KANCER [Novela Gráfica] GANAD...

By Catcatalina_

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KANCER, el país para los inadaptados. ¿Te atreves a entrar? ... More

Novela Gráfica
Sinopsis
Capítulo 1: El peso de la nada
Capítulo 2: Pensamiento animal
Capítulo 3: La vida sin dinero
Capítulo 5: Mancha gris
Capítulo 6: Coordinación
Capítulo 7: El final del tiempo
Capítulo 8: Novato
Capítulo 9: It's a long way to the top

Capítulo 4: Feliz Vanidad

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By Catcatalina_


En pleno diciembre no se hace raro ver a la gente golpearse las rodillas con montones de bolsas sacadas de las grandes tiendas. Era veinticuatro y los almacenes remataban su última mercancía antes de que dieran las siete de la tarde. Luca, a la siga de su madre, entraba y salía de un sinfín de tiendas decoradas de rojo y verde.

-¿Puedes acercarte? –le rogaba Colette a su hijo que, con las manos dentro de los bolsillos, la esperaba en el rincón de las ofertas. -¿Crees que a tu hermano le guste ésta? –le preguntó alzando en el aire una camisa a cuadros estilo grunge.

-No sé. Supongo.

-Hijo, tú conoces mejor los gustos de Fred.

-Hace tiempo ya no es así –dijo despacio, sin que su madre lo pudiese escuchar.

-¿O mejor ésta? –volvió a preguntarle, enseñando una polera con el logo de Megadeth.

-No, esa si que no.

-¿Por qué? Si a ustedes les gustan este tipo de grupos.

-Ya no es así, mamá. Llévale la camisa.

-¿Tú crees? –preguntó, pero el ruido del ajetreo humano era ensordecedor.

-¿Qué dijiste?

-¡Que si te gustó la camisa para tu hermano!

-Ah, sí, yo creo que le gustará.

La mujer, entonces, buscó en el perchero dos de las mismas camisas de cuadros. El mismo color, el mismo diseño, el mismo tamaño.

-¿Qué haces? –preguntó el joven tratando de apaciguar el presentimiento que lo llevaba a odiarla.

-Llevo dos camisas –respondió sin detener su recorrido directo a la caja de pagos.

-Sí sé, pero ¿por qué llevas dos? –volvió a preguntar, con el corazón a punto de incendiársele.

-Ay, Luca. Una es para tu hermano y la otra para ti.

La voz de la mujer sonó odiosamente confiada. Como si no le cupiera ninguna miserable duda de que lo pensado para Fred sería, automáticamente, pensado para él también. Resultaba tan obvio para la madre de ambos que Luca era la sombra de su hermano mayor, que ni siquiera se dignaba a preguntarle si la camisa había sido de su gusto, o si prefería al menos cambiar el color. Nada de eso. Desde siempre Colette y Facundo habían asumido que Luca debía transformarse a la fuerza en una copia barata de su hermano. Por eso sus propios intereses no eran motivo de discusión. Con que a Fred le gustara era suficiente.

-¡Oye, para! –le gritó a su madre, que ya lo había adelantado varios pasos. La mujer al sentir el grito se dio vuelta y lo miró desanimada.

-¿Y a ti qué te pasa ahora? –fue lo que preguntó, con absoluta certeza de que otra queja inservible saldría de él.

-Nada –respondió enfurecido y echó la cabeza abajo.

-Deja de actuar como niño chico, ¿quieres?

El joven, sin pensarlo demasiado, le quitó una de las camisas a su madre y la lanzó sobre una pila de ropa desordenada. Salió de prisa de la tienda y caminó hacia el estacionamiento, donde se sentó en el suelo a escuchar Symphony Of Destruction. Con el tarreo de fondo, se permitió experimentar el más profundo asco por aquellas vidas consumidas por la codicia. Navidad no se trataba de otra cosa más que de un circo venenoso en el que los comerciantes ganaban y los idiotas gastaban. ¿Y el amor por la familia? ¿Y el respeto entre individuos? ¿Dónde quedaba ahora el calor de hogar? Era veinticuatro de diciembre, fecha en la que se suponía debían estar los cuatro más unidos que nunca. Pero lo cierto era que Colette se preocupaba más por comprar una maldita camisa que por comprenderlo, el padre disfrutaba humillarlo cada vez que podía, y Fred se había alejado kilómetros de distancia, a pesar de vivir en la pieza del lado.

De vuelta a casa subió a su habitación, sin siquiera ayudarle a su madre a bajar el montón de bolsas de la camioneta. Cerró la puerta y tomó la decisión. Arrancó la hoja de uno de sus cuadernos de colegio y anotó un mensaje de no más de tres líneas. Lo escondió bajo el almohadón de su cama y se lanzó sobre ella con Symphony Of Destruction a todo volumen y el corazón agitado. El estómago le gargareaba de los nervios y los pies se le sacudían sin poderlos controlar. Sabía que ir a la esquina De Blues implicaría un cambio radical en su vida. Sabía que ésta incluso podría peligrar. Pero a estas alturas, vivir se había vuelto una rutinaria mantención de su cuerpo y nada más. Kancer parecía un lugar peligroso, pero no conocía otra opción mejor.

La única diferencia de alguien que nace un veinticuatro de diciembre con el resto de los mortales, es que a la fiesta navideña se le añade una torta de merengue. Así ocurría en casa de los Manns, donde el cumpleañero, no por única vez, radicaba en su cuarto con llave cerrada, a las nueve de la noche cuando el pastel ya se había partido en varios pedazos.

-¡Oye, Luc, ven a comer con nosotros! –exclamaba Frederic, mientras golpeaba la puerta de la pieza de Luca.

-No quiero.

-¡No seas así! ¡Baja, Luc!

-Te dije que no quiero.

-Hermano, ven a comer conmigo. ¿No ves que ya no te veré más? –dijo Fred, refiriéndose a su ida a una fiesta navideña que dictarían los compañeros de universidad.

Luca entendió la señal. Si decidía irse a Kancer para siempre, no volvería a ver a su hermano. Así que, sin dejar de sentir un cosquilleo en el vientre, rodó la manilla y salió de su habitación. Los minutos pasaron más rápidos que de costumbre durante la cena. Todavía no terminaba de comer el postre y el reloj ya marcaba las diez con cuarenta. Hora de comenzar a escapar.

-Gracias –dijo, repentinamente, y su puso de pie.

-¿Para dónde vas? –preguntó Colette.

-A mi pieza –respondió, sin mirar a ninguno de los tres.

Sentado en la escalera, se dedicó a contemplarlos en silencio por varios minutos, tratando de encontrar en su interior algún recuerdo que le evocara un sentimiento positivo hacia ellos. Pero por más que lo intentaba, no le era posible sentir más que rabia y tristeza. Se odió a sí mismo por no ser capaz de amar. Algo dentro suyo se había muerto y lo sabía. Por eso lo mejor era irse lejos y así dejar de joderle la vida a los demás. Justo cuando iba a levantarse del escalón de madera, Yoshi apareció abajo, y subió los escalones a costa de muchísimo esfuerzo. Traía el hocico pintado con salsa de tomate. Luca lo miró y sonrió. Sí, seguía siendo humano. El amor tremendo que sentía por el pequeño animal era un indicio de que aún tenía corazón. Le limpió con la manga de su polerón los bigotes y lo tomó en brazos. Le acarició un buen rato la cabeza, y de pronto, sin hacer ningún esfuerzo ni alcanzar a darse cuenta, una lágrima emergió de su alma blanca, rodó suavemente por sus mejillas, para finalmente caer sobre el lomo de su fiel compañero.

-Te quiero –le dijo y el animal lo entendió.

Cuando escuchó que los pasos de alguien se acercaban, dejó a Yoshi en el piso y miró el reloj que colgaba en la sala: ¡eran las once de la noche con treinta minutos! Corrió de prisa hacia su habitación y guardó su ropa en un bolso deportivo rápidamente, sin preocuparse de ordenar demasiado. Echó su celular, sus audífonos, un perfume, desodorante y su cepillo dental. Polerones por montón y tres pantalones. Otro par de zapatillas y a correr. Bajó las escaleras y observó atento el panorama: su madre en la cocina lavando los platos, Fred en su pieza arreglándose para salir y Facundo mirando a una familia amorosa que abría los regalos en televisión.

En silencio, volvió a maniobrar la puerta de la entrada para que el rechino no alertara a sus padres, y se dispuso a salir. Pero alguien apareció a su encuentro, por última vez.

Alguna vez había leído que los perros rotaban levemente la cabeza cuando no entendían lo que ocurría. Y eso era precisamente lo que pasaba esta vez. 

-Perdóname, Yoshi –dijo y un grueso nudo se apretó en su garganta.

De un suave golpe, cerró la puerta y se fue corriendo hacia la esquina DeBlues, que le quedaba exactamente a cinco cuadras de distancia.

Las calles lucían despejadas a esa hora. Los negocios al fin habían cerrado sus puertas. Y Luca respiraba agitado bajo la placa de la esquina. Miró la hora en la pantalla de su celular: 00:02. ¡Demonios! ¿Será que los tipos ya pasaron por aquí?, se cuestionaba angustiado. Seguro que los operarios de una agrupación tan importante como Kancer eran excesivamente puntuales. Ansioso, hizo crujir sus huesos y posteriormente alzó sobre su cabeza la mano derecha, formando una K en lenguaje de señas, tal como Poler había descrito. ¿Y si no venían en navidad? De todas maneras eso sería un absurdo, por extraño que pareciera, existían personas que habían nacido en tal fecha. Miró nuevamente la hora en su celular: 00:05. "Estos tipos ya se fueron", pensó. "Esperaré hasta las doce y cuarto". 

Nervioso, volvió a echar una magna ración de aire hacia afuera, para calmarse por dentro, sin percatarse de que muy cerca de él un auto había estacionado.

Y así fue como las doce con siete minutos del veinticuatro de diciembre, el viaje de Luca a Kancer había iniciado.




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¡UN REGALO DE NAVIDAD PARA USTEDES! Espero les haya gustado C:

¡Lo sé! Ahora comienza lo bueno. Desde el próximo capítulo veremos a Luca dentro de KANCER, ¿lo pueden creer? *.*

Pero tengo una "mala" noticia: tendremos que esperar para subir el próximo capítulo un mes. ¿Por qué? El ilustrador, Jota, se va de viaje durante enero, y como saben, es esencial la visualización de ilustraciones en los caps. Pero no desesperen, ¡en febrero retomamos! Sólo les pido que no nos abandonen :C

Les deseo a todos una muy feliz navidad. Espero que valoren el hecho de estar en familia, más que los regalos o las cosas materiales. ¡QUE SU NAVIDAD NO SE TRANSFORME EN VANIDAD! 

Confío en ustedes que así será 

 ¡Un beso, un abrazo y varias galletas de jengibre, compañeros!


Caaaaat*

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