo que me estaba diciendo. Había hecho bien en fingir que nada de eso pasó.

—Creo que falleció, porque no lo volví a ver, —contestó, en voz ahogada—los carnalitos me dijeron que fue una sobredosis, y yo creo que es cierto, porque el Gran dejó de darme regalos y les prohibió a los chicos darme mercancía.

Y ocultó el rostro en mi pecho, rodeándome el cuerpo con las piernas y los brazos, me abrazaba como si yo fuera una madera en medio del océano.

—Y de pronto volcó su atención a mí. —siguió entre murmullos—por un par de semanas quiso tenerme en la casa todos los días, todos los días iba a verlo por un par de horas, hasta que consiguió a una favorita nueva, era una chavita, de tal vez quince años o menos, no sé, pero la tenía todo el tiempo con él, y a mí me relegó al segundo puesto, como antes, y no me molestó. Para ese momento yo sólo quería irme mi casa, quería correr con papá y decírselo todo para que me ayudara a salir de ahí, pero no me atrevía, tenía miedo de él, de los dos, tanto del Gran como de papá, tenía miedo de que uno se enojara y no me quisiera más como su hijo, o que el otro nos hiciera algo, no quería que mi familia resultara herida por mi culpa. Y papá cuidaba tanto su imagen, no podía hacerle eso.

"Así que me quedé ahí como idiota, esperando a que algo bueno pasara, esperando a que la policía hiciera algo con El Gran, pero resultó que él los tenía a todos comprados, a veces deseaba que lo mataran las pandillas contrarias, pero nunca salía de casa sin protección y nadie lo conocía en persona, pocas personas lo podían reconocer en la calle. Nada nunca iba a pasar para que me pudiera ir."

"Pero sí pasó, y fue Alex. Alejandro me sacó de ahí. "

Y ahí estaba, una de las razones por las que Diego actuaba de aquella forma respecto de Alejandro, ahí estaba mi respuesta, la razón por la que lo miraba como si fuera el sol, como si lo hubiese elevado a un nivel más allá de hermano y amigo, un grado indefinido.

—Cuando regresó se enteró de todo, no sé cómo se enteró él en un par de días y no mis papás en todo ese tiempo. Fue a buscarme en compañía de Carlos, pero él nunca conoció al Gran Carnal en persona, se comunicó con él por intermediarios, y pagó todo lo que debía, no sé cómo lo hizo, Ingrid, no sé si le robo a papá, o vendió su alma al diablo pero pagó todo, y así, sólo así, El Gran Carnal dijo que me podía ir, dijo que sería bienvenido siempre, y que esperaba escuchar de mí muy pronto cuando fuera famoso, y justo antes de irme, el muy desgraciado me persignó como si fuera su hijo y me deseó éxito en la vida."

"¿Cómo iba a tener éxito después de todo eso? Después de ver todas esas porquerías, después de meterme drogas hasta por los codos, después de haber vivido con él por tanto tiempo. Parecía una burla. Y creo que lo era porque no me fue muy bien después de eso."

Y solo entonces Diego comenzó a llorar, a llorar en verdad. Él intentaba controlarse pero las lágrimas le ganaban.

—Cuando volví a la casa mi papás al principio no se dieron cuenta, —sollozó—estaban tan ensimismados en la carrera política de papá que apenas nos miraban, era Alex el que sabía de mis problemas, y me prometió que no diría nada siempre y cuando yo me portara bien, y lo intentaba, de verdad que lo intentaba, trataba de no salir de la casa, ni pensar en consumir nada, pero siempre recordaba a Panini, al Gran, a todos los Carnalitos, y sólo quería volver con ellos, quería andar por las calles como un vago, quería meterme todas esas pastillas.

—Diego...—gemí, no me gustaba que hablara así, a borbotones, con tanta rapidez.

—Y entonces Alex se lo dijo a mis papás porque él solo no podía conmigo, me vigilaba todo el tiempo, si antes pasábamos tiempos juntos, ahora Alex hasta dormía en mi cuarto para que yo no me fuera, y es que aunque jamás quise escaparme de la casa por la noche, Alex ya no confiaba en mí, estaba preocupado todo el tiempo, los dos lo estábamos. Nos peleamos muchísimo en esos meses, yo no paraba de culparlo, y él no paraba de preocuparse, se quedaba despierto gran parte de la noche vigilándome. A veces sentía que me moriría de ansiedad y Alex era el único ahí para verme llorar por eso.

Por eso terminó diciéndoles a mis papás, les dijo de las drogas pero jamás les dijo del Gran, eso es algo que aún no hemos dicho y creo que no lo haremos, además Alex no sabe muy bien cómo fue todo, no se lo he contado cómo te lo estoy contando a ti, así que no le digas, él piensa que no era tan malo, no lo sabe todo. Además pensaría que es su culpa. Y no lo es, bueno, no toda, o nada, no sé, Ingrid..."

Y la voz se le rompió por eso paró.

—No fue culpa de nadie —insistí.

—Sí, fue mi culpa—siguió él, —porque soy un pendejo, no sé cómo fui a parar ahí. Yo lo tenía todo, siempre he tenido todo y aun así fui a buscar atención en otro lado. Mis papás me aman, solo querían lo mejor para mí, y yo como un maldito niño malcriado hice todo lo que no debía. Papá estaba tan emputado cuando Alex se lo dijo, estaba tan, pero tan enojado, pero más que eso estaba decepcionado. Yo, que quería complacerlo en todo, terminé cayendo de su gracia, y ahora papá ya no confía en mí. Después de la rehabilitación él ya no me quiere como antes, ya casi no hablamos. Mis mamás lloraron tanto, y Alex igual. Les jodi la vida a los cuatro, y en especial a mí.

—No, mi cielo—le dije, acunándolo en mi pecho.

—Por favor no me mires como hace rato...—siguió él, —porque no fue mi intención terminar así. Te lo juro. Y estoy haciendo lo mejor que puedo, desde hace tres años que me esfuerzo por estar bien.

—Yo sé—dije, —veo que lo intentas.

—Sí—dijo —y si Dios quiere jamás volveré a caer.

Esa última frase me desconcertó, me dejó sin habla. Eso era algo que yo no podía decir con la misma seguridad. Entonces dejé de sentir pena por él y comencé a sentirla por mí misma, porque él en su desgracia encontró a Dios y yo no.

N/A

Tenía muchas ganas de publicarles este capitulo así que no está corregido y no hay dedicatorias. Pero mañana en cuanto tenga tiempo lo editaré. <3 <3 

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