El sonido de la alarma me sobresalta justo en el momento en el que había decidido no ir a clases hoy. ¿Alguna vez alguien les dijo que ir a la universidad es estudiar lo que te gusta? Pues es mentira. Como estoy en primer semestre, tengo que llenar mis horas con materias de relleno o básicas que muchas veces no tienen nada que ver con mi carrera. Y aquí estoy, en la diatriba si ir o no a la clase de cálculo 1.
¿Cálculo en una carrera de diseño? ¿A quién se le ocurre?
Lo único bueno es que sólo veo esa materia y ya. Salgo de los números para siempre en mi vida.
—Antonia, ¿vas a ir? —dice mi singular compañera de habitación.
Su nombre es Linda Moncada, estudiante periodismo de segundo semestre. Si a alguien le había puesto bien el nombre es a ella, es más, es hermosa. Su tono de piel oliváceo combina perfectamente con su cabello negro, liso y sedoso que cae como una cascada por su cuerpo. Sus labios gruesos son el sueño de todo chico y esos ojos cafés expresivos y profundos, te marean si te quedas mirándolos.
Y ni que decir de sus atuendos. Se nota desde lejos que su familia tiene dinero y que se viste con ropa de temporada. Casi nunca repite o lo disimula muy bien.
—Estoy considerándolo —le digo con la voz aperezada.
—No la clase, tontita. Hablo de la fiesta de esta noche. Va a ser lo máximo.
Si bien ir a una fiesta ha bajado en mi escala de prioridades, nunca se puede rechazar algo como eso. Las facultades tenían la tradición de iniciar una guerra de fiestas de bienvenida. Así que, esta semana hay fiesta cada noche. Participaban la facultad de lenguas, ingenierías, arte, salud y comunicación, esta última es la campeona por cuatro años consecutivos.
—¡Por supuesto! ¡No me la perdería por nada del mundo! —le digo y eso hace que sus ojos brillen.
—Sé que tu facultad también compite, así que no te voy a pedir que votes por la mía, sólo te lo voy a exigir—su rostro cambia de expresión, se ve tan mandona—. Ya sabes, si quieres seguir viviendo conmigo.
Tengo que admitir que estar en esta habitación es grandioso; es de las más amplias de todo el campus, tiene su propia cocina, baño independiente y no tenemos que dormir en camarotes. Linda tiene un gran guardarropa —se supone que es para las dos, pero ella se lo apropió diciendo que tenía más ropa.
Me habían asignado a esa habitación por inscribirme temprano. Además que su anterior compañera tuvo una crisis nerviosa y fue hospitalizada en el psiquiátrico. No quiero pensar que Linda tuviera algo que ver con eso, bueno, prefiero pensar que no fue así y que no estoy viviendo con una psicópata.
—No te preocupes, aún no conozco a nadie en mi facultad. Así que tienes mi voto asegurado.
Da dos saltos en el aire y aplaude un poco.
—Bien, entonces nos vemos al rato, amiguis —dice apretando mis mejillas y riendo alto.
Cuando se va, suspiro fuerte y ruedo los ojos.
No es tan mala, simplemente es una hija de papi.
Me levanto con desidia y camino hasta la puerta para ir a clase. No tengo mucho ánimo pero debo aprobar todo para poder llegar hasta las materias divertidas.
En el pasillo me encuentro con Mike, quien ve esa clase conmigo. La única en la que estamos juntos.
—Nos estás haciendo llegar tarde, pelirroja—dice divertido.
—No tenías que esperarme afuera.
—¿No es lo que hacen los novios? ¿Ser pacientes y acompañar a sus novias a clases?
—Bueno... Eso y algunas cosas extras—sonrío con picardía. Él me atrae y me besa mientras me empuja hasta el salón.
Bueno, algo de motivación nunca es despreciada.
Unos treinta pares de ojos se quedan fijos en nosotros cuando abro la puerta. El profesor hace un gesto de desagrado pero nos indica los puestos vacíos. Las chicas pierden la concentración y observan con detenimiento a mi novio. Veo como sus pupilas van de arriba a abajo, inspeccionándolo.
Una combinación de orgullo y enojo me invade. Sé que tengo que controlarme; no puedo estar golpeando a cuanta desubicada que observe indebidamente a Michael, eso ocurre demasiado y ya tendría muchas enemigas. Así que opto por el orgullo. Tomo su mano mientras nos sentamos en la fila de atrás.
La decepción fue inminente. El reconocimiento que no tenían ninguna oportunidad, aplastante.
Bueno, por lo menos es lo que quiero que hayan pensado.
Nunca faltará la que piense que puede tomar mi lugar.
—Ya puedes soltar mi mano, bonita. Creo que entendieron—dice mientras trata de recuperar su mano para tomar su lapicero.
—Lo siento—digo al liberarlo.
—Recuerda que sólo tengo ojos para tu roja y hermosa cara—susurra al percatarse que estamos llamando la atención.
El profesor ya nos mira con cara de pocos amigos.
—¿Roja?—pongo mi mano en la mejilla mientras lo miro.
—Te ruborizas con nada, hermosa—me dice mientras mira al tablero y empieza a escribir la fórmula.
Hay días que tiene el romanticismo confundido con las bromas pesadas. Parece que hoy es uno de esos.
Lo dejo seguir para no formar una discusión y trato con todas mis fuerzas poner atención adelante.
***
—Adivina quien está en mi clase de historia—dice Mike cuando estoy a punto de morder mi sandwich.
Tengo que dejarlo a un lado por un momento.
—¿Quién? —pregunto con desconfianza.
—Trata de no reaccionar como lo haces, por favor—dice con su voz conciliadora. Lo cual me genera más desconfianza.
Muerdo mi sandwich y asiento. Tratando de prepararme con cada mordida.
—Elena—dice con cierto temor.
Respiro profundo y termino de masticar para poder hablar. De alguna manera era consciente que al estar los tres en esta universidad, en algún momento se iba a cruzar con nosotros. Sobre todo con Mike, con quien comparte más afinidad en materias que conmigo.
A pesar de lo que pasó entre nosotras, no tengo motivos para odiarla. Ella está enamorada de Mike y aunque eso no la redime, tampoco puedo culparla. El único problema que tengo y que puede traernos grandes inconvenientes, es que aún sigue jugando con el corazón de Steven, nuestro amigo. A pesar que él sabe que ella ama más a Mike, no ha sido capaz de dejarla. Eso es algo que espero que cambie ahora que están lejos.
—¿Qué te dijo?—pregunto con curiosidad. Mike parece relajarse al ver mi reacción tranquila.
—Nada, no se acercó. Me saludó desde su puesto.
—Mmmm.
—Creo que se siente mal por no haber estado en tu defensa.
—¿Cómo lo sabes?—pregunto.
—Se veía apenada. Como si quisiera taparse la cara para que no la mirara.
—Si te dice algo como eso, dile que su testimonio no habría cambiado nada. Tuve mejores aliados—mi tono es frío.
—Eso sonó rencoroso, bonita. ¿Acaso quieres que se sienta peor?
Resoplo. ¿En serio quiere que piense en los sentimientos de Elena?
Ella me abandonó en un momento crucial. Que se conforme con que no la odie.
—Transforma la frase para que suene mejor.
—¿Y si pide hablar contigo?
Ruedo los ojos.
—¿Por qué estás abogando por ella? Creí que estudiabas filosofía no derecho—digo irritada.
—No abogo por ella. Simplemente quiero saber los criterios en los que puedo interactuar con Elena. Ya sabes, ella sigue siendo la novia de Steven.
—Así es, trátala como la novia de tu amigo. Con distancia.
Michael asiente apesadumbrado. No sé a que se debe tanta aflicción.
—¿Qué ocurre? —pregunto al notar que se ha quedado en silencio.
—Me molesta un poco como terminó todo. La forma en la que se fraccionó el grupo.
Bueno, somos dos. Tengo que admitir que en eso tenemos la culpa Elena y yo. Cincuenta - cincuenta... Bueno, quizás, sesenta - cuarenta.
—Lo sé.
Mike aprieta mi mano con ternura y veo su deseo por cambiar de tema.
—No quiero que esto nos haga pasar un mal rato. Sólo quería contarte todo para que no tengamos mentiras en medio de nuestra relación —dice con esos ojos del gato de Shrek.
—Lo sé. Me parece que es lo mejor en estos casos.
—¿Estamos bien?
—Sí, estamos bien—le digo un poco conmovida por su declaración.
—¿Vas a ir a la fiesta?—me pregunta luego de un rato.
—Sí, le prometí a mi compañera que iría. Es una de las organizadoras y creo que le falta un tornillo o dos en su cabeza. Así que me cortaría un dedo si no aparezco.
Abre sus ojos sorprendido ante el escenario que acabo de describir.
—¿Es broma? ¿Estás durmiendo al lado de una loca?
—Sólo es intensa, nada de que preocuparse.
Mi respuesta no lo deja tranquilo.
—Mmmm, yo también iré para cuidar que tengas todas tus extremidades al final de la fiesta —dice serio.
—¡Ay, tontito! —digo imitando a Linda.
Mike no parece hacerle gracia pero lo deja pasar. Definitivamente va a ser una noche interesante.
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Hola Hola
Los que hayan llegado hasta aquí sin leer Mala compañía es posible que se pierdan un poco.
Así que si quieren pueden ver en mi perfil y empezar con esa primero.
Muchas gracias por sus comentarios y votos.
Abrazos
Luza