Aquellos ojos marrones estaban clavados en mí.
¿Qué hacía el aquí?
Noté cómo mi cuerpo entero temblaba. Mi cuerpo no reaccionaba ante ningún movimiento, y mi mente estaba paraliza, solo permitiendome pensar en el miedo que aquella situación me estaba causando. Mire de nuevo al moreno, con el labio inferior tembloros.
-Tienes que volver- me volvió a decir, con voz grabe y ronca.
-¿¡Quién eres!? ¿¡Qué haces aquí!? ¡Sal de mi casa!- exploté de pronto, ni siquiera sabía porque había reaccionado de esa manera, pero la tensión de mi cuerpo estaba podiendo conmigo. Mis gritos retumbaban en las paredes, pero por desgracia nadie podía escucharme, ya que mis padres se encontraban fuera de casa aquella noche.
Me levanté corriendo y me alejé de él, lo más deprisa que pude. Notaba su mirada en mi, por lo que comenzaba a sentirme, además de asustada, incómoda.
-Tienes que volver- se empezó a acercar a mi con paso firme, y sus ojos oscuros clavados en mi. Yo me encontraba aterrorizado en una esquina de mi habitación, mis piernas temblaban tanto que tenía miedo de no poder seguir en pie. Él estaba tan cerca de mí que podía notar su respiración en mis mejillas, sus brazos rozaban mi piel y su mirada seguía concentrada en mi horrorizado rostro.
-¡Aléjate!- exclamé fuertemente con la voz temblorosa, deseando que todo fuese una pesadilla.
Él me tapó la boca con la mano para que parase de gritar. Angustiada le cogí el brazo con fuerza y le intenté separar de mí, pero no pude, estaba claro que el era bastante más fuerte que yo. Probé entonces a mordele la mano, aquello sí funcionó. El gritó dolorido y tomó su mano para calmarse el dolor . Aprovechando su inestabilidad en aquel momento le empujé, intentado concentrar mi fuerza y olvidarme del miedo. Él cayó torpemente al suelo, sin darle tiempo a reaccionar.
Fui corriendo a mi mesa y cogí una navaja que tenía guardada. Mi abuelo me la había regalado una de las últimas veces que había venido a visitarme antes de morir. En ese momento me había parecido el regalo más estúpido que se le podía hacer a una nieta, pero ahora mismo le daba gracias por aquella navaja que por fin iba a tener utilidad.
Todavía con el cuerpo tembloroso me gire hacia el moreno, que seguía en el suelo, porque no le había dado tiempo a levantarse.
-¡Cómo te acerques te la clavo!-le amenacé poniendo la navaja en alto. Jamás había deseado estar en aquella situación tan brusca e incómoda. A pesar de que no me gustaba para nada amenazarle de esa manera, era la forma más sencilla.
Él se levantó del suelo con una mirada desafiante que me asustó, demasiado. Las manos volvían a sudarme, haciendo que la navaja se me escurriese de mis dedos varias veces.
-Deja esa navaja en el suelo- parecía enfadado, estaba enfadado. Se empezó a acercar cada vez más, ya en pie. Me temía lo peor, no sabía lo que el sería capaz de hacerme y cada vez me arrepentía más de haber cogido la navaja.
-No, aléjate de mí o te la clavo- volví a decir, intentando que mi voz no se quebrase. Entonces se acercó bruscamente a mí y puso sus manos en mi cuello provocando que me ahogase. No podía moverme, él no me lo permitía. Pataleé sustada y comencé a toser. El terror gobernaba mis ojos, era incapaz de parpadear.
-No puedo... respirar- dije con un hilo de voz, pero él no me soltó, sus ojos estaban llenos de furia y de odio hacia mi. Me arrebató con fuerza la navaja y la acercó demasiado a mi cuello. Las gotas de sudor empezaron a caer por mi frente y las lágrimas salían lentamente de mis ojos, mojando mis rojas y acaloradas mejillas. No sabía qué hacer, mi mente estaba paralizada al igual que mi cuerpo. Aquella navaja cada vez estaba más cerca de mi cuello. Noté como el filo tocaba suavemente mi nuca, cerré los ojos con fuerza intentando no gritar.
La navaja se clavó suavemente en mi piel, pero sin llegar a adentrarse en mi carne.
-¡Zayn, para!-