Enseñando A Mia

By MCRomances

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Harta de su vida desalentadora en la ciudad de Nueva York, Mia se arriesga y se embarca en una travesía vigor... More

Enseñando A Mia
Capítulo 1 - Un Día en la Vida
Capítulo 2 - Encuentros Sorprendentes
Capítulo 3 - Salvando a Mia
Capítulo 4 - 21 Preguntas
Capítulo 5 - Nuevos Horizontes
Capítulo 6 - Dejándose Ir
Capítulo 7 - Caso de los Lunes
Capítulo 8 - Noches en Madrid
Capítulo 9 - Despojada
Capítulo 11 - Confesiones
Capítulo 12 - La Realidad Muerde
Capítulo 13 - "Estudiando"
Capítulo 14 - Cenicienta
Capítulo 15 - Deshecha
Capítulo 16 - El Camino Menos Viajado
Capítulo 17 - ¡Shanghái, Baby!
Capítulo 18 - La Confrontación de Shanghái
Capítulo 19 - Sumergida
Capítulo 20 - Enfrentando el Miedo
Capítulo 21 - Música es la Respuesta
Capítulo 22 - Eres Mía
Capítulo 23 - Revelaciones
Capítulo 24 - Jet Lag
Capítulo 25 - Las Últimas Lágrimas
Capítulo 26 - El Tiempo Vuela
Capítulo 27 - Espérame
Capítulo 28 - Entrevistando
Capítulo 29 - La Cumpleañera
Capítulo 30 - Reconquistando
Capítulo 31 - El Ahorcado
Epílogo
Agradecimientos
¡Entrevista con Mia y Leo!
Precuela | Chica de ojos cafés
Nota de la Autora
Robando a Emma - Capítulo 1
Persiguiendo a Sofía - Prólogo
Amando a Olivia - Capítulo 1

Capítulo 10 - En Casa con Leo

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By MCRomances

Leo se despertó a la mañana siguiente sintiéndose completamente relajado. Sintió un tipo de calor a su lado y se movió cómodamente hacia su origen. Se sentía tan bien. Perezosamente abrió los ojos a una habitación familiar, su habitación. Pero había algo diferente sobre él.

Lo primero que notó fue un conjunto de hermoso pelo rubio oscuro caer en cascada sobre una almohada. Bajó su mirada hacia su cuerpo y vio que su brazo estaba envuelto alrededor de su cintura delicada. Alcanzó sus caderas y la jaló hacia atrás contra él cuando de repente le vino. ¡Mia estaba en su cama! Y aparentemente estaba acariciándola. Mierda.

De repente la puerta se abrió azotándose. "Hermano, pensé que íbamos a ir a jugar... damn!"

Leo inmediatamente apretó su abrazo alrededor de su cintura y movió su posición para cubrirla.

"Max, ¿te importa? ¡Salte de aquí!" le gritó con una voz dormida.

"Okay perdón. Ya me voy. ¿Cómo se supone que debería saber que trajiste a una chica a la casa? Estás demente por cierto." Con eso Max se fue y cerró la puerta.

Leo volteó a mirar a Mia, y vio que sus mejillas estaban calentándose de vergüenza. Por lo menos su espalda estaba hacia la puerta así que Max no la había visto completamente.

"Mia, lo siento. Me debí de haber quedado dormido... ¿estás bien? Ese era mi hermano por cierto."

Ella se volteó a mirarlo y se frotó los ojos. "Sí, estoy bien. Me imaginé. Suena como un tipo divertido," se rió.

Leo sonrió. "Sí, lo es. ¿Cómo te sientes? Te ves...mejor," dijo guardando un mechón de pelo detrás de su oreja y tomando su mejilla. No mejor, maravillosa. ¿Cómo se podía ver tan bien en la mañana? ¿Y cómo tuvo la suerte de despertarse con ella riéndose en la cama?

Ella se inclinó en la palma de su mano y suspiró. "Mucho mejor en realidad. Mejor de lo que merezco. Sólo espero que pueda caminar ahora."

"¿No estabas disfrutando que te llevara por todas partes?" Leo sonrió.

Mia se rió. "Eso estuvo...bien. Pero no puedes seguir cargándome por siempre."

Me gustaría poder, pensó. "No me importaba... ¿quieres tratar?" Se salió de la cama y le ofreció la mano.

Ella respiró hondo y lo tomó. Vacilando, puso sus pies en el piso y lentamente se paró. Hizo una mueca esperando el dolor, pero no pareció venir. "Creo que estaré bien. Sólo siento un poco de molestia pero lo puedo manejar," ella sonrió.

"Te lo dije. ¿Recuerdas?" Leo no pudo resistir en levantarla en un abrazo de oso antes de darle una vuelta y colocarla en la cama de nuevo. Estaba en una pieza otra vez. "¿Tienes hambre?"

"Sí, me estoy muriendo." Su estómago parecía estar de acuerdo porque hizo un sonido a la misma vez y ella se rió.

"Ahora regreso."

Leo caminó hacia la cocina. Max estaba sentado en un taburete de bar masticando comida que el cocinero estaba preparando y platicando con la empleada. Al entrar, todos pararon a mirarlo y lo miraron inquisitivamente.

"¿Se pueden calmar? No es lo que parece," Leo trató de explicar.

Max resopló. "Seguro, Leo. Lo que tú digas, hombre."

"Mira, fue una emergencia ¿okay?"

"Ey, no me tienes que explicar nada. Aunque está guapa. Yo también la hubiese traído si pudiera."

"No te metas. Y no es cualquier chica," argumentó, notando su observación de antes.

A su comentario, Max le dirigió una mirada incrédula. "Bueno, que me condenen hermanito. Creo que el infierno acaba de congelarse. Ahora sé por qué me suplicaste por esos boletos del concierto."

Leo rodó sus ojos y miró hacia la empleada. Lo estaba mirando con una cara de felicidad absoluta. Le pasó una bolsa de compra. "Encontré tu nota."

"¡Gracias, Carmen! Eres la mejor. ¿Almuerzo en la terraza?"

Ella asintió.

Leo caminó de vuelta hacia su habitación con una risa contenida y sacudiendo la cabeza. Todos parecían pensar que la estaba perdiendo. Excepto Carmen, por lo menos ella parecía estar contenta por él.

Encontró a Mia todavía sentada apaciblemente en su cama. Dios, se podía acostumbrar a la vista.

"This is for you, beautiful." Colocó una bolsa azul de Zara enfrente de ella.

"Leo, ¿qué es esto?" preguntó, perpleja.

"Ropa...para que te puedas vestir. Pensé que te gustaría usar algo que no estuviera mojado en alcohol."

"¡Esto es una locura! ¿Cuándo pudiste...?"

"No te preocupes. Sólo agradécele a Carmen después. Te dejo para que te cambies." Le dio un beso rápido en la frente y agarró ropa de su closet para él mismo antes de salirse de la habitación.

*****

Mia echó una ojeada dentro de la bolsa. Retiró un par de jeans, una camisa negra, un juego de sostén y pantis, y hasta unos tenis blancos súper lindos. Definitivamente era demasiado. Revisó las tallas de la ropa y se asombró en encontrar que era su tamaño exacto. ¿Cómo supo?

Curiosidad al lado, quitó las etiquetas y se vistió rápidamente. La ropa le quedó bastante bien, y hasta pensó que parecía algo que normalmente usaría y compraría para ella misma. A lo mejor debería ir de compras uno de estos días. Después de todo, la ropa de Zara siempre estaba de moda y accesible. Hasta ahora su día tenía buena pinta.

Tuvieron almuerzo en la terraza y sintió como si estuviera de regreso en México. No podía recordar la última vez que había tenido una comida casera completa como esa. Tomó un bocadillo de las patatas revueltas que Leo le había servido y estuvo exquisito. Estaba por decirle cuánto estaba disfrutando de la comida, cuando dos niños pequeños corrieron a la mesa y saltaron sobre él.

"¡Leo!" la niña gritó al treparse encima de él, y el niño se colocó a su lado jalando su brazo. Los dos tenían el cabello rubio sedoso y claramente eran mellizos.

Él se rió. "¿Qué traen entre mano revoltosos?"

La niña miró hacia abajo y encogió los hombros. "Nada..." respondió inocentemente.

"¿Nada? Hmm...No creo que eso sea verdad," Leo dijo haciéndole cosquillas.

Ella se rió. "¡Es verdad, Leo!"

Mia miró asombrada a la escena adorable desenvolviéndose frente de ella. Juzgando por su interacción corta, el afecto entre ellos era claro.

"¿Quieren conocer a Mia? La van a amar," Leo dijo.

La niña asintió y el niño echó un ojo curioso hacia Mia como si la acabara de notar.

"Mia, estos pequeños monstruos son Sofia y Nico. Son mis hermanos más chicos."

"Encantada de conocerlos. Que lindos son," Mia dijo cálidamente.

"Vamos chicos, no sean groseros con nuestra invitada. Saluden a Mia," Leo dijo al poner a Sofia en el piso y empujar a Nico hacia adelante. Los dos rápidamente cumplieron y Mia se agachó para recibir dos besos grandes en la mejilla.

Nico se volteó a mirar a Leo. "¿Mia es tu novia?" preguntó.

Leo echó un vistazo a Mia antes de responder, y ella sintió su corazón aletear. "Bueno...ciertamente es una chica y mi amiga," dijo.

Nico no pareció entender porque tenía una mirada confusa en su cara. "¿Cómo nunca la hemos conocido antes?" presionó.

"No lo sé. La invité varias veces pero nunca quiso venir," Leo bromeó.

"¡Leo! No digas esas cosas," Mia intervino.

Él se rió. "Saben que estoy jugando. ¿Cierto chicos?"

Los dos asintieron en unísono aunque claramente no estaban siguiendo la conversación.

"¿Leo? Carmen dijo que mami y papi regresan mañana. ¿Es cierto?" Sofia preguntó de repente.

"Sí, lo es. Así que ya no los vas a tener que extrañar mucho más, ¿okay princesa?" respondió acariciando su cabello.

La cara de Sofia se iluminó. "¿Quieren venir a jugar al Wii con nosotros?"

"¿Por qué no le preguntas a Mia primero?" Leo dijo.

Se volteó y le repitió la pregunta a Mia.

"Claro que sí, linda," sonrió.

"Vayan a empezarlo y los alcanzamos ahí," Leo dijo. Apenas había terminado el enunciado cuando los dos gritaron de la emoción y salieron corriendo.

Mia sonrió al verlos hasta que desaparecieron de vista. "No puedo creer que no me contaste sobre ellos. Son adorables," dijo.

"Sí, siempre me hacen el día. Sólo me siento mal porque no llegan a pasar mucho tiempo con mis padres como viajan todo el tiempo. Es parte de la razón que decidí regresar a casa."

"Bueno, tienen suerte de tenerte. Se ve que realmente te quieren mucho."

"Supongo que con la diferencia de edad es inevitable. A veces siento que son más mis propios hijos que mi hermano y hermana."

"Creo que sé a lo que te refieres. Uno de mis tíos también tuvo mellizos mucho después de tener ya a cuatro hijos así que los mayores en verdad los cuidaban. Sabes, mi papá también es mellizo, supongo que está en la familia."

"No puedo imaginar lo que sería tener a dos Mias corriendo por todas partes. Ahora eso me gustaría ver," Leo dijo sonriendo.

Mia le sonrió de vuelta pero sintió un malestar crecer dentro de ella. Rápidamente lo echó atrás, no dejando que sus pensamientos llegaran a su fruición. "¿Qué hay de ese Wii, eh? Prepárate para perder en tenis."

"Ah, ya veremos sobre eso."

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