Sueños de tinta y papel

Por MarchelCruz

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El Instituto Salazar de Artes y Letras es un refugio para almas maltrechas, y ellos son justo eso, son un gru... Más

NOTA.
Dedicatoria.
Cita.
Prefacio.
Capítulo 1: Nuevos aires. (1/2)
Capítulo 1: Nuevos aires. (2/2)
Capítulo 2: Acondicionamiento. (1/2)
Capítulo 2: Acondicionamiento. (2/2)
Capítulo 3: Amigos. (1/2)
Capítulo 3: Amigos. (2/2)
Capítulo 4: Personalidades. (1/2)
Capítulo 4: Personalidades (2/2)
Capítulo 5: Súbito incremento de palpitaciones. (1/2)
Capítulo 5: Súbito incremento de palpitaciones. (2/2)
Capítulo 6: Tal vez. (1/2)
Capítulo 6: Tal vez (2/2)
Capítulo 7: La playa. (1/2)
Capítulo 7: La playa. (2/2)
Capítulo 8: Intenso vivir. (2/2)
Capítulo 9: Fragmentos del pasado. (1/2)
Capítulo 9: Fragmentos del pasado. (2/2)
Capítulo 10: La casa azul. (1/2)
Capítulo 10: La casa azul. (2/2)
Capítulo 11: Un sentimiento nuevo. (1/2)
Capítulo 11: Un sentimiento nuevo. (2/2)
Capítulo 12: Una mala noticia. (1/2)
Capítulo 12: Una mala noticia. (2/2)
Capítulo 13: Sueños distantes.(1/2)
Capítulo 13: Sueños distantes. (2/2)
Capítulo 14: Sentido de urgencia. (1/2)
Capítulo 14: Sentido de urgencia. (2/2)
Capítulo 15: Antes de la tormenta. (1/2)
Capítulo 15: Antes de la tormenta. (2/2)
Capítulo 16: La traición. (1/2)
Capítulo 16: La traición. (2/2)
Capítulo 17: Días de fuego. (1/2)
Capítulo 17: Días de fuego. (2/2)
Capítulo 18: Grandes evidencias (1/2)
Capítulo 18: Grandes evidencias. (2/2)
Capítulo 19: Trapitos al sol. (1/2)
Capítulo 19: Trapitos al sol. (2/2)
Capítulo 20: Con olor a hierba. (1/2)
Capítulo 20: Con olor a hierba (2/2)
Capítulo 21: Los niños perdidos. (1/2)
Capítulo 21: Los niños perdidos (2/2)
Capítulo 22: Navidad. (1/2)
Capítulo 22: Navidad (2/2)
Capítulo 23: Un dulce hogar. (1/2)
Capítulo 23: Un dulce hogar. (2/2)
Capítulo 24: Mala compañía. (1/2)
Capítulo 24: Mala compañía. (2/2)
Capítulo 25: La prueba (1/2)
Capítulo 25: La prueba (2/2)
Capítulo 26: Sueños de tinta y papel. (1/2)
Capítulo 26: sueños de tinta y papel. (2/2)
Capítulo 27: El tres es de mala suerte. (1/2)
Capítulo 27: El tres es de mala suerte. (2/2)
Capítulo 28: A Dios (1/2)
Capítulo 28: A Dios (2/2)
EPILOGO
A Riverita.
LISTA DE REPRODUCCIÓN.
Y el fin.

Capítulo 8: Intenso vivir (1/2)

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Por MarchelCruz

Desperté muy temprano, cuando el sol aún no salía, mi intención era verlo despuntar como una bola de fuego sobre las aguas turquesas del pacifico, pero descubrí que no salía por ese lado, lo increíble de presenciar eran los atardeceres, y lo supe por Ángela, que me observaba desde un pequeño sofá en la sala, envuelta en una sábana. Parecía llevar mucho tiempo ahí. Yo ni siquiera recordaba haber vuelto de la playa, sólo había despertado en una habitación de la casa, junto a Lorena.

—¿Cómo lo sabes? —le pregunté y abandoné mi posición delante del ventanal para ir a sentarme a su lado.

—Pasaba las vacaciones de semana santa aquí con ellos—comentó, al tiempo que se enrollaba más entre la sabana, no tenía buena cara, de seguro por lo de anoche.

Asentí, pensando en eso. No tenía idea de cuánto hacía que Ángela era amiga de Alex y Diego.

—¿Hace mucho qué los conoces? —pregunté. No quería quedarme con la intriga.

—Desde siempre —contestó ella, en voz baja. —Sus papás y mis papás son amigos.

—Y...—comenté, pero me quedé callada, pues quería preguntar algo que venía dando vueltas en mi cabeza desde hacía algún tiempo.

—¿Qué? —preguntó ella, perspicaz.

—¿Es cierto que son adoptados? —pregunté por fin, y ella se rió, a pesar de tener mala cara se rió con ganas.

—¿Quién te dijo eso? —preguntó, aún con un resquicio de la risa que soltó.

—Lorena—le dije.

—Lore nunca pone atención —comentó divertida—siempre está perdida en su mundo. No son adoptados, —me informó por fin —ni son hermanos de sangre, no son nada más que amigos.

—Ah—dije, y había mucho más que ese simple ah en mi interior pero me lo reservé. —¿Entonces por qué se dicen hermanos? —pregunté.

—Es cosa de ellos—me dijo, haciendo una mueca, algo parecido al dolor—es como una promesa o algo así, en el que acuerdan ser hermanos. Pregúntales si quieres.

Desvié la mirada a la ventana, en donde el día comenzaba a clarear.

—Son raros—suspiré.

Ángela sonrió.

—No es eso —dijo—se conocen desde que nacieron. Los papás de Alejandro son los padrinos de Diego, crecieron juntos y se quieren cómo nadie, por eso juegan a los hermanos. Lorena escuchó mal o quizá ellos le jugaron una broma, quién sabe, de cualquier forma, para fines prácticos son como hermanos, hasta se pelean como tales.

—¿Es qué se pelean mucho o algo así? —pregunté y me alegré de que Ángela parecía a gusto hablándome de sus amigos.

—No —negó —bueno, antes no lo hacían, eran inseparables. Ahora discuten mucho.

—Ah —dije—pensé que algo había pasado entre ellos hace poco, porque Alex parece enojado.

—No está enojado, así es él—comentó ella, luego de proferir un ligero sonido negativo con la garganta—aunque no siempre fue así, creo que tiene que ver con lo que pasó con Diego hace algún tiempo.

Yo me quedé callada, esperando a que ella continuara si es que quería hacerlo, pero no lo hizo, levantó la mirada al cabo de los minutos.

—No me preguntes qué pasó —dijo, mirándome y encogiéndose de hombros —ni yo lo sé. Sólo sé que fue algo tan grave que dejaron de hablarse por un año, Alex incluso se fue a estudiar lejos, y a Diego también lo dejé de ver, pero de eso hace ya mucho tiempo, dos o tres años. Cuando Alex regresó, e ingresaron en el Salazar, ya no eran los mismos, eran lo que ves ahora, se pelean todo el tiempo pero se perdonan, siempre se perdonan. Si te digo lo que pienso—comentó, luego de una pausa —creo que Diego le hizo algo a Alex, por eso él se tuvo que ir.

Yo me quedé callada, con la imagen de aquellos niños de la foto abrazados y sonrientes, revoloteando en mi mente. Debían ser ellos cuando pequeños. Me pregunté qué le podría haber hecho Diego a Alex que lo volviera la persona que ahora era, pues aquello era lo que Ángela me quería dar a entender, o por lo menos era lo que yo había podido comprender. Podía imaginar a Alex haciéndole daño a Diego, pero no al contrario, no podía, sus ojos cafés destilaban tanta calidez que no podría hacerle daño a nadie. O eso creía.

Salí de mis cavilaciones cuando Ángela se levantó de pronto del sofá, con una expresión que denotaba malestar, tenía una tonalidad enfermiza en el rostro, casi amarillenta.

—¿Estás bien? —Pregunté—¿es la resaca?

—Eso espero—comentó ella, con la voz contenida. —Quiero vomitar.

—Espera —le dije, poniéndome de pie. —¿Quieres tomar un té? Iré por un té.

Pero no me dio tiempo de hacerlo porque ella se levantó del sofá y corrió hacia el baño, en donde comenzó a vomitar. Yo me quedé pasmada en la puerta, mirándola, pero segundos después me di cuenta de que ella necesitaba mi ayuda, entré con ella y cerré los ojos mientras le sostenía el cabello para que no se le cayera sobre el rostro.

—¿Estás mejor? —pregunté, cuando se recargó en el umbral de la puerta. Estaba pálida, sudorosa.

—No —contestó en un gemido, con los ojos llenos de lágrimas. —llama a Alejandro, dile que necesito ir al hospital.

Lo siguiente que supe es que estamos en la sala de espera y Alejando no paraba de gritarle a Diego, mientras yo los miraba como en un trance, todo me parecía irreal, incluso los gritos, que escuchaba como si fueran pronunciados a metros de distancia.

—¡También es tu culpa!—le decía Alex, mientras gesticulaba con la mano —pudiste haberle dicho algo, a ti te hace caso, a mí me ignora sólo por llevarme la contraria.

—¡Ella sabe que está enferma, no es idiota!—exclamó Diego—¡No tengo porque decirle nada! Sabía que no podía tomar alcohol.

—Pudiste intentarlo, —se enfadó Alex, al grado en que su rostro se puso rojo, el contorno de sus ojos denotaban que estaba resistiendo para no romperse —pero la alentaste a seguir tomando.

—¡Yo no la alenté! —respondió Diego, poniéndose de pie, al igual que Alejandro. —no le dije nada, sólo la dejé que hiciera lo que quisiera porque era su cumpleaños, quería que la pasara bien, no quería discutir con ella, ya sabes cómo se pone de histérica cuando tratas siquiera de mencionarlo.

—¿¡Querías que la pasara bien!? —inquirió Alejandro, con amargura. —No seas mamón, güey, ¿Querías que la pasará bien ella o querías pasarla bien tú?

—Sólo quería que todos la pasáramos bien—contestó Diego, más enojado aun. — Y no es sólo mi culpa, —continuó, señalando a Alex con el dedo —Ella se puso así después de lo que tú le dijiste, ¿Qué mierda le dijiste?

—¡Lo mismo que te digo a ti cada año en tu cumpleaños, —respondió Alex de inmediato —que es como mi hermana!

—¡Pero sabes que la hieres con eso! —Se enfadó Diego, —¿no puedes quedarte callado? ¡A la próxima no le digas nada!

Alejandro abrió la boca para refutarle algo más pero una enfermera de edad mediana y de complexión robusta los interrumpió.

—¡Jóvenes!—exclamó, con voz severa y dura —si no se callan y se sientan el hospital se verá en la penosa necesidad de desalojarlos. Hay muchas personas aquí preocupadas por sus familiares como para presenciar otra pelea familiar.

—Ya—respondió Diego, levantando una mano en señal de rendición—nos vamos a comportar.

Ambos enfurruñados, volvieron a tomar asiento en las incomodas sillas de metal del hospital, se ubicaron lo más separado posible el uno del otro. Alejandro tomó lugar junto a Lorena y Walter, mientras que su hermano se sentó al otro extremo, juntó a mí, bajó la mirada y enterró las manos entre su cabello, de un modo que denotaba malestar.

—Es mi culpa —susurró él, en voz tan queda que me pregunté si me lo decía a mí o a sí mismo, pero aun así contesté:

—No—le dije, poniéndole una mano en la espalda y pasándosela repetidas veces por ella, para calmarlo. —No es tu culpa.

—Pude haberle dicho algo—comentó en voz baja, y yo iba a comentar algo más pero él continuó. —a mí me habría hecho caso, pero no lo hice porque no quería que se molestara y nos arruinara la noche, lo mismo con Alex, no quise decirle nada por quemar nuestras fotos porque estaba tan feliz que no quería arruinarlo.

—Diego...—susurré, pero me interrumpió de nuevo.

—Es que—me miró, con ojos tristones y llenos de culpa —es la primera vez que tú vienes con nosotros a la casa de la playa, es la primera vez que salíamos de paseo juntos y solo quería que lo disfrutaras, Ingrid.

—Está bien, Diego —le dije, sin comprender nada.

Desde el momento en que regresé de buscar a Alejandro para que ayudara a Ángela, todo se volvió confuso y ocurrió en una sucesión de acontecimientos demasiado rápidos, que eran difíciles de procesar. Sólo podía recordar una imagen fugaz de Alex sosteniendo a Ángela mientras ésta vomitaba en el baño, y luego, cuando se desmayó lo observé tomarla en brazos al tiempo que me pedía a gritos que despertara a Diego, y yo lo hice, aunque no recuerdo cómo, después todos entramos al carro, y Alex condujo al hospital más cercano de la casa en la playa, pero en el camino los hermanos se gritaban entre sí cosas que yo no entendía. El resto estábamos sumidos en un en un completo silencio, preocupados.

Y entonces Diego se disculpaba por querer que yo me divirtiera esa noche, parecía culpable por no evitar que Ángela bebiera más de la cuenta.

—Yo sólo quería que tú estuvieras feliz porque...

Pero lo interrumpió el llamado de un médico, que preguntaba por los familiares de Ángela.

—Soy su hermano—respondió Alejandro y se puso de pie de inmediato, se acercó al médico canoso de rostro amable.

Éste lo miró un segundo expectante pero aun así asintió y permitió que Alex lo siguiera al interior de la puerta que nos separaba del recinto en donde se encontraba Ángela. Diego se puso de pie, con intención de seguirlos pero el médico se volvió y lo miró de un modo inquisitivo.

—Sólo familiares cercanos —dijo.

—Soy su hermano —contestó Diego, con la misma rapidez con que lo había hecho Alejandro.

—No es cierto —contestó Alex, y regresó la mirada al frente, para seguir caminando al interior de la sala de urgencias.

—¡Pues tú tampoco, cabrón! —se enfureció Diego.

El médico se detuvo en su andar, les dedicó a ambos una mirada de reprobación y segundos después volvieron al exterior a esperar, mientras se fulminaban con la mirada. Era extraño verlos enfadados de esa manera, por lo general Alex era el que se enfadaba, y Diego se dedicaba a contentarlo por todos los medios posibles, como si fuera un gato dando mimos a su duelo, pero ahora era diferente. Había algo que los molestaba, algo que los alejaba.

Al cabo de lo que nos pareció una eternidad, llegaron los padres de Ángela, pues no habíamos tenido otra opción más que llamarlos. Aquella fue la primera y última vez que los vi, eran un matrimonio ya entrado en años; el padre de Ángela era un hombre de altura media, de cabellos castaños canosos y ojos azules, de un azul pálido, la madre de Ángela era una hermosa mujer, que seguro en su juventud se veía como en ese momento lucia Ángela, tenía el aspecto de aquellas mujeres de alcurnia que se arreglan mucho, pero aquello no podía ocultar que los años ya le pasaban la cuenta. Ambos nos miraron con ojos tristones y resignados. La madre de Ángela fue a abrazar primero a Alex, mientras que su padre estrechaba la mano de Diego. Y luego repitieron la acción pero a la inversa.

Después de saludarnos a los demás, los cuatro ingresaron a ver a Ángela, regresaron al cabo de media hora, todos con rostros impasibles y cansados, tal como habían entrado. Me pregunté, con el corazón tembloroso, qué tan mal estaba mi amiga, no podía ser tan malo, no podía serlo, ella era fuerte, bailaba todos los días por varias horas, hacía más ejercicio que Lorena o que yo, comía más saludable que cualquiera de nosotros, no podía estar mal.

Con ojos suplicantes le trasmití a Diego todas mis inquietudes, pero él solo desvió la mirada, y cuando la volvió a enfocar en mí vi lo triste que estaba, con el rostro tan desencajado que me dieron ganas de ir a abrazarlo, pues auguraba algo malo.

—Ella quiere que entremos todos—comentó Diego, dirigiéndose a Lorena, a Walter y a mí, de pie en la entrada de la sala de urgencias.

Con las extremidades rígidas me puse de pie, sintiendo en cada paso que daba al interior de aquel lugar que quería salir corriendo, no quería ver a mi amiga ahí, pero tenía tanto miedo de ya no verla que seguí avanzando, por una vez en la vida el miedo me impulsó a seguir adelante.

En el pasillo blanco de luces cegadoras, los recuerdos de mi última estadía en un hospital volvieron, el llanto, el miedo, el dolor, todo volvió con fuerza, haciendo que amargas lágrimas cayeran sin remedio por mi rostro. Por una vida había tenido suficiente de los hospitales ¿por qué mi karma seguía llevándome ahí? ¿Por qué no podía darme otra cosa con que lidiar? Pero no aquello, no algo contra lo que yo no podía luchar.

Mi alma tembló de tristeza cuando por fin llegamos al lugar donde Ángela se encontraba descansando. Estaba pálida, y se le veía casi trasparente por las luces blancas del techo. Sonrió de medio lado cuando nos vio entrar en la pequeña habitación. Estábamos los seis juntos otra vez.

—Primero que nada —dijo ella, levantando una mano, en donde tenía enterrado el catéter del suero, podía ver con claridad a través de su piel blanca el camino que había seguido la aguja por su vena —no fue tu culpa —dijo, señalado a Diego, —ni la tuya—agregó, señalando a Alex. —No quiero que se peleen por eso.

Estos, aunque no querían, soltaron una pequeña risita ahogada, casi dolorosa.

—Nadie se está peleando —contestó Alejandro, con la voz contenida.

Ángela sonrió.

—Entonces eran otros dos idiotas a los que se refería la enfermera que vino hace rato—comentó divertida. —Las enfermeras son chismosas.

Resoplé, fue una mezcla dolorosa entre risa y llanto. Me alegraba verla con ánimo de bromear. Ella desvió su mirada hacia mí.

—No llores, Ingrid—comentó luego, extendiéndome los brazos, de inmediato fui a su lecho, me incliné con cuidado y reposé mi cabeza a lado de su cabello, para no lastimarla—los demás no están llorando—me susurró, mientras me apartaba los cabellos del rostro. —no seas llorona.

Le sonreí sin ganas cuando me levanté y miré a mis otros amigos, era verdad, nadie lloraba, sólo miraban en silencio, parecían acostumbrados a aquello.

Lorena fue la siguiente en acercarse.

—Espero—le dijo —que esta vez no te tardes tanto en volver a la escuela.

—Ni dos días —comentó Ángela con más brillo en la mirada—tengo una presentación que no me perdería por nada. Además ya saben lo dramática que soy, no pasa nada.

Reímos, y luego todos nos quedamos callados, un silencio que sólo se interrumpía por el ruido de lo que ocurría en los otros cubículos.

—¿Saben qué? —comento Ángela, al cabo de los minutos—No me arrepiento de nada.

Todos la miramos interrogantes, pero Alejandro se enfureció.

—Eres una imbécil—se enfadó—¿no te importa interrumpir el fin de semana de tus papás?

—Eso sí —susurró ella, desviando la mirada a la pared—lamento y lamentaré tener que dejarlos así, es injusto. Lo que no lamento es lo de anoche—nos explicó, incorporándose un poco en la cama, se sentó y nos miró —no me arrepiento de haber pasado una noche hermosa con ustedes, no me importa lo que hice, quería hacerlo. Además no me voy a morir ahora, mientras no viva a medias estoy feliz. Creo que tendré una vida intensa para no arrepentirme de nada.

Nos sumimos por completo en un mutismo más fuerte que los otros que habíamos superado, este era bien distinto, porque hablaba de finales, de posibilidad de muerte, y una joven, nada era más doloroso que una muerte joven.

—Te pasaste de intensa —comentó Lorena, por fin.

Todos nos volvimos a mirarla, la miramos incrédulos por varios minutos. No podía creer que dijera eso, algo gracioso en una situación como aquella, pero por fin nuestra juventud y alegría por la vida pudo más que la tristeza, nos soltamos a reír, el último en rendirse fue Alejandro, que reprimió la sonrisa hasta el final, pero cedió. Nos reímos de la muerte por un momento, nos burlamos de ella y la alejamos con nuestras risas.

—Sería gracioso morir en mi cumpleaños —comentó Ángela, entre carcajadas—Ni más ni menos.

Y luego continuó:

—Porque seamos honestos, de todos los que estamos aquí soy la que tiene menos posibilidades de llegar a vieja, y es un alivio, eh. Sólo no quiero perderme de nada, ni arruinarle la vida a nadie. Planeo bailar como si fuera mi último día en la tierra, lo mismo que amar y que disfrutar, es lo que siempre hago. No dramaticen, que para drama sólo estoy yo.

—¿Te parece que alguien está dramatizando? —contestó Walt, que se había quedado tan callado como un árbol en todo ese tiempo.

Las risas volvieron, pero se apagaron como las llamas al contacto del agua cuando un medico asomó la cabeza por el cubículo en donde estábamos apretujados todos.

—Es un hospital —nos reprendió—no una fiesta, desalojen el área.

De inmediato nos turnamos para besar la cabeza de nuestra amiga y salimos de ahí. Ya afuera, los padres de Ángela nos agradecieron a todos por ser amigos de su hija y por quererla, yo quise decirle a la madre de ella, que éramos nosotros los que estábamos agradecidos con Ángela, pero no lo hice, por alguna razón no lo hice, sólo acepté de buena gana sus atenciones y luego salí de ahí.

Seguí a Diego, éste se había separado del resto, no se había quedado para despedirse de los padres de Ángela, se echó a andar al exterior a grandes zancadas. Lo encontré afuera, sentado en una jardinera a la sombra de un ficus, sostenía con fuerza los bordes de concreto con las manos, la mirada clavada en el suelo, y todo el cabello le caía sobre el rostro, cubriéndole la expresión, temí que estuviera llorando.

Me acerqué con cautela.

—Diego—lo llamé en un susurró. —¿estás bien?

Él levantó la mirada, había cierta humedad en sus ojos, pero no estaba llorando. Había otra expresión en su rostro, una que no era dolor, mi corazón se tranquilizó al notarlo.

—¿Qué tienes?

—Ella dijo algo— comentó con decisión, sin quitarme la mirada café de encima, todo aquel intenso café estaba enfocado en mí, escrutando cada parte de mi rostro, y aunque me sentí expuesta no me molestó. Me acerqué más a él, hasta quedar sentada a su lado.

—¿Quién? —pregunté en un murmullo, que casi se perdió entre el trinar de las aves en las ramas del árbol —¿Qué dijo?

—Es algo que Ángela dijo, —contestó mientras sus ojos seguían fijos en mí, y yo no pude ocultar la decepción en mi rostro, por alguna razón pensaba que me diría algo más, pero era estúpido pensar en eso, en ese momento todo se trataba de mi amiga, todo era acerca de ella, y yo era una desconsiderada por pensar en otra cosa. —y está dando vueltas en mi cabeza. Me hizo pensar en algo.

—¿En qué? —pregunté, mientras lo miraba. Su rostro era inescrutable, tenía el ceño fruncido y un ligero temblor le recorría el labio inferior. Aquello me confundió aún más. No tenía idea que quería decir.

—En que soy un cobarde —contestó—porque me gustas y no te lo he dicho porque siento que me vas a mandar a la mierda. En eso me hizo pensar. —Las palabras le salieron atropelladas unas con otras, parecía haberlas pronunciado antes de siquiera meditarlo.

Yo lo quedé mirando, en silencio.

—Y si lo vas a hacer está bien, —continuó, con ojos suplicantes, casi abatidos. —, hazlo, sólo que ya te lo dije y no me voy a arrepentir porque igual podría morir mañana, o en un choque de vuelta a la escuela, no sé.

—Diego...—susurré, me acerqué más a él, acorté la distancia que había entre nosotros en la jardinera en la que nos encontrábamos sentados, pero en realidad no sabía qué decirle. Sabía que pasaba en mí, sabia cuáles eran mis sentimientos respecto a él, pero no alcazaba a pronunciarlos, así que usé el único lenguaje con el que podía decir las cosas, con el único que lograba comunicarme con las personas. —Mark Twain decía algo así—comenté luego de unos minutos, levanté la mirada hacia las hojas de los árboles y al sol que se colaba entre ellas, pero regresé a mirarlo —que cuando viejo, te ibas a arrepentir más de las cosas que no hiciste que de las que sí. Así que no te sientas mal.

Diego me miró sin decir nada, confundido, luego soltó una risita amarga.

—¿Esa es tu forma de decir que no? ¿Así mandas tú a la gente a la chingada?

Mi corazón se detuvo al escucharlo, había usado muy mal mis palabras.

—No—dije, asustada—no, no es eso.

Pero él ya se había levantado.

Mi garganta se cerró, no pude hacer nada, nada más que mirarlo y aferrar con fuerza el concreto de la jardinera con las manos, me aferré a ella como si temiera caer.

—Bueno, —comentó, ya a un paso de distancia de mí y listo para emprender la retirada. —García Márquez decía que dijeras que sí aunque te estuvieras muriendo de miedo —entonces se dio la vuelta, pero lo detuve, me puse de pie y lo tomé del antebrazo.

—Sí —dije, con él miedo que él mencionaba recorriéndome el cuerpo. Ahí estaba un alma incandescente como era la suya, pidiéndole a otra que la quisiera y esta le correspondía, yo le correspondía, y no había nada más extraño en el mundo que eso. Él despedía luz y yo la necesitaba muchísimo.

Durante toda mi vida fui rechazada, nada nunca me correspondió ni estuvo de mi lado, ni la suerte, ni la belleza, nada, pero ahora el destino me pagaba todas sus bajezas con aquello, me recompensaba con creces con el simple hecho de tener a Diego mirándome a los ojos, de esa forma tan expuesta, tan real como él era, enfrenándose al terrible miedo de ser rechazado sólo por la remota posibilidad de un sí lastimero y traicionero como el mío.

—Sí, —repetí, cuando pude articular palabra, — también me gustas —y entonces aflojé mi agarré en su antebrazo, deslicé la mano hasta llegar a la suya en donde la apreté con la firme intención de no soltársela y él hizo lo mismo, la presionó con fuerza.

Y luego se acercó a mí, pero no me besó como creí que lo haría, sólo me abrazó, me abrazó como nadie había hecho en años.

N/A

Este capitulo quiero dedicarlo a tres personas geniales, tres chicas que toda persona querría como lectoras. <3 La primera de ellas es mi paisana majo_santos (VIVA MÉXICO <3) y mis queridas lectoras, que me han dejado comentarios y han seguido los pasitos de la novela hasta acá,  @Dara_Scarlett y Niss_Blue15

. Muchas gracias por el apoyo chicas, <3 <3 <3 

Por cierto hoy es un día especial, uno de mis favoritos, hoy, hace 74 años se publicó por primera vez "El principito" de Antoine de Saint Exupery, mi eterno predilecto, y creo que vale la pena dejarles una frase, una de las más emblemáticas.  🌟 🌟

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