Hawa: Debemos salir a flote |...

Bởi meg-books

847K 85K 12.5K

COMPLETA - PRONTO EN LIBRERÍAS. Tras los intensos acontecimientos que han ocurrido últimamente, Audrey recibe... Xem Thêm

Sinopsis
❄ Preludio ❄
Capítulo 1
Capítulo 2 (Parte 1/2)
Capítulo 2 (Parte 2/2)
Capítulo 3
Capítulo 4 (Parte 1/2)
Capítulo 4 (Parte 2/2)
Capítulo 5 (Parte 1/2)
Capítulo 5 (Parte 2/2)
Capítulo 6 (Parte 1/2)
Capítulo 6 (Parte 2/2)
Capítulo 7
Capítulo 8 (Parte 1/2)
Capítulo 8 (Parte 2/2)
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12 (Parte 1/2)
Capítulo 12 (Parte 2/2)
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19 (Parte 1/2)
Capítulo 19 (Parte 2/2)
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22 (Parte 1/2)
Capítulo 22 (Parte 2/2)
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25 (Parte 1/2)
Capítulo 25 (Parte 2/2)
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28 (Parte 1/2)
Capítulo 28 (Parte 2/2)
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33 (Parte 1/2)
Capítulo 33 (Parte 2/2)
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36 (Parte 2/2)
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41 (Parte 1/2)
Capítulo 41 (Parte 2/2)
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44 (Parte 1/2)
Capítulo 44 (Parte 2/2)
Capítulo 45 (Final)
Top 15 Comentarios + Agradecimientos
Tercer libro: Gea + Avisos
¡Concurso!

Capítulo 36 (Parte 1/2)

8K 965 100
Bởi meg-books


Por suerte no hay tanta gente en la calle cuando salgo y me acerco al auto que me espera junto a la acera. Es un coche negro y viejito, pero no tan antiguo como el pequeño Cooper que yo solía usar. No logro ver nada a través de la ventanilla pero, cuando abro la puerta y me siento como copiloto, observo con más determinación al chico que me espera tras el volante.

Definitivamente reconozco su cara y recuerdo cruzármelo por la escuela un par de veces. Aunque nunca antes hemos hablado, Yaín me saluda —un tanto nervioso— y vuelve a arrancar el motor.

—Hola —musita, simplemente, antes de darme un rápido vistazo—. Te ves muy bonita.

—Gracias, Yaín —el auto arranca de un tirón y me obliga a aplastarme contra el respaldo mientras él arruga el rostro en medio de un resoplido—. Tú... tú también te ves bien.

Yaín suelta un insulto entre dientes y entonces el auto acelera sin problemas. En realidad sólo lleva el típico traje que cualquier muchacho llevará esta noche, pero de un color azul oscuro. Sin embargo, con algo había que romper el hielo. Y, aunque no me encante cómo luzca, él tampoco pareció muy convincente cuando me elogió.

Todo parece ir tranquilo hasta que en un instante de nuestro silencioso e incómodo recorrido, Yaín se mira en el espejo retrovisor y se arregla un corto mechón de pelo que se salió de su peinado hacia atrás bañado en gel.

—Así que... ¿es tu auto? —comento.

—Sí —responde, tan veloz que parece que ha gritado—. Bueno... de mi mamá. Pero me lo ha dejado toda la noche.

Se voltea un segundo hacia mí y el entusiasmo y el orgullo que hay en su expresión me obligan a fingir una sonrisa.

—Qué... genial.

—Así que puedo traerte de regreso si quieres —añade cuando un semáforo se tiñe de verde y volvemos a andar—. Claro, a menos que le tengas miedo a que esté un poco borracho.

Entonces comienza a reír, demasiado fuerte, y yo tengo ganas de llamar a Ebby y preguntarle a quién diablos le ha pedido que me acompañe. Yaín se ve un poco nervioso y dubitativo con sus palabras, y me da la sensación de que se esfuerza por caerme bien. Sin embargo, sigo fingiendo una suave risita y me recuerdo que, si tengo algún problema con la elección de mi amiga, debo tragármelo porque fue mi culpa no mover un dedo para conseguir mi propio acompañante.

Cuando llegamos a la cuadra del instituto, él intenta encontrar un sitio donde estacionar entre tantos autos y yo me quedo fascinada mientras observo por la ventanilla: han colgado muchísimas luces pequeñas por todo el frente del colegio, rodeando las grandes columnas y bordeando la primera fila de ventanas. También hay un cartel enorme con el mismo diseño que tenían los panfletos que Mia repartía, con unas bellísimas letras en cursiva que dan la bienvenida al baile de graduación de los estudiantes de último año.

—Creo que aquí cabemos...

Logramos aparcar bastante lejos de la entrada, pero aún así es un buen lugar comparado a otros. Cuando salgo del auto de Yaín y él se acerca a mi lado, noto que queda prácticamente a mi misma altura. Me observo los zapatos, pensando que quizás hubiera sido buena idea usar unos más bajos.

—Este... —vacila él, y entonces dobla en brazo y lo levanta— ¿Vamos?

Meto mi mano por debajo de su codo y envuelvo su antebrazo antes de que comencemos a caminar hasta la entrada. Ver a todas las parejas llegar tan bien arregladas bajo las estrellas y las luces de la escuela me produce un escalofrío agradable.

—Ahora que lo veo mejor, sí que te ves linda —comenta, tratando de sonar cortés, pero entonces abre un poco los ojos—. No es que te lo haya dicho sólo por decir en el auto, es que...

—Entiendo —sonrío—. Gracias de nuevo —no sé si lo dirá en serio o no, pero no puedo evitar notar que todas las chicas llevan vestidos largos, como la empleada de la tienda me había comentado. Me pregunto si quedaré muy mal con este diseño—. ¿Crees que este vestido...?

Pero entonces Yaín me suelta abruptamente para levantar el brazo y saludar a gritos a otros muchachos que están cerca de la entrada. Me quedo de piedra, impactada por su voz tan fuerte, y luego él se disculpa sin hacerme mucho caso, nos tomamos de nuevo por los brazos y me lleva con prisa hacia las puertas.

Nos adentramos en medio de una rápida ráfaga de viento que sacude el gran cartel y todos los vestidos de las mujeres, provocando algunas exclamaciones burlonas y silbidos por parte de los chicos. Me aplasto la tela de la parte corta de mi falda y entro con velocidad para pasar el chequeo de invitados y entrar, de una vez por todas, al salón.

Yaín me dice algo pero, tras dejar atrás la entrada e ingresar al gimnasio, la música me envuelve y la repentina oscuridad me hace olvidar a mi acompañante por un mísero momento. Mi mente no puede evitar asociar la escena con la festividad de la Iniciación en el Gremio, aunque aquí se lo han currado muchísimo más. Hay más comida, luces con más cantidad de colores, más bebidas, un escenario, un DJ e infinitos adornitos de papel que cuelgan del techo. Nos quedamos un poco descolocados al toparnos sólo con gente que no conocemos demasiado, así que los próximos veinte minutos nos la pasamos en un rincón observando todo mientras Yaín nos trae unas bebidas e intenta sacar un tema de conversación.

—No he visto a tu amiga —exclama por sobre la intensa y abrumadoramente periódica melodía de una canción electrónica.

—¿Ebby? No, yo tampoco la encuentro.

Y lo cierto es que deseo dolorosamente hacerlo.

—Ella es un poco...

Deja la frase a medio terminar con una mueca como si yo ya entendiera qué quiere decir. Sin embargo, arqueo las cejas.

—¿Qué?

—Bueno... —titubea— insistente.

—No sé cómo te ha pedido venir conmigo —comento—, pero desde ya me disculpo.

—No, no. Está bien. Supongo que... debe ser difícil preguntarle a un tipo venir contigo cuando estás sola.

Me volteo hacia él.

—¿Qué quieres decir?

—Oh, yo... —sacude la cabeza— No quería sonar mal. No hay nada de malo en que tu amiga te ayude a encontrar una cita cuando no la consigues.

Creo que me lo quedo mirando más de lo necesario.

—Sólo me había quedado sin tiempo para buscar a alguien —suelto.

—Claro, sí.

Asiente con la cabeza pero noto al instante que está tratando de ser compasivo conmigo.

—Tengo novio.

Definitivamente Yaín no se esperaba eso, me doy cuenta por su expresión. Se gira hacia mí elevando las cejas, todavía con la copa en mano.

—Sólo que no hubo suficiente espacio para dejar entrar invitados que no hayan sido ingresantes del instituto. Así que, sí, por eso Ebby te ha buscado para mí. Ahora cuéntame, ¿tú por qué estabas solo?

Entorno la mirada pero él se bebe un trago para dejar de verse tan petrificado. Que mi amiga lo haya ido a buscar para venir conmigo no significa que sea el ansiado acompañante que toda chica quiere tener.

—Hablando de Roma... —suelta de la nada, en un murmuro.

Sigo su mirada y entonces por fin la veo. Ebby se abre paso entre las personas y, efectivamente, tenía razón en eso de no mostrarle su atuendo a nadie antes de esta noche. Creo que hasta yo me quedo embobada cuando la observo caminar con ese largo y estrecho vestido dorado, ese amenazador escote bordeado en negro y ese peinado bien fijado sobre su cabeza. Su tez oscura contrasta a la perfección con la tela brillante que ha elegido, y ella ha de saberlo muy, muy bien.

Cuando se para frente a nosotros, sólo me sonríe.

—Ebby... —mascullo— Dios Santo, estás bellísima.

—Tú también. Oh, claro, que yo te he preparado —se golpea una sien y rueda los ojos— ¡Qué tonta!

Mientras me rio por el humor egocéntrico de mi amiga, Yaín se hace el distraído y afirma ir a buscar algo de comer. Mi amiga lo persigue con la mirada hasta que se pierde entre las demás personas y luces.

—¿Cómo está yendo todo?

—Es un poco bobo a veces, pero bien —me encojo de hombros—. No es un mal chico.

Ebby frunce los labios y entonces gira un poco mientras lleva su mirada hacia arriba.

—Qué bonito ha quedado todo, ¿no?

—¿No has entrado en el grupo encargado de la decoración?

—No —farfulla—. Lo intenté, pero la princesa decidió justo en ese momento que no había más vacantes.

«La princesa». Hace mucho tiempo que no había oído a Ebby llamar así a Mia Moore. No me sorprende que todos le hayan hecho caso cuando se hizo cargo de casi toda la organización de la fiesta, pero Ebby realmente se merecía pertenecer a ese grupo.

—Tú lo hubieras hecho mucho mejor —afirmo.

—Bueno, ya está. No ha quedado mal y me ha dado más tiempo libre para concentrarme en los deberes. Tengo que concentrarme en terminar todas las materias antes de ingresar a una universidad.

Asiento y me bebo un sorbo de mi copa; no tengo intenciones de sacar el tema de la universidad, porque ni yo sé qué será de mi futuro ahora y no me gusta negar los planes que he estado armando durante años para conseguir una beca.

Pero Ebby no sigue con ese asunto porque se ve interrumpida por un inesperado escalofrío que la hace temblar y rodearse los brazos.

—¡Qué frío hace, por el amor de Dios! —Exclama enfurecida— ¿Justo esta noche debía estar así?

Mi atención se clava en ella de forma repentina, pero trato de disimularlo. Hace un buen rato que la temperatura ha disminuido de manera inesperada y no quiero ni pensar de qué se trata.

Ebby me examina con el ceño fruncido.

—¿Tú no lo sientes...? —empieza, pero se detiene aflojando los músculos de su rostro— Ah, es por tus... Sí, sí. Ya entiendo.

Abro la boca, pero la cierro instantáneamente. En realidad Ebby está equivocada, pues es mi lado hawa el que logra que no sufra el frío, no el ignisio. Sin embargo, ella no sabe eso, y no es momento para más explicaciones.

La música cambia de repente cuando el DJ anuncia algo que no logro entender gracias al horrible micrófono que le han ofrecido, y finjo no responderle a Ebby por ese motivo. Ella está a punto de preguntarme si he comprendido lo que el sujeto dijo, pero no necesitamos ningún traductor cuando comienza a sonar una canción lenta y suave.

—Diablos —suelto en voz alta, sin querer. Ebby se ríe.

—Ve a buscar a tu nuevo acompañante si no quieres seguir quedándote sola y aburrida en esta esquina —me golpea el hombro con suavidad.

—Tal vez prefiera hacerlo...

—Vamos, que me ha costado conseguirte a ese chico. Estoy segura de que podrán sacar una buena conversación.

Entonces, se gira. Se da media vuelta y se marcha sin permitirme tener el tiempo suficiente para tomarla por el brazo y detenerla. Yaín sigue parado junto a la larga mesa de bocadillos, así que no es muy difícil dar con él y encontrarnos para ir a bailar una pieza. Por suerte, ambos tenemos la misma idea de quedarnos alejados del centro y comenzamos a bailar al límite de la multitud.

Un paso a la derecha, un paso a la izquierda. Parece ser un ritmo fácil de seguir, pero Yaín es una madera viviente y lo único que hace es balancearme de un lado a otro mientras observa con determinación sus pies y trata de no pisarme los tacones. Debato sobre si es buena idea charlar sobre algo pero él se ve muy concentrado y yo sólo echo miradas para todas partes menos hacia su rostro. Sigo contando los minutos, la canción ya deberá terminar...

Sin darnos cuenta, otras parejas nos rodean y creo que cada vez nos van dejando más cerca del centro. Yo trato de tomar las riendas y hacer que nos movamos hacia una parte más descongestionada, pero los demás brazos nos absorben y en un abrir y cerrar de ojos nos hallamos rodeados de coloridos atuendos y bajo las principales luces del equipo del DJ.

Intento no pensar más en ello. Relajo los hombros, paro de agarrar tan fuerte a Yaín y sólo me dejo llevar por la canción como todos los demás hacen. Yo creo que él ya le ha tomado el ritmo y está más desenvuelto, pero antes de comentárselo visualizo el atuendo dorado de Ebby y, entonces, me percato de que está bailando con Jim. Intento no soltar una exhalación, pero sí que se ve muy bien: lleva los mechones anaranjados que siempre han estado hacia abajo peinados un poco hacia atrás, y creo que es de las únicas veces que lo veo vestirse con algo que no sea grande y holgado. Si no fuera mi amigo desde hace años, no lo reconocería.

Ambos están hablando de una forma muy, muy cercana. Cuando Yaín me hace dar una vuelta, procuro quedarme donde estoy y extiendo el cuello para seguir observando. Están hablando demasiado, y es realmente sorprendente no verlos discutir o bromear el uno sobre el otro.

Cuando Ebby levanta un poco más la mano por el hombro de su traje, la canción termina, una voz anuncia un cambio de parejas y, entonces, la mirada de ella da con la mía.




La segunda parte estará mañana mismo... Y creo que les va a gustar mucho, eso espero ♥

Đọc tiếp

Bạn Cũng Sẽ Thích

737 77 12
Pese a gozar toda clase de privilegios, la vida de Miorine Rembran es un infierno. O al menos eso cree ella. No ha podido superar la muerte de su mad...
1K 73 8
Triangulo de amor y venganza
205 51 19
Una chica de 18 años. Un joven monitor de 21. La chica, una estudiante con un fuerte carácter. El chico, un ex militar con aire desconfiado y frío. P...
815 150 10
A Daphne Bailey la persigue la desgracia y no, ella no es más rápida. A mes y medio de cumplir los dieciocho, Daphne asistirá por última vez al campa...