En rut

By mariafeanvi

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La incertidumbre de su naturaleza lo torturó hasta los quince años. Quería ser beta; la vida lo hizo omega. ... More

Guía Omegaverse
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
Capítulo XXII
Capítulo XXIII
Capítulo XXIV
Capítulo XXV
Capítulo XXVII
Capítulo XXVIII
Capítulo XXIX
Capítulo XXX
Capítulo XXXI
Capítulo XXXII
Epílogo
Extra

Capítulo XXVI

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By mariafeanvi


Julio, 2010
Una semana después

No apartaba la vista de la carretera aunque a veces fuera inevitable que mirara a su izquierda por el rabillo del ojo. Lo había hecho varias veces, al fin y al cabo era un viaje de aproximadamente cuatro horas y en la última él se había dormido.

También debía confesar que le gustaba mirarlo para comprobar en sí que era real.

—Louis —susurró cuando el semáforo cambió de ámbar a rojo—. Louis, ya entramos en Londres.

Aunque fuera domingo, el tráfico de la ciudad los había recibido.

El BMW estaba atestado de maletas en los asientos traseros. De Harry eran tres, una en exclusiva preparada por Annette con todo aquello que consideraba necesario para la emancipación; desde toallas a trapos de cocina. La mujer había insistido en que se llevara incluso algún escobillón. Harry entonces se encargó de recordarle que en Londres había tiendas para comprar todo eso. Ella obviamente no lo escuchó.

De Louis en cambio sólo había una maleta que se usaba por primera vez. También se llevó su mochila de siempre, llena a sus pies en el asiento del copiloto. Harry sonrió cuando lo vio revolverse en el asiento, restregándose somnoliento un ojo con el dorso de una mano.

Sí, claro que sonreía. Todo era... increíble. Louis había aceptado irse con él a Londres.

Louis y él estaban en Londres.

Cuando el omega le confesó aquello, le llevó unos instantes asumir que realmente le había hecho tal propuesta. Recordaba el malestar de la fiebre y que Louis se había preocupado por él. Sabía que había dicho más cosas de las que debía, pero, absurdamente, le había salido bien. El de ojos añiles se había aferrado a él tras declarar aquello, repitiendo demasiadas veces que no iba a desaparecer. Que lo perdonara. Que confiara en él. Y por supuesto, el alfa se rindió. Cayó a sus pies y entre besos lo celebró. Rieron también. Se prometieron mil cosas; Louis incluso se prometió a sí mismo que tenía que convencer a Harry; que tenía que transformar aquel semblante que a veces tornaba a incrédulo, que se preguntaba si en realidad no cambiaría de opinión.

Se lo prometió y lo cumplió.

Fue al día siguiente cuando abandonaron la casa de la playa. Harry, a regañadientes, volvió a subirse en la moto y con asombro descubrieron que su coche mantenía las cuatro ruedas a pesar de haber pasado la noche en el desierto polígono de East Hill. Fue entonces cuando también bromearon, pues Harry se montó en su coche para seguir a Louis, que iba en su moto, pareciendo que lo escoltaba hasta su casa. Fue entonces cuando también prometieron verse cada día de la nueva semana.

Lo cumplieron.

Cuando Harry se reincorporó al trabajo fue todo una locura. Tuvo que adelantar los asuntos aplazados del viernes pasado y asistir a dos reuniones por videoconferencia con Londres, descubriendo asimismo que el traslado a allí, cuanto antes se diera iba a ser mejor. Niall se había encargado de gruñirle por eso. Cantidad de acuerdos requerían su aprobación y todo se demoraba más si él debía darles el visto bueno desde Plymouth.

Y mientras estaba Louis. Hasta que el omega no le anunció a Marjorie su decisión no fue consciente de lo que realmente haría. Le nació dudar por un momento al imaginarse a su madre sola, sin embargo, fue ella la que precisamente le pidió que lo hiciera; la que le dijo que no pensara en nada más y se fuera con Harry si era lo que sentía, pues la única explicación que fue capaz de darle su hijo para explicar aquel giro de ciento ochenta grados en su vida, fue que no lo quería perder. El alfa se iría sí o sí y aunque pareciera de locos, él no sabría qué hacer. ¿Pasar semanas sin verlo? ¿Limitar todo a llamadas y mensajes? Eso de repente no era siquiera una opción. Después de tres noches con él no lo era, así que le hizo caso a su madre y, sin más, se fueron a comprar una maleta de viaje.

Y Harry y él sí se vieron todos los días. A veces iban a cenar u otras no salían del coche. El omega dejaba que el otro hablara y le contara de la empresa y los cambios en el traslado. A veces también escuchaba algo sobre las reuniones. Asentía y planeaban hasta que estuvieron de acuerdo en que debían viajar el domingo siguiente. Las piernas de Louis temblaron cuando Harry apareció ese día con un estilismo más que informal. Un simple pantalón negro, camiseta azul y pelo suelto; con unas gafas de sol Ray Ban a modo de diadema. Sí, le tembló todo cuando lo miró con aquellos ojos llenos de ilusión y lo besó, sin pedir permiso, con una sonrisa que se dibujó en sus labios antes de separarse. Antes de preguntarle si estaba listo; si lo ayudaba con la maleta. Horas atrás lo estaba y ahora... ahora ya habían llegado.

El omega soltó un gracioso quejido, desperezándose y quejándose por lo bajo porque se le había dormido un brazo gracias a la postura que adoptó contra el cristal de la ventana. No estaba cansado, pero no acostumbraba a viajar tantas horas en coche y terminó mareándose cuando quiso leer algo en su móvil nuevo. Las primeras horas fueron hablando, comentando algo de gustos musicales. Cuando Harry se percató de que el otro se adormitaba tras comentarle que no había sido buena idea ojear la página web del canal de noticias en el teléfono, lo dejó.

—Buenos días —bromeó el alfa, metiendo la primera marcha en la palanca de cambios ya que el semáforo había vuelto a cambiar a verde.

Eran las siete de la tarde para ser exactos.

—Me dormí —declaró Louis, sobándose el cuello.

—Ajá...

El omega entonces fue consciente de lo que el otro le había dicho hacía apenas un minuto. Ya habían entrado a Londres. Se sintió tonto cuando pegó su nariz al cristal, ojeando las calles oscuras porque ya comenzaba a caer la noche cerrada. Se notó enrojecer cuando vio absurda la idea de encontrarse con el Big Ben de frente, como si la gigantesca ciudad sólo tuviera eso que mostrar. Lo cierto fue que con lo que se encontró fueron casas con tejados a dos aguas y chimeneas que expulsaban humo. Con un tráfico llevadero a pesar de todo mientras las líneas de tren pasaban por encima de su cabeza. Había hecho viajes con sus padres cuando era pequeño, recordaba vagamente uno a Escocia, sin embargo, jamás había estado en la capital de Inglaterra.

—Llegaremos en unos cuarenta minutos.

Louis asintió mientras fijaba su vista en un autobús rojo de dos pisos y luego en los ciclistas que circulaban ordenados por el carril bici. No lo había observado todo ni cinco minutos y ya era consciente de lo diferente que era Londres de Plymouth. Cantidad de gente se agolpaba en los pasos de peatones, esperando que su semáforo cambiara a verde, como si aquello se tratara de una mismísima carrera de relevos. Comenzaron a aparecer edificios altos e iluminados y más y más gente que correteaba calle arriba o calle abajo. Cláxones sonando y demasiadas personas pegadas a sus teléfonos móviles. ¿De verdad era domingo en Londres? Se suponía que las tiendas estaban cerradas, mas no los locales de ocio y restauración.

—A veces da gusto verla así —comenzó Harry—. Hoy es cuando la ciudad está tranquila.

Louis se giró de inmediato.

—¿Esto es tranquilo?

El otro no tardó en reír.

—Créeme que sí. La mayoría son turistas, así que imagínate esto entre semana, cuando se le sumen los apurados londinenses.

El omega se limitó a tragar saliva.

Fue al adentrarse a la zona de la City cuando el ambiente sí relumbró más deshabitado. Louis volvió a pegar la nariz a la ventana, alzando la vista hacia las colosales edificaciones. Una en concreto, de forma circular, llamó en demasía su atención. Había también grúas inmensas con nuevas construcciones casi a acabar.

Sentía que había entrado en una dimensión futurista en tan sólo unos segundos.

—El parking no está lejos de aquí. —Señaló el ojiverde.

Condujo apenas diez minutos más y Louis abrió mucho los ojos, dando un bote en el asiento.

—¡El puente! ¡¿Estamos cruzando El Puente de Londres?! P-pero si se ve desde aquí El Puente de la Torre, Harry. ¡Míralo!

El alfa tuvo que soltar una carcajada baja cuando Louis, por enésima vez, se encoló al cristal. Efectivamente, una de las figuras más emblemáticas de la ciudad se alzaba justo al lado. Iluminado en tonos fríos, se enmarcaba a la perfección en el cielo oscuro. Louis lo concibió mucho más grande de lo que lo llegó a imaginar al verlo en la televisión o fotos.

—Si te apetece luego podemos ir a dar un paseo.

Harry tuvo que adivinar que el otro había asentido, pues seguía embelesado mirando todo a su alrededor.

El parking privado no quedaba lejos del edificio donde vivirían, ubicado en el municipio de Southwark. Harry no tardó en comentarle que gracias a la ubicación podía permitirse ir caminando al trabajo, cruzando aquel mismo puente que había dejado al omega fascinado. Cuanto menos, fue cómica la escena en la que tuvieron que arrastrar cuatro maletas. Por suerte, sólo debían caminar dos calles mientras Louis volvía a observar embelesado todo a su alrededor, siguiendo al mayor.

Cuando dieron con el elegante edificio, el omega permaneció en silencio mientras Harry abría las puertas y adivinaba qué llave era la del ascensor. Cuando por fin arribaron a la silenciosa vivienda, el menor continuó en silencio mientras el otro arrastraba las maletas. Entró algo cohibido siguiendo a Harry, quien rió al encontrarse en la barra de la cocina una nota de Niall.

"Que envidia de mejor amigo tienes. Te he llenado un poco la nevera y te compré papel higiénico. De nada y, ¡bienvenido! Nos vemos mañana en la oficina, haré como en las películas y llevaré donuts y café mientras nos quejamos de los negocios.
PD: el grifo del fregadero gotea"

Cuando alquiló el piso se encargó de darle una copia de las llaves a Niall ya que él ya vivía en la ciudad. Su amigo le comentó que iría a echar un vistazo, mas no que había tenido aquellos necesarios detalles, sobre todo el del papel higiénico. Sí, definitivamente tuvo que reír con ganas.

—¿Todo bien? —cuestionó Louis con timidez.

Harry se volteó a mirarlo, sonriente.

—Sí, mi amigo Niall nos ha hecho una pequeña compra y al parecer el grifo gotea. —Louis frunció el ceño y el otro hizo un ademán divertido—. Pero sí, todo está bien. Perfecto. ¿Te enseño la casa? La verdad que se ve sola, es decir, es pequeña aunque creo que suficiente.

El de ojos añiles se limitó a asentir.

Abrieron alguna ventana para ventilar y tal y como aseguró el alfa, las estancias se enseñaron enseguida.

—Y este el dormitorio. El baño es esa puerta de ahí y aquí detrás el armario vestidor. —El omega lo seguía en todo momento—. Yo ocuparé estas baldas. ¿Te vale a ti con esas?

Louis no tardó entonces en notar sus mejillas enrojecer. Harry le había señalado casi medio vestidor, mucho más grande que cualquier ropero que había tenido.

—Claro. N-ni siquiera necesito tanto.

Había metido parte de su ropa en la maleta y estaba seguro de que no iba a necesitar la cantidad de perchas que allí colgaban y ni hablar de la zona del zapatero... Él sólo se llevó dos pares, no solía usar muchos más. Eran tres si contaba los que llevaba puestos.

—¿Te gusta la casa? —Harry se rascó nervioso la nuca, mostrándose inquieto—. ¿Crees que estarás cómodo?

El omega dejó de contar para sí los pares de zapatos que cabrían en aquella balda y miró a Harry. Sus ojos verdes lo observaban con cautela y sólo pudo suspirar.

—Es muy acogedora. Sí que estaré cómodo.

—Bien. —Se había mordisqueó el labio inferior tras hablar. Luego, caminó de nuevo hasta el dormitorio, donde sacó algo de un bolsillo lateral de una de sus maletas—. Pues hay algo que debo darte.

Louis aguardó curioso antes de comprobar que Harry le tendía un manojo de dos llaves. Las miró unos instantes antes de alzar de nuevo la vista. Asintió y Harry le sonrió, algo azorado.

Louis también volvió a suspirar.

—¿Te das cuenta de que es la segunda vez que me das... llaves?

Harry jugueteó nervioso con sus propios dedos.

—Es verdad. —Se encogió de hombros, con un ligero rubor esparciéndose por sus mejillas—. Creo que estaría bien que me pasara a lo tradicional, ¿no? Flores, quizás bombones...

Louis rió de inmediato, negando.

—Tú eres de llaves y motos. Diferente. —Tuvo que agachar la cabeza cuando esa vez sintió él el calor en el rostro.

Y Harry dio un paso, acercándose.

—¿Cumplen al menos su objetivo?

Lo sintió definitivamente cerca, así que Louis lo miró de nuevo.

—¿Qué objetivo?

—No sé, el de hacer que pienses en la persona. En hacer ilusión...

El menor se quedó por un momento sin aliento.

—Sí que lo cumplen, Harry.

Notó los latidos fuertes contra el pecho al sentir una caricia en un brazo. Harry lo observaba atento mientras lo veía toquetear las llaves.

—Odio el tema de deshacer la maleta y todo eso —dijo el ojiverde—. ¿Te parece si nos lo quitamos ya de encima? Luego podemos comer algo aquí y salir a dar una vuelta.

—Me parece —concordó Louis, en mitad de una sonrisa.

El pequeño piso no tardó en convertirse en un caos de maletas y objetos regados por cualquier lado. Harry se había traído libros que descansaban en pila sobre el sofá. En la barra de la cocina había toallas y más enceres mientras el dormitorio lucía patas arriba. Mientras doblaba sus sudaderas, Louis recabó en algo que ya sabía; en aquello que volvía más real el estar allí. Él y Harry quedaron por muchos días, mas sin sacar algo en claro. ¿Cuánto se suponía que iban a estar allí? No lo sabía; era algo que nunca hablaron. El alfa, en mitad de alguna conversación sobre el trabajo, le había dicho que el proyecto se podía alargar a dos años. Él en cambio había ido allí para probar; para suplir aquella inherente necesidad que nació sin más.

La de no saberse separados.

Louis no se imaginaba sin Harry y Harry, en sí, sólo quería estar con Louis. Estaba enamorado de él. ¿Cómo no iba a desear tenerlo cerca después de todo lo que pasó? Después de saberlo en peligro. Después de dar por hecho que lo perdería.

Y ahora lo tenía allí.

Ordenaba con lentitud su parte del vestidor porque se quedaba más tiempo de la cuenta observando cómo el omega decidía qué estantes usar o probaba a poner unas camisetas en perchas mientras arrugaba mucho el ceño. Estaba seguro de que tenía que pasar varios días para hacerse a aquello, pues partía de la base de que todavía se pellizcaba cuando era Louis el que se acercaba a él, buscando un simple contacto o un beso.

Les llevó más de una hora organizar todo y planear qué necesitarían comprar. Acordaron ir al día siguiente al supermercado e ir apuntando en una lista lo que poco a poco se les fuera ocurriendo. Pudieron guardar las maletas vacías bajo la cama y resoplaron exhaustos cuando el pequeño piso ya no parecía un frente de batalla.

—Lou —llamó el mayor—. ¿Qué lado de la cama prefieres?

El aludido dio sin remedio un respingo.

—¿Lado de la cama? M-me da igual... Uhm, el izquierdo mismo.

Harry sonrió.

En la casa de la playa también habían dormido así.

—Está bien.

—P-pero si quieres usa tú ese. Quiero decir, dije el izquierdo por decir uno, pero si lo quie-

Calló cuando el alfa volvió a estar cerca de él, rozándole un brazo.

—Me gusta el lado derecho. —Sonrió conciliador. El otro inspiraba—. ¿Estás bien o esto es demasiado para ti?

Quizás demasiada organización. Demasiadas preguntas de ámbito doméstico...

—No, está bien —aseguró el menor—. Es... raro, pero está bien.

Harry asintió.

—Quiero que estés bien. —La acaricia en el brazo de Louis ascendió hasta el hombro y luego a un lado de su barbilla—. Estás nervioso.

Fue una afirmación y el otro se vio en la obligación de suspirar.

—Me pones nervioso.

Harry lució entonces tensó.

—Yo... ¿Hice algo mal? No quiero...

En cambio el otro ya se encontraba agitando la cabeza, aproximándose apenas para mirarlo mejor a los ojos.

—No, Harry. Creo que tú no puedes hacer algo mal.

Al alfa se le marcaron rápido los hoyuelos al oírlo. Louis no tardó en alzar una mano para tocarle las puntas de la melena. Contuvo el aliento cuando entonces sintió un toque en su baja espalda.

Hablar de los lados de la cama era dar significado a que volverían a compartir más de tres noches.

El omega se remojó los labios y tragó saliva cuando observó cómo Harry se acercaba a él, aspirando su cuello. Se le escapó un gimoteo bajo por ello; uno casi inevitable ante el mismísimo aroma del alfa. Protector y fuerte. Tibio y a la vez calmado.

—Me gusta que estés aquí, Lou.

Fue un susurro breve que sintió muy cerca de su boca. Cada vez que acortaba de esa manera su nombre sentía que se le cerraba el estómago. Se quedaba sin aliento.

—Y a mí me gusta estar aquí.

Asintió apenas cuando la nariz de Harry rozó la suya. Abrió la boca para recibir el beso y se puso de puntillas para abrazarlo con cuidado por el cuello. Las caricias en su baja espalda tornaron a más cálidas. Un beso suave donde Louis luchó con el nudo en su garganta al sentir la vibración en el pecho ajeno. El alfa era el que gruñía de sólo tenerlo así. Podían concebir todo como una locura; estar en Londres a veces lo parecía, pero bastaba saberse en sus brazos para normalizar cualquier situación.

Quería estar con él.

Comieron unos sándwiches antes de tomar los abrigos e ir a dar una vuelta. Dieron un paseo hasta La Torre de Londres y desde allí volvieron a ver El Puente. Louis se mostraba fascinado y Harry, con lo que sabía, improvisó un divertido recorrido con algunas indicaciones. El mayor sólo lo observaba, sonriendo ante el semblante que adoptaba cuando le comentaba cómo reaccionaría al ver el resto de sitios significativos de la ciudad.

Llegaron de nuevo al piso bastante tarde y los nervios volvieron a flotar en el ambiente cuando se adentraron en el dormitorio. Fue Louis el que tomó una camiseta y pantalón de chándal viejo para entrar en el baño y cambiarse. Sabía que sus acciones podían carecer de sentido, pero se repitió una y otra vez delante del espejo que no sabía de qué otra forma actuar. Suponía que la situación cambiaría poco a poco y... que definitivamente Harry conseguiría hacérselo todo más fácil, pues cuando salió ya estaba metido en la cama, con también ropa holgada y cómoda, manteniendo un libro frente a él. Con un nudo en el estómago se metió en la cama, observándolo de reojo cuando el alfa también lo miró.

—Ha sido un día ajetreado.

Se mordió el labio inferior tras decir aquello y Louis se tuvo que remover bajo el edredón blanco.

—Sí, lo ha sido. Debes estar agotado de conducir.

—Es un trayecto al que ya estoy hecho.

El alfa sonreía y el omega largó un suspiro cuando lo sintió dejar el libro en la mesilla, apagar la luz y acurrucarse también contra el colchón. A pesar de estar oscuro, podían verse.

—Mañana saldré sobre las siete y media. Espero no despertarte.

—No te preocupes por eso, estoy acostumbrado a madrugar.

—Intentaré venir temprano, podemos salir a comprar o a pasear...

—Sí, suena bien.

—Bien.

Louis se volvió a remover cuando sintió una caricia tímida del alfa. No tardó en acoplarse a un costado y cerrar los ojos al sentir cómo dejaba un beso en sus cabellos. Los aspiró, sabiendo que no tenían por qué decirse nada más. Acurrucarse junto a él era sencillo; tanto que no fue consciente de en qué momento se quedó dormido.

...

Apuntó mentalmente que debía comprar gel de baño, espuma de afeitar y unas esponjas. El reloj marcaba las siete y cuarto de la mañana cuando salió de la ducha. Se colocó su ropa interior y con una toalla a modo de turbante en la cabeza volvió a la habitación, intentando hacer el menor ruido posible. En el vestidor se puso uno de sus trajes negros con camisa blanca y tomó unos zapatos para calzárselos justo antes de salir. Fue a ingresar de nuevo al dormitorio cuando dio un bote al ver a Louis, observándolo divertido.

—¿Te desperté?

El omega negó de inmediato.

—Buenos días.

A Harry le bastó dos segundos reparar en lo que tanto se fijaba el otro. Tenía una maldita toalla morada en la cabeza... Se jaló el pelo cuando se la intentó quitar con rapidez, sabiendo que sus mejillas se estaban comenzando a sonrojar. Sus rizos cayeron aún húmedos por su rostro, totalmente despeinados.

—B-buenos días.

Louis se sobó un ojo, sonriendo cuando Harry le dio un momento la espalda para buscar algo en una de las cómodas. Peinó su cabello con un peine negro y se echó un spray antes de usar sus dedos para estirarlo y formar su habitual moño en la coronilla.

—¿Ya te vas?

Harry asintió antes de acercarse a la cama.

—Sí, entro a las ocho y hoy es día de organizar muchas cosas. ¿Estarás bien?

—Suena a que me estás abandonando a mi suerte en mitad del desierto, Harry. Claro que estaré bien.

El otro rió.

—Bien. Ya sabes que hay comida en la nevera y bueno, apunta todo lo que necesites, ¿de acuerdo? Puedes llamarme cuando quieras y si sales pues... Sólo recuerda cómo volver.

—Creo que para eso te esperaré, tengo miedo de perderme.

Sus miradas llevaban un rato fijas en el otro. Louis lucía algo despeinado y con los ojos todavía hinchados.

—Nos vemos en unas horas entonces —anunció Harry, con toda su atención depositada en él.

—S-sí. Ten un buen día.

Harry asintió antes de hundir los nudillos en el colchón para poder aproximarse a él y darle un beso cálido de despedida. Louis lo observó con sus ojos añiles cuando se separó, intentando contener un resoplido mientras llevaba su atención a las sábanas blancas. Olía fresco y a Harry. La luz de la nueva mañana se colaba por la ventana y él... debía admitir que fue una primera noche en la que durmió de maravilla.

No intentó volver a conciliar el sueño, así que se adentró en el cuarto de baño con los azulejos todavía húmedos por el vapor del agua caliente de la ducha. Curioso se dirigió luego a la cómoda donde Harry se había preparado, comprobando que aquel spray que había usado se trataba de agua de mar. Y olía a Harry. Se tomó incluso el atrevimiento de atomizarse un poco en una muñeca antes de salir al salón. Todavía lucía vacío y el mueble de la televisión sólo estado adornado con unos cuantos libros. Eran de economía, contabilidad y uno en especial más arrugado titulado con "Cómo ser un buen líder". No le sorprendía de Harry. De hecho, era demasiado Harry. Lo tomó para ojearlo antes de adentrarse en la cocina. Sería una mañana larga, buscaría cómo entretenerse o quizás ordenar. Se fijó también en el grifo del fregadero antes de enarcar una ceja. Decidió de repente que una de las cosas que necesitarían comprar era un par de herramientas.

...

Niall entró como un huracán en su despacho, con una caja de Dunkin Donuts en las manos y dos cafés encima, portados magistralmente sin perder el equilibrio. El alfa dejó todo sobre el escritorio antes de abrir los brazos de par en par.

—¡Hermano!

Harry rió mientras se levantaba de su silla y se dirigía a corresponder el abrazo.

—¿Qué tal?

Fingió una tos cuando el irlandés le dio golpes en la espalda y casi lo levantó del suelo.

—¡Ahora mejor! Maldito traidor, me tenías aquí solo y muerto de hambre. ¡A desayunar!

Rieron tomando asiento y Harry agradeció el trago al primer café de la mañana.

Fue cuestión de segundos el notar unos ojos claros y expectantes clavados sobre él.

—Gracias por la compra, Niall. Y por el papel de baño... La verdad que cuando quieres te portas.

El otro únicamente alzó una ceja tras dar un primer mordisco a un donuts glaseados. Tras dos mascadas tragó.

—Ya, ya... ¿Eso es lo que tienes que decir? Desembucha.

—¿Qué quieres que te diga?

Niall podía haber llegado a lucir hasta indignado.

—¡¿Cómo que qué?! Pareces un alfa emparejado. Bueno, eres un alfa emparejado. Has venido con Louis, lo has dejado en tu pisito nuevo antes de salir, ¡¿y me preguntas qué quiero que me digas?! Pues todo, evidentemente. Cuéntame absolutamente todo.

Su amigo rió antes de darle otro sorbo al café. Claro que venía preparado para tal interrogatorio, pues incluso le había rogado que por favor no se lo hiciera por teléfono.

—Pues... bien, ¿qué quieres que te diga? Estoy feliz. Pensé que le costaría o que sería más extraño, pero veo a Louis bien y... eso me tiene tranquilo. Feliz.

Se había encogido de hombros tras hablar con cierto deje soñador. Niall, por su parte, había hecho una mueca antes de espetar:

—Bucólico.

Harry enarcó entonces una ceja, viendo cómo su amigo atacaba un segundo dulce.

—Oh, vamos, ¿para eso querías saber?

—Es que esperaba más drama —declaró haciendo un mohín—, pero todo estás saliendo a pedir de boca, ¿no? Me alegro por eso, hermano. Me lo hubieras dicho antes y no sé, podría haberles llenado la cama de pétalos de rosa —el ojiverde colocó los ojos en blanco, pero no tuvo tiempo de replicar—. ¿Cuándo me lo vas a presentar oficialmente? Dudo que se acuerde de mí. ¿Lo hace? ¿Lo vas a traer un día a que conozca la empresa?

—Sí, tenía pensado invitarlo un día, cuando el trabajo se normalice un poco. Supongo que ahí lo verás.

—¡¿Tan tarde?! —casi chilló Niall.

—No quiero agobiarlo, ya son demasiados cambios para él.

—Uhm, bueno... Así que has vuelto a Londres para ni siquiera verme más a menudo y no me lo presentas. ¡Me parece fatal!

—Tus celitos me van a comenzar a preocupar...

—No son celos, pero ya vives una vida marital y pues a uno le da nostalgia.

—No vivo una vida marital.

—Vivís juntos.

—Por la situación, pero todo va más lento que eso. Estamos probando...

A veces a Harry era eso mismo lo que le daba vértigo. Temía que la propia situación complicara las cosas; que forzara su relación. No llevaba ni una hora fuera de casa y ya sentía deseos de llamarlo para ver si estaba bien.

Fue el ojiverde el que decidió cambiar de tema y abordar otros más profesionales mientras Niall devoraba el tercer donuts. A su pesar, tuvo tres reuniones esa mañana cuando Liam Payne apareció con su nueva secretaria. Le llevó un rato centrar toda su atención en el trabajo. Había llegado la hora de oír hablar de carburantes y nuevas juntas con proveedores y personal.

Cuando por fin dieron las dos de la tarde, se encontraba sacando las llaves para abrir la puerta del piso. Había conseguido salir antes y hacía demasiado tiempo que no tenía tantas ganas de llegar a casa.

Louis estaba sentado en el sofá cuando alzó la vista al sentirlo.

—Hey...

—Hola.

El alfa descubrió muy rápido que se podía acostumbrar a aquello. Louis, allí, con un libro en sus manos y recostado en el sofá.

—¿Cómo estás? —Louis se removió cuando Harry lo saludó con un beso.

—B-bien. Vi la televisión y he estado leyendo. —Harry asintió. Parecía que una deslumbrante sonrisa no tenía intención algunas de abandonar su rostro—. T-también arreglé el grifo que goteaba.

—¿El grifo? —cuestionó confuso. Le llevó unos instantes recordar que era el de la cocina el que tenía el problema—. ¿En serio?

—Sí. —Se estaba volviendo habitual eso de sentirse sonrojado—. Hay que ponerle una goma nueva, pero conseguí apretarlo. Quizás hay que comprar algunas herramientas básicas. Llave inglesa, alicates...

Harry lo observaba casi fascinado.

—Claro.

Lo invitó a comer una vez se hubo quitado la chaqueta del traje. Acordaron que más tarde harían unas compras y quizás visitar algo, pero los planes se vieron significativamente truncados cuando el móvil de Harry se atestó de llamadas que debía atender sí o sí. Su secretaria se trataba de poner al día mientras Liam cerraba reuniones de última hora para el día siguiente. Al final llegaron antes a casa cuando les cogió la noche y Louis se encargó de guardar las pocas compras mientras Harry necesitó su portátil para mandar algunos e-mails.

Cuando se quisieron dar cuenta, ya se volvían a preparar para meterse de nuevo en la cama.

—Siento el día de hoy. Ha sido de locos...

Esa vez era Louis el que ya se estaba acomodando contra la almohada cuando Harry apartó el edredón.

—Es normal. Eres el jefe, ¿no?

—Ya, pero quería estar más tiempo contigo; sorprenderte con mis nefastas dotes de guía turístico.

Louis se mordió el labio inferior, sonriendo sofocado.

—Habrá más días. Si te quitas trabajo ahora tendrás otros momentos libres, ¿no?

El alfa se deslizó entre las sábanas, enfocando al omega mientras estiraba las piernas.

—Tienes razón.

Louis tuvo que respirar hondo cuando sintió los dedos de Harry en su frente, apartándole el pelo. Conocía aquella mirada, así que se aproximó con timidez, inspirando tranquilo cuando percibió el calor. Una caricia en su brazo antes de notar la nariz de Harry contra la de él. No tardó en notar su lengua contra la suya cuando llegó a acariciarle las caderas. El hormigueo se asentó en la boca de su estómago mientras sus labios se deslizaban tranquilos contra los del alfa.

—H-Harry...

El nombrado soltó un gruñido bajo cuando el omega gimoteó su nombre. Lo notaba temblar bajo su cuerpo, casi de la misma manera en la que percibía su turbación. Su garganta picaba junto a todo a aquello que portaba el nombre de Louis. Sabía que estaba nervioso; siempre que lo tocaba sentía que sus músculos se tensaban casi a la par que se relajaban. Besó sus labios superficialmente antes de hacer los mismo en su nariz y luego la frente. No tardó entonces en sentir la mejilla del omega contra su pecho.

—Buenas noches, Lou.

—Buenas noches...

...

Era de noche y llovía. No se veía nada. Su ropa estaba empapada y sentía que se asfixiaba.

El agua salada raspaba en su garganta.

No podía mantener el equilibrio. Sus rodillas chocaban contra la madera del suelo cada vez que se intentaba poner de pie. Quería agarrarse a algo, pero las cuerdas estaban muy lejos. Venía otra ola.

"¡Louis!"

Se giró a buscarlo, pero no lo encontraba. Había reconocido la voz, pero no había nadie.

"¡Louis, me tengo que ir!"

El buque era inmenso. No tenía fin y las olas seguían arremetiendo con fuerza. No podía permanecer de pie; las manos le dolían y estaba helado.

"¡¿Papá?!"

Quería encontrarlo, lo estaba oyendo. Maldita sea, ¡era su voz!

"¡Papá, dónde estás!"

"¡Ayúdalo!"

"¡¿Papá?!"

Pero otra ola golpeó con fuerza. Vio el timón solo, girando sin rumbo mientras el barco caía en el brutal bamboleo del mar. La tormenta los engullía y él no podía levantarse.

"¡Ayúdalo!"

Era su padre. Su padre le gritaba que ayudara a alguien, pero no entendía a quién.

Sin embargo, cuando giró lo vio.

Sintió que volvía a caer contra el suelo, no por la agresividad de las olas, sino porque sus piernas perdieron toda fuerza. Se supo como una marioneta de cuerdas rotas.

"¡Harry! ¡Harry, no!"

Él estaba allí, agarrado a una de las cuerdas, a punto de caer al mar.

"¡Agárrate!"

Parecía que no tenía voluntad.

"¡Ya voy! ¡Agárrate por favor!"

Parecía que no lo oía. Sus rizos ondeaban al viento mientras se alzaba ante el imponente mar. Louis quería llegar hasta él, pero no encontraba las fuerzas. Chocaba contra el suelo cada vez que se intentaba levantar.

Y Harry acababa de resbalar. Sólo se agarraba con una mano...

"¡No, Harry! ¡No me dejes! ¡Aguanta!"

Quería que lo mirara, pero no lo hacía. Era como si él tampoco tuviese fuerzas.

Iba a caer al mar. Lo iba a perder...

—¡Louis! ¡Louis, despierta!

La voz de Harry sonó más alta cuando sus rodillas volvieron a estrellarse con la madera de la cubierta. No tenía sentido. Él no lo quería mirar...

Sintió que lo sacudían mientras una nueva ola arremetía.

No vio más a Harry.

"¡No!"

—¡Louis, por favor!

Pero era su voz la que continuaba oyendo. ¿Qué estaba pasando? No lo entendía. Lo seguían sacudiendo...

Quería gritar.

—¡Harry, no! ¡Harry!

—Louis, tranquilo. ¡Despierta, por favor!

Cayó a la realidad de forma brusca, casi dolorosa. Sus ojos de repente se encontraron con unos verdes y angustiosos.

Con aquellos que quiso salvar.

—¡Harry! —volvió a exclamar su nombre, incrédulo al saberlo tan cerca.

—Estoy aquí, cariño. Ya está, fue un sueño. Ya está, estoy aquí...

Sintió la calidez tras un movimiento. El ojiverde lo estaba estrechando contra él, firme, aspirando su olor mientras lo mecía con mimo. Le llevó un par de instantes más reconocer la habitación, la cama y el lío de sábanas.

Todo había sido un sueño. Más bien una pesadilla, pero aun así sus ojos estaban anegados en lágrimas. Había sido demasiado real; él vio cómo resbaló y desapareció, probablemente al ser engullido por el mar. Lo vio antes de eso rendido...

—No te vayas —balbuceó mientras un sollozo escapaba de su garganta—. Tú también no.

Harry sólo lo envolvió con más fuerza. Un gruñido de alerta se encerraba en su pecho mientras trataba de tranquilizarlo. Louis se había aferrado a su camiseta cuando decidió enterrar el rostro en su cuello.

—No me voy a ningún lado. Sin ti no...

El alfa hundió la nariz en el cabello ajeno antes de aspirar. Quería cubrirlo con su cuerpo y garantizarle que nada iba a pasar. Daría su vida por ello.

—H-había agua; era un barco y tú ibas a caer y yo n-no podía hacer nada. Yo quería per-

—Shh, no —lo interrumpió, dejando besos en su coronilla—. No voy a caer. Estoy aquí contigo, Louis. Estamos bien.

Tembló contra él, todavía incrédulo. Harry era real; ese era el Harry real y no aquel que parecía acabado.

—Te necesito.

La declaración del omega fue pronunciada en un gimoteo tan bajo...

—Y yo a ti.

Mas la de Harry en un tono firme. Le sobó la espalda hasta que Louis tuvo la valentía de separarse un momento para alzar el rostro empapado en lágrimas. El mayor no tardó en barrerlas con sus pulgares.

—Es algo... desde muy adentro. —El omega había vuelto a susurrar, tocándose el pecho.

Harry se permitió asentir con calma mientras le acariciaba las mejillas. También esbozó una sonrisa suave.

—Ya. Mi Alfa también te necesita.

—Es... él.

Harry respiró tranquilo.

—No es ningún "él", Lou. Es tu Omega; es parte de ti.

El aludido sólo sintió una corriente en su espina dorsal e intentó tragar saliva.

—A veces... Hace lo que quiere. A veces no lo entiendo. No lo quiero.

—No lo apartes de ti. Así es más sencillo entenderlo.

El de ojos añiles tuvo que agachar la cabeza. Hablar así de su propia veda... No sabía cómo hacerlo.

Se estremeció cuando sintió un toque en su barbilla. Harry quería que volviera a levantar la cabeza.

—Los dos —habló el alfa—. Si tú me dejas, los dos vamos a entender y querer a tu Omega.

Harry le acarició la cara al sentir la mirada azul clavada sobre él. Le borró el resto de las últimas lágrimas, dándole un beso corto en la frente.

Pero Louis no se movía. Él sólo lo observaba.

—Estás bi-

No pudo pronunciar nada más cuando sintió de repente los labios del omega contra los suyos. Suaves, como un roce aterciopelado. Sin remedio, un gruñido se comenzó a calentar en el centro de su pecho. Fueron sus manos las que decidieron viajar hasta las caderas del otro para ayudar a que se pegara más a él, ayudado por los labios que se entreabrían con timidez; albergando el calor y anhelo de la unión. Sus lenguas encontrándose con recelo, reconociéndose para al instante chocar. Una y otra vez. Y otra. Y otra vez... Caricias que se colaban en el momento y sus pechos pegados con la certeza de que era una sandez que no pudieran estar más juntos.

Los brazos de Louis enroscándose en el cuello de Harry, quien lo estrechaba entre los suyos, notando incluso los latidos sincronizados con los de él. Había sacado algo en claro cada vez que era lo omega el que lo buscaba de esa forma. No llevaba toda su vida besándolo, pero sabía que ya no podría seguir si no pasaba el resto de ella haciéndolo.

—No te vayas —había pronunciado de nuevo Louis, con aliento caliente sobre su boca.

El alfa lo estrechó aún más cuando se dejó caer hacia atrás, descansando sobre las almohadas; llevándoselo consigo.

Harry entonces tuvo el atrevimiento de perder el contacto con sus labios sólo un momento. Lo miró.

—¿Cómo me voy a ir? Llevo años esperándote y comparando todo a lo que sentía contigo, aun cuando nunca te llegué a tener. ¿Cómo me voy a ir, Louis? Cómo me voy si lo que a mí me angustia es no tenerte.

El omega dejó escapar un gimoteo cuando el otro perdió el rostro en su cuello y aspiró, llenándose de él. Acariciando sus mejillas, paseando las manos por su cuerpo menudo; rozando la piel que se escondía debajo de la camiseta.

No había nada como el olor de Louis y, para Louis, no había nada como el cuerpo de Harry sobre el suyo. Nada como sus manos que al principio parecían torpes, pero luego decididas. Su esencia; la seguridad que le brindaba.

Llevaba días luchando con aquel fuego que se concentraba bajo su piel cuando Harry lo tocaba; cuando lo protegía. Ya no podía más.

Mordió su labio inferior cuando Harry arrastró su camiseta y palpó con sus nudillos la epidermis ardiente. Sus ojos se clavaron un momento en él, y no pudo más que boquear. Harry le estaba pidiendo permiso para seguir y él sólo podía asentir, encerrando cantidad de suspiros en su garganta cuando el alfa se encaramó mejor sobre él para descender, levantando la prenda poco a poco para dejar besos cálidos en la piel expuesta. Besos donde primero rozaba bien sus labios.

Louis notaba el corazón casi en la garganta. Sentía que las manos le temblaban y todo el cuerpo le cosquilleaba. Sentía ardor en sus sienes y que no podía dejar las piernas quietas. Harry había ascendido hasta sus pezones para humedecerlos con la lengua y torturarlos con sus labios. Tuvo que separar la espalda del colchón, ahogar otro gimoteo y tomar un puño de las sábanas para hacer su cuello hacía atrás, donde luego Harry depositó un beso y también pasó la lengua mientras volvía a inspirar. Justo cuando luchaba por quitarle la camiseta. El mayor también se quitó la suya cuando Louis tiró del borde de la prenda.

Sus labios chocando de nuevo con algo más que frenesí. Sus torsos piel con piel y la necesidad cargando cada vez más el ambiente.

Era algo distinto. Era otro tipo de carencia la que necesitaban paliar. Sólo quería a Harry tocándolo, besándolo, gruñendo por lo bajo cuando él emitía aquellos lloriqueos cargados de placer.

Porque era eso; sólo por placer. Sólo por excitación.

Sólo porque era Harry y lo quería más cerca. Lo quería traspasando su piel. Sólo a él, sin ningún celo de por medio.

Volvió a gemir cuando sus labios no se encontraron con los otros. Se removió cuando el alfa le levantó las caderas y arrastró el resto de su ropa. Cuando él mismo fue el que se encargó de que esta no se quedara enrollada en sus tobillos.

Su cuerpo desnudo ardía, pero sabía que sería sólo un momento, pues el tacto de Harry siempre refrescaba y él, precisamente, era incapaz de dejar de tocarlo. La palma enorme del alfa acarició sus piernas y le sobó los muslos, sintiendo el ardor en su propio sistema; sintiendo que el corazón le podría llegar a explotar en cualquier momento. Porque estaba deseoso y a la vez nervioso. Porque sentía que aquel cuerpo era un cristal que se debía palpar con cuidado. Uno que debía admirar más de lo que ya lo hacía.

–Mírate —murmuró el alfa con la voz ronca, recibiendo otro gemido en respuesta que calentó aún más la vibración en su pecho.

Sus labios recorrían cada rincón, besaban cada lunar. Su lengua era la que probaba toda la decorosa piel.

Harry también tuvo que apretar las sábanas cuando fue Louis el que levantó sus rodillas y separó las piernas. Se revolvía contra el colchón y Harry sólo pudo deshacerse de su incómodo pantalón y rasgar su propio bóxer cuando también tiró sin cuidado de él.

Se podría volver loco.

Lo iba a hacer.

Louis jadeó cuando sintió la calidez; cuando notó su miembro acogido por aquellos labios; remojado con aquella lengua. Sintió la necesidad de enterrar los dedos en los cabellos de Harry, quien le tenía rodeado los muslos con sus brazos. Su cabeza subía y bajaba en un perfecto vaivén que no lo dejaba estarse quieto. Lo hacía revolverse al notar el fuego dentro de él. Sentía la humedad entre sus piernas, que estaba empapando las sábanas y que Harry lo hacía chillar. No había sentido nada igual.

Jamás.

Mmm, Harry...

Se dio cuenta de que apenas guardaba saliva en la boca y que el aire raspaba con cada inspiración. La lengua del alfa era insistente en su carne sensible. Casi tanto como sus labios. Casi tan fuerte como el respingo que dio al sentir un toque en sus nalgas y la pronta injerencia en su interior. Los dedos de Harry; dos dedos largos de su mano derecha que se humedecieron al momento, con la primera corriente de electricidad cuando empujó.

Su cuerpo estaba empapado y su torso no se podía estar quieto mientras sus piernas también querían retorcerse. No había nada como aquello, no había sentido algo así nunca...

—No voy a poder más. Harry... Harry...

Al alfa le volvía loco que pronunciara así su nombre.

Gruñó en respuesta, succionando más.

Introduciendo más.

Más fuerte. Más intenso.

Precisamente lo que quería era que no pudiera.

Louis se había destrozado el labio interior y supo que estaba cerca cuando su cuerpo ya daba espasmos involuntarios. Todo le hormigueaba y tenía frío y calor al mismo tiempo. Sentía oleadas que lo barrían entero, dejándolo con suspiros a medio soltar.

Una presión en su nuca que paralizaba y hasta dolía. Una presión que se alivió de repente, con el cosquilleo que sintió como una explosión en la que se abandonó. Fue el orgasmo el que recorrió todo su cuerpo y le hizo gimotear el nombre del alfa una y otra vez. Y otra. Y otra vez.

Nada igual. Jamás.

Así no.

Harry podía rugir de satisfacción y saborear sus propios labios. Quería lamerse los dedos, pero sólo dio un lengüetazo entre sus piernas con el que recogió más sabor justo cuando Louis tuvo el último espasmo. Justo cuando lo miró y vio su carita sonrojada y extasiada. Justo cuando volvió a cubrirlo con su cuerpo y se alineó en su entrada. El omega dio un respingo al sentirlo en su cuello, al notar su propio aroma embriagándolo. Al percibir los temblores en el cuerpo enorme de Harry cuando notó de nuevo el roce entre sus nalgas. Y gimió, notando su necesidad; abrazándolo cuando volvió a tiritar contra él.

Abrió más las piernas y Harry se las alzó.

Sí. Sí...

Y los dos gimieron. Otra vez.

No se había recuperado del primer orgasmo cuando el alfa dio la primera estocada, encajando a la perfección. Como siempre.

El propio Louis enganchó las piernas a sus caderas y rasguñó la espalda de músculos tensos. Notaba cerca su propio olor y el de él. Vio su rostro contraído y ojos cerrados mientras una gota de sudor se deslizaba por su frente. Los labios le brillaban.

Era única. Esa imagen... Sólo de él.

El placentero tirón en sus caderas y la punzada en el coxis con cada movimiento. El acariciarle el rostro a Harry, el cual se llegaba a relajar y destensar casi a la vez. No podía dejar de mirarlo. Su expresión, sus inhalaciones para llenarse de él y cada movimiento con su cuerpo entero.

El alfa levantó el cuello, estaba cerca, y Louis también se estaba quedando sin respiración. Todo su ser, inconscientemente, ya se estaba preparando.

—Mírame —demandó el omega, casi sin aliento cuando los espasmos arribaron con más fuerza.

Harry lo hizo. Sus ojos verdes...

Tragó las últimas gotas de saliva antes de entreabrir los labios para recibir la boca del otro. Sus lenguas lidiando una batalla donde el premio era más placer. Donde se ahogaban los jadeos del nuevo orgasmo.

Harry se apoyó con un codo en la cama, perdiendo las fuerzas ante el torrente que lo barría. Louis le acarició el rostro, dejando morir el último gemido de su garganta contra sus labios. El nudo extendiéndose y ellos acoplándose para poder consentir la unión. Sus cuerpos dejando de temblar y los labios depositando besos cortos. Sus respiraciones normalizándose y el sentirse allí; en el lugar adecuado. En el momento idóneo.

Louis se dejó abrazar por Harry, perdiéndose en el silencio que por primera vez reinó; con la madrugada como única testigo junto a los latidos que se volvían a sincronizar.

Fue el omega el primero en caer rendido, sin despegarse de su piel. Fue Harry el que se separó a pesar de que su propio cuerpo pareciera demasiado a gusto. Tiró de las sábanas para cubrirlos a ambos, aunque Louis durmiera arropado por su pecho, pues no lo soltó.

No lo podía soltar.

Jamás.

No había barcos; no iba acaerse por la borda. Al menos no iba a hacerlo sin él.

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