Lo sé, lo sé. Sé que odiabas la clase de cursilería barata que tratan de vender en los cines y en algunos libros. Sé que detestabas la manera en la que solían pintarlo todo, tan feliz.
Pero también sé con total seguridad que a pesar de que no te gustaban los finales felices, deseabas con toda tu alma uno para mí.
Yo también lo hacía Ray, todos los días.