En rut

By mariafeanvi

5M 351K 3M

La incertidumbre de su naturaleza lo torturó hasta los quince años. Quería ser beta; la vida lo hizo omega. ... More

Guía Omegaverse
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XX
Capítulo XXI
Capítulo XXII
Capítulo XXIII
Capítulo XXIV
Capítulo XXV
Capítulo XXVI
Capítulo XXVII
Capítulo XXVIII
Capítulo XXIX
Capítulo XXX
Capítulo XXXI
Capítulo XXXII
Epílogo
Extra

Capítulo XIX

128K 8.7K 110K
By mariafeanvi


Abril, 2010
Dos semanas después

Se había pasado las manos por la cabeza hasta chocarlas con el moño de la coronilla ya dos veces. La americana negra que llevaba estaba desabrochada. Camisa blanca y pantalón pitillo negro. Unas botas del mismo color que acababan en punta...

Una mano en la cintura mientras daba otra vuelta, con un teléfono móvil pegado a la oreja.

—No, no, como comprenderá mi padre no podrá acudir a la reunión de la semana que viene. —Puso los ojos en blanco—. ¿A la de la siguiente? ¡Pues tampoco! Él ha... —calló, apretando los labios un momento—. Ya, sí, pero... Sí, yo en ese caso me podría responsabilizar, pero... —Definitivamente, tuvo que apartarse un momento el aparato de la oreja—. Sí, está bien, envíemelo mejor por email. Bien, gracias.

Colgó la llamada, soltando un sonoro resoplido mientras miraba al techo. Quizás era la sexta o séptima que había atendido esa mañana. Llevaba desde las ocho con dos teléfonos móviles en las manos.

Su padre... Él había tenido la fantástica idea de entregarle el suyo para que pospusiera citas y diera algún tipo de explicación más personal que el trato que daría su secretaria con respecto a su ausencia. Styl no se iría a pique si Patrice no estaba unas semanas al mando, pero evidentemente el alfa era incapaz de pensar lo mismo.

Por alguna razón que en ese momento olvidó, Harry aceptó la petición de su padre. Sólo sería contestar algunas llamadas cordiales, disculparlo... pero nada más lejos de la realidad. Todo eran solicitudes de reuniones, cancelaciones de vuelos, reservas de hoteles, re programar juntas que sí se debían celebrar... El ojiverde sentía que no daba abasto.

Dio un respingo cuando el móvil de su padre volvió a sonar. Giró sobre sus talones, dando un gracioso paseíto por los pasillos de la sala de espera del hospital. Ya iría por el tercer tono y era un número que le sonaba ya haber atendido.

—¿Y si lo dejo sonar? —pronunció quejoso, en voz alta.

—¿Ya hablas solo?

El alfa se volteó hacia la voz que había hablado de repente a sus espaldas. La había reconocido.

Sonrió. El móvil dejó de repicar.

—Louis... Hola. Eh... sí. —Sus hoyuelos marcándose mientras se rascaba nervioso la nuca—. Creo que me voy a volver definitivamente loco.

El omega sonrió, enterrando las manos en los bolsillos de su sudadera. Su mochila, como siempre, le colgaba en la espalda. Ladeó el rostro antes de volver a hablar.

—¿Mucho trabajo?

Harry optó por largar un suspiro.

—Bastante. Mi padre decidió que era una buena idea dejarme al mando de su teléfono para que pospusiera reuniones y... Dios, es agotador.

Louis rió, sin apartar la vista de la expresión del mayor.

—¿Es cansado ser el jefe, eh? —Ambos se tuvieron que burlar del comentario—. ¿Patrice cómo sigue?

—Pues se queja bastante de que la comida está sosa y que un yogurt no puede ser considerado postre. —Se encogió de hombros—. Y mi madre lo pilló esta mañana a punto de comerse una galleta cuando debía ir a hacerse un análisis de sangre, así que... Creo que está bastante bien. Da guerra. Amargado también porque lo han mandado a bajar de peso y hacer ejercicio. Y a trabajar menos... No sé qué lleva peor.

Louis no pudo controlar que sus comisuras se volvieran a curvar. Rió sin pena cuando Harry también lo hizo, negando con la cabeza ante las ocurrencias del mal enfermo de Patrice.

Lo habían pasado a planta hacía tres días y los médicos habían jurado que estaban satisfecho con su evolución. Tener una habitación propia y cuidados por parte de todos lo había comenzado a animar. Tomaba una estricta medicación y debía hacer caso a cada una de las indicaciones de los profesionales. Su familia se estaba encargando de ello.

—Sin duda eso suena a que está mucho mejor. Sobre todo lo de comerse galletas a escondidas...

Harry se llevó una mano al rostro de sólo recordarlo. Los gritos y la reprimenda de Annette fueron colosales. Se podía decir que a Patrice todavía le duraba el refunfuño por ello.

—Sí... —terminó de reír Harry, sin desclavar la vista del omega—. ¿Y tú qué tal?

Louis hizo aquella manía de juguetear con las asas de su mochila.

—Bien, entro en un rato a trabajar, ya sabes...

Harry de inmediato asintió. Sí, sí que había llegado a saber... Desde la última vez, Louis se había presentado en más de una ocasión en el hospital. No iba todos los días, pero sí cada dos, siempre al mediodía, después de salir del trabajo. A veces lo hacía antes de ir a casa a comer, otras después...

No le había buscado un motivo. Simplemente lo hacía.

Y Harry siempre lo agradecía. Ojeroso o no, siempre estaba por allí y coincidían.

Louis se mordisqueó nervioso el labio inferior cuando se percató de que llevaban más tiempo de la cuenta en silencio. Los ojos de ambos no se despegaban. Pestañearon cuando un teléfono volvió a sonar. Harry bufó por lo bajo, comprobando que esa vez era el suyo. Cuando vio el nombre en la pantalla también soltó un suspiro de alivio.

—Esta sí que la debo contestar... Dame sólo un minuto.

Le había hecho un gesto con la mano al otro, a punto de llevarse el móvil a la oreja.

—Claro.

—¿Hola? Oh dios, no sabes cuándo me alivia escuchar tu voz... —comentó Harry, ya alejándose de la sala de espera.

Louis volvió a asentir. También frunció el ceño.

—¡Oh! Que cariñoso estás hoy, hermano. Creo que ya hemos hablado de que algo entre tú y yo sería raro...

Harry colocó los ojos en blanco por enésima vez en el día al escuchar la voz del otro lado del aparato.

Ugh, déjate de payasadas, Niall. Llevo toda la mañana hablando con señores demasiado prepotentes que se creían que con darme un segundo de su tiempo me hacían un favor... Dime al menos que me llamas para darme una buena noticia.

—¡Escuchar mi voz ya debería ser una buena noticia! —exclamó—. Y puede que la tenga... Pero primero, dime, ¿cómo está tu padre?

Harry entonces sonrió, aflojando su expresión.

—Bien, está muchísimo mejor... El médico nos ha dicho que si sigue así en menos de una semana le pueden dar el alta.

—Oh, ¡eso es fantástico! Justo a tiempo para conocer al jefazo.

Pestañeó.

—¿Cómo?

—¡Que sí que voy a Plymouth! Llego el veintiséis de abril, así que vete preparando el cuarto del hijo postizo de tus padres.

Harry se vio entonces en la obligación de soltar una carcajada.

—¿El veintiséis? Genial... Oh sí, genial. Adelantaremos muchísimo entonces. Ya sabes, no quiero que mi padre se esté preocupando por el trabajo. Acaba de sufrir un infarto y él sigue pensando en el proyecto y... dios. Tiene que parar.

—Pues ahí estaremos para hacernos cargos de él —comentó su amigo, con aquella característica vigorosidad.

Niall se había enterado del proyecto de los nuevos carburantes exactamente dos días antes de que Patrice sufriera el infarto. Había sido Harry el que le informó de ello; de que quería que trabajara mano a mano con él. Su mejor amigo no había dudado en pronunciar un rotundo sí, entusiasmado. Aquel trabajo emocionaba al propio Harry, lo llenaba de nervios e ilusión y también de una importante carga de responsabilidad, pero Patrice había confiado en él y su cabeza hubo un momento que no estuvo centrada en otra cosa. Debían realizar dos viajes a Lyon y Bruselas, a los cuales su padre iba a acudir y en ese momento era algo que se mantenía en el aire por su estado de salud. Era uno de los tantos planes que posponer... Era una carga colosal de trabajo que sin duda la percibiría más llevadera si el loco de Niall estaba a su lado. El irlandés debía acudir a reuniones, firmar su contrato...

—Gracias, Niall —comentó en medio de un suspiro el ojiverde.

—No hay por qué darlas. Íbamos a hacer algo grande, ¿recuerdas?

Y ambos sonrieron. Eran increíbles las vueltas que daba la vida. Los años que ya habían pasado desde aquella ebria promesa...

—Claro que sí.

El alfa paseó su vista por el pasillo en el que caminaba mientras hablaba. Algunos enfermeros correteaban, mas en un ambiente tranquilo. Dio dos pasos más para llegar a ver la sala de espera. Louis parecía distraído mientras leía un cártel sobre las normas del hospital.

—Bueno, ¿y alguna novedad más en la ciudad de mi ginebra favorita?

La voz de Niall le hizo apartar la vista. Frunció el ceño mientras analizaba la cuestión.

—Eh, ¿novedad? No, todo normal. Igual...

Se mordió el labio inferior cuando su mirada volvió sin remedio al omega. Esa vez volvía a sujetar las asas de su mochila mientras se miraba las puntas de los pies.

—Uhm, está bien...

—Bueno Niall, te dejo que ahora mismo me suena el otro teléfono —comentó Harry, mirando a aquel que se había referido con cierta inquina—. ¿Hablamos, sí? Llámame para cualquier cosa.

—Ok. Lo mismo, hermano.

Resopló cuando por fin hubo colgado. Miró a los dos teléfonos en sus manos y se decidió silenciar ambos, sólo por un rato.

Alzó la vista y se encaminó hacia la sala de espera.

—Lo siento...

Louis se giró al escucharlo, negando de inmediato mientras esbozaba una sonrisa.

—No es nada. —Harry también sonrió—. ¿Un café?

—Por favor...

...

—¿De verdad así se ve un motor desmontado?

El alfa había arrugado el ceño mientras ojeaba la foto que Louis le había mostrado en su propio teléfono móvil. Habían optado por sentarse en la barra de la cafetería del hospital, con dos cafés con leche en vasos de plástico.

Harry le había vuelto a preguntar a Louis por el trabajo, y este le había comenzado a contar sobre un encargo de ese mismo día. El alfa se había mostrado sorpresivamente interesado, le había hecho hasta preguntas y también mostrado confuso cuando el omega usaba palabras demasiado técnicas. No sabían ni cómo habían llegado al punto donde Louis le mostraba algunas fotos de sus trabajos.

—Es bastante simple —habló el menor, mientras hacía un mohín.

Harry dio un sorbo a su café y lo miró casi anonadado.

—¿Simple? Se me da bien armar cosas, pero algo así...

Y esa vez el que definitivamente se mostró sorprendido fue Louis.

—¿Ah, sí? —No había podido evitar el sonreír cuando cuestionó aquello con el mismo todo de voz que usó el otro. Enarcó incluso una ceja, mirándolo divertido. Harry lo enfocó de inmediato.

—Oye pues sí, no me mires así. De pequeño cogía cualquier reloj y los desarmaba y volvía a armar.

El ojiverde se mostró orgulloso mientras el otro contenía las ganas de reír.

Ajá, y...

—Está bien —se sinceró el alfa, divertido—. Siempre me sobraban piezas, lo admito. Creo que por eso ahora tenemos una indecente colección de puzzles en el trastero. Seguro que mis padres los encontraron más didácticos.

Louis se llevó el dorso de la mano delante de la boca para disimular una enorme sonrisa. La idea de Harry armando algo... Simplemente no se lo imaginaba. El alfa, por su parte, parecía resignado.

—Yo era más de recortables —habló Louis cuando su risa cesó.

Miró de frente a Harry, quien le devolvió el gesto con profundos ojos verdes.

—Sí, de motos. Siempre apuntaste maneras.

Las comisuras de ambos se curvaron una vez más. Louis incluso se sonrojó. Estaban seguros de que a sus mentes había acudido el mismo recuerdo. Cuando eran unos críos; cuando se conocieron...

—Sí, la verdad es que sí... —comentó con un deje melancólico el menor. Había optado por fijarse de nuevo en su café.

Le ponía más nervioso de la cuenta notar que Harry lo observaba.

Terminaron sus bebidas calientes en silencio, Harry incluso miró despistado su teléfono y Louis lo imitó, pero echando un vistazo a su reloj de pulsera.

—Me tengo que ir ya —habló cuando se dio cuenta de que su hora de entrar a trabajar se acercaba.

Harry se irguió entonces en su asiento, asintiendo con la cabeza y apartando los pequeños vasos vacíos.

—Claro. Gracias por ve-

—Deja de agradecerme.

Sus miradas volvieron a conectar, como si tuvieran la fuerza absurda de un imán. Harry largó un suspiro mientras los hoyuelos se le volvían a marcar en las mejillas. Louis se fijó en ellos, al igual que en el lunar junto a la boca. Tuvo que parpadear; apartar la vista.

—Ten un buen día entonces —rectificó el mayor.

Louis había optado por agacharse a por su mochila, la cual descansaba en el suelo. Bajó del taburete y Harry lo imitó, planchando con las manos su americana.

Louis subió la mirada por última vez.

—Tú también.

Nuevas sonrisas y un suspiro por parte del omega antes de dar media vuelta, apresurándose hacia la salida.

Harry se aclaró la garganta, destensando inconscientemente los hombros.

—Nos vemos... —murmuró para sí, chasqueando la lengua antes de comprobar con cierto horror que tenía tres llamadas perdidas en el móvil de su padre.

Vuelta a la realidad.

...

Una semana más tarde, en un cuarto de hospital, se aguantaban sonrisas al mismo tiempo que se daban severas indicaciones.

—¿Estás escuchando? Patrice, ¿lo estás oyendo? —había repetido Annette por enésima vez, con los brazos en jarra.

—Sí, Annette... —replicó el aludido, con cierto cansancio y sonrisa fingida.

Él estaba sentado en la cama, su omega a su lado. El doctor de bata blanca frente a ellos... Y Harry luchando con las comisuras de sus labios al otro lado de la habitación.

—Es importante que sigas las indicaciones, Patrice —volvía a advertir el médico—. No queremos volver a verte por aquí...

La mujer incluso dio un respingo.

—¿Lo oyes? Es importante. Sí, repítaselo, doctor. Dígale lo importante que es.

Harry definitivamente tuvo que taparse la boca. Patrice estaba a punto de hacer hasta un puchero.

Amour...

—Eh... —balbuceaba el médico ante la determinación de la omega.

El alfa buscó un poco de ayuda en su hijo.

—Mamá, lo hemos oído todos y nos encargaremos de que se cumpla —pronunció el ojiverde, acercándose a su madre y abrazándola de paso por los hombros para sobárselos con mimo.

—¡Vamos que si se va a cumplir! —replicó la mujer, haciendo reír de nuevo a Harry.

Patrice no se atrevió a decir nada. El doctor tampoco.

Finalmente, había llegado el día en que le daban el alta. Habían sido largas semanas en el hospital tras lo sucedido. Cantidad de pruebas, indicaciones y comprobar con ilusión, y también algo de miedo por si todo se torcía, que Patrice evolucionaba muy bien. Que su corazón cooperaba después del terrible susto.

—Pues sólo queda que firmes por aquí, Patrice.

El hombre recibió feliz los documentos que certificaban que podía volver a llevar una vida normal, pero con unas cuantas restricciones. No veía la hora de volver a estar en su casa, dormir en su cama... Dejar de sentir que su familia debía turnarse para pasar el tiempo con él y que Annette sobre todo durmiera mejor porque se negaba a dejarlo solo en las noches.

—Muchísimas gracias por todo —pronunció con sonrisa sincera.

Annette brillaba por sí misma y Harry lo hacía de sólo verla a ella. De ver a Patrice bien, siendo el de siempre, ese hombre arreglado y confiado. El mismo que también rezongó cuando un celador les ofreció una silla de ruedas para que les fuera más cómodo acceder al parking. Patrice lo había mirado abatido, con incluso un gruñido contenido. Harry para variar quería echarse a reír y Annette por supuesto reprobaba la actitud de su marido, prácticamente obligándolo a que usara la silla.

En la cual, por supuesto, se sentó y recorrió los pasillos del hospital a la hora de abandonarlo.

Fue justo antes de encaminarse hacia los ascensores de la planta cuando la familia Styles frenó. Harry incluso dejó de burlarse del semblante que llevaba su padre.

—Oh... —murmuró el mismo por lo bajo.

—Hola, Louis —saludó primero Annette, con una sonrisa.

Harry carraspeó, notando unos nervios absurdos en la boca del estómago. Se habían topado con el omega al doblar una esquina. Louis se había acalorado notablemente, buscando a Harry de inmediato con la mirada.

—H-hola, yo... –Tuvo que aclararse la garganta; lidiar con los nervios—. Me alegra verlo tan bien —finalizó, mirando ruborizado a Patrice.

El mayor sólo enarcó una ceja y sonrió, mirando de reojo a un Harry que no podía dejar los pies quietos.

—Muchas gracias.

Louis sonrió como pudo, Patrice volvió a echar un vistazo a los dos más jóvenes. Annette finalmente raccionó.

—Bueno, nosotros mejor vamos bajando que en los ascensores seguro que hay que hacer cola. ¿Nos vemos abajo, Harry?

El alfa parpadeó un par de veces.

—Sí, ya voy.

Patrice miró hacia su mujer, la cual le propinó un golpecito en un hombro antes de empujar la silla de ruedas.

Harry tuvo que resoplar cuando miró de frente y a solas a Louis.

—¿El alta? —cuestionó el de ojos añiles, deshaciéndose también de la vergüenza que le supuso toparse así con la familia.

Harry sonrió.

—Sí, nos lo dijeron esta misma mañana. La verdad que fue algo que nos tomó por sorpresa. Las pruebas que le hicieron ayer salieron fenomenal.

—Eso es genial. A él la verdad que se le ve fantástico.

Louis hizo una seña al camino por el que los padres del otro se habían marchado.

—Sí. Te quería avisar por si hoy o quizás mañana venías, pero, bueno...

La cuestión era que no tenía cómo.

Louis tragó saliva, rascando su nuca. Nervioso al entender. Él siempre se presentaba por allí, pero nunca habían hablado de qué pasaría cuando ya no fuera necesario.

—Ya... No tengo el mismo número de antes.

Harry únicamente asintió; no se le ocurrió que otra cosa hacer. No era precisamente un tema que lo hiciese sentir cómodo, que no le hiciera recordar... De hecho no sabía qué podía esperar. Qué quería esperar.

Louis se descolgó un asa de la mochila para hurgar en un bolsillo lateral. De allí saco algo rectangular y un bolígrafo. Se apoyó en la propia pared para escribir algo. El alfa lo observaba curioso antes de recibir aquello que el otro le entregó, conteniendo un suspiro.

Era una tarjeta con el nombre del taller donde Louis trabajaba. Por detrás, había garabateado su número de teléfono.

El alfa tuvo que pasar saliva.

—Robert's... —leyó en voz alta—. Deberías comentarles que te hicieran una con tu nombre.

—¿Con mi nombre? —preguntó el omega, confuso—. Para qué...

—Seguro que más gente acude al taller —se adelantó entonces el otro, encogiéndose también de hombros.

Louis lo miró ruborizado, negando de inmediato con la cabeza. ¿Su propia tarjeta de mecánico? No, estaba seguro de que eso no obtendría beneficios en cualquier caso. No si prefería esconderse tras realizar sus arreglos...

Pero todo eso era demasiado largo de explicar, así que sólo volvió a negar.

Harry le echó otro vistazo a la tarjeta, volteándola en más de una ocasión, sintiendo la misma pregunta rebotando en su cabeza...

¿Qué esperar?

Louis había vuelto a aparecer; en calidad de humano, ofreciendo su apoyo. Sin más. Louis apareció ante el miedo de que Harry pasara por algo parecido a lo que él pasó con su padre. Sin embargo, no fue así, y Harry lo pudo llegar a percibir entonces como un intercambio de favor, como el devolverle ese detalle. No era descabellado pensar que Louis volvería a desaparecer. Estaba acostumbrado a que lo hiciera. Se había obligado a pensar a que no debía esperar más.

Se había obligado a controlar la idea de verlo algún día, en pensar en cuál vendría. Se había obligado a hacerse a la idea de que no iba más veces de la cuenta a por un café, siempre a la hora de comer, cruzando siempre el mismo pasillo.

Ciertamente, no esperaba nada; después de dos años el autómata no lo hacía. Pero ahora tenía aquella tarjetita entre sus manos.

Y era confuso.

Y no sabía si lo quería entender.

No tenía ganas de volver a sucumbir a los "y sí..." y entrar en un laberinto donde volver a perderse.

Esa vez no, por mucho que fuera una debilidad, por mucho que admitiera que con él todo funcionaba distinto. Las ideas que creía firmes se venían abajo. Su autómata reaccionaba, vagando alrededor de un sentimiento donde quizás nada había pasado o dónde precisamente actuaba así porque sí lo había hecho.

No sabía cómo explicarlo, era incapaz... Eran demasiadas cosas; fue lo de su padre, luego el trabajo, la constante presencia del omega... ¿Cómo encontrar siquiera un momento para entenderse a sí mismo?

El silencio había reinado de repente y Louis ya no sabía qué más decir; cómo controlar los nervios.

Harry habló.

—Mi número sí sigue siendo el mismo.

Ser simple. Quizás decir con rodeos eso que ni siquiera sabía si quería pronunciar.

—Oh, bien, sí... Lo tengo.

Louis disimuló el tartamudeo con una sonrisa. El otro resopló.

—Debo irme, apuesto que mi padre querrá hasta conducir y... Mi madre tiende a desesperarse demasiado ya que actúa como si le hubiesen dado el alta tras un simple resfriado.

El ojiverde hizo un ademán con la mano cuando el de ojos añiles de inmediato asintió.

—Claro, yo sólo me daba un salto. Me alegra mucho que por fin vuelvan a casa.

—Sí, por fin...

Harry guardó la tarjeta en el bolsillo trasero de sus vaqueros.

—Oye, ya sé que me has dicho que no te agradezca, pero aprecio que hayas estado. De verdad. Gracias.

Era absurdo cómo de repente le costaba mirarlo a los ojos. Quizás era que efectivamente aquella tontería de verse a menudo acabaría... Quizás era la tontería de afrontarlo.

Después de que se dieran aquel abrazo; que cayera ante él cuando no pudo más y se derrumbó.

Que Louis se percatara entonces de que no volviera a caer.

—De nada.

El alfa sonrió cuando el otro se apartó. Louis iba a dejarlo ir, no sabía qué más decirle; él tampoco había buscado más explicaciones.

En cambio, sí tenía algo claro.

—Harry —lo llamó, haciendo que el otro se girara.

—¿Sí?

—Sólo que... Bueno, que ahora... con mi nuevo número... Sí contesto a las llamadas. Siempre contesto a las llamadas.

El ojiverde se quedó un momento quieto.

Asintió. Y Louis también.

—Bien.

—Tú... —El omega se tuvo que aclarar la garganta—. ¿Tú las contestas?

Harry esa vez sí que no apartó la vista.

—Siempre.

Y una última sonrisa, muy breve, antes de que ambos tomaran caminos opuestos.

Demasiado que pensar, que entender... Todo aquello que no habían hablado porque no era el momento o quizás simplemente no sabían qué decir.

Horas que pasaron, que se hicieron llevaderas porque Louis en el taller siempre lograba desconectar. Centrarse en el trabajo, en aprender un poco más, hablar de temas banales con sus compañeros y reírse de cosas absurdas, teniendo conversaciones que siquiera se planteaban.

Aquella tarde fue tranquila y a las ocho en punto estuvo fuera. Llegó temprano a casa, justo en el momento en el que su madre se sentaba en el sofá con un tazón de sopa. Sonrisas cálidas, una breve charla de cómo había ido el día, pues Louis siempre prefería darse una ducha antes de también sentarse a cenar con ella.

Ese día no fue diferente. Entró a su habitación, tirando la toalla con la que se venía secando el pelo sobre la cama. Comprobó unos mensajes de Paul en su teléfono móvil que le hablaban del trabajo. El último era un chiste malísimo sobre algo de lo que hablaron ese día.

Largó un suspiro, echando un vistazo a la estantería blanca ubicada frente a la cama. Ojeó los lomos de los libros de la primera balda. Todos eran de mecánica, algunos los conservaba desde los catorce años...

Hasta que su mirada se paró sobre uno.

Apretó los labios cuando lo tomó; fue el primero que tuvo. Su padre se lo había regalado hacía años. Echó un vistazo a algunas páginas, llegando a última, antes de la contraportada.

Tuvo que tragar saliva.

Allí seguía. Un papelito de hacía bastante tiempo. Arrugado, con un número de teléfono garabateado. También un nombre.

Harry.

...

Niall había llegado a Plymouth con una energía desbordante y casi contagiosa. Había traído incluso souvenirs de Irlanda... Los mejores amigos se recibieron por todo lo alto tras no terminar de acostumbrarse a estar tanto tiempo sin verse. Llevaban años viviendo juntos y tras aquellos meses tenían demasiado que contarse, revivir aquella complicidad...

Patrice cada día estaba mejor, volviendo a su vida diaria, recibiendo también reprimendas de Annette cuando se pasaba más tiempo de la cuenta con documentos en las manos. No había vuelto a la oficina, pero prácticamente recluía a su hijo en el despacho de su casa para darle indicaciones, contestar llamadas y programar nuevos viajes, pues quien sí estaba yendo a diario a Styl era Harry.

La primera reunión sobre los nuevos carburantes ya se había celebrado y Niall estuvo presente. Todo en Londres marchaba de maravilla y faltaba cerrar los acuerdos en Francia y Bélgica. Habían acordado una videoconferencia con las oficinas de Alemania para acelerar todo el proceso, pues todo indicaba que comenzar el trabajo en Londres podría llegar a adelantarse uno o dos meses.

Aquel día, tenían la segunda reunión con una persona que también había viajado exclusivamente a Plymouth. Niall y Harry serían los encargados de recibir las propuestas del nuevo jefe de recursos humanos del proyecto. Después de aquel encuentro, él sería el primero en trasladarse de nuevo a la capital para reunirse con aquellos que trabajarían en los laboratorios.

Era increíble como aquello que hacía meses su padre le comentó se volvía día a día una realidad. Era increíble cómo ahora tenía su propio despacho en la empresa por la que se formó, esa en la que desde niño soñó trabajar...

Niall estaba también allí, sentando frente a su escritorio mientras terminaba de comprobar unos informes.

El móvil del ojiverde sonó, haciendo que despegara la vista de su ordenador portátil. Cuando vio la pantalla tuvo que negar con la cabeza.

—Mi padre no deja de mandarme mensajes. Apenas ha empezado la reunión y ya me pregunta que cómo va.

El alfa se quejó en voz alta, decidiendo de inmediato que aún no le contestaría.

Niall, por su parte, frunció el ceño.

—¿Tu padre manda mensajes?

Harry alzó la vista, observándolo divertido.

—Estamos en 2010, Niall, ¿quién no manda mensajes?

El irlandés volvió a mostrarse confuso. Niall había vuelto a aparecer con nuevo look. Los meses lejos de Londres le habían hecho deshacerse poco a poco de su rubio teñido. Se había dejado crecer el pelo, el cual era de un color castaño. Todavía conservaba algunos reflejos dorados y también lucía gafas para ver de lejos, aquellas que durante toda su etapa universitaria se negaba a usar. Por ese motivo, su astigmatismo había aumentado, obligándolo a que ahora sí que las tuviera que llevar. El alfa había sido claro en la idea de usar lentes de contacto, sin embargo, le gustaba admitir que las gafas le daban un toque más profesional; fardaba incluso de verse sexy.

Harry siempre se veía en la obligación de poner los ojos en blanco de sólo oírlo...

—El mío es que se ha quedado en contestar a todo lo que le escribo con un "ok" —comenzó a decir justo antes de encogerse de hombros—. Seguro que si un día le escribo, "hey papá, la mafia china me ha secuestrado", él respondería "ok".

El ojiverde soltó una carcajada. Las ocurrencias de su amigo eran tan... únicas.

—Te aseguro que mi padre manda más que eso —se quejó, apartando el teléfono del escritorio—. Se pone neurótico a la hora de delegar.

Niall rió, apartando aquellos documentos que ya había releído dos veces.

—Bueno, y a todo esto, a quien esperamos ya llega tarde, ¿no?

Harry cerró su portátil, comprobando la hora en un reloj de pared que adornaba el despacho.

—Sí, diez minutos. Le habrá surgido algo.

—¿Tienes el gusto de conocerlo?

—No, pero la empresa donde trabajó antes ha colaborado con Styl y viene recomendado exclusivamente para el proyecto. Al parecer es bueno.

Niall hizo una mueca al escucharlo, encogiéndose de hombros.

—¿Cómo se llama?

Su amigo decidió comprobarlo en unos papeles que descansaban sobre la mesa para no equivocarse. Asintió cuando lo recordó al leer.

—Liam Payne.

—No me suena...

Harry quiso hacer un mohín, Niall echarle un vistazo a aquellos papeles, pero el ruido de la puerta del despacho abriéndose de repente les hizo dar un bote. Ambos alfas miraron hacia ella. Harry incluso se puso de pie.

Fue un hombre con una americana azul cielo y una camisa blanca debajo. Pantalón color tabaco, remangados justo a la altura de los tobillos. Unos zapatos náuticos azul marino...

Y no venía solo.

—¡Bueno días! Perdonen el retraso. —El hombre se colocó el pelo tras hablar. Lo llevaba engominado hacia atrás, imposibilitándole el movimiento. Era castaño, a juego con sus ojos—. Tuve un problema con el taxista. No sabía que en esta ciudad eran tan... ¿Rurales? ¿Rudimentarios? ¡El tercero que paré fue el que aceptó llevarnos!

Harry y Niall lo observaban, este último incluso bocabierto.

—Ay, qué educado yo, ¿no? —comentó de nuevo el recién llegado, ironizando—. Soy Liam Payne, encantado.

No dudó entonces en acercarse a los otros dos, extendiendo una mano.

Liam Payne era beta.

El ojiverde tuvo que parpardear.

—Harry...

—Oh sí, ¡Harry Styles! He oído mucho de ti. —Recibió un apretón de manos del mismo a modo de saludo. A continuación, miró a Niall—. Y tú eres...

El irlandés atinó entonces a levantarse de donde seguía sentado.

—Niall Horan —se presentó, en otro apretón de manos.

Liam arrugó el entrecejo.

—De ti no he oído hablar. —El alfa alzó una ceja—. Pero estaré encantado de conocerte yo mismo —aclaró de inmediato, justo antes de guiñarle un ojo.

Harry reprimió una sonrisa al percatarse de que su amigo se quedó boquiabierto. Aún más.

Liam Payne era un ser... cuanto menos extravagante. Hablaba rápido y gesticulaba bastante al hacerlo. Poseía andares delicados y a simple vista parecía alguien de naturaleza nerviosa.

Pero eso no era lo que más llamaba su atención. Esa no era la razón por la que Harry y Niall no dejaban de verlo entre extrañados y algo anonadados.

—¡Oh, sí! —exclamó el beta cuando se percató en qué se fijaban los otros—. Yo soy Liam Payne y esta preciosidad de aquí es Donatella. Di hola, mi amor.

Acto seguido, Liam agitó la pequeña patita del Chihuahua que llevaba cogido en el brazo izquierdo. Un perro negro y marrón; minúsculo y que temblaba. Que llevaba también un lazo en el cuello del mismo tono que la americana de su dueño.

Harry se tuvo que llevar una mano a la boca para ocultar la repentina risa, sobre todo al ver la cara de Niall.

—¿Donatella? —preguntó el irlandés, sin salir del asombro de todo lo que era Liam Payne—. ¿Como la de Versache?

—Es Versace —corrigió seguidamente el beta, en un impecable acento italiano—. Y sí, como ella. Es un encanto, lo que ahora está un poco estresada. Los viajes en avión nunca los lleva muy bien.

Liam acarició al animal, que miraba todo a su alrededor.

Definitivamente, Niall era incapaz de cerrar la boca.

—Claro... —Decidió aportar Harry tras aclararse la garganta. Niall volteó a verlo y se vio en la obligación de hacerle una seña para que disimulara—. Bueno, señor Payne, si le parece...

—¡Ah no! —trinó de repente el beta, interrumpiéndolo—. ¿Cómo que señor Payne? Ni llego a los treinta, querido. Dime Liam. Sólo Liam. Apenas os llevaré un par de años...

De hecho eran seis. El beta tenía veintiocho.

—De acuerdo, Liam. —Rio Harry, caminando por el despacho—. ¿Damos comienzo a la reunión?

—Claro. Donde digas.

—Seguidme...

Niall al fin pareció pestañear.

—¿Pero el perro también viene?

Había optado por señalar el animal, el cual soltó un agudo ladrido. El alfa retiró incluso la mano al ver los diminutos dientes que mostró el Chihuahua.

—Por supuesto —contestó Liam con simpleza, dejando un beso en la cabeza de su mascota para tranquilizarla—. Por cierto, no le digas la palabra con p-e-r-r-o. No le gusta... Odia ese término. Le agobia.

Niall volvió a quedarse anonado cuando el otro dio media vuelta, siguiendo a Harry hasta la puerta. Su amigo le hizo otra seña cuando también pasó junto a él. Le indicó a Liam que la sala de juntas estaba justo enfrente y el beta se encaminó hacia allí con elegancia.

El irlandés bufó cuando recibió otra mirada de su amigo.

—¡¿Qué?!

—Tira... —gruñó el ojiverde por lo bajo, dándole un empujón en un hombro.

Definitivamente, Liam Payne era un personaje singular que usaba la misma cantidad de diminutivos que palabras técnicas. En la reunión programada se avanzó en el desarrollo del organigrama y contactos. Se fijaron fechas nuevas y se habló de los futuros contratos de los empleados. Liam se mostró profesional en todo momento, fomentando la idea de que si todo seguía avanzado al mismo ritmo, la fecha del comienzo del proyecto en Londres tendría que adelantarse.

El comité no duró más de una hora y media. Harry para entonces se mostraba satisfecho, también sonriente por lo mucho que se había cerrado. Habían tomado café, charlado incluso que cómo comenzó aquella idea o cómo Liam terminó involucrado.

Nuevos apretones de manos para despedirse antes de que acordaran que no sería necesaria una segunda reunión tal y como ya estaba estipulado. Liam volvería antes de lo previsto a Londres.

—Será un placer trabajar con vosotros —sonrió el beta con entusiasmo—. Las cosas no pueden pintar mejor...

Volvía a sostener a su perro en un brazo. Le había guiñado el ojo a ambos antes de hacer un gracioso aspaviento con una mano.

—Genial —sonrió también Harry, mientras abandonaban la sala de juntas.

El beta se negó a que lo acompañaran a la salida.  Hizo que su pequeño perrito los "despidiera" con una pata antes de dar media vuelta en dirección a los ascensores. Los alfas también se habían despedido agitando una mano.

—Harry —espetó Niall una vez estuvieron solos—. ¿De dónde demonios ha salido ese?

El ojiverde dejó al fin escapar una sonora carcajada.

—No tengo ni idea, pero ha sido una muy buena recomendación. ¿Te diste cuenta lo difícil que fue decidirnos por una de sus tres propuestas? Eran todas buenísimas...

Habían caminado de nuevo hacía el despacho. Harry rodeó el escritorio para sentarse en su silla mientras su amigo se dejaba caer en la de enfrente.

—Sí, sí... Pero me refiero a toda la parafernalia del perro estresado con nombre de... —Negó con la cabeza—. ¿Es que se lo va a traer al trabajo?

Su amigo únicamente se encogió de hombros.

—No sé. Al menos se le ve educado al animal.

Niall volvió a lucir boquiabierto.

—¿Educado? Lo sentó en una silla, Harry. Y ni apartó el cojín...

—Bueno, Niall, ¿qué más da? Con o sin perro, Liam Payne trabajará con nosotros.

Unas cejas alzadas también como respuesta y una sonrisa ladeada antes de que el ojiverde clavara la vista en la pantalla del ordenador. Liam Payne había aparecido para cerrar mil asuntos y Harry no podía sentirse más satisfecho por ello.

—La que nos espera...

—Vamos, se le ve divertido.

—Divertido... —refunfuñó por lo bajo, cruzándose incrédulo de brazos.

Harry no tardó en recibir un llamada de su padre, en la cual le explicó lo bien que había salido todo. Las fechas de los viajes ya estaban cerradas y Liam había acordado mandarles informes del panorama en Londres.

A las seis en punto de la tarde, Niall suspiró cansado tras revisar por tercera vez una propuesta.

—Oye, ¿y si salimos hoy por ahí?

Cuando Harry le dirigió una mirada, pudo comprobar cómo sus ojillos cian casi brillaban.

—¿Salir? Oh vamos... No estoy para esos trotes.

—¡¿Trotes?! —casi chilló—. Acabas de sonar a octogenario. No sé, tomar algo, conocer a alguien de por aquí... Nunca me presentaste a alguien de Plymouth.

Harry negó con la cabeza.

—Porque sabes perfectamente que no conservé casi ninguna amistad.

El otro chasqueó la lengua.

—Bueno, pues conocemos a gente juntos... Anda, Harry, salgamos con alguien, conocer a algún o alguna omega... ¿Por qué no?

—Niall...

—¿Sabes cuánto hace que no...?

—¡Oh, ya está bien! —bufó definitivamente el ojiverde cuando su amigo hizo un gesto con el dedo de una mano y el índice y pulgar de la otra en forma de "o".

Niall tuvo que reírse de lo escandalizado que lució Harry. Decidió mejor cambiar de tema.

—Bueno... ¿Sabes de lo que sí me alegro? De verte bien. —Harry entonces lo miró—. Quiero decir, estaba seguro de que al volver a aquí me llamarías a los dos días porque te habías topado con... ya sabes quién. Me alegro de que después de tanto tiempo hayas cerrado de una vez esa etapa.

El alfa hacía referencia a lo que siempre le afectó a Harry regresar a casa. Eso siempre era sinónimo de que algo sucedía con cierto omega, sobre todo en las últimas ocasiones.

Harry tuvo que carraspear, mirándose un momento las yemas de los dedos.

Quizás había algo que no le había comentado a su amigo... Que sí que se había vuelto a topar con Louis.

—Bueno, verás... Respecto a eso...

Niall frunció el ceño.

—¿Qué?

Harry se mordisqueó el labio inferior. Largó un suspiro.

—Sí que me he vuelto a cruzar con él.

El otro no tardó en erguirse en su asiento, pero Harry fue incapaz de mirarlo directamente.

—¿Cómo?

Cuando al final lo hizo, Niall lucía un semblante serio.

—Cuando sucedió lo de mi padre, Louis apareció en el hospital. Yo no lo esperaba. Simplemente se presentó con su madre para saber cómo estaba todo. Apenas hablamos ese día, pero al siguiente volvió, luego a los dos y así hasta que nos fuimos de allí. —Niall parecía incapaz de decir algo—. Nos tomamos algún café juntos; hablamos de muy poco. Él ahora es mecánico y le va muy bien. No sé, siempre tratábamos temas muy banales. A veces no sabíamos ni qué decir.

Terminó resoplando, estirándose en su silla mientras su mejor amigo parecía procesar todo.

—No me lo contaste...

—Porque sabía qué ibas a opinar.

El otro enarcó una ceja.

—¿Qué iba a opinar? —se preguntó con cierta retórica—. ¿Qué quieres que opine después de lo mucho que te jodió? ¿Qué quieres que te diga?

—No lo sé, Niall.

—¿Has vuelto a hablar con él?

—No, pero me dio su número de teléfono y yo le recordé el mío.

El irlandés parpadeó un par de veces.

—Espera, ¿estás pensando en llamarlo?

Harry se removió en su asiento.

—No. O bueno, no lo sé. Él me preguntó si yo contestaba las llamadas y... No sé, quizás esta vez debería llamar él.

—¡¿Llamar él?! Por dios, Harry, ¿te estás oyendo?

Bufó.

—Sí, claro que me estoy oyendo. ¿Crees que no he pensado en todo lo que pasó? Claro que sí, pero... Es que no sé cómo explicarlo. Yo no me siento el mismo de entonces y a él también lo vi distinto. No sé si quizás las cosas ahora se pudieran dar a otro ritmo.

Niall se pasó ambas manos por la cabeza. No dejaba de cuestionar a su amigo con la mirada.

—¿A otro ritmo? ¿Con él? Creo que no estamos hablando de la misma persona. Hablamos del que pasó de ti después de que tú movieras cielo y tierra por él. Aceptaste tener una relación absurda con él; que te llamara sólo cuando le interesaba. ¿De verdad te estás ilusionando de nuevo? ¿De verdad, Harry? —El aludido apretó los labios. El de ojos cian siguió hablando—. Han pasado casi dos años. Dos. Y lo que deberías hacer es dejarlo ir de una vez. ¿Qué te piensas que él no tendrá a nadie? ¿Te piensas que no habrá estado con otros alfas en todo este tiempo? ¿Te crees que no habrá utilizado a otro como a ti?

Y fue ahí cuando Harry sí se irguió.

Un gruñido se calentó en el fondo de su garganta. Niall también se alzó.

—No tienes ni idea de él. No lo conoces —casi escupió.

—¿Y tú sí? ¿Sabes? A quien sí conozco es a ti. A quien también se fue a Panamá para de paso tomar distancia con él. Conozco al que en las primeras borracheras seguía llorando por él. Conozco al que ha sido incapaz de estar con otro omega por dos putos años.

Harry definitivamente no pudo controlar el gruñido.

—Es mi vida.

—Por supuesto, pero sólo te hago ver que estás siendo un ingenuo si todavía piensas que ese omega va a cambiar por ti. Te ha jodido y volverás a perder la poca dignidad que te queda para volver a rogarle.

Los ojos de Harry eran una lanza sobre los de Niall.

—Tú no lo puedes llegar a entender. Existe algo. Es algo inexplicable con él.

—¡¿Inexplicable?! —Rió con sorna—. Vamos, ¡ten un poco de amor propio! Por una vez, Harry. Tenlo. Bájate ya de la nube romántica. ¿Acaso te ha llamado? ¿Eh? No lo va a hacer. ¿Vas a estar otros dos años esperando? Mientras él seguro está con otros, ¿tú vas a seguir siéndole fiel cuando por su parte jamás tuvieron nada?

Harry entonces se puso de pie. Niall no tardó en imitarlo.

Sus alfas estaban en alerta. En una situación que jamás se había dado...

Se miraban desafiantes, Niall no pensaba recular, en eso no. Fueron meses los que vio a su mejor amigo mal, sufriendo y quejándose por un amor no correspondido. Él mismo fue testigo de cómo le colgaron las llamadas y cómo se ilusionaba para recibir una constante negativa. El propio Harry le confesó mil veces que se había equivocado con él, que no debió dejarle entrar tanto a su vida. Pero en ese entonces, el daño estaba hecho, las decisiones no se podían tornar.

Y en ese momento sí.

Para Niall, Harry iba a volver a caer en un juego donde saldría perjudicado, pues su amigo no había soltado; después de dos años seguía siendo incapaz. ¿Qué garantía tenía? Ninguna. No le cabía en la cabeza, no podía apoyar que Harry estuviera caminando a ciegas hacia una pared con la que se iba a estampar. Otra vez. Se lo quería hacer ver para evitarle el golpe. Para evitar volver a lo mismo.

—Son mis decisiones, Niall, por mucho que seas mi amigo no tienes derecho a meterte en ellas.

La tensión volvió a ser dueña del ambiente cuando se mantuvieron por largos instantes la mirada, en silencio.

—Genial —musitó—. Pues no me pienso meter, pero tampoco me busques cuando necesites con quien hablar cuando todo esto salga mal. —Ambos se quedaron viendo. El irlandés también contuvo un gruñido innato ante el mero hecho de sentirse amenazado. Apartó la silla con brusquedad antes de dirigirse a la puerta principal—. Me voy. Dile a tus padres que agradezco la habitación de su casa, pero que prefiero irme a un hotel.

—Niall... —pronunció Harry con voz grave, pero la puerta ya se había azotado.

Soltó otro gruñido cuando él también empujó su propia silla.

Era la primera vez que discutía con su mejor amigo.

Era la primera vez que ni siquiera sabía si en algún momento tuvo algo de razón...

...

No se había tranquilizado y no podía dejar de respirar hondo cada vez que notaba el vibrar en el pecho.

No estaba acostumbrado a pelear. No lo estaba...

—Una habitación individual, ¿verdad?

Pestañeó cuando la recepcionista le había hecho la pregunta por segunda vez, con sonrisa apurada. Niall se limitó a asentir con la cabeza.

No sabía si era absurdo, si dio un espectáculo o si efectivamente tenía algún derecho... Sólo lo intentaba hacer lo mejor posible, hacía lo que sentía, lo que a la inversa pensaba que le gustaría recibir. En general, nunca se le dio bien eso de ser amigo, de mantener uno, de quedarse en su vida... Nunca.

Creció en un barrio de Dublín, fue a un colegio público y se crió prácticamente con su abuela porque su hermano mayor debía coger demasiados autobuses para ir al instituto. Sus padre se mataban a trabajar para que no les faltara de nada, pero cuando su abuela falleció, todo se torció un poco. Su familia decidió mudarse a un pueblo, a una casa más modesta, donde Niall y su hermano pudieran ir al mismo instituto sin gastar tanto en transporte público. Y no estuvo mal, su familia siempre era una entusiasta que se empeñaba en superar las adversidades. Fue ahí donde no conservó a ningún amigo de su anterior colegio y los del nuevo instituto... Bueno, la gente no era igual. Había competencia, se juzgaban demasiado y mientras intentaba encajar, uno le preguntó si de verdad era un alfa; que por qué no actuaba entonces de otra manera, que por qué no lo parecía... Calló durante los años que él mismo se empezó a creer todo aquello, cuando le gritaban que quizás era así porque se crió con "su abuelita". Y no lo entendía, así que se preocupó en no confiar en nadie; en no esperar nada de nadie. Nunca se le había dado bien ser un buen amigo, nunca había tenido la oportunidad de practicarlo. Pero en casa, la vida les aguardaba aquel regalo, aquellos euros que su padre siempre invertía en jugar con la suerte. Hasta que esta les tocó y todo cambió. Lloraron de felicidad al acabarse los problemas, al aspirar a más, a cumplir sueños que siempre pensaron que serían eso, simples sueños. Inalcanzables...

Su hermano prefirió no salir de Irlanda, sobre todo después de tener a su primer hijo, algo temprano. Niall en cambio sí quería cumplir aquella ilusión de formarse, de viajar, de conocer otros sitios... Y por supuesto que lo hizo, pero con miedo. Estaba aterrado, confiado en que fantasmas del pasado se revivirían, pero con idea de que contaba con una ventaja. Podía ser un nuevo él. Nadie lo conocía, ¿por qué no empezar de cero? ¿Por qué no mostrarse de esa forma que jamás se atrevió a mostrar? Se cruzó con Harry el primer día de clases, ambos igual de perdidos y descubriendo que serían compañeros. En ese entonces, jamás imaginó que lo terminaría llamando hermano de corazón. Al principio no esperó nada, que Harry sería una amistad pasajera como el resto de personas que habían pasado por su vida, que lo buscaría sólo para alguna fiesta, como los demás, como siempre le había pasado. Pero Harry se quedaba y le preguntaba por él y escuchaba lo que tenía que decirle. Con Harry se sintió algo así como exclusivo, sintió lo que era que alguien lo buscara porque "¿A quién se lo iba sino a contar el primero?". Y descubrió que eso era alucinante. Descubrió que tenía incluso miedo de perderlo.

Y vivieron juntos momento que sabían que jamás iban a olvidar. Sin darse cuenta también crecieron, maduraron... Y para Niall fue especial; fue importante. Porque era él mismo y porque por fin alguien lo entendía. Porque descubrió que quizás sí que valía.

Porque a veces se piensa que el amor es importante, que el duelo de un desamor es duro, pero nunca se habla del vacío inmenso y eterno que se queda cuando un cómplice de sueños, es decir, un amigo, se va...

Y quizás se sentía inmaduro al pensar que acababa de joder la relación con su mejor amigo. No sabía si estaba siendo un exagerado, si con esos pensamientos hacía justicia a sus veintidós años... Quizás ya no le interesaba a Harry. Quizás no se arreglarían. Únicamente sentía que le habló con el corazón. Hizo lo que le hubiera gustado que hicieran con él. Sin embargo, recordó que una vez se acostumbró a que esos mismos detalles tontos lo conseguían dejar solo. Recordó, porque la inseguridad y la razón eran traicioneras, que no sería tan descabellado que una vez más volviera a perder.

La recepcionista le había pedido su documento de identidad y se había disculpado porque el proceso tardaría un poco más ya que la impresora se le acababa de estropear. Él sólo asintió, leyendo sin mucha gana un folleto del hotel. Era una casa rural, de sólo dieciséis habitaciones y un ambiente de lo más acogedor. La noche era carísima, pero fue lo más cercano y con habitaciones disponibles que encontró cuando echó un vistazo en internet con su teléfono. La recepción estaba tranquila bajo un hilo de música agradable. Bajaría al restaurante a cenar algo y luego se iría a dormir. No quería pensar en mucho más.

No quería tener cabeza para más. Ya había removido demasiado.

Sí, todo bien, normalizado, hasta que sintió una humedad en el bajo de su pantalón. De hecho no supo ni cómo, había escuchado también algo diminuto chocando contra el parquet...

—¿Donatella? ¿Mi amor?

El alfa dio un respingo. No podía ser. No... Se negaba a mirar hacia abajo y...

No. Mierda...

Era el Chihuahua. El maldito chihuahua le había meado en la pierna.

—¡Donatella! —volvió a escuchar cuando el animal echó a correr en otra dirección.

Niall tuvo que cerrar sus manos en puño y abrir los ojos con incredulidad al ver el pequeño charco en el suelo.

—Me... ¡Me ha meado!

—Oh, ¡Donatella! Chica mala. ¡Chica mala!

Por supuesto, era el extravagante de Liam Payne. Con su misma americana azul; aquella vestimenta que destacaba. Se acercaba con los brazos en alto hacia él.

—¡Lo siento! No sé qué le ha pasado, ella no suele... Un momento —calló al analizarlo mejor—. ¡Pero si yo te conozco! De la reunión de Styl... Tú eras Neil.

—Niall —masculló.

—¡Eso! Niall... ¿También te estás quedando en este hotel? ¡Ay que fantástico! Y yo amargado porque iba a cenar solo... Odio cenar solo en los hoteles, es como... Uy, mira ese, cena solo en un hotel.

No se lo podía creer...

—¿Q-que hablas de cenar? ¡Tu perro me acaba de mear! Además, ¿no es una hembra? ¡¿Cómo es posible que me haya meado la pierna?!

Liam siseó cuando su pequeña mascota soltó un gruñido por lo bajo.

—Si es una hembra, pero un poco ruda...

Niall volvía a mirar al otro casi anonadado.

—¿Ruda? Mi pantalón olerá a orín y... ¡No tengo otro!

—¿No tienes otro? ¿Tú también te quedas sólo una noche? Ay, mi amor, igual siempre hay que echar una muda de más en la maleta... Pero bueno, te puedo prestar un pantalón si quieres. Yo me traje tres.

El de ojos cian se sentía trinar.

—¡No quiero ningún pantalón! Educa a tu perro —espetó señalando al animal, que soltó dos ladridos histéricos.

—¡No le digas así te dije! La pone nerviosa... Seguro que se acordó al verte y por eso te hizo pipí.

Niall estaba a punto de tirarse de los pelos...

—¿Todo bien?

Los dos giraron cuando la recepcionista habló a sus espaldas. Sonriente, sostenía la documentación de Niall y lo que parecían ser las llaves de su habitación. El alfa murmuró algo por lo bajo cuando las tomó. Quiso volver a abrir la boca, pero otra voz lo interrumpió.

Liam...

—Oh sí, cielo, sólo hace falta una fregona por aquí... Nada importante.

La chica pareció confusa, Niall volvió a mirarlo incrédulo.

—Disfrute su estancia —pronunció con sonrisa nerviosa la recepcionista.

Niall giró entonces sobre sus talones, encontrándose una sonrisa triunfante por parte del beta.

—Bueno, ojitos claros, entonces... ¿Cenas con nosotros? —Se había señalado a sí mismo y al Chihuahua de su regazo, que ya lucía más tranquilo.

¿Ojitos claros? Frunció el ceño.

—¿Eh?

—¡Cenar! Venga vamos, ya había reservado una mesa bajo el ventanal con las mejores vistas. ¡Yo siempre soy muy precavido! Vamos, vamos.

"Genial" masculló con sarcasmo para sí mismo. Genial...


Continue Reading

You'll Also Like

158K 15.9K 56
¿Cuáles son las posibilidades de que un fiscal y un asesino terminen juntos? *** Andrei y Keiler son diferentes, opuestos. Andrei es un fiscal incorr...
889K 97.6K 52
«¿Por qué me tratas tan mal? ¡Yo te amo!» Oh, el amor. Tan bonito cuando es correspondido, y tan doloroso cuando no. Evan está locamente enamorado...
162K 9.6K 29
ORIGINAL HERMANO #2 ADVERTENCIAS: CONTENIDO ALTO DE PSICÓPATAS, ASESINATOS, DELIRIOS, DOBLE PERSONALIDAD, ESQUIZOFRENIA, DESCRIPCIONES DE MUERTES...
257K 15.5K 27
AU donde Emilio es el chico malo y jodido con muchos problemas, Joaquín es el niño rico perfecto, con demasiado dinero y sus escuelas están justo fre...