Hawa: Debemos salir a flote |...

By meg-books

848K 85.1K 12.5K

COMPLETA - PRONTO EN LIBRERÍAS. Tras los intensos acontecimientos que han ocurrido últimamente, Audrey recibe... More

Sinopsis
❄ Preludio ❄
Capítulo 1
Capítulo 2 (Parte 1/2)
Capítulo 2 (Parte 2/2)
Capítulo 3
Capítulo 4 (Parte 1/2)
Capítulo 4 (Parte 2/2)
Capítulo 5 (Parte 1/2)
Capítulo 5 (Parte 2/2)
Capítulo 6 (Parte 1/2)
Capítulo 6 (Parte 2/2)
Capítulo 7
Capítulo 8 (Parte 1/2)
Capítulo 8 (Parte 2/2)
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12 (Parte 1/2)
Capítulo 12 (Parte 2/2)
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19 (Parte 1/2)
Capítulo 19 (Parte 2/2)
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22 (Parte 1/2)
Capítulo 22 (Parte 2/2)
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25 (Parte 1/2)
Capítulo 25 (Parte 2/2)
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28 (Parte 1/2)
Capítulo 28 (Parte 2/2)
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33 (Parte 1/2)
Capítulo 33 (Parte 2/2)
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36 (Parte 1/2)
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41 (Parte 1/2)
Capítulo 41 (Parte 2/2)
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44 (Parte 1/2)
Capítulo 44 (Parte 2/2)
Capítulo 45 (Final)
Top 15 Comentarios + Agradecimientos
Tercer libro: Gea + Avisos
¡Concurso!

Capítulo 36 (Parte 2/2)

8.8K 1K 164
By meg-books


Sonríe y eleva una mano en un gesto para llamarme, y en ese momento Jim lleva su atención hacia nosotros. Yo me quedo un tanto estática cuando Ebby se acerca con esa reluciente sonrisa mientras lo arrastra de la mano.

—Quedaríamos mal si no hacemos caso al cambio de pareja, ¿no creen?

Jim se queda sin decir nada, pero Yaín se encoje de hombros ante la impotente mirada de Ebby sobre él.

—Supongo que una canción no hará ningún mal...

Pero, aunque parece querer agregar algo más, Ebby es rápida y lo toma del brazo para llevarlo un poco más allá. Es extraño haberla visto tan apegada a Jim y que ahora, sin más, quiera alejarse para dejarnos un rato a solas. Jim se acomoda la corbata y deja de mirar al piso para tenderme una mano.

—¿Cómo estás?

—Estoy bien, pero veo que no lo llevas de la misma manera que yo —bromeo cuando acepto bailar con él. Llevo mi mano que no toma la suya a su hombro y él hace lo mismo con mi cintura—. El esmoquin no parece ser lo tuyo.

—Oh, si supieras el calor que llevo con esto—sonríe.

—Agradécelo. ¿No has sentido que en esta noche hace más frío de lo normal?

—Supongo que sólo estoy un poco nervioso... —murmura por lo bajo.

Por más extraño que me resulte, no es nada malo para bailar... al menos no tanto como Yaín. Quizás los trucos con el skate le han ayudado a aflojar las piernas un poco.

—Por cierto, linda corbata —comento. Jim baja los ojos instintivamente y, cuando se observa la corbata dorada otra vez, rueda los ojos.

—Ebby me ha...

—Lo sé, te ha obligado. Hacen buena combinación, al menos.

—Sí, no es algo muy inesperado de ella que digamos. Incluso me eligió el traje y me hizo jurar que me peinaría así, ¿puedes creerlo?

—Oh, claro que sí —añado entre risas, pero entonces lo contemplo mejor y él arquea una ceja—. Te queda muy bien, debo admitirlo.

—Bueno, gracias... —musita— Es bueno escucharlo de alguien que sé que no me está mintiendo. Tú también te ves muy linda, Audrey.

Le sonrío con cortesía, pero entonces Jim echa la mirada hacia otra parte, aclarándose la garganta. Creo que tiene intención de acomodarse el cuello de la camisa o la corbata otra vez.

—Vi que estaban muy bien, ustedes dos —añado haciendo un gesto con la cabeza hacia el sitio por el cual Ebby se fue con Yaín—. Me alegra ver que se estén divirtiendo.

—¿Y el tipo con el que viniste?

—Pudo haber sido peor...

Dos parejas se acercan y estrechan nuestro lugar en la pista, por lo que comenzamos a movernos en zigzag y nos alejamos del centro del salón. Es entonces cuando noto que Jim deja de estar pensando en algo y me mira con una leve exhalación.

—De hecho, sí, he estado hablando con Ebby. Hablamos bastante, de hecho...

Dejamos a un par de personas más atrás pero, aunque ahora tenga mejor visión sobre lo que nos rodea, no logro localizar a Ebby ni a Yaín.

—¿Sobre qué?

—Bueno... muchas cosas han pasado desde que, ya sabes, te ausentaste un poco.

La canción comienza a bajar un poco su intensidad indicando que se acerca su fin, y varias luces vuelven a encenderse con lentitud para ir acabando con la oscuridad de la suave y emotiva melodía. Sin embargo, no me suelto de Jim ni él me suelta a mí.

—He estado pensando en algo por mucho tiempo, pero ahora me siento diferente —continúa él en voz baja, mientras frunce el entrecejo—. Así que, no lo sé, creí que sería bueno contártelo, ya sabes.

Asiento con la cabeza, concentrada en sus ojos iluminados y en la manera en que articula sus palabras. Por el rabillo del ojo aún puedo percibir las parejas que comienzan a separarse, detrás de él.

—Ahora que... ahora que estamos yéndonos a la universidad.

—Soy toda oídos, Jim. Puedes decirme lo que quieras.

Y entonces recuerdo los últimos minutos en que lo vi tan apegado y cómodo con Ebby, y creo que estoy preparada para oír lo que creo que voy a oír. En unos cortos segundos ya estoy repasando en mi mente lo que voy a responderle y la expresión que voy a dirigirle, porque lo veo tan nervioso que no quiero que pase la misma vergüenza que paso yo cuando también me sonrojo.

En unos de mis momentos de observar más allá de su hombro para no verme tan inquieta bajo la intensidad de su mirada, creo visualizar algo que me quita el aliento y que casi me deja plantada en el suelo: una cabellera dorada que se va caminando y se mezcla entre varios trajes y vestidos, alejándose de una rubia.

—Creo que ya debería habértelo dicho hace mucho tiempo, pero... No lo sé. Simplemente no ha sucedido; no ha habido tiempo para eso.

Me percato de que no puedo apartar la mirada de la otra punta del gimnasio cuando siento que Jim se calla. Agacha lentamente la cabeza y se mira el hombro donde mi mano lo está comenzando a tomar con fuerza. Demasiada fuerza.

Pregunta mi nombre y entonces me aparto de él con delicadeza. Estoy tensa y mis músculos ya estaban comenzando a lastimarlo por donde lo mantenía agarrado. Una descarga furiosa me acelera los latidos del corazón mientras mantengo mi atención en aquella puerta por la cual se fue mi objetivo.

Pero no, no se irá.

—¿Te sientes bien? —pregunta Jim, genuinamente preocupado y un poco perdido.

—Necesito aire, ya regreso.

Me parece que musita algo mientras me alejo abriéndome camino entre las personas y más luces comienzan a encenderse sobre nosotros. Mis pasos son firmes y lo más rápidos que los tacones me permiten, aunque sé que mi amigo quería contarme algo importante. No quiero perderme este momento, esta oportunidad, pero supongo que también es, en parte, una mala excusa... Y es que creo que no estoy preparada para oír a Jim decir que puede estar pasándole algo con Ebby. No en ese instante tan incómodo. No en esa forma tan personal, estando bailando juntos. No después de sentir que estaban pasándola mejor cuando yo dejé de reunirme tanto con ellos.

El viento es fuerte y voraz y me sacude la falda como si quisiera arrancármela cuando atravieso la puerta. El campo de fútbol está increíblemente oscuro y callado a comparación del salón en el gimnasio, y la fría atmósfera se siente intensa cuando apenas pones pie en el césped. Hay sólo una luz blanca encendida al otro lado de la cancha, en lo alto de unas gradas, y el sordo retumbar de la música dentro de las altas paredes a mis espaldas. Pero no hace falta buscar demasiado para dar con el único sujeto que se encuentra junto a los peldaños. Si no me hubiera movido rápido, ya se estaría yendo hacia otra parte.

—¡Sam!

Se detiene y se gira hacia mí como si no se lo esperara, como si hubiera olvidado por completo que también soy parte de esta escuela. Baja el celular que tiene en mano y se lo guarda en un bolsillo del traje negro antes de sonreír y fruncir el ceño.

—Audrey... —murmura, y entonces se acerca mientras observa la puerta por la cual salen decenas de luces danzantes y parpadeantes— Vaya, ¿ya te aburriste de la fiesta? Parece que realmente no son lo tuyo.

—No, es cierto. Tuve ganas de salir de allí un rato.

Se queda pensando un momento, entornando los ojos.

—O tal vez me viste y decidiste seguirme hasta aquí —masculla muy lentamente.

Trato de no expresar nada que me delate, pero también es obvio que ha notado mi duro tono de voz. Me encojo de hombros fingiendo dar un vistazo alrededor.

—Supongo que Mia te ha invitado —comento.

—Sí, por alguna razón quería que me vieran con ella. Por Gea, sigue esforzándose tanto por cómo nos ven.

—Parece que a ti eso ya no te importa demasiado.

—Siempre supe que era el más maduro de los dos —bromea, dejando salir una carcajada profunda—. Pero, bueno, nunca sienta mal venir y recordar un poco cómo era la escuela. A ti te está yendo bien el fin de año, ¿verdad?

—Creo que ya sabes que esto está siendo complicado para mí —respondo—. No tengo demasiado tiempo con los deberes y el estudio, pero —frunzo los labios en una mueca—, por alguna razón, todo está yéndome bastante bien.

Sam sigue con esa tranquila sonrisa en el rostro. Todavía no digo nada, y supongo que ya no tengo por qué esperar algo de él... pero lo hago. No suelto todas las cosas que quiero decirle en la cara y trato de darle una mínima oportunidad más.

Sin embargo, sigue con su tema.

—Con el Gremio vigilándote y los pequeños entrenamientos que hemos estado teniendo en secreto, no dudo que así lo sea. Pero, bueno —añade con voz más alta, y entonces extiende un poco las manos hacia ambos costados—, la verdad es que creo que lo has hecho muy bien la última vez que nos vimos, hace ya bastante tiempo. Así que decidí ayudarte con algo.

Ahora soy yo la que arquea las cejas y lo observa con determinación.

«Ayudarte».

De verdad no me creo que haya podido dejar salir esa palabra.

—¿Cómo...? —Tartamudeo— ¿En qué me has ayudado, si no nos hemos visto en semanas?

—Ya conoces a Helson desde hace mucho tiempo, incluso desde antes de que te encargara darme tutorías de historia. Así que lo conoces, sabes cómo es... y el director no es mucho mejor que él que digamos.

—¿De qué diablos estás hablando?

—De que son unos aprovechadores —concluye—. Y, como pensé que estarías bastante atorada entre tantas cosas, yo... decidí convencerlos de que te echen una mano.

Parpadeo un par de veces hasta que aparto la vista de él y me llevo una mano a la sien.

—Sam...

—Vamos, no es tan malo, Audrey —deja la sonrisa divertida a un lado y se inclina para hablarme con firmeza. Yo doy un paso hacia atrás—. Era necesario para que estuvieses más tranquila...

—Los has sobornado —inquiero—. En serio, ¿cuánto dinero les diste para que no me bajaran las calificaciones?

—Eso no importa, va por mi cuenta —se detiene cuando yo dejo salir un largo resoplido y luego deja caer los hombros—. Sé que no te parece correcto y seguramente no te guste que tu mérito se realice de esta forma, pero míralo desde una buena perspectiva, por favor. Estuviste más calmada para todo lo demás de lo que debías encargarte.

Quiero responderle; mi lado más moralista ansía hacerlo... pero tiene razón. Ni siquiera puedo adaptarme y mi cabeza por poco puede concentrarse en todas las cosas de las que debo preocuparme fuera de las clases y el estudio.

Si Sam no lo hubiera hecho, probablemente ya estaría repitiendo exámenes y angustiándome por esforzarme en pasar el año.

—Que sea una multi no significa que esto pueda justificarse... —susurro.

—Te entiendo —responde él—. Pero si te lo hubiera dicho antes de hacerlo, no me hubieras dejado. Debía hacerlo sin que te enteraras para que también te dieras un respiro.

Tengo ganas de apoyarme en una pared y sostenerme allí. No lo entiendo; realmente no entiendo a este muchacho. Las emociones y los pensamientos se me mezclan y arremolinan. ¿Por qué hace esto? Lo perseguí hasta aquí decidida a hacerlo hablar, a descargar mi ira contra él, ¿y ahora me suelta esto? ¿Realmente se preocupó de este asunto por mí cuando yo ni siquiera pensé en ello ni en lo que podría perjudicarme? Fuera de lo que yo me entero, Sam piensa más rápido en las cosas y actúa sin pensarlo dos veces, como si ya estuviera acostumbrado a tratar con esto. Pero, ¿debería agradecerle? Aunque actúa sobre mí y sin mi consentimiento, ahora me doy cuenta del alivio que ha sido tratar los asuntos del Gremio sin tener la presión constante de la escuela a mis espaldas.

Sin embargo, ¿a qué costo me brinda su ayuda?

Los hawas van a atacar al Gremio, si Bob no nos ha mentido. Se han unido y esto no es un plan que pueda realizarse de la noche a la mañana. Es algo que tarda tiempo, mucho tiempo... así que él ya debería saberlo, ¿y en todas estas ocasiones juntos él se ha estado parando frente a mí tan descaradamente, como si nada estuviera sucediendo?

Ya no tolero seguir charlando con él como si todo estuviera bien.

—Parece que quieres recompensar una clase de culpa, ¿no crees?

Sam abre la boca para responder con rapidez, como siempre hace, pero se queda sin decir nada en cuanto analiza mis palabras. Sólo arruga un poco la cara con confusión.

—¿Qué...?

—Hace mucho frío de repente, ¿no te parece? —Sigo yo— Hace unos pocos días se ha estado sintiendo, pero esta noche es sorprendente. Se ha dado casi de forma repentina; es increíble en esta época del año.

Sam relaja los músculos. Da un corto paso hacia atrás mientras alterna la mirada en mis dos ojos, y la luz que provoca el único reflector encendido de la cancha proyecta las sombras rayadas de las gradas en su rostro.

—Tal vez sea yo —aclara, pero sé que finge tranquilidad.

—Sé que eres bueno, pero no creo que seas tan poderoso como para llegar a infligir tanto en el clima tú solo. A menos, claro, que tengas la misma capacidad que cientos de hawas juntos.

Entonces, lo capta. O por lo menos deja de disimular que no entiende nada. Sam se lleva una mano al puente de su nariz pero la baja al instante, con brusquedad, y se pasa la lengua por los labios.

—¿De qué te has enterado, Audrey?

—¿Que de qué me he enterado? —exploto. Por su tono de voz parece que es él quien está regañándome. Me acerco de una veloz zancada y no puedo controlarme antes de empujarlo por el pecho— ¿Quieres contármelo tú a mí? ¿O vas a decirme que el propio hijo de Abner Moore no sabe nada al respecto?

Sam me toma del brazo e impide que deje de querer echarlo al suelo, como si pudiera lograrlo. Trato de zafarme con fuertes sacudidas pero él sólo se esfuerza en mantenerme quieta y domada.

—No lo entiendes... —gruñe entre dientes.

—¡Entiendo perfectamente que tu padre haya llamado al Círculo de Cinerio para acabar con el Gremio de Auferte! —aúllo. Cuánta cólera, cuánta rabia. ¿Sólo va a decirme que no soy capaz de entender lo que sucede?

Dejo que se sienta el dueño de mi brazo derecho, pero alzo el izquierdo con una prisa inesperada y una flameante luz cálida pasa frente al rostro de Sam. Él echa la cabeza hacia atrás en un rápido reflejo, realmente pasmado, y entonces me mira como si me estuviera preguntando qué demonios creo que estoy haciendo.

—¿Vas a mentirme una vez más, Sam? —Inquiero, casi refregando otra llamarada cerca de su carísimo traje negro— ¿Hay otra cosa que no me quieras contar?

Él me suelta y retrocede unos pasos, y, cuando le arrojo otra llamarada, él ya está preparado y la amortigua con un fino manto de hielo que se deshace al entablar contacto con mi fuego. Parece que logro hacerlo enfadar tanto como yo lo estoy.

—¿Quieres parar? —murmura lo más alto que puede, con una rápida mirada hacia la puerta que da al salón, mucho más lejos de nosotros.

—Lo que quiero es que me digas qué diablos planeabas hacer conmigo. Los entrenamientos fueron otro plan, ¿no es así? ¿Qué querías ahora de mí?

—No fueron ningún plan, por el amor de Gea...

—¿No habrás querido quitarme información sobre el Gremio? ¿Sobre los ignisios? ¿O sólo te divertía comportarte como si nada frente a mí sabiendo que pronto irías a atacarnos? —Creo que está por responder, pero lo hago callarse cuando vuelvo a dispararle y se ve obligado a defenderse— ¡Maldito seas! ¡Y maldito sea tu padre, y Seymour, y todos ustedes!

Le doy con todo lo que puedo, y ni siquiera soy consciente de cómo logro hacer tal cosa cuando, cada vez que quiero hacerlo en otra situación, no se me da así de bien. Pero lo ataco, acometo contra él, y juro que ahora no me importa si lo lastimo. Sé que después de esto no lo veré nunca más, así que no deseo perder la oportunidad. Sam responde magníficamente a cada disparo aunque el fino traje no le deje moverse con agilidad. Responde a una llamarada, responde a otra, y no deja de exclamar que me detenga ahora mismo. No quiere que lo dañe. Creo que yo también sigo gritándole cosas, envuelta en un enfado que no me permite pensar con demasiada claridad, así que es demasiado tarde cuando me percato de que se ha estado acercando a mí con cada movimiento que hacía.

Trato de hacer un último intento, de dañarlo de verdad, de dejarle en claro que no va a volver a jugar conmigo ni con los Hijos de Ignis, y preparo las manos a cada lado de mi cuerpo, lejos del vestido. Mis dedos se llenan de unas llamas que abrasan cada célula de mi piel, y las chispas se expanden hasta ir consumiéndome los antebrazos.

Sin embargo, Sam no le teme a mi amenaza. Él ve otra cosa. Se queda estático cuando noto que su mirada empieza a ver a través de mí. Algo en su rostro se transforma en susto, pavor, un deje de asombro; pero todo pasa tan rápido que no llego a tener el tiempo de determinar qué está observando para ponerse así. Cuando comienzo a darme la vuelta para seguir el enfoque de sus ojos, él se echa sobre mí y yo reacciono alzando las manos. Sam me las toma aunque yo sigo forcejeando, y no sé si lo estoy lastimando o no cuando emplea todas sus fuerzas en apagarme. Unas volutas de humo se extienden al instante tras el contacto de nuestras pieles y, sólo entonces, me doy cuenta de que intenta decirme algo con la mirada, porque no he estado escuchándolo.

En uno de nuestros zarandeos, cambio de lugar con Sam, y allí lo noto. Como yo dejo de moverme, él también lo hace. Se queda parado a mi lado, aprovechando calmar los rápidos jadeos de su respiración, y entonces analizo qué ha estado diciéndome.

Ha estado diciéndome que pare, que me detenga. Ha estado diciendo que me contenga, porque hay alguien allí en la puerta observándonos. Y, cuando mis sentidos vuelven a civilizarse, siento que se me cae el alma a los pies.

Jim es quien está a unos cuantos metros, ya traspasando el umbral hacia el campo de fútbol. Y no está perdido ni distraído con otra cosa; nos observa. Nos observa y Dios sabe hace cuánto tiempo está observándonos allí, porque está tan petrificado que bien podría haber pasado minutos contemplando como una silenciosa estatua. Los labios y los párpados le vacilan, y por un segundo un recuerdo de la mirada de mi madre viaja por mi mente cuando me concentro en el rostro de Jim: los mismos ojos desorbitados, la misma expresión perturbada...

La misma reacción de huir de mí.

El susurro de Sam queda flotando entre el frío del exterior mientras Jim desaparece por la puerta y se mete al gimnasio como una exhalación.

—¿Qué has hecho...?


Continue Reading

You'll Also Like

103M 6.3M 35
• YA A LA VENTA EN TODAS LAS LIBRERÍAS DE LATAM Y ESPAÑA • ADAPTACIÓN AUDIOVISUAL POR WATTPAD WEBTOON STUDIOS «Es como si cada uno fuera un cielo. Un...
754K 7K 1
Desde siempre, Tirel se ha esforzado por mantener a raya sus emociones, pues todo lo que siente afecta sin remedio a la naturaleza. Si llora, las nu...
1.2M 71.4K 68
Ella es una chica con una vida y un porvenir deplorable sin esperanza de cambio. Nació en campamentos junto a las anomalías, esas a las que todos abo...
113K 16.3K 17
No todos los amigos son para siempre y muy pocas veces verdaderos. Anna y Lucas, inseparables o eso creían ser. Ahora lo único que los unen son las c...