En rut

By mariafeanvi

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La incertidumbre de su naturaleza lo torturó hasta los quince años. Quería ser beta; la vida lo hizo omega. ... More

Guía Omegaverse
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
Capítulo XXII
Capítulo XXIII
Capítulo XXIV
Capítulo XXV
Capítulo XXVI
Capítulo XXVII
Capítulo XXVIII
Capítulo XXIX
Capítulo XXX
Capítulo XXXI
Capítulo XXXII
Epílogo
Extra

Capítulo XV

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By mariafeanvi


—¿Qué te parece? —La voz de Marjorie salió tras aclararse la garganta, mas nadie contestó.

—Si quieren los puedo dejar solos. Piénsenlo con calma.

La omega asintió entonces con una sonrisa amable. Quien había hablado por segunda vez fue una joven, vestida con un traje de dos piezas. Sujetaba un maletín en la mano derecha al igual que una carpeta con papeles en la izquierda. Era una agente inmobiliario.

La trabajadora, beta, salió del piso que acababa de enseñarle a sus posibles clientes. Marjorie suspiró una vez estuvo a solas con su hijo.

Era el tercero que visitaban. Se habían decantado por un barrio, no lejos del puerto, bien comunicado por transporte público. Solían ser edificios de no más de cinco plantas y dos habitaciones por vivienda; de alquiler. Un barrio también con precios razonables.

Louis permanecía estático frente a la ventana de lo que podrían destinar a que fuera el salón. Sólo se inmutó cuando su madre le posó una de sus manos en un hombro.

—¿Louis?

Él pasó saliva.

—Está bien. Muy parecido a los otros que hemos visto. Este está bien.

Marjorie tomó una bocanada de aire antes de posar su frente allí donde había tocado a su hijo. Una mimosa caricia que también le regaló a su brazo...

Estaban a punto de vender su casa, el día anterior habían tenido una reunión satisfactoria con unos posibles compradores; una familia que acababa de trasladarse a Plymouth por negocios.

Pero todo era más complejo de lo que parecía.

Tomar la decisión de mudarse les llevó cerca de dos meses, no era algo que no tuvieran que pensar en frío. No era una que desearan, sino que se volvió necesaria. Cuando Marjorie y George compraron su casa fue cuando al beta lo ascendieron a capitán en su profesión. Eso les otorgó el beneficio de mejorar en su nivel adquisitivo, que siempre fue medio y algo limitado. Ese también fue el gran orgullo de George, formar una familia en una gran casa, en un buen barrio, viviendo bien, acomodados, pudiendo cumplir antojos... Sin embargo, en todo ello la realidad era más cruda. Los Tomlinson habían pedido una hipoteca, pagaban una cuota mensual elevada por ella, una que con el sueldo del beta sí podían costear. Con la ausencia de ese todo se volvía un poco más cuesta arriba. Marjorie simplemente trataba de adelantarse a lo que vendría.

No podrían mantener la cuota de un coche, la hipoteca y otros pagos que la familia antes sí asumía. Marjorie ya no trabajaba, hacía años lo había dejado, poco después de que naciera Louis. No fue solo por cuidar de él o por dejar su oficio al ser una omega ya emparejada, sino simplemente porque se lo podían permitir, porque con ello se pudo meter en otros temas que le apasionaban; la caridad, ayudar, ser presidenta de consejos estudiantiles cuando su hijo se formaba en la educación pública... Y todo seguía bien con eso. Llegaban a todo.

Pero ya no.

La pensión de viudedad que recibiría la omega no sería ni un tercio de la cantidad con la que estaban acostumbrados a vivir. Si tiraba de ahorros se quedaría pronto sin ellos, no era una opción porque serían prioridad para pagar los estudios de Louis. No si consideraba que debían tener ese colchón para hacer frente a cualquier otro imprevisto, pues el mercado inmobiliario no se hallaba en su mejor momento en aquel tiempo. La venta les traería beneficios pero no que superaran el valor original de la propiedad. La agente se los había advertido, no era rentable vender, tampoco lo sería en un año, pero no tenían otra opción. Debían enfrentar la pérdida económica y mediar desde cero su estilo de vida, el cual cambiaría por completo. Marjorie prefería eso que no seguir con el que ya tenían porque a la larga les pasaría factura con deudas que serían incapaz de asumir.

Y todo aquello a su vez era duro, por supuesto que sí. Los rumores se extendieron rápido, muchos decían que se mudaban para no lidiar con los recuerdos, porque la casa sería muy grande para los omegas. En cambio, nada más lejos de la realidad, eso era lo que precisamente más costaba; abandonar los recuerdos. A ella lo que le dolía era tener que dejar atrás todas las risas que se escondían en las paredes de su primer hogar, donde formó una familia de verdad. Le dolía dejar su habitación, donde todavía la ropa de su marido colgaba en el armario. Le dolía dejar aquel pasillo con un tizne en la pared, ese que Louis hizo siendo pequeño, cuando los cuadernos se le quedaban cortos al pintar. La cocina, el comedor donde sucedieron tantas celebraciones... Era probablemente lo más duro si encima de perder a su pilar no podía mantener la sombra de cantidad de vivencias, con ellas uno de sus grandes logros. Pero la omega también sabía que todo ello era mantener con cariño el pasado, mas no asegurar un futuro. Lo más importante era eso, era su hijo e intentar garantizar su bienestar, construir un nuevo hogar si era necesario. Sólo trataba de ser realista, trataba de hacerlo lo mejor posible...

—Cojamos esta casa, mamá. Para nosotros es suficiente.

Que el menor volviera a hablar era algo que la mujer no se esperaba cuando se sumergió en sus pensamientos. Marjorie largó un suspiro, pretendiendo también una sonrisa. Era una casa pequeñísima si la comparaban con la de ellos. Una pequeña cocina abierta al salón-comedor que conectaba con el pasillo que daba a las dos habitaciones con sus respectivos cuartos de baño. Les sobrarían muchos muebles que ya poseían, sería un reto intentar adornar el piso con ellos.

—Sí, cielo. A mí también me lo parece.

Otra caricia en el brazo del menor, quien llenó sus pulmones de aire antes de voltear a ver a su madre, serio.

—Estaremos bien, ¿verdad?

Marjorie ya había asumido que no podría evitar la punzada en el pecho cuando los ojos de Louis la enfocaran. Quizás era un sinsentido, pero notaba que ahora aquella mirada se parecía más a la de George. El mismo añil en los orbes, la misma forma de inspeccionar...

—Claro que sí, vamos a estar bien aquí. Solo hace falta decorarla un poco, una mano de pintura para que todo no sea tan blanco, quizás comprar una mesa más pequeña...

La omega había intentado mantener un tono risueño, contagiárselo a su hijo, quien apartó la mirada a pesar de también asentir.

—¿Crees que a papá le hubiese gustado?

La voz de Louis salió débil; miró a su madre tras cuestionar. La omega apretó los labios, sintiendo la picazón en los ojos cuando decidió apretar una de las manos de su hijo.

—Seguro que sí. De hecho, nuestro primer piso en Gales era muy parecido a este. —Ella sonrió, recordando aquel único y pequeño hogar que pudieron alguna vez permitirse. Sólo vivieron en él seis meses antes de cometer la locura más dulce de escapar a Plymouth—. Todo va a salir bien, cariño. Lo haremos por él, ¿de acuerdo?

Louis agitó la cabeza como afirmación. Sus ojos azules se humedecieron entonces casi al instante.

—Mamá, ¿es normal llorar aún, verdad? Yo constantemente no puedo evitarlo.

No lo preguntaba por él, sino por su propia madre, quien parecía estar luchando con las comisuras de sus labios, con intentar no pestañear... Las lágrimas emanaron de los ojos de ambos cuando la omega envolvió a Louis en un abrazo cálido y apretado. Tenían que seguir, por ellos y por George, porque Marjorie estaba segura de que los escalofríos que sentía en su espalda tras cada decisión tomada eran él. Era George alentándola, prometiéndole que todo saldría bien. Tenía que ser él...

—Sí es normal, Lou. Claro que es normal.

...

Julio, 2008
Un mes después

Era una gozada disfrutar de una temperatura media de veintitrés grados en pleno mes de julio. Era un verdadero lujo poder pasear por el centro. Quizás sonaría típico pero su zona favorita de la ciudad era el paseo que daba al antiguo faro, la torre Smeaton. También perderse por el parque West Hoe... Era lo que se necesitaba después de tanto tiempo en Londres. El césped, el sonido del mar y sus olas, el graznido de las gaviotas... Olía a verano y a helado. La risa de los niños reinando y el chirrido de los columpios mientras esquivaba a los más mayores que no dudaban en recorrer el paseo con sus bicicletas.

Suspiró.

Volvía a estar en casa tras acabar su segundo año de carrera, el cual había superado con matrícula de honor. Era satisfactorio ver que todo esfuerzo tenía su recompensa por mucho que a veces costara. Sí, volvía a estar en Plymouth, pero como siempre, por un tiempo limitado. La próxima parada no volvería a ser Londres.

Había salido a pasear, pues más tarde quedaría con su padre en la empresa. Por alguna razón que desconocía, Patrice había insistido en presentarle unos socios. Eso también lo incomodaba hasta el punto de ponerlo algo nervioso. No se le daba bien eso de que "fardaran de hijo" por muy bien que se sintiera el que sus padres le recordaran lo orgulloso que estaban de él.

Perdió la vista en dos niños que parecían inspeccionar una bicicleta a la que se le había salido la cadena. Como adulto que era, ¿debía ayudarlos? Era extraño llegar a ese punto en la vida donde se asumían unas responsabilidades que antes se ignoraban. Era extraño asumir, en sí. Se suponía que estaba en su hogar, lo asumía porque siempre fue así, porque lo identificaba, era costumbre hacerlo, y sin embargo también era raro. Allí no estaban sus amigos, no tenía una rutina, en el fondo era como si no encajara del todo en la ecuación. Todo se sentía a su vez tan ajeno... En Londres era simplemente él, mientras que en Plymouth era una sombra de quien se formaba en la capital, algo mezclado con el Harry de allí. Un Harry con el que cada vez era más complicado identificarse.

Era frustrante no poder explicar sus propias cávalas, mas si comprender el paso enorme que era formar su propia vida, sus necesidades, lidiar con preferencias que nunca imaginó que tendría. Que Annette pusiera el grito en el cielo cuando salía sin avisar, adaptarse al horario de comidas en casa, a la absurda comodidad de que le lavaran la ropa... La madurez, esa caprichosa que obligaba a uno mismo a plantearse todo, absolutamente todo.

Esbozó una sonrisa cuando uno de los críos consiguió encajar la cadena de la bicicleta de nuevo. Fue el menor de ellos, quien lo celebró con unas cuantas palmadas mientras el otro lo miraba asombrado. Debía tener ocho o nueve años, el mayor quizás le llevaba dos o tres.

Prefirió tragar saliva y reanudar su paseo.

Sí, la madurez de ver que lo que antes se creían problemas podían tornar a algo absurdo. Descubrir por ende todos aquellos que ni siquiera se pensaba que existían. Aquel en particular que hacía que Harry recorriera las calles con la necesidad de mirar a todo el mundo a la cara, como si fuera a reconocer una, como si la vida fuera tan cruda... No era algo que planeara, sino un un acto innato, inconsciente. Quizás la resignación de mantener cantidad de preguntas sin respuestas. La de rendirse con el acto de llevar su teléfono móvil siempre consigo. Ya no lo hacía.

Louis se había mudado y no sabía a dónde. En las dos semanas que hacía un mes pasó allí no se lo topó, a la única que pudo ver, y de lejos, fue a Marjorie. Y aceptar eso se sintió como una cruz; fue duro ver que podía llegar ni a inmutarse por ello.

Porque la razón se cansaba, la de Harry estaba agotada. Porque el deseo de respuestas también podía volverse indiferente.

Llamó su atención un grupo de personas que organizaban un corrillo alrededor de alguien que parecía dar un pequeño espectáculo. No era raro que en verano cantidad de puestos de artesanos se armaran en el paseo, al igual que artistas callejeros que mostraban sus habilidades al formar figuras con globos para los más pequeños, magos que realizaban trucos con cartas o astutos que eran capaces de tragarse una vara con fuego, como en aquel caso. Cantidad de murmullos de asombro ante la habilidad del joven de cabello largo, liso y castaño que se movía con gracia sujetando las varas. Harry se abrió un hueco entre la multitud para observar el espectáculo. Niños miraban igual de pasmados que aterrados mientras sus padres observaban con suficiencia o sincera admiración. Cantidad de ojos se posaban sobre el joven que sonreía mientras jugueteaba con el fuego. El artista parecía estar demandando un voluntario.

Harry sonrió cuando la mayoría de gente se apartó y el joven tuvo que negar que cantidad de niños sí quisieran ayudarlo. Su frente estaba perlada de sudor mientras recorría los semblantes de su público intentando encontrar al indicado. Lo hizo.

Y justo ahí, al ojiverde se le pudo caer la sonrisa que mantenía al suelo.

Porque la vida nunca le dejaría de sorprender, porque a lo mejor la misma no era tan mala con él si le otorgaba aquello que innata e inconscientemente buscaba. Porque le dio tiempo a pensar que quizás fue un ingenuo en no creer que el golpe de las casualidades lo podría llegar a asestar por segunda vez.

El artista había elegido a un ayudante entre el público, uno que no había visualizado hasta ese momento, pues Harry se abrió paso, poniéndose de puntillas entre el barullo para observarlo mejor. Era un chico menudo, no muy alto, vestido con un chándal Adidas y una gorra hacia atrás. De ojos añiles y que sujetaba un skate con una mano. Era un omega, porque lo reconoció; entre la cantidad de gente lo hizo. Tierra mojada, mar y especias... Claro que lo reconoció. Era Louis.

Porque la vida era otra caprichosa; si se lo planteaba hasta bufona.

Louis había aceptado la vara del artista poco convencido, por supuesto tras haberse negado dos veces. Con sus mejillas arreboladas se vio obligado a ceder tras oír los ánimos del resto del público. Fue en ese preciso instante cuando Harry se olvidó de que presenciaba una actuación, podía jurar incluso que el resto de gente se había evaporado. Porque sólo se pudo centrar en un perfil.

Era él, estaba allí. Louis estaba a metros de él.

Notó el cosquilleo arremeter en sus tripas, la punzada en el pecho y el sofoco aumentando. Sólo se fijaba en la muñeca menuda, algo huesuda, que se aferraba a su tabla mientras miraba con cierta desconfianza. En su cuerpo rígido, también en los cabellos que se escapaban de su gorra. Se veía tan pequeño aunque sus ropas fueran enormes, se veía tan...

Notó un rugido bajo a su lado que llamó su atención. Era un hombre de no más de cuarenta años que lo miraba con ojos ámbar desafiantes, mientras su hija se abrazaba a su pierna. Harry pestañeó, sacudiendo la cabeza y separándose de allí. El ojiverde no se había percatado de la vibración en sus cuerdas vocales y la energía que seguramente emanaba; una de alfa. Había sacado su lado más irracional, el absurdamente incontrolable. Se pasó ambas manos por el cabello cuando tomó una ligera bocanada de aire. Brincó incluso en el sitio cuando el público estalló en aplausos y chiflidos. Se percató de que aquel joven que dominaba el fuego hacía reverencias al público mientras agradecía, pasando un sombrero donde los espectadores no dudaban en depositar dinero. Harry también lo hizo, se sacó de inmediato cinco libras de su cazadora. ¿Cuánto tiempo había pasado? La improvisada función había acabado y él no se había percatado de nada.

La gente se empezó a marchar, abriendo aquel medio círculo que habían armado. Lo hacían al mismo ritmo que a Harry se le entrecortaba la respiración. Visualizó a Louis, sacando unas monedas de un bolsillo de su pantalón para también dejarlas en el sombrero. Recibió otra reverencia por parte del joven, quien con gráciles movimientos seguía agradeciendo su merecida recompensa.

El bullicio de las gaviotas pareció entonces resonar con escándalo.

Louis soltó un suspiro cuando una pequeña sonrisa se escapó de sus labios. Decidió alzar la vista, sin buscar nada, quizás planteándose seguir con su camino. Sí, alzó la vista para ser presa de aquel antojadizo destino que lo obligó a toparse con otra que era verdosa, casi cetrina.

El alfa se podía haber llegado a torcer por la explosión de chispas que notó en el centro de su vientre. Sí, podría, pero sólo se limitó a dar media vuelta. Harry giró sobre sus talones y se dispuso a caminar, siendo incapaz de pestañear, de destensar sus nudillos o liberar la presión en sus hombros encogidos.

Harry se alejaba y la garganta de Louis en ese momento se desecó. Porque lo vio.

Los expertos llegan a asegurar que cuando un cuerpo está sometido a presión, la realidad se percibe a cámara lenta. Cuando alguien se enfrenta a algo que le causa una significativa impresión puede llegar a jurar que los sucesos acaecieron en minutos mientras la realidad era que transcurrieron en escasos segundos. El omega pudo prometer que estuvo demasiado tiempo estático cuando realmente permaneció así por cinco segundos y medio.

—¿Harry?

Su voz no fue una gran proyección, pero había conseguido dar un paso enfocando la espalda del alfa, quien frenó en seco.

Una ola calurosa barrió el sistema del omega, una que no tuvo nada que ver con la propia sensación térmica. Sus dedos restregándose contra el skate que sujetaba mientras sentía el cosquilleo en el resto de sus extremidades, pues Harry se giró, prácticamente a cámara lenta mientras conseguía al fin parpadear. Louis pudo verse como en la escena de una película; toda la gente parecía haber desaparecido, ya no había rastro del artista que los había apelotonado allí. Eran Louis y Harry, frente a frente, a unos metros.

El ojiverde se notó los labios extremadamente secos cuando tuvo la necesidad de remojárselos.

—H-hola Harry.

Al menor le costaba mantener la mirada, pronunciar aquello por segunda vez fue un reto. Ni hablar de lo que supuso entonces que sus piernas se movieran para dar dos pasos más para acercarse al otro.

—Hola Louis.

Increíble fue que pronunciar su nombre le ocasionara un hormigueo en la lengua, incluso en la garganta. Sentía que en si tampoco iba a ser capaz de decir mucho más...

—¿Qué tal? N-no sabía que estabas en Plymouth.

'Ni muchas otras cosas'

Harry enarcó una ceja, casi como un acto reflejo mientras Louis optó por morderse la lengua, sintiendo de inmediato la necesidad de apartar la vista. No fue la mejor forma de empezar la conversación, lo tuvo claro al instante.

—Sí, ya ves...

Se merecía la hostilidad y el omega dejó escapar un suspiro por ello. Mirar de frente a Harry era enfrentarse a muchas cosas, demasiadas. No fue complicado adivinar que sus recorridos en el camino eran opuestos, Harry lo subía mientras él ya lo bajaba. Tragó saliva cuando los ojos verdes lo enfocaron, interrogantes, inquisitivos.

—Harry —exhaló—. ¿Te apetece tomar algo? ¿Hablar?

Notó la tensión recorriéndole la nuca y el repentino temblor en las canillas. Louis Tomlinson no era una persona que solía dar explicaciones, pero la persona que tenía en frente era la única con la merecía hacer una excepción.

—Está bien.

...

La terraza estaba concurrida, pero no les costó mucho que les facilitaran una mesa. Habían caminado un par de metros, en silencio hasta que el menor señaló aquella cafetería improvisada en el paseo. Imitaba el estilo de un coqueto puesto en la playa.

Se sentaron el uno frente al otro, Louis pidió un refresco de naranja mientras Harry prefirió no tomar nada. El skate del omega descansó a los pies de la mesa, mientras el otro se decantaba por acariciarse los nudillos.

Aquello era surrealista.

Harry tuvo que pestañear varias veces, ahogando risas sarcásticas que morían al final de su garganta. Era de risa, era de locos. Encontrarse a Louis así, como si la vida se estuviera tronchando de él, como si todo aquello fuera un juego de simulación. Sin duda debía serlo, alguien debía estar pasándoselo pipa poniéndolo en aquella situación.

Acababa de aceptar hablar con Louis después de prácticamente haberse tropezado con él. Estaba malditamente sentando frente a él, observando cómo jugueteaba con una servilleta de papel mientras se mordisqueaba nervioso el labio inferior. Y era irónico. Porque hacía un mes, quizás incluso un poco menos, hubiese tenido una artillería de preguntas y reclamos, hubiese escuchado con ganas, exigido, hasta mostrarse más frío. Sin embargo, en tal momento se hallaba en blanco, recordando vagamente todo aquello que le llegó a molestar. Lo sabía, pero podía jurar que antes lo tenía más esquematizado, creyó haber tenido sus argumentos en una posición más sólida.

Louis soltó un resoplido cuando terminó de romper la segunda servilleta de papel.

—¿Ya has acabado la universidad?

Harry pasó saliva al notar el azul de la mirada de Louis enfilándolo.

—El segundo año.

—¿Te ha ido bien?

—Sí, afortunadamente me ha ido genial.

Louis dejó la marca de sus paletas en su labio inferior. Se sentía sofocado, pero incapaz de asegurar si la bebida de naranja bajaría por su garganta. Estaba seguro de que se atragantaría, lo podía llegar a hacer de sólo verse allí.

Era consciente de que tenía mucho que decir. Porque inexplicablemente le había nacido, porque el que estaba sentado frente a él era Harry. Sí, Harry, el que llevaba el pelo más largo, en rizos que casi le rozaban los hombros, el que parecía más grande, algo que ni le sorprendía porque siempre tenía la misma impresión, siempre notaba que el alfa lucía más ancho, que sus ropas cada vez se le ceñían más al cuerpo. Sus rasgos más perfilados, pero siendo los de siempre, con aquellos hoyuelos escondidos y el lunar junto a la boca. Los labios llenos... Las pestañas abrazando aquel verde que parecía que podía llegar a llamear. Todo enmarcado con cejas finas...

Tuvo que recordarse que debía inhalar.

—Harry, yo...

—No tienes que hacer esto si no quieres. De hecho no tenemos por qué estar aquí, no pasa nada, Louis. Da igual.

La voz del alfa, legrada, consiguió turbar al menor. Harry, en su posición, sólo trataba de poner orden a sus ideas. Ya había tenido suficiente con la sacudida que había sido verlo. No lo hacía hacia casi cuatro meses, tiempo en el que la última imagen que tenía de él era una con vista perdida, de un ser casi acabado. Louis continuaba tan delgado como lo recordaba y efectivamente su mirada se seguía perdiendo más de la cuenta. Claro que su pecho retumbaba, claro que las manos le sudaban... Lo tenía que mirar dos veces para creérselo. Debía serenarse el doble de ellas para poder hablar.

Porque la garganta le cosquilleaba, porque el condimentado olor de Louis lo estaba colmando, casi aturdiendo. Porque era él, era ese omega, el chico que había puesto parte de su vida de cabeza. ¿Cómo debía actuar sino?

—Es que yo sí quiero hacerlo. —Louis agachó la cabeza al hablar, jugueteando con sus dedos entrelazados tras haber hecho pedazos una tercera servilletita—. Siento que te lo debo.

Harry pudo inflar el pecho, vanidoso al estar de acuerdo con eso. Únicamente asintió.

—Te escucho.

El alfa era bueno disimulando la ansiedad, pues era lo que verdaderamente sentía ante la irónica realidad en la que parte de sus dudas se iban a solventar. ¿Louis de verdad le iba a dar una explicación? ¿Debía sentir alguna especie de emoción por ello? ¿A su vez por qué no podía dejar a un lado el pinchazo de rencor? De dolor... Quizás porque había pasado demasiado tiempo, porque la molestia y el silencio fueron algo constante. Quizás eran esos los síntomas de tenerlo delante.

Porque quizás por fin miraba a los ojos a la persona de la que irremediablemente se había enamorado.

—Me llevó... —El omega tuvo que aclararse la garganta antes de proseguir. La vehemencia en la mirada del otro lo podía llegar hasta marear—. Me llevó cerca de una semana adivinar que la cajetilla de tabaco no apareció por arte de magia en mi porche. Creí por días que aquella conversación que tuvimos la había soñado. —Harry sólo frunció el ceño. Quería dejarlo seguir hablando—. Estuve como dos semanas sin salir de la cama. No me apetecía. Sólo lo hice para comer y acompañar un poco a mi madre. A ella le hacía bien verme por la casa.

El alfa sintió el frío recorriéndole cada vértebra. Vio el semblante de Louis ensombreciéndose, se percató de lo que le costaba mantener la mirada.

—¿Y tus clases?

—Me reincorporé a final del trimestre, pero no pude recuperarlo todo. Me presentaré en septiembre a algunas asignaturas para no perder el año. Los profesores me repetirán las pruebas prácticas.

El alfa asintió, pasando saliva.

Se suponía que debía decir algo, pero nada salió.

—Sé que me llamaste.

Louis lució derrotado, también avergonzado cuando volvió a hablar para pronunciar aquello. Harry se tensó.

—Lo hice. Lo intenté cada día durante semanas.

En realidad el término apropiado podía ser meses.

—Yo... no recordaba ni que tenía teléfono móvil. Cuando lo hice vi las llamadas, lo tuve muchas veces en mis manos cuando sonó, pero no contesté.

El puñetazo fue más duro de lo que imaginaba. Ardió más de lo que Harry se esperaba.

—Está bien.

Louis entonces resopló, casi exasperado.

—No sabía qué decirte. No sabía cómo dar una explicación de por qué no había contestado antes, Harry.

Un pequeño hoyuelo se marcó en una de las mejillas del mayor. Una sonrisa triste...

—No quería una explicación. Yo sólo quería saber cómo estabas.

Louis definitivamente tuvo que agachar el rostro. Una vez más.

—No quería hablar con nadie, no quería que me preguntaran. Nuestra vida cambió demasiado.

Harry debía tragar saliva, intentando ignorar las cuchilladas imaginarias que ocasionaban cada palabra. Pensaba llamarse exagerado por ello, pero quizás lo que le costaba cavilar era el golpe de realidad en el que él no era útil para Louis, donde una llamada no solucionaba nada, no ayudaba en nada. Quizás todo aquel tiempo había olvidado el simple detalle de que quizás no cabía en su vida.

—Os mudasteis.

Podía sentir la agitación del omega, de hecho fue una sorpresa no impresionarse por ello. Aquello inexplicable a pesar del tiempo que había pasado...

—Sí. Cuando tuvimos que tomar esa decisión, yo sí que no estaba. No tuvimos otro remedio. Mi madre no recibió la paga que merecía, las facturas se iban a acumular y nos mudamos, no lejos de aquí. A un piso.

El alfa no debía decirle lo que le hubiese gustado saber eso por él. No debía confesarle que le nacía gruñir cuando oía a los nuevos vecinos en su jardín.

—Era mi hogar, ¿sabes? —continuó Louis, fallando en el intento de procurar una sonrisa—. Todavía olía a nuestra familia cuando nos marchamos, cuando dejamos muchos muebles que no nos cabían...

Otra punzada en Harry fue vehemente. Intentó resoplar.

—Siento mucho eso, Louis. Yo es que no sé qué más decir. Sé que ya nada sirve. —El omega asintió, volviendo a juguetear con sus pulgares. Más clientes como ellos pululaban a su alrededor, al igual que los camareros que atendían las mesas. Sin embargo, cuando hablaban, cuando Harry miraba a Louis, sentían que todos se esfumaban—. Pero me gusta verte así. Me gusta haberte encontrado con tu skate.

Pues eso era renovar la última imagen que tendría de él en su cabeza.

—Francamente es la primera vez que salgo con él. Quise probar.

Harry dibujó entonces una sonrisa tenue en sus labios. Louis en ella se fijó.

—Es un buen día para ello.

Y se fijó también el gesto del mayor, quien llevó una mano a su cabello para peinarlo hacia atrás. De repente fue todo un alboroto de rizos que se acomodaban uno encima del otro. Louis quiso decirle que se veía bien, que le gustaba ese look. No lo hizo.

Un silencio interrumpido por las olas del mar que se volvían a escuchar a lo lejos. De nuevo las gaviotas, el correteo de los camareros, el sonido de jarras chocando...

—Pues yo... —Harry comenzó a hablar de nuevo, sin saber siquiera por qué—. Yo estaré un año fuera.

Louis alzó de inmediato la cabeza. Lo miró de frente.

—¿Qué?

—Me voy a Panamá.

La frente del menor se arrugó. Abrió y cerró la boca dos veces; habló a la tercera.

—¿A Panamá? —Sonó extremadamente interrogante, sin dejar de pestañear—. Eso está... lejos.

Los hoyuelos de Harry se asomaron sólo por un momento.

—En América Latina. —Suspiró—. Es algo complejo, pero básicamente nos acogimos al programa de becas de formación internacional. Mi mejor amigo y yo. Nos vamos juntos. Haré prácticas en una empresa, iré a algunas clases allí y tengo la posibilidad de impartir algunas asignaturas de mi universidad a distancia. Con ello podré graduarme antes, quizás en tres años o tres años y medio en vez de cuatro.

El omega finalmente sintió una picazón en sus ojos por esa vez llevar demasiado tiempo sin parpadear.

Wow, eso es... interesante. Se ve algo enorme, no sé. —Intentó tragar saliva—. ¿Cuándo te vas?

—En septiembre. El siete de septiembre.

Louis hizo puños con sus manos. Sentía las palmas exudando.

—Y... ¿y tu familia? Tu madre...

—Oh sí, bueno, eso es algo con lo que todavía estoy lidiando. Me apoyan pero obviamente es duro para ellos. Mi madre quiere aprender a hacer cualquier tipo de videoconferencia y otras veces parece que sólo quiere esconderme el pasaporte, agasajarme con otras opciones que le queden más cerca...

Harry rió y el omega lo imitó escasos segundos.

—Imagino...

Y entonces sucedió, el intercambio de miradas que duró más tiempo de la cuenta. Un duelo en el que ninguno cedía o se rendía. El alfa remojó sus labios mientras el otro trataba de mantener una respiración regular. Un forcejeo entre un mar y una esmeralda; uno donde finalmente venció la piedra preciosa. Louis tuvo que plegar sus párpados, mirar las puntas de sus dedos...

—Louis... —Harry lo intentó, pero se cortó. Se vio obligado a hacerlo—. Nada.

¿Qué pretendía decir? ¿Qué fundamento tendría aquello? Se quiso reír de sí mismo, tirarse de los pelos cuando se vio pensando en una palabra simple, mas intensa. Una que era capaz de acoger tanto... Pensó en "nosotros", evadiéndose a aquella conversación en su coche donde llegaban a un acuerdo. Recordar aquello le originaba un cosquilleo en la boca del estómago, mientras a su vez lograba identificarse con un Harry mucho más joven, uno que había hecho aquello hacía demasiado tiempo. Lo sentía como años.

"En rut" ya no existía con Louis. La promesa quedó en el olvido, tornó en el momento en el que él mismo quiso más, donde bebió, lo llamó, donde se desmoronó por él y se olvidó de parte de su amor propio para rogarle, para insistir. Louis era complejo, un cubo de rubik con demasiadas caras, uno que jamás iba a conseguir encajar. ¿Qué pretendía? ¿Hablar de ellos porque estarían demasiado tiempo sin verse? Ya lo habían estado durante meses, ¿qué cambiaba un año?

¿Acaso cometió la estupidez de pensar que Louis le iba a proponer mantener un contacto? ¿Acaso se pensaba que Louis se inmutaría?

Maldita sea, ¿realmente se pensó que aquello era una película de Hollywood donde el protagonista se daba cuenta de que en realidad estaba enamorado y debía correr para frenar al otro?

—Iluso.

No, aquello era la cruda realidad.

—¿Qué?

Harry bufó por lo bajo, había musitado aquello de una forma casi imperceptible.

—Nada —repitió.

Definitivamente, sentía necesaria aquella aventura en Panamá. Si fuera por él, los meses podían pasar volando. Si fuera por él, ya estaría sentado en el avión...

—Gracias por haberte preocupado por mí estos últimos meses. No voy a olvidar eso.

Louis sonaba sincero al mismo tiempo que compungido. Sabía que muchas de sus palabras habían lastimado al otro, pero no conocía cómo explicarlo sino. No sabía ni cómo hablar de algo que ni él mismo entendía. Fueron unos meses duros, pesados, unos que pasaron también con rapidez aunque los días, esos que miraba desde su presente, los recordara largos. Claro que supo que debía devolverle alguna llamada, pero siempre era un nudo en la garganta el que no lo dejaba hablar, un recuerdo que golpeaba, la angustia de contar cómo se encontraba...  Pasó días sin escuchar su propia voz, pasó días encerrado mientras Harry se cansaba. Y no lo culpaba, era normal.

Ahora... pasaría mucho sin verlo si es que lo volvía a hacer. Y era irónico porque siempre reinaba la distancia entre ellos. Sin embargo, hablar de continentes era demasiado, ¿no? Se oía tajante.

Harry meneó la cabeza, justo cuando tomaba una bocanada de aire antes de hablar.

—No es nada. —La picazón en su garganta se agravó de repente. El alfa frunció el ceño, carraspeó—. Siempre te dije que contaras conmigo.

"No voy a olvidar eso". Al alfa nada le pudo sonar más a despedida.

Un nuevo choque de miradas en el que esa vez ambos se rindieron, a la vez.

Estaba cansado, el mayor se encontraba ya sumamente agotado. Ya no habría cavidad para las promesas donde le aseguraba a Louis que contara o acudiera a él. Aquella vez no las habría. ¿Para qué repetirlas si siempre se quedaban flotando en el mismísimo limbo?

Joder que si el amor dolía. Joder...

—Lo sé.

El omega ya no podía levantar la mirada, claro que no.

Fue Harry el que sacó unas monedas y la dejó sobre la mesa. El menor quiso rechistar, pero el otro negó rápidamente con la cabeza. Luego guiñó un ojo. Tenía pendiente invitarle a algo. Que fuera en ese momento, ¿ya qué más daba?

Louis se puso de pies cuando Harry también lo hizo. Un sentimiento mutuo que pesaba en el centro del pecho, que caía a los pies. Uno que el alfa estaba seguro que iba a arrastrar, como si fuera un preso de la posguerra.

—Debo irme. Me están esperando.

El menor de inmediato asintió.

—Claro.

Ambos moviéndose, con absoluta torpeza.

—Cuídate, Louis.

Y el alfa sonrió, como pudo.

—Cuídate tú, más bien.

Y de nuevo la tensión, el maldito silencio, el peso... aquella presión en el centro del pecho.

Y Harry bufó, oyendo ya los gimoteos de su amor propio.

Porque dio un paso hacia adelante. Porque Harry abrazó a Louis.

El omega entonces apenas pestañeó, apenas atinó a moverse cuando sintió el leve apretón en su baja espalda. Su rostro de repente encontrándose muy cerca del cuello del alfa.

Cerca, estaba muy cerca.

Dios, debía respirar. Debía exhalar... Y exhaló. Lo hizo notando síntomas de anestesia en la lengua, al ardor deslizándose por su garganta... El hormigueo en el cuerpo, el frío en la espalda. Se sintió tensar cuando Harry se separó, rápidamente o no, pues había vuelto a perder la noción del tiempo percibido y el real.

Porque Harry esa vez sí dio media vuelta y Louis apenas conseguía parpadear. El alfa necesitó alejarse, cerrar al fin. Mientras, Louis sabía que ningún vocablo sería capaz de salir de su garganta. Aunque hubiese querido pararlo era incapaz. Harry se alejaba y quizás era lo mejor, pues él no sabía hacerlo de otro modo. Louis simplemente no sabía estar.

Y sonrió, porque a pesar de todo con Harry siempre sería fácil. Era la primera persona que lo veía y no le planteaba la pregunta sobre su padre, no le cuestionó cómo sobrellevaba el duelo, pues todos lo hacían y eso era algo qué el odiaba. Era algo que todavía le creaba un nudo en la garganta al hablar. Sonrió porque Harry siempre era sencillo, porque todo fue como si él supiese que no quería tocar ese tema.

Y no se equivocaba. Claro que Harry lo sabía. De nuevo, sentía.

Se dejó caer en la silla otra vez, observando su refresco servido e intacto.

Seguir con su vida, dejar de lado aquel paréntesis que también acababa de vivir. Era lo mejor; era lo más fácil.

Porque Harry no era el único que se sabía poco identificado con aquel muchacho que hizo un acuerdo en su coche. Louis también hacia tiempo que le costaba reconocerse en cualquier decisión. Había cambiado, el mayor golpe que podía llegar a sufrir lo obligó a hacerlo.

Se remojó los labios con el refresco, acariciando con la yema de los dedos la moneda que descansaba sobre la mesa. Y aspiró, sintiendo una tirantez en las comisuras de sus labios. Notando el aroma que bailoteaba a su alrededor.

'Hasta la vista, niño pijo...'


Recordad que "En rut" es la historia que cuenta una vida, no la historia que cuenta sólo una historieta de una vida. Espero haberme explicado...
Recordad entonces que el ritmo en la propia vida a veces es vertiginoso, otros pausado, de nuevo acelerado... Confiad en esto porque ahora vendrá uno de esos giros; juegos de saltos temporales, juegos que marcan. Cambios.

¿Estáis listos?

Gracias por seguir aquí, por tanta palabra bonita. Os adoro ❤️ ¡Hasta el próximo capítulo! 🙊😘

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