Su dulce debilidad ©

Door TRomaldo

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Reece Wood no era un chico bueno pero tampoco era cruel. No bebía en exceso pero ello no significaba que no l... Meer

PRÓLOGO
CAPÍTULO 1: EL TRATO
CAPÍTULO 2: Un Amigo De La Infancia
CAPÍTULO 3: EL JUEGO EMPIEZA
CAPÍTULO 4: RECHAZADA
CAPÍTULO 5: CAMBIO DE IMAGEN
CAPÍTULO 6: EL PRIMER ERROR
CAPÍTULO 7: ¿JAKE ESTÁ ENAMORADO?
CAPÍTULO 8: TODO EMPIEZ AQUÍ
CAPÍTULO 9: EL JUEGO EMPIEZA
CAPÍTULO 10: HERIDAS
CAPÍTULO 11: REECE EN ACCIÓN
CAPÍTULO 12: JACKSON NO ES EL ÚNICO QUE PUEDE AYUDAR
CAPÍTULO 13: VACACIONES Y FIESTAS
CAPÍTULO 14: DESEO
CAPÍTULO 15: JUGANDO
CAPÍTULO 16: PERDIENDO EL CONTROL
CAPÍTULO 17: BUSCANDO A AMY
CAPÍTULO 18: ¿SORPRENDIDO?
CAPÍTULO 19: LA PRIMERA VEZ
CAPÍTULO 20: CORAZONES ROTOS
CAPÍTULO 21: ¿ME PERDONAS?
CAPÍTULO 22: LA ÚLTIMA VEZ, REECE
CAPÍTULO 23: EL PERDÓN DE JAKE
CAPITULO 24: METIDA DE PATA
CAPÍTULO 25: CUANDO YA ES TARDE
CAPÍTULO 26: TAN LEJOS
CAPÍTULO 27: UN NUEVO JUEGO
CAPÍTULO 28: ENCUENTROS, DECEPCIONES Y CONFESIONES
CAPÍTULO 29: QUÉDATE CONMIGO ESTA VEZ
CAPÍTULO 30: DISCUSIONES
CAPÍTULO 32: LA CURIOSIDAD DE REECE
CAPITULO 33: QUE EMPIECE EL JUEGO
CAPÍTULO 34: JESSICA
CAPITULO 35: RECUPERARLA
CAPITULO 36: SECRETOS DE HUNTER
CAPITULO 37: UNA NOCHE DIFERENTE
CAPÍTULO 38: AMY Y HUNTER
Capítulo 39: ELLA Y YO

CAPÍTULO 31: UNA TARDE DE AMOR

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Door TRomaldo

Una tarde de amor

Amy dejó de mirar a su alrededor cuando, después de más de casi una hora esperándolo, no lo vio por ninguna parte. Era la única que continuaba sentada en las gradas, con algo de frío, a la espera de que alguien saliera. No iría. Realmente había querido felicitarlo, aunque posiblemente estuviera con sus amigos y la hubiera olvidado en el proceso. Es más, normalmente tenían fiestas cuando ganaban algún partido importante.

Bajó a trompicones y salió del estrado algo desanimada. Pero no importaba, otro día, quizá luego, se encargaría de felicitar a Hunter personalmente. Fue mientras caminaba por el largo pasillo completamente desierto que daba a la salida cuando se cruzaron. No había absolutamente nadie allí, ninguna voz ni sombra de nadie. Por eso, cuando sintió que alguien deslizó la mano en su cintura de manera repentina, le fue imposible ahogar el grito de sorpresa, cuando halaron de ella y a empujaron dentro de un pequeño armario repleto de artefactos de limpieza.

—¡Dios! —murmuró con el corazón latiéndole desbocado de la impresión.

Una enorme sonrisa se extendió en el rostro de Hunter, mordiéndose el labio inferior lentamente cuando la arrinconó contra la puerta de la estancia de limpieza. Apoyando el antebrazo sobre su cabeza, no dejaba de reír en voz baja por su reacción.

—¿Te asusté mucho? —Se burló, jugueteando con un mechón de su cabello largo—. Lo lamento, pequeña.

Amy negó un par de veces, una sonrisa amenazando por escabullirse en su rostro hasta que lo notó. Hunter la observaba con una sonrisa tensa, los labios presionados y los ojos tan fastidiados como pocas veces estaban.

Alzó una mano hacia él, pensando en las miles de cosas que pudieron suceder en ese lapso de tiempo. Creyó verlo feliz por haber ganado el partido, pero lucía muy abatido e incluso molesto como para que se hubiese tratado de cualquier cosa. Acarició el rostro de Nowell lentamente, deslizando sus dedos en él con preocupación.

—¿Qué sucedió?

—Sólo Zack siendo un idiota —bramó exasperado—. Anne me tiene harto, joder —murmuró entre dientes—. No sé cómo pude estar con ella, no me deja en paz ahora. Pero olvídalo, sólo fue una tonta discusión que no vale la pena —Entonces alzó una ceja y sonrió hacia ella, tomándola del mentón y acercándose en demasía hasta que no hubo distancia en ellos—. ¿No hay algo que quieras decirme?

Claro que sí.

Le dio un corto beso en los labios y lo abrazó efusiva, repartiendo besos en Hunter por su mejilla, su nariz y su cuello. Estaba tan feliz por él...

—Lo hiciste muy bien —Le dijo entre besos, abrazándolo tanto como podía—. Fuiste el mejor de todos.

La risa de Hunter acarició su mejilla de una calada. De pronto, aún más cerca, sentía el cuerpo del muchacho encima suyo, apresándola contra la puerta, y , arrinconada en el pequeño espacio en el que se encontraban, bajo la escasa iluminación que se filtraba por las rendijas del armario, vio la maliciosa mirada oscura que él le dirigió.

—Qué linda... —sonrió Nowell ampliamente, inclinado hacia ella y moviendo la cabeza de lado a lado, tan lento y cálido que ella sentía su rostro cosquillear a cada segundo. Con los dedos, acarició los labios entreabiertos que mantenía Amy tan absorta—. Me alegra saber que soy el mejor para ti.

Lo último que vio con claridad antes de fundirse en la boca de Hunter fue aquellos ojos oscuros mirándola con tanta calidez que sin decir ninguna palabra, sin promesas ni juramentos a veces vacíos, se sintió tan querida por aquella mirada que nunca antes había recibido. Inclinada la cabeza hacia él, le tomó el rostro y junto sus bocas en el beso más apasionado que pudo darle. Fundió sus sentimientos y cada emoción que Hunter causaba en ella con una sonrisa, con una mínima mirada que la hacía aflorar hasta hacerla sentir en las nubes. Jugó con su lengua en él, los ojos cerrados y permitiéndose querer sin temores, sin preocupaciones ni corazonadas frías y dolorosas. Por una vez no se sentía incorrecto, podía sentirse segura con él, entre aquellos brazos que tenían siempre un espacio para ella, con aquella persona que la quería tal y como era, sin lamentaciones ni vergüenzas.

Y entonces allí, en el armario de limpieza, todo a su alrededor pareció calentarse. Sintió su piel incendiarse ante cada caricia, cada beso y toqueteo cuando la mano de Hunter bajó a su blusa a arrebatársela de la menta más lenta posible, sin prisas ni arrebatos. Amy bajó las manos por el rostro de Hunter, acariciándole el cuello y los hombros tensos y fuertes contra ella, bajó los dedos en caricias y cosquilleos en el torso del joven. Fue allí, cuando entre jadeos sintió la mano de Hunter deslizarse bajo su falda, subiendo por sus muslos hasta presionar su trasero entre risas.

Él se detuvo cuando Amy le giró el rostro, alejándolo con una mirada carga de temor y preocupación. La observó por cortos segundos, el ceño fruncido y los labios tan rojizos como hinchados, la respiración tan agitada que llegó a ella el cálido aliento de Nowell.

—¿Qué sucede? ¿Hice algo mal?

Amy abrió los ojos de sorpresa al oír aquella pregunta que la tomó tan desprevenida que, de sólo ver sus ojos grandes y oscuros, las pestañas largas y rizadas de Hunter aleteando hacia ella, se sintió culpable. Ella solo quería que fuese, quizá, más especial.

—Preferiría que nuestra primera vez... —murmuró avergonzada, pensando en si aquella petición no era ridícula de alguna forma— no fuese en el armario del conserje.

—Demonios...

Y Hunter estalló en carcajadas, tan fuertes que el sonido ronco de su voz resonó en el pequeño espacio en el que se encontraban. Se sintió apenas un poco fastidiada, abriendo la boca cuando, de pronto y sin siquiera verlo venir, él volvió a besarla tan rápido que apenas tuvo tiempo de responderle.

—Sinceramente me encantaría hacerlo en todas partes contigo pero como desees, puedo esperar. Esto es tuyo —sonrió divertido mientras le entregaba la blusa que mantenía arrugada entre los dedos, presionándolo con tanta fuerza que los nudillos se mantenían blanduzcos.

Lo tomó, prácticamente hecho un desastre y se vistió lo más rápido que pudo bajo la fija mirada que tenía de Hunter encima suyo. Apoyado contra la puerta, los brazos cruzados y una pierna flexionada, deslizaba la mirada sobre ella con tanta fijeza que sintió sus mejillas incendiarse a cada instante.

—No quiero asustarte —siguió riéndose, sacudiéndose el cabello entre largos suspiros— pero me has dejado mal, pequeña —Entonces abrió la puerta y se carcajeó siempre con aquella amplia sonrisa en el rostro—. Vámonos ya.

Lo miró preocupada, anonadada mentiras, viéndolo tan feliz y sonriente como siempre, se iba. ¿Qué se suponía que debía hacer en esos casos? Es más, ¿cómo pudo suceder eso?

No tenía la más mínima idea de qué hacer.

—¿Estás seguro que está bien?

—Mi casa está a cinco o diez minutos, no pasa nada.

Hunter Nowell, de pie a pasos de ella en medio del pasillo, le extendió la mano con una mirada socarrona y mordiéndose el labio lentamente. Tomó su mano y caminaron por el descampado corredor, salieron por el estacionamiento, y llegaron tan rápido que apenas pudo notarlo. La casa de Amy, a diferencia, sí estaba mucho más lejos como para irse caminando.

—Siéntete como en casa, vuelvo en un rato.

Después del pequeño incidente que sucedió en el armario de limpieza, dudaba que algo entre ellos con tanta intensidad sucediera hasta un largo, muy largo, tiempo.

|...|

Hunter dejó de besarla y la miró desde arriba, encima de ella, con la cabeza ladeada y los codos apoyados sobre la cama con el torso desnudo y apenas usando los pantalones de pijama, y la abrazó con fuerza, antes de rodar por todo el colchón entre bajos jadeos.

—Me encantas, ¿sabes? —Le dijo al oído—. Lamento no haber pasado tanto tiempo contigo esta semana, estuve entrenando.

—No pasa nada, está bien que tengas tu espacio.

—Sí, pero apenas te he visto esta semana un par de veces — Se quejó. Callados, Amy enterró los dedos en el cabello de Hunter, tan tranquilos en el silencio que abrumó, sin necesidad de hablar—. ¿Qué tal hoy? ¿Sucedió algo interesante?

Se encogió de hombros, restándole importancia.

—Nada interesante, todo igual —rio antes de acurrucarse junto a él—. Hasta ahora.

—Pensé que Reece se sorprendería pero en realidad le hizo gracia cuando supo que salimos —dijo dando la vuelta y mirándola directamente a los ojos—. Parece que anda detrás de alguien que le gusta muchísimo, no sé quién es de todas formas —rio.

—Hoy lo vi y estuvimos hablando, pero...

Amy quedó callada cuando, ahora de cerca y con la luz necesaria como para poderlo observar claramente, vio la ceja de Hunter sangrando. No sólo eso, tenía también la frente ensangrentada y rasguñada. Apenas deslizó el dedo pulgar en él, cuando Hunter soltó un grito tan adolorido y desgarrador que una corriente helada la sacudió.

Nowell se sentó rápidamente en la cama, apoyando la espalda en el respaldar con los ojos cerrados del dolor.

—Lo lamento, no quería hacerte daño... ¿Dónde tienes un botiquín o algo?

—En el baño pero no es... —decía él cuando Amy salió corriendo en búsqueda de la pequeña caja blanca antes de que terminara de hablar— necesario...

Amy Donovan se apresuró a cargar el paquete y a sentarse al lado de Hunter cuando este la tomó de la cintura y la acomodó encima suyo, sujetándola sobre las piernas aún con una mueca de dolor en el rostro. Ella se cruzó de brazos, rodando los ojos cuando el joven la abrazo con fuerza y, soltando jadeos de dolor, hundió el rostro en ella, en su cuello, su pecho y cualquier lugar de su cuerpo en el que pudiera besarla.

—No pareces muy herido.

—Oh, bebé, no lo estoy en lo absoluto —rio—. Pero si quieres jugar conmigo a la enfermera soy todo tuyo.

Amy sonrió y abrió el botiquín al lado de ella, ignorando los besos húmedos que Hunter depositaba en ella, en cómo mordisqueaba su oreja y sus cuello lenta y tortuosamente. Estaba tan ocupada intentando concentrarse en limpiarla herida que lejos de detenerse había empezado a sangrar nuevamente, y en mantener las manos de Nowell quietas que ninguno de los dos oyó a alguien, tan cauto y silencioso, entrar a la casa.

.
Estoy por empezar una historia, así que pronto les estaré avisando para que se pasen. Si les gusta, sería genial poder leernos también por allí.

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