Dulce Debilidad © Libro 1 [✓]

Autorstwa johanavmillan

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« ¿Qué pasaría si el abominable hombre de las nieves resulta ser, en realidad, un chico lindo y adorable? » ... Więcej

Antes de leer...
Dedicatoria + BookTrailer
Libro 1
Personajes
Sinopsis
Prefacio | Inevitable
❅ | 01 | ❅
❅ | 02 | ❅
❅ | 03 | ❅
❅ | 04 | ❅
❅ | 05 | ❅
❅ | 07 | ❅
❅ | 08 | ❅
❅ | 09 | ❅
❅ | 10 | ❅
❅ | 11 | ❅
❅ | 12 | ❅
❅ | 13 | ❅
❅ | 14 | ❅
❅ | 15 | ❅
❅ | 16 | ❅
❅ | 17 | ❅
❅ | 18 | ❅
❅ | 19 | ❅
❅ | 20 | ❅
❅ | 21 | ❅
❅ | 22 | ❅
❅ | 23 | ❅
❅ | 24 | ❅
❅ | 25 | ❅
❅ | 26 | ❅
❅ | 27 | ❅
❅ | 28 | ❅
❅ | 29 | ❅
❅ | 30 | ❅
❅ | 31 | ❅
❅ | 32 | ❅
❅ | 33 | ❅
❅ | 34 | ❅
❅ | 35 | ❅
❅ | 36 | ❅
❅ | 37 | ❅
❅ | 38 | ❅
❅ | 39 | ❅
❅ | 40 | ❅
❅ | 41 | ❅
❅ | 42 | ❅
❅ | 43 | ❅
❅ | 44 | ❅
❅ | 45 | ❅
❅ | 46 | ❅
❅ | 47 | ❅
❅ | 48 | ❅
❅ | 49 | ❅
❅ | 50 | ❅
❅ | 51 | ❅
❅ | 52 | ❅
❅ | 53 | ❅
❅ | 54 | ❅
❅ | 55 | ❅
❅ | 56 |❅
❅ | 57 | ❅
❅ | 58 | ❅
❅ | 59 | ❅
❅ 60 | Final ❅
❅ Epílogo ❅
EXTRA I | Stefan
Secuela: Perversa Oscuridad
¿Serie o película?

❅ | 06 | ❅

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Autorstwa johanavmillan


Giselle.

— ¿Qué cosa crees que esté haciendo? — Pregunto al aire, apoyando mi barbilla en la palma de mi mano mientras miro la mesa del fondo.

Durante el tiempo que llevo en Hemsworth, que no es mucho en realidad, he observado lo suficiente a Chase Lachowshi como para notar que, cuando no está en clase, o con Stefan, está solo y con la cabeza metida entre las hojas de un cuaderno de cubierta azul. Lleva siempre consigo un lápiz de granito negro y, mientras se pone los auriculares y se abstrae del mundo que lo rodea, se pone a garabatear en él.  

Hannah a mi lado deja salir un suspiro.

— ¿Por qué no vas y le preguntas? — Propone a lo que yo rio.

— Ni loca — niego de inmediato, consciente del efecto tan extraño que Chase tiene sobre mí.

Solo es necesario que me mire para que empiece a comportarme como un estúpida.

— Ir y preguntar es mejor que quedarse aquí y seguir viéndolo sin disimular, ¿no crees?

No digo nada ante eso y desvío la mirada a la chica a mi lado. Está terminando de hacer algo en su libreta. Una vez que finaliza, guarda el cuaderno en su mochila y me mira con una sonrisa.

— ¿Vas a ir y hablarle? — Cuestiona, alzando una ceja.

Niego con la cabeza.

— No.

— ¿Por qué no?

— Porque puedo desmayarme.

Hannah deja salir una risa ante mi exageración.

Para mi suerte, la campana suena, anunciando el final del receso.

Juntas nos colocamos de pie y, mientras nos dirigimos a la salida de la cafetería, le echo una mirada a Chase.

Está guardando sus cosas en su bolso,  y luego lo veo colocarse de pie para abrirse paso a la salida. Antes de que me pille observándolo, vuelvo mi vista al frente y, junto a Hannah, salgo del lugar.

❅ ❅ ❅

La clase de deportes es un verdadero dolor de cabeza. El olor a sudor parece estar atrapado en cada esquina del gimnasio, y salgo de los probadores usando el horrible uniforme que consiste en una camisa blanca y un pantalón corto de un extraño y para nada atractivo color azul oscuro.

Me siento en las gradas junto a Hannah y ambas empezamos a hablar un rato, en espera a que el entrenador dé ordenes.

Soy plenamente consciente del momento en el que Chase Lachowshi toma asiento justo detrás de nosotras. No necesito voltear a verlo para darme cuenta de ello pues, el ligero calor que su cuerpo emana, siempre lo delata y me advierte su cercanía.

Sonriéndole un poco a Hannah, y haciendo de cuentas que le estoy prestando atención, resisto, lo mejor que puedo, el impulso que tengo de mirar sobre mi hombro para ver a Chase.

Voleibol es lo que ha decidido ponernos a hacer el entrenador. El equipo se divide en dos: hombres contra mujeres. Le agradezco mentalmente a mi viejo profesor de voleibol por insistir tanto para que aprendiera a defenderme en este juego. No soy buena para moverme e ir en busca de la pelota, pero puedo defenderme con un poco de soltura.

El profesor toca el silbato, dándole inicio al juego, y los primeros en sacar son los hombres. El juego va bastante fluido y por suerte solo tengo que intervenir en un par de ocasiones. Todo el juego se detiene cuando la pelota toca el piso del lado de las mujeres, y los hombres al otro lado de la malla comienzan a celebrar mientras que las mujeres por su lado sueltan quejas y palabrotas.

Uno de los muchachos le tira la pelota a Chase para que este saque.

Su cabello blanco está despeinado y algunos mechones cortos se adhieren a su sudorosa frente. El uniforme de deporte le queda realmente bien y los músculos de sus brazos sobresalen cuando hace el primeros movimientos para hacer su primer saque. El sonido seco de su mano, golpeando la pelota, es lo que se escucha después y, como si todo se tratara de alguna especie de película, todo ocurre en cámara lenta.

La mirada de todos se coloca sobre mi figura, y me toma un par de segundos reaccionar, pero, cuando por fin lo hago, levantando la mirada de golpe, ya es demasiado tarde, la pelota me golpea de lleno en el rostro.

Un grito dolorido se construye en mi garganta, y no hago el más mínimo esfuerzo para retenerlo justo cuando mi trasero golpea con fuerza el suelo del gimnasio, causando que una corriente eléctrica recorra toda mi espina dorsal.

El dolor estalla en mi sistema tan rápido que apenas puedo registrarlo, y cierro los ojos con fuerza como un reflejo. Sin poder evitarlo, un gruñido abandona mis labios cuando siento el liquido viscoso y caliente bajar por mi nariz.

— ¡Hijo de puta! — La exclamación se escucha en todo el lugar, pero no es mi voz, es la voz de Hannah.

Cuando abro los ojos, puntos negros colisionan en mi campo de visión y un mareo intenso me asalta.

— ¡Lo hiciste a propósito!

Busco, un poco desorientada y después de que mi visión se aclara, la figura de mi hermanastra, y la veo tomar el balón del suelo antes de lanzárselo con fuerza a Chase, quien lo esquiva rápidamente y con gran facilidad.

Llevo mi otra mano a la nariz, y siento como la sangre viscosa y tibia sale a borbotones de mis fosas nasales. El dolor es tan abrumador que me descoloca de manera sobrenatural.

— ¿Estás bien? — La voz del entrenador llega a mis oídos como un susurro lejano.

Lo miro con cara de poco amigos mientras sostengo con fuerza mi nariz.

«Idiota, ¿crees que estoy bien?» me dan ganas de responderle, pero en su lugar muerdo la punta de mi lengua y niego con la cabeza.

No quiero meterme en problemas por hablarle de una forma irrespetuosa a un profesor.

— ¡El idiota de Chase lo hizo a propósito! — Exclama Hannah, arrodillándose a mi lado.

— No creo que sea culpa de Chase que tu amiguita no tenga buenos reflejos y no sepa jugar — escucho a una chica comentar, divertida.

— Ay, cállate, perra. Nadie está hablando contigo — Hannah le responde de inmediato, irritada.

— No lo hice intencional — Chase, en cambio, e ignorando a la chica que ha intentado defenderlo, asegura y, una vez que está acerca de mí, se acuclilla para examina el rostro con atención.

Lo veo hacer una mueca con los labios, y aprieto la mandíbula al darme cuenta que lo que intenta hacer es ocultar una sonrisa.

En estos momentos, si no estuviera tan dolorida, y con las manos en la nariz, de seguro le metiera un fuerte puñetazo en la cara para que sienta lo mismo que yo.

— Creo que le dislocaste la nariz. — Hannah le reprocha, sonando irritada, y la mayoría de los alumnos ríen.

Veo a Chase fruncir el ceño, viéndose serio de pronto.

— La llevaré a la enfermería — dice, inescrutable.

Me agarra del codo para incorporarme en un movimiento para nada suave, haciéndome sentir como el mundo pierde enfoque cuando ya estoy de pie. La cabeza me da vuelta, estoy mareada.

« Imbécil » pienso debido a su para nada suave ayuda.

— Yo puedo sola — gruño, zafándome de su agarre en un movimiento brusco. El mareo se intensifica, todo me da vuelta nuevamente y, si no fuera por Chase, hubiera quedado de culo en el suelo.

— No seas necia. Déjame ayudarte — Chase me susurra en voz baja, cerca de mi oído, sonando incluso suplicante.

No digo nada, tampoco me niego a aceptar su ayuda solo porque, en realidad, la necesito.

Me rodea por la cintura con uno de sus brazos y, con su mano libre, me obliga a poner uno de los míos alrededor de su cuello. Su cercanía me acelera el pulso y presiono con más fuerza mi nariz al sentir la sangre mezclarse entre mis dedos.

Cuando por fin logro sentir que el mareo disminuye un poco, empezamos a caminar. Por un momento su calor corporal me descoloca. Es demasiado intenso, como ese tipo de calor que sientes al estar en un lugar soleado con un abrigo puesto.

Su mano me sostiene con firmeza contra su cuerpo caliente a medida en la que avanzamos por el pasillo hacia la enfermería. No queda lejos, cosa que agradezco. No sé sí soy capaz de seguir caminando sin desmayarme.

Chase se encarga de que me atiendan de forma rápida y, cuando la señora pregunta qué ha ocurrido, él se encarga de explicarlo.

No se aleja de mi lado en ningún momento, pendiente de que me atiendan como es debido.

La mujer limpia la sangre de mi nariz y me da unas gasas para que me las coloque sobre la zona afectada. Me hace echar la cabeza hacia adelante mientras me pongo recta en mi lugar. Chase no dice nada en todo este tiempo, pero soy muy consciente de su mirada fija en mi rostro, examinante.

— Vaya forma de darle la bienvenida — bromea la anciana, echando a la basura las gasas con sangre.

Le sonrío a pesar de sentir como mi rostro entero duele ante el movimiento sutil de mis comisuras.

Tengo que quedarme un par de minutos más en la enfermería por petición de la anciana, y esa orden me desagrada un poco. No me gusta el olor a analgésicos que impregna el lugar, pero no digo nada y asiento, obediente. 

— Muchas gracias — hablo en un susurro.

La anciana me regala una pequeña sonrisa y luego se aleja.

Chase toma asiento en una silla a mi lado, y lo miro de soslayo, viéndolo pasar una mano por su cabello antes de dejar salir un largo suspiro.

— Lo siento. — Habla al cabo de un largo minuto en el que solo permanecemos en silencio. Giro mi rostro apenas un poco para verlo. Luce avergonzado, pero hay cierto destello de diversión en su mirada —. No fue mi intención… lo de tu nariz.

— No es nada... — aseguro, haciendo un gesto desdeñoso con la mano para restarle importancia a la situación —, solo sé más cuidadoso la próxima vez — aconsejo, volviendo mi vista al frente.

— Tal vez no te hubiera roto la nariz si hubieras puesto atención al juego en lugar de estar observándome todo el tiempo.

Su comentario ocasiona que lo mire de nuevo, sorprendida, y mis mejillas se prenden en rubor de inmediato.

« Mierda... me atraparon » Pienso.

Abro la boca para responderle, pero no puedo encontrar nada con qué defenderme. ¿Qué mierda se supone que le diga? ¿Que no lo he estado acosado con la mirada desde que lo vi por primera vez? Estaría mintiendo de manera descarada.

La vergüenza se abre paso por mi sistema rápidamente, y, cuando la comisura de su labio se curva hacia arriba en una sonrisa burlona, quiero que la tierra me trague.

Levanta una ceja, insistente para que diga algo, como si estuviera animándome a desmentirlo, retándome o esperando que niegue lo obvio, y yo vuelvo a abrir la boca para buscar algo coherente que decir, pero no encuentro nada y la cierro de inmediato. Chase me sonríe triunfal al caer en cuenta que ha ganado, que no tengo nada qué decir ante su declaración.

No soy capaz de seguir sosteniéndole la mirada así que la desvío, avergonzada. El silencio se abre paso entre ambos nuevamente hasta que él lo corta y pregunta:

— Así que… — Masculla, cambiando de posición en la silla, pegando su espalda al espaldar y estirando sus piernas largas —, ¿eres de California?

— Los Ángeles. — Especifico.  

— Tremendo cambio de clima — no lo veo, pero noto la sorpresa que hay en su voz — ¿Te estás acostumbrando bien?

— La verdad es que… — vacilo un poco —, es difícil.

— Entiendo.

Otra vez silencio.

— Soy Chase Lachowshi... por si te interesa — se presenta formalmente.

Logro ver, por el rabillo del ojo, como estira su mano en mi dirección y yo, sin dudarlo, lo miro y acepto gustosa.

Su mano es grande, y caliente. Me gusta. Se siente suave y aprieta la mía con firmeza. Sus ojos no se apartan de los míos mientras nos estrechamos las manos, y el contacto me hace estremecer. Rezo mentalmente para que no sea capaz de notar el efecto tan extraño que tiene sobre mí.

— Soy Giselle Wisocky — le regalo una sonrisa con los labios apretados, ignorando una vez más el dolor que se despierta en mí ante ese gesto.

Chase me sigue observando atento, y yo hago lo mismo. Es increíble lo atraída que me siento por él; es extraño e intenso; incomprensible. Nunca me había pasado algo así. Él me vuelve atolondrada, y odio sentirme así. No lo entiendo. 

Ahora que lo tengo más cerca, puedo detallarlo un poco mejor. Tiene un rostro muy atractivo, casi perfecto, y muy varonil. Tiene las pestañas largas, y sus cejas tienen una perfecta curva hacia arriba que vuelve su expresión amable. Me siento hipnotizada, nuevamente estoy perdida en el brillo de sus ojos azules; tan llamativos y bonitos.

— ¿Wisocky? Eres la hija de Liam Wisocky, ¿no? — Pregunta, y yo asiento —. Sujeto agradable — comenta, simple, y yo solo vuelvo a sonreír.

Nos quedamos en silencio nuevamente, y no es hasta que me sonríe, mostrando sus dientes blancos en una sonrisa, que noto que aun estamos tomados de la mano. Apenada, se la suelto y desvío la mirada en otra dirección.

« Deja de comportarte como idiota, Giselle » me reprendo mentalmente.

Sigo abrumada, sin comprender este efecto que Chase tiene sobre mí.
 
Cuando el sonido del timbre suena, anunciando el final de una clase, la puerta de la enfermería se abre de golpe, revelando la figura de Hannah que entra acompañada de Stefan, el hermano de Chase.

Veo a la rubia caminar rápidamente en mi dirección, con expresión preocupada. Ya no tiene el uniforme de deporte, y su cabello está recogido en un moño alto.

— ¿Cómo estás? — Pregunta cuando está parada frente a mí.

— Bien. — Susurro, desviando la mirada hacia Stefan, y me remuevo un poco en mi lugar al ver que me observa a detalle, con el ceño ligeramente fruncido.

Cuando su mirada y la mía hacen conexión, enfoca a su hermano rápidamente y ladea una sonrisa de lado.

— Vaya, galán, tremenda forma de enamorar a las chicas — bromea Stefan, tirándole la mochila a su hermano.

— Cállate. — Chase, aun a mi lado, masculla con irritación. Agarra la mochila antes de echarle una mirada al interior — ¿Qué haces aquí? — Lo mira de vuelta, entrecerrando los ojos, un poco desconfiado.

— Fui a buscarte a clase de deporte, y me dijeron que estabas en la enfermería así que vine a verte — Stefan explica brevemente, y luego se apoya en la pared más cercana con aire despreocupado.

— Bueno…, Señorita Wisocky, le recomiendo ir a su casa. Te daré un permiso para que faltes a tus dos últimas clases. — Informa la enfermera, saliendo de una habitación aparte. La veo agarrar un bolígrafo y comenzar a preparar mi permiso con una pequeña sonrisa en su rostro.

— Ahí está el baño. Ve y cámbiate, Giselle — Hannah me indica, entregándome mi mochila con mi ropa dentro.

Asiento antes de hacer el intento de colocarme de pie; sin embargo, me quedo quieta un segundo, mareada, y Chase se apresura a tomarme por los brazos, atento, como si tuviese miedo de que en cualquier momento llegue a caerme.

Su tacto quema mi piel y mi garganta se tensa ante nuestro toque.

Oh, Dios…

Ahogo un jadeo.

Lo miro a los ojos y fuerzo una sonrisa de agradecimiento en los labios antes de alejarme, y caminar hacia la habitación que Hannah me ha señalado, habitación por donde la enfermera acaba de salir.

Empiezo a quitarme el uniforme ensangrentado poco a poco, con mucha dificultad y, una vez que me cambio, salgo nuevamente, encaminándome hacia donde Chase aguarda, esperando paciente. Tomo lugar junto a él y clavo mi vista al frente, dándome cuenta del fuerte coqueteo que se está llevando acabo entre Hannah y Stefan.

— ¿Cómo te sientes? — Chase pregunta en tono bajo, con su vista aun clavada en su hermano y Hannah.

— Mucho mejor — admito.

Chase me mira y asiente antes de colocarse de pie y entrar al baño de la enfermería. Después de unos escasos minutos sale, luciendo unos ajustados pantalones de mezclilla, con unos deportivos y una camisa gris en cuello en V. Se acerca y me quita el uniforme para colocarlo en una cesta, junto con el suyo, en la esquina de la enfermería.

— Chase, tenemos que hablar — Stefan expresa, y se separa de Hannah para acercarse a su hermano, luciendo un tanto preocupado.

El chico a mi lado asiente y los veo caminar hacia una esquina del lugar para empezar a cuchichear. Stefan parece estar explicándole algo y, cuando se lleva la mano al bolsillo trasero de su pantalón, sacando lo que parece ser un carta, se lo da a su hermano. El rostro de Chase cambia por completo, notándose entre sorprendido y horrorizado.

Siento a Hannah tomar asiento a mi lado y, cuando la miro, me rodea por los hombros con uno de sus brazos, atrayéndome en su dirección con un abrazo cariñoso.

Ni ella ni yo decimos nada, solo no disponemos a esperar, mientras miramos a los hermanos Lachowshi.

La enfermera se acerca unos minutos después para entregarme un permiso. Le agradezco y, cuando se hace a un lado, clavo mi vista de nuevo en Chase y en Stefan. Siguen hablando, y la tensión que ambos emanan es palpable.

— No puedo acompañarte a casa, Gigi — se lamenta Hannah con tristeza, captando mi atención.

La miro con una sonrisa tranquilizadora en mis labios y me encojo de hombros para restarle importancia.

— Tranquila, yo vuelvo sola.

— ¿Segura? Podemos llamar a Liam…

— No, no, no llames a papá, no quiero que se preocupe o haga drama. Voy a estar bien. Calma. — La tranquilizo, volviendo a sonreír un poco. 

— Bien — acepta un tanto insegura —. Yo le entrego el permiso al profesor. Tú ve tranquila.

— Muchas gracias. — Digo, entregándole el trozo de papel. 

— Bueno… vamos, te acompaño a la salida.

Hannah y yo nos colocamos de pie y, cuando Chase y Stefan ven que nos acercamos, ambos nos hacen una seña, al mismo tiempo, sincronizados, indicando que los sigamos.

— ¿Quieres que te lleve a casa? — Chase pregunta, sonando casual, una vez que estamos en el pasillo ya vacío nuevamente. Hunde sus manos en los bolsillos de su pantalón y me mira atento, esperando una respuesta de mi parte.

— Diablos, sí. No quiero que se vaya sola. — Hannah responde por mí, emocionada.

— ¿Puedes hacerlo? Aún hay clases… — Señalo a lo que Chase sonríe divertido.

— Sí puedo. Pedí permiso en dirección para faltar a las ultimas horas. No tengo problema en llevarte, es lo menos que puedo hacer — se encoje de hombros sin perder la sonrisa, como si no fuera importante. 

— Bien. Cuídala, no quiero que le vuelvas a romper la nariz.

Chase alza una ceja ante las palabras de Hannah.

— No vas a olvidarlo, ¿verdad? — Se ríe, rodando los ojos.

— Jamás. — Hannah asegura, negando con la cabeza, como si quisiera enfatizar.

— Chase — Stefan, junto a su hermano, llama, con cierta vacilación —, ten cuidado, hermano.

— Tranquilo, Stefan, lo tengo todo bajo control. — Tranquiliza y no puedo evitar sentir que hablan en una especie de lengua que solo ellos dos entiende, como si se estuvieran mandando un mensaje oculto o algo así.

Los cuatro intercambiamos una última mirada antes de empezar a caminar hacia la salida. Ellos adelante y nosotras atrás.

— Puedes invitarlo a la fogata — me sugiere Hannah a lo bajo, y da un frenazo para alejarnos un poco más de ellos.

— ¿Qué?, ¿por qué?

— Te lanzó el balón en la cara. Si le pides que te lleve a la fogata, tal vez se sienta culpable y lo haga — me explica aun en un susurro, volviendo a reanudar nuestra marcha.

Frunzo el ceño mientras hago una mueca con mis labios.

— Estás loca. No voy a hacer eso. Aparte, no quiero que salga conmigo por lastima.

— Así no vas sola a la fogata — continúa, entusiasmada.

— Ni siquiera sé si yo vaya a ir, Hannah — declaro, y no es de todo mentira. La idea de ir no es de mi gran interés.

— Bien… lo que sea  — Hannah suspira, rodando los ojos, y la noto hacer una mueca con los labios.

Hannah y Stefan se despiden de nosotros una vez que estamos frente a la salida de la escuela y, mientras Chase y su hermano intercambian unas cuantas palabras más, busco en mi mochila mi abrigo para colocármelo. Le doy un último beso a Hannan en la mejilla y, en compañía de Chase, salgo. Guía mi camino hacia un auto negro aparcado en el estacionamiento y me abre la puerta en un gesto caballeroso que no tardo en agradecer con una sonrisa pequeña. Me trepo en el interior y espero paciente a que él suba.

— ¿Te llevo al café de Liam?

Me pregunta, colocándose el cinturón de seguridad y, mientras yo hago lo mismo y me coloco el mío, asiento.

— De acuerdo.

Me sonríe y se pone en marcha de inmediato.

El viaje es rápido y silencioso, y agradezco cuando estira la mano y enciende la radio para llenar un poco el espacio.

Noto como analiza todo a su alrededor, como si estuviese buscando algo, o a alguien, y eso me hace fruncir un poco el ceño. Sin embargo, tampoco le presto más atención de la debida.

Una vez que aparca frente al café, Chase se apresura en bajar del auto para abrirme la puerta. Le sonrío, agradecida, a pesar de que yo fácilmente lo hubiera hecho por mi cuenta, y miro a mi alrededor, buscando una escusa para que se quede un poco más.

— ¿Quieres entrar y tomar algo?

Chase me sonríe gentil, pero termina negando con la cabeza.

— Tengo que irme, pero gracias.

Cierra la puerta del copiloto.

— Gracias a ti por traerme.

— Es lo menos que puedo hacer. Lamento mucho lo de tu nariz.

— No fue nada.

Me encojo de hombros, restándole importancia, y nos quedamos suspendidos, con la vista fija en el otro. Marrones contra azules. Y, cuando mi mirada se desvía y enfoco su atuendo, frunzo el ceño.

— ¿No tienes frío? — Pregunto, tratando de sonar casual, señalando su falta de abrigo, y vuelvo a subir la vista para mirarlo a los ojos.

Niega con la cabeza de inmediato.

— Estoy acostumbrado al frío de estas regiones — responde con tanta simpleza que se me hace difícil no creerle —. Tengo que irme ya.

No digo nada, solo asiento mientras lo veo darse la vuelta para rodear el auto. Mientras lo veo caminar, las palabras de Hannah resuenan en mi cabeza una y otra vez. Muerdo mi labio inferior con nervios e indecisa, debatiéndome en si invitarlo o no.

— ¡Chase! — Llamo justo cuando lo veo abrir la puerta del piloto. Me mira y trago saliva. Me quedo muda por unos segundos, mirándolo de forma fija. «¿Quieres ir conmigo a la fogata?» es lo único que tengo que decirle, pero cambio de opinión rápidamente y digo —: Gracias.

Me vuelve a sonreír.

— No fue nada. Nos vemos luego, Giselle — me guiña un ojo antes de subirse al auto y ponerlo en marcha.

Dejo salir un pesado suspiro mientras lo veo alejarse y, una vez que ya no está a la vista, me doy media vuelta y empiezo mi camino hacia el interior del café.

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