Pinky Hair Boy - YoonMin [+18...

By LucAAoSora

7.1M 836K 863K

Park Jimin, un joven de veinte años y peculiar cabello rosa, aparenta ser un chico tierno e inocente, pero de... More

✨LIBRO OFICIAL EN FÍSICO✨
Prólogo
Capítulo 1 (Primer Arco).
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18 (Segundo Arco).
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
❤️ T R A I L E R ❤️
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36 (Tercer Arco).
Capítulo 37.
Capítulo 38.
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41.
Capítulo 42.
Capítulo 43.
Capítulo 44.
Capítulo 45.
Capítulo 46.
Capítulo 47.
Capítulo 48.
Capítulo 49.
Capítulo 50.
Capítulo 51.
Capítulo 52.
Capítulo 53.
Capítulo 54.
Capítulo 55.
Capítulo 56.
Capítulo 57.
Capítulo 58.
Capítulo 59.
Capítulo 60.
Capítulo 61.
Capítulo 62.
Capítulo Final.

Capítulo 14.

134K 17.1K 18K
By LucAAoSora

Unos pasos apresurados iban detrás de aquella dama de larga cabellera azabache y con puntas rosadas, de vestido blanco, con hermosa silueta y facciones, quien corría riéndose a carcajadas. Aquel que la perseguía tenía una preciosa sonrisa que le provocaba cerrar sus tiernos ojos, cabello castaño oscuro y una vestimenta de tonos pasteles; un joven realmente bello.

En cuanto ese chico logró alcanzar a la mujer, ambos terminaron cayendo al vívido césped, cansados. Ella abrazó con fuerza al pequeño, quedando en silencio y observando el cielo celeste del mediodía.

—Jiminie, no deberíamos tardar tanto —habló ella—. Tu padre nos va a regañar, ¿sí?

Él hizo una expresión difícil de descifrar. Se hallaba reposando su cabeza sobre el pecho ajeno mientras ella le hacía caricias en su mejilla.

—No, mamá... Quiero estar así un rato más. Luego vendrán mis hermanos y ya no voy a poder.

—Cierto —dijo mientras todo el ambiente se empezaba a volver sombrío—. Luego será tarde, Jiminie.

Su tono de voz se volvió tétrico.

—¿Mamá...? —preguntó, sentándose de repente y observando cómo todo cambiaba.

El cielo se volvía rojo, el paisaje se tornaba oscuro y esa mujer que antes tenía un hermoso vestido blanco, ahora se hallaba llena de sangre por todos lados. Él observó sus manos manchadas de carmesí y comenzó a gritar por ayuda, sollozando e intentando que su madre reaccionara.

De repente, él ya no era el protagonista de esa historia, se podía ver y percibir desde un plano ajeno, como en tercera persona. Corrió hacia lo que parecía una pequeña casa de verano y se detuvo al observarse a sí mismo en su versión más joven, saliendo de aquel lugar con una expresión cargada de desesperación, corriendo hacia su madre.

Estaba presenciando su más horrible pesadilla, lo que sucedió aquel día. Veía a su "yo" de unos catorce años, llorando de una forma desgarradora sobre el cuerpo sin vida de su madre, quien había sido brutalmente asesinada por ese joven de cabello azabache que se alejaba cada vez más.

—¡¿Quién eres?! ¡¿Por qué lo hiciste?! —gritó el Jimin de catorce años—. ¡Responde, maldita sea! ¡¿Qué hizo mi madre para que la...?!

Un disparo al aire calló sus palabras y resonó en sus oídos. Esa persona de cabello azabache, con un cubrebocas de color negro tanto como el resto de su vestimenta, se dio la vuelta para observar de reojo al joven Park Jimin, a quien acababa de destruirle la vida. Los ojos negros y fríos de aquel sujeto hicieron estremecer de miedo al pequeño, quien solo pudo verlo retirarse sin decir palabra alguna, y alcanzar a ver un llavero de un trébol dorado de cuatro hojas colgando de una de las cadenas que mantenía en los pasa cintos de su pantalón.

—Tú me dejaste morir, Jimin —la voz de su madre se hizo presente.

—No... —sollozó, llevando sus manos a sus orejas—. ¡Yo no lo hice!

—¡Tú me asesinaste!

«Jimin...»

—¡No, no, no! ¡Yo no lo hice!

«Oye.»

—¡Mamá quería vivir! ¡Tú me mataste! ¡Esto es tu culpa!

—¡Yo no!

—¡Jimin!

Una voz tan vívida como la realidad lo despertó de esa horrible pesadilla. Sin embargo, antes de siquiera comenzar a sentir alivio, lo primero que observó fue un corte debajo del ojo derecho ajeno, del cual empezaba a brotar sangre, señal de que le había rozado con la navaja que guardó bajo su almohada minutos antes de dormir. Unos orbes negros lo perforaban con la mirada, pero demostraban temor, y Jimin por fin percibió las manos frías que lo tomaban por los hombros, notando que ambos estaban en un sillón; él recostado y Suga... encima suyo.

—Hyung...

—Mocoso de mierda —chasqueó su lengua—. Si vas a tener pesadillas, por favor no grites como si te estuvieran torturando. No me asustes, idiota.

El joven de cabello platinado lo soltó de forma brusca, haciéndole impactar contra el sillón del cual antes lo había levantado un poquito para despertarlo; se dispuso a tomar la navaja con la que había sido injustamente herido en el pómulo y comenzó a avanzar hacia una mesa de madera en medio del pequeño vestíbulo.

Jimin se sentó e investigó el lugar con su mirada, comenzando a hacer teorías de dónde estaban y cómo habían llegado allí, sonriendo luego al recordar a Suga diciéndole: "no me asustes", refiriéndose a su pesadilla, lo cual le dio a entender que estaba preocupado por él. Posó su vista en una de las paredes de la sala, notando un cuadro enorme de alguien que desconocía y, debajo del mismo, unas fotos sobre un pequeño estante adherido a la misma, en las cuales aparecían J-Hope, Taehyung y Suga. Ahora recordaba, estaban dentro de la guarida que su hyung tenía en secreto con los otros dos... y la navaja de antes la había tomado del mismo estante aquel para sentirse protegido al descansar.

—Sabes... —habló, capturando su atención—. No sé cocinar muy bien, pero te hice una sopa.

Jimin pestañó varias veces al no poder creer lo que oía y giró su rostro hacia la dirección en donde se hallaba Suga, restándole importancia a lo demás.

—¿Es... en serio?

—Así es —se dio la vuelta y le enseñó dos platos humeantes sobre la mesa mientras mantenía un pañuelo sobre su mejilla lastimada—. Hace frío, supongo que será lo ideal. ¿Vienes a la mesa o quieres que te dé de comer en la boca?

Se notaba que Suga estaba un poco nervioso, porque rascaba con su dedo medio detrás de su oreja e intentaba evitar a toda costa contacto visual. Eso era..., bueno, algo nuevo. Una faceta diferente de él. Jimin se echó a reír a carcajadas, cayendo de costado hacia el sillón.

—¡Sí, deme de comer! —dijo entre risas.

—Imagino que... —enseñó amenazante la navaja que antes le había quitado—, aprecias tu vida, ¿verdad?

De inmediato, Jimin se sentó nuevamente y colocó sus manos sobre sus rodillas como si fuera un niño al que castigaban por portarse mal, a su vez comenzó a asentir con su cabeza, demostrando una imagen tierna. Vio que Suga tomaba asiento en una de las sillas frente a la mesa y le hacía un ademán para que se dirigiera allí con él, a lo que obedeció sin dudar. Observó a su hyung mientras se sentaba a su lado, viendo su pequeño corte ahora limpio, y luego notó que un teléfono móvil sonaba cerca de ellos. Suga tomó dicho aparato y frunció su ceño al ver en la pantalla, pero atendió de todas formas.

—Tú come, Jimin —le indicó, colocando el altavoz—. ¿Qué quieres, Hoseok?

«Suga, Dios mío... ¡Te he estado llamando desde hace horas y no respondes!», se escuchó desde el otro lado de la línea.

—Hola, J-Hope —saludó Jimin, con tonos infantiles—. ¡Los extraño mucho!

«Hola, Jimin», se sintieron ruidos del otro lado, «¡Hola, Chim!», habló Taehyung ahora.

—¡Tae! ¿Cómo estás? —se emocionó.

—Ya, niños cursis. Estoy hablando con el solecito. Tú come la puta sopita —le indicó a Jimin—. Y Taehyung, cierra la maldita boquita, ¿sí?

«Que aguafiestas eres», se quejó el mencionado y volvieron a escucharse ruidos. «Aquí estoy otra vez», habló Hoseok, «Dime en dónde están. ¿Qué sucedió?»

—Estamos en nuestro refugio, no te preocupes —dijo mientras veía a Jimin jugar con los fideos de la sopa—. El mocoso está bien, solo fue herido en la pierna, pero nada grave, un roce. Toda esa sangre al parecer era normal. Tal vez el hecho de estar esparcida por todo el lugar lo hizo parecer más grave, pero afortunadamente no.

«Me alegra oír eso. Jungkook está desesperado, se siente culpable.»

—Dile que es un imbécil por no saber apuntar bien —respondió con mucha furia—. Que le romperé sus huesos en cuanto lo vea.

—Rompa su nariz, a ver si se le arregla —dijo Jimin con un puchero en sus labios y Suga lo observó con algo de diversión.

«¡No inventes!», se escucharon unas carcajadas nada extravagantes desde el otro lado de la línea.

—Bueno, solecito. Corto la llamada por si R.M. interfiere la línea —dijo.

No le dejó responder y apagó el teléfono móvil, observando cómo Jimin tomaba el caldo de la sopa y dejaba los fideos aparte, tal como un niño de nueve años que odia comer los vegetales. Recorrió con su mirada la vestimenta ajena que estaba manchada de rojo y un poco sucia, seguramente por los forcejeos contra su padre, y solo se dispuso a comer en silencio, pensando en las miles de cosas que ese tipo pudo haberle hecho a Jimin y que él, tal vez, le estaba ocultando para no ser visto con lástima.

Al final, ambos cenaron en silencio, dejando los platos sucios porque Suga decía que era una pérdida de tiempo lavarlos en ese momento, y se dispusieron a salir de la sala para ir a uno de los cuartos de arriba. La casa era normal, tenía dos pisos, no era grande como la mansión, pero al menos una familia de cuatro podía llegar a vivir cómodamente allí.

—Estuvo muy deliciosa la sopa, hyung —dijo mientras subía por las escaleras.

—Pulga, deberías ir a darte un baño... —respondió—. Tu ropa está demasiado sucia.

Jimin no hizo ningún gesto y se preocupó por subir los escalones dando pequeños saltitos con su pierna sana, cosa que aliviaba a Suga por el simple hecho de que estaba volviendo a ser el de antes.

Ingresaron a un cuarto y el joven de cabello rosado se aproximó, saltando, pero procurando no hacerse daño en su herida, hacia la cama con el fin de rodar sobre esta, mientras que Suga se dirigía a uno de los armarios para sacar ropa de allí para él, la cual de seguro le iría bastante grande, pero al menos era algo.

—Jimin, ven aquí —dijo mientras se aproximaba hacia la cama—. Vamos, pulga. Debes darte un baño.

Él bufó y comenzó a salirse de encima del colchón hasta quedar de pie frente a su hyung.

—No me quiero bañar. Es aburri... ¡¿Qué hace?! —se exaltó.

Suga había tomado la ropa de Jimin para quitársela, pero este se espantó de tal manera que corrió con esfuerzo hacia una esquina de la habitación. Observó dicha reacción y suspiró con cansancio al darse cuenta de que había sido un idiota al hacer aquello, pues era obvio que él aún estaba asustado por los sucesos recientes. Comenzó a aproximarse hacia el joven de cabello rosado, quien se había hecho bolita al sentarse en el suelo y mantenía su cabeza escondida entre sus brazos, y luego se agachó hasta quedar de cuclillas frente a él y posó su mano sobre su hombro.

—Lo siento, pulga —susurró—. No me di cuenta.

—Solo no me vea.

—¿Qué?

—Me quitaré la ropa, pero no me vea... —asomó sus ojitos—. Dese la vuelta.

—Oh, esto... —dudó—. Claro.

Entonces era vergüenza lo que sentía. Sin más, Suga se dispuso a retirarse de la habitación y desapareció de su vista para dejarlo tranquilo.

Jimin, en cuanto se sintió seguro, se dirigió hacia la cama de nuevo y comenzó a quitarse la remera manchada de sangre, polvo y fluidos que no deseaba ni tocar, lo cual le generaba un revoltijo en el estómago. Deslizó la cremallera de su pantalón y lo bajó, procurando que su reciente venda en la pierna no se viera afectada, hasta quitárselo. Suspiró, pasando sus dedos algo fríos sobre su piel desnuda, sintiendo las incontables cicatrices que esta tenía y frunciendo su ceño al recordar que la mayoría de esas habían sido provocadas por su padre.

Sus piernas temblaban, las sentía debilitadas, similares al efecto de la fiebre en el cuerpo. Su abdomen dolía un poco, pero no por fuera, sino por dentro, hasta el más recóndito rincón de sus entrañas... Y no era un dolor solo físico, no podía sanar; nunca iba a sanar. Avanzó hacia el baño, en verdad necesitaba una ducha, tenía que deshacerse de todo rastro de marcas dejadas por su padre otra vez. Otra vez, sí.

Mientras que la lluvia caliente cosquilleaba en la coronilla de su cabeza, se imaginaba que el agua estaba bendita, que tenía un color dorado y que golpeaba en su cuerpo para limpiar toda marca perpetrada de abuso; mientras que el agua que fluía de sus pies hasta la tubería era negra y viscosa, tan putrefacta como su espíritu. Le hacía bien visualizarse así cada vez que fragmentaban su alma en otro incontable pedazo más.

Comenzó a pensar en las cosas buenas de su vida y solo su madre venía a su mente. Sin embargo, un destello de recuerdos avivó sus emociones al recordar cómo había cambiado todo en tan solo unos pocos días. Verdaderamente, su vida había dado un giro inesperado, de ciento ochenta grados. Tenía un lugar al que regresar ahora, era con los miembros del Dragón Dorado, y sí, tal vez solo le estaba permitiendo a su corazón ilusionarse, porque nadie de allí era su amigo, porque lo más probable era que lo estuvieran utilizando, que solo fuera una estrategia para ellos tenerlo como aliado... Sí, sabía todo eso, pero el beso de Suga para él fue todo menos mentira, lo sintió en cada fibra de su cuerpo y, sinceramente, prefería caer en ese precioso engaño antes que seguir sufriendo.

Terminó ese relajante baño y salió para vestirse de nuevo. Sonrió con ternura al ver que hasta de la ropa interior tenía un cambio, tal vez pertenecía a Suga, así que con mayor agrado decidió colocarse aquel bóxer, seguido por el pantalón de jean que, esta vez, no le ajustaba.

—¿Está todo bien?

Jimin se dio la vuelta, exaltado, y cubrió su pecho con la remera blanca que había sobre la cama, pero ya era tarde... y lo supo por la mirada de Suga, pues no solo su pecho era el problema, también había huellas imborrables en su espalda.

—Hyung...

El joven de cabello platinado se mantuvo quieto, de pie bajo el umbral de la puerta durante varios segundos, tornando el ambiente aún más incómodo.

—¿Esas cicatrices son...? —preguntó con preocupación.

Jimin esquivó la mirada, logrando llamar su atención, así que Suga no dudó, se dispuso a ingresar a la habitación y dirigirse hacia él, que mantenía su cabeza gacha, quedando frente a frente.

—No quería que las viera —hizo un puchero tierno, como si intentara esconderse detrás de su apariencia de niño pequeño—. Me dan vergüenza.

—Esto... —dudó, notando cómo el otro mordía su labio inferior—. ¿Fue él?

La mirada ajena, rogándole que no hablara más, le hizo detenerse, porque era obvia la respuesta, la expresión de Jimin se nubló de pánico.

Suga sintió un dolor en el pecho, así que llevó sus manos hacia esos hombros desnudos y tomó su remera para arrojarla sobre la cama de nuevo. El joven de cabello rosado se había rendido, sentía escalofríos ante el tacto ajeno que, con sus pálidos dedos, recorría su torso, rozando las cicatrices a su paso. Suga notó una herida singular que recorría su abdomen, pero no quiso hacer más preguntas, ya era suficiente.

De pronto, su mirada llegó a una zona en particular, sus labios carnosos y húmedos. Sintió que caía ante sus deseos mundanos, no era el momento indicado para pensar en esas cosas.

—Soy horrible, ¿verdad? —preguntó Jimin, refiriéndose a las cicatrices.

Suga frunció el ceño, percibiendo un rechazo ante esas palabras.

—Para nada.

—Un tatuaje como el de su espalda me vendría excelente, ¿no cree?

—En tus sueños, no vas a aguantarlo —respondió, sonriendo.

Una risita débil salió del joven de cabello rosado, quien ahora observaba a Suga con afecto. Había conseguido cambiar el rumbo de la situación por fin, así que se dispuso a tomar aquella remera de nuevo y colocársela ahora sí, como debía ser.

—Te queda bien mi ropa.

—¿Es suya? Creí que era de Taehyung, porque es bastante grande —mencionó.

—Es ropa vieja, antes acostumbraba a usar talles más grandes para verme más rudo —le respondió con tonos bromistas.

Sin embargo, unos disparos interrumpieron y, junto a ellos, el sonido de varias ventanas rompiéndose, por lo que Suga corrió a cerrar la puerta luego de darse cuenta de que también alguien subía las escaleras de manera apresurada. Se dispuso a enfrentar a esa persona, pero se dio cuenta de que se trataba de Hoseok, el cual ingresó a la habitación junto con él para luego sí cerrar la puerta con seguro.

—No sé qué tanto estuvieron haciendo y por qué mierda no se fueron —dijo—. R.M. está aquí, está furioso. No tendrías que haber ido al hospital, Suga —se expresó como si fuese lo más casual del mundo.

—¡Se lo dije! —exclamó Jimin.

—¡Suga, trae tu maldito trasero aquí ahora mismo! —R.M. gritó desde afuera.

—¿Te van a castigar?

—Cierra la boquita, pulguita —respondió—. Entiendo lo del hospital, pero ¿cómo mierda llegó hasta aquí? Él no sabe de este lugar... —observó a Hoseok, quien carraspeó y posó su mirada en el suelo—. ¿O sí?

—Esto... ¿Cómo te lo digo? —se le notaba nervioso.

—¡Habla, imbécil!

—Fue..., fue por Jin.

La piel de Suga se erizó al oír ese nombre.

—¿Lo dejó salir? —indagó incrédulo.

El ambiente se tornó tenso y lúgubre, como si hubiesen nombrado a la mismísima muerte, cosa que a Jimin le dio escalofríos y le hizo correr hasta donde estaba su hyung para ocultarse detrás de él. La puerta se abrió con mucha furia y cayó al suelo, rota en pedazos. Por allí ingresó una persona de ojos rojos, la cual sonrió.

—¡¿Me extrañabas?! —le dijo a Suga.


EDICIÓN 2022.

Continue Reading

You'll Also Like

95.1K 5.6K 24
𝐒┊𝐒 𝐂 𝐑 𝐄 𝐀 𝐌★ 𝐋 𝐀 𝐑 𝐀 no entendía el por que le temian tanto a su compañero de universidad 𝐓 𝐎 𝐌, el tenía actitudes raras pero no lo...
263K 41.6K 35
Una sola noche. Dos mujeres lesbianas. ¿Un embarazo? ¡Imposible!
233K 19.3K 45
Historias del guapo piloto monegasco, Charles Leclerc.
208K 30.5K 50
El amor puede llegar de manera impredecible... Para aquel Omega que por mucho tiempo creyó que lo había encontrado, vendrá en su demandante e impone...