Me desperté algo desorientada sobre una cama en una amplia habitación. Visualicé a un hombre acercarse a toda velocidad a comprobar mi estado.
— ¿Lena? — me preguntó cogiéndome de la mano.
— ¿Dónde estoy?
— Estás a salvo, pequeña. Ahora de verdad.
— Perdón pero es que no lo estoy entendiendo. ¿Quién se supone que es usted? ¿Y por qué no consigo recordar nada?
Me abrumé demasiado en tan poco tiempo. Sentía que tenía todos los recuerdos en la punta de la lengua, pero sin saber porque, no podía identificar ninguno. Sabía que me llamaba Lena, que mi cumpleaños era en otoño y que mi color favorito era el amarillo. Sabía cosas estúpidas como que odiaba el sonido de las personas al masticar la comida, pero no podía recordar ningún ejemplo para justificarlo.
— Me llamó Tony, es un nombre fácil. No tendrás problemas para recordarlo.
— ¿Eres mi padre?
Tony rió ligeramente. — Algo así. Oye, conseguiré que vuelvas a recordar todo, ¿vale? Pero ahora tienes que ir poco a poco.
— ¿Qué me pasó? ¿Tuve un accidente? — Tony asintió tras unos segundos.
— Te tuvieron que sedar y has estado así desde hace días.
— Esto no es el hospital.
— No, no lo es. — fue sincero— Esto es mucho mejor. Créeme.
— ¿Tony que más?
— Stark.
Lo repetí en mi mente varias veces. Era como si conociese aquel nombre de algo pero no pudiera saber de que. Tal vez ese fuera mi apellido, aunque no sentía que lo fuera.
— Ven — me indicó Tony Stark. — Hay algo que quiero que veas.
Me levanté despacio y comencé a seguirlo. La casa parecía grande, por lo que pude ver habían muchas habitaciones. Tony me llevó hasta el final del pasillo, donde había...
— ¿Un ascensor? — Stark sonrió de lado.
Obvié que se trataba de un edificio y no una simple casa. Apretó un botón y comenzamos a ascender. Miré de reojo a Tony Stark, ¿aquel edificio sería suyo? ¿yo había estado viviendo aquí durante toda mi vida? ¿sería esta solo su área de trabajo? ¿con tantas habitaciones y pisos?
— Debes de estar preguntándote millones de cosas, ¿cierto? — supuso sacándome de mis pensamientos. Asentí.
— ¿Que eres exactamente? Me has dicho que eras algo así como mi padre. ¿A que te referías exactamente?
— Verás es algo difícil de explicar.
— Quiero saberlo.
— Y lo sabrás. Lo sabrás todo, pero a su debido tiempo.
— ¿Por qué estoy aquí? Dime la verdad. ¿Estoy secuestrada? — me aventuré demasiado con aquella última pregunta.
— Dios Santo no Lena, claro que no. Te lo he dicho. Tuviste un accidente.
— ¿Que fue lo que pasó? — estaba impaciente. Necesitaba respuestas.
Comencé a agobiarme, quería salir de allí. Me sentía forastera en mi propia vida, quería volver a sentirme como en casa. Pero ni siquiera recordaba como era, ni las personas que solía tener a mi lado. Cerré los ojos con fuerza, un recuerdo pasó por mi mente fugazmente, era como si tratase de recordar el sueño que había tenido la noche anterior pero no pudiera por mas que lo desease.
Tenía que hacerlo, cualquier mínimo detalle ayudaría. Me concentré y repasé todas las palabras que habían salido de mi mente segundos atrás.
El timbre del ascensor me sacó de mi misma. Observé como las puertas se abrían pero yo estaba fuera de éste. Era imposible, hacía segundos estaba dentro con Tony y ahora estaba al otro lado, sin siquiera haber movido un solo pie.
— Graves. — conseguí pronunciar. — Soy Lena Graves.
Tony asintió con la cabeza no muy orgulloso de mi progresión, pues sabía que con lo que acababa de descubrir solo aumentarían las preguntas que tenía desde un principio.
— ¿Que ha sido eso? — todavía seguía atónita. — ¿Lo has visto?
— Tienes poderes. — me soltó como si fuera la cosa más normal del mundo. — Y formabas parte de los Vengadores.
— ¿Qué?
Pasó delante mía ignorando mi pregunta y visualicé la sala. Ésta era amplia, con grandes ventanas. Además de varios sillones más butacas a juego con las paredes y escasos muebles como un par de armarios de no muy grande tamaño.
Tony se paró con los brazos cruzados delante del ventanal y sacó su móvil para mandar lo que parecía un mensaje de texto.
— Los Vengadores son...
— Se lo que son. — atajé y me miró arqueando una ceja guardando su teléfono en el bolsillo
Y era cierto. Sabía lo que eran. Un grupo de justicieros con superpoderes de Nueva York a los que mucha gente catalogaba como héroes. Pero no podía recordar ningún miembro. Ni siquiera sus nombres. Ni cuantos eran. Era como si supiese poco, pero supiese de todo.
— No tienes porqué mentirme. No pasa nada si no sabes de lo que te estoy hablando.
— Se lo que son. No quienes son. Y no veo la necesidad de mentirte. Mucho menos si veo que eres el único que puede ayudarme aquí.
— Yo no soy el único que puede ayudarte en esto, Lena.
— ¿Dónde está mi familia?— me acerqué a Tony decidida.
Miré de reojo el otro lado del cristal y volví a mirarlo esta vez con detenimiento. Era el pleno epicentro de Nueva York, probablemente uno de los edificios más altos. Impresionaba más de lo que llegaría a imaginar en un primer momento.
Luego recapitulé. Porqué ese señor, que ni siquiera poseía el mismo apellido que yo creía recordar que tenía, ¿se creía con el derecho de poder decir que era casi como mi padre? ¿Tal vez fuera él es que estuviera mintiendo aquí? Y si era así, ¿dónde demonios estaba mi verdadera familia?
— Es una larga historia.
— Que creo que merezco escuchar.
— Debes esperar, debe de estar al caer...
— ¿De que estás hablando? No evites mi pregunta, Tony. Dónde está mi familia.— repetí.
— Lejos de ti. — mis facciones de la cara cambiaron completamente. — Y antes de que pienses nada, era lo mejor para ti.
— P-pero, no lo entiendo.
— Ellos te hicieron esto, Lena. Por su culpa no puedes recordar nada. Yo. Nosotros. Los Vengadores. Tratamos de ayudarte. Por eso estás aquí. A salvo. Conmigo. — miró hacia el ascensor, el cual había abierto las puertas en ese preciso instante.— Con nosotros.
— Peter... — susurré mientras el chico vestido de traje rojiazul corría hacia mí.
Pensé que me abrazaría, realmente parecía que esas fueran sus intenciones. Pero no lo hizo, porque en vez de eso, decidió besarme. Luego me abrazó con fuerza. Como si nunca más volviese a verme. Como si se pensase que me marcharía lejos dentro de poco.
— ¿Me conoces?— me preguntó sin separarse.
¿Le conozco? Me pregunté a mi misma. Él era Peter Parker, y por su traje recordé que en la sombra Spider-Man.
— Si — me separé de él lentamente y algo confusa.
¿Pero por qué a él y no al resto? ¿Por qué solo a él y no a ese Tony Stark? Entonces observé su rostro, sus facciones nerviosas y entristecidas. Acababa de besarme, pero no era mi novio. Algo dentro de mi sabía que pasaba. Yo realmente quería comprenderlo. Pero aquel sentimiento, esa extraña atractiva tensión me hizo entender que no había nada que comprender, nada que recordar, tan solo esa sensación. Suspiré sin controlarlo. Yo quería a ese chico. Le quería diferente a como recordaba querer a nadie más. Y debería hacerlo demasiado si era la única persona que conseguía recordar.
— Claro que te conozco, joder.— me lancé de nuevo a sus brazos.
Una película de recuerdos comenzaron a llover sobre mi mente de un momento a otro. Estaban borrosos, como si estuvieran dañados por un golpe y fueran ilegibles por mucho que lo intentase. Pero aquel sentimiento se repetía en todos y cada uno.
Comencé a llorar en silencio sin separarme de él. Demasiados sentimientos encontrados de un momento a otro.
— Ya me voy, no hace falta que me digáis nada.— intervino Tony a lo que recordé que había estado ahí todo este tiempo. Nos separamos un poco avergonzados. Stark sonrió orgulloso. — Bien — prosiguió señalándome. — Vayamos a recuperar lo que te arrebataron.