En rut

By mariafeanvi

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La incertidumbre de su naturaleza lo torturó hasta los quince años. Quería ser beta; la vida lo hizo omega. ... More

Guía Omegaverse
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
Capítulo XXII
Capítulo XXIV
Capítulo XXV
Capítulo XXVI
Capítulo XXVII
Capítulo XXVIII
Capítulo XXIX
Capítulo XXX
Capítulo XXXI
Capítulo XXXII
Epílogo
Extra

Capítulo XXIII

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By mariafeanvi

       
—Marjorie —pronunció cuando la omega abrió la puerta principal de su casa.

—Oh, gracias por venir, Harry.

Él negó, saludándola en un apretón breve con un brazo. Ella no tardó en invitarlo a pasar hasta el salón.

Harry echó un vistazo al acogedor pasillo que daba al comedor. La estancia era cálida; olía a algún aceite esencial, pero en las paredes también se recargaba aquel aroma que reconocería en cualquier lado.

Louis.

No dudó ni un segundo en actuar cuando la omega pronunció aquel nombre por teléfono. Fue cuestión de instantes que en sus hombros se alojara una pesadez; un saco de ladrillos que impactó con fuerza.

Inspiró hondo por la nariz cuando Marjorie lo miró con sus ojos color miel mientras se frotaba las manos con nerviosismo.

—¿Qué ha pasado? —se aventuró el alfa—. ¿Dónde está Louis?

Se tuvo que poner de nuevo en alerta cuando la omega resopló.

—No lo sé. Lleva dos semanas muy raro. —Parecía que las palabras peleaban en su garganta para poder ser pronunciadas—. Al parecer el taller cambió de dueños y no lo volvieron a contratar.

Su voz entrecortándose mientras Harry arrugaba el entrecejo...

—¿Perdió el trabajo? —espetó turbado—. Y-yo no lo sabía. No me lo dijo.

¿No se suponía que le había dicho que todavía no sabía nada? Comenzó a notar la exudación en las palmas de las manos...

—A mí tampoco me lo dijo hasta el último momento, cuando apareció con un sobre con mil libras. Nunca me explicó de dónde lo sacó.

Harry, por puro intento de amainar el histerismo que comenzaba a crecerle en el pecho, se llevó las manos a los bolsillos del pantalón. Luego tiró de los bordes de su chaqueta negra. Estaba en el despacho de casa en el momento de la llamada, sin todavía haberse quitado la ropa de todo el día.

Intentó entender algo; hilar.

Habían despedido a Louis y luego apareció con un sobre con dinero. Esa noche, se había ido sin decir nada... Olía a problemas por todos lados. Y por ello sintió más presente el golpeteo en el pecho.

—P-pero, ¿dónde está ahora?

La omega pareció más acongojada.

—Entré a su habitación y busqué entre sus cosas, sé que está mal, pero no sabía qué más hacer... Él nunca se ha comportado así. Lou no está bien, no me escucha.

"No está bien".

¿Louis no estaba bien? ¿Por qué?

—¿P-por qué dices eso? —reclamó de inmediato.

—Porque está obsesionado con... el dinero, con ayudar cuando no hace falta. —Ella suspiró, llevándose una mano al pecho mientras miraba al otro—. Yo empecé a trabajar porque me sentía sola y necesitaba relacionarme, salir de aquí y estar distraída. No lo hice por por necesidad. Y se lo dije mil veces, pero Louis no lo escuchaba.

—Él me dijo que no le gustaba que trabajaras.

—Oh, dios. —Se cubrió el rostro con ambas manos—. Yo se lo repetí mil veces, Harry, pero se centraba en conseguir más, en volver a estar como antes. Sin motivo aparente, se le metió en la cabeza que no era suficiente. Sí, nuestra vida cambió por completo, pero vendimos nuestra casa para vivir tranquilos, eso era lo que yo quería, pero Louis lo vio todo de una forma distinta. Tenemos dinero, pero a él eso no le basta. Louis... no deja de compararse con su padre. Todo el tiempo. Ganar como él, ocupar ese sustento cuando no hace falta, te juro que no hace. Yo quiero que trabaje y se forme por él mismo, para que haga lo que le gusta, pero no lo quiere entender...

Marjorie se terminó rompiendo.

Harry se acercó cauteloso a ella cuando las lágrimas recorrieron sus mejillas. La respiración del alfa se había acelerado y su epidermis cosquilleaba al verla así. También sentía la presión en sus sienes.

—Tiene que entrar en razón —declaró.

Ella entonces se giró hacia la mesa del comedor, de donde recogió una tarjeta negra que le entregó al otro antes de abrazarse a sí misma.

—Encontré esa tarjeta. Escribió jueves y él salió hoy. —Agitó la cabeza—. Iría yo, pero... No es lo mismo. T-tú eres...

La miró.

—No te preocupes. Voy a ir a buscarlo.

Marjorie suspiró.

—Él... Te aprecia. Siente algo muy especial por ti. —Tragó saliva, observando los ojos verdes clavados en ella—. No me lo ha dicho, pero lo veo. También te he visto a ti. Sé que él no está preparado y no sabes la impotencia que siento al ver a mi niño tan perdido. S-siempre le dijimos que nada iba a cambiar, que no importaba cómo fuera. Quizás fue ese propio vínculo con George; el que Louis lo admirara tanto desde pequeño. —Tuvo que contener un sollozo para poder seguir hablando—. Pero para George era su niño y amaba que dijera que su papá era su ídolo. —Negó, presa de los recuerdos y la pena. De la pérdida—. No sé qué hice mal después de que él nos dejara. No lo sé...

Harry le sobó los hombros con afecto sincero, haciendo que lo mirara cuando ella bajó la cabeza.

—No has hecho nada mal. Él sólo tiene que entender... Yo lo voy a ayudar. Voy a ir a buscarlo, no le va a pasar nada. Jamás lo permitiría, ¿de acuerdo?

Ella asintió a pesar de lo mucho que también eso le costó. Era su niño, el que siempre quiso proteger. Hizo su función de madre lo mejor que pudo; nadie le había enseñado. Se dejó llevar por su instinto, ese que apostaba por dar amor y crear unión. Pero ahora... tenía que delegar y apostar también por aquel mismo instinto, por cómo se le cambiaba la cara a su hijo cuando se mencionaba el nombre de Harry. Por cómo cambiaba cuando el alfa estaba presente. Cómo su cuerpo se relajaba, se preocupaba y buscaba con la mirada. Ella todo eso también lo había sentido en algún momento.

—Avísame, por favor —pidió, apretando una de las manos del más joven.

—Claro que sí —prometió antes de leer para sí la dirección en la tarjeta negra con letras plateadas.

"Sirens Bar"

...

Tuvo que anunciarse dos veces con uno de los alfas de seguridad del local. Tras mirarlo de arriba a abajo poco convencido y hacer una llamada que duró menos de un minuto, lo dejaron pasar tras entregarle una placa plateada que ponía "Staff". Le habían dicho que se dirigiera a la barra. Él ya sabía que ahí debía preguntar por un tal Kevin.

Cuando entró tuvo que tragar saliva.

Demasiada gente y olores. Música alta y luces de neón cambiantes que daban vida al ambiente festivo. El ruido de copas chocando y cuerpos bailando al son de aquellas canciones pop. Vio a unos cuantos camareros que pasaron por su lado, sin siquiera pararse a mirarlo aunque llevaran los mismos atuendos que él. Llevaban en alto bandejas donde depositaban los vasos vacíos abandonados en las mesas.

No tardó en localizar la barra circular que enmarcaba el centro del lugar. Donde también se apelotonaba toda la gente. Caminó decidido, esquivando a algunos y pidiendo paso en mitad del gentío. A los que le ponían mala cara, él le enseñaba la placa enganchada a su camiseta negra. No tardó en llegar a la barra, con todo el mundo colgado.

—¡Dos cervezas!

—¡Tres mojitos!

—¡Échale un poco más de ron!

Louis frunció el ceño ante la cantidad de gritos. Dos hombres de treinta y pocos años eran los que hacían frente a todos aquellos pedidos. Uno era moreno, con un piercing en la ceja y el otro estaba completamente rapado.

—Perdona, busco a Kevin —preguntó Louis, cuando el que era moreno estuvo cerca de él.

Creyó que debería alzar más la voz, pero el hombre, sin mirarlo, señaló al otro que se manejaba con las botellas de alcohol.

Como pudo, volvió a caminar entre la gente para poder llegar.

—Hola, ¿Kevin? —El rapado lo miró—. S-soy Louis.

Se sintió estúpido cuando le enseñó aquella placa que le habían dado en la puerta.

—Pasa por aquí.

El omega retrocedió un paso cuando el tal Kevin levantó una parte modular de la barra y lo dejó pasar.

—El que viene a sustituir a Samantha, ¿no? —El omega asintió al oírlo—. Vale, yo soy Kevin, el encargado, y ese de ahí es Marc, ¡hey! —llamó. Era el primero al que Louis preguntó—. Vete a hacer refuerzo fuera, ya llegó el nuevo. —Únicamente levantó un pulgar, terminando de cobrar y apuntar algo en la caja antes de salir por donde Louis acababa de entrar—. ¿Sabes cómo va esto?

El de ojos añiles sintió los nervios.

—L-la verdad es que es la primera vez que... Bueno, no he sido antes camarero.

Kevin únicamente enarcó una ceja.

—¿Sabes servir cervezas del grifo?

Él asintió, dudoso. Conocía eso de inclinar la jarra para controlar la espuma...

—Harás eso. Yo te diré cuántas, ¿de acuerdo? Si te piden otra cosa me señalas a mí.

—¡Eh, Kevin! —gritó un hombre tras la barra. Louis brincó.

—¡Que te esperes, coño! —vociferó el nombrado—. Bueno, ¿te quedó claro? —volvió a dirigirse al menor, quien asintió—. Encárgate de quitarme trabajo y ya.

Louis pestañeó cuando Kevin dio media vuelta, tomando un trapo que no supo de dónde sacó para limpiar la barra y escuchar las peticiones del pelotón de gente. Él localizó el grifo de cerveza y caminó hasta allí.

Inspiró hondo.

Le costó reconocer a Kevin como beta, pero no tanto como al tumulto que se agolpaba frente a él. La música cambiaba al igual que las luces. La gente voceaba y reía alto. Frente a él había dos chicas besándose tras dar un trago a sus copas. Más allá, más personas haciendo lo mismo. Se repegaban y bailaban.

Y había ruido, demasiado. Confiaba en poder escuchar a Kevin.

Se retiró el sudor de la frente por el calor que también habitaba el lugar antes de dar un respingo.

—¡Nuevo! ¡Te he dicho que dos cervezas!

Asintió apurado antes de tomar dos jarras bajo el grifo. Sintió la presión al abrirlo y dejar que el líquido dorado cayera.

Rogó también para que aquella dichosa espuma no se formara de más...

Cuando las quiso comprobar, dudoso, ya habían desaparecido de la barra, arrastradas por Kevin.

Vale, quizás no era tan difícil. Lo pudo hace dos veces más.

—No puedo creer qué tenemos por aquí...

—¿Es omega?

—Chico...

Tragó saliva cuando escuchó los murmullos.

Se volvió a centrar en otras tres cervezas que le había pedido el encargado.

Quizás no hablaban de él. Había mucha gente...

—Eh, ¡Kevin! Sin duda vamos a salir ganando con el cambio. Con el genio que se gasta Samantha...

Tuvo que servir dos jarras más. Consideraba que se estaba pasando con la espuma, pero al parecer no importaba...

La música había subido más el volumen, o al menos eso le parecía. La gente estaba saltando más, agolpándose contra la barra.

—Eh, chico, una cerveza por aquí.

Alzó la vista al hombre que se acababa de dirigir directamente a él. Tenía ojos azules y le guiñó uno tras remojarse los labios.

Se estremeció.

—S-se la tienes que pedir a...

—¡Nuevo, joder! —chilló Kevin desde la otra punta—. ¡Te he dicho que dos cañas!

El omega asintió de inmediato, colocando los vasos bajo el grifo.

El hombre que antes le habló se inclinó aún más sobre la barra. Sabía que no le quitaba la vista de encima.

—Oh, ¿te enseño? —habló una vez más el desconocido, cuando Louis tuvo que tirar el contenido de lo que intentó servir. Le había salido sólo espuma.

Sentía de repente que las manos le temblaban. Nunca se supo concentrar si lo miraban. No si comenzaba a sentir aquella presión en el pecho...

El hombre había estirado un brazo sobre la barra.

—Que carita...

—Pero qué monería. Cuando quieras vente a este lado de la barra.

Se tuvo que alejar cuando otro desconocido se colgó del de ojos azules. Eran alfas.

—¿Qué? ¿Te enseño a servir la cerveza?

—¿Qué edad tienes?

—¡Nuevo!

—¿Cómo te llamas?

—Pero no te quedes tan callado...

No pudo más.

Dio media vuelta, notando la ansiedad treparle por la garganta. Había cada vez más ruido, las risotadas eran molestas y la gente gritaba demasiado. ¿Por qué? Y las luces no paraban de cambiar y las caras de colores le agobiaban. Las miradas sobre él...

Boqueó.

—Kevin —pronunció cuando caminó hasta el encargado, quien lo miró ceñudo mientras ponía hielos en tres vasos de tubo a la vez—. L-los clientes no dejan de decir-

—¿Y? —reclamó sin dejarlo terminar.

—N-no sé...

—Louis era tu nombre, ¿no? Mira, aquí se viene a trabajar, si te estás quejando a esta hora, ¿qué vas a hacer cuando estén borrachos? Estás en un bar, no en una guardería, aunque a veces parezca lo mismo.

Tuvo que inspirar hondo por la nariz.

—¡Eh, chico! ¡El omega! Anda, ponme una cerveza...

Se oyeron de nuevo risotadas por parte de alguno tras la barra. Kevin se apresuró a servir vodka en los vasos frente a él.

Demasiado ruido ensordecedor. Demasiados olores.

Hacía calor, las luces cambiaban y el corazón cada vez le golpeaba más contra el pecho. Notaba la respiración acelerada y el sudor en la nuca.

Era ansiedad. Iba a tener un ataque de ansiedad en cualquier momento.

¿En qué segundo pensó que aquello sería una buena idea? ¿En qué momento pensó que valdría? No le gustaba la gente ni los desconocidos. Ese ambiente... ¿Por qué se le ocurrió meterse ahí?

Lo estaban mirando. Lo estaban juzgando.

Se estaban riendo de él.

Le estaban gritando que era omega.

Se estaban insinuando...

—N-no puedo hacer esto. Hay demasiada gente, no puedo...

—¿Qué? —contestó el rapado, mirándolo por primera vez.

—Que no puedo. —Tenía que tomar grandes bocanas de aire para poder hablar—. L-lo siento por Paul y Samantha, sé que hablaron contigo para esto, pero no puedo...

—Acabas de llegar —se quejó, ignorando por complejo las quejas de los clientes por la tardanza.

—N-no puedo —repitió Louis.

—Pues entonces vete, no estoy para perder el tiempo. Sal por la salida de personal, cruzando los reservados —acto seguido se volvió a girar hacia la barra. Terminó de servir las copas antes de disponerse a llenar tres vasos más con hielo—. Y antes de llamar a un sitio, sé primero consciente de dónde te vas a meter. Si no te sabes mover en la noche, no salgas.

Kevin le dio la espalda antes de vocearle a un camarero que pasó cerca.

No, él definitivamente no sabía moverse ahí. Ni siquiera sabía por qué imaginó que podía salir bien. No creía que habría tanta gente y ruido. Él no estaba acostumbrado a eso. No sabía...

Se quería ir de allí.

Quería estar en casa.

Se apresuró a salir de detrás de la barra, sin mirar a otro lado y encogiéndose mientras pasaba entre la gente.

No le gustaba rozarse, volvían a gritar... Sentía la presencia de alfas y cantidad de omegas que buscaban; que quería que los identificaran.

Se estaba quedando sin aire.

Agradeció cuando observó la señal de los reservados y una flecha que debajo señalaba una salida. Jamás había anhelado tanto la calle y el aire fresco. El frío... Necesitaba fumarse un tabaco que no tenía.

La zona de reservados era sin más un pasillo con cubículos con sofás. Podían separarse con cortinas.

Al fondo estaba la puerta doble con un nuevo cartel verde que señalaba la salida.

Pero no llegó hasta ella.

...


Inspeccionó con la mirada aquel bar tras entrar. Gente bailaba, hablaba alto y abarrotaba las mesas mal colocadas. Casi ni recordaba el bofetón de olores que eran los sitios como aquellos. Al cabo de un rato todos se acaban acostumbrando, pero era raro.

—Disculpa —llamó cuando un camarero con bandeja en alto pasó por su lado—. Estoy buscando a alguien.

El camarero era omega y lo miró de reojo.

—¿Has visto la cantidad de gente que hay aquí? Si no me das más datos dudo poder ayudarte.

Harry rebuscó en un bolsillo de su chaqueta.

—Se llama Louis. Le dieron esta tarjeta y lo citaron hoy jueves.

—¿Para trabajar?

El alfa pasó saliva.

—Eso creo.

Con maestría, el chico recogió cuatro vasos a la vez de la mesa más próxima.

—Pregunta en la barra por Kevin, es el encargado.

Asintió.

—Muchas gracias.

Le dieron un repaso con la mirada antes de que se alejara en dirección a la barra. Lo miraron también mal cuando se coló por uno de los extremos. Visualizó a un rapado que apurado servía los pedidos de la gente.

—Oye tío, no te cueles...

—No voy a pedir nada. Sólo necesito hablar un momento con el encargado.

—¡Kevin!

Harry se giró, comprobando que efectivamente el rapado era a quien buscaba. Otro hombre acababa de entrar tras la barra, comenzando a escuchar los pedidos del otro extremo.

Harry se volvió a mover hasta llegar a él.

—Perdona —alzó la voz.

—Hay más gente antes que tú —replicó el beta.

—No, yo estoy buscando a Louis. Louis Tomlinson. ¿Lo conoces? Creo que lo habían citado aquí.

El encargado del bar lo miró de frente.

—¿El omega?

A Harry le pudo llegar a dejar de molestar hasta el sonido de la música. Notó un hormigueo naciendo en la garganta.

—Sí.

Kevin volvió a retirarle la mirada.

—Ya se marchó. Vino a hacer una prueba, pero no aguantó.

—¿Qué? ¿Hace cuánto se fue?

—¿Crees que tengo tiempo para estar mirando la hora? No lo sé.

Harry tuvo entonces que contener un gruñido.

Kevin caminó hacia el otro lado de la barra, ignorándolo por completo. El alfa se separó de ella, abriéndose paso entre la gente que reía con sus copas alzadas.

Sacó su teléfono móvil.

Por supuesto, había intentado llamarlo, pero nadie contestó. Había tratado incluso con mensajes.

"Louis, dónde estás?"

Tecleó un segundo texto casi sin pensar.

"Dime dónde estás, por favor. Estoy en el Sirens Bar. Estás yendo a casa? No vayas solo, puedo pasar por ti"

Volvió a darle al botón verde de llamada, pero esa vez le redirigió directamente al buzón de voz.

Esa vez sí gruñó.

Le molestaba que la gente lo empujara, así que se alejó observando aún la pantalla del aparato.

¿Cómo iba a buscarlo? No sabía si se había ido caminando, si tomó algún taxi, si se fue con alguien... Le comenzaba a doler entre los ojos.

Razonó que debía volver a salir para optar por callejear con el coche. Lo buscaría por todos los caminos que podría haber tomado o, ¿quizás preguntar a alguien más si lo reconocía o vio cómo se fue? Podría cuestionar a alguno de seguridad en la entrada...

Se quiso poner en marcha, pero la punzada en sus sienes ardió de repente.

Se fijó en el cartel que señalaba la zona de reservados.

...

Fueron unos ojos azules lo primero que vio después de sentir el tirón en un brazo.

Eran los mismos que ya había contemplado en la barra.

—Hola, chico...

Había sucedido todo muy rápido.

Era dos alfas, los mismos que se habían dirigido antes a él, mientras servía cervezas. Uno acababa de correr la cortina.

El reservado tenía un sofá en "L" y una mesa de cristal en el centro.

Louis comprobó muy rápido que su boca estaba seca cuando los cuerpos de ambos se colocaron en la única salida.

—¿Qué haces? —le inquirió al que tiró de él.

Fue consciente de que las rodillas le temblaron cuando la mirada ajena cayó sobre la suya.

—Oh, salió con carácter.

—Y tras la barra parecía tan sumiso.

El otro alfa tenía los ojos oscuros.

Comenzaba a oler fuerte.

Quiso dar un paso, pero los otros dos también se adelantaron, intimidantes.

—Dejadme salir —demandó, agradeciendo que su voz no se entrecortara.

—¿O qué? —cuestionó con socarronería el de ojos cristalinos.

Fue su Omega el que se removió en respuesta. Él calló.

—Huele... diferente —secundó el otro alfa.

Su amigo, o lo que diablos fueran, estuvo de acuerdo, asintiendo.

—No es dulce —puntualizó ladeando el rostro.

—No me termina de gustar, pero él... Mira esa cara. Omega bonito.

Sintió ganas de vomitar. Se estaban acercando a él.

No le podía estar pasando eso.

—Un muñequito.

Seguían caminando, como si fueran dos cuerpos enormes que se convertían en apisonadoras. A Louis sólo le nacía recular.

—Dejadme en paz —susurró bajo.

Odió susurrar bajo. Odió que no le saliera la voz.

Los otros hombres sonrieron. Claro que no lo iban a dejar en paz. ¿Así cómo así? No...

Ya reconocía la sensación dominante y el tirón en el centro del vientre. Reconocía las ganas que tenían sus rodillas de flexionarse y rendirse.

Chocó contra el sofá.

—Por favor...

—Me encanta cuando se ponen así.

El de ojos más oscuros estuvo de inmediato de acuerdo.

—Si oliera mejor... Sólo eso le falta. Este pica en la garganta.

Louis sintió el pánico invadirlo cuando uno alzó una mano hacia él.

—No me toques. Por favor...

—Mira que ojitos —comentó uno cuando el omega cayó en el sofá al no poder retroceder más—. A ver, abre esa boca...

El nudo en la garganta le dificultaba hasta respirar.

Se estaba repitiendo mil veces que no le podía estar pasando aquello. Que era imposible que sus articulaciones se le quedaran flojas y la fuerza lo abandonara así...

—No... —repitió, notando la humedad en los ojos.

Uno en entonces adoptó una pose más amenazante. Apretó la mandíbula, y enfocándolo con mirada firme lo hizo encogerse más en el sitio.

Fue la rudeza en su voz la que terminó de helarlo entero.

—He dicho que abras esa boca.

Quería tocarle la cara y él no podía hacer nada. Su cuerpo no respondía y los otros...

Era insoportable.

No quería que se acercaran. No podía dejar de removerse.

Estaba muerto de miedo. Podían hacer lo que quisieran con él y no quería. Por dios, eso no...

Fue su Omega el que se sacudió desesperado. Fue el que lloriqueó convulso.

Pidiendo ayuda.

Llamando a alguien.

Las lágrimas bañaron su rostro cuando sus labios se separaron en contra de su voluntad y uno de ellos definitivamente llevó una mano a su rostro.

Luego, el tiempo se detuvo por un instante.

El llanto se seguía agolpando en su garganta cuando algo más potente le hizo sacudirse.

Un gruñido. Alto, fuerte.

No lejos de allí.

El alfa que lo iba a tocar se giró. Al otro en cambio no le importó y lo siguió mirando.

El tiempo se detuvo un momento para que después todo sucediera demasiado rápido.

Los oídos de Louis incluso se taponaron.

La cortina del cubículo se desenganchó gracias a un tirón desde fuera. El omega se encogió aún más en el sitio cuando escuchó de cerca un segundo rugido.

Notaba la sangre caliente recorriendo sus venas. El temblor en la piernas, el quererse apartar aún más...

Las enormes ganas de llorar cuando se atrevió a alzar la vista.

—Harry...

Fue él el tercer alfa que irrumpió allí.

Los iris verdes no estaban; únicamente pupilas dilatadas habitaban sus ojos. Rizos que se le escaparon del moño y su pecho ancho, mucho más de lo normal, subiendo y bajando gracias a la respiración errática. Su mirada depredadora viajando de un alfa a otro.

Harry sentía fuego en su interior y tensión en cada músculo al ver aquello con sus propios ojos.

Ira.

Querría rugir.

Lo volvió a hacer.

Enfocó a Louis cuando este tembló de nuevo al oírlo. El omega... se veía frágil, diminuto frente a los otros dos. Sentía su miedo; estaba aterrado y llorando. Estaba sacudiéndose y tenía frío porque aquellos dos lo habían asustado.

Habían asustado a Louis. Habían hecho que sus preciosos ojos azules se llenaran de lágrimas.

Le habían quitado la sonrisa y lo habían obligado a que se encogiera temeroso en aquel asiento. En aquella tela que no tenía por qué rozarlo; allí todo olía a alfas, a otros omegas, a la unión de desconocidos...

Habían tocado a Louis y sus manos se convirtieron en puños por eso. La mandíbula se le tensaba hasta doler y la rabia se le arremolinaba sin tregua en el pecho. Sentía la pesadez.

Sus cuerdas vocales vibrando porque era incapaz de dejar de gruñir.

Habían humillado a Louis. Él había ido a buscarlo, lo había encontrado así, y era su instinto más animal el que estaba respondiendo a ello.

Se sentía la angustia del omega en el ambiente y en su propio pecho se anidaba la tirantez que eso ocasionaba.

—Ven.

El omega separó la espalda del sofá, sin poder desfijar la vista de Harry. Quería llorar, derrumbarse, y no sabía si las piernas le responderían hasta caminar hacia él.

Pero lo intentó.

Cerró los ojos al escuchar otro rugido del ojiverde cuando uno de los alfas pretendió un movimiento. Se sentía sometido entre ellos. Su Omega gimoteaba en su interior, aterrado, viéndose absolutamente manejable a la voluntad que quisieran imponerle.

—Ni te atrevas a tocarlo.

Abrió los ojos cuando sintió el tirón en el brazo y quiso jadear por ello. Sin embargo, al instante sintió el calor y la vibración del otro pecho. Estaba en los brazos de Harry.

Harry lo estaba abrazando con una mano, estrechándolo contra él.

Harry seguía gruñendo.

Apretó la tela de su camisa mientras continuaba bramando. Ya no olía a los demás. Sólo a él. Estaba enfadado, sentía su cólera; un sentimiento que no había nunca experimentado. Era bruto, pero aun así, jamás se había sentido tan seguro. A pesar del odio que también respiraba. A pesar de los gruñidos...

No supo en qué momento comenzaron a caminar, pues se sintió arrastrado por Harry y totalmente cubierto por su cuerpo. No abrió en ningún momento los ojos, siquiera escuchó la música o los quejidos de la gente cuando el alfa volvía a gruñir, empujándolos a su paso.

Tampoco notó el frío de la calle; era imposible con el calor que emanaba el otro cuerpo. No quería mirar nada.

Así que quiso sollozar cuando sintió un tirón suave que lo separó apenas de la calidez.

—Sólo entra al coche, por favor Louis.

Se sabía sin fuerzas, pequeñísimo a su lado.

Tembló al notar el frío al deslizarse en el asiento. La puerta del copiloto se cerró y en el segundo que decidió abrir los ojos, la otra se abrió para mostrarle a un Harry que se abalanzaba de nuevo sobre él.

Quería el calor; que él se llevara el frío con tan sólo un roce. Volvía a oler fuerte, mucho más que antes. Quería eso casi tanto como la necesidad que tuvo de ladear el cuello cuando el alfa enterró su rostro en él y se llenó de su aroma, volviendo a gruñir.

Se tuvo que agarrar a la chaqueta ajena cuando el otro lo tocó, palpándole el rostro, cuello, hombros y luego la cintura.

—¿Te tocaron? Dime que no te tocaron.

Sabía que la voz no le iba a salir, así que únicamente negó con la cabeza.

—¿Estás bien? Dime que no te hicieron nada.

Su olor y aquella voz grave, profunda y demandante. Volvió a negar y se aferró a él cuando también sintió su lengua húmeda recorriéndole el cuello.

El corazón se le iba a salir del pecho en cualquier momento. Sólo quería gimotear, afianzarse...

—Enciérrate —musitó el alfa, separándose para mirarlo con los ojos todavía negros. Más rizos le caían sobre el rostro—. Enciérrate, no abras a nadie.

Sintió la histeria invadirlo cuando Harry dejó de tocarlo por completo.

—¿Qué? —consiguió articular, afónico—. No. ¿Adónde vas?

—Te asustaron. No se va a quedar así.

Quiso boquear con desespero.

—No, no te vayas. No me dejes solo.

Harry volvió a gruñir, con la angustia haciéndolo presa.

—Enciérrate. Vengo rápido. No se va a quedar así —repitió.

—Harry...

Fais-le, s'il te plaît / Hazlo, por favor /

El alfa ya no distinguía. Se había dejado llevar al completo por el fuego que se le había concentrado en la boca del estómago. Su voz era grave y antes de salir del coche volvió a mirar a Louis. Estaba bien. Olía a él y no a los demás.

Se hubiera vuelto loco si eso hubiese sucedido.

El omega se apresuró a bajar los cierres del coche desde dentro. Siquiera se había percatado de que el automóvil estaba aparcado justo en la calle de enfrente del bar. Sus ojos se aguaron casi sin remedio cuando reconoció el cuerpo de Harry. Andaba a zancadas y su espalda ancha no tuvo cuidado en empujar a quien quiera que se topara cuando volvió a ingresar en el local.

Tembló de frío. Se sacudió cuando un sollozo escapó de su garganta.

Fueron los tres minutos con cuarenta y ocho segundos más largos de su vida.

Harry había entrado, arrollando a aquellos que hicieran el mínimo intento de impedirle el paso. Fue directo a los reservados y jaló de nuevo de la cortina del mismo cubículo. Los alfas seguían allí.

No dudó ni un instante el irse contra ellos.

Tumbó a uno que se había sentado en aquel sofá en forma de "L". Rugió cuando su puño impactó en el pómulo del otro y se sacudió cuando alguien tiró entonces de sus ropas, haciéndolo chocar contra la mesa de centro que se hizo añicos tras el choque con el peso de su cuerpo.

Jamás en su vida se había peleado; nunca se planteó si sabía hacerlo. Eso lo hubiese pensado Harry, mas no su Alfa en aquel momento.

Uno gruñó al abalanzarse contra él, propinándole un golpe en la cara que le ardió al instante. Que le hizo tomar más fuerzas.

Lo tumbó de una patada y cuando se iba a ir de nuevo contra el que lo tiró sobre la mesa volvió a sentir otro tirón en un brazo. Uno del que por supuesto se intentó soltar. Estaba fuera de sí.

De repente, en la zona de reservados ya no estaban sólo ellos tres, sino cantidad de espectadores, dos camareros y otros dos alfas de seguridad que consiguieron parar los golpes con sólo alzar un puño.

Harry rugió cuando sintió el dolor en las muñecas mientras lo arrastraban. Empezaba a perder de vista a los otros. A los que habían asustado a Louis. También estaban siendo reducidos.

—¡Nunca lo volveréis a tocar! ¡Nunca! Je vais m'en occuper, bande d'enfoirés / Yo me ocuparé, panda de hijos de puta /

Dio un par de manotazos al aire cuando lo soltaron fuera del local. El alfa de seguridad le gruñó, amenazante, y él se tambaleó para no caerse tras el severo empujón. Hubiera rechistado, luchado por volver a entrar porque consideraba que no le había hecho nada a aquellos, pero Louis estaba cerca. En la acera de enfrente, encerrado en su coche.

No quería tardar más, quizás estaba temblando o seguía asustado... Dio media vuelta, cruzando la calle en dirección a su automóvil, al cual de quitaron el cierre desde dentro cuando quiso abrir la puerta.

—Louis. —Se volvió a abalanzar sobre él, comprobando que seguía de una pieza.

El omega lo miró.

—Harry, tu ceja... Estás sangrando.

—¿Estás bien?

Louis jadeó de desespero. Era un hilo fino de sangre que parecía haber sido retirada sin cuidado.

—Nos vamos de aquí —anunció el alfa, sentándose en su asiento, sin esperar que el otro contestara.

Gruñó aun así por tener que separarse de él. Quería pegarlo a su pecho hasta dejar de notarlo alterado, pero tenía que conducir y alejarlo de allí. Antes de poner el coche en marcha se encargó de abrocharle el cinturón de seguridad, oler de nuevo su cuello y calentar otro gruñido cuando se encontró con sus ojos llorosos.

Lo habían asustado tanto...

Condujo con los nudillos volviéndoseles blancos de tanto apretar el volante. Las calles estaban prácticamente desérticas.

En el trayecto, el omega no habló ni tampoco gimoteó.

Harry, por su parte, no dejó de gruñir.

Louis sintió un estremecimiento cuando reconoció dónde habían aparcado después de haber conducido durante un rato que a él se le pasó demasiado rápido.

Estaban en la Bahía de Whitsand.

El alfa apagó el motor y no tardó en salir del coche, rodeándolo a prisas para abrirle la puerta. Se arrodilló a sus pies mientras le quitaba el cinturón.

—¿Estás bien? —repitió.

Louis sintió ganas de volver a echarse a llorar.

—S-sí.

Se fijó en la herida de su ceja y tragó saliva cuando le rozó el rostro con los dedos. La piel de Harry ardía.

No dijo nada cuando el mayor abrió la guantera y tomó el llavero con dos llaves. El propio Louis bajó del coche y dejó que Harry lo volviera a sostener en un abrazo protector, pegándolo a él mientras se dirigían al interior de la casa de la playa.

Olía a cerrado; se sentía en las partículas de polvo que se suspendían en el ambiente. El ojiverde retiró la sábana que cubría el sofá y le hizo un ademán. Observó cómo el omega tomaba asiento, con ceño fruncido; como si temiera que se pudiera romper...

—Harry...

—Aquí, dime.

El alfa se atrevió a rozar el mismo sofá. En sus ojos todavía se seguía sin notar el verde.

—Estoy bien. T-tú tienes que curarte la ceja. Tienes el pómulo también hinchado...

Sin embargo, el alfa ya se encontraba negando.

—No me duele.

Y era verdad. Era incapaz de sentir el golpe de la espalda o las heridas en el rostro.

Quiso replicar, pero Harry le hizo otra seña para que lo esperara. Fue a la cocina y tras lavar un vaso se lo trajo lleno de agua. Se quitó su propia chaqueta y se la pasó por los hombros, sin siquiera preguntar.

—Tienes frío —aseguró.

Era uno soportable, pero la prenda olía a Harry, estaba caliente y era incapaz de no sentirse reconfortado por eso.

Permanecieron en silencio y el mayor se sentó sobre la pequeña mesa de madera frente al mueble donde el otro estaba. No le quitaba los ojos de encima y Louis suspiraba a cada segundo que le veía recuperar el verde en su mirada. Observó cómo se rehízo el moño cuando el pelo le molestó en la cara. Fue rápido, con una habilidad asombrosa, sin retirarle en ningún momento la vista de encima.

—G-gracias por llegar —pronunció el omega, con voz entrecortada. Harry de inmediato se irguió—. ¿C-cómo supiste...?

—Tu madre —contestó—. Me llamó.

Arrugó la frente.

—¿Mi madre? C-cómo...

—Encontró una tarjeta. Estaba muy preocupada, Louis.

El aludido siquiera atinó a decir algo más. Un nudo se había vuelto a apropiar de su garganta y sus ojos amenazaron muy rápido con volver a aguarse.

—No llores —pidió el alfa, nervioso, acercándose con cautela—. Por favor.

Louis negó, con la molestia de aquello que todavía trepaba por su garganta.

—Lo he hecho todo mal... Todo mal.

Harry se movió como un resorte cuando vislumbró las primeras lágrimas en los orbes añiles. Le angustiaban. Lo hacían hasta doler.

—No, shh... —Sin pedir permiso se sentó a su lado, atrayéndolo de nuevo a su pecho—. Ya está, ya está todo bien. Estás bien.

—Y-yo me lo busque, Harry. N-no puedo más, estoy cansado de hacerlo todo mal. E-estoy cansado de perder.

El alfa negaba mientras lo abrazaba, con la desesperación emergiendo en cada poro de su piel.

—No sé cómo llegaste ahí, pero no tienes que volver a hacerlo. No. —Lo meció contra él, hundiendo la nariz en su pelo; notando el ardor en su propia epidermis—. Tu madre me lo contó, Louis. Me dijo que no la escuchas. —El omega volvió a negar—. No estáis mal y tú no te tienes que parecer a nadie, no tienes que lograr nada. Eres tú y eres perfecto.

—N-no...

—Sí, eres perfecto. Perfecto, Louis.

—Perdí el trabajo en el taller. Lo perdí todo. Quería trabajar ahí, pero me dio ansiedad. Me decían cosas, había mucha gente...

Harry volvió a gruñir al estrecharlo.

—Todo eso da igual. No hay nada más importante que tú. Que estés bien...

Lo abrazó hasta que su llanto se calmó. Hasta que Louis se llenó del calor y se colmó de aquella sensación que tranquilizaba. Hasta que normalizó su olor.

Hasta que Harry se deleitó con aquello que tanto había extrañado. La picazón en la garganta y el aroma a tierra mojada. La cantidad de gustos tanteando sus papilas gustativas...

Sólo cuando el omega se removió levantó el mentón que descansaba sobre su cabeza.

Louis ya no lloraba. Habló:

—Necesito ir al baño. —Sorbió por la nariz—. Quiero lavarme la cara...

—Claro.

El menor no se retiró de los hombros la chaqueta que lucía enorme sobre él.

—Lou —llamó el alfa—. Toma, llama a Marjorie y dile que estás bien. Le dije que la avisaría, pero seguro que se queda más tranquila al oírte a ti.

El omega pestañeó cuando tomó el teléfono móvil del otro. Bastó palparse el pantalón para en ese momento darse cuenta de que había perdido el suyo.

—¿Nos vamos a quedar aquí?

Harry enseguida sintió los músculos agarrotarse.

–Oh, no —se apresuró a contestar—. Cuando quieras te puedo llevar a tu casa. N-necesitabas, bueno, necesitábamos tranquilizarnos y...

—Harry —lo interrumpió—. No. S-si te parece bien... Nos quedamos. Me quiero quedar. Contigo.

El alfa notó entonces el martilleo fuerte en el pecho.

—Vale. Sí.

—Llamaré a mi madre y le diré que estoy bien. Gracias. —Agitó en su mano el móvil que el otro le había entregado.

—Tómate tu tiempo. Estate tranquilo...

Louis asintió.

Se perdió escaleras arriba, donde ya sabía que se encontraba el cuarto de baño. Sólo cuando desapareció de su campo de visión el alfa resopló.

Apoyó la frente en las palmas de las manos. Notaba una punzada comenzando en las sienes y la pesadez haciéndose dueña de su cuerpo. Jamás se había sentido de aquella forma. De hecho, si lo recordaba, lo podía vivir todo a cámara lenta. Volvía a palpar los golpes por el repentino ardor en sus nudillos y la molestia en el centro de la espalda. Los hombros se los notaba cargados y experimentaba en todo momento aquel calor que no lo abandonaba. Estaba sofocado.

Caminó hacia la cocina, sirviéndose un vaso de agua que se bebió de un trago. Unas gotas de sudor bañaban su frente y el ardor no lo abandonaba debajo de la piel. Inspiró hondo por la nariz, cerrando los ojos con fuerza cuando el aroma de Louis lo golpeó. Su ropa olía a él. Todo olía ya al omega.

Hurgó en el bolsillo trasero de su pantalón, sacando su billetera. Volvió a exhalar mientras buscaba aquel compartimento, detrás de las tarjetas. Una pastilla en su envoltorio. Soltó la billetera sobre la encimera y con la ayuda de otro vaso de agua se tragó la cápsula. Se aseguró de que efectivamente había palpado que tenía otra más en el mismo sitio. Le ayudarían.

Al cabo de un rato subió los escalones tras haber dudado de si hacerlo o no. Ya no escuchaba la voz lejana de Louis. Tampoco el agua correr o alguna puerta abrirse y cerrarse. El pasillo del segundo piso era pequeño. Sólo tenía dos puertas, una era del baño y la otra del dormitorio. Louis estaba en ese último, sentado en el borde de la cama, observando el móvil del mayor entre sus manos.

Alzó la vista al sentirlo.

—¿Hablaste con ella? —se adelantó el alfa. Le habló desde la puerta, sin atreverse a entrar.

—Sí. —Se mantuvo en silencio un momento—. Lloró. Estaba contenta de oírme. No le conté nada, pero sabe que algo pasó y...

Calló para evitar una nueva quemazón en los ojos. Harry se removió en su posición.

—Intenta descansar, da igual eso ahora.

Louis dejó el teléfono a un lado y señaló la mesilla de noche.

—Encontré alcohol en el baño. He traído papel —lo miró dubitativo, sabiendo que se encontraría la mirada firme del otro—. Se te puede infectar. La herida...

Harry frunció el ceño, alzando una mano que tocó su ceja. Apenas le molestó el roce.

Louis lo miró preocupado, y se hubiera negado, no se había visto la herida, pero estaba seguro de que no sería para tanto. En cambio, entró en la habitación y se sentó en la cama cuando Louis tomó el bote de alcohol. Cerró los ojos al percatarse de que el omega tragaba saliva, nervioso mientras lo abría.

—El papel absorbe bastante el líquido, pero es que no hay algodones. Espero que no te raspe mucho.

Harry ni se inmutó mientras Louis le retiraba con cuidado la sangre seca. Lo empapó bien dos veces antes de presionar el antiséptico contra el corte. No sabía nada de ese tipo de cuidados, pero estaba seguro de que no necesitaría puntos o algo así. Había dejado de sangrar y la zona únicamente se encontraba hinchada. Su pómulo estaba igual, le hubiera dicho que ahí sí debía aplicar hielo, pero Harry abrió los ojos de repente y se sintió quedar afónico.

Notó un hormigueo en los dedos cuando dejó lo que usó para curarlo a un lado.

—Ya está.

—Gracias.

Él negó.

—¿Te duele?

—No.

Los latidos se le aceleraron cuando notó la mirada esmeralda sobre él.

—¿L-les golpeaste? —La mandíbula del alfa se tensó. Asintió—. Te podían haber hecho más daño. Eran dos...

Harry bufó con poco disimulo.

—Como si eran cinco. Te asustaron, se aprovecharon de...

Calló cuando se percató de la expresión del omega. Él mismo supo que no controló la vibración en sus cuerdas vocales. Se intentó tranquilizar.

—Si no hubieras aparecido no sé qué...

—Ni lo digas. No, no pienses en eso. Me vuelve loco.

Louis se encogió en el sitio, aflojando los hombros mientras suspiraba. Se había quitado la chaqueta de Harry y la había dejado sobre la cama. Sin embargo, permanecía embargado de su esencia. La presencia del alfa se hacía notar. Estaba alerta y sólo con ella se podía permitir dejar de temblar.

Había llorado en el baño. Había llorado al hablar con su madre. Lloró por las últimas dos semanas; por no reconocerse y por saberse tan perdido. Pero estaba allí y le gustaba. Le aterró por un momento la idea de separarse de Harry. Era de locos, pero necesitaba aquellos gruñidos bajos que a veces el otro no podía disimular.

Necesitaba el verde en su mirada, aquel que ya había recuperado del todo. El alfa estaba mejor, más sosegado.

—Harry. —El aludido no tardó en observarlo—. P-podrías... —Su voz no colaboró y tuvo que carraspear—. ¿Podrías abrazarme otra vez?

El semblante entero del aludido se aflojó. En un segundo. Todas sus articulaciones quedaron trémulas mientras se deslizaba en la cama, asintiendo con labios prensados. Tenía el corazón casi en un puño. Su cuerpo enorme también podría llegar a temblar.

Inspiró cuando Louis se acopló a sus brazos. Cuando fueron prácticamente uno y el aroma ajeno los golpeó.

Harry lo había extrañado tanto. Tanto... No había otro como él. Nada olía como Louis. Su olor de omega... Se hubiera ido contra aquel bar entero por él. Los hubiera sacudido uno a uno, así terminara destrozado. Valía la pena por aquel cuerpo menudo y manos temblorosas que estaban encerrando en un puño parte de la tela de su camisa blanca. Valía la pena por tenerlo así. Louis estaba tranquilo y a salvo entre sus brazos.

Y el omega también exhaló. Se dejó llevar por la frescura de Harry; no pensó en otra cosa. Dejó que su ser lo dominara. Después de mucho tiempo se volvió a rendir. Y no le importó.

No le importó porque se sentía bien. Lo reconfortaba, lo hacía olvidar todo para centrarse en la única prioridad de respirarlo. Porque era como un arrullo; como flotar. Dejaba de convivir con la tensión para sólo inspiraba tranquilo. Era calmante; anestesiante. Suave, como el roce de una pluma... Y quería gimotear por eso. Asistir al clamor de su pecho.

Durante días quiso ver a Harry y ahora lo tenía allí. Había aparecido para sacarlo del momento más aterrador de su vida. Y era confuso. Porque si lo recordaba quería llorar y volver a hostigarse. A culparse. Pero en sus brazos... todo tornaba a liviano.

Louis no fue consciente de que había enredado una de sus manos en el cuello del otro. Acariciaba el pelo de su nuca, sabiéndose cómodo, hundiendo los dedos con cuidado en la melena recogida. Respiraba tranquilo, sintiendo un cosquilleo en la garganta. Podría quedarse dormido así, estaba seguro de que sería el sueño más placentero, mas no quería.

Su nariz había comenzado a rozar el cuello de Harry hasta llegar al hueso de su mandíbula. Olía tan bien... Su piel era tan cálida. Notaba las caricias del alfa en su cintura y la presión en la baja espalda. Lo mecía.

Un estremecimiento los recorrió a ambos cuando Louis separó los labios al llegar a la barbilla ajena. Le hormigueaban y Harry fue incapaz de pasar saliva al notarlos. El omega tenía los ojos cerrados, perdido en el vaivén de dejarse llevar.

Porque era tan fácil...

—Harry...

—Eres perfecto —repitió el alfa, volviéndose a embeber de él.

Louis se estremeció al oírlo.

Harry. Siempre Harry...

Contuvo un jadeo cuando sintió la mano del alfa ascender hasta su cuello. Lo acarició con la palma y le cosquilleó la piel con el roce de las yemas de los dedos. El pulgar se deslizó por su mandíbula y se tuvo que aferrar a ese mismo brazo cuando Harry le besó la frente. Luego, la punta de la nariz.

Estaban tan cerca.

Un roce más en una mejilla. En la otra. Delicado...

El ser del omega sacudiéndose cuando sintió otro toque suave en una de sus comisuras. Se aferró entonces más a su brazo, jadeando con la boca abierta. Con los ojos aún cerrados, era como flotar sobre una barca a la deriva de un mar en calma.

—Perdón... —susurró el mayor, separando sus labios de las comisuras.

Se moría por besarlo, pero el otro le había negado tal acto hacía tiempo, y era incapaz de no respetarlo. Sentía en sí que no podía siquiera rozarlo sin un permiso previo. Era más fuerte que él. La tentación sometida; verdugo de la voluntad.

Louis entonces abrió los ojos.

Era Harry, con sus labios secos y mejillas sonrojadas. Con el pelo alborotado porque él mismo le había deshecho el moño de la coronilla. Era Harry con sus ojos sinceros e infinita paciencia. Su sonrisa tranquila, entre las marcas donde se formaban sus hoyuelos y aquel lunar junto a la boca.

Era él.

—Y-yo nunca he besado a nadie p-porque de pequeño veía películas donde los protagonistas lo hacían cuando llegaba el final. Cuando se escogían y decidían pasar el resto de la vida juntos. Se suponía que así funcionaba una historia romántica.

—Siento no haberte dado una historia romántica.

Y era esa voz grave de Harry, la que pocos caracterizarían de aterciopelada. Él lo hacía.

—No, tú... —negó, mirándolo a los ojos y angustiándose al toparse con un rostro contraído—. Tú siempre me diste más que eso. Tú siempre estuviste. Ya te lo dije, siempre estás.

Sintió sus ojos cristalizarse aun con la ausencia de las lágrimas. Harry respiró hondo, volviéndole a acariciar el rostro, siendo mimoso en el toque con un pulgar.

—Primero... empecé por querer conocerte. Quise ser un colega, un amigo, luego tu amante... Alguien especial para ti. Quise serlo todo. Supongo que fui un ambicioso —Louis quiso a hablar, pero el alfa le acarició también los labios—. Porque contigo siempre voy a quererlo todo, ya lo asumí. Ya asumí que por mucho que busque, nadie es como tú. Que fui hecho para ti. Que soy un alfa que se vuelve loco por tu Omega. Porque no, no me voy a escudar en él. Los dos... Los dos estamos locos por ti. Estoy loco por ti.

Su Omega fue el que gimoteó en respuesta, sin embargo fue Louis el que sintió que se podría echar a llorar de nuevo.

Estaba rendido.

Porque a pesar de que jamás lo reconoció en voz alta, él también estaba loco por Harry.

Porque sí, se acostó con él sin controlarse a sí mismo, sin poder entender la necesidad en su cuerpo. Sin dominar lo único que no había perdido. Su primer beso, algo que para él se convirtió en lo más íntimo porque lo podría elegir.

Porque quería ser consciente; tener agudos todos sus sentidos antes de dar esa autoridad.

—Dame un beso —susurró bajito, llevando una mano a uno de los costados del alfa.

Se pegó un poco más a él. Sintió cómo lo hizo estremecer.

Porque el corazón de Harry se había vuelto loco en aquel momento.

—N-no quiero que te arrepientas...

Louis de inmediato negó, con desazón.

—H-Harry, por favor... Bésame.

Su interior explotó en una corriente de chispas que recorrió todo su flujo sanguíneo. Fue Harry el que esa vez no disimuló el gimoteo que emergió del fondo de su garganta.

Fue Harry el que volvió a abrir las palmas de sus manos para rozarle con una la cadera y con la otra una mejilla.

Se permitió deleitarse con su aliento, como si el mismo fuera la hebra de la miel más selecta. El punto de azúcar que convertía el almíbar en caramelo. Era caliente y sin probarlo ya hormigueaba. Izaba su vello; le provocaba cosquillas en la nuca. Sonrió ante el quejido que dejó escapar el omega cuando descendió la mano hasta acariciarle el cuello. Gozó el pestañear un momento y deleitarse con una imagen preciosa; una que no fue capaz de recrear ni en sus mejores sueños, y eso que había tenido muchos así. La de Louis, con los ojos cerrados, mejillas arreboladas y los labios finos entreabiertos.

Louis esperando un beso de él.

El cosquilleo emanó desde lo más profundo de su ser cuando se remojó sus propios labios antes de acercarse a los ajenos. Rompió toda distancia, respiraron el mismo aire y tocó el paraíso con la punta de esos mismos cuando tuvo la osadía de rozar los finos.

Cuando besó a Louis.

Temblaron el uno contra el otro. Un roce cálido, superficial al principio. Harry dejó pequeños besos hasta que Louis se atrevió a hacer lo mismo. Docenas de caricias cortas en las que se colaba el aliento y la necesidad de estar más pegados.

La expiraron.

Fue Harry el que se topó con la lengua del omega cuando este se quiso humedecer los labios. Fue el alfa el que entonces volvió a gemir. Lo abrazó, realizando aquella tarea de remojárselos con la de él. Un toque suave, íntimo y estimulante que hizo al otro jadear. También abrir la boca.

Los gemidos que morían en la garganta, aquellos que fomentaban aún más el encuentro. Los labios de Louis cerniéndose de una vez sobre los de Harry, valientes. Lenguas tímidas que se tocaban por primera vez; que se reconocían en medio de la batalla más dulce. Forcejeos tiernos que hacían temblar las piernas y cosquillear las vértebras de la columna. Una a una. Que creaban un nudo en el estómago que únicamente se aflojaba con sutiles aleteos.

Los síntomas de un beso, dos, tres... De nuevo docenas de ellos que eran en todo momento deseados. El alfa sabía a menta y el omega a especias que picotean sus papilas, haciéndolo salivar. Más. Compartir gemidos, caricias y más roces de sus labios...

La lucha de sus lenguas.

Se deslizaron en la cama casi sin darse cuenta, con Louis aferrado a sus ropas mientras buscaba el contacto con el humedecido músculo. Harry, en respuesta, lo atraía más hacia él.

Era dar vida a cantidad de sus sueños mientras palpaba el regocijo de que la realidad era capaz de superar cada uno de ellos.

Se besaron hasta que se veían obligados a separarse en busca de una bocanada de aire. Se besaron, relevando dos años de ausencia de los mismos. Derribando inseguridades, quemando cada una de las palabras que no se dijeron.

Hasta que los labios dolieron y se los dejaron hinchados. Hasta que sonrieron en mitad de ellos. Hasta que sus narices optaban por acariciarse antes de volver a empezar.

Hasta perder la noción del tiempo.

Sólo ellos dos, no importaba nada más. No querían que importara.

Se besaron hasta caer rendidos.

El omega cerró los ojos, venciéndose poco a poco a la somnolencia mientras sentía aún el mimo en sus comisuras; aquel que ya no se retraía. Hasta volver a abrazarse y subyugarse así a aquel día, con una sonrisa pintada y la sensación que colmaba. Con el calor.

Con los brazos de Harry a su alrededor.



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