Sueños de tinta y papel

By MarchelCruz

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El Instituto Salazar de Artes y Letras es un refugio para almas maltrechas, y ellos son justo eso, son un gru... More

NOTA.
Dedicatoria.
Cita.
Prefacio.
Capítulo 1: Nuevos aires. (1/2)
Capítulo 1: Nuevos aires. (2/2)
Capítulo 2: Acondicionamiento. (1/2)
Capítulo 2: Acondicionamiento. (2/2)
Capítulo 3: Amigos. (1/2)
Capítulo 3: Amigos. (2/2)
Capítulo 4: Personalidades. (1/2)
Capítulo 4: Personalidades (2/2)
Capítulo 5: Súbito incremento de palpitaciones. (1/2)
Capítulo 6: Tal vez. (1/2)
Capítulo 6: Tal vez (2/2)
Capítulo 7: La playa. (1/2)
Capítulo 7: La playa. (2/2)
Capítulo 8: Intenso vivir (1/2)
Capítulo 8: Intenso vivir. (2/2)
Capítulo 9: Fragmentos del pasado. (1/2)
Capítulo 9: Fragmentos del pasado. (2/2)
Capítulo 10: La casa azul. (1/2)
Capítulo 10: La casa azul. (2/2)
Capítulo 11: Un sentimiento nuevo. (1/2)
Capítulo 11: Un sentimiento nuevo. (2/2)
Capítulo 12: Una mala noticia. (1/2)
Capítulo 12: Una mala noticia. (2/2)
Capítulo 13: Sueños distantes.(1/2)
Capítulo 13: Sueños distantes. (2/2)
Capítulo 14: Sentido de urgencia. (1/2)
Capítulo 14: Sentido de urgencia. (2/2)
Capítulo 15: Antes de la tormenta. (1/2)
Capítulo 15: Antes de la tormenta. (2/2)
Capítulo 16: La traición. (1/2)
Capítulo 16: La traición. (2/2)
Capítulo 17: Días de fuego. (1/2)
Capítulo 17: Días de fuego. (2/2)
Capítulo 18: Grandes evidencias (1/2)
Capítulo 18: Grandes evidencias. (2/2)
Capítulo 19: Trapitos al sol. (1/2)
Capítulo 19: Trapitos al sol. (2/2)
Capítulo 20: Con olor a hierba. (1/2)
Capítulo 20: Con olor a hierba (2/2)
Capítulo 21: Los niños perdidos. (1/2)
Capítulo 21: Los niños perdidos (2/2)
Capítulo 22: Navidad. (1/2)
Capítulo 22: Navidad (2/2)
Capítulo 23: Un dulce hogar. (1/2)
Capítulo 23: Un dulce hogar. (2/2)
Capítulo 24: Mala compañía. (1/2)
Capítulo 24: Mala compañía. (2/2)
Capítulo 25: La prueba (1/2)
Capítulo 25: La prueba (2/2)
Capítulo 26: Sueños de tinta y papel. (1/2)
Capítulo 26: sueños de tinta y papel. (2/2)
Capítulo 27: El tres es de mala suerte. (1/2)
Capítulo 27: El tres es de mala suerte. (2/2)
Capítulo 28: A Dios (1/2)
Capítulo 28: A Dios (2/2)
EPILOGO
A Riverita.
LISTA DE REPRODUCCIÓN.
Y el fin.

Capítulo 5: Súbito incremento de palpitaciones. (2/2)

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By MarchelCruz

Walter se había dedicado a stalkear al artista por lo que mientras la muchedumbre esperaba ansiosa, nosotros escuchábamos a nuestro amigo contarnos lo que sabía sobre el virtuoso al que veríamos. Había sido un niño prodigio, comenzó a tocar el violín desde los cinco años, y estudió en las mejores escuelas de música de Alemania, Londres y Estados unidos, pero desde hacía poco que había logrado conseguir popularidad entre los jóvenes y adultos que no sabían nada de la música clásica, gracias a que incluía en su repertorio covers de cantantes famosos. Esa era la razón de que asistieran tantos espectadores.

Conversábamos entre nosotros, cuando de pronto las luces se apagaron y las primeras tenues notas de una canción resonaron por todo el auditorio, mi corazón dio un salto, y luego latió con alegría al descubrir de que canción se trataba, era un reconocimiento tal, que sólo se compararía con encontrarse a un ser querido al que no se ha visto en muchos años, luego de creer que ya no lo verás jamás. Era viva la Vida de Coldplay y en verdad me hacía sentir viva, alegre, todos mis males se iban mientras las notas musicales danzaban alegres sobre mis hombros, entraban a mis oídos, me legraban el momento.

El resto de la noche fue igual de increíble, pasamos de músicos contemporáneos a música clásica, de ritmos lentos y melosos a unos más rápidos y vivaces. Nuestras almas fueron suyas durante el tiempo que duró el concierto y luego salimos embelesados de ahí.

—Es un genio —comentó Walter en un suspiro mientras caminábamos hacía la salida. Riverita lo miró divertido, en verdad tenía una expresión graciosa, casi parecía amor. —Es un genio de la música.

—Sí, bueno...—refunfuñó Alejandro, que iba con la mirada clavada en el piso—Maldito genio, pudo ir a las mejores escuelas del mundo.

—Pero fue gracias a su talento—lo interrumpió Walter, a lo que Riverita asintió.

—Es cierto, Alex, —dijo este—Walter tiene razón, su talento es natural.

—Natural ni que la mierda...—farfulló él, —Todas las putas horas de práctica no son naturales. Walter sería tan bueno como él si hubiese empezado a la edad que él empezó y tenido los maestros que él tuvo.

—¡Claro que sí! —exclamó Lorena, que se había quedado un poco atrás, esperando a Ángela, y venía corriendo para unirse con el resto—Walter también es un genio, toca hermoso el violín, yo lo he oído ¿Lo has oído, Ingrid? —se volvió a preguntarme.

—No —dije, con un movimiento negativo de la cabeza—A Alejandro sí.

Pero me arrepentí de inmediato al decirlo, pues había sido aquella primera vez, en que él me echó de esa manera tan poco civilizada de la sala de música solo porque interrumpí su práctica.

—¿En serio? —Preguntó Ángela con verdadera sorpresa, y volvió la mirada hacia mí —Alejandro sólo toca para sus maestros y para Diego, casi no deja que nadie más lo escuche.

—Es cierto—contestó Riverita—¿Cuándo la invitaste a escucharte? —Y ahora se dirigió a su hermano —Alex—lo llamó, ya que este tenía la mirada perdida en algún lugar cerca de la puerta.

—Yo no la invité —se enfadó éste, volviendo la mirada un segundo hacía mí—Ella interrumpió mi practica —y me miraba con algo más que enojo, algo diferente.

Entonces Riverita soltó una carcajada y me miró.

—¿Se enojó mucho? —me preguntó, sonriente. Conocía muy bien a su hermano.

—Mucho, mucho. —dije, devolviéndole sin proponérmelo, la sonrisa, él lograba contrarrestar la mirada fría de su hermano.

Continuamos caminando hasta llegar a las puertas del auditorio, y cuando ya habíamos caminado varios metros entre las personas que pululaban por ahí, Alejandro detuvo a Riverita.

—Demos la vuelta —comentó enfurruñado, tomando a su hermano por el antebrazo.

—¿Por qué? —preguntó Riverita, pero Alejandro no le pudo contestar ya que una voz llamó la atención de todos.

—¡Ey, Alex, Alex! —exclamaba un muchacho, a varios metros de nosotros, que se acercaba corriendo.

—Porque ahí está el imbécil de Damián— Alcanzó a decir el aludido a su hermano antes de darse la vuelta y dedicarle una sonrisa de piedra a quien lo llamaba —Damián—dijo, —hola.

—Alex, hola—exclamó el muchacho, que era casi tan alto como Riverita, tenía la piel blanca, las mejillas arreboladas como de quien se pasó de copas y el cabello despeinado. Llevaba lo que parecía una costosa camisa azul de mangas largas, pantalones de mezclilla y mocasines.

—Ey, hola—saludó también Riverita, extendiéndole la mano.

—Ey, Diego—comentó el muchacho mirándolos a ambos y estrechando la mano de Riverita—, también estas aquí. —Luego llevó la mirada hacia donde estábamos los demás y la clavó en Walter. —¡Y Walt! —exclamó, haciendo ruido y acercándose a nuestro amigo, que le saludó sin muchas ganas.

—Están todos aquí, —exclamó, como si no fuera obvio. —¿Están de vacaciones o algo así?

—No...—contestó Alex con rapidez—venimos por el concierto.

—¿Estaban ahí? —preguntó, señalando detrás de sí, cuando en realidad el concierto había sido hacia el otro lado. —No los vi ¿Estaban hasta adelante?

—No...—contestó otra vez Alejandro, incomodo—estábamos en una fila de un poco más atrás.

—Ah, ya—asintió el muchacho —¿Y en qué parte del extranjero están estudiando? —continuó.

Alejandro resopló antes de contestar.

—En ningún lado, —dijo—nos quedamos en el país.

—¿En serio? —contestó el muchacho, con fingida sorpresa. —Como no los hemos visto en la nacional de bellas artes pensamos que estaban en el extranjero. —comentó, señalando otra vez tras de sí, en donde un grupo de muchachos lo esperaban, un grupo que destilaban la misma presunción que él, casi la misma que percibí en Alejandro cuando lo vi por primera vez. —En especial a ti, Walt—continuó, señalándolo con el dedo—este año en serio pensamos que lo lograrías, bueno, no tú Alex, pero Diego y Walt sí.

En aquel momento, pude ver como Riverita le pasaba una mano por el antebrazo a Alex y lo sujetaba con cierto disimulo.

—Sí, bueno —sonrió Riverita, con educación —Nos decidimos por el Instituto Salazar de Artes y Letras este año.

—¿En el Salazar? —Inquirió Damián —No está tan mal. Aunque escuché que reciben a cualquiera.

Riverita sostuvo con más fuerza a su hermano.

—Bueno, igual, suerte el año que entra —comentó el chico, dando por finalizada la conversación. Estrechó la mano de los muchachos, ignorándonos a Ángela, Lorena y a mí, entonces comenzó a irse, pero en mitad del camino, cuando ya nos íbamos a retirar, regresó corriendo.

—Ah, se me olvidaba—jadeó por el esfuerzo de regresar corriendo —Julián, ¿Sí se acuerdan de él? Regresó de Canadá del intercambio y estamos celebrando, pueden ir si quieren, para allá vamos ahorita. Estaría padre platicar un rato y ponernos al día.

—Gracias —comentó Riverita—Si nos da tiempo iremos.

—Anímense—siguió Damián— vamos a estar puros cuates, va a haber de todo.

—¿En serio iremos? —se me ocurrió preguntar cuando el chico ya se había ido, a lo que Alejandro me volvió a mirar con una mirada asesina y Lorena se rió con ganas.

—¡Deberíamos ir! —exclamó esta, con Ángela haciéndole segunda, pero se estaban burlando, y no sabía si de mí, del enojo de Alex, o del chico. Pero era obvio que no iríamos a ningún lado.

—Explíquenle a Ingrid que nosotros no vamos a las fiestas de pendejos como ese —comentó Alejandro, tratando de contener su enojo.

—Porque no nos invitan—interrumpió Riverita, con una sonrisa llena de gracia. —Y somos mala copa.

—Pero lo acaban de hacer—comenté, sólo por decir algo.

—¡Pero ese imbécil no cuenta! —se enfadó Alejandro. —¿Escuchaste, Diego, lo que dijo ese hijo de puta? ¡Todavía se atreve a burlarse, el muy cabrón!

—Cálmate, —le sugirió Riverita, poniéndole una mano en el hombro.

—¿Cómo mierda me voy a calmar luego de lo que dijo, Diego? —exclamó, ahora más fuerte que nunca, pues ya estábamos más cerca de donde había dejado el choche, y ahí no había tanta gente.

Cuando nos subimos al auto, Alejandro aun hacía coraje, lanzaba chispas e imprecaciones en nombre del muchacho, mientras Riverita lo calmaba unas veces y se reía otras. Walter venía en la parte trasera del auto, silencioso.

—¿Estás bien? —le pregunté, ignorando a los otros. Después de lo ocurrido Walter había dejado de verse alegre como cuando salimos. Tenía una expresión que no podía definir, parecía vergüenza y tristeza.

—Sí. —me sonrió, pero a todas luces era una sonrisa falsa, las conocía bastante bien pues durante mucho tiempo fui experta en utilizarlas.

El auto arrancó, todavía con Alejandro al volante, y enojado conducía aun peor, rebasaba carros y giraba en lugares en donde no se permitía, hacía sonar el claxon y se peleaba con los conductores de los otros autos. Estábamos en un semáforo en rojo, ya muy cerca de la escuela cuando de pronto Riverita comenzó a reírse como maniaco, se dobló de risa en su asiento.

Alejandro lo miró con atención, pero no le preguntó nada.

—¿Adivina quién es el pendejo que va delante de nosotros? —le preguntó Riverita, cuando se tranquilizó. Pero Alejandro no le contestó, no estaba de humor para seguirle el juego. —¿No? —Se rio, al notar que no le contestaría —es el imbécil de Damián. Ha estado delante de nosotros desde hace un rato.

—¿Y? —Gruñó Alex.

—Nada—contestó Riverita, que se encogió de hombros—sólo imaginaba cuan emputado estaría si le chocáramos el carro, ¿Te acuerdas cuanto le gustaba su carro cuando estábamos en la prepa? ¿Crees que lo siga haciendo?

Walter se rió sin ganas en su asiento, mientras que Alejandro se reía con fuerza, Lorena y Ángela sonreían también, como si fuera un chiste privado que no quisieran compartir conmigo.

—¿Sabes qué sí es chistoso, Diego? —Preguntó Alex, pero no le dejó responder —Que este carro es de papá y debe estar asegurado.

En aquel momento estallaron en risas, el semáforo cambió a verde y todos se pusieron el cinturón de seguridad al unísono, mientras el auto tomaba velocidad por la carretera, pasando de largo la intersección que nos llevaría a la escuela.

—Alex —dije, sujetándome de la cabecera del asiento delantero en que se encontraba—ya te pasaste la escuela.

—Siéntate—me respondió con frialdad, mientras Walter me jalaba de vuelta al asiento.

—Ponte el cinturón —me sugirió éste, pero al bajar la mirada me di cuenta de que ya no quedaban cinturones porque yo estaba en un sitio en donde no podía ponerme los laterales ni el del medio para niños.

—Ay, no, por favor —dije, con el miedo en la garganta, pues comprendí de pronto lo que pretendían hacer—no le van a chocar el carro a ese tipo ¿Verdad?

—Sólo siéntate—me calmó Riverita, volviéndose para verme con sus cálidos ojos cafés.

—¿Pero no lo harán? —pregunté.

Nadie me contestó.

Alejandro se dedicó a seguir al auto por varios minutos más, hasta que entró a una calle residencial, en donde la carretera era más estrecha y las casas la flanqueaban, fue en ese momento en que la velocidad del auto volvió a subir, y el miedo se instaló en mis huesos.

—¡Déjenme bajar, quiero bajar! —Exclamé.

—¡No, —se enfadó Alex, —todos vamos a hacer esto!

—¡Por favor Diego, déjame bajar! —grité intentando razonar con él, mientras sentía que nos acercábamos más y más al otro carro que conducía a baja velocidad por la calle.

—¡Ingrid, cálmate! —se enfadó también Ángela, me atrajo a su pecho y me abrazó—no va pasar nada. Es un juego.

—Quiero bajar...— sollocé.

—¡Ángela, cállala! —exclamó Alejandro, ahora furioso.

—Entonces déjame bajar—le grité.

—¡Déjala bajar, Alex! —intervino Riverita, dándole un golpe a su hermano en el hombro.

—¡No! —gritó Alejandro y en ese momento nos detuvimos en un estrepitoso sonar, uno que hizo detener mi corazón un segundo, me estrellé contra el asiento delantero de Diego, y me golpeé. Los demás fueron sostenidos por sus cinturones de seguridad. Las llantas rechinaron sobre el pavimento y segundos después todo terminó, había sido más angustioso esperar el impacto que el impacto en sí, la espera era demasiado para mi susceptible corazón.

—¿Ves? —Exclamó Alejandro, enfadado, mientras se deshacía del cinturón de seguridad —¡No es la gran cosa!

Y era cierto, pero del cofre del carro negro en el que estábamos ya comenzaba a salir abundante humo negro, mientras del otro carro los tres que iban a bordo salían con premura al igual que nosotros, con rostros pálidos del susto. El primero en salir del otro carro fue Damián.

—¡Mi carro! —Gritó —¡Mierda, mi carro! ¡Me lleva la chingada! —exclamaba Damián, mientras se agarraba la cabeza con la manos enterradas entre el cabello y observaba como había quedado la parte trasera del auto. —¡Tú, imbécil! —Exclamó, yendo a grandes zancadas a donde estaba Alejandro, con claras intenciones de golpearlo—¡No te fijas, cabrón, me destrozaste el carro!

—Perdón —contestó este, con evidente complacencia, mientras se sacudía la camisa, que en realidad no tenía nada—No sé qué pasó, lo siento.

—¡Alex! —Se enfadó Damián, cuando lo reconoció—¡Eres un pendejo, güey, me chochaste el carro, cómo fuiste tan idiota! ¡Me chocaste el puto carro!

—Ya, ya...—lo calmó Alex, tratando de sonar consternado —lo pagará el seguro. ¿Están todos bien?

—¡Sí, estamos bien, pero mi coche mira cómo quedó! —siguió gritando el chico, pero yo lo escuchaba ya en la distancia, pues no me quedé para ver más, la cabeza me daba vueltas. Eché a andar de prisa por la calle dejándolos para que se gritaran a gusto. Caminé desorientada, sin que nadie se diera cuenta, y ya había avanzado varías cuadras cuando una mano me tomó del hombro y me hizo volver con brusquedad. Era Riverita.

—¡Suéltame! —exclamé, y me aparté de él. —¡Déjame en paz!

—Ingrid, por favor —comentó él, tomándome por el antebrazo. —¿te golpeaste la cabeza? —continuó, al notar que no me quitaba la mano de la frente.

—¡Riverita, suéltame ya! —Lloré, no sabía por qué de pronto estaba tan enojada, sabía que estaba asustada, eso sí lo sabía; la única vez que había estado en un auto colisionando había sido con mi papá mientras éste conducía borracho, apenas unos meses después de perder a mamá. Pero ahora más que miedo era coraje, en especial con él, pues le había suplicado que me dejara bajar, había creído que si se lo pedía a él daría más resultado que si seguía pidiéndoselo a Alex, pero había dado lo mismo.

—Ingrid, perdón—continuó, aunque accedió a soltarme —no te puedes ir sola.

—Lo voy a hacer—gruñí, y me di la vuelta.

—Espérate un rato, en cuanto lleguen los de la aseguradora nos podemos ir. —insistió.

—¡Los del seguro me valen madre! —Exclamé, echándole una mirada furibunda—¿Por qué le dijiste que lo hiciera?

—No sé—exclamó, con evidente arrepentimiento —sólo quería hacer sentir mejor a Alex. No creí que en serio lo hiciera. No creí que te lastimara.

—¡Pero lo hizo!—grité exasperada—¿¡Qué necesidad tenían de hacerlo!?

Entonces Riverita frunció el ceño, confundido y un poco molesto.

—¡Porque ese imbécil se lo merecía!—exclamó—¿No escuchaste lo que dijo? Además chocarle el carro era como matar dos pájaros de un tiro.

—¿Sabes qué, Riverita?—le dije, me detuve un segundo en la calle, y me volví en redondo para mirarlo —A veces yo no entiendo nada de lo que dicen. Hablan todo el tiempo como si yo debiera saber a qué se refieren. Son pésimos nuevos amigos, y me hacen sentir tanto bien como mal.

Y luego ya no le dejé decir nada, me eché a correr, pero una vez más me detuvo.

—Alejandro y yo somos unos pendejos para hacer nuevos amigos, —soltó con rapidez a modo de excusa cuando logró detenerme.

Yo jadeaba, no había logrado llegar muy lejos antes de que me alcanzara.

—Y por lo de ese imbécil...—dijo después, señalando tras de sí en donde ahora alcanzaba a ver en la distancia las luces rojas y azules de una patrulla—, es un cabrón que se estaba burlando porque él entró en Bellas Artes y nosotros no. Pero eso está bien, —se encogió de hombros—sabemos que no fue por falta de talento —en ese momento se detuvo un segundo, vaciló y luego continuó—pero Walter si podía entrar, y no se presentó al examen porque un grupo de idiotas lo encerraron en el baño y se estaba burlando de él, el muy maldito.

Asentí, sin creerle nada pero aun así pregunté:

—¿Y el otro pájaro?

Él frunció el ceño, confundido y se movió inquieto, cambió el peso de un pie a otro.

—Dijiste que chocarle el carro era como matar dos pájaros de un tiro, uno era hacer enojar al idiota ese ¿cuál era el otro? —le aclaré.

Él medio sonrió al comprender.

—Hacer enojar al papá de Alejandro—contestó, como si debiera ser obvio—lo dejamos plantado, le robamos los boletos del concierto y le chocamos uno de sus coches. Se va a encabronar.

—¿Y por qué querrían hacer eso? —pregunté incrédula, con demasiada rapidez como para darme cuenta que había dicho "el papá de Alejandro" y no "nuestro padre".

—Porque el desgraciado se lo merece —Exclamó —Merece que lo hagamos enojar aunque sea un poco.

—¿Y por qué? —repetí, más confundida y enojada que nunca. —¿Qué les hizo?

—¡No quiso pagarnos la escuela! —contestó, con el tono más enfadado que le había escuchado, como si fuera el crimen más vil del mundo, lo que me hizo sentir más enojada aun. Eran un par de imbéciles, y eso lo creía de Alejandro, pues lo había demostrado de sobra desde que lo conocí, pero no él, no Diego.

—¿Sabes que a mí tampoco nadie me quiso pagar la universidad? —Pregunté, indignada—Mi papá me dejó a mi suerte y no por eso hablo así de él, ni hago vandalismo con sus bienes.

—Pero debió ser porque no pudo, no porque no quiso—comentó Riverita, gesticulando con furia.

—¡No importa!—le dije.

—¡Sí importa —exclamó —, seguro tu papá no gana un millón y medio al año! ¡El nuestro es un miserable que tiene más dinero del que puede gastar y aun así no quiso pagarnos la escuela de arte!

No le dejé decir más, me di la vuelta y seguí caminando, me sentía ofendida, pues era la excusa más barata y estúpida que había recibido en casi toda mi vida. Intentó detenerme, pero no le hice caso, entonces se limitó a seguirme en silencio por todo el camino, las cinco cuadras que nos separaban de la escuela, y cuando ya estaba en la entrada de mi edificio se detuvo, no entró, sólo se aseguró que yo hubiese entrado.

Al llegar a mi habitación me tumbé en la cama y me puse a llorar. No pude contener las lágrimas, estas salían sin permiso, el cuerpo aún me temblaba, sentía un poco de todo, me sentía tan idiota por lo ocurrido, tan mareada y tonta por no poder ser joven, estúpida y espontanea como ellos, me hacían sentir tan mal, tan ajena. Yo quería ser parte de ellos en todos los aspectos, ser como ellos, pero no los comprendía en absoluto, sólo eran un cumulo de personalidades extrañas.

Al final de ese día sólo había sacado en claro que Alejandro era un completo desquiciado enfadado con el mundo. Se desquitaba con quién sea o con lo que fuera. Era como si en algún momento de su vida le hubiesen hecho mucho daño, uno irreparable, o arrebatado algo muy valioso que no pudiera remplazar con nada y sintiera la fiera necesidad de hacer lo que hacía, de golpearse contra el mundo, de herirse de esa forma llevando consigo a todo aquel que se encontrara orbitando cerca de la supernova que era él, para terminar de romperse, de colapsar. Diego en cambio era un ser tranquilo y noble, pero todo aquello se iba la mierda si Alejandro entraba en su trayectoria, lo sacaba de su ensoñación poética y lo desataba para mal, era como si no pudiera evitarlo, uno era fuego y el otro keroseno. Diego era el segundo, el irremediable keroseno.

N/A

Espero que les haya gustado, que les entretenga aunque sea algo, no sé ¿qué les pareció?

El próximo capitulo lo publicaré completo pero será dentro de dos semanas. Si les gustó pueden dejarme comentarios o votos, si no, pueden mandarme a la chingada 😅 😅 😅¡pero con amor eh!  

Los aprecio mucho, mis lectores. Gracias por seguir aquí. ❤️ ❤️ ❤️ ❤️

Este capitulo va dedicado a dos personas. la primera es nonogyl, ella es una escritora que conocí en un intercambio de lecturas si mal no recuerdo, y bueno, es genial, tiene una novela llamada LA VIDA SECRETA DE ALEJANDRA, y bueno, que puedo decir, está muy buena, lo poco que he leído, lo es, espero tener tiempo para seguir leyéndola, ah también hace portadas. Sería genial que le echen un vistazo a su cuenta

La otra persona es un amigo entrañable de la secundaria que lee todas mis locuras. Gracias, gracias siempre. EstebanLpezGarca

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