Becca Breaker(I): Contigo © C...

By aleianwow

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Becca es una joven extremadamente inteligente. Ella sabe de física, matemáticas, biología, medicina, astrono... More

Becca Breaker
Prólogo
Capítulo 1: ciento setenta y nueve.
Capítulo 2: Desnudo quirúrgico.
Capítulo 3: Mis inicios en Ignature.
Capítulo 4: confianzas impotentes.
Capítulo 5: El efecto Jackson - Watson.
Capítulo 6: Breaker hija, Devil hijo.
Capítulo 7: Paul Wyne y otros terrores nocturnos
Capítulo 8: los pañales del doctor House
Capítulo 9: Los credenciales de Paul.
Capítulo 10: Tú a lo tuyo y yo a lo mío.
Capítulo 11: Las cabezas por separado.
Capítulo 12: El koala y su tronco alfa.
Capítulo 13: Mañana, a las cinco
Capítulo 14: Sólo un año más.
Capítulo 15: Los apuntes viajeros.
Capítulo 16: De color granate.
Capítulo 17: Los hombres enamorados son unos pedorros.
Capítulo 19: Buenas noches.
Capítulo 20: una solución.
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Capítulo 18: trato hecho.

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By aleianwow

Mi corazón rebotaba contra mi pecho con cada latido. Paul se separó de mí rápidamente.

–      ¡Espera mamá no encuentro las llaves! – grité para ganar un poco de tiempo.

Aproveché esos pocos segundos para colocar mis mechones desordenados y secarme los labios. Vi que Paul subía rápidamente escaleras arriba y se ocultaba en el pequeño rellano que había justo antes de llegar al segundo piso.

Abrí la puerta.

–      Ha venido Paul, ¿verdad? – dijo ella tranquilamente.

El tono de su voz no parecía alterado y en su manera de expresarse no detecté ningún tipo de sospecha tras aquellas inocentes palabras.

–      Su coche está fuera – puntualizó ella.

Respiré agitadamente.

–      ¡Becca te dije que hicieras la segunda derivada en el ejercicio de la página nueve! – gritó Paul.

Me giré sorprendida. Al parecer, Paul se las había apañado para deslizarse hasta la mesa del salón, abrir mi libro de matemáticas y sacar alguna hoja de mis apuntes.

–      Becca… – musitó mi madre –. Anda ve, se va a enfadar y demasiado tiene ya el muchacho con aguantarte.

Asentí.

–      ¿Y tú teléfono?

Mi madre, la temidísima doctora Breaker rebuscó en su bolso durante un par de minutos y después, con mucha tranquilidad y una extraña sonrisa dijo:

–      Vaya, lo tenía en el bolsillo interior. Qué despistada soy… Creo que eso lo has heredado de mí… Volveré tarde. Cierra con llave cuando salga.

Me dio un beso en la mejilla y se marchó.

Cerré la puerta. Di una vuelta de llave. Y mi corazón comenzó a galopar de nuevo al recordar que Paul me esperaba en el salón.

Pero al darme la vuelta, vi que él ya había venido al recibidor a buscarme.

–      ¿Quieres repasar algo de física? – me preguntó con la mirada fija en la moqueta.

–      Sí – musité con voz queda.

Caminamos hacia el salón y nos sentamos en la mesa. Entonces él comenzó a explicarme la ecuación del movimiento acelerado.

Hicimos muchos ejercicios.

Aprendí mucho.

Pero cuando él se marchó, dándome un pequeño beso en la mejilla y sin comentar nada de lo que había ocurrido aquella tarde, me eché a llorar desconsoladamente.

                                                          ***

Mi madre tuvo que quedarse a pasar la noche en el hospital. Mi padre se fue a dormir pronto y yo me mantuve toda la noche en vela releyendo los mensajes que Paul me había enviado durante las convivencias universitarias.

Leí aquel “te echo de menos” con una sonrisa amarga en los labios mientras recordaba con desasosiego aquel beso tan frenético.

Aunque lo que realmente me preocupaba era aquella actitud de después. ¿Por qué no había dicho nada? ¿Por qué no había vuelto a besarme?

¿Por qué me había enviado aquellos mensajes? ¿Y el fonendo? ¡Me había comprado un fonendo y me había besado!

Y además había venido a Kings a verme. En sus vacaciones de Navidad, se había molestado en viajar sólo para verme y encima me había encontrado besándome con Bryan.

–      Soy idiota – le susurré a las sábanas –. Soy la más idiota.

Después me golpeé la cabeza con la almohada.

                                                         

                                                          ***

Al día siguiente hubo clase. Bryan no paró de mirarme durante toda la jornada y Mary se olía que estaba ocultándole algo gordo.

Para el resto de mis compañeros, no obstante, continuaba siendo la Becca Breaker de siempre.

Y yo… Yo me refugiaba cada dos minutos en el beso de Paul y en la esperanza de que algún día volviese a ocurrir.

A ratos me regañaba a mí misma: “Becca, tienes que sacar buenas notas o no serás médico, atiende a la puñetera clase” y pensamientos similares.

Pero Paul se colaba en mi mente y hacía estragos en mi concentración al mínimo despiste.

–      Qué demonios te pasa – dijo Mary con malas pulgas durante el recreo.

Abrí mucho los ojos.

–      Deja de respirar como si fueses un antílope fatigado – ordenó ella –. Y cuenta.

Respiré hondo y tragué saliva.

–      Ayer Paul vino a mi casa y me besó – dije rápidamente.

Por primera vez en mi vida escuché a Mary Watson ahogar una exclamación de sorpresa.

–      ¡Becca! ¡Si tu madre se entera podrían suspenderle o hacerle la vida imposible! – dijo ella con preocupación.

Entonces un sudor frío comenzó a recorrer mi espalda. No se me había ocurrido que una cosa así pudiese ocurrir.

–      Fue sin querer, vino, me regañó por haber besado a Bryan en Kings. Me dijo que me besaría hasta que aprendiese a hacerlo perfectamente.

–      ¡¿Besaste a Bryan en Kings?! ¡Fue eso lo que pasó! ¿Por qué no me lo habías contado antes?

Gemí, intentando reprimir las lágrimas.

–      Ay, Becca… ¿Y qué vas a hacer?

Negué con la cabeza y vocalicé un “no lo sé” sin sonido alguno. Pero a pesar de que Mary no podía verme mover los labios, su cerebro (que parece una máquina para hacer TACs) se dio cuenta de la situación.

–      Deberías hablar con él y aclarar las cosas. Él es demasiado mayor, tal vez hasta sea ilegal y además, se va a marchar muy lejos en poco tiempo. Lo siento Becca, pero como amiga… No quiero que lo pases mal.

–      Yo no quiero que se vaya. No quiero que se aleje Mary… – susurré a medio camino entre el llanto y la desesperación.

–      Tal vez el tampoco quiera irse – respondió ella –. Tal vez, si os dais un poco de tiempo… – Mary Watson suspiró –. No lo sé Breaker, la verdad es que no sé qué narices puedes hacer.

Subimos a clase.

                                                          ***

Eran ya las seis de la tarde cuando mi madre entró en mi cuarto con demasiado entusiasmo.

–      ¡Becca! Van a hacer un transplante cardíaco a las ocho de la tarde. Mi amiga, que es cirujana vascular me ha dicho que puedes ir a verla si quieres.

Abrí mucho los ojos.

Un transplante. Oh Dios mío.

Salté de la cama y abrí mi armario.

–      ¿Me vas a llevar? – le pregunté por si tenía que coger el billete para el autobús.

–      No, viene Paul a buscarte, se lo he dicho también a él … Así te podrá explicar cosillas para que aprendas más y mejor.

Dejé de respirar momentáneamente.

–      ¿Pasa algo? – mi madre, más avispada que un lobo hambriento, se percató del gesto.

–      Es que… No encuentro los vaqueros oscuros… Esos… Ya sabes… No sé si los eché a lavar ayer… – mentí como pude.

Ella arrugó el entrecejo.

–      Están en la secadora. Pero tienes muchos coge otra cosa. Y rápido que en diez minutos está Paul aquí.

Entonces se fue y, mis manos se movieron solas hacia el vestido de punto azul que tanto había observado él la primera vez que me lo vio puesto.

Era arriesgado. Pero quería impresionarle.

Quería que me besara, que me abrazara.

Enrojecí de repente.

Me vestí y me peiné. Puse algo de rubor en mis pómulos y una ligera capa de rímel en mis pestañas.

Cuando bajé las escaleras mi madre me observó con los párpados entornados. Supuse lo que estaba pensando, pero lo ignoré.

–      Abrígate, hace frío – me dijo antes de que saliera por la puerta.

–      Llevo el abrigo puesto – respondí antes de cerrar.

Al final del camino del jardín vi el antiguo coche de Paul aparcado en la cuneta. Caminé hacia allí, temblando cada vez más. Abrí la puerta y me subí en el asiento del copiloto.

–      Hola – saludó él secamente.

Arrancó y en cuestión de quince minutos ya estábamos aparcando en el parking de la clínica.

No dijo una palabra durante todo el trayecto. Yo comenzaba ya a sentirme mal. Culpable. Despreciada. Extraña.

Antes de que saliéramos del coche le pregunté:

–      ¿He hecho algo mal? ¿Estás enfadado?

Él me miró intensamente durante un par de segundos pero después abrió la puerta y se bajó.

–      No, Becca – dijo desde fuera.

Yo también salí.

Anduvimos hacia la entrada del hospital, también en silencio. Paul parecía estar sumido en una reflexión interna. Yo sólo esperaba el momento en el que pudiésemos hablar del beso.

Atravesamos la puerta principal y nos dirigimos hacia los ascensores para subir a la planta de quirófano. Dos médicos se unieron a nosotros en la subida y, lo que yo me había imaginado como un minuto y medio cargado de palabras, continuó siendo un minuto y medio de silencio absoluto.

Se abrieron las puertas y salimos. Entonces recordé que habíamos venido a ver un transplante cardíaco y aquello me animó un poco.

Paul y yo nos separamos y fuimos cada uno a nuestros respectivos vestuarios. Fue un alivio distanciarme de él momentáneamente para respirar con algo de libertad. Cogí el pijama de color naranja fosforito que era obligatorio vestir en quirófano y me metí en una de las duchas del vestuario para cambiarme.

Al verme en el espejo gruñí con fastidio. Qué prenda tan absolutamente horrible. Con aquellos colores a una se le quitaban las ganas de ser cirujana.

¿Por qué no usarán un pijama azul como en Anatomía de Grey?, me pregunté.

Cuando salí del vestuario, Paul, también ataviado con aquel pijama butanero, me estaba esperando en el rellano que daba paso al puesto de control de todos los quirófanos.

–      Ven, es en el quirófano número tres, llegamos un poco tarde.

Seguí sus pasos, rápidos y decididos. Recorrimos el pasillo hasta casi el final y nos introdujimos por una de las puertas que daba acceso a la antesala en la cual nos pusimos la mascarilla y unas calzas de gasa estéril para cubrir nuestros zapatos.

Nos lavamos las manos y nos pusimos unos guantes, porque aunque no fuésemos a tocar nada, teníamos que reducir al mínimo la contaminación del ambiente (es decir, evitar dejar nuestras bacterias repartidas por el quirófano).

Paul pulsó un botón en la pared y la gran puerta metálica se deslizó, dejando ante nosotros un quirófano completamente diáfano y, sobre todo, vacío.

–      Aquí no hay nadie – dije.

–      Espera, vamos a entrar. A lo mejor aún no ha empezado.

Le hice caso y nos adentramos en aquella sala desierta. Sólo una camilla y las típicas lámparas de quirófano, altas redondas y bastante manejables nos hacían compañía.

Y de pronto la puerta metálica se cerró.

–      No te preocupes, se cierra sola de manera automática – me tranquilizó él.

Pasaron cinco minutos y allí no llegaba absolutamente nadie.

–      Paul… Creo que te has equivocado, no debe de ser aquí – susurré.

Él se sentó en la camilla.

–      Es posible que me haya equivocado – respondió él con una media sonrisa.

–      No, no tiene gracia, vamos a ver un transplante. Quiero ver esa operación – elevé el tono de voz.

Él se incorporó  y caminó hacia mí.

–      Pero estarás de acuerdo en que tenemos que hablar primero – dijo de pronto.

–      Podríamos haber hablado antes – le recriminé –. Pero decidiste que el movimiento acelerado y sus ecuaciones eran más importantes.

Paul me dirigió una pequeña sonrisa y se aproximó aún más a mí. Fui a decir algo. Quise mostrarle lo enfadada que estaba con él. Pero entonces sus labios se unieron con los míos en un beso muy tierno y largo, al cuál me abandoné.

Cuando nos separamos, curiosamente vi que sus ojos parecían estar empañados.

–      No puedo seguir dándote clase Becca – susurró con un hilo de voz.

Temblé.

–      No… Paul… Sí puedes. Ha sido un error, no volverá a pasar. Pero no me dejes por favor – susurré.

Él posó su dedo sobre mi boca para silenciarme.

–      Sh... Tranquila… Es sólo que no sé qué me ocurre… O tal vez lo sepa… Pero no quiero que te afecte, no quiero desconcentrarte. Quiero que seas médico y que cumplas tus sueños y tal vez yo sólo pueda estropearte las cosas, ¿entiendes?

–      Pero si dejas de darme clase, ¿cómo sacaré buenas notas?

–      ¿Pero y si no puedo evitar besarte cada vez que te veo? ¿No has pensado en eso?

Me quedé muda, entonces él me besó de nuevo. Me dejé llevar. Sus brazos recorrieron mi espalda.

Entonces se separó ligeramente y se apoyó en mi hombro, de manera que sus palabras resonaron en mi oído:

–      No quiero que nos hagamos daño… Eres menor de edad y… Además yo dentro de un año me marcharé muy lejos… Y Becca… Te mereces algo mejor.

Comenzó a formarse un opresivo nudo en mi garganta. Tenía que hacer algo.

–      Hagamos un trato.

Él se separó y me miró a los ojos. Apoyó su frente contra la mía y sentí mi corazón estamparse contra mi esternón de una manera muy violenta. Me alejé de él algunos centrímetros.

–      Fingiremos que esto no ha ocurrido. Hasta que me examine en junio. Si saco buenas notas, te quedas conmigo. Si no, si ocurre algo entre nosotros, si las cosas se complican, harás lo que mejor te parezca.

Crucé los dedos a mi espalda para que aceptara el trato. Hundió sus ojos en los míos, después miró mis labios y más tarde desvió la mirada hacia el infinito.

Cuando estuve ya a punto de echarme a llorar, respondió:

–      Está bien, trato hecho.

Y, aunque me dolió no poder acercarme a él ni sentir sus caricias ni sus besos nunca más, preferí tenerlo cerca a perderle definitivamente.

––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

Bueno, perdón!!! tantísimo tiempo sin subir! pero nada, ahora haré maratón, varios días... tendrá cinco capítulos más y acabará la primera temporada y luego empezaremos con Becca en la universidad!! Siento mucho la espera pero me he visto fatal entre exámenes, prácticas y demás, entre otras cosas también estuve poco inspirada con esta historia y no sabía cómo seguir pero ahora ya esta solucionado!!

Un beso a todos y espero que os haya gustado este capítulo!!

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