Duele. Maldita sea.
El nudo en mi estómago se mantiene firme y quisiera golpearme un millón de veces para obligarme a dejar de sentir. ¿Acaso él también se sentía así? Díganme que sí, por favor, ese sería mi único consuelo.
Mantenerse fuerte ante aquellos ojos grises fue realmente una tortura. Pero saber que estoy en lo correcto, saber que hago bien dándole un alto, eso me incentiva.
Y creo que jamás podría volver a caer en sus garras, aunque aquello sea lo que más quiero. ¡Y me sacaría el corazón con mis propias manos, si él me volviera a lastimar! Y es por eso que no le daré la oportunidad de volver a hacerlo.
La fría noche me abraza en su oscuridad, mientras que el ruido de mis pasos en el asfalto retumban en toda la calle.
-No deberías andar sola -una voz atrás de mí me sobresalta y me obliga a voltear de inmediato.
-Shawn... -digo con alivio al distinguir sus ojos caoba con la luz de la luna resplandeciente.
¿Realmente es un alivio? Lo había estado evitando durante dos semanas. ¿Estoy preparada para enfrentarlo? Por supuesto que sí. Ya basta de la niña insegura.
-Emma -me responde él y sonríe ligeramente mientras sus mejillas se enrojecen.
-Oye, yo sé que he sido muy cruel contigo la última vez -digo rápidamente -Te debo una disculpa por ello.
Él se acerca a mí a paso lento hasta estar a centímetros de mi cuerpo.
-No importa -alega -Estabas nerviosa, lo entiendo. Por otro lado... -dice y ladea la cabeza pensativo -Escuché tu reciente discusión con Adam. Yo solo pasaba por allí, y pues me fue imposible no escuchar.
Frunzo el ceño ante sus palabras.
¿Acaso puedo culparlo? No, no puedo. Daniel me había dicho que cada noche él rondaba cerca, para verificar que todo estaba bien. ¿Cómo podría yo reclamarle eso?
-De acuerdo -alego y asiento comprensiva.
Él parece mal interpretar mi gesto y agarra mi mano con suavidad.
-Y ahora has terminado con él -dice y yo entrecierro los ojos -No es que quisiera aprovecharme de eso. Solo quiero que sepas que estoy aquí, y yo nunca te lastimaría.
Aparto mi mano de su agarre, pero lo hago lentamente, para no volver a lastimarlo tanto.
-Lo siento -digo -Pero yo no te quiero de esa manera. Nunca lo hice.
Él hace un extraño gesto, frunce el ceño y da un paso atrás como si lo hubiese golpeado.
-Pero tú me besaste...
-Lo sé -me apresuro a decir -Estaba confundida, estaba siendo controlada por mi naturaleza, y no sabes cuanto lo siento. Sé que mis palabras no remendarán tus heridas, pero es lo único que puedo hacer. Realmente no te merecías ser parte de mi confusión, solo estuviste ahí, en el momento y lugar equivocado. Lo lamento tanto.
Su rostro es toda una obra artística cuando sus ojos se cargan de confusión y dolor.
Oh, Dios. Esto era lo que quería evitar. Shawn, no llores.
Él parpadea varias veces para despejar las lágrimas y luego vuelve a clavar sus ojos en mí.
-De acuerdo -dice sin más -Te perdono. No importa. Yo solo... -carraspea con la garganta y empieza a dar pasos hacia atrás -Necesito irme de aquí.
Siento como mi corazón se contrae con fuerza al verlo luchar para ocultar sus emociones.
¿Cuándo dejaré de lastimar a los demás? ¡¿Cuándo, maldita sea?!
Niego con la cabeza mientras mis puños se cierran con fuerza, mientras que Shawn se aleja de mí con cada paso.
Quiero decirle que no se vaya, que se quede conmigo. Que no quiero verlo sufrir, ¡que podemos ser amigos! Sin embargo, sé que si hago eso solo estaría complicando las cosas.
Porque eso es lo que hago al intentar arreglar algo, termino complicándolo todo.
Doy media vuelta y tras inhalar una gran bocanada de aire, retomo mi camino hacia la oscuridad.
¿Acaso sé a dónde voy? ¿Acaso tengo a dónde?
Dejo que mis pies me guíen hacia el centro, donde las luces de las casas y algunos comercios brillan con demasiada intensidad. Paso frente a Malteadas Sheyla, pero no me detengo mucho tiempo a observar el lugar. Inconscientemente me dirijo a mi antigua calle, hacia el lugar en donde crecí.
Veo a dos personas caminar a un costado del asfalto en dirección contraria a la mía, muy acaramelados y ligeramente familiares.
Me muevo hacia el lado al que ellos están y con una falsa naturalidad empiezo a caminar como si nada, eso sin sacarle los ojos de encima a ambas personas.
Se van acercando y sus rostros se vuelven más claros.
Esos ojos miel en aquel hombre y ese cabello lacio que posee la mujer; esos rasgos tan conocidos para mí.
Son Elizabeth y Jordan Briel; los padres de Madison.
Solía llamarlos como si fuesen mis padres, siempre los consideré así.
Cuando están lo suficientemente cerca decido hablarles. Yo no guardo rencor hacia ellos. Siempre fueron tan considerados conmigo.
-Elizabeth, Jordan -llamo la atención en ambos y sus ojos se clavan en mí de inmediato al tiempo que detienen su marcha -Soy Emma -alego -Ha pasado tanto tiempo.
La mujer tiene el ceño ligeramente fruncido, pero no deja de tener esa linda sonrisa tierna. Él por el contrario, mira a sus costados, como si quisiera asegurarse de que les he hablado a ellos.
-Hola... -saluda Elizabeth con un tono bastante incómodo.
Debe ser porque extrañan a su hija.
-¿Cómo han estado? -cuestiono sonriéndoles -¿Han hablado con Madison? He perdido un poco el contacto con ella...
Observo como Jordan presiona con fuerza la mano de su esposa y es entonces que me percato de que están asustados.
Pero, ¿por qué? Yo no los lastimaría, nunca lo hice.
-Eh... -vuelve a hablar la mujer -Perdona, pero ¿quién es Madison?
Frunzo el ceño al instante. ¿Qué mierda está pasando aquí?
-Madison es... -hablo mientras doy un paso hacia ellos. Pero no me dejan terminar la oración pues retroceden con miedo y eso me deja helada.
-Por favor -dice la mujer -No nos hagas daño.
-Puedes llevarte todo lo que tenemos -dice el hombre agarrando a su esposa y poniéndola atrás de él para protegerla.
Pero, ¿protegerla de mí? ¿Cómo es posible que piensen siquiera que yo podría lastimarlos?
-Soy yo -alego -Emma Grace, la mejor amiga de su hija.
Ex mejor amiga...
-Será mejor que te vayas -dice Jordan con brusquedad -Estás loca. Nosotros nunca tuvimos hijos.
Abro los ojos como platos y la mandíbula se me cuelga en el rostro por la sorpresa de sus palabras.
-¡Claro que sí! -exclamo alzando la voz y ellos dan un paso más atrás.
¡Maldición! ¡Los estoy asustando!
Respiro hondo un par de veces y lo único que hago es pasar a sus costados y empezar a caminar lejos de ellos.
¿Cómo es posible que no se acuerden de su hija? ¿Qué está pasando? ¿Tendrá Adam algo que ver? Al fin y al cabo, fue él quien la vio por última vez.
Madison Briel, ¡yo la recuerdo perfectamente!
Pero yo soy un ángel... y ellos no. Para mí existe... y para ellos ya no.
Es como si ella nunca hubiese existido.
¡No es posible que hayan desaparecido todos los recuerdas que tenían de ella!
¿Adam pudo haberla matado...? ¿Realmente lo haría? Analizando las circunstancias en aquel momento, creo que la respuesta sería un sí.
¿Cómo puedo preguntárselo a Adam? Si confiesa que sí, sabré que fue por mí; algo más que le deberé, algo más que cargar en mi consciencia.
Sigo caminando, casi corriendo, lejos de aquellos sujetos. Dirigiéndome sin darme cuenta hacia la boca del lobo, solo me percato de ello cuando mis ojos se clavan en aquella familiar casa.
¿Cómo podría olvidarlo? ¿Cómo podría algún día pasar por aquí y no recordar todo lo que viví? No puedo olvidar las veces en las que papá besó mi cabeza cuando iba a salir a algún lugar y me decía que tenga cuidado, sin embargo, tampoco olvidaré los gritos de mamá diciéndome que era una ofrecida cada vez que salía de fiesta (obligada por Madison) a altas horas de la noche.
Papá; ¡oh, Frederick! Te extraño tanto. ¿Qué pasó de ti? ¿Qué te ha hecho esa mujer?
Quisiera entrar en esa casa, buscar a papá, obligarlo a cargar sus cosas y traerlo a vivir conmigo. ¡Sé que a Daniel no le importaría! ¿Pero qué me detiene? El saber que él jamás accedería.
¿Tan dañino puede ser el amor? ¿Tan manipuladores pueden ser los sentimientos? ¿Qué tanto debe sufrir una persona para abrir los ojos? ¡Para darse cuenta de como están destruyendo su esencia! Lastimosamente, eso nos pasa a todos.
¡Quisiera golpear a aquella mujer! ¡Maldición, la odio! ¡Y me odio a mí misma por odiar a mi propia madre! ¿Pero acaso puede ser llamada así? ¿Pero acaso merece compasión? Yo solo quiero saber el por qué de su desagrado, el por qué de su odio hacia su propia hija.
Quiero entrar. En serio quiero entrar. Pero no lo haré. Siento una mala vibra en este lugar, a pesar de todo.
Tengo un mal presentimiento...
Me quedaría, si no estuviese tan segura de que mis malos presentimientos nunca fallan.
Empiezo a caminar para seguir mi camino, pero algo se interpone en mis pies y me tambaleo al tropezar ligeramente. Bajo la vista y observo una piedra de un tamaño considerable ante mis pies.
Esto parece una película de terror, en la cual la protagonista cae por tropezarse en algo y el asesino la atrapa.
Pero no soy tan tonta. Tengo reflejos. Bueno... no tanto, esto fue suerte.
Paso mis pies por encima de la piedra y sigo caminando como si nada.
No logro avanzar más de tres pasos y me quedo estática en mi lugar.
No-puede-ser.
Siento la horrible presión en mi vientre, como si estuvieran estrujando mi estómago, similar al dolor que solía sentir con el hechizo.
Me resisto, intento mantenerme de pie con todas mis fuerzas, pero mis rodillas me fallan y caigo arrodillada en la vereda. Mis uñas intentan clavarse en el suelo, pero alzo las manos rápidamente para evitarlo.
Respiro profundamente intentado difuminar el dolor. Una y otra vez. El malestar sigue allí, pero disminuye lo suficiente como para hacer que me ponga de pie.
A duras penas lo hago, sosteniendo mi vientre por el dolor latente.
De repente un dolor agudo se filtra en mi cabeza y presiono los dientes con fuerza.
¡¿Qué mierda pasa?! ¡¿POR QUÉ TODOS ME EMBRUJAN O ME HECHIZAN?!
¡Odio esto! ¡Odio a todo el maldito mundo! ¡Los aborrezco con mi vida!
Debe ser esa maldita y despiadada bruja de mierda.
Juro que si la veo frente a mí podría arrancarle la cabeza con mis propias manos.
Me rehúso rotundamente a cerrar los ojos en un momento como este.
¡Fue suficiente, maldición!
Escucho algunos ruidos detrás de mí. Todo pasa demasiado rápido. Me giro con brusquedad ocasionando que el dolor de cabeza se vuelva mucho más intenso, y entonces la veo.
Lucinda; mi madre.
-Mamá... -logro decir demasiado despacio, pero no me da tiempo de nada, ni siquiera de analizar la situación cuando se acerca a mí con aquella velocidad antinatural y sin siquiera tener compasión de mí, posa sus manos en mi rostro y en mi cuello y me desgarra.
Siento como mi cuello se rompe en menos de un segundo y pierdo la consciencia de inmediato.
Ni siquiera siento el golpe al caer al suelo. Ni siquiera siento aquel dolor que me acechaba.
¿Estoy muerta?