La reina de Neverland

By Wierdo521

342K 20.5K 4.1K

He robado algo a todos los habitantes del bosque encantado. Literalmente. He robado desde comida y ropa hasta... More

¿Quién soy?
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capitulo 8
Volví
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capítulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capitulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28 (lean la nota al final)
Capítulo 29

Capítulo 30

9.9K 604 325
By Wierdo521


*Entra en una habitación oscura, llena de polvo y suciedad. Se nota que ha estado abandonada*

*Ve una computadora y un cuaderno en un escritorio. Ambos abiertos. La primera en una página web, con un documento en blanco de título 'Capítulo 30'. El segundo en una anotación, una idea para una historia*

*Sopla en ambos, haciendo que una capa de polvo se alce, dando a conocer que no se han usado en mucho tiempo* *Suelta un suspiro*

*Se truena el cuello y dedos* Hola, perdonen por tardarme tanto... Nunca fue mi intención dejarte abandonada vieja amiga... Hagamos esto.

(Puse de nuevo la imagen de las dagas de Maggie porque me pareció que era necesario para este capítulo y para no olvidar todas las dagas que tiene. Por cierto, la daga de este capítulo es la del centro. Si la he repetido, avísenme, se los ruego. La imagen que está abajo es lo más cercano que encontré a como imaginé que sería la lanza de Maggie. Está lo que sería la daga, y luego la lanza. Perdonen mis habilidades de edición ^-^')

Para este cap nadie pidió dedicatoria, así que hoy no hay dedicatorias... Pero escribí esto pensando en todo el apoyo que he recibido de parte de las personas que han leído la historia y han comentado y votado y la han agregado a sus lista de lectura.

Esto es para ustedes. Les debo el mundo entero.

Voten y comenten por favor. Quiero saber qué opinan.

Espero que les guste.

===

Maggie se encontraba de pie, recargada contra el mostrador de la tienda de Gold. Abrazaba fuertemente a Henry, quien no había querido separarse de ella desde que despertó. Sigue sin saber cómo consiguieron que despertara. Cómo lograron comprarle más tiempo...

El silencio era lo que predominaba en la tienda. En cuanto despertó, había pedido a Gold que llamara a los demás porque no sabe qué es lo que tiene que hacer. Las opciones son limitadas, y a estas alturas, puede ver que todos están desesperados, cansados, hartos debido a toda esta situación que pareciera no tener fin.

–¿Hay algo que podamos hacer?– Emma rompió el silencio después de un largo rato. Henry se separó de la Reina de los Ladrones para tomar lugar junto a su madre. Su mirada voló hasta detenerse en Regina, quien dejó salir un profundo suspiro mientras analizaba las posibles opciones. No alzó la mirada ni por un segundo cuando habló:

–Podemos dejar que Maggie muera, llevarla de regreso a Neverland, dejar que ella se suicide, matarla nosotros mismos o esperar a que Pan regrese por ella.– llevó su mano a su frente mientras seguía pensando, buscando más soluciones a todo esto. –Sugeriría que usáramos magia de ahora en adelante, pero no es conveniente hacer algo así cuando se trata de un corazón. Ya nos arriesgamos demasiado dejando que Gold la despertara. No podemos hacer lo mismo por mucho o Maggie saldría gravemente lastimada o incluso la mataríamos... ¿Gold?

El susodicho tenía la mirada puesta en dirección a Maggie, pero no la estaba mirando. Sus ojos tenían un aspecto vacío, perdido, probablemente pensando en alguna manera de ayudar para que la situación mejorara.

Finalmente, Gold pareció haberse dado cuenta de que habían dicho su nombre. Soltó un suspiro largo, miró a todos y cerró con fuerza sus manos transformándolas en puños por un momento antes de hablar:

–¿Qué quiere ella?

El pulso de la Reina de los Ladrones se aceleró ante su respuesta.

–¿Disculpa?– preguntó Emma incrédula.

Gold caminó hasta una silla libre que se encontraba cerca del mostrador donde se apoyaba Maggie. Tomó asiento, miró frío a Emma y luego miró a la hija de Robin Hood, pero su mirada se había vuelto más cálida cuando sus ojos se posaron en la muchacha.

–Lo que oyeron. Es el corazón de Maggie, no el de Henry, o el de Robin o el de ninguno de nosotros. Ella es quien debe decidir si quiere que nosotros acabemos con esto o si prefiere hacerlo ella misma.

Honestamente, no esperaba eso. Se quedó atónita un momento, mirando a Gold con la boca abierta debido a la sorpresa ante sus palabras, podía escuchar los latidos de su corazón en sus oídos, en un ritmo incontrolable y desenfrenado. Después de que su momento de incredulidad pasara, finalmente cerró la boca y se concentró en analizar sus opciones. Gold solamente había mencionado el que se suicidara o dejar que ellos la mataran, pero aún hay otra opción...

–¿Qué hay de Neverland? Pan prometió volver por mí. Puedo regresar con él y -

–Sobre mi cadáver–. La interrumpió Robin. –No te salvamos para que regresaras a ese agujero.

La mandíbula de Maggie se tensó ante su comentario y pudo sentir sus manos cerrarse en puños por un momento. Había perdido la cuenta de las veces que imploraba que alguien la sacara de ahí, eso era cierto y no se atrevía a intentar siquiera negarlo, pero ahora que sus únicas opciones eran regresar a la isla o morir, resultaba frustrante que hablara así de su única posibilidad de seguir con vida.

–¿De qué me salvaron exactamente?– Lo miró. –Neverland no es un paraíso pero aquí no hay nada para mí. Y si lo que hicieron fuera considerado rescate, Michael seguiría vivo. ¿Exactamente qué ganaron sacrificando a Michael? Mi corazón se quedó hecho añicos y polvo en Neverland, literalmente.– No pudo contener el gruñido que se filtró en sus palabras al hablar sobre su destrozado corazón y su fallecido Michael.–Si me quedo, a lo mucho soportaré unos cuantos días. De hecho, hasta donde todos sabemos, yo ya debería estar muerta– se detuvo un momento a recuperar el aliento, lanzando una mirada agradecida a Gold en el proceso, recordando que le había regresado energía suficiente para un par de días más –.No puedo quedarme Robin. Morir ahora mismo suena a la mejor recompensa del mundo, pero no estoy lista... No estoy lista... 

Robin la miraba furioso y a la vez sorprendido ante lo que había dicho. Incluso ella debía reconocer que también estaba sorprendida por lo que dijo pero, pensándolo a profundidad, es cierto. Morir suena como algo asombroso últimamente, y ha sido una tentación desde hace tiempo... pero no está lista para dejarlo todo. De todas maneras, no se debería acelerar el proceso de lo que tarde o temprano sucederá.

Una pequeña risa inundó la tienda una vez más. Regina estaba mirando al techo mientras una sonrisa cansada se extendía por su rostro.

–Sabía que todavía hay algo de Graham en ti– suspiró mientras seguía soltando pequeñas risitas, mordiendo su labio inferior para intentar contenerlas y dirigirle a la chica una mirada socarrona –,siempre ansiando a la muerte, pero nunca lo suficientemente preparado como para morir.

–Yo digo que la dejemos elegir.– Garfio habló. Regina lo miró aún sonriente, mientras intentaba calmarse. –Yo recuerdo los días de gloria de la pequeña Reina de los Ladrones y les aseguro que incluso cubierta de heridas nunca se vió peor.– Garfio se llevó su mano a su cinturón para sacar su pequeña cantimplora de ron, dándole un trago antes de volver a hablar: –Creo que al menos le debemos esa pequeña muestra de respeto.

–Estás ebrio.– Lo acusó la susodicha, sacudiendo su cabeza un poco divertida ante su estado.

–¿Creí que dejarías de beber?– Le preguntó Emma arrebatándole su licor.

Garfio ignoró a su novia para mirar a la ladrona una ve más, con toda la seriedad que puede tener un pirata. –Primero: Ese fue mi primer trago del día.– La señaló con su garfio para luego voltearse a los demás. –Segundo: ya intentamos ayudarla antes y sólo empeoramos las cosas. Tercero: es la maldita Reina de los Ladrones. Nos robó a todos siendo una jodida niña y hasta retrasó tu maldición Regina. ¿En serio comenzaremos a fingir que no puede arreglárselas y protegerse por sí misma ahora?– Garfio terminó su discurso con una sonrisa torcida. –Wow, estamos peor de lo que creí.

–Gracias.– Regina convino. –¿No quieren que Maggie regrese a Neverland? Bien, me gustaría escuchar una idea que no involucre su muerte o que la dañemos más usando magia.

Regina miró a todos, esperando a que alguien respondiera a su pregunta, solamente recibiendo silencio como respuesta. Al final, se detuvo en Robin. No había vuelto a hablar en un rato y mantenía su mirada fija en el piso de madera de la tienda, observándolo como si tarde o temprano se fuera a agrietar bajo su mirada.

–La magia funcionó Regina,– comenzó en un murmuro. –ella está bien. Puede quedarse. Puede-

–Me temo que no, Robin.– lo interrumpió Gold, provocando que el susodicho alzara la mirada y le lanzara cuchillos con ésta. –Ninguno de ustedes ha usado la magia para algo así. Toda magia tiene un precio, ¿recuerdan? Seguir utilizando magia en Maggie para mantenerla con vida sólo hará que aceleremos el proceso de matarla. Apenas le conseguí unos días y no tengo material suficiente para más. 

–Pero-

–Papá, ya basta.– lo detuvo. –Gold ha hecho lo que podía. No puedo quedarme. Supéralo por favor. Tengo que irme.

Su respiración se había vuelto pesada, y sus ojos poco a poco se estaban llenando de lágrimas. Podía ver en ellos desesperación, arrepentimiento y, sobre todo, tristeza. Dirigió su mirada a Gold y habló:

–¿Está lo suficientemente bien para salir un rato?– su voz sonó un poco ahogada. Gold dudó, pero finalmente asintió, dándole permiso a Robin.

–Está como nueva, pero para mañana su fuerza comenzará a dispersarse.

Robin no pareció tomarse muy bien aquella última parte. Tensándose como si le hubieran tirado un balde de agua helada encima. Cerró los ojos un momento y tragó saliva. Extendió una mano en dirección a Maggie, invitándola a que la tomara. –Vamos, necesito hablar contigo.

Dudosa, lo hizo.

La guió fuera de la tienda y comenzó a caminar, siguiéndolo de cerca, pasaron junto a su auto y Maggie tomó la manija de la puerta del asiento de copiloto, pero Robin siguió caminando. Confundida, lo llamó, pero su respuesta fue que lo siguiera.

Se encogió de hombros extrañada ante su actitud y comenzó a seguirlo de nuevo, llevando sus manos a los bolsillos de la sudadera que Bella le había conseguido hace un par de días, manteniendo su mano izquierda lo más cerca posible de su cinturón, hallando cierto confort en saber que la tira de cuero mágica no le había sido removida mientras dormía... Eso y que le tranquilizaba sentir el cinturón alrededor de ella, le daba cierto sentimiento de seguridad. Cuando por fin lo alcanzó, la curiosidad sacó lo mejor de ella, comenzando a interrogar a Robin un poco.

–¿No sería más conveniente ir en auto?

Robin pareció pensárselo un momento antes de encogerse de hombros.

 –Sí.

–¿Entonces por qué caminamos?

Robin se detuvo, la miró, y  poco a poco una sonrisa triste se fue colando en su anteriormente seria expresión.

–Creo que tenemos que hablar, ¿no crees?

Maggie se limitó a asentir, apretando su mano izquierda contra su cinturón y reanudando la caminata.

–¿Al menos puedo saber a dónde me llevas?

–Hmmm...– Robin llevó su mano derecha a su barbilla, fingiendo que estaba considerándolo decirme. Le lanzó una pequeña sonrisa. –Nop.

Le soltó un juramento en respuesta, divertida ante sus acciones infantiles. 

La caminata fue más que tranquila. Ninguno de los dos intercambió una sola palabra en todo el trayecto, sumidos en un silencio cómodo. Maggie había escuchado alguna vez que es genial poder estar con una persona y no sentir la necesidad de decir una sola palabra. Obviamente ella jamás lo había experimentado, o más bien, no lo recordaba. Sus silencios cómodos desaparecieron junto con Graham cuando partió para cumplir con su trabajo para Regina, y los silencios que ella conoció fueron los de las noches solitarias en el Bosque Encantado, los silencios tensos, que se daban cuando ella sostenía su aliento al esconderse de quien fuera que la buscara y se encontraba cerca... Los silencios que daba como respuestas ante las preguntas de distintos mercaderes y panaderos que le reclamaban y golpeaban por haber robado parte de sus productos (aunque eso sólo había sido en las primeras semanas después de salir en busca de Graham)... 

Maggie conocía muchos tipos de silencios, pero ninguno le había parecido tan cómodo como el que sostenía con Robin.

Storybrooke parecía cambiar cuando se trataba de las tardes de los días soleados (como lo era hoy). El pequeño pueblo maldito parecía adquirir un tono más vivo bajo la luz anaranjada del poco a poco agonizante sol, dando paso a un toque un poco pintoresco, pero definitivamente más cálido, hogareño, en el pueblo.

Removiéndose ante una pequeña brisa, Maggie volvió a sentir el cuero firme de su cinturón. Desde el momento en que Rumple le entregó el cinturón, el cuero había tomado un significado totalmente diferente para ella. Ahora el cuero significaba protección. Significaba seguridad y significaba fuerza y era su ancla.

¿Qué hubiera sido de ella de no haber obtenido ese trozo de cuero?

Conseguirlo casi le había costado su pellejo. Conseguir la daga de Rumple había sido aún más complicado, y ella había sido solo una niña...

Y ahora no podía imaginar su vida sin ese cinturón.

La primera vez que verdaderamente lo usó es un recuerdo que ella guarda tan claro como el agua: cazando.

===

No había pasado más de una semana después de haber conseguido su preciado cinturón, y no había podido conseguir alimento en dos días. y el hambre comenzaba a pasarle factura. El cinturón le había parecido especialmente pesado aquel día gris y frío, pero la pequeña Maggie todavía no quería usarlo. 

Sí, ella fue quien le dio instrucciones al Oscuro de qué hacer y cómo hacerlo, pero vamos, no era tan estúpida como para creer que el hombre cocodrilo había hecho todo lo encargado sin meterle su toque personal... Como había sido la daga que podía matarla... Si el Oscuro se había tomado la molestia de hacer eso ¿qué no habrá hecho?

Intentaba recordar todo lo que le había enseñado Graham sobre la caza. Cosas sobre trampas, cómo atraer alguna presa, cómo encontrarlas...

Agua. Tenía que encontrar agua.

Si no podía cazar, por lo menos tenía que beber.

Caminó por unos cuantos minutos (o tal vez horas. Había perdido el sentido del tiempo), siguiendo pequeños rastros animales que se perdían entre la tierra y confiando en su sentido del olfato y oído. Estaba completamente exhausta para cuando por fin encontró un río.

No lo podía creer. Cuando escuchó el suave sonido del agua corriendo creyó que había enloquecido, siguiendo de todas maneras aquella dulce melodía producida por el agua. Y efectivamente, había llegado a un río. El agua era clara, y corría con una velocidad ligera. Perfecta para que alguien cruzara el río a pie e incluso nadara un poco en él, y Maggie podía divisar a unos cuantos peces que pasaban nadando. Sin pensarlo dos veces, se tambaleó hasta la orilla. Sus piernas le flaquearon, provocando que cayera de rodillas en el agua. Juntó sus manos y dió grandes sorbos, tomando tanta agua en sus manos como podía. 

No estaba segura de cuanto tiempo había repetido el proceso, pero sabía que la luz del día no le duraría mucho... Su estómago soltó un rugido, avisándole que no estaba satisfecho.

El pedazo de cuero en su cintura volvió a sentirse pesado. ¿Debería usarlo...?

Su estómago volvió a rugir. Y Maggie volvió a observar a los peces que nadaban tan tranquilamente en el río. Aunque tuviera la suerte de atrapar alguno, no podía matarlo con sus propias manos, Graham nunca la había dejado matar nada... Eso no importaba ahora. Graham no está aquí.

Cerró los ojos, y con una lentitud casi dolorosa, comenzó a trasladar una de sus manos hacia una de las vainas del cinturón (donde, cabía mencionar, no había nada... no desde que se alejó del Oscuro). Sintió algo. Maggie abrió los ojos de golpe, sorprendida ante el hecho de que hubiera algo en la vaina. Tomó el objeto y lo alzó para poder darle un mejor vistazo.

Se trataba de una pequeña cantimplora (¿o botella? sinceramente no le importaba mucho). Estaba hecha de cuero, con diseños complicados pero hermosos grabados en éste que cubrían todo el envase casi por completo. La sacudió un poco. Por su peso, supo que estaba llena. La abrió, y, no pudiendo luchar contra la curiosidad, intentó oler el contenido de la cantimplora de cuero. El olor era dulce, calmante. Le recordaba a las bebidas y medicinas que le daba Graham cuando se enfermaba. La volvió a cerrar y la regresó a su vaina. No era algo que necesitara ahora mismo.

Su mirada descendió en la segunda vaina, la que se suponía cargaba todas esas dagas que el Oscuro había mencionado.

¿Harían todo lo que ella había imaginado? ¿La había engañado Rumple?

La posibilidad de haber sido engañada la hizo considerar por un momento el abandonar aquel pedazo de cuero...

No importaba ahora. Corrió demasiados riesgos intentando conseguir la daga, y corrió aún más al ir con el Oscuro. Lo que sea que fuera a pasar, sucedería. Le gustara o no.

Respiró profundamente una vez más. Adentro... afuera... ¿Qué haría Graham?

Su mano encontró lentamente la vaina, y se topó con el mango de una daga. Envuelto en cuero. Suave. Firme. Cerró su puño en torno al mango de la daga y la desenvainó.

La hoja era muy llamativa (al menos para ella). Era gruesa. Con un filo sumamente delicado y fino del color de la plata, el centro de la hoja era negra como el carbón, al igual que la guarda, que parecía haber sido hecha para una espada magnífica y no para algo pequeño como lo era la daga en su mano... Buen peso... buen balance...

Inspeccionó el filo de la hoja una vez más. No le recordaba en nada a una daga común... Descartó ese pensamiento tan pronto como apareció. Idiota. Nada de esto era algo común.

Pero la hoja... su grosor... sus detalles...

El objeto comenzó a crecer en su mano. El puño de la espada comenzó a alargarse, nunca perdiendo su grosor original. La hoja no parecía cambiar, al igual que el diseño de lo que sería la guarda, simplemente se alejaba un poco conforme el mango crecía y mutaba.

Una lanza. Ahora Maggie tenía en sus manos una lanza.

El color de lo que había sido la daga no había cambiado en lo absoluto, al igual que la hoja. La única diferencia era el tamaño y su empuñadura. La mano de Maggie ahora posaban lo que sería el centro de la lanza, y el cuero del mango seguía ahí, dándole cierta comodidad al tomarla.

Increíble. Parecía ser lo único que podía pensar.

Su mirada se enfocó en el río una vez más. Miró a los peces. Luego a la recién llegada lanza... Peces. Lanza. Peces. Lanza.

No pudo evitar que una sonrisa hiciera presencia en su cara.

Hora de comer.

===

–Creí que un último adiós a este lugar no estaría mal, ¿no lo crees?

Maggie sacudió su cabeza, saliendo de sus pensamientos y dejando atrás el recuerdo de aquel día... ¿Cuánto tiempo había estado atrapada en su cabeza? ¿y si Robin había querido hablar con ella durante el trayecto hasta este lugar?

–¿Margaret?– esta vez, Robin posó su mano en su hombro, en un intento de cerciorarse de que ella estaba bien. Maggie, por otro lado, quería reprocharle. No se ha ganado el derecho de llamarla así. 

–Estoy bien Robin. De verdad.– Su voz salió suave. Y una pequeña sonrisa logró dibujarse en sus labios, poniendo fin a la profunda y pensativa expresión que Robin la había visto portar durante casi todo el camino. Robin había intentado entablar conversación con su hija más de una vez, pero verla tan sumida en su propia mente le había impedido siquiera pronunciar palabra. Le quedaba tan poco tiempo, y tantas cosas que arreglar cuando se trataba de ella...

¿Porqué no estuvo con ella?

¿Porqué no se esforzó más en acercársele cuando ella lo encontró? (porque él perfectamente sabe que no hizo mucho esfuerzo en buscarla siquiera).

¿Porqué tuvieron que secuestrarla y arrancarle la vida a un niño y tantas cosas más para que finalmente se diera cuenta de que tal vez no estaba haciendo las cosas correctamente?

Y es exactamente por eso que tiene que estar con ella ahora. Es lo menos que puede hacer. Lo menos que puede pagar de todo lo que le debe.

–De acuerdo–. Por fin le responde. La mira a los ojos. Los ojos que le recuerdan a Marian por su seriedad, pero definitivamente a él por su color. –Estaba pensando... es cierto. Este nunca ha sido ningún hogar para ti, y eso no cambió cuando por fin nos encontramos... Lo que trato de decirte es: hagas lo que hagas, lo más seguro es que no estarás aquí mucho tiempo... –la garganta se le hizo un nudo al pronunciar aquello. Su voz se quebró un poco, y Maggie lo miraba con pena, pero él sabía que le alegraba saber que entendía lo que pasaba, y podía actuar como el padre que ella necesitó, pero que nunca fue. –Así que, como despedida, pensé que si te vas, por lo menos debes estar cómoda antes de irte.

Maggie lo miraba confundida al final el pequeño discurso. Robin la tomó de los hombros, y la hizo darse media vuelta, quedando frente a frente con la cabaña donde se encontraron por primera vez.

La cabaña seguía teniendo la apariencia descuidada de siempre. Exteriormente, no había cambiado en absolutamente nada. La respiración de Maggie pareció detenerse durante un momento, y Robin suplicaba internamente que eso fuera una buena señal.

–Creí que te habías olvidado de este lugar...

Robin no pudo evitar que la pequeña risilla que pedía salir de su garganta se quedara ahí. –No he sido un buen padre, pero jamás podría olvidarme de esta cabaña Maggie... Volver a encontrar esto fue una aventura completamente diferente, pero no creo que pueda olvidarla.

Maggie seguía dándole la espalda, demasiado concentrada en la cabaña que había encontrado hace tanto, y abandonado cierto tiempo después. Las noches frías y las calurosas, las tranquilas y las paranoicas. Los días tranquilos, los de caza... Todo parecía estar regresando a ella de una solo golpe... Y por primera vez en su vida, le agradaba aquel sentimiento.

Una vez más, Robin la sacó de sus pensamientos.

–¿Entramos? Creo que tenemos demasiado de que hablar.

Maggie no pudo hacer más que asentir por un momento. Su garganta estaba hecha un nudo, y lo intentó deshacer aclarándola.

–Sí, me parece que sí.

Robin  hizo una reverencia exagerada, intentando bromear, y le extendió un brazo a modo de invitación. Maggie no pudo evitar sonreír ante el exagerado pero simpático gesto.

–Ahora sí. Entremos.

===

Peter Pan y Félix observaban la escena de padre e hija desde lejos. Evitando cualquier posibilidad de ser atrapados. El primero sonreía satisfecho. ¿A quién le importaba lo que había hecho su hijo? Solamente funcionó para sellar el destino de su Reina. Ella volvería a Neverland. A casa.

En cambio Félix, no podía ocultar el sufrimiento por más que intentara fingir que sentía indiferencia. Lo que hizo fue horrible... Lo que le obligaron a hacer fue horrible y seguramente Maggie jamás se lo perdonaría. Sus ojos divagaron un poco en la cabaña, viendo cómo padre e hija entraban y cerraban la puerta, para después detenerse en Peter. Lo odiaba. Si no lo hacía antes definitivamente lo hacía ahora. Controlarlo a través de su sombra era algo muy bajo, incluso para él... Pero si quería pensar en la posibilidad de volver a ver a Maggie, tenía que obedecer sin rechistar. Y matarlo no era una opción. Era su boleto de regreso a casa.

–¿Ahora qué Pan?– Pan se giró a verlo. Conocía la sonrisa que portaba el susodicho demasiado bien. Él creía- sabía que había ganado el juego (cualquiera que fuera a estas alturas). Y no sabía si debería sentirse alarmado o aliviado.

–Ahora esperamos Félix. Ahora esperamos.

–¿A qué?

–A que se queden sin opciones.

–¿Eso no pondrá en riesgo a Maggie?

–Mi Reina estará perfectamente bien cuando esto termine. No debes preocuparte mi querido amigo... Tengo algo que hacer. Vigila esa cabaña. Si salen, quiero saberlo.

Félix asintió. Pero tenía que preguntar.

–No volverás a usar mi sombra, ¿verdad?

Pan se rió en respuesta.

–Oh no. No no no no no Félix, no. Ya no creo que sea necesario que utilice tu sombra. Hemos lastimado lo suficiente a mi Reina, ¿no crees? Por otro lado, tienes mucho tiempo para enmendar las cosas con ella. Toda la eternidad para ser exactos. Solo hay que llevarla a casa.

Félix volvió a posar la mirada sobre la cabaña. Volvió a mirar a donde estaba Pan, pero él ya había desaparecido. Una de las ventanas de la casa estaba iluminada por lo que suponía Félix sería fuego.

Solo hay que llevarla a casa...

===

 Santa... madre... bendita...

Soy de lo peor.

Y 4000 y tantas palabras. Rompí mi record.

Quería hacer algo especial. Tanto para Maggie, como para Robin. Además, me encanta hacer flashbacks con Maggie. Siempre es genial agregarle algo más a su pasado, a lo que la hace ella.

Apesto, lo sé. Y si los decepcioné en este capitulo, no los culpo. Me esforcé mucho aquí, pero tal vez a alguno no le gustó o algo parecido.

COMENTEN POR FAVOR

¿Mi narrativa está oxidada? ¿No les gustó el cap? ¿Tienen dudas sobre la historia o que le quieran hacer a un personaje? ¿Quieren una dedicatoria?

Dejenme saberlo. Me encanta responder sus dudas y leer sus comentarios. Sin ustedes no sería nada.

Los veo en diez años (porque en serio, me paso. No debería tardarme tanto en escribir)

LOS AMO. LOS AMO LOS AMO LOS AMO (aunque por mi ausencia es probable que ya no quede nadie a quien amar)

VOTEN Y COMENTEN

Y hasta el próximo cap ^-^


Continue Reading

You'll Also Like

524K 71.4K 44
Una sola noche. Dos mujeres lesbianas. ¿Un embarazo? ¡Imposible!
512K 81.8K 34
Park Jimin, un padre soltero. Por culpa de una estafa termina viviendo con un completo extraño. Min Yoongi, un hombre solitario que guarda un triste...
639K 87.4K 58
El amor puede llegar de manera impredecible... Para aquel Omega que por mucho tiempo creyó que lo había encontrado, vendrá en su demandante e impone...
157K 9K 24
Chiara se muda a Madrid en busca de nuevas oportunidades para lanzar su carrera como artista. Violeta se dedica al periodismo musical, trabajando en...