Hawa: Debemos salir a flote |...

By meg-books

848K 85.1K 12.5K

COMPLETA - PRONTO EN LIBRERÍAS. Tras los intensos acontecimientos que han ocurrido últimamente, Audrey recibe... More

Sinopsis
❄ Preludio ❄
Capítulo 1
Capítulo 2 (Parte 1/2)
Capítulo 2 (Parte 2/2)
Capítulo 3
Capítulo 4 (Parte 1/2)
Capítulo 4 (Parte 2/2)
Capítulo 5 (Parte 1/2)
Capítulo 5 (Parte 2/2)
Capítulo 6 (Parte 1/2)
Capítulo 6 (Parte 2/2)
Capítulo 7
Capítulo 8 (Parte 1/2)
Capítulo 8 (Parte 2/2)
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12 (Parte 1/2)
Capítulo 12 (Parte 2/2)
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19 (Parte 1/2)
Capítulo 19 (Parte 2/2)
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22 (Parte 1/2)
Capítulo 22 (Parte 2/2)
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25 (Parte 1/2)
Capítulo 25 (Parte 2/2)
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28 (Parte 1/2)
Capítulo 28 (Parte 2/2)
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33 (Parte 1/2)
Capítulo 33 (Parte 2/2)
Capítulo 34
Capítulo 36 (Parte 1/2)
Capítulo 36 (Parte 2/2)
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41 (Parte 1/2)
Capítulo 41 (Parte 2/2)
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44 (Parte 1/2)
Capítulo 44 (Parte 2/2)
Capítulo 45 (Final)
Top 15 Comentarios + Agradecimientos
Tercer libro: Gea + Avisos
¡Concurso!

Capítulo 35

11.1K 1.1K 138
By meg-books

Las buenas noticias son que los ignisios han dejado de conspirar contra mí y andar esparciendo rumores desde que Kendrick les dedicó una charla, así que me alivio de poder salir a caminar por el Gremio sin que vuelvan a arrojarme cosas o inculparme. Aunque la tensión haya disminuido considerablemente, aún siguen las miradas suspicaces y los intentos de no acercarse demasiado a mí, por lo que decido no salir mucho de mi habitación. Intento poner mi mente en algo que valga la pena y en los días siguientes decidimos reforzar el plan para evitar el ataque. Hablamos un poco con Danna y, como no le damos mucha información, ella insiste en saber qué está sucediendo. No podemos contarle todos los detalles por miedo a que Kendrick se entere de algo, aunque confiemos plenamente en ella. Sin embargo, al final logramos convencerla de que sólo averigüe un poco sobre Frank, y una tarde se mete en la oficina del líder para echar un mínimo vistazo. Me han dicho que allí se encuentra la más importante información sobre los Hijos de Hawa que han podido conseguir, y que tan sólo el líder es capaz de manejarla junto a otros pocos sublíderes... así que aprovechamos al máximo el rango de Danna, aunque no se trate de una líder menor.


No es mucho más de lo que ya sabemos lo que Danna nos cuenta, pero supongo que vale la pena haber confirmado con más determinación nuestros datos. Como haberle pedido que consiga información sobre su paradero habría sido muy sospechoso, sólo nos cuenta unos pequeños detalles y nosotros ya intuimos que la dirección que Bob nos dio es correcta, la casa que Marshall ha estado espiando es correcta, los horarios que calculamos coinciden con la cantidad de tránsito de esa zona. También es muy probable que Danna no haya querido pasar más del tiempo debido indagando en los archivos privados del líder y por eso no sabemos mucho más, pero no la culpo. Está luchando por una vacante como líder menor, no puede arriesgarse demasiado por nosotros y ya nos ha estado ayudando mucho aun cuando no le hemos explicado casi nada. Decidimos dejarlo ahí y no insistir más; lo último que necesitamos es que Danna comience a sospechar sobre nuestros siguientes pasos.

De todos modos, el único dato importante que nos hace falta es saber si Frank vive solo... y para eso contamos con Marshall. Y si otro hawa está con él, entonces deberán contar conmigo.

Esto ha estado abarcando toda mi atención, y antes no le daba demasiada importancia al baile de graduación, pero últimamente es lo que más me ha estado comiendo la cabeza. La fecha estipulada se va acercando con una velocidad inesperada cuando ya me levanto en la mañana de ese gran día con un extraño sabor en la garganta. Tengo muchas cosas que hacer antes de ir allí y muchas preparaciones que organizar. Cuando me encuentro desayunando en el comedor del Gremio, un mensaje me llega de Ebby y alzo el celular sobre el café. «Arreglado, te he conseguido un acompañante. Sólo te digo que... no te ilusiones demasiado, ya sabes». Y, sí, lo sé: era de esperar que a último momento no quedaran lo que se podría decir que son buenas opciones... Y eso significaría entonces que yo tampoco soy una buena opción.

Un retorcijón se abre paso entre mis entrañas, pero uno bonito, extrañamente. Uno que me saca una sonrisa ansiosa y ávida. No soy una chica a la que le encante arreglarse y tardar tiempo en ello, pero ya deseo ponerme mi vestido otra vez. Deseo entrar en el salón y que las luces y la música me enciendan, deseo bailar, deseo ver otra vez a mis amigos... deseo despejarme, volver a mi vida.

Como Fénix sabe que no puede asistir, dice que aprovechará esta noche para intentar sacarse las llaves de encima. A mí me da cierto temor que intente tal cosa cuando yo no estoy presente por si necesita mi ayuda. ¿Y qué pasa si lo ven? ¿Qué pasa si lo pillan con las mismas llaves que desaparecieron justo cuando ocurrió todo el lío de las oficinas y la muerte de Daniel Browford?

Sin embargo, intento no pensar en ello demasiado, porque Fénix insiste en que podrá lograrlo y reitera que yo sólo me concentre en disfrutar la noche.

No puedo evitar sentir picazón en la garganta y la nariz cuando Ebby me baña en perfume, así que toso y me llevo una mano a la cara, tratando de no tocar demasiado la piel. Hace varias horas que he llegado y, desde entonces, no ha parado de toquetearme.

—Eh, cuidado con el maquillaje —suelta, guardando una brocha dentro de un lapicero.

—Lo sé —farfullo, intentando respirar de a pequeñas bocanadas hasta que me acostumbre a la fuerte fragancia—. ¿Pero era necesario tanto perfume?

—Si llegas a transpirar mucho bailando, sí.

Le echo una ojeada: ella aún no está vestida, maquillada ni peinada, y yo sigo creyendo que aún es muy temprano para arreglarme. Sin embargo, necesito tiempo para pasar por casa y Ebby sigue con la idea de que nadie debe verla preparada antes de que pase por las puertas del salón.

—Así que me has conseguido a Yaír... —comento.

—Yaín —corrige ella, acomodando un pequeño mechón que se me acaba de escapar del moño—. El chico que iba con nosotras a clase de artes.

—Sí, lo recuerdo.

—No pongas esa cara, te aseguro que no era la peor opción de los que encontré. Había varios desesperados, pero... —ladea la cabeza— no lo sé, Yaín no daba tanto miedo.

—Oh, o sea que sólo da un poquito de miedo. Gracias.

Ebby reprime una sonrisa y empuja un poco mi cabeza hacia adelante, tomándome del espacio donde no tengo todos los mechones amarrados.

—Si no te gusta tanto, puedes usar tu raro poder y deshacerte de él. Sería útil.

—No bromees con eso, Ebby. Deberíamos hablar lo menos posible sobre...

—Lo sé, de acuerdo, de acuerdo. Cierro el pico.

Ladeo la cabeza suavemente hacia un lado, examinándome y contemplándome: Ebby realmente ha logrado un maquillaje magnífico, suave pero maravilloso, no como el exuberante delineador que me había hecho para la fiesta de Sam. Los párpados, las mejillas, los labios, todo me parece sencillamente hermoso y estaría ideal si no fuera porque no tenía ninguna base para mi color. Aunque me puso el más claro que tenía y mi piel quedó un poco más bronceada, logró manejarlo a la perfección y creo que mi mirada resalta de una forma gustosa.

—Todavía no sé cómo lo haces —comento mientras ella sigue guardando sus «herramientas de trabajo». Me enredo un pequeño rulo que sale de mi sien izquierda y observo el delicado peinado—. Tienes magia, Ebby. Gracias de verdad.

—Yo no sería la que tiene magia aquí... —empieza, pero, tras chequear mi mirada, se guarda el comentario—. Está bien, en serio, dejo de bromear con eso.

Sacudo la cabeza con una sonrisa que intento evitar y me pongo de pie, quitándome la manta que me echó encima para no manchar el vestido en caso de tener algún incidente con el maquillaje y los demás productos. Me paso las manos por el corsé y toqueteo las piedrecitas del borde.

—Y gracias por conseguirme a Yaín, al menos no iré sola —añado en voz baja, pero entonces alzo la mirada hacia ella—. ¿Y qué hay de Jim? ¿Sabes si se está preparando bien...?

—Le obligué a llevar una corbata con el color de mi vestido —suelta—, pero él quería llevar un moño. ¿Te imaginas llevar un moño de color? Qué pesadilla. Y si vamos a entrar juntos, entonces debemos combinar aunque sea en algo. ¿No te parece?

Asiento con la cabeza pero frunzo los labios; la verdad no veo nada malo en llevar un moño ni que sea o no de color. Por un momento siento piedad por Jim y por la larga discusión que seguramente ha tenido que tragarse con Ebby.

—Me alegra que vayan juntos.

La voz me sale más suave de lo normal y bajo la mirada para mirarme las uñas recién pintadas. Yo sé que ahora todo está un poco mejor entre nosotros, por suerte, y realmente me pone feliz ver a mis dos amigos juntos en nuestra graduación... pero una estúpida parte de mí aún siente que esto es otro pequeño acto en el que me dejan a un lado, en el que estoy cada vez un poquito más alejada de ellos. Trato de callar mi instinto, pero es imposible hacerle frente a la inconsciencia.

Ebby se queda un momento en silencio y, cuando percibo que ha dejado de hablar, noto que me está observando.

—Hay un chico, ¿verdad?

Levanto las cejas, y cuando comienzo a tartamudear un ininteligible «¿Qué?», ella sacude la cabeza mientras cierra los ojos.

—A veces te importaba bastante cómo te veía la gente, aunque nunca hiciste nada para cambiar lo que eres. Por eso siempre supuse que te aceptabas así tal cual. No me había sorprendido que llegaras tarde a conseguir un acompañante porque estaba segura de que no era lo que más te importaba, pero sabía que no habría sido algo tan tardío como conseguírtelo este mismo día. Entonces supongo que es porque no te interesa; porque tienes a alguien más y no necesitas a Yaín para sentirte a gusto frente a los demás, lo necesitas sólo para cumplir la tradición y no entrar sola al baile.

Me quedo un tanto estática, esperando a que termine de hablar. Ebby hace una mueca.

—¿En serio deduces todo eso...?

—Eres mi amiga desde pequeña, ¿todavía piensas que no sé cómo funcionas?

Nos quedamos en silencio.

—Bueno —se encoje de hombros—, sí que no sabía que funcionabas con fuego y todo ese tema...

—¡Ebby!

—¡Me callo! ¡Me callo!

Recorre un pequeño tramo de su habitación y termina sentándose al borde de su cama. Creo que nuestra conversación ha quedado detenida aquí, pero me dirige otra mirada inquisidora. Suspiro.

—Yo... —murmuro, y comienzo a tocarme los dedos hasta que recuerdo que debo cuidar el esmalte— creo que estoy saliendo con alguien.

Ebby enarca una ceja y me mira con una expresión aburrida.

—¿Crees?

—Es complicado —aparto la vista hacia un cuadro que tiene colgado en la pared.

—¿Por qué diablos es complicado, Audrey? —Comenta, pero entonces se detiene— ¿Por lo de tus... ya sabes? ¿O él es uno de los tuyos?

Cuando regreso mi atención a ella, a Ebby parece cruzársele un pensamiento fugaz y abre la boca en medio de una exclamación ahogada.

—Es el tipo de tu granja —adivina.

—Tiene un nombre...

—El del concierto —sigue, sin hacerme caso—, el de la ruta. ¡El de tu bendito edificio! ¡¿Cómo no lo pensé antes?!

Parece enfurecerse con ella misma mientras echa unos cuantos insultos más; realmente nunca toleró no enterarse de los chismes a tiempo.

—Porque no te dije nada, no es tu culpa —intervengo—. Lo que sucede es que todo ha sido tan... raro.

—Te resulta raro porque aún no te había pasado algo así —dice con total confianza—. Es normal que tengas los sentimientos alborotados. La cuestión aquí es, ¿él siente algo por ti?

Me muerdo el labio inferior; Fénix ya lo ha dejado claro en varias ocasiones.

—Supongo que sí...

—Y, ¿qué? ¿Ninguno de los dos sabe si están juntos o no?

Ebby me echa una mirada digna de una madre retando a su bebé, así que alzo los brazos y los dejo caer en medio de un resoplido.

—Nunca nos había pasado, ¿de acuerdo? —suelto— A ninguno de los dos. Estamos intentando hacer lo que queremos, pero hay también demasiadas cosas en medio...

Ella rueda los ojos como si yo estuviera poniendo cualquier estúpida excusa, pero la imagen de cuando lo aparté de mí por ver lo que le estaba provocando, por la mortal frialdad que le transferí, surge en lo más recóndito de mi mente y me obliga a cerrar la boca.

Ebby está a punto de decir algo, pero una alarma suena en su celular y se detiene a apagarla en medio de una larga exhalación.

—Es hora de que me vaya preparando si quiero llegar al baile como pretendo llegar, pero voy a decirte una cosa, Audrey —enfoca su oscura e insistente mirada sobre mí—: deja de desaprovechar oportunidades. Deja de pensar tanto las cosas, por el amor de Dios. Eres muy inteligente y eso te hace una esclava de tus pensamientos y deducciones, así que deja que tu mente se calle por un instante y concéntrate en lo que te está diciendo el corazón a gritos. Aplicas eso en todo, incluso conmigo cuando dudabas sobre si debías contarme tu secreto. ¿Te gusta ese chico? Ve y quiérelo. ¿A él le gustas? Deja que te quiera. Es más sencillo de lo que piensas, y te sentirás más feliz de lo que esperas.

Se levanta de un tirón y abre las puertas de su armario mientras me deja pensando en el eco de sus palabras. Sé que tiene razón, pero decirlo es mucho más fácil que implementarlo por ti mismo.

—¿Dices que es complicado? Siempre habrá problemas, lo bueno es que también siempre hay soluciones —esconde la cabeza por completo tras las puertas del ropero, tanto que apenas puedo oírla cuando continúa—. Ya lo recuerdo con más detalles. Madre mía, ese sujeto sí que era guapo. Te voy a golpear si lo que me dices sobre eso de que te quiere es cierto y lo dejas ir de todos modos.

Suelto una carcajada un tanto holgazana, aún procesando su opinión.

—Tal vez ya es hora de que intente cambiar mi manera de pensar... —comento.

—Por fin, chica, sí. Vive lo bueno que te ha tocado en esta vida.

Agarro mi mochila y me coloco mi chaqueta mientras miro por la ventana las nubes que se están tragando el cielo hasta dejarlo blanco. Ya una vez me dije a mí misma que debo disfrutar el momento, agradecer la compañía de Fénix, pero esos pensamientos me duran poco luego de hechos como el que pasó hace unos días en su dormitorio. Ebby sigue en su búsqueda hasta que saca dos pares de zapatos tan bellos como altos. Me tiende el par blanco.

—De nuestra talla —dice—. Y quédatelos si quieres, me he comprado unos nuevos.

—Te los devolveré —aseguro, guardándolos—. Me iré a llamar al taxi, ¿nos vemos esta noche?

—Puedes apostar que sí —una sonrisa ancha y reluciente se abre paso en su rostro—. Nuestro baile —dice como para sí misma, con emoción, saboreando las palabras.

—Nuestro baile —repito, disfrutando de la felicidad compartida. Me acerco hacia la puerta, pero me quedo allí un segundo antes de marchar—. Que tengas suerte con Jim.

—Y tú con Yaín —responde, pero, antes de que cierre la puerta detrás de mí, agrega—, y aún más con tu chico.

Empiezo a golpetear el suelo del taxi con los pies sumida en una impaciencia irremediable cuando estoy a apenas dos cuadras de mi departamento. Al llegar y estacionar frente a las puertas del edificio, dejo de apretarme las uñas y rebusco en mi mochila algo del dinero que el Gremio le da a Ashley para que ella me entregue a mí. No es demasiado lo que me otorgan —y creo saber que Ash se deja alguna buena parte de vez en cuando— pero me las apaño y me resulta suficiente, puesto que no lo necesito demasiado y ya pagué mi ida hacia lo de Ebby. Cuando me inclino y le tiendo el billete al conductor, él vuelve a mirarme con la misma expresión desconcertada con la que me miró al entrar a su auto. Trato de olvidar que probablemente me esté viendo como una princesa barata y salgo hacia la calle teniendo cuidado con los tacones, que son el doble de altos de los que Ebby me prestó para la fiesta de Sam.

Saco mis llaves, que ya se habrán sentido olvidadas en el fondo intocable de mi mochila, y abro la puerta dejándome inundar por el chirrido que ahora me resulta reconfortante y familiar en vez de molesto. Incluso disfruto del corto paseo en ascensor cuesta arriba cuando solía odiarlo con todas mis ganas. Me examino en el espejo, como antes también hacía, sólo que ahora veo a una persona completamente distinta, y no me refiero sólo al vestido. Cuando el ascensor abre sus puertas y el número luminoso en rojo marca un cinco, mis ojos van directamente hacia el departamento D que se luce a mi izquierda. Está vacío, seguramente, como lo estuvo por muchos años hasta que Fénix lo ocupó. Él se ha instalado nuevamente en su dormitorio del Gremio, así que supongo que el departamento ha vuelto a estar a la venta y a la espera de un nuevo dueño que lo quiera.

Me encamino hacia la derecha y toco la puerta mientras guardo mis llaves sólo por el mero deseo de que sean mis padres quienes la abran. Cuando eso sucede, cuando la manija se sacude y me choca la luz del pequeño living, noto la cara sorprendida de Clark y sonrío con gracia.

—¡Madre santa! —exclama, y yo siento que me sonrojo ante su exageración— Mira, por poco te confundo con Cenicienta.

—Espero que no te refieras a cuando se dedicaba a fregar el piso.

Entrar a casa me provoca un alivio y un desahogo abrumador. Pero, aunque todo sigue colocado igual que siempre, hay una sensación distinta en la atmósfera.

—Por Dios, estás realmente bellísima, cielo —agrega, sin poder callarse ni apartar los ojos de mí—. Magnífica. Reluciente. ¿Quién habrá sido el experto que te ha elegido ese vestido?

Le dedico una mueca cuando una figura surge del pasillo detrás de él. Mamá sale de su habitación con la boca y los ojos un tanto abiertos; está arreglada como si acabara de llegar del trabajo, y por un instante pienso que casi había olvidado lo linda que era. Nos quedamos mirando la una a la otra por un largo rato hasta que centra su atención en mi atuendo.

—Mira quién ha aparecido —le comenta Clark entre el silencio, sin abandonar su cálida sonrisa y ojos entornados—. Parece que tanto estudio le ha sentado bien.

Mamá clava la mirada en él por instinto.

—Sólo me he arreglado y vestido diferente —digo, evitando el tema de que supuestamente estoy sumergida en clases particulares para la universidad—. Ebby ha sido la gran responsable; agradézcanle a ella.

—Lo que agradezco es que hayas salido tan linda como tu madre.

Ella sale de su estupor y camina unos cuantos pasos más hacia mí. Me toma de los brazos y me alza las manos mientras sigue contemplando el diseño del vestido.

—Audrey... —susurra, y entonces me observa directamente— Estás preciosísima. Más de lo habitual.

Estuvo mal la forma en que nos despedimos, hace ya un largo tiempo. Estuvo mal mi reacción fría y distante y estuvo mal que me haya afectado tanto ver la herida en su abdomen. Y, aunque parezca que ella quiere dejar todo lo que hemos hablado a un lado y ahora me sonríe con dulzura, yo no soy capaz de evitar pensar en todo lo ocurrido.

—¡Oh! —Exclama Clark dando un sobresalto de repente, cuando echa un vistazo al reloj de pared— La cámara de fotos. La buscaré antes de que tengas que irte... Espérenme.

Desaparece por el pasillo tan veloz como un rayo, dejándonos a mí y a mi mamá a solas. Después de unos segundos, ella se acerca más.

—¿Cómo te está yendo? —susurra tan bajo que apenas puedo oírla.

Vacilo un poco mientras ella me acaricia un mechón de cabello.

—Bien —suelto. No voy a decirle que unos sujetos han estado esparciendo por ahí el rumor de que soy un peligro para el Gremio ni que estoy a punto de hacer una locura con un hawa importante del Círculo, pero al instante me arrepiento de mi respuesta tan seca. Ella lo nota.

—¿El Gremio te está tratando bien?

—Sí, mamá. Lo estoy llevando bien.

Algo en su mirada me dice que no se lo traga, pero no insiste. Me pregunto si mi padre ha pasado por algo que la ha hecho cambiar su forma de pensar con respecto al Gremio y al Círculo.

—La última vez que nos vimos te estabas yendo hacia allá —sigue—. No voy a mentirte: no quería que lo hicieras, pero sigo pensando que esta es tu decisión. Todo depende de lo que tú sientas que es mejor, y confío en tu juicio.

Asiento con la cabeza.

—Perdóname por haberme marchado de esa manera...

—Lo entiendo. Me viste en un momento que no quería que vieras, y eso te conmovió —casi inconscientemente, baja su mano y la apoya en su estómago—. Se está yendo, y no hay nada de qué preocuparse.

Casi me dan ganas de resoplar en su cara. ¿Que se está yendo? ¿Que no hay que preocuparse? Esa quemadura seguirá plantada en su piel por el resto de sus días y siempre llevará esa cicatriz que le recordará quién lo hizo.

—Dijiste que pasarías por aquí cuando pudieras —continúa.

—Lo sé, pero ha sido difícil. Mi tiempo se está viendo muy reducido, mamá —al instante noto su expresión; está volviendo a intranquilizarse—. Pero ya podré quedar libre, no faltará mucho tiempo para eso —añado.

Mamá frunce el ceño, pero inmediatamente se obliga a mostrarse neutral. Hay algo que quiere decirme, lo sé.

—Claro...

—¡Quiero que todos digan whisky!

Clark aparece con una cámara digital muy vieja que usábamos cuando nos íbamos de viaje a las montañas. Apenas nos volteamos hacia él, un flash resplandeciente nos toma por sorpresa y nos fuerza a cerrar los párpados.

—¡Oye! —grito, alzando una mano hacia mi rostro.

—Las fotos casuales me gustan —se excusa él—. Pero, ahora sí, quiero que tires esa horrible mochila a un lado y posen juntas frente a esa pared.

Mamá se ríe y yo ruedo los ojos antes de lanzar mi mochila sobre el sofá. Clark toma unas diez fotos casi iguales hasta que le decimos que ya es suficiente, y entonces mamá nos toma algunas a nosotros dos. Por último me fuerzan a sacarme algunas tomas yo sola y, aunque no me guste posar y no se me dé demasiado bien, termino parada frente a la pared blanca y sentada al borde del sofá para unas cuantas fotos. Mamá no abandona su mirada significativa en todo el rato que paso ahí, y yo me creo una nota mental para recordar venir a visitarla a solas y hablar con ella al respecto.

Cuando Clark se saca el gustito de las fotografías, las agujas del reloj llegan al número más esperado y una bocina suena en la calle, enviándome un llamado hacia la ansiada y esperada noche que tengo por delante.

Continue Reading

You'll Also Like

263K 24.4K 31
Gennie es una criada a la que le fascinan las antiguas leyendas sobre las hazañas de las hadas. Cuando conoce a Fredegar, un gallardo señor de Aladia...
343K 23K 101
Nurbanu, la sultana más poderosa del imperio otomano. Única esposa del sultán Selim II. Madre del sucesor al trono, el príncipe Murad. Tenía todo l...
424K 50.7K 50
𝗟𝗶𝗯𝗿𝗼 𝗜 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝘀𝗮𝗴𝗮 𝗔𝗻𝗼𝗺𝗮𝗹𝗼𝘀 -Taylin solo quería sobrevivir su vida ordinaria. Penosamente, la supernova no quiso lo mismo para...