Ya en el baño, me quité la sudadera café y me quedé solo con el top que llevaba debajo de ésta. Me acerqué al espejo y vi como hasta el top estaba manchado de ese líquido rojo. Tomé una toalla para las manos y la humedecí con el agua del lavabo. Limpié mi rostro, mi cuello, mi escote y parte de mis brazos.
- ¿Estás bien Camila? - preguntó Hellen cuando entró al baño.
- Ah, sí, solo fue una tontería de mi parte - dije regresando mi mirada al espejo para seguir limpiando las manchas rojas.
- Pero, ¿qué fue lo que pasó? - preguntó con intriga.
- Iba a tomar un trago del vino y Robert me espantó. Salí corriendo porque me dio algo de vergüenza haberme asustado con tanta simpleza.
- Oh - suspiró. - No debería darte vergüenza. Fue un accidente.
Le sonreí a través del espejo. Se acercó a mí y empezó a recoger mi cabello. Me recordó a mi madre, cuando me había pasado algo malo en el colegio y veía que tenía una cara triste, desenredaba mi cabello y lo trenzaba suavemente.
- Robert debe ser afortunado al tenerte, dulzura. Ese chico era todo un... Ah, ¿cómo decirlo? - seguía trenzando mi cabello. - Era gordito, tenía problemas de acné... En teoría, no era nada atractivo.
- Yo tampoco lo era.
- Eso no lo puedo creer - exclamó sorprendida.
- De verdad.
- Bueno, todos pasamos por eso.
Después de un rato, Hellen le llamó a una chica y la mandó a traer algo de ropa para mí. La mujer regresó con un vestido negro con escote en la espalda muy bonito. Me metí a un baño para cambiarme. Cuando salí ya habían más de 5 mujeres esperándome con varias herramientas de belleza; maquillaje, planchas para el cabello, pinzas, etc.
- ¿Y esto? - les pregunté señalando los artefactos.
- Robert va a quedar impresionado cuando terminemos contigo - dijo Eleonor.
Le sonreí y me senté en una silla robada del conjunto de mesas de afuera.
Después de una hora más o menos, salimos todas. Ellas me cubrían ya que me daba algo de pena salir. Me asomé para ver a parejas bailando en la pista y unas cuantas mujeres que estaban sentadas platicando mientras que otra bolita de hombres fumaban unos cigarrillos lejos de las mesas.
Y ahí estaba Lauren, besando a otra chica que no era yo, acariciando su cabello, sonriéndole de esa manera que solo ella sabía. Y al otro extremo se encontraba Robert, solo, mirando al piso, enamorado de mí.
- Vamos dulzura, tienes que darle una grata sorpresa a Robert.
- Sí, solo quiero que me lleven hasta él mientras me esconden. Tiene que ser una buena sorpresa - susurré.
Me obedecieron y me llevaron hasta el lugar en el que se encontraba mi querido Robert. Se detuvieron enfrente de él y Robert solo les sonrió y les preguntó por mí. Nadie contestó nada. Salí de entre ellas y me miró como si fuera la octava maravilla del mundo.
- ¿Camila? - divagó.
- La misma - dije sonriendo.
Me abrazó fuertemente y me levantó entre sus brazos. Plantó un beso delicado en mis labios y volvió a depositarme en el suelo sin dejar de besar mis labios. Tomó mi rostro entre sus manos y siguió chocando nuestras bocas en una sola. Cuando dejó de besarme comenzamos a reír. Me abrazó por la cintura y me dijo lo hermosa que me veía al oído.
- Te quiero - dijo al fin.
- Y yo a ti - le respondí.
Volvimos a besarnos como niños pequeños; escondidos detrás de una columna.
- ¡Chicos, chicos, chicos! - exclamó una rubia por el micrófono captando la atención de todos. - La querida Lauren se ha ofrecido a bailar un tango con su querida novia Lucy.
Sentí una punzada en el pecho, de esas que quiere gritar y patalear.
- ¡Esa es mi chica! - gritó Robert aun abrazándome por detrás.
Una luz iluminó el centro de la pista, donde se encontraba Lauren dándome la espalda y su novia morena delante de ella en posición de inicio. La música de tango invadió toda la habitación y los movimientos de Lauren y Lucy también. Todos estaban cautivados ante la actuación de las dos. Tomé de la mano a Robert y la acaricié intentando ignorar mis celos.
- Bailan muy bien - admití para mí misma.
- Supongo que bailas mejor que ella. Ganaste el concurso de hace tres años en la secundaria, ¿no es así? - me preguntó Robert al oído.
- ¿Cómo lo supiste?
- Tu profesor de baile me lo dijo.
- ¿Conoces a Alex? - le pregunté más interesada.
- Me ayudó bastante para saber más de ti.
Sonreí pícaramente. Tomé a Robert de la nuca y lo acerqué a mí para darle un beso. Regresé mi vista a la pareja de bailarines y fruncí el ceño. Lauren le daba de vueltas cuando su mirada se cruzó por accidente con la mía. Me di cuenta que me había visto cuando volvió a buscarme con la mirada. Su expresión era de confusión. La miré detenidamente y al parecer eso la distrajo porque dejó que Lucy cayera justo frente a ella, haciendo que todos volteáramos a verla tendida en el suelo. Lauren no dejaba de mirarme, pero me acerqué a ellas para ofrecerle ayuda a Lucy, que todavía se encontraba tendida en el suelo.
- ¿Estás bien? - le pregunté mientras ayudaba a que se levantara. Miré a Lauren por el rabillo del ojo y seguía mirándome con asombro.
Lucy asintió y me sonrió dulcemente. La recargué en mi hombro y la encaminé al baño. Robert llegó por detrás y me ayudó a sentarla en una silla antes de que ambas cayéramos.
- ¿Puedes llevarla con Eleonor? - le pedí a Robert algo exhausta.
- Sí.
Me quedé sentada en un silla viendo cómo todos se iban detrás de Robert hacía la entrada del salón. Solté un suspiro, alcé la mirada y vi que ya tenía a Lauren frente a mí. Ya no había nadie en el salón, solo ella y yo.
- ¿Qué haces aquí? - me preguntó aún sorprendida.
- Oye, tu novia acaba de desmayarse, y eres la única a quien no le interesa.
- Fue tu culpa que ella haya caído.
- ¿Mi culpa? - exclamé ofendida.
- Sí. Tú te atravesaste en mi cabeza con esos ojos marrones.
- ¡Tú la dejaste caer!
- ¡Tú fuiste la razón por la que la dejé caer!
Me levanté y caminé hacia la entrada. Sentí la mano de Lauren jalar mi brazo bruscamente de manera que pudiera verla de frente.
- ¿Con quién viniste? - me preguntó.
- Con Robert, Lauren.
- ¿Le conoces?
- Es mi novio.
- ¿Tu novio?
- Dijiste que era libre de salir quien quisiera. Decidí no hacerlo con Shawn y hacerlo con él, ¿qué hay de malo en eso?
La dejé con la palabra en la boca y me fui hacia donde todos se fueron. Cuando llegué a la entrada pude localizar a William. No quería que me viera así que hice el menor ruido posible, pero no sirvió de nada.
- Hola, lindura - susurró acercándose a mí.
- ¿Qué tal William? - le sonreí fríamente.
- ¿Dónde está Robert? ¿Acaso te dejó sola? - empezó a acerarse todavía más a mí hasta que quedó pegado a mí.
Puso su mano en mi cintura y acercó su boca a mi cuello.
- ¿Puedes soltarme? - le pedí mientras empezaba a forcejear para soltarme de su agarre.
- Vamos, dulzura. Sé que necesitas esto tanto cómo yo.
Bajó su mano a mi trasero y tapó mi boca con la otra. Solté un grito que supe que nadie alcanzaría a escuchar gracias a la mano de William en mi boca. Me llevó a un rinconcito muy oscuro, casi invisible a simple vista. Seguí forcejeando y forcejeando. William me aplastó contra la pared acorralándome para que no me moviera. Con una mano, empezó a desabrochar su cinturón y a bajar la bragueta. Grité más y más. Las lágrimas se empezaron a apoderar de mí.
William subió mi vestido hasta el abdomen y bajó mis bragas. Acercó su miembro ya desnudo a mi entrada y empezó a acariciarla con su masculinidad. De repente se escuchó un grito de una mujer. William se dio vuelta y me dejó caer al suelo. Del salón salió Lauren y agarró a William antes de que éste se fuera. Me había golpeado en la cabeza así que no escuchaba nada, solo veía borroso. La silueta de una mujer se acercó a mí, con delicadeza y cautela.
- Ese hijo de puta lo pagará, te lo juro.