Runnin

De AndreaPerdomo896

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Henry había estado pensando en ella últimamente, cada minuto del día; porque a medida que pasaba el tiempo Am... Mais

RUNNIN

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De AndreaPerdomo896


Estaban jugando un partido de baloncesto 1 a 1, era temprano en la mañana, muy temprano. El sol aún no salía.

Habían tenido unos compromisos de trabajo hasta entrada la madrugada y de alguna forma los dos habían terminado allí. Solo dos amigos que no se habían visto en un largo tiempo. Eran meses desde la última vez que se vieron en persona, solo habían tenido contacto a través del teléfono. La verdad era que sus trabajos últimamente rara vez les daba la oportunidad de coincidir en la misma ciudad, siquiera.

Henry había estado pensando en ella últimamente, cada minuto del día; porque a medida que pasaba el tiempo Amber continuaba corriendo en su mente. En la mañana al despertar lo primero que veía eran sus mensajes, él extrañaba sus ingeniosos comentarios, la forma en que ella lo hacía sentir cuando le decía que él era aburrido y tonto; porque a pesar de sus palabras ella hablaba con una sonrisa en sus labios mientras sus ojos resplandecían.

A pesar de que ella estaba lejos cada vez que él salía de su casa siempre recorría las mismas calles por las que ellos siempre paseaban. Sin pensarlo, cada día resultaba en el mismo restaurante en el que tantas veces habían comido juntos. Y al final del día, de alguna forma él terminaba en un Pub, aquel lugar cerca de su casa donde juntos tantas veces se habían escabullido a mitad de la noche. Recordando la música que preferían escuchar junto a sus risas, frente a la maquinita de videojuegos, Henry con sus ojos cerrados casi podía ver la sonrisa de Amber.

Ella corría por su mente desde hace semanas, desde hace meses, desde la última vez que la vio; hacía tanto tiempo ya. Henry empezaba a temer que llegara a olvidar algo de ella. La extrañaba tanto que las llamadas y los mensajes con el tiempo dejaron de ser suficientes.

Así que aquí estaban, por fin. Y era mucho mejor de lo que él recordaba.

Las luces de la calle era lo único que iluminaba la cancha de baloncesto en la que estaban, su luz proyectaba extrañas sombras de las columnas. En la esquina a la derecha una bombilla parpadeaba cada cierto tiempo, amenazando con apagarse, pero aun así después de unos segundos de oscuridad seguía en marcha.

Las calles estaban desiertas, en ese sector no había ningún mercado o tienda, estaban en un pequeño parque clandestino, alejados del bullicio y transitado centro de la ciudad. Así que ellos mismos eran la compañía del otro, como lo había sido desde hace mucho tiempo, en muchas ocasiones. Hacía mucho frío y los árboles se movían, el lugar estaba húmedo con el rocío que llegaba de la mano con la mañana.

Pero a Amber le gustaba el frío, en ese día oscuro y frío le gustaba la forma en que su respiración y la de Henry se escuchaban aceleradas, de sus bocas pequeñas nubes blancas salían, pronosticando que pronto terminarían el juego y que muy probablemente ella ganaría, como la mayoría, si no todas las otras veces.

Con un movimiento veloz Amber se adelantó y le arrebató el balón de las manos a Henry, se deslizó rápidamente bajo su brazo y como una flecha pasó por su costado evitando las manos de Henry y sus fallidos intentos por detenerla. Corrió e impulsandose dio un pequeño salto y con un ágil movimiento de su mano lanzó el balón a la canasta. Por supuesto el balón entró como una bala, marcando así su triunfo.

Ella tomó el balón con sus brazos y se giró festejando su victoria, pero al momento en que se volvió unos brazos la apretaron contra un cálido cuerpo, la suave tela del abrigo haciéndole costillas en su rostro, también impidiéndole algún movimiento, ni siquiera respirar era fácil.

– ¡Henry, suéltame!

– ¡No es justo hiciste trampa! – Con sus brazos la apretó más fuerte sin darle tregua alguna.

– ¡Por supuesto que no! – Ella se sacudió con fuerza tratando de escapar, pero él solo la sostuvo más fuerte contra su pecho. – No tengo necesidad de hacer trampa, no contigo. Soy mejor que tú.

–Sabes, no es sabio insultarme justo ahora, te tengo en mis manos, deberías saberlo. Creía que eras una chica lista. –Sonrió al escuchar el bufido de Amber, mientras ella se retorcía aún más, provocando en él una risa contagiosa, que pronto los dos iniciaron.

A Henry aun lo asombraba cómo de pequeña y delicada era Amber, sucede que con ella a veces era fácil olvidar que eso hacía parte también de ella. Amber era una mujer tan fuerte, valiente, talentosa, trabajadora y decidida, bueno, más que decidida era terca. Muchas veces ha pensado que en vez de ser una llama, el apodo que le dieron, ella debió haber sido una mula. Y es que cuando a Amber se le mete algo a la cabeza no hay quien la detenga o la contradiga, para ella los retos son algo tan atractivo que los toma con una pasión y decisión increíble.

Mientras Henry la sostenía con sus brazos sintió lo delicada que ella era. Amber era fuerte, por supuesto, mucho más de lo que otras chicas lo eran; pero allí estaba ella forcejeando contra su agarre mientras él no usaba ni la mitad de su fuerza. La pelota se resbaló de las manos de ella y antes de que ella pudiera tomar ventaja él juntó sus cuerpos. Y mientras Amber se quejaba y empujaba contra su pecho, Henry rodeo sus brazos y su cintura con sus grandes manos y sus fuertes brazos.

Ella no podía creer que Henry la estuviera sometiendo en su agarre, así que deslizando sus manos sobre su pecho, ascendió y rodeo su cuello, levantó su rostro y vio su radiante sonrisa, en ese momento ella odió su tonto hoyuelo y le fastidió el brillo divertido que encontró en los ojos de él, mientras le devolvía la mirada. No era justo, ella era una mujer fuerte y capaz. 

Con un sorprendente movimiento ninja se colgó de su cuello y envolvió sus piernas con las de él. Aprovechó su desconcierto y de alguna forma los hizo caer. Pero Henry en lugar de soltarla la apretó más fuerte entre sus brazos y cayó de costado, rodaron por el piso como monos y al detenerse ella por fin era libre.

Su victoria era tan placentera que la hizo empezar a reír, una risa que hacía su cuerpo sacudirse y su pecho se estremecía con ella, su aliento jadeante salía en pequeñas y humeantes motas blancas, el viento fresco le acaricia sus mejillas, de sus ojos brotaron calientes lágrimas de tanta alegría que pronto se enfriaban y ella sentía como dejaban un camino por su rostro. Pronto se unió Henry a ella.

Una risa histérica resonaba por todo el lugar, dos risas en realidad, que se unían formando una sola, algo tan fuera de lugar en aquel momento y solitario parque. Los pájaros asustados alzaron vuelo de los árboles, ellos los vieron mientras volaban sobre ellos, cantando que la mañana había llegado.

Henry volvió el rostro hacia ella. Amber aun reía. Tenía una hermosa risa. El sol ya estaba saliendo y su luz hacía parecer que ella tenía un increíble resplandecer alrededor de ella, era como si ella brillara. Pero Amber siempre era así. Para él, Amber siempre resplandecía, aún en los más oscuros y solitarios días o en los más centelleantes y concurridos días, porque aun en medio de una sala llena de mil personas él podría verla a ella, tal y como ella era sin ningún problema.

– ¿Qué sucede? –preguntó ella cuando notó su extraña mirada.

–Nada. – Henry vio el mohín que Amber hizo con su boca, sus labios era algo que él últimamente notaba mucho; rosados, delgados, brillantes y siempre parecían tan suaves.

–Estas tan raro, Henry. Bueno, más de lo normal, tonto. – Ella arrugó y movió dramáticamente las cejas y lo vio fijamente a los ojos.

–No es nada. – Ella arrugó el ceño y le entrecerró los ojos de forma amenazante.

Esa era otra cosa que a Henry le gustaba mucho de Amber, sus ojos; no tenían un color especial pero eran tan llamativos, era algo que él no se podía explicar. Por qué sus ojos le parecían tan asombrosos. La forma en que ella decía tanto con una mirada, tenía unos ojos seductores; unas pestañas tan largas y curvas que si Henry no la conociera diría que eran cosa del maquillaje que rara vez usaba, pero lo que a él en serio le fascinaba era la forma en que brillaban, porque ella tenía los ojos oscuros pero más brillantes y relucientes que él haya alguna vez visto, y lo que peor le ponía de los nervios era cuando alguien más aparte de él lo notaba. Aun recordaba la otra vez que un chico lo había mencionado distraídamente en su grupo de amigos y la forma tan amarga en que lo hizo sentir.

Solo él podía apreciar esas cosas de ella. Nadie más la merecía, puede que ni siquiera el.

– Si tedigo lo que estoy pensando puede que no te guste. 

–Eso no tiene sentido. – Amber giro su rostro por completo hacia él. – Bien. Ya me tienes. Estoy más curiosa, dime. –El sonrió y vio el cielo de color azul claro que poco a poco se alzaba sobre ellos. – Si no me lo dices te golpeare.

–Pero si te lo digo debes prometer que no me golpearas.

–Está bien lo prometo.

–Y no puedes reírte, si lo haces no diré nada. – Henry aun miraba el cielo, evitando hacer contacto visual con ella.

–Sí, sí, lo prometo. Ya dime.

Henry giro parcialmente su rostro hacia ella y le dio una mirada de soslayo. –Estaba pensando en lo hermosa que eres. – El vio como ella abrió sus ojos con sorpresa y sus labios jadearon entreabiertos. – Estoy pensando en lo hermosa que te ves ahora, y en cómo lo has sido siempre. – Girando de vuelta su rostro, contemplo el cielo en silencio.

Amber estaba muda, ella rara vez se quedaba sin palabras para replicar. Ahora era diferente. Ella se sentía diferente. Y aun mejor, le gustaba. Armándose de valor se acercó un poco más a él y tomó su mano. Él la miró sorprendido y sus ojos iban y venían entre sus manos juntas y su rostro.

–Tú también eres hermoso para mí, Henry. Todo el tiempo. En más de una forma y al mismo tiempo en ninguna. – Sus mejillas se sonrojaron y guardó silencio un segundo mientras se mordisqueaba el labio, para después susurrar muy quedamente: –Siempre he sabido que eres alguien hermoso y sorprendente, por dentro y por fuera.

Henry aspiro silenciosamente una respiración que escapaba de sus pulmones, acercó aún más sus cuerpos, quedando frente a frente, solo centímetros separaban sus rostros. Lentamente, como cuando no quieres asustar a un animal atemorizado, Henry estiró su mano y acarició la mejilla sonrojada de Amber, su piel era tan suave que él se preguntó cómo sería tocar cada parte de ella y besarla.

Deseó besar sus mejillas, su frente, sus pecaminosos, atractivos e insolentes labios y también sus parpados, parpados que cubrían sus ojos cerrados apretadamente en cuanto ella sintió la caricia de su mano; cosa que le produjo un inmenso placer y extraño sentimiento de poder.

– ¿Te gustaría ir a desayunar conmigo, hoy y todos los días que sean posible de ahora en adelante, Amber? – Lentamente sus labios se acercaron. –Me gustaría compartir contigo cada una de mis comidas, ver contigo todas las películas, en cada madrugada hacer deporte contigo, pelear cada día contigo, reír cada hora contigo, besarte cada minuto y ver tus ojos cada segundo de mi vida. – Sus labios se acariciaron suavemente, solo un pequeño roce que envió chispas a todo su cuerpo. – Y te prometo que cada día te comprare una Boba*, haré cualquier cosa que me pidas. – Amber sonrió mientras sus labios se juntaron en un lento, tímido y profundo beso.

–Sí. –susurró ella.

Y mientras el sol alumbraba con todo su esplendor una pareja de jóvenes, abrazados en el pasto húmedo con los pájaros cantando y el olor de las flores y la fresca mañana a su alrededor, se besaban, demostrando por primera vez lo mucho que tanto sentían y habían guardado el uno del otro.

Más que mejores amigos, compañeros o hermanos; ellos eran almas gemelas que se entendían y conocían como ninguno más lo hacía.






*Boba es una bebida similar al té helado o algo asi xD de la cual Amber en la vida real está obsesionada.

N.A Bien este fue asi cute y super tierno porque, bueno necesitaba algo así de ellos <3 el Henber es una de las cosas más adorables que he visto. Pronto publicaré 2 más que serán otra cosa completamente diferente (OIE ZI YA TU ZABÉ 7u7) bye ;)


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