Falling Together [En constant...

Por koneko-chan243

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La intensidad del amor no se puede medir, los mafiosos también son humanos, también se enamoran, nadie está e... Más

Introducción
"La primera impresión es la más importante"

"Egos heridos"

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Por koneko-chan243

A la mañana siguiente, Evan se levantó, temprano como de costumbre, y miró el bulto que yacía a su lado; era el chico que había seducido para acostarse con él. Sonrió y se levantó de la cama, dirigiéndose al baño de la habitación, para tomar una ducha y luego arreglarse para ir al trabajo. Se entretuvo demasiado en su aseo, tardando más de 45 minutos en la ducha. Obviamente, tras haber tardado tanto, el joven ya estaba despierto, paseándose por la habitación para recoger sus cosas y marchar de vuelta a su casa.

El moreno entregó el presente; un simple reloj de oro, -bastante costoso, la verdad-, el cual según Evan, "se le veía muy bien".

Luego de todo el alboroto que causo el chico al querer devolverlo, decidió emprender el regreso a su hogar, aún con una expresión de la más pura sorpresa e inconformidad.

Después de toda la gracia que le había causado esa situación, se admiró egocéntricamente en el espejo:
Se había arreglado con un fino y bello traje negro, arregló su oscuro cabello de forma en que sus brillantes y excéntricos ojos pudiesen apreciarse. Estaba tan orgulloso del color de sus ojos,  era algo por lo cual sentirse especial, así que él lo hacía, de una manera muy exagerada, hay que agregar.

Partió en uno de sus costos automóviles rumbo a su trabajo, con un muy mal sabor de boca, pues el recuerdo del rechazo de aquel hombre le había calado en el orgullo, sin embargo debía mostrarse firme ante cualquier situación.

Al llegar al gran edificio que se alzaba junto con otros muchos, fue atendido por uno de sus trabajadores le esperaba en el estacionamiento, para evitarle la molestia de aparcar el auto, y pudiese pasar a atender situaciones realmente importantes.

Con la inauguración de la nueva empresa, todos se veían bastante atareados esa mañana. En el elevador ya le esperaba una de sus secretarias para darle un informe acerca del progreso de la empresa nueva.

—Los ingresos para el ensamblaje subirán a 600.000, así que podemos doblar el precio de venta.- Acotó la mujer, mirando su tabla de datos.

—Me parece bien, agreguen 100.000 más

—Ah, y el Señor... Suske Ronshaku, ha mandado una oferta que podría interesarle.

El hombre al escuchar esto asintió levemente con una sonrisa maliciosa.
—La veré en este mismo instante.

Dijo tras bajar del elevador, e
instantáneamente fue a su oficina, a revisar aquella propuesta, la leyó atentamente y cuando terminó soltó una risa cínica, recargándose contra el respaldo de la cómoda silla de escritorio.

—¿Crees que después de rechazarme me engancharás con una propuesta? Estás muy equivocado.






Luego de haber mandado esa propuesta millonaria, producto del plan para hacerse de más dinero, que había ideado la noche interior, Suske se paseó por el amplio apartamento en el que vivía para luego entrar a la ducha.

Una vez limpio y bien despierto, se arregló con un traje de piel de caimán, zapatos del mismo material, lentes oscuros y un reloj de marca Rolex. Le encantaba hacer uso de esas cosas, para alardear sobre su éxito.

En la parte de abajo del hotel ya le esperaba una limusina, custodiada por más de 20 hombres, se subió en ella para ir a una de las tantas juntas de trabajo claro que en todas ellas escuchaba lo mismo: ingresos millonarios, socios que estaban dispuestos a afiliarse con él para poder retroalimentarse.

No había persona que pudiera rechazarle o negarse a sus caprichos y salir ileso tras haberlo hecho, o al menos eso creía. Creía que todo el poder que poseía podía doblegar a cada ser viviente a su alrededor, sin embargo, con Evan no iba a funcionar, ya que en ese preciso instante se encontraba escribiendo una larga respuesta, rechazando su apoyo financiero.

Claro que era una propuesta bastante atractiva, lo reconocía, sin embargo, en ese momento tenía un apoyo más grande y de más confianza, y, agregando que lo que quería era a Suske entre sus sabanas, no financiando un proyecto para él.

El resto de la tarde pasó normalmente para ambos, pero qué de normal podía haber en la vida de un par de excéntricos millonarios, que simplemente querían hacerse más ricos de lo que ya eran, y tener mucho sexo, ya que en un par de solitarias vidas como las suyas, era el único placer pasajero que les quedaba disfrutar tanto como quisieran.

Evan poseía mucho tiempo libre esa tarde, al haber terminado de manera eficiente los pendientes en la mañana, tanto así que al haber concluido una de las juntas a las cuales debía asistir, llevó a uno de sus asistentes a su oficina, para un revolcón espontáneo.

—Entonces... Ronshaku te ha mandado una propuesta millonaria, ¿qué has rechazado? No debiste hacerlo... - Dijo el castaño, mientras recogía su ropa que había quedado botada en el suelo; tenía la misma edad que Evan, solamente era más bajo de estatura, castaño, tenía unos brillantes ojos verdes y una actitud bastante recia para cualquier persona que no lo hubiera tratado con anterioridad.

—Sabes que no me interesan las cosas de alguien...

—Si no te has acostado con él, claro, es algo que oigo cada vez que vengo aquí.

Dio por terminada la conversación con aquel argumento. Acto seguido, tomó asiento en frente del escritorio, para comenzar con las cosas que realmente importaban; los negocios de su avaricioso amigo.

Había sido testigo de muchos crímenes, algunos inexplicables, otros, que preferiría no recordar, todo gracias a las ambiciones de el moreno, que tal vez conocía mejor que la propia palma de su mano.

Sabía que sus caprichos debían ser cumplidos al pie de la letra, y que su felicidad estaba por sobre las vidas de las demás personas; cosa que quería, la tenía, a como diera lugar...

Ahora, solo quedaba esperar a que el japonés hiciera su movida ante el rechazo de Evan. Cualquier persona sobre la faz de la tierra tenia conciencia de lo que eran capaces de hacer, sin embargo ninguno quería averiguarlo, aunque no iba a ser del todo posible evitar ese acontecimiento.

Ya por la noche, Suske había terminado sus negocios "limpios", disponiéndose a salir de su oficina, pues sus pendientes habían sido terminados con eficiencia y estaba satisfecho con su desempeño.

Pensó en que podría tener un merecido descanso, ya que consideraba que había trabajado eficientemente, y podía relajarse y disfrutar de una noche tranquila; había considerado que pasar la noche con sus socios en la pista privada, que había construido por diversión, y sobretodo, por no saber en que más invertir su dinero.

Toda su tranquilidad y buen humor se esfumó, cuando, justo antes de salir de su oficina, recibió una llamada, de uno de los empleados que estaban encargados de lo que su jefe consideraba más importante: presas a las cuales exprimirles el dinero.
Contestó con molestia, mirando el aparato como si fuera lo más despreciable del mundo.

—¿Qué sucede? - preguntó con fastidio, rodando los ojos, esperando que fuera algo realmente importante.

—Buenas noches, lamento molestarlo tan tarde, es solo que... llegó un mensaje de último momento y creí que usted debería estar al tanto.

—Ve al grano, estoy bastante cansado como para escuchar tus historias rebuscadas.

—Es... sobre la propuesta que envió esta mañana al señor Evan.

—¿Ah si?- sonrió de lado, seguro de que obtendría lo que quería, así de fácil como tronar los dedos. -- ¿Cuándo quiere firmar el contrato?

—Eso... es que... Él rechazó la propuesta.

Suske estaba claramente sorprendido, maldiciendo internamente al ruso, ¿cómo osaba rechazarle de esa manera? Para el yakuza, eso era lo peor que le podían hacer.

—¿Quién demonios rechaza una propuesta millonaria para una empresa que acaba de abrir?

—Aparentemente el señor Evan- tras tragar saliva con dificultad, esto fue lo que soltó el amedrentado trabajador, asustado por la aparente euforia de su jefe. —Pero nosotros no perdemos nada, usted tiene más fuentes de ingresos. ¿Señor Suske?

El mencionado colgó abruptamente el teléfono, dejando hablando solo al trabajador.

—Resultó ser un estúpido.- escupió, notablemente molesto.

Tras este mal rato, salió de su oficina, al fin, y subió a su auto, refunfuñando y apretando los dientes.

Le frustraba esa situación, en la que no podía controlar a su antojo al oji-bicolor.

Su noche fue arruinada con tal noticia tan despreciable, que todos sus planes se fueron a la basura. Decidió que lo mejor sería ir a un restaurante de sushi, su favorito, y cabe agregar, de su propiedad, bebería hasta que se le olvidase la frustración que le estaba haciendo pasar Evan.

Comenzaba a  odiarlo, por no poder tenerlo tan fácil como al él le interesaba, era jodidamente molesto, se decía en su mente.

Pasaron horas, las cuales, el japonés había pasado bebiendo y comiendo en el restaurante, mientras disfrutaba los exóticos espectáculos que el lugar brindaba. Hacía un tiempo que no se aparecía por el lugar, y el disgusto que acababa de pasar era una buena excusa para ir y emborracharse un poco.

Estaba entretenido con un par de jóvenes, empleadas del lugar, que se encontraban sentadas a sus costados, alagándole, y bromeando, mientras que Suske, cada vez que recordaba el mal rato que le había hecho pasar Evan, terminaba por beberse otra botella de sake.

—Se ve algo extraño, señor Suske. ¿A caso pasa algo?

Preguntó la hermosa mujer, con aparente interés en la anécdota que el yakuza tenía que contar.

—Nada importante, sólo malos tratos con idiotas.- respondió con muy poco interés, dando --nuevamente un trago a su bebida.

—No debería angustiarse por eso- habló la segunda mujer, mostrando su mejor sonrisa –Cualquiera que rechace al hombre que pronto será uno de los más ricos del mundo no vale la pena.

—Tienes toda la razón...- respondió el japonés, abrazando a ambas mujeres - Los tontos deberían saber que quienes juegan con fuego...

—¡Se queman!- Terminaron la frase las dos mujeres al unísono, para luego echarse a reír los tres.





Pasaron horas así, charlando y riendo entre botellas de sake y el despecho de un ego herido, maldiciendo internamente, (y no tan interna), al hombre que había osado retarle de una forma tan baja, así se le terminó la noche al japonés, no sin antes, volver a poner en marcha alguna de sus tantas fechorías y trampas; algo que seguramente haría que Evan fuese hacia él, a pedir dinero como una prostituta mal pagada, algo de lo cual se aprovecharía enormemente, para destrozar tanto como su integridad económica y si podía, aquel orgullo, algo que lograra entregárselo, algo que fuera una razón suficiente para adueñárselo, porque después de todo, Evan era uno de sus tantos caprichos, algo que deseaba manejar y destruir, como hacia con todo lo que él deseaba. 

Hizo unas cuantas llamadas, aquí y allá, movió contactos y se aseguró que aquello que planeaba saliera a la perfección, tal y como había calculado su brillante y malevolo intelecto. 


Por la mañana, Evan, odiaría más de lo que ya lo hacía a Susuke Ronshaku, despertando con una mala noticia, algo que decidiría gran parte de su relación, encontrando una mala excusa para intentar destruirse.  

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