Ya vieron esto? Si no vuelvo a aparecer es porque morÍ de la impresiÓn.
— Lo siento, no debí preguntar.
— No debiste. — dijo bajando la cabeza.
— No te preocupes, tu secreto está a salvo conmigo. — le sonreí y él estalló en carcajadas— ¿Dije algo gracioso?
— No puedo creer que en serio pienses que soy gay.
— ¿No lo eres?
— ¡No!
— ¿Por qué me mientes?
— Deberías haber visto tu cara.
— Eres un idiota. — reí.
— Ahh...Hace tiempo que no me reía así. — dijo limpiando las lágrimas que caían de sus ojos, estaba llorando de risa.
— Si es así estas perdonado. Valió la pena hacerte reír. — le sonreí y él me sonrió de vuelta.
— Odio admitirlo pero eres graciosa.
— Me alegra escuchar eso.
— ¿Quieres desayunar?
— Si, la verdad es que estoy muerta de hambre. No como hace muchas horas.
— Eso explica tu estado de ebriedad.
— Que no estaba ebria. — él rió, y se levantó del sofá.
— Lo que tú digas.
Sé que sonará mal y podría escucharme como una pervertida pero... ¡Qué trasero se carga este muchacho! Llevaba puestos unos pantalones de pijama de color gris, le quedaban algo holgados pero aun así podía notarlo, realmente nunca lo había mirado, no de esa manera, tampoco es que quisiera hacerlo pero es que no podía evitarlo. ¡Con razón ninguna se le resiste! Es un completo bombón.
Lo seguí hasta la cocina, él se apoyó en la mesada mientras esperaba a que el café estuviera listo. Esa imagen de su grande espalda frente a mi me hizo querer abrazarlo, ya saben, de esos abrazos súper románticos que las chicas les damos a nuestros novios cuando los tenemos, pero me contuve, se vería demasiado raro y además yo no pensaba en él de esa manera. Cuando todo estuvo listo, él me guió hasta el comedor, nos sentamos en la mesa frente a frente y comenzamos a desayunar en silencio.
— ¿No te aburres aquí solo?
— En realidad no, me gusta estar solo.
— Yo no podría estar sola, necesito estar hablando con alguien constantemente.
— Lo noté. — dijo dándome una pequeña risita.
— Hoseok... ¿Por qué me odias?
— No te odio.
— Pero...Siempre quieres deshacerte de mí. — él rió.
— Eso es porque mi vida es tan pacifica cuando tú no estás. — dijo burlón.
— Estoy hablando en serio.
— Yo también.
— Eres un maldito.
— Y tú eres un dolor en el trasero. — yo reí, con ese trasero seguramente soy un gran dolor.
— No digas esas cosas, chico malo.
— Lo siento, chica buena.
— ¿Acaso nunca te llenas? — le pregunté al ver que se estaba haciendo otra tostada con mermelada— Es tu séptima tostada.
— ¿Acaso tú no te cansas de mirarme? Ni siquiera yo sé cuantas tostadas voy. — yo me sonrojé, tenía razón, había estado mirándolo todo el tiempo.
— Ah...Es que...Soy muy observadora.
— Sí, claro.
— Tienes mermelada en tu mejilla. — él sacó su lengua intentando quitar los restos de mermelada que había en su cara, pero fracasó, yo por mi parte me preguntaba internamente cuando fue que me volví tan pervertida, porque todo lo que él hacia me parecía jodidamente erótico, y no soy de esas chicas que lo exageran todo, no, esa es Cathy, tal vez esto era su culpa, si, seguramente paso mucho tiempo con ella. — ¿Ya está?
— No. — reí— Acércate. — él se estiró hasta mi, quedando demasiado cerca de mi rostro, bajé mi mirada a sus labios, tan besables, y luego desvié mi mirada hacia su mejilla para quitar la mancha con una servilleta. — Listo.
— Gracias. — me sonrió.
— Creo que ya debería irme. — dije una vez que habíamos terminado de limpiar el desastre que teníamos en la mesa.
— ¿Ya? Yo diría recién.
— Tú me trajiste, no te quejes de mi presencia ahora.
— Fue sólo por compromiso. — rió, yo suspiré.
— Aunque no lo creas, ya lo sé.
— Era una broma. Y la verdad no estoy con ganas de llevarte a tu casa, así que puedes ir sola.
— Pero...Ni siquiera sé cómo irme.
— Entonces tendrás que quedarte.
— No puedo, mis padres me van a matar.
— No te estoy invitando a dormir ni nada por el estilo, no seas mal pensada.
— Y-yo...Ay, ni voy a responderte.
— Solo quédate hasta la tarde, no quiero salir ahora.
— ¿Y qué vamos a hacer? — él me miró con una sonrisa picara que me hizo temblar — ¿Estás loco?
— Ah, eres tan fácil de engañar. — rió.
***
— Ah, tengo mucho frio.
— ¿Por qué no te quitas el vestido? — yo lo miré horrorizada, ¿desde cuándo teníamos esa clase de trato? — Te voy a prestar algo de ropa abrigada, no me mires así.
— Oh, te lo agradecería si no es mucha molestia.
— Eres una molestia, pero estoy cansado de escucharte decir que tienes frio.
— Eres tan odioso.
— Sígueme. — hice lo que me pidió, fuimos hasta su habitación y él me dio unos pantalones deportivos y un sweater para que me abrigue, sus estantes estaban muy bien ordenados, y su ropa no era muy colorida, eran más bien tonos neutros y oscuros.— Usa esto.
— ¿Esto te queda? — reí al ver los pantalones que me había prestado— Se ven pequeños para tu cuerpo.
— Veo que eres muy observadora. — yo desvié mi mirada, me había pillado— Hace años que no me quedan, ni siquiera sé que hacen aquí.
— L-lo siento es que...Eres grande es imposible no notarlo. — él se rió a carcajadas y yo comencé a reír también.
— Y tu eres tan pequeña, pero aun así te noté. — me guiñó el ojo saliendo del cuarto.
Me vestí con su ropa y luego me encontré con él en la sala, había encendido el fuego de su estufa, calentando el ambiente, yo corrí a sentarme a su lado, pero me resbalé y terminé cayendo de trasero en el suelo, a su lado.
— También eres torpe, tienes una larga lista de fortalezas. — se rió.
— Tu casa es bastante grande para ti solo. ¿Tienes cuarto de huéspedes?
— ¿Estás pensando dormir en mi casa?
— ¿Qué? ¡No! Es simple curiosidad.
— Hay una habitación para mi hermana y mis padres arriba. Aunque ni siquiera hay una cama.
— Ya veo, ¿hay otra para las chicas? — bromee.
— Qué boba, no traigo a chicas a mi casa. A decir verdad, no traigo a nadie.
— ¿En serio? ¿Por qué?
— Es más fácil deshacerse de las chicas cuando vas a su casa, no tienes que tomarte las molestias de echarlas porque te puedes ir tu mismo.
— Eres todo un rompecorazones.
— No lo soy ni quiero serlo, por eso no lo hago.
— ¿O sea que soy la primera chica que viene a tu casa?
— Si, pero es diferente, tu no cuentas como chica.
— ¿Por qué?
— Porque no pienso acostarme contigo jamás.
— Oh... No es que yo quisiera tampoco.
— Lo sé, por eso estamos aquí.
Pasamos esa tare lluviosa sentados frente a la estufa, la sala estaba muy cálida, vimos dos películas y conversamos acerca de ellas y el colegio, no me aburría estar a su lado, para nada. Tomamos chocolate caliente que él mismo preparó, tenía razón cuando dijo que se le daba bien la cocina. Más tarde me llevó a mi casa, le dije a mi madre que la ropa era del hermano de Cathy, quien había venido a mi casa junto con Sophia para interrogarme acerca de lo sucedido anoche.