¡No me dejes con ellos, mamá!

By Sarah3553

5.3M 168K 26.6K

No podía creer que mi madre me hubiera dejado con semejantes bestias. ¿Acaso no tenía corazón? ¿Qué clase de... More

Sinopsis
Capítulo 1 "No me dejes aquí"
Capítulo 2 "Tour al Instituto Abraham Lincoln"
Capítulo 3 "¿Hay un pequeño Satanás 2 en mi cabeza?"
Capítulo 4 "Dos Adonis"
Capítulo 5 "El nuevo entrenador del Instituto Abraham Lincoln"
Capítulo 6 "¡Bésalo de una maldita vez!"
Capítulo 7 "Sr. Castigo" (Maratón 1/3)
Capítulo 8 "Conociendo a Rebeca" (Maratón 2/3)
Capítulo 9 "Pruebas médicas" (Maratón 3/3)
Feliz 2014
Capítulo 10 "El primer partido"
¡Cree un Twitter de la historia! IMPORTANTE
Descripción personajes
Capítulo 11 "Reencuentros inesperados"
Capítulo 12 "Flashback"
Capítulo 14 "La sabia Dani y el perdido Dylan"
Capítulo 15 "El sustituto"
Capítulo 16 "Enamorarse de una oruga"
Capítulo 17 "Dani, necesito hablar contigo"
Capítulo 18 "Llora, mi pequeña Gioconda."
Capítulo 19 "Una arcajada" (Maratón 1/3)
Capítulo 20 "Un punto negro con dos pelos en la mejilla derecha" (Maratón 2/3)
Capítulo 21 "Mis abuelos" (Maratón 3/3)
Capítulo 22 "Lo importante es ser feliz"
Capítulo 23 "Apolo y Dafne"
Capítulo 24 "El secreto de los amantes"
Capítulo Especial (25)
Capítulo 26 "Palabra clave: casi"

Capítulo 13 "Cagada nivel Dean Smith" (Dean)

195K 6.2K 1.5K
By Sarah3553

El silencio se instauró entre nosotros. Yo me callé porque acabada de reconocer que me preocupaba por ella. ¿Pero y Dani? ¿Por qué se había callado ella?

Sacudí la cabeza e intenté alejar esos pensamientos de mi mente. ¿Desde cuando me preocupaba por lo que una chica pensara? En realidad, ¿desde cuando me preocupaba por cualquier chica?

Miré a Dani y vi como movía su mano hacia su mejilla y secaba sus lágrimas. Se levantó y me miró seria.

No pude evitar que mi corazón se encogiera al verla así. ¿Qué demonios me había hecho esta chica? Sentirme de esa forma me hizo darme cuenta de algo: seguía sin preocuparme por cualquier chica, eso no había cambiado. Lo que pasaba es que, por una razón desconocida, Dani no era cualquier chica. No sabía por qué pero era diferente. Al menos para mí.

-Creo que es mejor que volvamos al vestuario. –susurró. –Nos estarán esperando.

La agarré por el brazo y la detuve. Me miró sorprendida y a la vez molesta.

-¿Qué quieres ahora?

-No te vas de aquí hasta que me expliques qué te ha pasado antes. –respondí.

Dani me miró enarcando una ceja.

-¿Quién te crees que eres para decirme lo que puedo o no hacer? –me preguntó zafándose de mi agarre y cruzándose de brazos.

Me callé durante unos segundos, no sabía qué responder. Y eso me enfadó.

-¿Siempre tienes que dejarme sin palabras o qué? –le espeté molesto. -¿No puedes comportarte como las demás chicas y ser cariñosa y dulce conmigo?

-Creí que había quedado claro antes que yo no soy como las demás. –me respondió encogiéndose de hombros. –Si lo que buscas es una chica dulce, cariñosa e inocente, no sé que haces aquí hablando conmigo.

Eso es exactamente lo que yo me preguntaba. ¿Qué hacía allí? Era obvio que Dani no era como las demás chicas que conocía. Ella no era tímida ni reservada ni mucho menos se cohibía cuando estaba delante de mí. Dani era espontánea, impulsiva y, en ocasiones, borde. Pero a pesar de todo eso, había algo que me hacía permanecer a su lado, preocuparme por ella y querer protegerla, enfrentarme a los que la dañaban y querer derramar la sangre de quien la hacía llorar.

-Y ahora es cuando vomito arco iris. ¡Puag! ¡¿Desde cuándo soy tan cursi?! –gruñí.

-¿Qué?

Miré a Dani, que, a su vez me miraba enarcando una ceja. Parecía sorprendida y divertida. Una sonrisa comenzó a formarse en sus labios y noté como se me caía la baba. ¿Qué jodida mierda me pasaba con esa chica? ¡Jamás me había sentido así con nadie!

-¿También hablas solo? –me preguntó sonriendo.

Fruncí el ceño. No comprendía de qué hablaba. Repasé mentalmente lo que había hecho y me di cuenta de que había dicho en voz alta algo que no debería haber dicho, más que nada porque no podía explicar mis palabras. Estaba a punto de inventarme una escusa cuando caí en la cuenta de algo.

-¿También? ¿Has dicho <<también hablas solo>>? –le pregunté sorprendido. -¿Acaso a ti te pasa?

Sus mejillas se tornaron más rosadas de lo normal.        

-Y-yo n-o… -carraspeó para que su voz dejara de vibrar. –Yo no hablo sola. –dijo por fin. –Puede que esté un poco loca y que a veces me comporte de manera extraña, pero no soy bipolar. Y hablar sola, es uno de los síntomas.

No dejé de sonreír en todo el tiempo que ella estuvo hablando.

-Dices que no eres bipolar pero antes pasaste del llanto a gritarme. -dejé caer como si nada. Me debía una disculpa y no iba a dejar escapar la oportunidad.

-Tú me gritaste en el oído. –se justificó. Me crucé de brazos y la miré enarcando una ceja. Bufó. –Vale, puede que no sea una buena excusa pero me molestó que lo hicieras. –tosí forzadamente. Aún no había oído lo que quería. Volvió a bufar. Me recordó a un toro, un lindo toro… ¡Olvidad eso! –De acuerdo, lo siento. No debí gritarte pero, aunque sé que tampoco es excusa, no estaba bien. –descrucé mis brazos y los dejé caer a ambos lados de mi cuerpo. –Y ahora es cuando tú me dices que nunca estoy en mis cabales pero en ese momento yo…

-Creo que eres la persona más cuerda que conozco. –la interrumpí. –Todos tenemos derecho a sentirnos mal y débiles en ocasiones, lo importante es ser lo suficientemente fuertes como para superar esos momentos y seguir adelante. El hecho de no estar bien no te hace mejor persona, pero sí cómo te enfrentas a tus problemas.

Un silencio precedió a mis palabras. Los ojos de Dani no se despegaron de los míos en ningún momento. ¿Qué estaría pasando por esa cabecita?

-Joder, Dean. Sí que te estás convirtiendo en un cursi. ¡Incluso me costó entenderte! –exclamó divertida Dani.

No era la reacción que esperaba pero bueno, con ella nunca se sabía que esperar.

Sonreí y me reí por su comentario. Tenía razón, eso había sonado demasiado como mi yo antiguo, el que era antes de comenzar a salir con Rebeca.

-No eres el simio cabeza hueca que pensaba. –murmuró.

Parecía feliz y aliviada. Y yo no pude sino contagiarme de su emoción.

-Tú tampoco eres la chica dura y fría que finges ser. –susurré acercándome a ella. - Las apariencias engañan.

Coloqué mi mano sobre su mejilla y comencé a acariciarla sin despegar mis ojos de los suyos. Hacía demasiado tiempo desde la última vez que sentí sus increíbles labios sobre los míos y, ¿para qué mentir? Los echaba de menos. Era extraño pero nunca había sentido la necesidad de besar a una chica hasta ahora.

Dani colocó su mano en mi pecho y trató de separarme de ella.

-Creo que es mejor que volvamos, el descanso está por acabar.

Hice caso omiso a sus palabras y dirigí mi mano hacia su nuca.

-Tranquila. –murmuré reduciendo los escasos centímetros que nos separaban. –Nos esperaran.

Coloqué mis labios sobre los suyos y comencé a moverlos lentamente. Sentí como ella respondía a mi beso. No pude evitar sonreír feliz de que lo hiciera. Mis manos descendieron lentamente por sus hombros. Sus brazos. Sus manos. Enlacé mis dedos con los suyos y la acerqué más a mí. Era la primera vez que sujetaba la mano de una chica a la vez que la besaba y se sentía genial. Necesitaba más de ella. Mucho más. Olvidé que estábamos en la puerta del edificio de las chicas. Olvidé que nos estaban esperando. Olvidé que teníamos que jugar un partido. Lo olvidé todo y dediqué todos mis pensamientos a besarla y a que disfrutara de ello.

Mordí su labio inferior, haciéndola gemir contra mi boca. Liberé sus manos de mi agarre y las dirigí hacia sus caderas. La acerqué todo lo que pude a mí y volvió a gemir. Levanté un poco su camiseta para poder palpar su piel con mis dedos y comencé a acariciarla. Nuestros besos se hicieron más apasionados. Ella acarició mi pecho, descendiendo hacia el final de mi camiseta. Introdujo una de sus manos debajo de ella y palpó mi abdomen. Esta vez el que gemí fui yo. Noté como la sangre de mi cabeza bajaba hacia mi entrepierna, que cada vez me dolía más.

Mi jodido cerebro, enfadado porque le hubiera quitado su apreciada sangre, eligió ese momento para recordarme que no era el lugar adecuado para hacer eso. Quería continuar y llegar hasta el final pero mi cerebro pensaba fastidiarme los planes.

-Dani. –gruñí separando nuestros labios. Mi voz sonó ronca de la excitación. –Tenemos que parar.

Sus pupilas estaban dilatas y sus labios enrojecidos. No necesité mirarme en un espejo para saber que yo estaba igual, mi entrepierna era suficiente prueba de ello.

-Por si no lo has notado, soy un chico. –le dije. Ella me miró sin comprender. Dirigí mi mirada hacia mi cadera y ella me imitó. Sus mejillas se tornaron rojas y sonrió avergonzada. –Y me excitó más rápidamente que tú. O, al menos, mi excitación es más evidente que la tuya.

Cabeceó y comenzó a retirar sus manos de mi abdomen. Yo, con mucho esfuerzo debo admitir, también retiré las mías de sus caderas.

Mi ceño se frunció al mirarla a la cara.

-Pareces complacida. –murmuré al ver su sonrisa y el brillo de sus ojos.

Dani se encogió de hombros.

-Sienta bien saber que con unos cuantos besos te pones así. –reconoció divertida señalando el bulto de mis pantalones. –Te dejaré solo para que… -meditó sus palabras y sonrió perversamente antes de continuar. –te relajes.

La miré alzando una ceja.

-Nos vemos en el vestuario.

Observé divertido como se alejaba y desaparecía de mi vista al cabo de un rato. Desde luego no podía negar que era una chica especial. Muy especial.

-¡¿Se puede saber dónde demonios estabas?! –me gritó-preguntó Bradley al verme entrar por la puerta de los vestuarios. -¡Tuve que tontear con una de las organizadoras para que nos dejara más tiempo! –me agarró por el cuello de la camiseta. Estaba completamente fuera de si. -¡¿Sabes lo fea que es?! ¡Y yo tendré que salir con ella este sábado! –acercó peligrosamente su rostro al mío. –Si me contagia su fealdad, volveré de entre los feos para matarte.

-Brad. –oí la voz cansada de Dani llamar a su hermano, aunque no pude verla hacerlo porque la cara de Brad -alías Toro Enfadado- no me permitía ver nada más allá de sus furiosos y oscuros ojos. –Déjalo en el suelo.

La respiración agitada de mi entrenador me golpeaba en la cara. Sus ojos parecían querer matarme. ¿Tan fea era esa mujer como para que se enfureciera de esa forma?

Soltó bruscamente mi camiseta y casi tropiezo al tocar el suelo.

-Siéntate. –me ordenó con la mandíbula apretada.

Corrí a obedecer porque, sinceramente, Brad me daba miedo.

Busqué con la mirada un espacio libre. Había uno entre Matt y Trevor. Entre Ethan y Robert. Entre Mike y Dylan. Y uno tremendamente pequeño entre Dylan y Dani. ¿Adivináis lo que hice? Sentarme en ese.

-Permiso. –dije metiendo mi culo en un espacio de veinte centímetros de largo y haciendo que ambos se separaran para dejarme sitio a mí.

-¿Acaso no había más huecos libres? –me preguntó Dylan.

Me encogí de hombros.

-Puede, pero yo quería este.

-¿Y se puede saber qué hace este sitio especial a los demás? –insistió.

Le miré fijamente.

-No tengo porque darte explicaciones de lo que hago. –le respondí serio.

Dylan me observó confuso por mis palabras. Vi en sus ojos como trataba de encontrarle sentido a mis actos. Su concentración duró poco, al cabo de tres segundos vi como se encogía de hombros y centraba su atención en Bradley.

Suspiré aliviado al verlo dejar el tema. Agradecí mentalmente que mi amigo tuviera la concentración de un pez con Alzheimer.

Volví a mirar al frente. Por el rabillo del ojo observé como Dani sonreía y negaba con la cabeza mirándome. ¿Habría oído mi conversación con Dylan?

-¿Qué vamos a hacer, entrenador? Nos están machando. –dijo Robert.

Robert era el base de nuestro equipo. Tenía los ojos marrones y el pelo rizado. Era del tamaño de un minion |1| pero muy hábil.

Todos oímos como Brad suspiraba resignado y agachaba la cabeza.

-No lo sé, chicos. –confesó colocando sus manos en su nuca. –Realmente no tengo ni una jodida idea de qué podemos hacer. Se aceptan sugerencias.

Traté de estrujarme los sesos para sacar una posible solución y que así nuestra derrota no fuera tan aplastante. Aunque, claro está, nos ganaban por treinta puntos y eso era algo difícil de superar dadas nuestras condiciones: todos estábamos cansados de tanto correr, Dylan estaba herido y en el punto de mira de uno del equipo contrario por un motivo aún desconocido; y Dani… Bueno, ella no estaba tampoco en su mejor momento.

Desconocía cuáles eran sus problemas con esa tal Lisa pero comenzaba a tocarme las pelotas. Cada vez que ella abría su boca, Dani apretaba los puños y contenía su rabia. A veces, sus lágrimas. En más de una ocasión la había visto restregarse los ojos enfadada para limpiárselos de alguna lágrima que se escapaba de su control.

Y luego estaba ese chico, James. No me gustaba. Simplemente. La forma en la que miraba a Dani, su forma de hablarle… su actitud, su aspecto, su pelo… el hecho de que había besado a Dani… En resumen, él en su totalidad me sentaba como una patada en el estómago. Tampoco conocía su historia con ella pero algo me decía que habían sido más que amigos. Y eso, por una razón desconocida, me enfadaba y hacía que deseara golpear a ese imbécil.

Aunque intenté encontrar alguna táctica milagrosa, mi cerebro estaba seco de ideas. Miré al resto de mis compañeros. Estaban todos igual que yo.

-¡Tengo una idea! –exclamó Cameron. Me imaginé lo que iba a decir. -¡Rompámosles las piernas! Así no podrán jugar. –todos lo miramos horrorizados por lo que acababa de decir.

Cameron era el típico chico que te encontrabas por la calle y cambiabas de acera para no cruzarte con él. Tenía el pelo negro, los ojos de color pardo -lo que le daba un aspecto de bestia de la sabana- y la piel llena de tatuajes. Media más de dos metros y pesaba 80 kilos. ¡Era todo un animal!

-Gracias por tu aportación, Cameron. Pero no creo que esa sea una solución viable. –le respondió Bradley.

-A mí no me importaría partirles las piernas a dos de ellos. –murmuró Dani con la cabeza agachada.

Por un momento pensé que nadie, además de yo, la había oído.

-Ni a mí, pero hasta que no suele la campana indicando que el partido a concluido, no podemos hacer nada. –dijo Bradley mirándola.

Dani levantó rápidamente la vista del suelo y miró a su hermano frunciendo el ceño.

-¿Qué significa eso? –preguntó.

Fue Matt el que respondió.

-Las normas sobre las agresiones en el campo de juego son claras y te expulsaran del partido si las incumples, pero esas reglas son sólo para la competición. –explicó mi mejor amigo. –Este es sólo un amistoso, y aunque te pueden sancionar de igual manera mientras juegues, una vez que el partido finalice, ya no hay reglas. –nos miró a todos y vio que muchos no comprendíamos lo que eso quería decir, por lo que añadió a modo de explicación de su explicación. –Si quieres pelearte, hazlo cuando el partido acabe: no podrán sancionarte.

Asentí comprendiendo al fin sus palabras. La verdad es que no entendía cuál era la diferencia entre pelearte en un partido amistoso y en la competición, al menos en lo que al terreno de las sanciones se refería. En mi opinión, las sanciones deberían ser las mismas ya que ese tipo de comportamiento o cualquier otra conducta antideportiva no debía tolerarse en ningún caso. Pero bueno, yo no dictaba las normas.

Cuando Matt terminó de hablar, vi como a Dani se le encendía una lucecita en la cabeza y una sonrisa perversa aparecía en su rostro.

-Tengo una idea. –dijo aún con esa sonrisa que me recordaba al Jocker de Batman.

-No, no, no y mil veces no. Me niego.

Suspiré aburrido. Era la tercera vez que Bradley decía eso.

-No hay otra forma de reducir la diferencia de puntos. –insistió Dani, también por tercera vez, debo admitir.

-Que no, Dani. He dicho que no y es que no. No quiero que vuelvas a jugar.

-Bradley, deja de decir que eso y piensa un poco. –intervino Matt. –En el fondo sabes que es la única solución. Ella es más rápida que nosotros, tiene que jugar.

Nuestro entrenador se quedó mirando unos segundos a Matt y después agachó la vista y centró su atención en sus zapatos. Dani le agradeció con la mirada a Matt su ayuda.

-Sigo sin verlo. –murmuró Brad, aunque esta vez su tono no era tan serio y parecía dudar.

-No le pasará nada, nosotros cuidaremos de ella. –le aseguró Dylan.

Vimos como Dani iba a añadir algo a ese comentario, posiblemente algo como que ella no necesitaba protección, pero Ethan la detuvo antes de que empeorara las cosas. Todos sabíamos que era capaz de cuidarse sola -habíamos sido testigos de su fuerza en múltiples ocasiones- pero necesitábamos que Bradley estuviera seguro de que ella iba a estar bien y que nosotros nos aseguraríamos de ello.

Oímos un suspiro y supimos que lo habíamos conseguido.

-De acuerdo, haremos lo que Dani propone. –dijo mirándonos. –Cameron, no te separes de ella y si ves que ese imbécil o la rubita de bote se acercan a ella, tienes permiso para llevar a cabo tu idea de romperles las piernas.

El susodicho asintió conforme y, junto con el resto del equipo, salieron al campo de juego. Nos quedamos en el vestuario Dylan, Ethan, Matt, Bradley, Dani y yo.

-Eso no era necesario. –murmuró cruzándose de brazos Dani.

Bradley se encogió de hombros y la ignoró. Le apoyé completamente. Además, si Cameron no les rompía las piernas, yo me encargaría.

-Dylan, ¿cómo tienes la nariz?

-Mejor, entrenador. –respondió el aludido. –Casi no me duele.

-Genial, veamos si podemos averiguar cuál es el problema del jugador número nueve contigo y por qué te tiene en su punto de mira. –Dylan asintió.

Después de hablar, Brad nos miró a todos y salió del vestuario. Le seguimos.

Me coloqué y caminé al lado de Dani. Vi que removía sus manos.

-¿Estás nerviosa? –ella asintió. Enlacé una de sus manos con una de las mías. –No dejaremos que te hagan daño.

Miró fijamente nuestras manos unidas y después a mí.

-Gracias, Dean. –dijo con un brillo especial en los ojos.

-¿A qué ha venido lo de antes? –me preguntó Matt colocándose donde, segundos antes, había estado Dani. Ella ahora se encontraba delante, con Bradley. Nuestros vestuarios estaban bastante apartados de la cancha y era necesario caminar un poco para llegar hasta allí.

-No sé a qué te refieres.

Mi mejor amigo soltó una carcajada y me miró divertido.

-Sí que lo sabes, no me mientas.

Lo miré a los ojos y repetí mis palabras.

-No miento, realmente no sé de qué me estás hablando.

Matt me miró sonriendo durante unos segundos y, cuando por fin creyó mis palabras, su sonrisa desapareció.

-¿De verdad no lo sabes? –insistió.

-Ya te he dicho que no. –respondí cansado de que no me creyera. –Nunca te mentiría.

-Estoy seguro de que el viejo Dean nunca lo haría, pero del nuevo no sé que esperar. –murmuró.

-Nunca te he mentido, Matt. Eres mi mejor amigo, casi un hermano para mí. –le recordé. –Puede que durante los meses que estuve con Rebeca nos separásemos un poco pero hay cosas que no cambian ni cambiaran jamás.

-Me alegra oír eso. –dijo sonriendo.

-Siento haberte dejado de lado pero ahora ya no estoy con ella y esa arpía no va a seguir sacándome la sangre ni alejándome de quien realmente soy. –añadí. Me encogí de hombros. –Voy a volver a ser el mismo de antes con algunas mejoras.

-Y entre esas mejoras está la de salir con una chica que tenga corazón y no un agujero negro en su lugar, como pasaba con Rebeca. –afirmó divertido Matt.

Le miré sin comprender de qué hablaba.

-Pues no, la verdad es que no tengo pensado salir con ninguna chica. –respondí no muy seguro.

-¿Por qué tonteas con Dani, entonces?

Eso me pilló por sorpresa. ¿Tonteaba con ella? La verdad es que habíamos hecho más que tontear y que, si hubiéramos estados solos y en un lugar más tranquilo antes, posiblemente nos habríamos acostado juntos. Al menos, yo habría querido que fuera así. Mi erección dio fe de ello en su momento.

No sabía que responderle a Matt, así que me encogí de hombros.

-¿Qué significa ese gesto? –continuó él.

-Joder, Matt, a veces eres muy insistente. –me quejé molesto. –Yo no tonteo con ella, y si lo hiciera tampoco significaría que me gustase o nada parecido. Simplemente que soy humano. –mi amigo frunció el ceño. –Es obvio que Dani es una chica muy guapa, tiene un buen trasero y unas buenas tetas. Si tontease con ella sólo significaría que me gustaría llevármela a la cama.

Mi amigo me miró completamente horrorizado.

-¿Cómo puedes decir eso? –me preguntó sorprendido.

-¡Oh, vamos! –exclamé agitando los brazos. –¿Me vas a decir que Dani no es guapa y que tiene un cuerpo increíble?

Seguía visiblemente horrorizado pero ahora sus mejillas estaban rojas.

-No, no voy a decirte eso porque sería mentirte. Dani es muy guapa… -reconoció por fin. -¡Pero no un jodido objeto! ¡No puedes utilizarla un rato y después abandonarla! Además, una chica no vale lo que valga su cuerpo. Hay más cosas en las que fijarse de una mujer: su inteligencia, su amabilidad, su espontaneidad…

Me carcajeé.

-Claro, y Dani derrocha de eso. Dani es tan buena como un ángel; tan dulce como una tarta; tan cariñosa como un perrito… –ironicé riéndome. –Hablemos en serio Matt, Dani es como un limón: difícil de tragar pero todo un reto de saborear. Es una chica de la que puedes presumir de haber tenido en tu cama, pero no alguien con quien tener una cita. ¡Con el carácter que tiene es capaz de matar al camarero si se equivoca al traerle su comida! –exclamé. –Además, todo eso del interior de las chicas sólo lo dices porque nunca has estado con una.

La expresión de mi amigo cambió de horror a dolor y enfado. Apretó los puños y por un momento pensé que iba a pegarme.

-Eso era completamente innecesario.

Tal vez me había pasado un poco, debería pedirle perdón…

Estaba a punto de hacerlo cuando una mano impactó de lleno en mi cara.

-¡¿Cómo se puede ser tan cabrón?! –me espetó Dani. -¡Eres un hijo de puta!

Subí mi mano hacia mi mejilla, que latía dolorosamente.

-¡No sé como alguien tan bueno como Matt puede tener un amigo tan gilipollas como tú! –me gritó. -¡Eres un misógino, un machista y un creído de mierda! –sus mejillas estaban completamente teñidas de rojo por su enfado y sus ojos me miraban como si desearan matarme, pero no me achanté. Idiota de mí por no haberme callado la boca…

-¿¡Quién demonios te crees que eres para hablarme así?! ¡No te metas en nuestra conversación! –le ordené.

Por un momento pensé que le iba a salir humo de las orejas.

-¡Me meto donde me da la gana y más si hablan de mí como su fuera un puto objeto de usar y tirar sólo porque “soy una chica muy guapa, tengo un buen trasero y unas buenas tetas”! –me respondió imitando mi voz.

Me quedé en shock y, por unos segundos, me costó articular palabra.

-¿N-nos oíste? –tartamudeé nervioso. Sus hombros se alzaron y tomé eso como un sí. -¿Cuánto oíste?

-Todo. –respondió apretando los dientes.

Mierda, la había cagado pero bien. Cagada nivel Dean Smith.

Vi como Dani se alejaba con Matt y el resto del equipo. Todos me miraban y negaban con la cabeza: al parecer habían oído toda nuestra conversación.

-¿Sabes, Dean? –dijo Dylan colocando su mano sobre mi hombro. –En mis 17 años de vida nunca, jamás, he conocido a un chico capaz de joderla de esa forma. –le miré pidiéndole que cerrara el pico, no estaba de humor para aguantar sus tonterías. Me ignoró. –Ni siquiera yo, que acabo peleado con el 90% de las chicas que me tiro, he llegado nunca a enfadar a una mujer de esa manera. –hizo una pausa y continuó, esta vez más serio. –Dani no va perdonarte nunca esto, lo sabes ¿verdad? –me limité a agachar la cabeza. Oí como suspiraba y me dio una palmadita en el hombro. –Suerte, amigo, la necesitas.

Escuché los pasos de Dylan alejándose de mí y dejándome solo. Decidí pasar de ir a la cancha y encontrarme con las miradas acusadoras de todos mis compañeros. Además, no iba a jugar. Bradley no me dejaría. A pesar de que fingía no querer a su hermana, era obvio que sí lo hacia y que me impediría jugar por lo que le había dicho. Eso era lo menos que me haría. Posiblemente intentara matarme o, al menos, pegarme.

Me dirigí hacia mi habitación. Subí las dos plantas que había hasta ella por las escaleras y caminé hacia mi puerta. Habitación 253. Entré.

Mi habitación era como todas las demás. Fea y blanca, muy blanca. Lo primero que vi nada más entrar fue las dos llaves de la habitación sobre la mesita de noche. Matt y yo no las utilizábamos, considerábamos que no había nada importante que guardáramos allí como para cerrar la puerta cuando no estábamos, así que no las cogimos el primer día que llegamos. Habíamos acordado no cerrar con llave un año antes, después de que una noche llegáramos borrachos y, al intentar abrir la puerta, nos diéramos cuenta de que habíamos perdido las llaves. Tuvimos que dormir en el pasillo, acudir a las clases sin mochilas y con un fuerte olor a cerveza en la ropa; y pedir que nos cambiaran de cerradura.

Sonreí al recordar ese día. A pesar de que al día siguiente había tenido un fuerte dolor en el cuello por haber dormido en el suelo y en mala postura, me había divertido recordando travesuras con mi mejor amigo hasta que nos quedamos dormidos.

Mi sonrisa desapareció al recordar cómo la había fastidiado un rato antes. No sólo había hecho daño a mi mejor amigo recordándole que aún era virgen, sino que me había burlado de él por ello. ¡Si Matt seguía siendo virgen era porque pensaba con la cabeza y no con el pito! Golpeé con toda mi fuerza mi bolsa de deporte y la envié lejos de mi alcance.

Yo antes era como él. Pensaba perder la virginidad con una chica a la que realmente quisiera pero entonces apareció Rebeca. Ella me ofreció la posibilidad de que todos dejaran de juzgarme por acostarme con todas las chicas que podía. ¡Yo tan sólo salía con ellas un par de veces! A la tercera cita, descubría que tenían algo que no me gustaba de ellas: eran hipócritas, aprovechadas, manipuladoras o egoístas, así que dejaba de salir con ellas. Y ellas no se lo tomaban bien. Inventaban historias como que sólo las quería para una noche y que después las echaba a patadas de mi casa, que les metía mano en lugares públicos y que cuando ellas me decían que no las dejaba. Nada más lejos de la realidad. Más bien eran ellas las que intentaban meterme mano y yo las detenía. Sólo querían fardar de haber tenido una cita con el chico más guapo del colegio. Pero ese chico también era el más puritano: no quería nada con una chica si no estaba enamorado de ella.

Así que cuando Rebeca me propuso salir juntos para que los demás creyeran que había sentado la cabeza, acepté. Ella conseguía popularidad por salir conmigo y yo que dejaran de criticarme -aunque nunca dejaron de hacerlo, siempre encontraban un motivo para insultarme-. Comenzamos a salir: íbamos al cine, de paseo, a la playa… Nos hicimos amigos, pero nunca nos enamoramos. Era algo que teníamos muy claro, nuestra relación era sólo una farsa. A pesar de nuestras salidas, empezaron a surgir rumores de que no nos queríamos -lo que era totalmente cierto- y de que nuestra relación era mentira -lo que también era cierto-. Para acallarlos, a Rebeca se le ocurrió un plan: debíamos mostrarnos cariñosos. Acepté sin pensarlo, desde que los demás no me juzgaban me sentía mejor y más feliz. Nos besábamos y abrazábamos delante de todos, caminábamos de la mano…Conforme crecíamos, las muestras de cariño se hacían más cariñosas y cargadas de deseo. Hasta que nos acostamos.

Era normal que eso pasara tarde o temprano. Habíamos comenzado a salir con apenas 16 años y con esa edad no sentía nada más que un cosquilleo, pero al cumplir los 17 la cosa cambió. El deseo se acumulaba. El último día de clases antes de las vacaciones de verano y después de una fiesta, lo hicimos. Yo estaba ya harto de mentir y de fingir. No podía salir con otras chicas porque si no nos descubrirían así que esa noche simplemente me dejé llevar.

Durante mi noviazgo con Rebeca había cambiado mi forma de pensar y mis compañías. Ya no pasaba tiempo con Matt, ni mucho menos con Dylan y Ethan. Rebeca consideraba que era peligroso para nuestro teatro que me relacionara con ellos y yo le di la razón. Cuando Matt y Ashley comenzaron a salir, Rebeca se enfadó mucho pero yo no podía estar más feliz. Echaba de menos a mi mejor amigo.

-Y, ahora que puedo volver a recuperarlo… -murmuré. –Soy un estúpido, Dani tiene razón. Matt es demasiado bueno para relacionarse con alguien como yo.

Al pensar en sus palabras, no pude sino recordar también que con Dani también la había jodido. Debería haber mantenido mi bocaza cerrada. Además, no entendía por qué había dicho todo eso. ¡Ni siquiera lo pensaba! Para mí, Dani era algo más que un culo bonito y unas tetas grandes, mucho más. Yo sólo pretendía horrorizar tanto a Matt que no volviera a preguntar sobre el tema porque no quería pensar qué sentía por ella. Con mis palabras sólo trataba que el inocente de Matt desistiera de cualquier futuro intento de iniciar una conversación basada en mi comportamiento con Dani, porque ni yo lo entendía. No alcanzaba a comprender por qué, habiendo tantos sitios libres, había elegido el que se encontraba a su lado; por qué, cuando nos besamos en la puerta del edificio de las chicas, pensaba sólo en ella y me esforzaba para que disfrutase y para que no pensase que era un imbécil. Y, lo que menos comprendía de todo, era por qué me importaba tanto su opinión y me afectaban tanto sus palabras.

No tenía claro cuales eran mis sentimientos hacia ella pero me sentía bien al tenerla a mi lado. Y, mientras había estado con ella, había vuelto a ser el chico que era antes de Rebeca.

Totalmente frustrado y culpable, caminé hacia mi cama y me tumbé sobre ella. En ningún momento dejé de pensar en Dani. Recordé como había tratado de herirla la primera vez que nos besamos porque no me gustaba lo que estaba comenzando a sentir. Había querido alejarla de mí todo lo posible, pero ese deseo había terminado tan rápido como vi sus lágrimas durante el partido o más tarde en el vestuario, cuando discutió con su hermano. Entonces sólo había querido estrecharla entre mis brazos.

Coloqué mis manos en mi cabeza y comencé a pensar en la forma de arreglar lo que había hecho.

Lo primero sería pedirle perdón a Matt. A pesar de lo cruel que había sido con él, me perdonaría. Aunque a cambio tuviera que confesarle mis dudas y sentimientos hacia Dani. Tal vez se ofreciera a ayudarme.

Lo segundo y lo más peligroso que haría sería hablar con Dani. Intentaría que fuera en un lugar donde no hubiera ningún arma arrojadiza ni nada con lo que pudiera golpearme. La ataría a una silla si no me escuchaba y me ponía muchos problemas, pero tenía que conseguir que me prestara atención. Con ella esperaba no tener que llegar a explicarle lo mismo que a Matt pero, llegado el momento y si veía que no había otra solución, le confesaría mis sentimientos. Fueras cuales fueran. Esperaba que para ese día ya los tuviera algo más claros.

Cerré los ojos y traté de dormir, aunque los ojos dolidos de Matt y Dani no dejaban de llegar a mi cabeza.

|1|: personaje de la película Gru: mi villano favorito. Se trata de un pequeño muñeco amarillo de corta estatura.

MULTIMEDIA: Janis Danner (Dean Smith)

Continue Reading

You'll Also Like

321K 17.1K 60
Angela Marel es solo una alumna problemática mucho mayor a sus compañeros por haber reprobado sus materias. Elena Landam es la nueva profesora de cá...
173K 9.6K 26
Un internado en suiza no sonaba nada bien, pero era la petición de su madre fallecida. Brook tiene que olvidarse de su vida en Londres y comenzar un...
711K 43.8K 39
Paris Smith siempre ha sido una chica soñadora, talentosa, amante de todo lo que tuviera que ver con la astronomía: las estrellas, los planetas, las...
42.2K 2.3K 46
Martin llega a Madrid dispuesto a triunfar el mundo de la interpretación. Juanjo vuelve a Madrid después del verano en su pueblo, Magallón. Sólo ha...