Pinky Hair Boy - YoonMin [+18...

By LucAAoSora

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Park Jimin, un joven de veinte años y peculiar cabello rosa, aparenta ser un chico tierno e inocente, pero de... More

✨LIBRO OFICIAL EN FÍSICO✨
Prólogo
Capítulo 1 (Primer Arco).
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18 (Segundo Arco).
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
❤️ T R A I L E R ❤️
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36 (Tercer Arco).
Capítulo 37.
Capítulo 38.
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41.
Capítulo 42.
Capítulo 43.
Capítulo 44.
Capítulo 45.
Capítulo 46.
Capítulo 47.
Capítulo 49.
Capítulo 50.
Capítulo 51.
Capítulo 52.
Capítulo 53.
Capítulo 54.
Capítulo 55.
Capítulo 56.
Capítulo 57.
Capítulo 58.
Capítulo 59.
Capítulo 60.
Capítulo 61.
Capítulo 62.
Capítulo Final.

Capítulo 48.

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By LucAAoSora

Un automóvil de color platinado avanzaba por una avenida que siempre estaba bastante transitada en los horarios laborales, pero que ahora se hallaba casi vacía en su totalidad. Era de madrugada y no muchos pasaban por allí a esas horas. El joven que conducía el vehículo estuvo dando muchas vueltas por varias calles para lograr que no los siguieran o, si es que alguien estaba detrás de ellos, que los perdieran de vista. No quería arriesgarse a ir a un lugar sin tomar precauciones, mucho menos sabiendo lo que había hecho. Sus nervios le jugaban una mala pasada, sabía muy bien lo que tenía que hacer, pero el "cómo" llegar a eso y sus métodos eran el problema. El arma que había utilizado contra R.M. tenía ahora tan solo una bala y no había ninguna otra cosa para defenderse más que la fuerza bruta. Si llegaban a encontrarlos, sería muy tarde, porque no podría hacer nada al respecto.

—Jimin... —susurró su mejor amigo, en el asiento del acompañante—. Jimin, tranquilízate. Nadie nos está siguiendo.

El joven de cabello rosa pastel chasqueó su lengua y comenzó a estacionar el vehículo en una de las esquinas, quedándose allí sin decir una palabra mientras que Jungkook no dejaba de verlo con preocupación. Jimin estaba exhausto, no sabía qué era lo que había hecho, tan solo accionó como todo amigo lo haría. No podía acomodar muy bien sus pensamientos, estaba confundido. Apretó sus manos, empuñándolas con fuerza y respiró de manera profunda, exhalando el aire en un suspiro para luego reposar su frente sobre el volante. Sintió una mano que se posaba en su espalda y la acariciaba con suavidad, como si intentara calmarlo, cosa que le dio ternura porque sabía de quién se trataba.

—Gracias... —dijo Jungkook con angustia.

La tensión en el cuerpo de Jimin pareció desaparecer luego de escuchar esa palabra, simple pero llena de sentimientos, con un valor único. Sonrió con cariño, volteando a ver a su amigo y llevó una de sus manos hacia la cabeza ajena para agitar un poco su cabello. El vehículo se puso en marcha otra vez, ahora con Jimin más relajado, avanzando rápido hacia algún lugar que Jungkook desconocía. Avanzaron por varias calles y llegaron a una zona llena de hoteles, donde por lo general los empresarios tienen juntas o pasan la noche por negocios. No era el centro de la ciudad, pero mucha gente se hospedaba en los hoteles de allí. Jimin se dispuso a estacionar el automóvil en un gran lugar que estaba lleno de vehículos, procurando no exponerse tanto. Luego apagó el motor para quitar la llave y los seguros de las puertas, cosa que extrañó a Jungkook, quien se quedó observando las acciones ajenas.

—Vamos... —dijo, abriendo la puerta.

—¿De qué hablas? Es un estacionamiento al aire libre.

—Hay que pasar la noche en algún lugar, ¿no lo crees?

—Pero...

—No te preocupes —le interrumpió—. No creo que quieras dormir en el auto, ¿o sí? Por eso fui por muchas calles. Nadie nos siguió.

—Jimin, no podemos entrar a uno de esos hoteles —dijo con impaciencia.

El joven de cabello rosa pastel rodó sus ojos con fastidio y salió del automóvil sin responderle, cerrando la puerta con fuerza y dirigiéndose hacia la entrada del lugar. Caminó unos pasos para luego detenerse a ver si Jungkook abandonaba el vehículo o no. Sonrió al instante en cuanto lo vio correr hacia él. Presionó un botón del llavero para que las puertas se trabaran, solo por las dudas, y tomó a su amigo de la muñeca, como si fuera un niño, para finalmente caminar con él. Ninguno de los dos pudo notar que otro automóvil se encontraba a unos metros del lugar, llegando.

—¿Qué es lo que hacen aquí? —Preguntó el joven dentro del vehículo, observando con atención los edificios tan altos.

—Es extraño que no notaran que los seguíamos —respondió su acompañante.

—Eso es porque Jimin lleva mi teléfono móvil y a todos los tengo conectados entre sí. No íbamos detrás del auto para empezar, seguimos la señal, así que no nos vieron.

—Suga, estás consciente de que van a entrar a un hotel, ¿verdad?

—No me vengas con esas estupideces ahora, Jackson, maldita sea —chasqueó su lengua—. Solo se están escondiendo.

—¡No es eso, idiota! —Se quejó—. El único que piensa en cochinadas eres tú. Hablo de que hay cámaras, los recepcionistas pueden reconocerlo. Es Park Jimin, su rostro es bastante famoso entre los altos mandos... y eso es un peligro.

—Tienes razón... —dijo con sorpresa, observándolo por un instante—. Bien, estemos atentos a lo que sucede.

—¿Y si pasan la noche allí? ¿A dónde irán luego? —Indagó—. ¿Tienes alguna idea de eso?

—No... —respondió con dudas, sintiéndose incómodo—. Nosotros solo debemos asegurarnos de que sigan con vida, vayan a donde vayan.

—Si salen del país...

—Nos aseguraremos de que los demás piensen que murieron —interrumpió, terminando de estacionar el automóvil.

—Pero... —vaciló—. Si Jimin se va, ¿tú estarás bien con eso?

El joven de cabello azabache se quedó en completo silencio, manteniéndose atento al hotel en el que habían entrado Jimin y Jungkook, sin responderle a Jackson, su acompañante. No quería decir ni una palabra, porque sabía que dejaría al descubierto su más grande debilidad. Suga se dispuso a cruzarse de brazos y esperar, sin despegar la vista de la entrada del lugar, mientras movía su rodilla con impaciencia. El rubio, por su parte, se acomodó en el asiento y sacó de su bolsillo una caja de cigarros, tomando también el encendedor.

—¿Te molesta si fumo? —Le preguntó.

—No, adelante. Abre la ventanilla para que no se llene de humo —dijo en cuanto el encendedor hizo ruido.

—Bien —respondió, haciendo lo que le pidió—. ¿Quieres...?

Suga hizo una mueca, observando de reojo el cigarro que Jackson le ofrecía, sin quitar su mirada atenta del hotel.

—Hace tiempo no fumo, pero... —alzó su mano para tomar aquel objeto—. Gracias.

El rubio sonrió de forma ladina, buscándose otro cigarro para dejarle aquel a Suga, se veía que en verdad lo necesitaba. Se relajó un poco, atento a la entrada del hotel al igual que su compañero, despejándose de la tensión que había acumulado durante todo el día a medida que le daba suaves y prolongadas caladas a su cigarro. Todo se estaba saliendo de control, así que estaba claro que no volvería a tener un momento así luego de esa noche. Algo le decía que las cosas irían de mal en peor y tenía toda la razón de pensar eso.

⁓∞⁓

Habían logrado ingresar al hotel gracias a que Jimin tenía dinero encima. Siempre llevaba por las dudas... ¡Y sí que tenía bastante! En cuanto les pidieron la documentación, el joven de cabello rosa pastel, ocultándose bien de las cámaras, le enseñó un precioso anillo de oro a la recepcionista, quien quedó encantada ante el obvio soborno y no dijo ni una palabra al respecto. De todas maneras, el miedo a ser descubiertos aún seguía intacto. Las cosas no eran tan fáciles como parecían, eso lo sabían muy bien ambos. Jimin esperaba que pudieran descansar un poco después de tan largo día, ya que tenía bien en mente lo que harían luego. Se aseguraría de mantener con vida a su mejor amigo, incluso si eso le costaba la suya. No iba a dejar que Jungkook sufriera más, no lo iba a soportar.

Cerró el grifo de agua caliente y se quedó unos minutos reposando su frente sobre los azulejos mojados, percibiendo las gotas en su cuerpo enfriándose de a poco. Tenía sus ojos cerrados, se sentía muy mareado en verdad, en cualquier momento podía caer desmayado. Tantas cosas vagaban en su mente y no sabía ni cómo sentirse. Extrañaba a Suga, lo necesitaba, él le daba la fuerza que ahora le faltaba. Se sentía muy desprotegido sin él a su lado, se había acostumbrado a tenerlo cerca. No entendía el motivo por el cual no le dirigía la palabra y eso lo desmotivaba, tenía miedo. Se mantuvo alrededor de treinta minutos dándose una ducha en donde se permitió llorar todo lo que se había forzado a retener. No quería verse débil ante Jungkook, porque ahora su amigo necesitaba que le dieran fuerzas y debía transmitirle seguridad.

Luego de cinco minutos dentro del baño, en silencio y con la llave de agua ya cerrada, se dispuso a secar su cuerpo con rapidez para salir de allí tan solo con un pantalón de traje y su toalla. Observó la habitación y su mirada se posó inmediatamente en el joven de cabello azabache sentado en medio del colchón de su cama, con sus piernas cruzadas y su rostro en dirección hacia la ventana. Jungkook tenía una expresión abatida, su piel se notaba más pálida de lo normal, sus labios secos y sus ojos irritados, con tonos un poco oscuros debajo de sus párpados inferiores. Jimin hizo una mueca de angustia al verlo así y decidió acercarse a él con cautela. No quería hacer nada que le provocara malestar.

—Kook —habló mientras tomaba la camisa que había dejado en su cama—, ¿vas a darte una ducha?

El mencionado pestañó algunas veces, como si se hallara cansado, sin quitar su mirada de la ventana.

—En un rato, tal vez...

—¿Quieres hablar?

Jimin se sentó en el borde de la otra cama, quedando frente a él a un metro. Las camas estaban divididas por la mesita de noche.

—¿Qué vamos a hacer ahora, Jimin? No tenemos a dónde ir. Mi familia estará en peligro otra vez y...

—Tranquilo —le interrumpió, terminando de abotonarse la camisa—. Eso no va a suceder.

—Ya estoy harto de esto, sinceramente... —suspiró abatido—. Ahora te arruiné la vida a ti, siempre lo hago. Lo único que consigo son más problemas.

—No digas esas cosas, Jungkook. Eres mi mejor amigo y no voy a permitir que alguien te haga daño, ni ahora ni nunca —expresó firme—. Incluso si eso significa ponerme en peligro.

El joven de cabello azabache lo observó. Se sentía una mierda por no poder mostrarle al menos una sonrisa. Estaba cansado, incluso pensaba que la mejor solución era la muerte, que nadie debió enterarse de lo que R.M. tenía planeado hacer con él, para que, de una vez por todas, se terminara aquel sufrimiento que tenía que soportar y el que provocaba en los demás. Ya no sabía qué hacer, había perdido su camino, como en tantas ocasiones... En lo poco que pudo vivir experimentó demasiadas emociones que con el tiempo le permitieron tener la capacidad de tomar decisiones importantes. Sin embargo, ahora no se sentía con esa capacidad. Era un simple adolescente, débil, sin salida y sin esa máscara que siempre lo ayudaba a ocultar sus sentimientos, aquella que lo volvía fuerte. Estaba abandonado a su suerte y Jimin había sido arrastrado con él. Eso era lo que más le dolía: haberle quitado la libertad a su mejor amigo, ser ahora una carga para él, una responsabilidad; porque ni siquiera tenían un sitio a donde regresar, tampoco dinero, y eran muy buscados por la organización a la que alguna vez pertenecieron y a la cual fueron involuntariamente asociados por solo nacer. ¿Ahora también serían enemigos del Dragón Dorado?

—Tu familia está en Seúl, en un hotel —dijo con una vaga sonrisa—. Tenía planeado decirte antes de la fiesta, pero tú te la pasabas ignorándome —fingió tristeza—. Aunque ahora sé el motivo.

Jungkook observó a su amigo con sorpresa.

—¿Por qué mi familia está allí? ¿Qué piensas hacer?

—En este mes me encargué de falsificar los documentos de ellas y el tuyo —habló con total cariño—. Pensé que mi hermano había hecho algo con los ahorros que mi padre me dejó en las cuentas, pero parece que está muy ocupado con su vida. Así que el dinero no fue problema, me aseguré de que no se dieran cuenta de mi ingreso a la cuenta bancaria, así que no lo notarán a no ser que revisen —le guiñó un ojo.

—¡¿Por qué hiciste eso?! —Se exaltó.

—Porque te irás a vivir a Australia con ellas... —sonrió—. No te preocupes por el dinero y esas cosas, está todo arreglado.

—¡¿Australia?! Pero ¿cómo hiciste esto? —Preguntó incrédulo.

—Le pedí ayuda a un conocido... No te preocupes, es de confianza. Lo prometo.

—¿Un conocido?

—También es amigo tuyo —le sonrió—. Aunque tal vez ni lo recuerdes.

—No... —tragó en seco—. Jimin, esto no es seguro. No podemos...

—Cállate —le interrumpió—. Hablo de un compañero de nuestra escuela secundaria. Es confiable, no te preocupes. Además, no le dije para qué quería la casa. A él no le interesa de todas maneras.

El joven de cabello azabache sintió un punzante dolor en su nariz debido a las lágrimas que querían salir.

—Suponiendo que acepte, ¿tú vendrás conmigo...?

—No —respondió al instante, con total seguridad—. No puedo dejar a Suga.

Jungkook se quedó pensativo durante varios segundos sin poder creer lo que su mejor amigo le estaba diciendo. Parecía que no tenía salida y, de un momento al otro, Jimin le revela que ya tenía planeado todo. ¿Cómo lo había logrado en tan poco tiempo?

—Mataste al líder, Jimin —habló—. No puedes regresar ahí.

—No te pregunté lo que puedo o no hacer —soltó una risita—. Vamos, ve a darte una ducha y a dormir. A primera hora de la mañana saldremos de aquí para tomar el tren, te irás a Seúl a encontrarte con tu familia.



Un hombre de cabello castaño se hallaba sentado en un pequeño silloncito al lado de una cama en el ala este, observando a la persona que descansaba sobre el colchón. Vio con detalle aquel cabello rubio y sus raíces azabache ya crecidas, sus labios carnosos, su piel suave y de tonos oscuros. Su cuello estaba curado, ya no tenía la herida de bala, por lo que había logrado sobrevivir gracias a que le avisaron a tiempo. Se estaba mordiendo las uñas con impaciencia y con su otra mano sostenía un pequeño frasco que llevaba la mezcla que solía usar cuando el líder se lastimaba, la cual le había inyectado para salvarle la vida. Soltó un suspiro, inquieto en su lugar, pensando en cuándo se despertaría.

¿Por qué lo había salvado...? ¿Por obligación? ¿Miedo? Si tan solo lo hubiese dejado morir sería todo tan fácil.

—Seokjin... —susurró el líder, aun dormido.

El mencionado hizo una mueca, dejando el frasco en la mesita que estaba al lado de la cama. Tal vez había sido por miedo, inseguridad. No tenía idea de lo que pasaría si dejaba morir a Namjoon y no quería saberlo tampoco, porque, seguramente, si eso sucedía, ya no iba a recibir toda la protección que este le dio durante casi toda su vida. Mentiría si dijera que no lo quería al menos un poco, pero su deseo de librarse de él era mayor, necesitaba abandonarlo y sabía muy bien que él nunca se lo permitiría. Podía ser muy fácil para Seokjin escapar usando sus habilidades. Cualquier cosa era posible si las usaba. Sin embargo, no lo consiguió jamás. La simple idea de dejar desprotegidos a los únicos que realmente se preocupaban por el futuro de los ciudadanos del país, sumando el hecho de que todo el mundo estaba detrás de él, era algo impensable para Jin. Odiaba la idea de la soledad y, por muy poco que Namjoon le agradara, no lograba separarse de él. Necesitaba compañía, no deseaba vagar por la vida así, escapando de todos e intentando salvarse a cada momento. Lo quisiera o no, Namjoon le daba protección, y eso era algo que nunca iba a conseguir en otro sitio.

—Seokjin —dijo, esta vez abriendo los ojos.

—Hola... —sonrió—. ¿Cómo te sientes?

—¿Qué sucedió?

Jin suspiró, no sabía si había hecho bien en aquel momento, pero en cuanto vio a Namjoon a punto de morir, dudó de salvarlo. No quería que Jungkook o Jimin fueran asesinados por él. El líder solía ser muy precipitado cuando alguien lo traicionaba, pero si llegaban a hacerle entrar en razón –cosa que no es muy común–, Namjoon entendía y dejaba pasar las cosas. Seokjin tenía esa capacidad de persuasión con él, esperaba que recapacitara acerca de sus acciones luego de explicarle bien las cosas. Si eso no llegaba a suceder no tendría otra salida más que borrar su memoria, aún si eso llegaba a poner en riesgo su vida. Ese año había sido el primero de todos en el que Namjoon le permitió salir tanto y sociabilizar con los demás, así que se había encariñado de tal manera con ellos que no toleraría ser un simple espectador, no podía permitirse no hacer nada al respecto, no soportaría quedarse así.

—Maldita sea... —susurró—. Park me disparó, ¿verdad?

—Eso lo sabes solo tú —respondió Seokjin—. Pero si analizo las circunstancias, sí, seguramente fue Jimin.

—Diles a todos que vayan tras ellos, que los asesinen —dijo sin vacilar, observándolo.

—Tengo entendido que Randall fue tras ellos con varios más —hizo una mueca al ver la satisfacción en el rostro de Namjoon—. Pero eso está mal, lo sabes. Jungkook no hizo nada más que proteger a su familia.

—Debió haberme dicho todo desde un principio, pero decidió traicionarme, así que esta es la consecuencia de sus acciones.

—Pero no sabía qué hacer, Namjoon —insistió—. ¿Cómo iba a arriesgarse a decirte todo con la vida de su familia en juego?

—Nadie iba a saber de eso si lo hablaba en privado conmigo. Era algo simple, fin. No quiso hacerlo, entonces su vida es lo mínimo que puedo quitarle.

—¡Es un niño, Namjoon! ¡Entiende! —Se exasperó—. ¡¿Qué querías que hiciera con semejante responsabilidad?!

—No lleves las cosas al límite, Seokjin —lo miró con enojo—. Sabes que de nosotros depende que este país no se vaya al carajo, así que cualquiera que intente impedirlo, por voluntad propia o no, es un traidor y debe morir.

—Eres un maldito egoísta, necio y terco —espetó—. Eso es lo que más odio de ti. No puedes darte cuenta de las cosas y así vas perdiendo seres queridos, como ya te ha pasado.

—Ve a llamar a los demás y cierra la boca de una vez por todas —hizo una mueca.

Sí, lo que más le dolía era que Jin lo tratara así... Siempre detestaba eso.

—Se nota que Jungkook nunca tuvo la oportunidad de disfrutar de su vida —soltó con rencor—. ¿No te diste cuenta? ¿Cuántos años tiene? ¿Diecinueve? ¡Sé sensato alguna vez en tu vida, Kim Namjoon, y deja de pensar solo en ti! —Exclamó—. Ese niño habrá pasado mucho más de la mitad de su vida en el ambiente de los negocios sucios de la organización a la que no pidió pertenecer. No ha vivido lo que cualquier niño y adolescente querría y debería. Se vio obligado a madurar y a cargar con una cruz más pesada que él. Jungkook necesitaba de tu ayuda, no que lo quieras ver muerto.


En otro sector de Daegu. 6:00 a. m. A las afueras del hotel

Un joven de cabello rojo llegaba al gran estacionamiento, seguido de cuatro personas más, todos en motocicleta. Un teléfono móvil comenzó a sonar y el pelirrojo chasqueó su lengua con fastidio, quitándose el casco rápidamente, ya que el aparato había estado molestándole varias veces durante el recorrido. Mientras se disponía a atender, observó toda la periferia con atención, buscando el automóvil que faltaba en la guarida y sonrió en cuanto vio el cabello rubio de Jackson entre los que estaban estacionados.

—¿Qué mierda quieres, Kuro? —Preguntó mientras mantenía el teléfono en su mano derecha, bajando de su motocicleta.

«Randall, debes regresar».

—No lo haré, ya encontramos el escondite de Jeon —sonrió, haciendo señales a los demás para que fueran hacia donde Jackson y Suga estaban.

«R.M. dio la orden de regreso, Randall. No te lo estoy pidiendo, es tu deber».

—¿En verdad? —Preguntó incrédulo, alzando una ceja.

«¿Por qué te mentiría con estas cosas? Regresen todos ahora».

El pelirrojo observó la cabellera rosada de Jimin en la puerta del hotel y sonrió con malicia, dándose cuenta de que también estaba Jungkook con él.

—No te creo, Kuro. R.M. no cambia de opinión en estos casos tan importantes. Adiós, tengo trabajo que hacer.

Como se encontraban en la parte trasera del estacionamiento, los dos jóvenes fugitivos no lograron ver ni a Suga con Jackson ni a Randall con los demás; así que avanzaron con confianza hacia su vehículo para ir directo a la estación de trenes.

—Oye... ¡Oye, Suga! —Exclamó Jackson—. ¡Suga, ya se están yendo!

El mencionado se despabiló al instante, percatándose de la situación y agradeciéndole a Jackson por su apoyo. Observó la tierna silueta de Jimin ingresando a un automóvil y pudo notar algo de desesperación en sus acciones. Se preparó entonces, dispuesto a poner en marcha el vehículo en el que estaban, encendiendo el motor para seguirles el paso. Sin embargo, no pudo hacer más, ya que una persona se quedó de pie justo delante del vehículo, impidiéndoles el paso y apuntándolos con un arma. Suga frunció el ceño, conocía a ese niño de cabello marrón. Algo había salido mal y ahora mismo se estaba dando cuenta. Sintió que alguien golpeaba su ventanilla, a lo que volteó su rostro para ver y notó un arma que rozaba el cristal, luego una sonrisa llena de malicia por parte de ese joven pelirrojo, Randall, quien le hizo señales para que bajara el vidrio.

—Así que tú también lo seguiste... —dijo.

—No, vengo aquí por pura diversión —ironizó—. ¿Qué mierda crees que haces?

—Tu noviecito me las va a pagar. ¡Chicos, vayan tras ellos! —Dio una orden a sus compañeros—. Tú no vas a poder hacer nada al respecto, ¿entendiste?

En cuanto Randall desvió un poco su mirada del otro para ver cómo Wai se iba con Lucas, Suga tomó su arma al instante y prácticamente empujó al pelirrojo de su motocicleta al darle una patada a la puerta, mientras que Jackson también salía. Ambos dispararon sin pensarlo hacia los tres jóvenes allí y provocaron los inminentes gritos de las personas que estaban alrededor.

Suga observó el cuerpo de Randall que se arrastraba en el suelo para intentar llegar hacia su arma, la cual se le había caído de las manos debido al repentino impacto de la puerta del vehículo.

—Oh, no estés tan seguro de eso, maldito hijo de puta —sonrió, disparándole en el brazo sin dudar.

—Hay que irnos ahora, Suga... —habló Jackson—. Los están siguiendo.


EDICIÓN 2022.

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