Crónicas de Gaia: Libro Prime...

By DanteARL

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Sigue la historia de Cliff y compañía, una aventura fantástica situada en el mundo de Gaia, un lugar celosame... More

Crónicas de Gaia
Capítulo 1
Capítulo 2
Crónicas de Desarrollo I
Capítulo 4
Crónicas de Desarrollo II
Capítulo 5
Crónicas de Inspiración I
Capítulo 6
Crónicas de Inspiración II
Capítulo 7
Crónicas de Inspiración III
Capítulo 8
Ciencia y artilugios de Ingeniería Elemental I
Capítulo 9
Ciencia y artilugios de Ingeniería Elemental II
Capítulo 10
Capítulo 11
Estrellas de Metal I
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Crónicas de Gaia: Libro Primero ¡Publicado en Amazon!

Capítulo 3

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By DanteARL

Leódria, es una gloriosa capital al Oeste de Ogaden, rodeada de bosques y llanos verdes y frondosos, alimentados por anchos ríos de agua clara y tranquila, cargada de vida de distintos colores y formas hermosas.

Bordeando el río los campesinos araban sus campos con sus caballos, y cerca de estos, estaban sus rústicas casas de madera donde los niños sanos y felices, correteaban y jugaban en los fardos de paja que alimentaba a sus animales.

El campesino silbó al caballo para que se detuviera, y este relinchó reflejando obediencia con su cabeza, su dueño le sonrió, levantó la vista y pudo sentir la suave brisa que venía de las montañas nevadas que se alzaban tras el gran castillo de Leódria, que era una gran estructura con forma de flecha apuntando al cielo, tras una muralla implacable, fabricada de la misma piedra blancuzca que sale de las canteras asentadas en el cordón de montañas Rigotón, separaba las costas y puertos de la ciudadela, y su amplio territorio.

El castillo es llamado la Antorcha, está asentado en una gran colina aplanada artificialmente hace cientos de años por los hombres que deseaban mostrar su poderío creando grandes estructuras de piedra y madera.

En la entrada del castillo, frente a las murallas, hay un pueblo donde vive la mayoría de los campesinos y pobladores del basto reino, en la entrada, descansan dos enormes torres defensoras de La Antorcha, que tienen una particular característica; de estas estructuras salían pequeños tubos de hierro gravado, que en su interior conectaban a cañerías que subterráneamente extraían gas de un géiser que se formó cerca de la colina donde está asentado el gran castillo, estas torres son llamadas Las Ardes.

Estas enormes y majestuosas estructuras están fijadas con tres enormes cadenas por cada una, a los pilares de la gran puerta de hierro para ingresar a la ciudadela de La Antorcha, que se abren con un simple mecanismo de levante.

En la guerra de los elementos, estas torres lanzan incandescentes llamas de una torre a otra, creando una pared de fuego, su apariencia podía demostrar que fue usada en múltiples ocasiones, pues la piedra con la que fueron construidas Las Ardes estaban ennegrecidas por la constante exposición que han tenido al fuego, dándole una oscura apariencia y una marca de ceniza en el suelo. .

Sobre las torres siempre están cuatro Centinelas protegiendo la parte alta de la torre, y en caso de ataque los protectores activan las defensas y las llamas toman una forma de escudo que protege al pueblo. El fuego azul que sale de Las Ardes posee propiedades mágicas, que hacen que la fuerza de las llamas rodee el pueblo, y evite que se quemen las casas o los habitantes queden sin aire, todo gracias a las cadenas que conectan con la puerta, ya que cada eslabón tiene antiguos hechizos rúnicos necesarios para controlar las fuertes llamas.

Estas estrategias también fueron aplicadas en cada una de las murallas del castillo, y es ahí donde La Antorcha le hace honor al nombre, porque cuando las defensas están encendidas en su totalidad, el castillo entero se vuelve una hoguera de llamas.

La Antorcha, está gobernada por uno de los consejeros de la Orden Danhairos, el Rey Amus Hood III. El reino de Leódria ama a su rey, ya que gracias a él, todo el territorio está envuelto en paz y tranquilidad...dicen.

Unos dicen que es como un dios protegido por sus ángeles, ya que su castillo está protegido por sus Kerubines, Serafines y Arcángeles junto a los sabios consejos de sus Nefilim.

Y otros rumores dicen con celo, que la gloria y majestad es una herencia que ha perdurado años solo por su poder y riquezas, que pueden lograr eso, y hacer que un caballo toque un arpa.

Por otro lado, la guerra brindó a Leódria y a su burguesía riquezas y gloria, cosa que dejó al reino en una buena posición, ya que los ejércitos abanderados del pueblo Danhairos que salieron de Leódria, tomaron una dirección muy favorable, donde los Dracones les encargaron defender las costas, y a repeler con el grueso de su ejército las fuerzas de Aquifia en Ventrios justo antes del término político de la guerra, donde los enanos agradecieron su ayuda enseñándoles a forjar los minerales y hacer hechizos rúnicos. Sabiduría que han ocupado hasta el día de hoy.

Y asi se forjaron nuevas armas, escudos y armaduras, donde la piedra de las Montañas Rigotón les dio minerales de piedra blanca y resistente. Los Nefilim lo llamaban mineral celestial, por su capacidad de elevar la potencia de los hechizos rúnicos que se escriben en ella, para que así, pudieran hacer que su ejército completo comenzara a vestir como unos verdaderos ángeles.

Los guerreros menores fueron llamados Kerubines, estos vestían una delgada armadura en el pecho, hombreras y un casco que tenía pelo de zorro rojo saliendo de su cimera, y una visera que no le limitaba demasiado su visión como la de los Arcángeles, pero que tenía que estar siempre tapándoles el rostro por decreto del Rey Amus Hood II. En la guerra de los elementos estos hombres no eran más que humildes peones, y los que sobrevivieron a esas batallas y viven hasta el día de hoy, cuentan eso, y que nadie les devolverá sus brazos o piernas que perdieron en "Honor" a su pueblo. Una medalla y un puño de monedas por el servicio no sirvieron de nada, y la mayoría ahora o está muerto, o vende ratas asadas en los barrios bajos.

Los Capitanes de Leódria se transformaron en Serafines, estos hombres tenían una armadura de cuerpo entero, que gracias a los hechizos de los Nefilim, son livianas, cómodas y duras como su orgullo. En batalla, entre varias de sus grandes habilidades, los Serafines usan un hechizo llamado vuelo de fe, que los hace saltar muy alto haciendo que desde el aire pueda impactar a sus enemigos con una fuerza atronadora.

Los Generales fueron titulados como Arcángeles, todos veteranos preparados en todos sus sentidos para la guerra, famosos por sus capacidades curativas en batalla y su predominante liderazgo, donde según los Nefilim, sus poderes sobrepasaban los límites de la física.

Antes del tratado con los enanos, los más destacados capitanes tenían capacidades curativas y habilidades que pueden remover maldiciones demoniacas, y se caracterizaban por su heroísmo y su inflexibilidad en el cumplimiento de la ley y de las promesas, cosa que perduro en los Serafines y Arcángeles, pero no en los Nefilim, que antes del tratado eran simples brujos y alquimistas, que usaban la ingeniería y combinaciones de las distintas ciencias.

Esta renovación del reino, fue creada a gracias a un proceso llamado "la divinidad de Leódria", donde los Nefilim a través de sus investigaciones, combinada con las nuevas artes rúnicas de los enanos, descubrieron, en base ensayo y error, una nueva forma de ver la vida, que como resultado se concluyó que toda materia fue creada por un ser superior a todos los seres vivos de Gaia, una deidad capaz de crear y destruir a su antojo.

Los mismos que antes de la guerra no creían en Novus, la creadora de los Titanes que formaron Gaia, solo creían en la ciencia y astrología, que solo les mostraba lo ya que estaba creado.

Cuando creyeron en Novus, y toda la religión que siempre profesaban los tres Dracones, se dieron cuenta de que los seres de Gaia siempre fueron y serán simples guardianes del mundo entero. Hace muchos años, en los libros historia está registrado que los Nefilim reunieron a todo su pueblo y al consejo de los Danhairos, Los Dracones y el Rey de Leódria, que decretaron bajo ley:

"Somos Todos Protectores de Gaia, somos simples guardianes, encargados de mantener la paz y armonía de todos los seres, todos somos uno, la tierra que pisamos, el agua que bebemos, ¡el aire que respiramos! ¡Todos nosotros! ¡SOMOS GAIA!".

Allí, Ese día, se escribió la historia de Fragua, y nadie podrá olvidar el clamor de las miles de personas que presenciaron ese momento, donde los Nefilim recibiendo la aprobación de los Dracones que habían revisado minuciosamente toda la información recaudada por los Ex alquimistas y brujos.

Tiempo más tarde se conformó la orden de los Arcángeles, protectores del reino y de Gaia, y todos los subordinados del rey Amus Hood II, y su descendencia real, que fuera declarada con su corona como Tir Mann, Dios Hombre.

Ya muchos años pasaron luego de ese día, y ahora el reino respira armonía, y paz. Después de la misteriosa muerte de Amus Hood II en la batalla de Figria, su hijo Gabriel Hood heredo el nombre real de Amus Hood III.

El aclamado Tir Mann, era un hombre honrado, orgulloso de acarrear la sangre real en sus venas, su cabello rubio, largo y liso heredado por centuriones desde los primeros hombres, ondeo la bandera Danhairos, Roja Carmesí con una S punteada en las dos curvas de la letra, participando en varias batallas durante su juventud. Estuvo casado con la hija de Gorne, el protector de Ogaden, una bella mujer que poseía unos hermosos ojos violeta y cabello Negro como el carbón.

El rey Gabriel que reina hasta el día de hoy, tiene dos hijos, Leonor y Azrael Hood, jóvenes que crecieron bajo el yugo de su padre.

Azrael, el Arcángel superior, y mano derecha del rey, es un experimentado guerrero a sus veinticuatro años, y es el orgullo del rey Amus III, único heredero del trono debido a la temprana viudez de su padre, donde la madre del joven Azrael murió en el parto de su hermana Leonor cuando él tenía apenas ocho años.

Un hecho que su padre nunca causo repudio ni odio, ya que la inocencia de la niña, al verla por primera vez a sus hermosos ojos violeta heredados de su madre, supo que su esposa murió pariendo a un ángel.

Pero Leonor, desde niña, le gustaba asomarse por el balcón y veía como los niños jugaban a Serafines contra Magos Negros, con espadas de madera y trozos de metal en sus hombros, que imitaban y revivían infantilmente las horrores de la guerra de los elementos. Leonor no podía evitarlo, ella quería ser una Arcángel. El problema, es que las mujeres del reino, por mucha sangre real que tengan, no pueden ser ni siquiera un Kerubin. Eso es porque los Nefilim descubrieron que los Titánicos en su mayoría eran masculinos, y que las titanes femeninas reinaron en elementos más débiles, como el agua.

Aun asi, a espaldas de su padre, la niña testarudamente se entrenó en el arte de la espada y el escudo, dominó la lanza como si fuera una extensión de su cuerpo. Adopto las posiciones de batalla de un guerrero veterano, todo gracias a su querido hermano Azrael, que todos los días, mientras su padre estaba junto al consejo de los Nefilim, donde solucionaban los problemas del reino, iban a la barraca de la ciudadela y entrenaban hasta que saliera la luna y las estrellas brillaban.

Las espadas chocaban una a otra bajo la luz de las velas, la barraca estaba vacía y el sonido metálico retumbaba en el enorme salón. Leonor hizo un ataque lateral, haciendo levantar la guardia de Azrael por la derecha, que fácilmente esquivo echándose hacia atrás y contratacando con su espadón de dos manos en forma directa. Leonor desvió el ataque con su escudo y dando un giro atacó a su hermano con suave grito de ataque. Azrael al no poder defenderse de ese ataque vertical, golpeó el brazo de su hermana, haciéndola retroceder un par de pasos.

–Esta vez estuviste excelente hermana– dijo Azrael, exhausto por la larga jornada de entrenamiento. Leonor sudaba, pero con su suave voz dijo:

–No creas que he terminado contigo hermano–.

La joven retrocedió hasta una distancia prudente. Se colocó en posición y se dirigió corriendo en dirección a su hermano con el escudo por delante.

Azrael tomo la iniciativa, lanzo su espadón de dos manos al aire, y corrió hacia a su hermana. Antes de que los hermanos chocaran, el joven hizo un salto de fe, agarró el espadón en el aire y ataco a su hermana que por el impulso al esprintar dejo su espalda descubierta.

-¡No!- dijo Leonor. Se dio vuelta y a través de su escudo emitió un resplandor que cegó a su hermano en el ataque, haciéndolo caer en la tierra desequilibradamente. Azrael cegado y de rodillas, clavo su espada en la arena para entrenar, mientras Leonor ya corría hacia el para contraatacar.

Cuando Leonor ya estaba cerca, el joven con la espada en alto, de forma estridente gritó:

–¡Expulseum!–Y la runa de su espada brillo tenuemente, haciendo volar a Leonor por los aires y haciéndola chocar contra la pared, escuchó su brazo quebrarse en el intento de apaciguar la caída, pero el golpe era demasiado fuerte, imposibilitándola de tomar la espada y dejándola sentada cabeza gacha en la muralla.

Azrael la miro preocupado y corrió hacia ella.

– ¡Hermana! ¡Leonor! ¿Estás bien? – La joven levantó la cabeza y miró a su hermano con sus ojos violeta, y sonriendo le dijo:

– Eso no me lo esperaba, pensé que la runa era de protección, no de expul...Ay! – El dolor de su brazo era demasiado fuerte.

– Por un momento pensé que te había matado– dijo tranquilo – pero eres una Hood, nunca debí dudarlo, lo hiciste muy bien hermana– dijo Azrael.

–Gracias Azzy– dijo Leonor, que siempre llamaba asi a su hermano con cariño.

–Es un gran momento para entrenar la cura de fracturas hermana– dijo Azrael– Antes te enseñe a ocupar la curación simple, que es la más fácil, ya se pueden ocupar las manos desnudas, pero para curar fracturas debes dibujar esta runa en el suelo- dijo mientas dibujaba unas líneas en la arena- se llama Aumento, que potencia exponencialmente la curación que haces con las manos desnudas, haciéndola más fuerte y rápida.

Leonor dibujo la runa Aumento en la arena, lentamente, y con dolor levanto su brazo roto.

– Eso, tienes que tratar de que el hueso quede derecho, para que la soldadura sea perfecta. – Advirtió Azrael, los Arcángeles y Serafines, antes de la guerra tenían esta habilidad, heredada de generación en generación, usándola en batalla y en la salud pública. Pero agotaba al emisor, penalizándolo una notable lentitud de movimientos físicos.

Leonor coloco la mano entre su brazo roto y el dibujo de la runa, le dolía demasiado, era agudo y punzante, pero aun asi se concentró para iniciar la curación.

Azrael siempre se sorprendió con la manera en que Leonor aplicaba las curaciones, ya que extrañamente era muy rápida y hábil haciéndolo, ya que para realizar la curación, El Serafín tiene que estudiar el cuerpo humano completo, es la única manera de que pueda cerrar las venas dañadas, soldar el hueso correcto, o reparar los tendones de manera que no de retuerzan los otros músculos. Leonor tenía un talento natural para la curación, Azrael siempre pensó que debe ser una habilidad nata, o simplemente es todo el tiempo libre que tiene en su torre.

Su mano brillo y concentrada pensó en unir las fibras del hueso, reparar los músculos, posicionar la vena que se había abierto por el fuerte traumatismo, deshinchando el brazo. En dos minutos ya estaba abriendo y cerrando su mano, curada y lista para sostener la espada.

–Bien hermanita, lo has hecho perfecto, los otros Arcángeles demoran de tres a cinco minutos, increíble. Fue un día fructuoso para la causa, déjame informante hermanita que has aprobado.–

– ¿Aprobado para qué? – preguntó Leonor.

– ¡Para ser un Serafín hermana– dijo Azrael con una alegría que no era del todo convincente.

– Ah... Gracias hermano, pero...lástima que nunca podre serlo– dijo Leonor ocultando la mirada bajo su pelo rubio y liso, que estaba afirmado cuidadosamente para el entrenamiento.

– Hermana, la reforma está siendo revisada en el consejo, conozco a muchas mujeres que quieren cumplir tu mismo sueño, nos haría bien tener mujeres en nuestras filas, además que fortalecería nuestro poder militar. Ten paciencia y lo verás. Los Dracones hicieron posible el hacer mujeres Ignias, lo más probable es que den su opinión apoyando la causa en el consejo. – Dijo el Arcángel, sin saber que más poder decirle a la afligida joven.

– No lo sé hermano, estaba pensando seriamente en ir a hablar con Padre, he estado afligida, tanto tiempo mintiéndole, por una causa tan egoísta como la mía, pero siento que no me merezco un castigo por querer hacer lo que quiera con mi vida, pero...- Corrió una lagrima en su mejilla- ¡No es justo! Quiero estar a tu lado en cualquier lucha, ¡Proteger Gaia de todo mal! ¿Qué me espera? ¿Casarme con algún hijo de los miembros del consejo? mi lugar no está allí Azzy, mi lugar está afuera de estas murallas, lo siento en mi corazón. – dijo la joven entre sollozos. Azrael se levantó, y dijo:

–Vamos Leonor– estiro su mano – Te acompañare a hablar con padre. Leonor tomo la mano de Azrael y se puso de pie, se limpiaron y se vistieron.

Salieron juntos de la barraca, caminaron por las angostas calles de la ciudadela, que serpenteaban de arriba a abajo en dirección al castillo que se alzaba al cielo estrellado y a la luz de la luna hacía ver a La Antorcha brillante como el marfil.

Al subir los escalones hasta el salón del trono, Leonor, entre ansias y nervios comenzó a idear una manera de convencer a su padre, de que las mujeres pueden servir al reino al igual que los hombres. Estaba vestida con un hermoso vestido celeste con bordados hermosos en el torso, tenia su pelo rubio y liso suelto con un broche de rubi tomándole el cabello que tenia en la zona frontal de su cabeza, en su cuello un collar de diamantes del mismo color de sus ojos y lucia un escote recatado que le hacia ver un poco mas voluptuosa, pero no lo suficiente debido a su escaso busto. Los dos hermanos entraron por la puerta principal de la sala del trono, y caminaron por la gran alfombra roja carmesí con hermosos bordados dorados que mostraban el símbolo de los Danhairos.

Las numerosas antorchas que adornaban la sala, y las enormes lámparas colgantes que consumían las velas encendidas, hacían que la sala del trono se viera tétricamente oscura, las esquinas del gran salón eran una invitación a la boca de la oscuridad.

Al final de la sala, sentado en un gran trono rodeado de velas blancas encendidas con fuegos azules y rojos, y dos alas blancas y enormes saliendo del respaldo del trono, elevándose hasta la altura de las lámparas colgantes y perdiéndose en la oscuridad del techo. Leonor cuando era niña, siempre pensó que el trono podría salir volando de un momento a otro, haciendo del enorme asiento una surreal ave con cuerpo de trono y su padre volando sobre ella como si fuera uno de los pegasos que salen en las historias de los libros que leía.

En el trono, con una capa roja que le cubría el cuerpo, y su corona blanca con un runa sobre su frente, se encontraba el rey de Leódria, el Tir Mann, Amus Hood III. Junto al trono estaba un viejo Nefilim con una capa gris, con negras plumas en los hombros y con una joroba que hacía que la cabeza se le viera casi en la cintura, le susurraba al rey en el oído, inclinado como un cuervo hacia su padre, le decía algo que solo el mismo rey entendía. El viejo Nefilim se llamaba Ofidio.

Al verlos venir, Ofidio continuó susurrándole al oído, el rey hizo un ademan de haber entendido y el jorobado Nefilim retrocedió un paso tras el trono mirando de forma indiferente a los jóvenes.

–Hija querida, cuanto tiempo sin veros, disculpad mi ausencia el último tiempo, el reino a tenido muchas buenas y malas noticias que urgía atender, lamentablemente he tenido que dejar de lado muchas cosas que son tan importantes... –dijo bajando la voz– Azrael, hijo mío, a que se debe esta... ¡gustosa visita!...Por favor, sed breves, este viejo tiene muchas cosas que hacer.–

El rey decía estar viejo, pero la verdad es que no lo era debido a su temprano nombramiento real, luego de la misteriosa desaparición de su padre antes de la guerra de los elementos. Gozaba aun de salud y gozo, pero ser rey era algo verdaderamente agotador para él, un mal necesario dijo una vez, alguien debe dictar las reglas.

Leonor lo notaba más decaído y con una mirada más apagada desde la última vez que lo visitó, sus ojeras denotaban un cansancio enorme.

–Padre– dijo Leonor, con una mirada triste– vengo ante ti a rendir homenaje a mi madre, y a pedirte un enorme y difícil favor, en nombre de todas las mujeres de Leódria– hizo una reverencia real hacia su padre, que la miraba detenidamente.

–Leonor, hija mía, el ánima de tu madre descansa junto a la de muchas otras bajo la hermosa luz ancestral de Novus, cuéntame–

–Queremos uniros a... –dijo temblorosa, Le sudaban las manos cuando estaba nerviosa, pero su deseo por cumplir su sueño le animó y pudo levantar la vista y alzar la voz– las mujeres queremos enlistarnos al llamado de las armas, y ser parte del batallón de Leódria, padre, os ruego, me incluyo en la causa. Déjame mostrarte mis habilidades, demostrarte que soy capaz de... –

– ¡Leonor!, ¡ignoras nuestras creencias al intentar pedirme algo asi! – El rey se levantó de su asiento con la mirada clavada en los ojos de su hija.

– No puedo creer que mi propia hija sería capaz de esto, ¿ni siquiera una huelga? ¿Ni siquiera una carta? Ser mi hija no conlleva ninguna ventaja política jovencita, esto, ¡no es un pueblo bárbaro!–.

– Ella lo sabe al igual que yo padre– dijo Azrael dando un paso al frente, el Arcangel había cambiado sus ropas antes de partir al castillo, se colocó su armadura de Arcángel, una formidable pechera blanca con diseños de alas doradas y frases rúnicas, la cota de malla en su interior, que tapaba del torso hasta su cuello y cubría sus brazos, tenía un cuidado diseño emplumado con puntas ovoides. Desde el hombro hasta sus manos estaban cubiertas con hombreras, coderas, muñequeras y guantes con numerosos escritos rúnicos que se utilizaban para distintos propósitos en batalla. Bajo uno de sus brazos cargaba su casco celestial, una detallada forma de demostrar el temple de los Arcángeles, su cimera tenía tres plumas rojas inclinadas hacia la nuca y de los extremos de su visera salían alas de oro puro. Su cabello largo, liso y rubio dejaba su frente libre de cabello. Era un peinado que le permitia dejarse el cabello largo, de manera que en batalla no le moleste en absoluto. Y una capa blanca en su espalda que rozaba el suelo y un semblante heroico en su cara.

Azrael se arrodillo frente a su padre en forma sumisa y dijo:

–Padre, os lo ruego, Leonor cumple las aptitudes necesarias, que superan las capacidades de un Kerubin, como tu mano derecha, os pido que te nos unas a la causa. –

El rey, se acercó a sus hijos lentamente, miró a su hijo Azrael, levantó su mano y lo golpeó fuertemente en la mejilla. El sonido de la bofetada hizo eco en el salón del trono. Leonor se quedó abrumada por la situación.

-¡Azzy!- gritó Leonor estirando una mano hacia su hermano.

-¡Detente allí jovencita!- grito estridentemente el rey. Ofidio sonreía malignamente tras el trono.

Azrael se quedó de rodillas, con la mejilla roja como el fuego de las antorchas. El joven en su pechera tenía un prendedor que indicaba que era la mano derecha del Rey, pero el Tir Mann lo tomó y lo arrancó de la delgada tela que lo afirmaba.

–Ya no te mereces este título– dijo el Rey con una mirada oscura y enojada, pero Azrael no lo miraba a los ojos, ya que un Arcángel debe proteger y servir a su rey. – Serás destituido de tu rango, ¡serás un pueblerino por un mes como castigo! ¡Vete de este salón! – dijo el Rey.

Azrael lo miró, dejó el casco en el suelo y se retiró con la mirada al frente, se veía molesto, pero no tenía nada que hacer. Ofidio tenía una mirada de alegría y gozo, sus dientes amarillos sobresalieron en una asquerosa sonrisa y susurrando dijo:

–Ya es la hora–.

–No te reconozco padre– dijo la hija del Rey– ¡Azzy solo me ayudaba a cumplir mi sueño!, me lleno de esperanzas al invitarme a conversar aquí contigo, pensamos que darías tu brazo a torcer y no nos juzgarías. – Sus tibias lagrimas salían de sus ojos y mojaban la comisura de sus labios–No se merece nada de esto padre, si vas a culpar a alguien, ¡cúlpame a mí!- concluyó la joven sin saber que más decir o hacer.

–Leonor, tu destino ya estaba escrito desde que naciste, tu eres una princesa, tienes una obligación para con tu pueblo, y yo como la ley, el orden, y el protector de Leódria tengo estatutos, normas y tradiciones que debo acatar al pie de la letra– dijo mirándola a la cara con sus ojos grises y tristes. – ¡mis propios hijos!, conspirando para seguir una causa prohibida, ¡mi propio heredero dispuesto a romper con nuestras propias tradiciones! ¡No lo puedo permitir! ¡Estas castigada! una semana encerrada en la torre como mínimo jovencita.

-¡Te Odio!- dijo Leonor con furia, se agachó, tomo el casco de Azrael y se dirigió a la salida del salón del trono.

– ¡No me des la espalda jovencita!– dijo el rey a lo lejos, apuntándola con el dedo- ¡Aun no termino contigo, insolente!-

–La niña es aún muy joven mi señor – Dijo Ofidio saliendo de las sombras del trono alado. – Cuando la fruta madure, estoy seguro que la razón borrara de su mente su testaruda causa. –

–Ofidio, llama al consejo– dijo Amus III sentándose en el trono y colocándose la mano en la cara.

–Mi señor, lamento decirle que tiene otra visita– dijo el viejo jorobado.

– ¡Por los infiernos de Kaitmio! ¡Lo que me faltaba!- dijo golpeando el trono y apagando un par de velas con el golpe.

Mientras tanto Leonor corrió sin dirección por la ciudadela, era obvio que su padre enviaría Serafines a buscarla pero la decisión ya estaba tomada, dejaría Leódria y viajaría a Ventrios, donde están los enanos, para convertirse en un Arcángel.

Llego a un lúgubre lugar que estaba apegado a la muralla interior de La Antorcha, es raro, en todos los años que a vivió en Leódria, nunca se dio cuenta de que existía. Al entrar forzando un poco la puerta que estaba podrida y en mal estado, pudo divisar en la oscuridad un montón de mantas blancas sobre mesones largos, se podían ver a través de ellas rostros y pies inmóviles, inertes; eran cadáveres. En una mesa había un libro abierto, parecía ser una nómina que contenía en cada hoja decenas de nombres y su información. Leonor dejo el casco de su hermano sobre la mesa y se puso a leer:

Rosa Tris, Panadera, Paro Cardiaco/Intento fallido

Gregorio Centellón, Kerubin, Paro Cardiaco/ Intento fallido

Xharos Trast, Ignio, Paro Cardiaco/ Intento fallido.

La lista era enorme. Pero Leonor no pudo evitar en ver el nombre que salía al final de la hoja.

Suma Dooh 2, Tir Mann, Revivido/ Aprobado.

En el documento de unas cien hojas, doblado y viejo por el uso en distintas superficies aparentemente no muy agradables, se podía leer en su cubierta:

"Dejar pertenencias de los especímenes junto a la entrada de la morgue común."

La causa de muerte más común era paro cardiaco. Debía ser el salón de experimentos de los Nefilim, Leonor no podía creerlo, el lugar estaba cargado de energía negativa, podía sentirlo, cuando se acercó a la puerta de la morgue, había un barril de madera donde había dos espadas, un escudo, el casco y la pechera de un Kerubin, y un pan podrido. Para escapar necesitaba disfrazarse y así poder pasar desapercibida por Las Ardes, es difícil entrar, ¿pero lo será salir?.

Tir Mann, decía en la nomina...De pronto la puerta principal del lugar se abre y se escuchan metálicos pasos caminando en dirección a la morgue.

–Leonor, sé que estas ahí– dijo el hombre.

– ¿Azrael? – dijo Leonor desde el fondo de la sala. Azrael se acercó a su hermana con una sonrisa de alegría. La joven se alejó de él.

–Hermano, tome mi decisión, me iré de Leódria, sí que si debo pelear contigo para salir de aquí, ¡lo hare! –

–Tranquila hermana, no vengo a discutirte, te conozco desde antes que nacieras, Leonor, sabía que saldrías del salón del trono con ese propósito, te seguí cuando saliste corriendo. – dijo Azrael con un tono de voz condescendiente.

– Venia a exigirte que me cumplas una promesa. – El joven sacó un cinto rojo carmesí de su pechera y lo empezó a amarrar en su brazo.

–Una promesa angelical... – dijo Leonor– ¿Cuál? –

–Prometedme que serás la mejor Arcángel de todo Gaia– dijo Azrael. Los ojos de Leonor se llenaron de lágrimas.

–S...Si hermano–titubeo un segundo, se limpió las lágrimas y dijo– Cumpliré la promesa hermano. –

–Bien, te ayudare a salir, los guardias de las Ardes aún no saben de mi destitución, vi mi casco en la entrada, lo usare para abrirte paso. –

Los hermanos emprendieron macha hacia la entrada de la ciudadela, se podía divisar una enorme humareda en el otro extremo de la ciudad.

Por otro lado, la visita del rey entró al salón del trono, era una persona encapuchada, caminaba por la alfombra real y no se podía ver su rostro. Cuando llego frente al rey este dijo:

– ¿Qué es esto? ¿Una broma Ofidio? – el jorobado contesto:

–Depende del punto de vista mi señor- Ofidio comenzó a reír.

– ¡No te entiendo Nefilim! Explícame de que se trata todo es...-.

–No hace falta explicarlo, su alteza– interrumpió el hombre con una voz burlona. –Vengo de Figria mi señor, vengo a entregarle algo que es completamente suyo. –

– ¿Figria? – El rey se puso de pie– ¡quien permitió esto! Está prohibida la entrada a los habitantes de Figria en todo el continente–

–Pero como le dije señor... – el hombre se quitó la capa y dejo ver su verdadera apariencia. Era un Arlequín, conocidos bufones que viajan de reino en reino buscando entretener a la burguesía.

–... ¡No hace falta explicarlo! – el Arlequín estiró su brazo rápidamente y de su mano colgaba una cabeza, era nada más y nada menos que la cabeza del rey Amus Hood II. Los ojos se retorcían y su boca botaba entre saliva y sangre, al parecer tenia vida, pero..¿Como? pensó el Rey.

– ¡Padre! –Dijo Amus III– ¡Sabandijas!, ¡cómo se atreven a hacer algo como esto! – ¡Arcángeles! ¡Serafines! – Su voz hizo eco en el salón, y nadie llegó.

El Arlequín se rio estridentemente en el salón del trono, su risa era malévola y desquiciada, sus vestimentas hechas para el oficio de bufón lo cubría de pies a cabeza, de distintos colores y parches de telas de distinto material, pero estaban cubiertas de sangre.

– ¡¿Viste su cara?! ¡Jo Jooo! Dime que viste su cara– Se llevó una mano a la boca- ¡Que triste! Vio a su papito a la cara, ¿¡Y SE ENOJÓ!? – dijo el Arlequín cambiando su tono agudo, a uno grave y maligno. El rey lo miraba impotente, con la mano en la empuñadura de su espada real, estudiaba sus movimientos, que hasta el momento se veían impredecibles.

– ¡Si yo viera a mi papi asi me sentiría muy feliz! – la cara del Arlequín tenía la pintura corrida y manchada de sangre, pero se podía dilucidar una mirada de odio

– Que tal si te sacamos la cabeza a ti y se la mostramos a tu hijito, ¿se pondrá feliz luego de esa teatral salida? – se burló el bufón.

-¡Silencio escoria! Quien eres y que es lo que quieres- dijo el rey muy enojado. La cabeza aun se retorcia en las manos del Arlequín.

-Mi señor, el solo...-

¡ZAS!

La cabeza de Ofidio cayó pesada al suelo, el rey limpio la espada en la joroba del Nefilim mirando fijamente al hombre burlesco.

– ¿Quien eres?... –Tomo posición de ataque como todo un caballero–... ¿¡Y que es lo que quieres!?–

– ¡Guaaaaaaaau! ¿Viste eso? fue como ¡Zas! – Dijo imitando el movimiento de la espada– ¡Zas!, ¡Zas! ¡Jo Joooo! – dijo el Arlequín. – ¡Mi nombre es Bonzo!, su alteza, dijo con una reverencia teatral que hizo sonar los cascabeles de su gorro Arlequín. – Vengo de Figria a matarlo aquí, ¡SI! ¡AQUI! en su sala del trono, el jefecito Viktor me dijo, ¡SÁCALE LA CABEZA!, sí que bonzo le sacara la cabeza; jefecito dijo ¡TRÁEMELA!, y Bonzo se la llevara. –

– ¿¡Como entraste y donde están mis Serafines y Arcángeles!? –gritó el Rey.

–Tontos son, Tontos son ¡Jo Joo! ¡Se fueron a ver el incendio! ¡apaguen el fuego Serafines!, ¡Sera serafines! ¡Gritaba la gente! ¡Jo Joo! Ofidio inició el fuego y bonzo entró de puntillas a la morgue, saco la cabeza de tu feo padre, ¡y la traje para aca! ¡Ji Jiii! ¡Jo Joo! – dijo mientras interpretaba lo que decía.

– ¡Desgraciado! – El rey se desabrochó la capa y ataco al bufón, un golpe directo al pecho. El golpe llego de lleno en la cabeza de su padre. El bufón la soltó y el rey con un movimiento vertical la hizo caer en el suelo, para continuar atacando Bonzo.

-¡Jo Joo! ¡Papi! ¡Zas!, ¡Zas!... ¡Wii! – Decía el bufón esquivando los estoques, era muy rápido y ágil por su delgada contextura física. Luego de varios ataques fallidos del rey, saltó hacia atrás para tomar distancia, y un respiro.

–Que aburrido, que aburrido, su alteza, ¡soy un mal bufón!, ¡no lo he hecho reír ni una sola vez! – Bonzo hizo un movimiento rápido y de sus manos salieron barajas de cartas. – ¿Le gusta la magia alteza? ¿Le gusta? ¿¡LE GUSTA!? ¡Jo Jooo! ¿Le gusta? – Con un movimiento rápido lanzó las cartas de baraja, y fueron en dirección al rey a una velocidad impredecible, el rey soltó la espada y con un movimiento uso el fuego de las velas para quemarlas, y con otro movimiento vertical lanzo fuego al bufón y a toda la sala, Bonzo se llevó una mano a la boca con un grito sordo.

– ¡Jo Joooo! –se alcanzó escuchar entre las ascuas, la habitación entera estaba en llamas y las alas del trono parecían las de un fénix.

El rey estaba exhausto, no podía dejar de pensar en la falta de entrenamiento que tenía. Estaba indefenso, sin armadura ni trucos bajo la manga.

Entre las llamas se podía ver la silueta del bufón, pero en otro lado opuesto, se veía otra, a sus laterales había dos siluetas más.

– ¡Ya basta! – dijo haciendo un movimiento con los brazos para poder quemar las siluetas pero las llamas seguían donde estaban, de pronto, el rey se dio cuenta de que sus brazos no estaban, sintió la ausencia de sus extremidades, y comenzó a doler. El rey gritó desgarradoramente, y una silueta le corto la yugular horizontalmente con una carta, káiser de corazones. El grito del rey cesó entre gorgoteos de sangre. Mientras su mirada se nublaba y su vida se apagaba pudo ver a Bonzo riéndose estrepitosamente, y luego hizo un movimiento con una carta de Joker y le cortó la cabeza.

En Las Ardes estaban Leonor y Azrael.

–Es tiempo de partir hermanita, ¡ve! – dijo Azrael.

–Hermano... gracias por todo, te quiero mucho... perdóname por tu destitución, te lo pagare algún día– dijo Leonor.

–Págamelo cumpliendo tu promesa, ya vete hermana, antes de que nos descubran– dijo abrazando a su hermana.

Y Leonor emprendió la marcha hacia Ogaden, su abuelo Gorne la ayudaría para poder ir a Ventrios, a esas horas de la noche solo se veían sombras y gatos negros bajo la luz de las estrellas, Leonor no podía dejar de pensar, que lo últimas palabras que le dijo a su padre, fueron..."Te Odio".

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