Ceylon Tea

By Azubik

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¿Piensas que mudarse desde Londres hasta Chicago para trabajar como escritor en una revista internacional ser... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 21

Capítulo 20

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By Azubik


Decidí hacer un cambio de planes a última hora. Candice pensaba en llevarme a Jeff's Burger otra vez. Ni en sus sueños. Le ofrecí que fuéramos a mi casa, ya que me rehúso a tomar agua de calcetín hervido de nuevo (también conocida como té Lipton amarillo).

Para mi sorpresa, Candice era dueña de un auto, así que nos iríamos a mi casa en él. No soy un experto en autos ni nada por el estilo, pero reconocí al instante de que se trataba de un Fiat 500. Rosado, más encima.

Qué envidia me da el hecho de no tener un auto. ¡Cómo extraño mi autito en Londres!

En fin, para que no me tilden de cascarrabias pesimista que ve el vaso medio vacío... veámosle el lado positivo: hoy no tendré que tomar el transporte público de vuelta a casa.

El pequeño automóvil rosa de Candice hacía juego con su personalidad. Lo mismo sucede con el auto de Maxime. Comprenderán que el pedante francés no es el tipo de persona que toma el transporte público para ir a trabajar, para ir al centro de la ciudad o para movilizarse en cualquier situación. Si necesita desplazarse, él o maneja su automóvil o camina; no hay intermedio.

Mr. Pedante es de esas personas que aborrecen los autobuses y el metro. Él padece de un trastorno llamado vulgogermenfobia (sí, otro de los términos médicos vanguardistas de la universidad Fingal). La vulgogermenfobia consiste en el rechazo irracional hacia los lugares públicos altamente transitados, causado por la paranoia de encontrar gérmenes en todas partes y por las invasiones al espacio personal. Aunque en el caso de Maxime, yo creo que él piensa que las personas propiamente tales son gérmenes, adicionado a que su espacio personal es de diez metros cuadrados.

Ya aclarado esto, ahora podemos visualizar el tipo de auto de Maxime: un Renault negro y elegante. Ostentoso y pomposo, con el típico árbol aromatizante colgado del espejo retrovisor, negro también.

Ya en el auto, Candice me hablaba de cómo había tenido una "epifanía" cuando era pequeña sobre querer ser escritora, y que se convirtió en su sueño desde entonces. Sin embargo, termino eligiendo la carrera de Administración de Medios de Comunicación. Interesante de todas formas. Si existiera la licenciatura en "Blogging", estoy seguro de que Candice la hubiera elegido.

La Candice que yo conocía era una persona aparentemente inofensiva y dulce. Toda mi percepción sobre ella cambió radicalmente cuando íbamos en la mitad del trayecto hacia mi departamento. Estábamos en medio de un embotellamiento bastante horrible, y la luz verde del semáforo era desgraciadamente corta. Había gente que tocaba la bocina de vez en cuando por aquí y por allá.

La mutación de Candice comenzó con algunos leves comentarios de lo lento que estaba el tráfico. Normal, pensé yo. No sé si fueron los bocinazos de los demás que la alentaron, pero ella también decidió tocar su bocina un par de veces. Podía notar una nube negra formándose sobre su cabeza. A medida que avanzábamos con la velocidad de un caracol, aquella nube se oscurecía cada vez más.

-¡Muévanse, caracoles! -gritó Candice enfurecida mientras golpeaba con saña la bocina. Ese fue el primer trueno de su nube. Allí fue cuando me empecé a aterrorizar.

Desde ese instante, Candice se transformó en un dragón escupe-llamas infernal, determinado a abrasar a cualquier automóvil que se interpusiera entre ella y su llegada a mi departamento.

Ella gritaba cosas como "¡Pero avanza más rápido, subnormal!" o "Todo el mundo maneja pésimo. Deficientes". Yo no sé qué intenta lograr con aquellas afirmaciones ígneas, puesto que obviamente los demás no la escuchan. Es la misma lógica que cuando la gente le grita cosas a la pantalla del televisor mientras ven deportes. Pobrecitos.

-...Candice...¿sabes que no sacas nada con gritarles a los demás autos que no te escuchan? -intenté decirle en el tono más amable posible.

-¡Pero mira como manejan pegados a la derecha! -Me escupió una llamarada de dragón.

Vaya, nunca me la imaginé tan molesta. No hay caso con la gente de hoy en día. Seguirán cometiendo incoherencias hasta que se mueran.

¿Qué pensarían los demás conductores? Hablando de incoherencias, es bastante contradictorio escuchar largos y furiosos bocinazos proviniendo de un lindo y tierno Fiat 500 rosado. Eso es, Candice se convirtió en un dragón escupe-llamas infernal rosado.

Finalmente logramos llegar a mi departamento. Apenas el dragón rosa se bajó del auto, se transformó nuevamente en Candice, y esa nube negra se esfumó, como por arte de magia. La sonrisa volvió al rostro de la mujer. Me parece que debo sumarle bipolaridad a mi diagnóstico médico.

»¿Así que aquí vives? -me preguntó la mujer, con su tono campante de siempre -. Me gusta el barrio.

"No. La verdad es que no vivo aquí y te di una dirección falsa para que te convirtieras en un dragón escupe-llamas infernal rosado por nada" pensó mi lado oscuro. Ese lado oscuro mío es sarcástico. Me cae bien. Sigue así, lado oscuro.

-Así es. Aquí vivo -dijo mi lado luminoso. Mi lado luminoso es un actor de primera.

Entramos al espacio común y luego al bloque C. La pobre Candice tuvo un micro-infarto al enterarse de que mi elevador está descompuesto. La verdad es que es una vergüenza esto del elevador. En fin; tengo muchos temas de los que ocuparme, y el elevador es uno de los cuantos. Rory no se hace cargo por dos motivos, según yo. El primero es que no sabe cómo, porque es algo incompetente. El segundo es que prefiere subir y bajar las escalas cada vez, porque ya saben que él es de ese "estilo de vida" del deporte. Ju-Long podría hacerlo, quizás deba hablarle sobre aquello.

Entramos a mi departamento y una ola de olor a crema de ciboulette me abofeteó descaradamente. ¿Por qué diablos olería a crema de ciboulette? Ju dijo que llegaría más tarde, y Rory no prepararía crema de ciboulette, porque "conllevaría mucho trabajo y esfuerzo psicológico para él".

Oí una voz femenina junto a la de Rory Shewbridge. Me estaba empezando a entrar la ansiedad de llegar a casa y encontrarme con alguien desconocido. Mientras Candice colgaba su chaqueta en el perchero, yo me dirigí a fisgonear a la cocina.

-¡Hola, Gregor! -me saludó el americano. Él y una chica estaban sentados en la mesa de la cocina comiendo galletas con crema de ciboulette, con unos libros de agronomía abiertos.

-Hola, nos volvemos a ver, ¿no es así? -me saludo ipso facto una rubia de la misma edad de Rory. Parece que la conozco, pero no la puedo recordar en este instante...

-Hola -los saludé a los dos -. Veo que están estudiando, me parece -dije, obligado a hablar en segunda persona plural para evitar nombrar a la rubia.

No me juzguen. Tengo memoria selectiva, y la verdad es que, si la conocí, debe haber sido en la fiesta de Rory, y guardar cualquier información relativa a ese evento sería un completo y verdadero desperdicio de almacenamiento cerebral.

A todo esto, Candice llegó a la cocina.

»Déjenme presentarles a Candice Jensen, ella trabaja en el mismo edificio que yo. La estoy ayudando a mejorar con su escritura.

-¡Mucho gusto a los dos! -chilló, como siempre, Candice.

-Hola, hermana, yo soy Rory -la saludó el americano. ¡Ah! Así que se añade otra integrante a la innumerable familia del yanqui.

-Mucho gusto. Yo soy Brigitta -¡Ajá! Se llama Brigitta.

Ya recuerdo. La conocí en la fiesta de Rory, porque me toco abrirle la puerta al departamento.

Rory puso la misma cara que pone Sharon cuando bromea sobre mis "citas" con Candice. La única diferencia es que la cara en estado natural de Rory me irrita, por lo que esa expresión me súper-irritó. Idiotas.

Además, yo podría decir lo mismo. Creo cien por ciento que Rory y Brigitta están estudiando. O sea, ¿qué más podrían estar haciendo? Sería muy tonto perder el tiempo hablando de la vida. No hay duda que están "estudiando", ¿cierto?

Ja. Te adoro, mi lado oscuro.

Nos acomodamos con Candice en el sofá del living room, sin antes, obviamente, haber puesto a hervir el agua.

-Cada arte tiene sus propios secretos y reglas -comencé a decirle solemnemente a Candice -. Por ejemplo, para actuar, tienes que ser el personaje. En el arte de la escritura, lo fundamental para poder iniciar -Inserte redoble de tambores -es tener una buena taza de té de Ceilán a tu lado.

Candice me miraba con atención, sin dar señales de haber entendido que era un pequeño chiste.

-La capacidad para diferenciar la calidad de los tés es fundamental. Si es Lipton, no es té. Que no se te olvide -volví a agregar, esta vez con una sonrisa.

Nada: seguía escuchándome de forma crédula. Como sea, a veces no vale la pena explicar los chistes.

Después de que preparásemos los tés, comencé a hablarle de cómo interesar al lector, las técnicas de redacción, y otros tópicos que le podrían interesar.

Así pasamos unas dos horas, hasta que dimos por terminada la lección del día. Candice se notaba muy interesada en esto de la escritura, y al parecer, se está encaminando bien (todo gracias a mí, evidentemente). Ella es un diamante en extra bruto, pero es un diamante igual; su ortografía es buena, y eso es la base de todo. Tener mala ortografía es como pretender dibujar sin saber tomar el lápiz.

-Gracias por traerme tu auto, Candice.

-No hay de qué, ¡gracias a ti por ser mi tutor! -dijo antes de darme un abrazo incómodamente largo -. No sé si nos encontraremos antes, pero de seguro nos veremos en la Associated Party.

¿Perdón? ¿En la qué? No me gusta nada que incluya las palabras fiesta o asociación.

-¿Associated Party?

-Ya sabes, la fiesta que organizan todas las empresas del edificio. Se hace cada tres meses. Es como una tradición. Es todo muy entretenido.

Dios mío, ¿qué he hecho para merecer tales torturas?

¿¡Por qué tantas fiestas y tan seguidas!?

He muerto.

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