El Pocionista y la Cantante

By Samira85106

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El mundo mágico se encuentra a la expectativa de una nueva guerra, hasta los muggles se están dando cuenta de... More

La cena de compromiso
El juramento
Una terrible misión
La llegada
Un paseo por Diagon
La iniciación
La boda
La boda parte dos
El nidal de nubes
Dulce Luna de miel
¡Ma Che Bella Italia!
Una góndola y una canción
Entre vinos y tarantelas
De vuelta a Inglaterra
¿Por qué Snape?
Primer día de clases
Un paseo, una maldición
Un buen consejo de un buen amigo.
Conflictos
La fiesta de navidad
El pensadero
Cena de noche buena
Obsequios
Día de visitas
Una grata sorpresa
Embarazada
¡Feliz cumpleaños, señora Snape!
La fiesta
Veneno
Terror en la escalera
San Mungo
Vendetta
¿Qué oculta Draco?
La sesión de fotos
Un importante descubrimiento
Remembranzas
Un hipógrifo rebelde emprende el vuelo
No siempre el triunfo trae alegría
Avada Kedavra
Perderlos a los dos a la misma vez
Dolor
Una despedida como se debe
Desahogo
Que difícil es ser espía
El Rescate
Una propuesta rechazada
Cae el Ministerio
Un lugar donde esconderse
En Grimauld place
La tribulación de Remus
Fugitivos
El castigo del Señor Tenebroso
Las calamidades del director
Por culpa del guardapelo
Godric's Hollow
Por muy poco
Su nombre es tabú
Huída frustrada
De vuelta a casa
Novedades en Hogwarts
¿Dónde está Emily?
Otro asesinato en el castillo
Sanando heridas
Revelaciones
El inicio de la guerra
La batalla
Se ha perdido una batalla, no la guerra
La victoria
Recuperación
El comienzo de la felicidad
Un par de ángeles
Epílogo
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Superando el dolor

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By Samira85106

Emily y Severus regresaron a Hogwarts y nadie se atrevió a decir una sola palabra, además porque no fue necesario, los ojos lánguidos y lúgubres de la artista, reflejaban el torbellino de emociones que llevaba por dentro, sin embrago no pudo evitar que la emoción la dominara cuando vio a Draco frente a ella en el vestíbulo con los brazos extendidos en cruz.

—Estoy aquí, hermana —le dijo.

Ella casi corrió hacia él y lo estrechó con fuerza, recibiendo aquellas escuetas palabras como un bálsamo para su alma atribulada.

—Yo... estuve muy pendiente de ti pero no pude salir de Hogwarts. 

—Lo sé —respondió ella separándose delicadamente de él mientras secaba sus lágrimas.

Draco sonrió escuetamente y luego se marchó al ver que el trío de oro se acercaba en compañía de Ginevra Weasley. Severus, que había estado acompañando a Emily, se marchó junto al chico rumbo a las mazmorras. Hermione estaba haciendo un tremendo esfuerzo por no echarse a llorar y Emily lo notó, así que sonrió o al menos lo intentó y la abrazó a ella primero.

—No te preocupes, Hermi... no se preocupen por mí, ya estoy bien... al menos físicamente, pero supongo que luego volveré a tener entusiasmo.

Emily se disculpó y se encaminó a su habitación, esta vez uso el pasadizo que estaba bajando por las escaleras del vestíbulo, pasó por un largo pasillo lleno de tela de arañas donde algunas viejas y oxidadas armaduras la saludaron con la mano al pasar, haciendo mucho ruido. Al fin llegó frente al retrato de una dama vestida al estilo renacentista. La mujer bostezó y miró a Emily con sueño...

—¿Contraseña? —exigió.

—Los Slytherins son superiores —masculló la cantante con resignación.

Después de pasar, Emily siguió avanzando sin detenerse hasta que llegó a su habitación. Se extrañó un poco al ver que Severus no estaba allí, se encogió de hombros y se dirigió hacia su armario de donde comenzó a extraer todas las cosas que otrora, junto a Tonks, había comprado en Hogsmeade en una tienda de artículos para bebés. No pudo evitarlo, se quedó contemplando las mamilas, baberos, mamelucos y hasta los escarpines que la señora Weasley había tejido amorosamente sin utilizar magia. Colocó todo sobre la cama y posteriormente se dejó caer sobre los artículos llorando con amargura, dejando caer toda su tristeza sobre ellos.

Posteriormente se levantó de la cama, tomó la varita y encendió la chimenea, después tomó un mameluco y luego de besarlo, intentó arrojarlo al fuego pero se detuvo de inmediato a media acción. Simplemente no fue capaz y entonces se le ocurrió una idea que creyó que sería mejor que lo que estuvo a punto de hacer. Tomó un fardo que estaba en un rincón y metió allí dentro casi todo lo que había sobre la cama a excepción de los escarpines de la señora Weasley que quiso conservar y posteriormente salió al despacho.

—¡Dobby! —llamó.

El elfo apareció al instante y le dedicó una profunda reverencia.

—La señora llamó a Dobby y Dobby vino enseguida, señora —respondió la criatura con su vocecita chillona.

—Ya te he dicho que puedes llamarme Emily, Dobby.

—Pero Dobby prefiere llamarla señora.

—Está bien, Dobby, como desees, ¡ten!

Emily le extendió el fardo con los artículos dentro.

—¿Qué es esto? —inquirió el elfo.

—Por favor, Dobby lleva esto al ministerio de magia, al departamento de ayudas sociales, específicamente al área de huérfanos y madres solteras, pero por favor, te ruego que no digas que fui yo quién lo envió, ¿de acuerdo?

—Como usted ordene, señora —respondió el elfo volviendo a reverenciarla mientras una sonrisa de ternura se le dibujaba en el rostro—. Es usted muy buena, señora.

—No, para nada —respondió Emily arrodillándose para quedar a la altura del elfo—. No puedo ser egoísta e ignorar que... —suspiró para ahogar un sollozo—. Hay más niños en el mundo que no tienen nada y estos son solo objetos que no son nada sin un niño que los use. Llévalos, por favor y de nuevo te suplico que no reveles su procedencia.

Dobby asintió.

—Lo lamento, señora —respondió con voz triste.

—Gracias —dijo ella incorporándose después de acariciar en la cabeza al elfo.

Dobby desapareció de su vista y al poco rato llamaron a la puerta. Emily abrió, era Dumbledore que había ido a visitarla llevándole un fajo de caramelos de limón.

—Son excelentes para quitar las penas pese a su ácido sabor, hija mía, con razón a los muggles les gusta tanto.

El comentario hizo reír a Emily y esto puso feliz al director. Él tomó asiento junto al piano y ella frente a él.

—Luce extraño este despacho —analizó el anciano, paseando los ojos azules por sobre todo el lugar—. Todos esos frascos que Severus siempre conservó y ese toque lúgubre, quedan opacados por la blancura y magnificencia de este piano de cola.

Ella volvió a sonreír aunque su sonrisa se apagó casi enseguida.

—Recuerdo que lo hice traer desde mi casa en West End, me gustaba más que el que tenía en mi vieja habitación del séptimo piso del año pasado.

—Hija... no voy a preguntarte como estás o como te sientes después de lo que pasó porque sería una pregunta estúpida además de imprudente, pero me permitiré decirte lo que ya te dije el año pasado y que luego tuviste a bien convertir en el slogan de la última producción discográfica de la banda... El show debe continuar, por más duro que sea el camino, por más empinada que sea la montaña siempre hallarás luz.

—Mi luz se fue —contestó ella con voz trémula y resignada.

—No se fue del todo, sigue contigo, en tu corazón y en tu alma, esperando el momento en que puedan encontrarse algún día. Él o ella no hubiese querido que pasara lo que pasó, pero tampoco hubiese querido que te sumieras para siempre en el dolor. Escúchame, tienes todo el derecho del mundo a sentir dolor, a llorar, a gritar si así lo quieres, después de todo así se drena la tristeza, pero piensa que te espera un futuro en el que posiblemente tendrás que luchar, te lo digo como miembro de la Orden del Fénix, luchar y dejar el camino libre para las generaciones que vendrán donde posiblemente estén los hijos que van a tener tú y mi muchacho. Seca tus lágrimas, mi linda niña y sonríe para este viejo que se alegra con verte feliz.

Ella hizo un esfuerzo y lo complació.

—Lo sé, abuelito, papá y mamá me dijeron lo mismo antes de abandonar el hospital, dicen que debo continuar mi vida y que más adelante ya vendrán otros hijos, pero yo no dejo de pensar en el que perdí. Me costó tanto lograrlo y ahora...

—Él no pertenecía a este mundo, era un ángel y los ángeles no pueden mezclarse entre nosotros, su misión fue extraordinaria: despertar sentimientos que antes creí inexistentes en Severus. Aunque no lo demostrara, sé que se llenaba de emoción y orgullo cada vez que hablaba del bebé. Deben sentirse orgullosos porque fueron los padres de un ángel.

—Lo que más me duele, abuelito, es que no fue un aborto espontaneo sino provocado... No sé si Severus te contó lo que pasó pero, no fue un accidente. Caí por las escaleras porque una serpiente se enroscó en mi tobillo y ese maldito áspid no era más que Roger Carter, de seguro comandado por la... por Julieth Malfoy.

Al hablar, Emily adquirió un aspecto sombrío, típico de su raza cuando se enojaba.

—Severus me contó lo de la discusión que oyeron en la disquera el año pasado, pero de todos modos, Emily... te suplico que no intentes buscar a esa mujer.

—Invadiste mi mente, abuelito —reprochó la cantante bajando la mirada mientras chasqueaba los dientes—. Sabes que eres el único que puede franquear esa barrera porque fuiste precisamente tú quien me enseñó y te aprovechas de eso.

—Quizá tengas razón —contestó Dumbledore con sinceridad—, pero de no haber sido por mi intromisión, no habría forma de descubrir que estabas a punto de cometer una locura ¿Acaso no entiendes que esa mujer puede matarte? Por lo visto es ese su objetivo. No te pongas en bandeja de plata.

—Yo no soy una cobarde —saltó Emily—. No le tengo miedo y poco y nada me importa si es una mortífaga, quiero acabar con ella y con Roger, quiero que se pudran en Azkaban como el par de ratas inmundas que son, quiero que me paguen por lo que hicieron.

El director guardó silencio, recordando que Severus ya le había dicho que él mismo ya se había cobrado parte de la deuda antes de que él (Dumbledore) lo reprendiera recordándole que él era muy diferente a esos dos y que por lo tanto no debía dejarse llevar por el odio.

—Abuelito, si los tuviera al alcance de mi mano, te juro que no tendría piedad —dijo Emily incorporándose de su asiento hablando con rabia, con la mano derecha cerrada en puño y agitándola en un claro gesto de impotencia—, los haría sufrir hasta reducirlos a guiñapos y al terminar con ellos los enviaría derecho a Azkaban para que terminen de pudrirse ahí. Odio a los mortífagos... ¡Los odio, abuelito! ¡Los odio con toda mi alma!

—¡Ven aquí, mi pedazo de sol! —dijo el anciano ofreciéndole su regazo donde ella descargó su llanto una vez más—. Tú no eres así, tú eres la misma niña noble, ruidosa, irreverente y bromista de la que me enamoré apenas la vi cuando tenía once años y los cachetes más rosados de Hogwarts —concluyó luego separándola con delicadeza para pellizcarle cariñosamente la mejilla izquierda con su mano buena—. Sigues siendo esa niña para mí. Los muggles dicen que la justicia tarda pero llega, otros dicen que el tiempo de Dios es perfecto y yo creo que esa aseveración es la más adecuada porque siempre he creído que todo tiene su tiempo, su lugar y su razón de ser.

Después de aquella conversación, Emily quedó mucho más tranquila y el ánimo incluso le volvió un poco cuando, al abrir la puerta para que Dumbledore saliera del despacho, Panda entró con altivez, balanceando su cola para llamar la atención.

—¡Vaya! Tienes otra visita.

—Tienes razón, abuelito. Ven aquí Pandita, te extrañé.


Los días fueron pasando y la tristeza de Emily, si bien no desapareció, al menos se disipó bastante. Harry, Ron, Ginny y Hermione hicieron lo posible por mantenerla distraída hablándole de música y de bandas muggles y mágicas que a ella tanto le gustaban. Draco también hizo lo suyo, le mostró las nuevas canciones que había compuesto usando la guitarra que ella le había obsequiado el año anterior. Severus se deshizo en atenciones hacia ella y sus padres fueron a visitarla de vez en cuando, pero aun así, en ocasiones se la veía tocar la armónica en el puente de madera que conectaba al castillo con la explanada que conducía a las cinco piedras y de allí a la cabaña de Hagrid. Solía tocar la armónica cuando estaba en busca de inspiración para componer y también cuando se sentía muy triste, pero ya que no llevaba tinta y pergamino consigo, todos suponían que aquella era su manera de drenar la tristeza. Ya no le quedaban lágrimas así que la mejor manera era utilizar la música como elemento para desahogarse. Sin embargo, un buen día Emily recibió una visita y una noticia que la llenó de mucho entusiasmo.

Se encontraba en el salón de profesores junto a Charity Burbage y el profesor Musbick después de haber dado su última clase del día, escuchando los chistes que decía el profesor Flitwick.

—Por favor, profesor Flitwick, cuente ese sobre la bruja, el mago y el leprechaun —solicitó Charity mientras alguien tocaba la puerta de la sala de profesores.

—Yo abro —se ofreció Emily mientras todavía reía por el último chiste.

Al abrir, entraron al instante Sirius Black y el resto de Las Brujas de Macbeth, cada uno de ellos llevaba un paquete envuelto en papel marrón en las manos.

—¡Oh, qué grata sorpresa! —exclamó la cantante.

—¡Wow! Te veo mejor semblante —se admiró Gloria.

—El profesor Flitwick —respondió Emily encogiéndose de hombros—. Siempre con sus chistes.

El profesor Musbick saludó a sus antiguas alumnas, siempre se alegraba cuando iban al castillo.

—Vinimos a mostrarte algo, es una sorpresa hasta para nosotras porque todavía no las hemos visto. Sirius nos acaba de dar los paquetes —dijo Sasha.

—¿De qué se trata? —inquirió Emily entusiasmada.

En ese momento se abrió la puerta del despacho y entraron Snape y la profesora MacGonagall que al principio se sorprendieron al ver a Sirius y a la banda allí reunida y luego cayeron en la cuenta de que su visita se debía a la necesidad de distraer a Emily.

—Llegan justo a tiempo para ver la sorpresa —comentó Espina aferrada a su paquete envuelto.

Snape alzó la ceja derecha a modo de respuesta, la profesora MacGonagall en cambio sonrió y permaneció expectante.

—Estaban a punto de decirnos de qué se trataba cuando llegaron ustedes —comentó Charity.

—¿Y bien? —preguntó Emily mirando a Sirius.

—Bien —respondió el representante artístico—. Esta mañana recibí los paquetes de manos de Frederick Brandom, el dueño de la juguetería Magic Dreams del callejón Diagon. Nos reunimos en su negocio y me reveló que las muñecas, replicas de la banda ya están listas.

—Pues técnicamente eso ya los sospechábamos, cariño —respondió Espina haciendo reír a todos menos a Snape—. Los detalles no nos importan, lo que queremos es abrir los paquetes y ver como son.

—Pues bien... adelante, pero una por una. No te apresures, Espina.

—Está bien pero ¿quien lo hará primero? —inquirió Emily tomando el paquete que Sirius le ofrecía.

—Pues creo que tú eres la indicada —soltó Musbick con emoción.

—¿Están de acuerdo? —preguntó Emily.

Todos asintieron y se juntaron para mirar. Severus permanecía un poco lejos pero aún así, Emily sabía que también tenía curiosidad. La chica rasgó el papel marrón y al instante se reveló una caja de color rojo con múltiples estrellas doradas con una lamina transparente al frente que mostraba a una preciosa muñeca con las facciones muy parecidas a las de Emily.

Era bastante parecida aunque no exactamente igual ya que, según el dueño de la empresa, representar la hermosura de la artista de origen veela había sido todo un reto, aun así era muy bella, con los cabellos largos aunque lacios ya que de vez en cuando para sus presentaciones, la artista solía beber la poción alisadora de cabello. Estaba vestida con un pantalón negro y una blusa blanca. De su espalda colgaba una guitarra.

—¡Me encanta! —exclamó Emily con mucha emoción—. ¡Mírala, cielo!

Severus asintió con la cabeza en clara señal de que aprobaba la réplica.

—Según Frederick viene con un encantamiento... A ver —Sirius tomó la caja y extrajo el juguete—. ¡Ahh! Sí, aquí está. Es un botón y si lo presiono, debería hacer algo.

Cuando Sirius presionó el botón, la muñeca inmediatamente abrió los labios y comenzó a cantar La magia funciona.

—¡Ahhh! y también dice más de cien frases diferentes. A ver... aquí, detrás de su espalda hay otro botón ¡ajá! Aquí está ¡Mira!

Cada vez que Sirius presionaba el botón, la muñeca abría los labios y pronunciaba frases como: ¡Buenas noches, Londres! ¡Que viva el rock! ¡Canten conmigo!

—Pero creo que ésta te gustará, quejicus.

Severus rodó los ojos en señal de fastidio y Emily, sonriendo se colocó a su lado mirando la muñeca con expectación.

Sirius volvió a presionar el botón y al instante la muñeca exclamó:

¡Te amo, Severus!

—¿No es adorable? —preguntó Emily mientras todos miraban con admiración la muñeca.

La siguiente fue Sasha, su réplica se parecía a ella en todo, los mismos ojos grises y el mismo cabello castaño. Iba con una camiseta negra y unos jeans, sosteniendo una gaita. La de Gloria resaltaba por su preciosa cabellera roja y sus ojos azules. 

La caja de Espina era la más grande y al abrirla, todos descubrieron por qué. En su interior, además de la preciosa muñeca morena de ojos verdes que al igual que todas vestía de muggle y sujetaba una baqueta en ambas manos, también había una batería y un asiento en miniatura.

—Están geniales, chicas —se admiró Emily.

—Entonces no queda ninguna duda acerca del éxito que tendrán estas réplicas —dijo Charity.

—Las pequeñas brujas estarán encantadas cuando sus madres les compren estas preciosas réplicas.

—¡Hmmm! No solo serán atractivas para las niñas —dijo Sirius—. El dueño de la fábrica dice que siempre hay coleccionistas interesados en este tipo de artículos.

—Sí, pasa lo mismo con algunos muggles y las muñecas Barbie entre otros artículos —comentó Charity.


Al día siguiente lo de las muñecas mágicas, réplicas de Las Brujas de Macbeth eran la noticia de portada en todas las revistas y había fotografías de anaqueles repletos de esos juguetes en la tienda Magic Dreams. En las mesas del gran comedor, todas las chicas comentaban entre sí. El tema de la pérdida del bebé del matrimonio Snape al parecer había dejado de ser noticia.

Severus por su parte realmente poco y nada le importaba el lanzamiento de esas muñecas al mercado, todo eso le parecía algo banal, pero sí agradecía el hecho de ver a su esposa con su precioso rostro lleno de luz, sabía que para ella lo importante no eran las ganancias que obtendría, sino lo feliz que hacía a sus fanáticos. Adoraba ver de nuevo esa sonrisa franca que había suplantado su llanto aunque sabía que aquel dolor que sufrieron ambos permanecía en el fondo de su ser hasta que fuera suplantado por la resignación. Superarían la perdida, de hecho ambos trabajaban duro para lograrlo, pero también sabían que jamás olvidarían a ese pequeño.

Al finalizar la clase de música del sexto curso, Hermione se acercó a Emily con un rollo de pergamino en la mano derecha. Harry estaba junto a ella con un pergamino igual.

—¿Es una invitación de mi abuelito? —preguntó la mujer.

Hermione asintió y ella desenrolló el pergamino.

—¡Vaya! Me invita de nuevo a una de tus clases con él —comentó Emily mirando a Harry—. Imagino que querrá saber si...

—¡Es cierto, Harry! Todavía no has encontrado ese recuerdo ¡Dios! —dijo Hermione golpeándose ligeramente la frente con la palma de la mano.

Harry palideció un poco.

—Bueno, la verdad es que yo tampoco lo he conseguido —admitió Emily—. Recuerden que la responsabilidad al respecto no es solamente de Harry y por lo tanto no es el único culpable.

—Pero al menos tú lo intentaste en numerosas ocasiones y de hecho una vez casi lo consigues, solo que Slughorn se dio cuenta y entonces dejó de confiar en ti —reconoció Harry.

—Tú también lo intentaste, solo que te pasó lo mismo que a mí —concedió la cantante.

—Pero eso fue solo una vez... la única vez que lo intenté

—¿Eso qué importa ahora? —preguntó Hermione—. Lo verdaderamente importante es que deben hacer lo posible por encontrar ese recuerdo, bien sea uno o el otro —concluyó señalando alternativamente a Harry y a Emily.

Emily le había contado a Severus lo de la cita que tenía con Dumbledore, aunque al igual que la vez anterior, no quiso decirle de qué se trataba. Él nunca se sentía bien al respecto pero sabía que aquellas clases eran necesarias para Harry. Si bien ni el mismo Dumbledore por alguna razón había querido revelarle de que se trataban dichas clases, imaginaba que Dumbledore tendría alguna razón para incluir también a Emily, pero muy en el fondo se preguntaba por qué el director confiaba más en ella y en Potter que en él mismo quien arriesgaba su vida en pos de la orden.

Después de la cena, Emily se unió a Harry que la esperaba en la entrada del vestíbulo mientras Ron y Hermione se dirigían a la sala común y Lavender Brown les pisaba los talones diciéndole a Ron que necesitaba hablar con él para aclarar las cosas. Emily y Harry se miraron mutuamente y trataron de disimular la risa lo más que pudieron, seguros estaban de que Ron quería huir de ella y que el estado de su relación estaba más que clara, había terminado.

Al llegar al despacho del director, efectivamente éste les habló tanto a Emily como a Harry del tan ansiado recuerdo de Slughorn, asimismo reconoció las numerosas veces que Emily lo había intentado aunque sin éxito y en cambio reprendió a Harry, aunque amablemente por no haber intentado siquiera conseguir el recuerdo autentico.

—Me parece que aún no estás comprometido del todo con esto, Harry. El hecho de que Horas esté intentando ocultar ese recuerdo, me confirma la magnitud de su importancia —dijo Dumbledore.

—Lo sé, señor y le pido disculpas por eso, es solo que... bueno, Ron fue envenenado, luego fui herido durante el último partido de Quidditch, luego ocurrió lo de... —Harry prefirió guardar silencio pues Emily había bajado la cabeza pensando en lo que le había ocurrido a su hijo y segura tal vez de que Harry iba a mencionar ese hecho tan doloroso.

—Estoy absolutamente consciente de ello, Harry —respondió Dumbledore con voz apaciguadora, rodeando su escritorio para acercarse más a ellos—, pero estoy seguro de que entre una cosa y la otra tuviste oportunidades de sobra para al menos intentarlo.

—Lo vamos a lograr, abuelito —dijo Emily colocándole una mano en el hombro—. Bien sea Harry por su cuenta o yo por la mía, pero sé que lo vamos a conseguir.

—Solo deben ponerse de acuerdo para no poner en práctica la misma estrategia pues entonces lo harán huir de aquí.

—¡Uy! No lo creo —comentó Emily con una sonrisa para bajar la tensión—. Slughorn aunque astuto e inteligente es también un cobarde y no creo que quiera regresar allá afuera con todo y los peligros que se están viviendo a diario.

—Bien... antes de comenzar me gustaría que supieras por qué consideré importante que vinieras también a esta clase, Emily, pues creo que tiene que ver un poco contigo.

—¿Conmigo? —se extrañó la muchacha colocándose la palma derecha sobre el pecho—, pero todos los recuerdos que hemos visto tratan sobre Voldemort... ¿que tiene que ver él conmigo?

—No contigo directamente pero si con uno de tus antepasados y creo firmemente que eso podría facilitarnos las cosas y abrirnos un poco el camino pero en fin, ya verás de que se trata, ahora me recordarán en donde habíamos quedado.

—Pues... Voldemort había matado a sus padres y a sus abuelos —respondió Harry mientras Emily permanecía pensativa junto a él.

—¡Ajá! —confirmó el director—. Como comprenderán, fue casi imposible hallar recuerdos acerca de Voldemort adulto, sin embargo conservo dos que son muy importantes y me gustaría compartirlos con ustedes, además de discutirlos. El primero lo obtuve de una elfina muy anciana llamada Hokey pero creo que es necesario que sepan qué fue lo que Voldemort hizo al salir de Hogwarts... pues pese a que Slughorn lo había recomendado con varios amigos suyos del ministerio debido a su talento y altísimas calificaciones Voldemort rechazó todas las ofertas y en cambio se interesó en la docencia.

—¿En la docencia? —repitió Emily con incredulidad—. No puedo creer que le haya interesado ser profesor alguna vez ¿y de que asignatura?

—Defensa Contra las Artes Oscuras —respondió Dumbledore—. Yo desde luego persuadí al entonces director del colegio, el profesor Armando Dippet —señaló con la mano sana el retrato del antiguo director que dormitaba sobre su sillón—, para que no lo aceptara y afortunadamente me hizo caso, pensaba que aún era muy joven para enseñar esa asignatura.

—¿Y por qué razón querría enseñarla si lo que le atrae es...? —preguntó Harry.

—Todo lo contrario —completó Dumbledore—. Estamos de acuerdo en que a Voldemort solo le interesan las artes oscuras y no su defensa, pero analizándolo más detenidamente creo que lo único que él quería era comenzar a procurarse un ejército y como profesor tendría cierto poder para influir sobre cientos de magos y brujas en formación.

—Es cierto, comprendo —dijo Emily asintiendo con la cabeza mientras miraba el piso en actitud analítica.

—Pues bien —continuó el director—. Al ver que no había conseguido el empleo que quería, lejos de aceptar alguna de las propuestas del ministerio continuó rechazándolas y en cambio optó por trabajar como dependiente en la tienda Borgin y Burkes.

—¿Qué? —preguntó Harry y Emily al mismo tiempo provocado que Dumbledore exhalara una escueta risa.

—Ya verán por qué, lo cierto del caso es que al chico como era joven, muy guapo, amable, encantador y muy persuasivo comenzaron a asignarle ciertas tareas que a él le vinieron como anillo al dedo y es ahí donde entra el recuerdo de Hokey.

Dumbledore, sin más preámbulo tomó las dos botellitas que reposaban sobre el escritorio y vertió el contenido de una de ellas sobre el pensadero. Los tres a su tiempo introdujeron el rostro y unos segundos después se encontraron en el salón de una preciosa y elegante mansión frente a una anciana gordísima de cabellos castaños que en ese instante se colocaba, con algo de trabajo, una peluca pelirroja. Al instante Emily la reconoció y comprendió entonces las palabras de Dumbledore respecto a por qué de alguna forma estaba relacionada con el recuerdo.

—Ella es...

—Hepzibath Smith —completó Dumbledore—, tu tía abuela, ¿no es así?

—Así es —respondió Emily muy sorprendida—. En casa de mis padres hay un cuadro de presencia permanente de la tía Hepzibath.

—¿Ella?— inquirió Harry con cara de desagrado sin poder evitarlo. No comprendía que Emily, con toda su belleza, pudiera provenir de un ser tan grotesco como esa mujer—. Pero ¿Cómo?

—Es por parte de padre, Harry —simplificó Dumbledore—. Recuerda que por parte de madre los familiares de Emily son todas Veelas.

Harry guardó silencio pero aun así le costaba un poco asimilar la idea pues Jacob Smith, el padre de Emily, era un hombre bastante guapo. Quizá esa mujer era la oveja negra de la familia en cuanto a apariencia, pensó el chico al fin.

Al poco rato se oyó la campanilla de la puerta y cuando Hokey abrió, entró Tom Ryddle con un ramo de flores en la mano que halagó en demasía a la mujer. El muchacho intentaba convencer a la dama de comprar una armadura antigua elaborada por duendes, pero para sorpresa de los espectadores, a excepción de Dumbledore, la mujer se empeñó en mostrarle al muchacho algunos objetos que, según le recalcó, jamás le había mostrado a nadie. Hizo que la elfina trajera unas cajas. Hepzibath tomó una de ellas y extrajo una pequeña copa con dos asas y un tejón grabado. Según Voldemort esa debía ser la famosa copa de Helga Hufflepuff y Hepzibath se lo confirmó además de revelarle que era descendiente de la famosa bruja fundadora del colegio. Harry miró instintivamente a Emily que sin poder evitarlo se ruborizó.

—¿Lo sabías? —preguntó el niño que vivió.

—¿Qué? ¿Lo de la copa? —inquirió Emily—. No, no sabía nada de eso, mis padres jamás me comentaron nada al respecto.

—Me refiero a que eres descendiente de Hufflepuff.

—Eso sí lo sabía.

—Es solo que a mi dulce niña nunca le gustó ufanar —intervino Dumbledore guiñándole un ojo a Emily.

Hepzibath hizo guardar la copa y al abrir la otra caja extrajo un guardapelo asegurando que se lo había comprado al señor Burkes, era un precioso guardapelo de oro con una «S» grabada, la bruja aseguró que ese objeto al igual que la copa era valiosísimo por tratarse de una reliquia perteneciente a otro de los fundadores del colegio, Salazar Slytherin, también comentó que Burkes le había dicho que se lo había comprado a una mujer andrajosa por una cantidad muy inferior a su verdadero valor, también le dijo que tenía entendido que tanto la copa como el guardapelo poseían poderes extraordinarios que ella desconocía por tenerlos siempre celosamente guardados. Posteriormente la mujer le ordenó a su elfina guardar los objetos bajo llave y sortilegios protectores.

Dumbledore, Emily y Harry salieron del pensadero y antes de que pudieran recuperarse, el anciano director les reveló a ambos que Hepzibath Smith había muerto un par de días después de aquella visita y que el ministerio había condenado a la pobre Hokey por envenenar accidentalmente el chocolate de su ama.

—¡Pobrecita! —se apiadó Emily.

Dumbledore les relató además que para ese entonces la elfina en cuestión había recordado que colocó algo en el chocolate que no era precisamente azúcar pero que al fin todos en el ministerio resolvieron que eso tal vez se debía a que la elfina era ya muy anciana. Tanto Harry como Emily dedujeron, acertadamente, que Voldemort habría modificado los recuerdos de la elfina así como había hecho con su tío Morfin y finalmente les reveló que la familia de Hepzibath había descubierto que tanto el guardapelo como la copa habían desaparecido.

—Me pregunto por qué se llevaría la copa —dijo Harry pensativo—. Comprendo lo del guardapelo pero...

—La copa pertenecía a otra de los fundadores del colegio —respondió Emily analizando también—.  Supongo que para él también representaba una reliquia, después de todo creo que lo único que amó fue este colegio.

—Y lo mismo opino yo, mi querida Emily —contestó Dumbledore—, pero cuando podamos ver los verdaderos recuerdos de Horas, entonces podré confirmar o descartar mi hipótesis acerca de qué pretendía hacer Voldemort con esos objetos, mientras veamos este otro recuerdo, es de diez años después de lo de Hepzibath.

Volvieron a sumergirse en el pensadero y esta vez observaron a Voldemort mucho más demacrado que antes aunque aún conservaba algo de su belleza, volvía a Hogwarts para pedir empleo nuevamente en la misma asignatura que había pedido, sin embargo Dumbledore ya era director para ese entonces y Voldemort nuevamente fue rechazado lo que al parecer lo enfureció aunque no lo demostró. Lo primero que llamó la atención tanto de Emily como de Harry fue que Voldemort ya comenzaba a exigir que dejaran de llamarlo «Tom» asegurando que se había cambiado el nombre, y la otra cosa que llamó la atención de ambos era el hecho de que también para ese entonces ya el mago tenebroso comenzaba a hacerse acompañar por lo que al parecer serían los primeros mortífagos a quien llamaba convenientemente sus «amigos» y Dumbledore socarronamente llamó sus «sirvientes» pero una frase en particular fue la que marcó a Emily.

La grandeza inspira envidia, la envidia engendra rencor y el rencor genera mentiras —dijo Voldemort cuando Dumbledore aseguro que se habían escuchado rumores acerca de sus andanzas después de abandonar el colegio.

Dumbledore además aseguró frente a él que eso que él llamaba «Grandeza» solo se refería a cierto tipo de magia que el muchacho había explorado y posteriormente practicado.

Los tres volvieron a salir del pensadero elaborando conclusiones.

—Estoy segura de que algo andaba buscando al venir de nuevo al colegio en busca del puesto —dijo Emily—. Algo más que solo reclutar gente abuelito y algo me dice que tiene que ver con la copa o el guardapelo... o quizá ambos.

Dumbledore sonrió por toda respuesta, Harry permaneció callado pero luego preguntó:

—Señor, ¿Voldemort vino por el mismo puesto?

—Sí, pero al ver que lo rechacé, jamás hemos conservado al mismo profesor de DCAO después de un año.

De nuevo el silencio.

—Pues esperemos que esta vez no sea así —espetó Emily después de estremecerse—. Abuelito.... ¿Y si Voldemort intenta tomar represalias contra Severus no solo por haber rechazado seguir a su lado, sino también por ocupar el puesto que él alguna vez ambicionó?

Dumbledore sonrió tiernamente y la acarició en la mejilla.

—No debes preocuparte por eso, Emily, evidentemente a Voldemort ya no le atrae la docencia.

—Señor... ¿Cuándo podremos saber más acerca de Voldemort? —preguntó Harry.

—Cuando podamos ver el recuerdo que necesitamos —simplificó el director.

—Debemos esforzarnos, Harry —dijo Emily mirándolo con determinación—. Debemos esforzarnos más que nunca y ponernos de acuerdo para no utilizar la misma estrategia.

—De acuerdo —asintió el muchacho de la misma forma—. Prometo... les prometo que pronto veremos ese recuerdo.    

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Todas las personas se cansan. Junior lo sabía y aun así continuó lastimando a quien estaba seguro que era el amor de su vida.
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☆ y me pueden decir diez mil cosa' de ti pero yo pongo mi alma en el fuego por ti nadie sabe, lo que yo haría no saben que ni con cien mencione' van...
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"No, claro que no, es obvio que no me gusta Bradley, el es mi enemigo y... Maldito idiota, sal de mi mente, haces que mi corazón se acelere." Max es...
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la tipica historia de universos viendo otros universos atraves de pantallas flotantes que aparecerán en sus mundos aunque también agregare otras cosa...