Lightlessness

By SalvaSanz

121 6 1

Lighlessness es una colección de relatos de terror que se irá publicando paulatina y exclusivamente en la pla... More

Demon's Massacre (I)
Demon's Massacre (III)

Demon's Massacre (II)

36 2 0
By SalvaSanz

Tras unos momentos de indecisión, salimos a la calle usando la escalera de incendios. Corrimos un buen rato hasta que nos hubimos alejado de mi casa unas tres manzanas.

—¿Qué coño era eso? —dijo Alberto. Le faltaba el aliento —. ¡Esa vieja iba a tirar la puerta abajo!

Pude notar en mi amigo que su escepticismo le había abandonado, para dar lugar a un temor atroz. Yo me encontraba superado, demasiado como para articular palabra. Sólo podía pensar en que habíamos cometido un grave error utilizando aquella antigua Ouija maldita.

—¿Y ahora qué hacemos? —Pude preguntar finalmente. Me quedé mirando a Marc, esperando alguna respuesta.

Por nuestro lado pasaron un grupo de chicos y chicas con aspecto de dirigirse a la discoteca. Permanecimos callados hasta que pasaron de largo, ocultando nuestro terrible secreto. Le dirigí a Marc una mirada inquisitiva.

—¿Y yo qué se? ¿Qué coño quieres que te diga, macho?

—¿Qué coño quiero que me digas? ¡Tú has traído esa mierda a mi casa! ¡Tú has abierto las puertas del jodido infierno! ¡Así que tú dices ahora qué coño tenemos que hacer!

—Tendrías que llamar a tus padres, tío...—comentó Alberto.

—¿Y qué cojones les voy a decir, eh? "Mamá, papá, creo que hay un demonio suelto en casa..."—repliqué.

Nos quedamos de nuevo en silencio, recapacitando.

—Vamos a casa a dormir —dijo Marc.

—¡Me cago en tu madre!—Me abalancé sobre él y llegué a cogerle por el cuello de la camiseta, pero Alberto me sujetó—. ¡Tú no te vas a casa hasta que me digas cómo puedo resolver este jodido lío!

—No lo sé, tío... Quédate a dormir en mi casa. Mira, tus padres no llegan hasta el domingo por la noche. No te estreses, tío. Mañana le preguntamos a mi abuela. Encontré esta mierda de Ouija en su casa, ella sabrá algo. Quizás tiene... No sé, experiencia con estas cosas. Tenemos casi dos días para arreglarlo, no te preocupes.

Eran cerca de las 5.00 de la madrugada del sábado y no había mucho más que pudiéramos hacer salvo ir a dormir a casa de Marc o volver a mi casa donde un siniestro mensaje se había dibujado en aquella Ouija sin que ni siquiera la tocáramos y donde habíamos visto, escuchado y sentido fenómenos tenebrosos e inexplicables. La mejor alternativa estaba clara. Entramos en casa de Marc sin hacer ruido y nos estiramos en su cama, pero apenas pudimos pegar ojo en toda la noche.

A la mañana siguiente fuimos a visitar a su abuela. Vivía en un piso muy antiguo en el barrio del Raval. La fachada del edificio estaba llena de grietas y las barandillas de los balcones oxidadas. La abuela de Marc nos ofreció el desayuno, leche y unas pastas de cabello de ángel que le habían traído del pueblo. Mientras sonaba una radio muy antigua, cuya calidad de sonido era propia de otra época, Marc sacó la extraña Ouija de su mochila y la puso encima de la mesa. El semblante de su abuela cambió por completo y un escalofrío recorrió mi cuerpo, al ver en sus ojos la confirmación de que nos habíamos metido en un problema muy serio.

—Díos mío... —dijo la mujer, y se santiguó haciendo la señal de la cruz con la punta de sus dedos. Tomó asiento. Parecía haber envejecido diez años más.

Le explicamos con todo detalle lo ocurrido. El mensaje, los incidentes, el hecho de que Alberto entró en trance y perdió el conocimiento, y que el puntero salió disparado y estalló contra la pared.

—¿Qué era ese tablero, abuela? ¿Cuál es su origen?

—Su origen no lo conozco. Lo encontramos en el desván hace ya mucho tiempo, cuando tu abuelo, que en paz descanse, y yo compramos este piso. Fui a hablar con el párroco, pues había escuchado en mi juventud historias relacionadas con estos artefactos y sabía que era un objeto de mal augurio. El párroco lo inspeccionó y me dijo que lo mejor que podía hacer era esconderlo pero no desprenderme de él, ni mucho menos quemarlo o destruirlo, pues las fuerzas que esas acciones podían desencadenar eran desconocidas y peligrosas. Y allí estuvo, escondido en el desván, hasta que lo has encontrado...

—¿Crees que un párroco sabrá qué hacer? —le pregunté.

—¿Quién si no?

—Conozco a una cura de la parroquia de mi barrio. El padre Sebas. A veces donamos ropa usada a la parroquia. Y alimentos en Navidad... No se me ocurre a otra persona a la que podríamos pedir ayuda —dije.

—Vayamos a verle —dijo Marc, decidido.

Antes de salir, su abuela nos condujo a su habitación. Olía a viejo. Las cortinas estaban gastadas y amarillentas y la ropa de cama parecía de otro siglo. Los rayos de sol matutinos revelaban el polvo que flotaba en el aire. La abuela de Marc descolgó un rosario de la pared y nos los ofreció.

—Os dará suerte.

Salimos hacia casa de Alberto para que se uniera con nosotros. Le estuve llamando mientras nos dirigíamos hacia allí, pero no obtuve respuesta. Supusimos que estaría durmiendo, pero creíamos necesario que se viniera con nosotros ya que, al haber participado en la sesión de espiritismo, considerábamos que podía hallarse también en grave peligro.

Llegar a su calle nos llevó a un terrible descubrimiento. La policía tenía acordonada la puerta de acceso a su escalera. Había un agente vigilando la entrada del edificio. En la calle, un grupo de curiosos intentaba asomar la cabeza y, a pocos metros, se encontraban unas ambulancias. Las sirenas azules y amarillas dañaban mi retina a causa del sueño acumulado por haber pasado la noche en vela. Se me hizo un nudo en el estómago y me temí lo peor. Volví a llamar a Alberto, pero no hubo respuesta. Nos acercamos al agente:

—Perdona, ¿qué ha sucedido?

Él nos hizo una señal con la mano para que nos detuviéramos.

—No podéis estar aquí chicos.

Nos quedamos un momento allí, esperando a que nos dijera algo más, pero no lo hizo.

—Mi amigo vive aquí, no le localizo y estoy preocupado...—le dije.

—Chicos, por favor, circulad —E hizo un además con la mano para que nos alejáramos.

Habían algunos periodistas por la zona, así que hicimos una búsqueda en Google por si se había filtrado ya la noticia.

—Oh, Dios mío...—dijo Marc. Apartó la mirada de su iPhone y, abatido, se sentó en el sueño. Entonces empezó a llorar. Nunca le había visto llorar así. No hizo falta más para que comprendiera lo que sucedía, así que me senté y lloré junto a él largo rato la muerte de mi amigo.

Los titulares de la prensa, que fueron apareciendo en los medios de comunicación a lo largo de ese sábado, 27 de mayo de 2017, día que lloraremos el resto de nuestras vidas, fueron de lo más impersonal: Adolescente asesina a su familia con un cuchillo de caza y se suicida. Nadie comprenderá nunca el horror y el misterio detrás de esas muertes, provocadas por una fuerza inmemorial y ultraterrenal liberada a través de un simple juego.

Esta tragedia nos ha marcado para siempre. Y, de hecho, ahora que miro mi reflejo en el espejo mientras me anudo por primera vez en mi vida una corbata en el cuello para asisir al entierro de mi amigo, tengo la  certeza de que nunca nos perdonaremos a nosotros mismos. Espero que descansen en paz. Lo espero de verdad.

Volvamos pues al relato de los terribles sucesos que acontecieron este fin de semana. Tras estar vagando por las calles del Eixample, divagar y lamentarnos acerca de qué pudo suceder aquella noche en casa de Alberto, fuimos a visitar la parroquia aún con lágrimas en los ojos. La hipótesis más plausible que Marc y yo elucubramos fue que el caso, probablemente, tuvo algo que ver con aquello que en la cultura popular se conoce como posesión y que hemos visto tantas veces en las películas de Hollywood. Un ente de naturaleza maligna penetra en el cuerpo de una persona y se apodera de él, anulando por completo su voluntad. Apenas podíamos creer que esto podía estar pasando de verdad, pero así era.

Cunado entramos en la iglesia, nada más vernos, el padre Sebas se dio cuenta de la gravedad de la situación. Estábamos descompuestos. Nos llevó a la sacristía de la parroquia y allí le explicamos todo de forma atropellada e incoherente. Tanto Marc como yo estábamos temblando, y las lágrimas nos resbalaban por los pómulos. El padre Sebas era un sacerdote joven, alto y de complexión fuerte. Bajo sus vestimentas se adivinaba un físico atlético y poderoso. Su voz y su forma de hablar era suaves y amigables pero, al mismo tiempo, proyectaban una autoconfianza abrumadora. En ningún momento se mostró nervioso ante nuestro relato. Sencillamente asentía y, de cuando en cuando, nos interrumpía momentáneamente para que le hiciéramos alguna aclaración de los hechos. Nos escuchó con paciencia hasta que terminamos de explicarle la parte más dolorosa, relacionada con la tragedia acontecida en casa de Alberto aquella misma noche.

—Siento mucho vuestra pérdida.

Tras estas palabras, quedó en silencio, pensativo.

—¿Habéis vuelto a tu casa, Pablo?

Negué con la cabeza.

—¿Cuántos vecinos sóis en tu escalera?

No entendí aquella pregunta, pero intenté responderle lo mejor que pude, dada la situación.

—Ocho pisos, cuatro puertas por piso... Unas 32 famílias.

El padre Sebas frunció el ceño.

—Vaya... En este caso, la situación podría volverse bastante grave. Primero de todo, quiero que me prometáis, chicos, que no volveréis a hacer nada así. Nada de jugar con tableros de Ouija o realizar ningún ritual de ocultismo. Nada de ir a que os lean el futuro o que os tiren las cartas del Tarot, ya me entendéis... No volváis a interesaros por lo ocultro nunca más. Lo oculto debe permanecer así, oculto, ¿entendido?

Su tono no era de regañina. Parecía más bien un consejo. Marc y yo asentimos, cabizbajos.

—Muy bien, ahora quiero que os vayáis a fuera y os arrodilléis en el banco. Rezad 15 Ave Marías y 25 Padres Nuestros. No os dejéis ni uno. Si acabáis quedaos allí y no os mováis. Necesito hacer unas llamadas. ¿Estamos?

Marc y yo volvimos a asentir. Salimos hacia la capilla e intentamos escuhar las conversaciones telefónicas del padre Sebas. Pero hablaba en voz muy baja, así que no entendimos nada.

Al cabo de dos horas, un tiempo que se nos hizo eterno, se presentaron en la iglesia tres sacerdotes. Los tres también eran jóvenes y portaban con ellos grandes bolsas de deporte Nike de color negro. Cada una de las bolsas aparentaba pesar una tonelada.

—Bueno, ¿qué tenemos por aquí? —dijo el padre Sebas. Marc y yo nos miramos extrañados—. Chicos, os presento a nuestros tres compañeros para esta aventura: Spartacus, Gannicus y Oenomaus.

—Hola, chavales—dijo el sacerdote al que el padre Sebas había señalado como Gannicus.

—¿Entonces qué hay que hacer, Crixus? —dijo otro sacerdote, esta vez Spartacus, que se dirigió al padre Sebas como Crixus. El padre Sebas sonrío con algo timidez y nos miró.

—Veréis chicos, esta parte de nuestro trabajo sería un poco asquerosa si no la tomáramos con un poco de sentido del humor... —Se excusó el padre Sebas, a partir de ahora, Crixus.

Algo muy raro se notaba en el ambiente. Estos supuestos sacerdotes había cambiado por completo sus ademanes tranquilos y ahora se parecían más a un grupo de paramilitares a punto de entrar en acción. Marc y yo estábamos anonadados y nos quedamos mirando las bolsas de deporte que ahora reposaban en el suelo.

—¿Se supone que ahí dentro llevan lo necesario para realizar un exorcismo? —le susurré a Marc.

Crixus, que me oyó, exclamó en tono burlón:

—¡Eh, chicos! ¡Estos dos se piensan que vamos a hacer un exorcismo como los de las películas!

De pronto los cuatro sacerdotes empezaron a reír.

—¿Y bien? Vamos hombre, enseñádme la mercancía —dijo Crixus.

Spartacus sacó de una de las bolsas de gimnasio un crucifijo enorme y magnífico de oro puro, engarzado con gemas y piedras preciosas. Se lo dio a Crixus, que con un ágil ademán, desenvainó un largo filo oculto dentro de la parte inferior del crucifijo que no era, ni más ni menos, que una espada. "Voilà!", exclamó con satisfacción cortando el aire.

Entonces Crixus me miró con confianza. Yo no podía ocultar mi asombro.

—¿No tienes ni idea de lo que está pasando aquí, verdad, Pablo? —me preguntó Crixus—. Bien, lo que ha pasado aquí, chicos, es que tenemos un caso claro de posesión demoníaca. Me refiero a los hechos que me habéis explicado con vuestro desafortunado amigo, Alberto, está claro que algún ente debió contaminar su alma. No hay duda. No creo que esa señora... La señora Pérez, ¿correcto?

—La señora Perea —maticé.

—La señota Perera. No creo que la señora Perea llamara a vuestra puerta para daros las buenas noches, muchachos. Fuisteis inteligentes saliendo por la ventana, porque no sabéis la fuerza que llegan a tener estos cabrones...

—¿Quiénes?

—Bueno, poseídos, seres de ultratumba, vampiros... Cualquier entidad maligna de las que sale por la tele, ya sabéis. A ver si os pensáis que los guionista en realidad tienen tanta imaginación.

Marc y yo estuvimos un momento más en silencio, con los ojos abiertos como platos.

—¿Q-qué sóis? —preguntó Marc, extrañado.

—Somos sacerdotes y buenos cristianos —dijo Oenomaus. Era un hombre con una voz metálica y extraordinatiamente profunda—. Dentro de las muchas labores que hace la Iglesia, hay una parte que no es conocida por el gran público, pero que se dedica a hacer el trabajo sucio, ya sabéis. Esto no lo puede hacer cualquier cura. Pertenecemos a una Orden muy antigua, que derivó hace siglos de la Orden del Temple, los Caballeros Templarios. Seguro que habáis oído hablar de esta antigua orden militar con el objetivo de reestablecer el control cristiano sobre la Tierra Santa...

—A base de hacer la guerra—aclaró Gannicus.

—Para acercarlo más al conocimiento mundano, ya que no creo que a estos pobres chicos les interese mucho la historia, al menos en un momento como éste... Seríamos una especie de lo que en una serie de HBO se llamaría... Algo así como Cazadores de Demonios.

—¡Me gusta! —exclamó Gannicus— Cazadores de Demonios es un buen nombre. Me lo apunto.

Marc, que estaba igual de confuso que yo, preguntó con inseguridad:

—No es que yo sea muy religioso ni nada de eso pero... Todo este rollo de la religión... ¿No va de ser un buen samaritano, poner la otra mejilla y cosas así?

—Muy bien, veo que has atendido en los sermones de los domingos. Hijo, ésa es la base. En el 99,99% de los casos hay que poner la otra mejilla. Pero si un día te encuentras con un demonio, si le pones la otra mejilla te arrancará la piel del cráneo de un zarpazo, ¿lo comprendes?—explicó Crixus—. Con los demonios no vale ir de niño bueno, olvidáos de eso. ¿Habéis visto El Exorcista? Allí hay dos párrocos, el padre Merrin y el padre Carras. El padre Merrin es un anciano con mucha experiencia en exorcismos, pero que al final sucumbe asesinado por la niña poseída. El padre Carras, en cambio, es sacerdote, pero también boxeador. Y cuando ve lo que la niña ha hecho, le da tal paliza que al final el demonio abandona el cuerpo de la niña. Ése es nuestro concepto, en eso se basa nuestra filosofía: solo hay una forma de combatir al demonio, dándole de su propia medicina, ¿lo entendéis? Si os vienen a atracar por la calle, eh, no os hagáis los héroes, dadle a ese yonqui la cartera. Pero si os encontráis con un demonio, no os caguéis. Id a por él. Porque sino sóis hombres muertos.

Entonces, Crixus, se dirigió a Spartacus:

—¿Habéis traído agua bendita? —y cuando dijo esto, le guiñó un ojo.

—Claro... —dijo Spartacus, y le guiñó un ojo. Entonces, sacó un par de botellas de vidrio de medio litro de una de las bolsas. Crixus las tomó y las examinó a contraluz.

—Tomad —dijo mientras nos las ofrecía. Marc y yo cojimos una cada uno.

—¿Qué es esto? —pregunté.

—Agua bendita —dijo Crixus. Y me guinó un ojo —. Si algo o alguien os ataca, le echáis esto encima. Y, no os preocupéis, os dejará de molestar. Eso sí, un consejo: que no se os caiga encima ni una gota. ¡Ni una gota! ¿Entendido? En realidad es ácido bendito. Ácido sulfúrico al 98%, es lo que venden en las droguerías para desatascar tuberías. Veréis, el agua no hace nada, pero si les tiráis ácido a la cara a un demonio, se le derretirá la piel y se le quemarán los ojos. Es mucho más efectivo.

—¿Y para qué lo necesitamos? —preguntó Marc, temiendo la respuesta.

—¿Cómo que para qué? Vosotros habeís liado todo esto. Habéis abierto una puerta entre dos mundos en un edificio donde potencialmente hay más de 100 personas que pueden ser poseídas o cosas peores. La que se puede haber liado ahí dentro... Ni os lo podéis imaginar. Tenemos que ir a poner orden y vosotros nos váis a acompañar.

—No es negociable —aclaró Spartacus—. Conocéis el edificio, podríais ser de ayuda.

En aquel momento sentí el temor más paralizante que había sentido en toda mi vida. Ante mí se abría una puerta que daba acceso a un mundo nuevo repleto de peligros desconocidos. Una parte de mí quería ir y dar respuesta a todas las preguntas sobre lo paranormal que todos nos hemos formulado en alguna ocasión, pero la otra solo quería salir corriendo. Miré a Marc y él parecía igual de asustado que yo. La muerte de Alberto nos había derrumbado hacía tan solo unas horas y, en ese momento, lo vimos como algo tan lejano como si hubieran pasado ya varios años. Habíamos descubierto demasiadas cosas en poco tiempo.

Teníamos ganas de llorar, teníamos ganas de correr y teníamos miedo, pero en aquel momento sentíamos que aún había trabajo que hacer. Tenía que proteger mi hogar del mal que yo mismo había desencadenado y, por suerte, contaba con la mejor ayuda que podía tener. Mi cabeza empezó a trabajar a toda máquina y se me ocurrió proponerle al padre Sebas, o Crixus, un plan.

Nota para los lectores de Wattpad

Por favor, dejad en vuestros comentarios cuál sería vuestro plan. El mejor plan será el que aplicarán Pablo, Marc y los sacerdotes Cazadores de Demonios, para reestablecer la situación en el edificio donde vive Pablo.











Continue Reading

You'll Also Like

397K 13.7K 31
Pepa es una cerdita de preescolar que esconde secretos oscuros y tenebrosos con un corazon despiadoso pepa hará lo posible para estar con Susie. ⚠ HI...
44.9K 2.9K 134
una historia basada en las maravillosas películas de los hermanos caníbales, la primera historia es una historia inventada por mi ya más adelante se...
9K 464 8
𝑷𝒓𝒐𝒍𝒐𝒈𝒐: Extrañamente volvía a ser de día, otro día de clases en aquella escuela... Donde habías muerto? Abbie se encuentra con la sorpresa de...
20K 938 13
Aquí es donde Chucky será versión chica , y poco a poco sentirá algo por el de amor y locura