El Pocionista y la Cantante

By Samira85106

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El mundo mágico se encuentra a la expectativa de una nueva guerra, hasta los muggles se están dando cuenta de... More

La cena de compromiso
El juramento
Una terrible misión
La llegada
Un paseo por Diagon
La iniciación
La boda
La boda parte dos
El nidal de nubes
Dulce Luna de miel
¡Ma Che Bella Italia!
Entre vinos y tarantelas
De vuelta a Inglaterra
¿Por qué Snape?
Primer día de clases
Un paseo, una maldición
Un buen consejo de un buen amigo.
Conflictos
La fiesta de navidad
El pensadero
Cena de noche buena
Obsequios
Día de visitas
Una grata sorpresa
Embarazada
¡Feliz cumpleaños, señora Snape!
La fiesta
Veneno
Terror en la escalera
San Mungo
Vendetta
Superando el dolor
¿Qué oculta Draco?
La sesión de fotos
Un importante descubrimiento
Remembranzas
Un hipógrifo rebelde emprende el vuelo
No siempre el triunfo trae alegría
Avada Kedavra
Perderlos a los dos a la misma vez
Dolor
Una despedida como se debe
Desahogo
Que difícil es ser espía
El Rescate
Una propuesta rechazada
Cae el Ministerio
Un lugar donde esconderse
En Grimauld place
La tribulación de Remus
Fugitivos
El castigo del Señor Tenebroso
Las calamidades del director
Por culpa del guardapelo
Godric's Hollow
Por muy poco
Su nombre es tabú
Huída frustrada
De vuelta a casa
Novedades en Hogwarts
¿Dónde está Emily?
Otro asesinato en el castillo
Sanando heridas
Revelaciones
El inicio de la guerra
La batalla
Se ha perdido una batalla, no la guerra
La victoria
Recuperación
El comienzo de la felicidad
Un par de ángeles
Epílogo
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Una góndola y una canción

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By Samira85106



Un débil rayo de luz se colaba por la abertura de la gruesa cortina entreabierta de una de las ventanas de la majestuosa habitación. Severus abrió los ojos lentamente y al hacerlo por completo, se encontró un poco desorientado al despertar en aquella habitación extraña y lujosa, sin embargo, en cuestión de unos segundos lo recordó todo. Estaba allí de luna de miel junto a su amada esposa. Giró sobre su costado derecho y allí estaba ella. Emily dormía plácidamente descansando sobre su costado izquierdo. El débil rayo de sol le arrancaba destellos dorados a su hermoso cabello, parecía que soñaba algo agradable pues, de vez en vez sonreía ligeramente; Severus no pudo evitarlo, de modo que acarició su rostro y la piel de su brazo.

La suavidad de su piel era adictiva y demandaba caricias; sus labios tentadores y también extremadamente suaves reclamaban sus besos. Él sonrió al mirarla, parecía un ángel. Se acercó un poco más y la besó mientras continuaba acariciándola, esta vez ella abrió los ojos con lentitud... Al verlo y sentirlo tan cerca, se separó un poco asustada, aún no estaba acostumbrada a despertar junto a alguien, pero casi de inmediato sonrió, acariciando el rostro de su esposo.

—Lamento haberte asustado, querida —se excusó el pocionista.

—Es solo que aún no estoy acostumbrada a despertar junto a alguien, cariño, y mucho menos a que me despierten de esa manera —contestó ella con voz soñolienta mientras se desperezaba—. ¡Buenos días, amor!

—¡Buenos días, querida!... ehhh ¿te molesta mi manera de despertarte? —inquirió un poco contrariado.

—Para nada —respondió ella riendo—. Todo lo contrario, me encanta —bostezó y luego preguntó—. ¿Qué hora es, cielo?

—Son las ocho en punto —respondió Snape, echando un vistazo a un reloj que colgaba de la pared de enfrente—. Será mejor que nos demos prisa. Hoy tenemos que continuar con nuestro recorrido.

—Ya me muero por visitar Venecia y... La Porta. Te encantará la Porta, cariño.

Emily se colocó la bata sobre el camisón, adentrándose segundos después en el cuarto de baño para asearse. Severus apenas y se estaba incorporando de la cama cuando tocaron a la puerta de la suite. Se colocó la bata encima, se calzó las pantuflas, salió hacia el vestíbulo y abrió la puerta. En el umbral se encontraba un elfo doméstico y junto a él, flotaba un trozo de pergamino y una pluma a vuela pluma.

Buongiorno, signore —lo saludó con su vocecita aflautada—. Voi preferite mangiare qui?

—¡Ehhh!... —Severus no sabía qué decir, no entendía ni una palabra de lo que el elfo decía, de modo que decidió llamar a su esposa—. ¡Emily!

—¿Quién es, cielo?

—Un elfo. Está preguntando algo, pero no comprendo nada.

—¡Ya voy!

Al escuchar que Severus llamaba a Emily, el rostro del elfo se iluminó, ya sabía que ella sí comprendía su idioma.

Uffa! La signora! lei capisce tutto (Uffa es una expresión de sorpresa muy usada por los italianos) (¡La señora! ella entiende todo) —dijo.

—Bien, ya estoy aquí, cariño —dijo Emily acercándose y luego saludó al elfo con amabilidad—. Ah, ciao picolo. Sono qui (Ah, hola pequeño, estoy aquí)

Bene, la mía domanda é... Voi preferite prima colazione qui?

Emily sonrió mirando a Severus.

—Quiere saber si desayunaremos aquí —le dijo.

—¡Ah!... sí, creo que sí, Emily —le echó un vistazo a la terraza que se veía a través de la puerta de cristal en donde había una mesita techada con dos puestos—. Creo que ahí es un buen lugar.

Emily asintió y miró de nuevo al elfo.

Preferiamo mangiare qui, ma andiamo fuori in terrazza (Preferimos comer aquí, pero vamos afuera, a la terraza)

Va bene, signora (Está bien, señora) —respondió el elfo, asintiendo mientras hacía una exagera reverencia—. Ma... Che cosa prendete?

—Quiere saber qué querremos para desayunar —le dijo Emily a Severus.

—Dile que... un jugo de naranja y un sandwich, por favor —solicitó Severus.

—Yo también querré lo mismo —asintió Emily y se dirigió al elfo nuevamente—. Per favore, toasts e spremuta d'arancia. Grazzie mile (Por favor, sándwiches y jugo de naranja. Muchas gracias)

Va bene, signora Snape —dijo el elfo, luego miró a la pluma a vuela pluma y dijo—:  Sei ascoltato tutto, non é vero? Toasts e spremuta d' arancia (Has escuchado todo ¿no es así? Sándwiches y jugo de naranja) —la pluma entonces comenzó a apuntar todo lo que el elfo decía quien posteriormente se marchó con la pluma y el trozo de pergamino siguiéndolo.

Emily y Severus se dieron un baño en la tina, Severus terminó primero, de modo que fue a recoger el pedido que habían hecho. Cuando Emily estuvo dispuesta también, ambos desayunaron en la terraza mientras admiraban la preciosa vista que tenían frente a sí, escuchando una hermosa melodía en un gramófono al tiempo que Emily la cantaba para Severus. Toda Roma se extendida a sus pies.

Una vez concluido el desayuno ambos estuvieron listos para salir del hotel y dirigirse a La Porta, que era una especie de portal a la zona mágica de Italia, el equivalente al Caldero Chorreante de Londres. 

Los recién casados llegaron entonces hasta un hermoso monumento, se trataba del Monumento a Víctor Manuel II primer rey de Italia, desde luego antes de que se formara una república. Severus y Emily se acercaron a él y vieron la imponente asta con la bandera italiana ondeando con el viento estival junto a la estatua del rey. Lo que buscaban, es decir, la entrada al mundo mágico romano, estaba a la vista de todo el mundo, en plena ciudad, aunque los muggles parecían ignorarla tal y como hacían los que pasaban junto al Caldero Chorreante.

—¿Dónde está? —preguntó Snape con curiosidad mientras Emily lo tomaba de la mano.

—He venido algunas veces con Donatello ¡Por cierto! Debemos visitarlo en su casa de modas —respondió ella—. ¡Vamos! Es por aquí.

Los dos se dirigieron hacia un bello arco que estaba junto al monumento y que los muggles transeúntes parecían ignorar tal y como hacían en Inglaterra al pasar junto a la taberna del viejo Tom. Dicho arco era enorme, tenía unos diez metros de altura y unos cinco de ancho, estaba edificado al estilo barroco, cerrado por rejas y por encima estaba coronado por dos lechuzas de piedra que sostenían un letrero que rezaba en letras grandes y elaboradas:

La Porta.

Emily miró a Snape con una sonrisa mientras señalaba el gran arco tras el cual solo se advertía el resto del paisaje romano: los autos pasando, las personas caminando, etc...

—Está protegida por encantamientos antimuggles y en esta época del año es muy visitada por los estudiantes de Il Giardino, la escuela de magia y hechicería ubicada en Milán y llamada así por sus extensos y hermosos jardines —explicó Emily.

—Ya veo —respondió Severus viendo como una mujer pelirroja guiaba a sus tres hijos adolescentes al interior del arco mientras su marido caminaba detrás de ella muy atento a Emily pero sin atreverse a expresar algo. La familia le recordó tanto a Severus como a Emily a la familia Weasley aunque su equivalente romano no era tan numeroso y en opinión de Severus el señor Weasley no era tan descarado como aquel hombre—. ¡Giussepe! —lo llamó su mujer desde el umbral del arco—. Andiamo, non posso aprire il cancello (Vamos, no puedo abrir la reja)

Ecco, amore mío (Así es, amor mío) —respondió el hombre sonrojado después de desviar su mirada de Emily mientras avanzaba hasta su esposa—. Hai rotto la bacchetta (Tu varita está rota)

Emily se apresuró a ocultar el rostro entre su cabello para que no la reconocieran tan pronto los hijos de la pareja pelirroja.

—Creo que debí traerme un sombrero o algo así —se lamentó.

—Ni modo, ya estamos aquí —fue la respuesta de Snape.

Luego de que la familia desapareció tras las rejas, Emily y Severus se acercaron. Ella sacó su varita, dio dos golpecitos a la reja y ésta se abrió por arte de magia. Ambos la atravesaron y la reja se cerró nuevamente tras ellos.

Ante si tenían dos larguísimas hileras de tiendas a cada lado de un camino que serpenteaba hasta perderse de vista, era el equivalente del callejón Diagon. Magos y brujas vestidos con sus túnicas y sombreros de punta, algunos de muggle ya que venían de la parte no mágica de la ciudad, iban y venían de un lado a otro trasladando escobas, calderos, lechuzas, bolsas de compras etc...

—¿Y bien? ¿A dónde vamos primero?...

Severus se quedó admirando todas y cada una de las vitrinas de las tiendas con admiración.

—¡Ya lo sé! —Emily se respondió a sí misma—. Vamos al Gran Emporio de las Pociones para que te surtas de lo que necesitarás en el año.

—De acuerdo —respondió Snape entusiasmado—, aunque recuerda que no seré yo quien continúe impartiendo esa maravillosa asignatura sino Slughorn, mi antiguo mentor.

—¡Ooops! Tienes razón.

—Pero de todos modos no pienso dejar mis brebajes de ningún modo así que me encantaría hacerme con algunos ingredientes —afirmó caminando junto a Emily.

Lucciano guardi, é Emily, Emily Smith é qui (Lucciano, mira, es Emily, Emily Smith está aquí) —exclamó un chico pelirrojo dirigiéndose al que parecía su hermano. Severus y Emily reconocieron a dos de los chicos que entraron con sus padres a La Porta.

—¡Por Merlín! —exclamó Snape con fastidio mientras resoplaba – Ya estoy empezando a preferir los lugares muggles.

—Qué más podemos hacer, cariño —dijo Emily entre dientes mientras se encogía de hombros—. No puedo huir y dejarlos, no sería ético, soy una artista y me debo a mi publico.

Mamma mía! sei qui in Roma (¡Madre mía! estás aquí en Roma) —le dijo el muchacho una vez que se hubo acercado al tiempo que le enseñaba una pluma y un trozo de pergamino para que se lo firmara.

Al momento un corro de adolescentes y jóvenes rodearon a la pareja de recién casados, pedían autógrafos, fotografías, besos, abrazos y también que enviaran saludos al resto de la banda, incluso uno de ellos le pidió a Emily que le entregara una escueta carta a Espina que él logró escribir de prisa en ese momento.

Niente paura (No te preocupes) —le dijo Emily guardando la carta—. Ma, Abbiamo troppa fretta (Pero, tenemos mucha prisa)

Grazzie, grazzie mille, Emily (mil gracias) —decían todos a su alrededor.

Prego (de nada) —respondió ella con una sonrisa.

El corro de gente se hizo a un lado para dejarlos pasar y Severus y Emily caminaron entonces libremente hacia El Emporio de las Pociones, un establecimiento enorme, rodeado de anaqueles con ingredientes los cuales muchos de ellos no se encontraban a veces en Diagon debido a que eran autóctonos de Italia. Severus estaba fascinado, Emily en cambio a quien no le gustaban las pociones en lo absoluto hizo un esfuerzo por permanecer allí, aunque de vez en vez se llevaba los dedos a la nariz pues no soportaba el fuerte olor a especias. Por donde quiera que mirase habían barriles con moco de gusarajos, ojos de anguila, sangre de salamandra y también cuerdas de las que pendían ramilletes de muérdago, belladona etc...

Emily se estremeció cuando vio en uno de los barriles, varios gusanos gordos amarillentos y viscosos retorciéndose en su interior, fue tal la repulsión que le provocó que tuvo que llevarse las manos a la boca mientras sentía arcadas y no conforme con eso contempló frente a sí lo que parecía la piel seca y ennegrecida de una serpiente.

—Te espero afuera, Sev —le dijo mientras señalaba el barril con gusanos.

—Pero te necesito para traducir lo que este hombre diga —respondió él, mirando al hombre detrás del mostrador—. Esos gusanos no se van a salir de allí.

—Si lo hacen, te juro que comienzo a gritar como loca.

Él sonrió, ya conocía las fobias de su esposa. Ella no soportaba los insectos y mucho menos los animales viscosos que se arrastraban. Tal vez de allí vendría su reticencia hacia las pociones.

—Está bien, cielo pero no demores.

Con la ayuda de Emily, Severus preguntó por un par de ingredientes que le hacían falta dentro de su cesta de compra. Al fin pagó la cuenta y para fortuna de la cantante salieron del establecimiento para dirigise por petición de ella al taller de Donatello Mastrantonio que era un regio, llamativo y elegante establecimiento de mármol con vitrinas de cristal en el que se podía observar unos maniquíes animados, vistiendo las últimas túnicas de gala de la colección del diseñador. Los maniquíes cambiaban de posición a cada tanto.

—¿Y qué haremos aquí? —preguntó Severus mientras entraban al establecimiento.

—Pues saludar a mi amigo. Tranquilo que no creo que Boris esté aquí, tiene mucho trabajo en Inglaterra.

Luego de saludar a la recepcionista y de que ella le pidiera un autógrafo y una fotografía a Emily, ambos estuvieron listos para ver al famoso diseñador de modas. Muchas brujas jóvenes y extremadamente delgadas caminaban de un lado a otro sobre una Pasarella, mientras una bruja de edad madura pero hermosa les daba instrucciones. Sin duda eran modelos. La recepcionista se retiró por un momento, diciendo que iría a buscar a Donatello, mientras tanto Severus y Emily se sentaron en un diván a esperar, se sentían un tanto incómodos, aquel no era un espacio con el que se sintieran identificados y mucho menos atraídos, pero Donatello Mastrantonio, quien sabía que ambos visitarían su país, no les perdonaría que hubiesen estado en Roma sin haber ido a visitarlo pese a que se habían visto hacia sólo unos días en la boda.

De pronto la voz altiva de una de las modelos les hizo girar el rostro:

Ludovica é una maledetta, sai benissimo che non sopporto quella ragazza... (Ludovica es una maldita, sabes bien que no soporto a esa chica)

Per que? (¿Por qué?) —inquirió la otra chica que modelaba a su lado—. Per que la ragazza é mezza Veela? Jajaja sei gelosia, Antonella (Porque la chica es mitad Veela? Estás celosa, Antonella)

Gelosia? Ja! ma che gelosia Cáspita! (¿celosa? Pero ¿cómo que celosa?) (Cáspita es otra expresión muy utilizada por los italianos)

—Siempre lo he dicho... no me gusta generalizar, pero la mayoría de las modelos no tienen nada en el cerebro —susurró Emily junto a Severus.

—¿Por qué? —inquirió éste mientras alzaba una ceja.

Ella le tradujo lo que las chicas acababan de decir mientras él negaba con la cabeza.

—Ahora comprendo por qué esa chica te mira con envidia —dijo Snape mientras le echaba un vistazo a la joven de nombre Antonella.

Al fin, Donatello salió a recibirlos.

Ciao! É un piacere per me... ehhh quiero decir que es un placer para mí recibirlos —dijo después, hablando en su inglés con acento italiano ya que sabía que Severus no dominaba el idioma—. ¿Qué tal te ha parecido mi país, Snape? —preguntó luego mientras lo tomaba de la cabeza para besarlo en ambas mejillas.

Severus trató de resistirse, pero Donatello fue más rápido. No se adaptaba a aquella costumbre italiana en que los hombres se saludaban besándose.

—Lo que he visto hasta ahora me ha parecido... fascinante —respondió con parsimonia.

—¡Pasen adelante, bienvenidos a mi taller! Ellas son mis modelos y la instructora de Pasarella, Paola —dijo mientras las mujeres asentían, saludando con la mano.

Quella ragazza é Emily di las Straga di Macbeth —le escuchó decir Emily a una de las modelos.

Ecco (Así es) —respondió la otra.

Donatello los invitó a adentrarse más en el taller

—Por aquí está mi almacén de telas, llegaron ayer de Milán... Emily, tengo unas pieles de dragón exquisitas para elaborar las chaquetas que querías.

—Aunque las preferiría de tela sintética... ¡Pobres dragones!

Mientras Emily asentía, Severus no podía evitar recordar cuando su padre hablaba con su madre, (en las pocas ocasiones que hablaban sin gritarse) de las telas que fabricaban en la hilandera al fondo de la calle donde residían.

—Por aquí está mi oficina, el lugar donde me inspiro.

En efecto, su oficina estaba plagada de bosquejos de túnicas y algunos vestidos, también lencería femenina y algunos maniquíes.

—¿Solo han visitado Roma? —preguntó mientras con una seña los invitaba a tomar asiento al tiempo que él se sentaba al otro lado del escritorio.

—Sí, respondió Emily con emoción—, pero mañana mismo partiremos a Venecia

—¡Ahhh! Venezia é molto bella. Te va a encantar, Snape: las góndolas, los teatros. É una citta... disculpen, ya saben que no domino muy bien el idioma... Quiero decir que es una ciudad muy artística y bohemia, por eso es la favorita de todos los artistas que visitan este país—. ¿Quieren algo de tomar?

—Un café, por favor —solicitó Emily—, con leche y tres de azúcar.

—Un poco de té si no es molestia —contestó Severus.

—Para no perder la costumbre Non é vero? —dijo Donatello mientras se acariciaba la barba de candado, luego dio dos palmadas y de inmediato apareció junto a él un elfo domestico—. Café per tutti, va bene? (café para todos, ¿está bien?) —solicitó el diseñador en su propio idioma y luego añadió—:  Ahh! Ma un té per il signore Snape (Ah pero un té para el señor Snape)

El elfo asintió antes de irse a cumplir el encargo, unos minutos después regresó con una bandeja y se retiró nuevamente.

—Emily, Severus, mi familia tiene un viñedo en Génova y, modestia aparte, allí se produce el mejor vino de elfo de toda la nostra Italia. Si no es molestia, los invito a visitarlos antes de marcharse del país. Yo iría con ustedes desde luego.

Severus y Emily intercambiaron una mirada y no hicieron falta las palabras para expresar que ambos estaban de acuerdo.

—Regresaremos a Inglaterra dentro de tres días —respondió Snape—. Mañana iremos a Venecia y posteriormente...

Ecco!.. No se hable más, podrán visitar los viñedos antes de marcharse —lo interrumpió el diseñador—. ¿Ya almorzaron?

Tras la respuesta negativa de la pareja, el diseñador se empeñó en invitarlos a almorzar en un lujoso restaurante al que acostumbraba asistir la élite mágica del país cuando visitaban La Porta. Emily optó por un delicioso pasticho con bastante mozzarella y peperonni mientras que Severus y Donatello optaron por un risotto con camarones. Posteriormente se despidieron del diseñador bajo la promesa de asistir al viñedo de su familia. Más tarde los recién casados se encaminaron hacia la librería donde Severus compró varios libros de Defensa Contra las Artes Oscuras que más tarde tendría que traducir al inglés por medio de un sencillo encantamiento. Después Emily compró algunos suvenires para sus familiares y amigos para luego regresar al hotel un poco cansados.

Mientras Severus se daba un relajante baño, Emily se dedicó a escribir cartas para sus padres y amigos diciéndoles lo feliz que estaba y los lugares que había visitado junto a Severus. Por la noche nuevamente solicitaron a los elfos que les subieran la cena para no tener que bajar al restaurante. Ya habían estado nerviosos en el restaurante de La Porta, esperando la aparición de algún fan que nunca apareció. Al fin cayeron rendidos en la cama, ansiosos de que amaneciera para poder marcharse a Venecia.


Por la mañana, ambos despertaron temprano para que les rindiera el día, por fortuna viajar por medios mágicos era mucho más rápido y eficiente, lo que les permitía estar en Venecia en un tris. Se bañaron, se vistieron, nuevamente desayunaron en la terraza de la suite y posteriormente, Emily bajó a anunciar que estarían todo el día en la ciudad de las góndolas por si algo se ofrecía pudieran enviar alguna lechuza allá.

Severus y Emily se tomaron de las manos desmaterializándose al instante, apareciendo luego en un muelle que Severus no conocía en lo absoluto, pero que Emily había visitado en algunas ocasiones con las giras de la banda. 

El sonido de la aparición atrajo las miradas curiosas de unos pintores que, armados con caballetes y pinceles, recreaban el paisaje. Sin embargo no encontraron nada extraño, la vista era tan maravillosa a su alrededor, que Severus solo pudo compararla con una postal. Emily sacó del bolso de cuentas su cámara fotográfica muggle y le pidió a un señor mayor que pasaba por allí que les tomara una fotografía. El señor accedió gustoso y Emily contenta se acercó a Severus mientras enarbolaba la cámara.

—¿Prometes que les darás movimiento a las fotografías?

—Desde luego, querida —respondió sonriendo al verla tan entusiasmada—, solo debo revelarla con una poción especial.

Caminaron por el muelle mientras veían algunas estatuas vivientes que a Emily le sorprendieron mucho, pues nunca las había visto allí.

—¡Mira, cariño! son estatuas, pero se mueven de vez en cuando ¿Crees que tengan el mismo encantamiento que los maniquíes de Donatello?

—No, Emily, son personas, son solo muggles disfrazados, artistas —explicó Snape mirándolos.

—¡Vaya! Iré a darles una propina.

Severus la observó alejarse para dejarle algunas monedas a las estatuas vivientes en un cuenco. Se sentía pleno y sobretodo feliz a su lado. Ciertamente había logrado en los pocos días que llevaba en Italia, olvidar a Voldemort y toda su perfidia, también la terrible misión que tenía que cumplir inexorablemente.

—Allí venden las famosas mascaras venecianas que usan en el carnaval —dijo Emily mientras se alejaban del muelle para acercarse a un puesto donde un montón de turistas, entre ellos ingleses, compraban suvenires—. Ésta le encantará a mi abuelito.

Entonces una terrible sensación lo golpeó de inmediato, algo que ya había, pensado pero que no se había manifestado en muchos días ¿Soportaría él el desprecio de Emily una vez que le tocara afianzar su papel como vil mortífago frente a todos? Rogaba por que ese día no llegara nunca, por que Dumbledore lograra ayudar a Potter a encontrar la forma de vencer al Señor Tenebroso y entonces él no tuviera que...

—¡Sev! Mira que hermosa es ésta. Le encantará —la voz de Emily interrumpió su pensamiento—. ¿Qué te sucede? ¡Estás pálido! ¿Te sientes mal, cariño?

—No, no es nada, Emily, tal vez solo es el calor —se excusó, tratando nuevamente de concentrarse en su luna de miel como le había aconsejado Dumbledore—. Ésta podríamos llevársela a Draco.

—Sí, es cierto, le encantará. ¡Por Merlín! Mira estas figuritas que representan las góndolas. Hermione las adorará.

Luego de comprar más regalos, decidieron acercarse hasta un corro de personas que miraban una pequeña orquesta armada con diversos instrumentos musicales, que ejecutaba música de cámara en una plaza, como promoción a la opera que se llevaría a cabo dentro del teatro que estaba al frente.

Detrás de ellos se extendía la inmensa masa de agua que recorría la ciudad, de vez en cuando veían gente pasar a bordo de las famosas góndolas. Luego, Severus propuso que entraran al teatro a ver la ópera, aunque no era muy asiduo de las cosas muggles, las óperas eran de las pocas cosas que le gustaban.

Al entrar al teatro, los recibió un hombre vestido con ropa barroca y peluca que a Emily le pareció chistosa. El hombre en cuestión les dio una pequeña introducción mientras les mostraba frescos que representaban a diversos autores de la música italiana de siglos pasados, todo esto como antesala a la obra que ofrecerían en poco tiempo. Emily comenzó a traducir para su esposo:

—La primera obra considerada una ópera, data aproximadamente del año 1597. Ésta fue Dafne (obra actualmente desaparecida) escrita por Jacopo Peri para un círculo de humanistas. Un siguiente trabajo de Peri, Eurídice, que data del año 1600, es la primera ópera que haya sobrevivido hasta la actualidad.137. No obstante, el uso del término ópera se inicia cincuenta años después, a mediados del siglo XVII para definir las piezas de teatro musical, a las cuales se les refería como dramma per musica ('drama musical') o favola in musica ('fábula musical'). En el año 1637, en Venecia, emergió la idea de una «temporada» de óperas de asistencia abierta a todo público, financiada por la venta de entradas.

—Grandioso, estas visitas realmente resultan bastante instructivas —reflexionó Severus al tiempo que se encaminaba junto a Emily y el resto del grupo de turistas, hacia el interior del majestuoso teatro—. Por otra parte es curioso que estemos en Venecia y vayamos a ver una obra inglesa.

—Adoro Hamlet —respondió Emily—. Con todo y lo compleja que es.

—Yo también, aunque confieso que jamás la vi en vivo... solo por el canal educativo de la televisión.

—Me encantaría poder conocer también en persona, además de los intérpretes de música de cámara, a las bandas de rock italianas, ya sean mágicas o muggles. Tengo entendido que en los años setenta el movimiento del rock progresivo creó bandas como Premiata Forneria Marconi, Goblin y Area —dijo Emily—. Y en cuanto a las bandas mágicas, las más celebres fueron La vita é bella y Brivido.

—Sí, y hoy en día los cantantes muggles más famosos de este país son Laura Pausini, Eros Ramazzotti y Andrea Bocelli —añadió Severus—. Mi favorita es la señorita Pausini, aunque prefiero sus canciones en su idioma natal.

—A mí también, pero me gusta escucharla también cantando en español y en inglés no suena nada mal —suspiró y luego añadió—: Solía identificarme mucho con una canción de ella llamada «Cartas a mi madre» que está en español... ¡Cielos! No sabía que escucharas música muggle.

 —Algunas canciones no están nada mal y aunque nunca he sido un loco fanático, debo admitir que me atrae muchísimo la música de los Beatles —confesó Snape.

—¡Ohhhh! yo los amo —terció Emily emocionada—. ¿Quién no los ama?

La obra empezó al fin y los dos debieron guardar silencio, disfrutaron de la música y las voces grandiosas de los intérpretes. Posteriormente almorzaron en uno de los restaurantes a orillas de la extensión de agua para después dedicarse a ver a la gente pasar de un lado al otro, hasta que Emily hizo una propuesta...

—¡Cielo!

—¿Sí? 

—Vamos a abordar una de las góndolas ¿Sí?

—Emily yo...

No hacía falta que él lo dijese. No era un hombre que admitiera sus miedos, pero ella sabía muy bien que Severus temía ahogarse cuando se encontraba cerca de una gran extensión de agua, sabía que en su adolescencia, el padre de Harry Potter, en compañía de Sirius Black, lo había empujado al lago negro y que si bien ambos se arrepintieron de haberlo hecho tras ver como luchaba desesperado por salir, el daño ya estaba hecho. Por fortuna, Hagrid acudió a su rescate. Ella también recordó que poco después de retornar al colegio en calidad de profesora de música, Severus estuvo nuevamente a punto de ahogarse y que en esa ocasión fue ella quien lo salvó.

—Descuida, Sev, no pasará nada. Evidentemente habrá un gondolero cualificado con nosotros.

—No es eso, es que...

—Sev, no pongas excusas, yo estaré contigo. Cualquier cosa te rescato de nuevo ¿eh?

Él sonrió, ante aquella mirada de súplica no podía negarse, de modo que terminó accediendo. Abordaron entonces una de las góndolas que a Severus (aunque no lo dijo en voz alta) le pareció bastante inestable. La barca tenía dos puestos que ellos ocuparon cómodamente debido a que estaban acolchados, y en cada extremo de la misma había un hombre vestido con franela a rayas negras y blancas y unos chistosos pantalones negros que dejaban al descubierto los tobillos.

Bienvenuto! —exclamó el de la proa que portaba una vara extremadamente larga.

Grazzie —respondió Emily con una sonrisa.

El hombre que estaba parado sobre la popa de la góndola, tenía entre las manos un acordeón y mientras su compañero ponía en marcha la embarcación, él comenzó a tocar una hermosa melodía que tanto Severus como Emily reconocieron al instante: era una de antaño, pero conocidísima en todas partes del mundo. Era tan relajante que Severus poco a poco se fue sintiendo más confiado.

—Te amo, Sev —susurró Emily al oído, prodigándole una agradable sensación.

—Yo también te amo, Emily.

—Ahora quiero darte un regalo.

—¿Ah sí? ¿De qué se trata? —inquirió él con curiosidad mientras de fondo sonaba aquella música.

—Modestia aparte sé que te gusta mi voz —respondió ella mientras le acariciaba el cabello que la suave brisa estival insistía en alborotar.

—Más que gustarme... me fascina.

—Pues en ese caso, déjame regalártela...

En ese momento carraspeó su garganta y de inmediato siguió con su voz el compás de la música que ejecutaba el hombre del acordeón...

Che bella cosa na jurnata 'e sole,

N'aria serena doppo na tempesta!

Pe' ll'aria fresca pare gia' na festa,

Che bella cosa na jurnata 'e sole.

Los gondoleros se sorprendieron al escuchar tan magnífica voz de soprano, sin embrago continuaron haciendo su trabajo. Severus estaba maravillado, ¡Cuánto amaba oír su voz! ¡Cuánto la amaba a ella!

Ma n'atu sole

Cchiu' bello, oje ne',

'o sole mio, sta 'nfronte a te!

O sole, 'o sole mio,

Sta 'nfronte a te,

Sta 'nfronte a te!

Quanno fa notte e 'o sole se ne scenne,

Me vene quase 'na malincunia.

Sotto 'a fenesta toia restarria,

Quanno fa notte e 'o sole se ne scenne.

Ma n'atu sole

Cchiu' bello, oje ne',

'o sole mio, sta 'nfronte a te!

O sole, 'o sole mio, sta 'nfronte a te,

Sta 'nfronte a te!

Ma n'atu sole

Cchiu' bello, oje ne',

'o sole mio, sta 'nfronte a te!

O sole, 'o sole mio, sta 'nfronte a te,

Sta 'nfronte a te

O sole, 'o sole mio, sta 'nfronte a te,

Sta 'nfronte a te!

—Es un regalo especialmente hermoso. Gracias Emily... Te amo —dijo Severus halagado una vez que la canción hubo terminado.

—Y yo a ti, cariño.

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